Steps towards the Record Hermeneutics
(Museo Etnográfico/CONICET, Argentina)
En este trabajo abordaremos la asociacin entre arqueología y hermenéutica. Para ello, en primer lugar, efectuaremos un breve recorrido sobre los cuerpos tericos que existen en arqueología. A continuacin, deconstruiremos la aplicacin del falsacionismo en la disciplina, y a través de dicha crítica trasladaremos su objeto de estudio al escenario post-empirista de las ciencias sociales. Esto dará lugar a la comparacin entre el registro arqueolgico y el texto, y como resultado, la incorporacin de horizontes de subjetividad a la interpretacin arqueolgica.
Palabras clave: Arqueología | Hermenetica | Ciencias Sociales | Interpretacin
This paper will address the association between archaeology and hermeneutics. For this purpose, first, we will make a brief tour on existing theoretical bodies in archaeology. Then we deconstruct the application of falsifiability in the discipline, and through this critique we will move its subject to the post-empiricist stage of social science. This will lead to the comparison between the archaeological record and the text, and as a result, the addition of subjectivity horizons to archaeological interpretation.
Keywords: Archaeology | Hermeneutics | Social Sciences | Interpretation
En este trabajo intentaremos dar cuenta de cuál ha sido el modelo de ciencia que ha guiado la explicacin en arqueología. En primer lugar, abordaremos la epistemología del enfoque terico procesual, que generlas primeras explicaciones hipteticas-deductivas en la disciplina. En segundo lugar, indagaremos sobre las falencias de la aplicacin del modelo hiptetico-deductivo en las ciencias sociales en general, y en la arqueología en particular. Finalmente, y a manera de propuesta, continuaremos con la vía epistemolgica y terica que acerca la hermenetica y la arqueología (Hodder, 1986, 1987, Preucel y Hodder, 1996). A continuacin exploraremos las simili-tudes entre la accin y el texto (Ricoeur, 2008 [1985]), y de qué forma podemos trasladar dichas semejanzas al registro arqueolgico.
Consideramos que la ciencia arqueolgica ha transitado por tres períodos de hegemonía terica, y que cada uno de ellos ha definido su relacin con su objeto de estudio (el artefacto / el pasado del hombre). En primer término, la denominada Escuela Histrico Cultural. En dicho marco terico el objetivo disciplinar radicaba en ordenar una sucesin de hechos en el tiempo. Utilizando una metáfora, podríamos decir que su meta como teoría era ordenar en estantes distintas culturas. Ontolgicamente esencialista, la Escuela Histrico Cultural nace en Europa central y septentrional, a mediados del siglo XIX como una consecuencia del nacionalismo y del romanticismo (Trigger, 1989). Esto condujo a los arquelogos a preocuparse por los problemas histricos y étnicos, y a denominar las culturas y civilizaciones como “…conjuntos de material arqueolgico prehistrico y geográfica y temporalmente restringidos y su identificacin como los restos de diversos grupos étnicos…” (Trigger, 1989:157). Para este marco terico, las culturas eran definidas como estáticas por naturaleza y la variabilidad en el registro arqueolgico era explicada a través de procesos como la difusin y la migracin. De esta forma, se consideraba a la cultura como una forma de vida transmitida por pueblos específicos de generacin en generacin; comparativamente, pode-mos hablar de un conjunto cerrado de rasgos que permitía identificar una etnia en el registro arqueolgico. Epistemolgicamente, la Escuela Histrico Cultural llevaba a cabo un enfoque inductivista: a través de lo observado y analizado en el trabajo de campo, reunía y completaba, lentamente los aspectos de la cultura estudiada. Por lo tanto, la interpretacin del pasado se construía como un rompecabezas, donde cada dato representaba una pieza del total de la cultura. En 1960, se produce en la disciplina la irrupcin de un nuevo enfoque hegemnico: la Nueva Arqueología, que tuvo sus orígenes en el funcionalismo y en el neo-evolucionismo. De dichas corrientes fue de donde surgiuna nueva definicin de cultura: como un medio extrasomático de adaptacin al medio ambiente. Con respecto al modelo terico anterior, ahora el objetivo de la arqueología se emparentaba con el de la antropología: explicar las diferencias y similitudes del comportamiento cultural (Trigger, 1989). A través de la arqueología procesual, se ubica la disciplina arqueolgica dentro del modelo de las ciencias naturales, en su bsqueda de generalizaciones empíricas. El rechazo al método de las ciencias sociales radicaba en que “…[los arquelogos] no observan hechos sociales; observan hechos materiales, todos ellos contemporáneos, y, por tanto, los procedimientos de las ciencias sociales en la práctica son inapropiados para la arqueo-logía…” (Binford, 1988:25). Es, de esta manera, la materialidad la que une la arqueología al modelo empirista de las ciencias naturales. Otra nocin que se desprende de la cita anterior, es que el registro arqueolgico es un fenmeno contemporáneo (Ebert y Kohler, 1988). Hodder (1987) amplía esta descripcin en su explicacin acerca del rechazo de por parte de la “Nueva Arqueología” de la interpretacin de los significados simblicos. Este autor describe que los Nuevos Arquelogos incorporaron el modelo de las ciencias naturales para ser reconocidos como científicos, rigurosos y objetivos y en definitiva, ser aceptados por el resto de la comunidad científica. Adoptaron entonces una versin del positivismo: el método hiptetico-deductivo de Hempel. Esto implicaba deducir implicaciones a partir de teorías generales, y ponerlas a pruebas con datos independientes (Binford, 1981). Desde sus principios, la Nueva Arqueología comprendique slo mediante el estudio de situaciones vivientes, donde pudiera observarse el comportamiento y las ideas en conjuncin con la cultura material, podrían establecer correlaciones a través de las cuales inferir el comportamiento social que se materializaba en el registro arqueolgico. En otras palabras, la regularidad del comportamiento humano podría ser relevada a través de estudios etnográficos comparativos. Metodolgicamente, en primer lugar el arquelogo debía aislar los diferentes agentes o fuerzas que generaron un determinado patrn. Y en segundo lugar, estudiar dichos agentes o procesos en el mundo contemporáneo, buscando especificar criterios para reconocer los patrones que se han preservado en el registro arqueolgico (Binford, 1981). Dichos estudios actualísticos eran aplicados para establecer una conexin entre las propiedades dinámicas de las conductas del pasado (que el arquelogo deseaba conocer) y las propiedades materiales estáticas comunes entre el pasado y el presente. Esta clase de estudio fueron denominados como Teorías de Rango Medio (Binford, 1977) y contribuían a la generacin de hiptesis empíricas falsables, como respuestas a la teoría general (Ebert y Kohler, 1988). Debemos destacar aquí, la creencia que existía en la Nueva Arqueología sobre la existencia de leyes en la naturaleza, que explicasen la conducta humana del pasado. En resumen, la explicacin en arqueología implicaba integrar los datos arqueolgicos con otro tipo de informacin (etnográfica, etnoarqueo-lgica, histrica, ambiental) para crear modelos que conecten el registro arqueolgico con lo que sucedien el pasado (Ebert y Kohler, 1988).
En este apartado expondremos una serie de críticas a la aplicacin del falsacionismo, para las ciencias sociales en general y para la arqueología en particular. Una finalidad concreta de dicha crítica es incorporar epistemolgicamente la arqueología al terreno de las ciencias sociales, donde lentamente se ha abandonado el método hipotético deductivo. En primer lugar, para introducirnos en la discusin, consideramos necesario marcar que Popper (1981a) distingue tres contextos dentro de la investigacin científica: el de descubrimiento de una ley, el de justificacin de la misma y el de aplicacin. Para Popper (1981a) el método científico se encontraba atado al contexto de justificacin, denominando historicismo a cualquier otra interpretacin que tuviera una dependencia histrica. Segn los analistas de su obra, la unidad de las ciencias se fundaba en el criterio de falsabilidad estricta (Hidalgo, 2004). Este era un parámetro al que, como marcamos anteriormente, deseaban llegar los arquelogos post-positivistas. Una de las críticas que podemos realizar a la aplicacin del modelo hipotético-deductivo a la arqueología, es el presupuesto que en el proceso de constrastacin intersubjetiva, desar-rollado en el contexto de justificacin, la objetividad descansa unívocamente en el objeto. En otras palabras, siguiendo el análisis de Fernando García (2004), es dable pensar que para Popper la ciencia consiste nicamente en el método, en una lgica de la investigacin, haciéndose abstraccin de su objeto. A través del falsacionismo, es factible relativizar el proceso de observacin de la experiencia con respecto al resultado de la confrontacin crítica de las teorías (Hoyos Vazquez 2004). Esta relativizacin, conlleva la posicin de sostener la completa autonomía del objeto arqueolgico (artefacto) respecto al sujeto cognoscente (Carbonelli, 2011). En contraposicin a esto ltimo, sostenemos que en cada contrastacin, falsando una hiptesis, también se ponen en juego términos tericos. Estos se encuentran indisolublemente ligados a la experiencia y a los términos observacionales (Feyerabend, 1981). En Arqueología es ficticia toda separacin entre metodología y teoría, en particular al momento de integrar las distintas líneas de evidencia (tecnología lítica, cerámica, patrones de asentamiento, subsistencia, simbo-lismo) y darles sentido. Las elecciones técnicas más empíricas a la hora de decidir como excavar, delimitar un sitio y sus componentes son inseparables de las elecciones tericas de construccin del objeto (Carbonelli y Gamarra, 2011). En dicho sentido, consideramos que la arqueología, como el resto de las ciencias sociales, a diferencia de las ciencias naturales (quienes analizan objetos independientes de toda conciencia y significacin), son las que van construyendo su objeto científico, de acuerdo a su propia tradicin y a las singularidades propias del contexto socio-histrico que atraviesan. En Ciencias Sociales, las teorías no slo se utilizan para elaborar leyes para ser contrastadas, sino también para construir el concepto de aquello sobre lo que se hace ciencia (Fernando García, 2004). Como consecuencia, el falsacionismo no resulta un criterio adecuado para determinar la verdad y la falsedad de los enunciados de las ciencias sociales. Prueba de ello, es el hecho que
… las leyes de la vida social son leyes de las acciones de los hombres, que no son exteriores a ellas, y por lo tanto, no pueden dejarse de manifestarse a través de dichas acciones, de ser mediaciones… (Fernando García, 2004:259).
En el caso concreto de la arqueología, las leyes de la vida social que se busca contrastar en el registro arqueolgico, se hallan mediatizadas por las elecciones tericas de los investigado-res: las consecuencias observacionales de toda teoría importada por la arqueología se hallan impregnadas de conceptos abstractos y metafísicos. A manera de ejemplo podemos citar como son conceptualizadas las sociedades del noroeste argentino, durante los siglos anteriores a la llegada del imperio Inkaico: ya sea como jefaturas, donde reina la estratificacin econmica, la desigualdad social y el acceso diferencial a los recursos (Tarrag, 2000; Nielsen 2001); o como sociedades inmersas en la integracin comunal y la homogeneidad material y simblica (Acuto, 2007). Cada una de estas visiones construye los indicadores arqueolgicos necesarios para dar cuenta de esa realidad. Para decirlo en otras palabras, cada postura terica coloca un prisma sobre el investigador que efectivamente produce un contexto de justificacin que no es inocuo, sino que por el contrario, las consecuencias observaciones son producidas por la teoría y la retroalimentan. En consonancia a esto ltimo, como sostiene Lores Arnaiz (2004) el criterio falsacionista lleva implícito la confianza de Popper y los positivistas críticos en la autorregulacin de la ciencia. Acerca de esto ltimo, consideramos que es una percepcin ingenua del propio quehacer científico. Es innegable el peso de las condiciones socio-histricas sobre la elaboracin de hiptesis (por que surgen determinadas ideas o preguntas en un contexto y por qué no en otro) y fundamentalmente, en su validacin y perpetuidad. Dentro de las ciencias sociales, el poder de determinadas escuelas de pensamiento asociadas al poder político legitima la produccin científica elaborada en el campo. En la Arqueología Argentina, por ejemplo, la propagacin de las ideas difusionistas de la Escuela de Viena, estuvieron atadas (desde 1930 a 1950) a su amistad con el poder político nacional. En relacin a esto, Popper (1981b:419) establecía que las conexiones entre la razn y las circunstancias socio-histrica “…contie-nen una verdad innegable, pero trivial…”. La resistencia que existe en Arqueología, en efectuar un acercamiento interpretativo a los datos, podemos rastrearlo en la propia concepcin de Popper sobre las ciencias sociales y la historia. Dicho autor rechazaba como no científico a todas las interpretaciones de situaciones histricas y a la atribucin a la historia de algn significado (Hidalgo, 2004). Por consiguiente “la nica salida para las ciencias sociales es olvidar todos los artificios verbales y encarar los problemas prácticos de nuestro tiempo, con la ayuda de los modelos tericos, que en esencia, son los mismos en todas las ciencias…” (Popper, 1977: 243). El rigor científico de Popper (1977) sealaba que no podían existir leyes en la historia, pues ésta era un proceso rico de hechos singulares, en el cual era difícil establecer regularidades, explicaciones y predicciones. Aplicando en sentido estricto el criterio falsacionista, la arqueología durante la década del 60 intentalejarse de esta postura desdeada por el falsacionismo, buscando en el registro arqueolgico poder establecer generalizaciones empíricas de la conducta humana. Uno de sus intentos fue la etnoarqueología: el análisis de situaciones vivientes para deducir patrones del registro arqueolgico. Sin embargo, consideramos que frecuentemente se cayen el riesgo de asumir como leyes trans-culturales hiptesis elaboradas en un contexto específico. Por el contrario, sugerimos que el análisis de una sociedad del pasado deber ser contextualizado histricamente e interpretada individualmente.
A continuacin en el siguiente apartado, enumeraremos las condiciones para que el registro arqueolgico pueda ser interpretado, ingresando al mundo de la hermenetica (el tercer marco terico hegemnico).
Siguiendo a Johnsen y Olsen (1992) sostenemos que uno de los aportes que puede brindarle la hermenetica a la arqueolgia es cuestionarse sobre cuáles son las precondiciones necesarias para poder comprender el pasado. Lamentablemente, dicha pregunta fue dejada de lado por la disciplina, en su afán por eliminar todos los prejuicios y métodos subjetivos. No obstante, si aceptamos a la arqueología como una ciencia social, consideramos que esta disciplina no puede escapar de la doble hermenetica (Guiddens, 1987) inherente a todo objeto de estudio construído socialmente. Profundizando dicha acepcin, el mismo Guiddens (1987:357) había sealado las coincidencias entre la arqueología y la hermenetica:
…If there are two disciplines, the, whose intersection concerns the limits of presence, they are surely those of archaeology and hermeneutics: archaeology because this is the subject par excellence wich is concerned with relics o remains (…) hermeneutics, because all survivals of a conserved past have to be interpreted… (Guiddens, 1987:357)
Para poder aplicar un acercamiento hermenetico a la arqueología, sugerimos imprescindible diferenciar dos tipos de significados del objeto arqueolgico (Hodder, 1986): en primer término, el significado funcional sujeto a las cualidades intrínsecas como material. En dicho sentido, el significado del objeto se desarrolla a partir de su relacin con otros factores y procesos, en relacin con las estructuras sociales y econmicas. Y en segundo lugar, el significado que contiene los símbolos e ideas. Para poder acceder a este tipo de significado debemos de tener en cuenta que, como intérpretes accedemos al pasado con todos nuestros paquetes de prejuicios. Porque comprender es una relacin histrica (Gadamer, 1975), sujeta a la tradicin de las investigaciones y a nuestra propia biografía. De esta forma, superamos la aeja desvinculacin entre el sujeto cognoscente y el objeto sobre el cual predicamos (como sostiene la epistemología procesual): nosotros interpretamos un pasado que no se encuentra divorciado de nosotros, sino activamente involucrado en nuestra comprensin (Johnsen y Olsen, 1992:430).
En el segundo significado del objeto, encontramos una pista sobre el puente que une el procedimiento del arquelogo al indagar en su registro y la labor del hermeneuta. Si el objeto es un símbolo, podemos empezar a considerar a todo el registro arqueolgico como un texto. De esta forma, podemos efectuar un aporte a la pregunta de Ricoeur (2008:57): ¿Hasta qué punto podemos decir que el objeto de las ciencias humanas se ajusta al paradigma del texto? Ricoeur (2008) responde a esta formulacin a través de 4 rasgos principales que marcan e igualan la objetivacin del texto y de la accin: a) la fijacin del significado, b) su disociacin de la intencin mental del autor, c) la exhibicin de referencias no ostensivas; d) el abanico universal de sus destinatarios. A continuacin discutiremos la aplicacin de estas cualidades al objeto arqueolgico, producto de las acciones pasadas del hombre. En referencia al primer rasgo, la fijacin del significado, Ricoeur (2008:64) menciona que de la misma forma que el discurso se objetiva al materializarse en la escritura (exteriorizándose de la intencin del autor), el significado de la accin se objetiva al desprenderse del acontecimiento. Trasladando esta situacin a la arqueología, podemos decir que el acontecimiento se halla encerrado en el objeto arqueolgico, en el artefacto. El acontecimiento es la situacin que se desarrollen un instante en la historia de la humanidad, de la que nicamente nos queda su testimonio físico. No obstante, el significado de dicho acto se disocia del pasado y es retomado por el arquelogo. Concatenado al primer rasgo, Ricoeur (2008) afirma que de la misma forma que un texto se desprende su autor (y es releído e interpretado por mltiples actores), la accin se desprende de su agente y desarrolla sus propias consecuencias. Ricoeur (2008) también llama a este rasgo como la autonomizacin social de la accin. Sugerimos que en arqueología, si podemos hacer de una punta de proyectil objeto de nuestra investigacin, es porque el significado de la accin del pasado (de la cual la punta fue un vehículo) se objetiva y se desarrolla en forma autnoma a las intenciones de los autores/protagonistas originales. Esta autonomizacin constituye la dimensin social de la accin y nos permite que se convierta en nuestro objeto científico. Toda accin (presente o pasada) deja una huella, una seal. La historia misma es un continuo registro de la accin (Ricoeur, 2008). Las acciones del pasado quedaron materializadas (i.e., en los desechos de talla, en los muros, en los pukaras, en la decoracin cerámica), inscriptas socialmente y, por lo tanto, se constituyen como archivos y se van sedimentando en el tiempo social, institucionalizándose y separándose definitivamente de la intencin primigenia. Esta ltima acepcin nos ayuda a concebir al registro arqueolgico como un documento; testimonio de un acontecimiento de la prehistoria, pero también como un espacio independiente, que existe en nuestro presente. Finalmente, siguiendo la comparacin efectuada entre el texto y la accin y aplicándola al objeto arqueolgico, uniremos el concepto del tercer y cuarto rasgo. Ricoeur (2008) menciona que al igual que un texto, la accin humana excede, sobrepasa y trasciende las condiciones sociales de su produccin; quedando su significado en suspenso, sujeto a nuevas interpretaciones. De la misma forma, se suceden en Arqueología mltiples explicaciones sobre un mismo acontecimiento, por ejemplo la relaciones entre el Imperio Inkaico y las sociedades del NOA durante los siglos XV y XVI: ¿fueron del todo asimétricas?, ¿hubo resistencia?, ¿existidominacin simblica y efectiva?, ¿el tributo fue parte de una estrategia o un intercambio pacífico? De más está decir que el significado del contacto entre dos pueblos, sobrepasa las dimensiones del acontecimiento histrico, y es representado constantemente y nuevamente en otros contextos sociales, como el de la comunidad académica. Consideramos que los cuatro rasgos exhibidos anteriormente, nos ayudan a comprender la asociacin entre el registro arqueolgico (conformado por acciones llevadas a cabo en el pasado) y el texto. Esto crea un espacio propicio para la Hermenetica, para empezar a utilizar las reglas requeridas para la interpretacin de los documentos / registro = escritos / materializados. En la siguiente seccin, abordaremos como llevar a cabo dicha metodología.
Sin lugar a dudas, una propuesta que interpela el entrelazamiento entre la arqueología y la hermenetica, se enfrenta a la siguiente paradoja: de la misma manera que el positivismo y el modelo hipotético-deductivo no dan cuenta de la dimensin subjetiva de lo real, el método hermenetico puede no dar cuenta las dimensiones objetivas de lo humano, de las bases reales de la cultura (Criado Boado, 2006). Una de las vías metodolgicas para solucionar dicha paradoja es la propuesta por Criado Boado (2006), donde dicho autor insta a producir interpretaciones objetivadas u objetivables. Esto se efectuaría mediante el Método Interpretativo (asumiendo todas las contradicciones que dicho concepto encierra), el cual consta de dos fases: la primera de enunciacin de las interpretaciones y la segunda de interpretacin de las interpretaciones. En la primera fase se generan hiptesis interpretativas, poniendo a prueba su coherencia interna y validez. En este paso, el arquelogo debe buscar la recurrencia estructural (sin la necesidad de establecer explicaciones de origen causal), y establecer si el enunciado interpretativo se corresponde con lo real, si es factible hallar un patrn. En el segundo paso, se incorporan horizontes de subjetividad diferentes sobre los cuales contextualizar la interpretacin arqueolgica (Criado Boado, 2006). Segn Criado Boado (2006) se trata de comprender e interpretar los enunciados hipotéticos generados en el primer paso. Dicha interpretacin se efecta dentro del propio horizonte de subjetividad del fenmeno estudiado, incorporando modelos del saber antropolgico, sociolgico, de las ciencias políticas, de la lingística, etc. El significado se introduce aquí no desde la propia subjetividad del intérprete, sino mediante un modelo contextual, que al incorporar cuerpos tericos distintos otorga sentido a la interpretacin generada en el primer paso. En la metodología propuesta por Criado Boado (2006) encontramos semejanzas con la dialéctica entre explicacin y comprensin propuesta por Ricoeur (2008), para las Ciencias Sociales. Cuando intentamos explicar el registro arqueolgico, lo que Boado (2006) denomina formular hiptesis interpretativas, exponemos nuestra interpretacin al juicio y a la competencia con otras interpretaciones rivales. Como bien lo ha establecido Ricoeur (2008), pertenece al quehacer propio de las ciencias humanas el reconocer la plurivocalidad del significado de la accin humana. Entonces, la validacin aquí, es llevada a cabo por el conflicto y la tensin entre interpretaciones. A raíz de esto, difiere de la verificacin empírica, ya que “…sostener que una inter-pretacin es más probable que otra, es algo diferente a mostrar que una conclusin es verdadera…” (Ricoeur, 2008: 74). A diferencia del falsacionismo, en este caso la verdad no descansa en la experiencia, sino en la argumentacin, en el plano terico. La objetividad se obtiene a través de la convalidacin y competencia de las opiniones previas, en su proceso de formulacin (Gadamer, 1975). Esto reestablece el vínculo entre el sujeto cognoscente y el objeto arqueolgico, porque el investigador se involucra plenamente en su argumentacin. Al situarnos en el trayecto que va de la explicacin a la comprensin, el segundo paso propuesto por Boado (2006), podemos establecer un nexo con el concepto de fusin de horizontes de Gadamer (1975). Incorporar modelos de produccin científica para comprender el registro arqueolgico, implica una fusin entre el pasado y el presente; entendiendo que en cada uno se encuentra un abanico de posibilidades, entre los cuales se encierra el significado. En cada oportunidad que interpretamos el pasado, debemos tener en cuenta que lo hacemos desde el presente, con su carga de ideologías, relaciones de autoridad y poder. Y a su vez, con el estigma, de conocer la existencia de una multiplicidad de saberes, como los de los pueblos originarios, de las relaciones de género, que nuestro poder-saber occidental ha ocultado sistemáticamente. De la misma forma, cada significado desentraado del pasado actuará en nuestro presente, dislocando, transformando y cuestionando todas nuestras estructuras pre-establecidas. En este sentido, emplear una fusin de horizontes (entre el pasado y el presente), conlleva dejar de lado la racionalidad absoluta utilizada por una epistemología neopositivista. Esta emplea una razn indolente (Santos, 2006) que se considera nica, exclusiva y que no explora la diversidad epistemolgica inagotable. Este tipo de razn contrae el horizonte del presente porque deja por fuera mucha realidad, mucha experiencia, transformándola en invisible. La racionalidad neopositivista es también una razn metonímica (Santos, 2006) ya que conserva la idea que hay una escala dominante en las cosas, apuesta al universalismo; donde toda idea o entidad es válida independientemente del contexto en el que ocurre. Por el contrario, debemos ser conscientes que toda interpretacin en arqueología, responde a nuestra insercin dentro de la tradicin de la disciplina: de allí nacen todos nuestros prejuicios e hiptesis. Gadamer sinte-tiza esta reflexin al marcar: “El comprender debe pensarse menos como una accin de la subjetividad que como un desplazarse uno mismo hacia un acontecer de la tradicin, en que el pasado y el presente se hallan en continua mediacin”. (Gadamer, 1975: 360) Únicamente interpelando “nuestro estar” en la tradicin, el quehacer histrico de la arqueología y su funcin social, podremos dar cuenta de una multiplicidad de significados del objeto arqueolgico que permanecen ocultos.
A lo largo de este trabajo hemos intentado demostrar porque la arqueología debe incorporarse defini-tivamente al campo de las ciencias sociales. Una de las razones, es la dificultad de aplicar el método hipotético deductivo en una disciplina que estudia las acciones sociales del pasado, para lo cual se nutre de elementos tericos que utiliza en todos los pasos de la investigacin y para quien la experiencia no basta para explicarlo todo. Otro motivo lo encontramos al establecer que la Arqueología se enriquece al abastecerse de horizontes de subjetividad e interpretacin que permiten alcanzar el sentido de las acciones del pasado, robusteciendo sus hiptesis y permitiendo el diálogo entre pasado y presente. Finalmente, encontramos en las semejanzas entre el registro arqueolgico y el texto, un argumento para situarnos frente a él como hermeneutas. Es decir, como actores que, an con sus prejuicios, se hallan dispuestos a interpretar al Otro, aunque éste se halle distante, en el pasado.
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Juan Pablo Carbonelli es Licenciado en Ciencias Antropolgicas (orientacin Arqueología) y Profesor en Enseanza Media y Superior en Ciencias Antropolgicas (UBA). Becario de CONICET, en el Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti, UBA FFyL. Adscripto de la Cátedra Arqueología Argentina, UBA. Integrante del Proyecto Yocavil, investiga la transicin cazadores-recolectores a sociedades agro-pastoriles plenas en el Valle de Santa María, Catamarca.