Human Nature and Reason in the Philosophy of D. Hume
En general, se reduce la doctrina humeana a un escepticismo radical basado en la crítica y el consecuente rechazo de ciertas nociones fundamentales de la metafísica tradicional tales como sustancia, yo o causalidad. Sin embargo, esta lectura implica una reduccin de los matices propios de la filosofía de Hume. En efecto, Hume no propuso simplemente una crítica de los conceptos metafísicos sino una nueva concepcin de la razn basada en la idea de una naturaleza humana más cercana a lo pasional e instintivo que a lo racional. En este trabajo se explora la concepcin humeana de la naturaleza del hombre a partir de de ciertas características que Hume presenta como propias de ella: la uniformidad, la existencia de ciertos principios originales y la relacin de la razn con las pasiones. Esto permitirá observar que la crítica humeana a la razn en el sentido tradicional maneja una concepcin de ‘razn’ diferente. En el contexto de su filosofía, la razn es naturalizada, orientada por las necesidades propias de la especie humana y no un instrumento ajeno a lo pasional e instintivo.
Palabras claves: Naturaleza humana, Razn, Pasin.
UNMdP – CONICET
In general, Hume’s doctrine is reduced to a radical skepticism based on criticism and the consequent rejection of some fundamental concepts of traditional metaphysics such as substance, self or causation. However, this reading implies a reduction in the nuances of the Hume’s philosophy. In fact, Hume did not propose simply a critique of the metaphysical concepts but a new conception of reason based on the idea of human nature closer to the passionate and instinctive than rational. This paper explores the humean conception of human nature from certain characteristics that Hume presents it as their own: uniformity, the existence of certain original principles and the relationship of reason and passion. This one will notice the humean critique of reason, in the traditional sense, manages a different conception of 'reason'. In the context of his philosophy, the reason is naturalized, guided by the needs of the human species and not an instrument outside the passionate and instinctive.
Keywords: Human Nature, Reason, Passion.
Las primeras repercusiones del Tratado de la Naturaleza Humana, publicado en 1739, aparecieron cerca de veinticinco aos luego de su publicacin con las críticas de los representantes de la Escuela Escocesa del sentido comn, en especial Thomas Reid y James Battie. Ellos comenzaron la interpretacin de Hume como un filsofo escéptico cuyos razonamientos slo eran la culminacin lgica de los argumentos presentados por Locke y Berkeley. Esta lectura de Hume se mantuvo hasta mediados del siglo XX con la publicacin de la obra de Norman Kemp Smith “La Filosofía de David Hume” (Kemp Smith, 1941). Allí, Kemp Smith respondía a las críticas de la lectura tradicional de Hume argumentando que tal interpretacin no tenía en cuenta un elemento central de la filosofía humeana: el naturalismo, esto es, la apelacin a cierto dinamismo propio de la naturaleza humana que nos impulsa a formar creencias tales como la referida a la existencia de los objetos exteriores o en un yo simple y continuo sustrato de todas nuestras percepciones, a pesar de la impotencia de la razn para justificarlas mediante argumentos. Como es sabido, Hume ataca los conceptos de sustancia, causalidad y yo al sostener que ninguno de esos conceptos respeta el principio empirista de derivacin segn el cual toda idea, para ser significativa y relevante, debe, en ltima instancia, referirse a una impresin1. Esto significa que, conforme la crítica humeana, ni la idea de sustancia ni la de un yo o la de causalidad cuenta con el respaldo de una impresin y esto es puesto en evidencia por la razn.
Sin embargo, no podemos evitar formar esas creencias y esto se debe, no a la razn, impotente en estos casos, sino al dinamismo de la naturaleza humana, pasional o instintiva y no racional. Esto significa que Hume invirtilos papeles que tradicionalmente se adscribían a la razn y a las pasiones y en su doctrina, a la primera le corresponde someterse a las segundas. De ahí que Kemp Smith proponga, como clave interpretativa de la filosofía humeana, el principio de subordinacin. Este principio se apoya en la afirmacin humeana de que “la razn es y debe ser, slo esclava de las pasiones” (Hume, 1984: 415)
1 En el esquema humeano, las impresiones, salvo las pasiones, provienen siempre de la afeccin de los sentidos, no se trata de ningn tipo de intuicin de la razn.
y, por lo tanto, que la formacin de las creencias fundamentales en los procesos cognitivos o en los juicios morales es producto del aspecto instintivo de la naturaleza del hombre y no de la razn.
Ahora bien, a pesar de que la interpretacin de Kemp Smith representa un enorme avance con respecto a la lectura tradicional en lo que hace al estudio de la filosofía humeana, deja sin explicar adecuadamente a qué se refiere Hume con ‘naturaleza humana’. Sin embargo, el propio Hume, a pesar de su intencin de fundar una filosofía moral cuyo objeto es justamente la naturaleza del hombre y de su insistencia en comprenderla y establecer sus límites y capacidades, no define nunca claramente lo que entiende por ‘naturaleza humana’. De ahí que el objetivo de este trabajo sea explorar esa nocin a partir de de ciertas características que Hume presenta como propias de ella: la uniformidad, la existencia de ciertos principios originales y la relacin de la razn con las pasiones. Esto permitirá observar que la crítica humeana a la razn en el sentido tradicional no se limita a sostener que debe ser esclava de las pasiones sino que Hume maneja una concepcin de ‘razn’ distinta. En el contexto de su filosofía, la razn es una razn naturalizada, orientada por las necesidades propias de la especie humana y no un instrumento ajeno a lo pasional e instintivo.
La empresa filosfica de Hume no se reduce a criticar y rechazar los conceptos de la filosofía anterior, en especial la racionalista, sino que involucra también un proyecto cuyo objetivo es estudiar y comprender la naturaleza humana y establecer principios generales respecto de ella.
Para lograr tal objetivo, ha de suponerse que existe cierta uniformidad en la naturaleza del hombre pues si no fuera así difícilmente podrían establecerse esos principios generales. Esto, a su vez, implica concebir esa naturaleza humana de un modo determinado lo cual, a primera vista, podría significar una dificultad para Hume habida cuenta que parece no poder evitar cierto sustancialismo al concebirla como algo uniforme e inalterable, tal como deja entrever en pasajes como el siguiente:
La humanidad es a tal punto igual en todos los tiempos y lugares que la historia no nos informa nada nuevo o extrao acerca de este tema. Su funcin principal es slo la de descubrir los principios universales y constantes de la naturaleza humana (…) y llegar a conocer las fuentes regulares de la conducta humana. (Hume, 1939: 97-98)
Declaraciones como esta ltima provocaron la objecin a Hume de carecer de sentido histrico al sostener que la gente no cambia a lo largo del tiempo. Sin embargo, Hume no afirma que la naturaleza humana nunca cambie sino que cualquier cambio puede ser explicado apelando, como se verá luego, a ciertos principios naturales que permanecen constantes.
Por otra parte, si se atiene a lo descrito en los párrafos anteriores, podría pensarse que la tan mentada naturaleza humana, aunque observable siempre en la experiencia, es algo estático, permanente, una especie de sustrato que se manifiesta en el curso de la historia general.
Sin embargo, Hume no presupone un concepto metafísico, una esencia material o espiritual invariable pues esto obviamente equivaldría a adoptar el concepto de sustancia al que atacde forma contundente sobre todo, a lo largo del Tratado.
En efecto, una de las críticas más importantes a la metafísica es la llevada a cabo contra la nocin de sustancia entendida como un sustrato permanente e inalterable. Partiendo del principio de derivacin o copia segn el cual una idea, para ser verdadera, en el sentido de referirse a algo existente, debe provenir siempre de una impresin, Hume argumenta que la nocin de sustancia carece de inteligibilidad. Esto es así porque no nos es posible tener una impresin de ningn sustrato, de modo tal que ese concepto no tiene, finalmente, asidero alguno en la experiencia y es slo una ficcin ideada por los filsofos.
Por el contrario, cuando Hume se refiere a la “naturaleza humana” siempre lo hace a partir de observaciones empíricas y no de un concepto a priori. Esto es, cuando analiza la naturaleza humana aplica el método experimental de las disciplinas científicas de su tiempo lo cual equivale a rechazar las hiptesis racionalistas acerca de cualquier sustancia material o espiritual y al mismo tiempo evitar cualquier juicio a priori acerca de la naturaleza del hombre. Por otro lado, se refiere a tendencias regulares, constantes, en especial a ciertos principios generales que denomina “principios naturales” los cuales explican la conducta de los hombres aunque no completamente, pues también influyen en el comportamiento de los individuos otros factores como las costumbres de la sociedad en la que viven, el sexo, la edad, etc.2
De modo que el concepto de naturaleza humana de Hume no permite hablar de sustancialismo aunque es necesario aclarar a qué se refiere con ‘natural’ y, sobre todo, cuáles son esos principios generales, observables en la experiencia y responsables de ordenar la vida humana al empujar a la mente de una idea a otra y formar ciertas creencias que no resisten el análisis escéptico de la razn pero que son inevitables. En este sentido, aunque Hume define de modos diferentes ‘creencia’, todos ellos tienen en comn sostener que se trata una idea que se vuelve más vívida al asociarse a una impresin presente y que se distingue de la mera concepcin o ensoacin de la imaginacin. La creencia es, dice Hume, “una cierta afeccin o sentimiento; es decir, algo independiente de la voluntad y que se debe a ciertas causas y principios determinados que están fuera de nuestro poder” (Hume, 1984: 624)
A lo largo de sus análisis, Hume habla de varias creencias como ‘naturales’ y esto lleva a pensar en inconsistencias pues utiliza el adjetivo ‘natural’ para tanto a creencias imprescindibles e inevitables para nosotros (por ejemplo, en la existencia del mundo externo) como a otras que, él mismo afirma, son evitables (la creencia en la existencia de Dios). En este sentido, las creencias son naturales en la medida en que sus causas y fundamentos se hallan en la propia naturaleza humana.
Sin embargo, esta descripcin es an muy vaga y no explica la relacin con esos principios que dan uniformidad a la naturaleza del hombre. Para Hume, existen muchos principios naturales, es decir, tendencias de los hombres a actuar de cierta manera frente a determinadas situaciones; pero slo algunos son, además, principios originales y universales3. Y en relacin a esto, slo las creencias que resultan de esos principios originales son naturales en un sentido fuerte, esto es, generales, inevitables e imprescindibles y, por esto, inseparables
2 Cf. Hume, 1939: 101. Allí Hume sostiene que incluso es posible hallar acciones que “parecen no tener ninguna conexin con cualquiera de los motivos conocidos y que son excepciones a todas las normas de conducta establecidas para el gobierno de los hombres”
3 En rigor, se trata de principios generales, compartidos por todos los seres humanos en cuanto pertenecientes a la misma especie aunque pueden admitir excepciones o su influencia en la formacin de creencias puede verse disminuida o suspendida momentáneamente por accin de otros factores.
de la especie (Cf. Hume, 1984: 484) lo cual las ubica más allá de cualquier duda escéptica. De ahí la utilidad de distinguir esas creencias fundamentales4 a fin de acceder a la nocin humeana de “principio original”.
En esta línea interpretativa, fue Kemp Smith quien utilizpor primera vez la expresin ‘creencia natural’ en relacin a la existencia del cuerpo y afirmque se trata de una creencia en tanto “se debe a instintos o propensiones ltimas que constituyen la naturaleza humana” (Kemp Smith, 1941: 151); una creencia de este tipo no depende en absoluto de la razn y forma parte de un conjunto más amplio de creencias naturales en el sentido fuerte (entre las que se incluyen, en especial, la creencia en la relacin causal y en la identidad o unidad del yo). Sin embargo, Kemp Smith no explica cuáles son los criterios que debe satisfacer una creencia para formar parte de este grupo, es decir, cmo determinar si se trata de una creencia fundamental. De ahí la necesidad de considerar las diferentes formas en que Hume utiliza la palabra ‘natural’.
Él mismo acepta que este término se utiliza de los modos más diversos (Hume, 1984: 474) y existen en Hume al menos tres usos de esa palabra: en el sentido de ‘normal’ o ‘comn’; para referirse a ‘parte de la naturaleza’ y, por ltimo, como ‘inseparable de la especie’.
En el primer sentido, ‘natural’ equivale a ‘comn’ como opuesto a lo raro
o poco habitual (Cf. Hume, 1984: 474) de manera que una creencia que fuera natural de este modo podría muy bien no ser inevitable.
En el segundo caso, Hume utiliza la palabra ‘natural’ como opuesta a ‘artificial’ cuando se trata de ciertas invenciones que, por estar estrechamente relacionadas con rasgos de la naturaleza humana, pueden ser denominadas, justamente, ‘naturales’. Tal es el caso de la justicia que es un “artificio de los hombres” (Hume, 1984: 484). No obstante eso se trata de un artificio imprescindible para la vida humana. Los individuos no podrían, por su constitucin física, sobrevivir aisladamente y slo a través de la sociedad ellos pueden mejorar su situacin de indefensin. La justicia, en tanto establece las reglas de obediencia que permiten la convivencia, es una invencin aunque indirectamente se convierte en “absolutamente necesaria” y en ese sentido
4 Llamaré a estas creencias ‘fundamentales’, esto es, si cumplen con el requisito de ser inevitables, imprescindibles, generalizadas a todos los seres humanos en cuanto pertenecientes a una misma especie.
puede decirse que “es natural, igual que lo es cualquier cosa procedente directamente de principios originales” (Ídem).
Esos principios originales a los que se refiere Hume y que dan uniformidad a la naturaleza humana son los principios naturales y, además, ltimos, en tanto no es posible ir más allá de ellos en la experiencia, es decir, no podemos “explicar sus causas” (Hume, 1984: 624) ni “dar explicacin alguna de ellos” (Hume, 1984: 590).
Pero no todas las creencias son inevitables, imprescindibles y universales sino slo aquellas que surgen exclusivamente de la especie humana. Y este es el tercer modo en que Hume utiliza el término ‘natural’; como propio o inseparable de la especie.
Si una característica es inseparable de la especie, se sigue que cualquier miembro de ese grupo debe poseer esa característica y que no podría prescindir de ella sin dejar de ser miembro de dicha especie. Una creencia natural en este sentido sería entonces fundamental, puesto que derivaría directamente de ciertos principios o características originales de la especie humana que an quedan por establecer.
Por empezar, parece claro que un principio de este tipo debe ser ltimo, general y debe asimismo explicar los aspectos centrales de la vida humana. Sin embargo, resulta muy difícil determinar de manera exacta cuántos y cuáles son esos principios; el propio Hume, a pesar de mencionarlos en varias oportunidades no brinda una enumeracin de ellos. Un intento por catalogar los aspectos de la naturaleza humana que Hume considera ‘originales’ fue llevado a cabo por Christopher Berry (1982:59) quien enfatiza la importancia de clarificar aquellos elementos que en la filosofía humeana aparecen como principios constantes. Con este propsito, Berry enumera cerca de treinta rasgos de la naturaleza humana que Hume, a lo largo de sus obras, considera constantes aunque la lista no es exhaustiva. De ellos, veinte aparecen en el Tratado e incluyen la simpatía, la solidaridad, la benevolencia, el resentimiento, el egoísmo, el amor a la vida, la bondad hacia los nios, la credulidad, la curiosidad, el apetito general del bien y la aversin del mal, el desagrado por los cambios repentinos y bruscos, la prefencia por lo cercano sobre lo lejano, la inclinacin a la verdad, la formacin de hábitos, el sentido de la moral, la inferencia de relaciones causales (esto es, la tendencia a asumir que lo no experimentado se asemeja a lo experimentado, pues a partir de esta tendencia es que, finalmente, se llevan a cabo las inferencias causales), etc. Entre los que aparecen en el resto de los trabajos de Hume es posible hallar referencias a la arrogancia, el deleite por la libertad, la tenacidad de la memoria, la atraccin entre los sexos, etc (Berry, 1982:60). Otro principio, aunque no mencionado por Berry, es la tendencia a asociar ideas.
Como puede notar el lector, se trata de principios extraídos slo de la experiencia, esto es, características del comportamiento humano que aparecen regular y constantemente. Sin embargo, entre los rasgos mencionados existe una diferencia importante que Berry no parece tener en cuenta. Algunos de ellos slo son meros rasgos comunes a gran parte de los seres humanos como en el caso de la credulidad. Otros no funcionan como principios originales dado que pueden ser explicados apelando a otro principio como sucede con el sentido de la moral pues éste puede ser explicado a partir del principio de simpatía dado que “la simpatía es la fuente principal de distinciones morales” (Hume , 1984: 618). Del mismo modo, la curiosidad es derivada del desagrado que nos provocan los cambios bruscos y repentinos porque generan en el hombre una duda, “una modificacin del pensamiento” (Hume , 1984: 453) y este malestar se asocia a la novedad que nos lleva a interesarnos por él.
Por otra parte, en la enumeracin de Berry existen algunos principios originales en el sentido de que no pueden, a su vez, ser explicados por otros: el egoísmo, la simpatía y la tendencia a formar hábitos. El egoísmo, en tanto cuidado de sí, es inexplicabe en sí mismo aunque a su vez, da cuenta de muchos aspectos de la vida humana, por ejemplo, el origen de la sociedad y la justicia. Del mismo modo, la simpatía, un elemento clave para la moral humeana, también explica la mayor parte de nuestras pasiones y decisiones morales pero no puede, a su vez, ser explicada por otro principio.
La tendencia a formar hábitos, por su parte, adquiere relevancia cuando se trata tanto del conocimiento como de la accin. El hábito o costumbre es quien finalmente lleva a la imaginacin a formar creencias.
Ahora bien, para Hume, las creencias que resultan de estos principios originales serán naturales en el sentido de inseparables de la especie humana, tal como sucede con la creencia en la existencia del mundo externo. Esta creencia en particular, argumenta Hume, no proviene de nuestros sentidos o de la razn. De hecho, esta ltima nos dice que slo somos conscientes de una serie de percepciones aisladas y dependientes de la mente e incluso es incapaz de darnos “seguridad alguna de la existencia distinta y continua de los cuerpos” (Hume, 1984: 193). Hume concluye que no es otra cosa sino la imaginacin la responsable de esta creencia fundamental. Cuando nos hallamos frente a objetos que poseen ciertas cualidades, la imaginacin nos lleva a atribuirles una existencia externa. Del mismo modo, cuando observamos constancia y coherencia atribuimos a los objetos una existencia distinta e independiente de nuestras representaciones. Tenemos, dice Hume, la tendencia o propensin a unir percepciones aisladas en la representacin de una existencia continua y constante. Si careciéramos de tal propensin, nunca podríamos atribuir identidad a ningn objeto. De modo que hay una tendencia natural de la imaginacin a conducirnos a creer en la existencia continua y distinta de los cuerpos. Sin embargo, a continuacin Hume explica que a pesar de tal propensin slo hace falta una pequea dosis de razonamiento para socavar la idea de existencia continua. Pero incluso este ejercicio de la razn no puede sostenerse durante mucho tiempo pues nunca puede extraerse completamente la creencia en la existencia del mundo externo.
Esta opinin está tan profundamente enraizada en la imaginacin que no es posible desarraigarla, y ello no lo conseguirá nunca ninguna forzada conviccin metafísica de la dependencia de nuestras percepciones. (Hume, 1984: 214)
Queda claro que esta propensin o tendencia a creer en el mundo externo es natural en el sentido del “inseparabale de la especie”. La mente está constituida de tal modo que cuando se encuentra frente a ciertas circunstancias, se inclina a asignar a las percepciones similares una existencia externa. La propensin que genera tal creencia es uno de esos ltimos e inexplicables principios naturales y, de este modo, estamos en condiciones de establecer un criterio para distinguir principios originales de aquellos que no lo son: será original aquel principio que sea ltimo, es decir, inexplicable, a su vez, por otro principio y que dé por resultado una creencia fundamental.
Estos principios originales dan uniformidad a la naturaleza humana, la orientan, conducen a los hombres actuar de determinada manera en ciertas circunstancias. Sin embargo, es preciso recordar que se debe ser prudente al respecto pues estos principios, si bien ordenan el comportamiento de los individuos ven modificada su influencia conforme a toda una variedad de particularidades, como las costumbres de la sociedad, la edad, etc. Además, es necesario aclarar que la uniformidad de la naturaleza humana es ella misma también contingente; los principios originales son propios de la especie pero nada impediría que cambien en el proceso de evolucin, por ejemplo. Dicho de otro modo, la naturaleza humana es de hecho de una forma pero podría haber sido de otra y sus principios y tendencias más generales son contingentes. En ese sentido, el programa filosfico de Hume adopta la uniformidad de la naturaleza como una hiptesis que se deberá contrastar constantemente con los datos de la experiencia. Al mismo tiempo, la teoría gnoseolgica humeana deberá incluir la accin de esos principios naturales en la formacin de las creencias lo cual llevará a criticar el papel de la razn respecto de la parte más instintiva del hombre.
Otra de las características sobresalientes de la naturaleza humana de acuerdo con Hume es la referida a la relacin entre la razn y la pasin. Las pasiones son para Hume impresiones pero, a diferencia de las sensaciones que son externas en tanto provenientes de los sentidos, pertenecen a la experiencia interna y abarcan toda clase de sentimientos y emociones. El hombre, al enfrentarse con el mundo desde el conocimiento y la accin, cuenta no slo con un aspecto racional. También dispone de pasiones, sentimientos y emociones irreductibles a la razn y que participan de manera activa en lo que hace a la formacin y justificacin del conocimiento así como también a la fundamentacin de los juicios morales.
Esos elementos distintos de la razn son comunes a todos los seres humanos en tanto pertenecientes a la misma especie y obligan al hombre a formar inevitablemente creencias, a actuar o a formular determinados juicios morales.
Sin embargo, la relacin entre uno y otro ámbito de la naturaleza humana-la razn y las pasiones-no es simétrica. Es bien conocida la declaracin de Hume, llamada el “slave-passage”, en la que manifiesta que el
papel de la razn no es otro que el de someterse a los dictados del aspecto pulsional del hombre: “la razn es, y slo debe ser, esclava de las pasiones y no puede pretender otro oficio que el de servirlas y obedecerlas” (Hume, 1984: 415)
Sin embargo, esto requiere ciertas aclaraciones respecto a qué aquí el término ‘razn’ y para ello conviene resear brevemente el contexto en el que se inserta la concepcin humeana.
Hume menciona el combate entre pasin y razn y afirma que en tal disputa por lo general se toma partido a favor de la segunda “afirmando que los hombres son virtuosos nicamente en cuanto se conforman a los dictados de la razn” (Hume, 1984:413) Entre los filsofos que por ese entonces participaban en la discusin respecto del papel de la razn y los sentimientos en los aspectos terico y práctico de la vida humana, se encuentran, por un lado, los “racionalistas” y por otro, los “sentimentalistas”. En el primer caso se tratde pensadores como Ralph Curdworth y Samuel Clarke quienes consideraban a la razn como una facultad intuitiva y ordenadora que captaba las leyes del orden físico y humano. En ese contexto, no es de extraar que consideren los aspectos pulsionales del hombre como prescindible en la explicacin tanto del conocimiento como de la moral; más an, como contrarios a la razn y por tanto a la naturaleza humana real, aquello que lo distingue de otras especies. Por su parte, los sentimentalistas, entre los que se encontraban Shaftesbury, Butler y Hutcheson, promovían, en especial en lo que hace a las cuestiones morales, la concepcin del hombre como un ser movido por sentimientos. Hutcheson, por ejemplo, considera que la benevolencia es el disparador de cualquier accin moral y que todos los hombres comparten en algn grado ese sentimiento aunque la principal característica de la naturaleza humana es el egoísmo entendido como el cuidado de la propia persona.
Hume, aunque más cercano a los sentimentalistas, conserva un papel para la razn en los asuntos morales y con eso evita caer en un irracionalismo extremo; le quita el dominio absoluto en las acciones y le reserva slo la funcin de comprobar la adecuacin de los medios a los fines. Sin rechazar totalmente a la razn, pues reconoce, además, que puede influir en las acciones brindando informacin fáctica, la limita respecto del papel que tradicionalmente se le había asegurado.
Esta posicin fue extendida por Hume de la esfera moral a los ámbitos restantes de la actividad humana, en especial al conocimiento. En este sentido, Kemp Smith sostiene firmemente a lo largo de su obra que la filosofía de Hume tiene por característica principal la total subordinacin de la razn al instinto o sentimiento.
Esto, sin embargo, no es totalmente correcto pues Hume le asigna a la razn un papel en las funciones cognitivas que no slo se limita a las ciencias demostrativas y a las relaciones entre ideas. Por el contrario, influye en las acciones y en las cuestiones de hecho aunque, como veremos luego, a partir de un concepto de razn diferente del que mantenía la tradicin racionalista. Conviene, entonces, tener presente que si bien Hume otorga a la pasin y al sentimiento un papel central en su filosofía, esto no significa que la razn quede completamente al margen de las cuestiones gnoseolgicas o de aquellas de orden práctico. Se trata de funciones diferentes y no le corresponde a la razn operar como guía en la vida práctica ni tiene la ltima palabra en lo que hace al conocimiento. Sin embargo, esto esconde un problema. Cuando se dice que en la filosofía de Hume la razn no tiene un papel predominante o, mejor an, cuando se afirma que la razn debe supeditarse a los dictados de la pasin, es necesario tener presente a qué concepto de ‘razn’ se refiere Hume. Esto adquiere especial relevancia cuando se considera que el filsofo escocés nunca define explícitamente a la razn salvo como “un maravilloso e ininteligible instinto de nuestras almas” (Hume, 1984: 179) y que slo la contrapone a otras funciones como la imaginacin y la pasin o a la experiencia.
En este sentido, considero que Hume amplía el concepto de racionalidad o, más exactamente, lo naturaliza y lo contrapone a la razn de la tradicin, sobre todo, cartesiana. La razn, para Hume, no está comprometida con lo puramente deductivo sino que se incrusta en la vida humana, responde a las necesidades vitales de los hombres, a sus pasiones y afectos. El conocimiento razonable es aquel que se conforma a los principios originales y su finalidad está dada por la necesidad de controlar el medio en el que el hombre se desenvuelve. La razn ya no es un don de la divinidad y fuente del conocimiento cierto e indubitable.
Esto equivale a cambiar diametralmente la concepcin del hombre pues ya no se tratará de un ser ordenado por la razn y obligado a luchar contra aquello que lo asemeja a las demás criaturas; la existencia humana ya no debe ser vista como un conflicto entre pasin o deseo y razn. De ahí que Stroud (1986: 172) sostenga:
Lo que está intentando mostrar es que la razn, como se la entiende tradicionalmente, no es la fuerza dominante en la vida humana. Si lo fuera, toda creencia, todo discurso y toda accin desaparecerían y la naturaleza pondría fin en poco tiempo a la miserable existencia del hombre.
Se trata, entonces, no de investigar si los hombres conocen y actan conforme a una imagen a priori sino cmo funcionan de hecho. Pero, reitero, esto no significa que Hume niegue a la razn un papel en lo que hace al conocimiento y la accin pues el hombre es “un ser racional, y, en cuanto tal, recibe de la ciencia el alimento y la nutricin que le corresponde” (Hume, 1939: 7).
De modo que la doctrina humeana respecto del conocimiento se encuentra comprometida con la limitacin del papel de la razn, es decir, con una concepcin diferente de la misma relacionada con las pasiones. Éstas ltimas tendrán una influencia mucho mayor que en cualquier otro filsofo moderno y llegará a los sitios en los que la razn es impotente. Resta, sin embargo, aclarar a qué se refiere Hume con el término ‘razn’ y ese será el objetivo del apartado siguiente.
Como notará el lector, es tema de controversias el rol que la razn juega en relacin a la creencia y la accin. Existe en lo que hace a esta cuestin, una interpretacin tradicional conforme a la cual Hume argumenta que la razn no puede determinar ninguna creencia o accin en la vida humana y que cualquier decisin o juicio slo proviene de la parte instintiva del hombre. Sin embargo, esta interpretacin trae como consecuencia ciertas inconsistencias en la filosofía de Hume, es especial en el Tratado. En efecto, en el libro I del Tratado, Hume se dedica principalmente a mostrar que nuestras creencias fundamentales-en el mundo externo o en la identidad y unidad del yo, por ejemplo-no son adquiridas a través de la razn sino por la imaginacin bajo la influencia del hábito o la costumbre. En este sentido, puede citarse el siguiente pasaje:
Así, no solamente fracasa nuestra razn en el descubrimiento de la conexin ltima de causas y efectos, sino que incluso después de que la experiencia nos haya informado de su conexin constante, nuestra razn es incapaz de convencernos de que tengamos que extender esa experiencia más allá de los casos particulares observados. (Hume, 1984: 92)
Por otro lado, en el libro III y en la parte III, seccin tres del libro II, Hume argumenta que la razn por sí sola no puede producir ninguna accin o dar origen a volicin alguna. Luego, utiliza la conclusin de este argumento en el libro III, parte I, seccin primera para mostrar que cualquier regla moral no es una conclusin proveniente de la razn.
Para quienes sostienen la lectura tradicional, el Tratado constituye un continuo ataque a la razn al mostrar que no puede ser causa ni de nuestras creencias fundamentales ni de ninguna accin o juicio moral. Sin embargo, esta lectura conduce a inconsistencias pues Hume parece no tener en cuenta, en los libros II y III del Tratado las conclusiones a las que llegen el libro I. En efecto, el primer libro culmina rechazando que la razn cumpla un papel determinante en las inferencias causales. No obstante eso, en los dos libros siguientes, a la razn le cabe, en las cuestiones prácticas, la tarea de informarnos acerca de las cuestiones fácticas referidas a la adecuacin de los medios a los fines que se persiguen y con respecto a los posibles efectos de las acciones. Sin embargo, esto ltimo exige inferencias causales que, conforme el libro I del Tratado, la razn no puede hacer.
Pero Hume, aunque parezca extrao, realiza la siguiente afirmacin en el libro III:
En sentido estricto y filosfico la razn puede tener influencia sobre nuestra conducta nicamente de dos maneras: excitando una pasin al informarnos de la existencia de algo que resulta en objeto adecuado para aquella o descubriendo la conexin de causas y efectos, de modo que nos proporcione los medios de ejercer una pasin. (Hume, 1984: 459)
Por otro lado, en el libro II Hume afirma que la razn no slo produce juicios acerca de causas y efectos sino que incluso no es nada más que el descubrimiento de tales conexiones.
De este modo, en los libros II y III Hume parece negar lo que había afirmado tan vehementemente en el libro I; esto fue lo que lleva muchos críticos de Hume a denunciar inconsistencias entre las partes del sistema filosfico humeano.
Frente a estas críticas, Kemp Smith (1941) propuso una clave interpretativa segn la cual el primer libro del Tratado fue escrito con posterioridad a los otros dos y que en el pasaje cambisu concepto de ‘razn’. Pero aunque se aceptara que Hume no fue capaz de notar las inconsistencias, la explicacin de Kemp Smith no parece adecuada porque existe un conflicto similar entre las dos Investigaciones5 las cuales fueron ambas escritas luego del Tratado. En la Investigacin sobre el entendimiento humano, Hume afirma nuevamente lo establecido en el libro I del Tratado: “Esta transicin del pensamiento de la causa al efecto no procede de la razn. Su origen proviene totalmente del hábito y la experiencia” (Hume, 1939: 64). En la Investigacin sobre los principios de la moral (1945), Hume repite el argumento de que la razn no es causa de la accin aunque sostiene que tiene un rol en la produccin de creencias acerca de relaciones causales.
Pero más allá de esto, si se acepta esta lectura tradicional el conflicto no se limita a las discrepancias entre las Investigaciones o entre los libros del Tratado. En el propio libro I existen dificultades alrededor de términos relacionados a ‘razn’ tales como ‘razonamiento’ o ‘inferencia’ o el verbo ‘razonar’. En efecto, por un lado la razn es incapaz de formar creencias, pero por el otro, describe la transicin a la creencia acerca de lo no observado como una “inferencia”. Por ejemplo, Hume afirma que “luego de descubrir la conjuncin constante entre objetos cualesquiera hacemos siempre una inferencia de un objeto a otro” (Hume, 1984: 88).
A esto se agrega que Hume dedica toda una seccin del Tratado, denominada “De la razn en los animales”, al modo en que los animales, al igual que nosotros, razonan e infieren la existencia de objetos exteriores. Las acciones de los animales, sostiene Hume, “proceden en base a un razonamiento que no es de suyo diferente, ni se basa en diferentes principios que el que aparece en la naturaleza humana” (1984: 178). Tanto para ellos como para nosotros, debe haber en primer lugar una impresin inmediatamente presente a la memoria o a los sentidos, para que sirva de fundamento de sus juicios.
5 Esto es, entre la Investigacin sobre el entendimiento humano y la Investigacin sobre la moral.
Ahora bien, ¿cmo explicar estas ambigedades de la doctrina humeana? Una manera sencilla es atribuir a Hume cierto descuido en sus argumentos y afirmar que utiliza términos como ‘razonamiento’de un modo muy vago.
Sin embargo, resulta de poca utilidad esta solucin habida cuenta que son muy numerosos aquellos pasajes en los que Hume parece ser descuidado y contradictorio. En lugar de eso, conviene considerar una lectura distinta de la tradicional conforme a la cual la razn incapaz de formar creencias en el libro I es la misma que lleva a cabo inferencias acerca de relaciones causales en los libros II y III. Esto significa asumir que Hume maneja dos concepciones diferentes de ‘razn’. En algunos casos, se refiere a la razn en el sentido clásico, tal como se la concebía en la filosofía racionalista. En otras oportunidades, naturaliza la razn, esto es, la adapta a la naturaleza del hombre, revela sus raciocinios como procesos naturales y la coloca dentro del horizonte humano.
A lo largo de todas sus obras, Hume intenta desacreditar la concepcin clásica o tradicional de la razn. Un exponente paradigmático de este punto de vista es Descartes aunque, en general, puede ser atribuida a todos los racionalistas. Para ellos, la razn es un rasgo característico de los hombres y los distingue de los animales. Se trata de una capacidad que permite distinguir lo verdadero mientras que los impulsos, las pasiones, son fuente de error en los juicios. La razn, por otro lado, slo procede a través de argumentos y a partir de premisas indubitables. A través de este método, es posible llegar a la verdad y por lo tanto, slo debe asentirse a las proposiciones deducidas de este modo pues nicamente en ese caso tendríamos razones ciertas e indubitables para pensar que estamos en lo correcto.
Contra tal concepto de ‘razn’ se rebela Hume y afirma que si la razn fuera como imaginan los racionalistas, no podría determinar nuestras creencias fundamentales, no generaría conviccin, pues las creencias y los fines ltimos de la vida se asocian a impulsos involuntarios, pasiones y sentimientos. Estos elementos naturales son previos a cualquier intento de justificacin de la conducta o de las creencias fundamentales. Esto significa que todas nuestras ideas acerca de la realidad así como todas nuestras conductas y preferencias se dan siempre dentro de un marco más amplio y dependiente de la parte afectiva del hombre.
De modo que Hume no se detiene en un ataque a la concepcin tradicional del papel de la razn. Por el contrario, él intentará explicar cmo llegamos a tener las creencias que de hecho tenemos y para ello, propone una concepcin diferente y naturalista del modo en que razonamos, basada en observaciones extraídas de la experiencia.
En relacin con esto, Hume no niega que lleguemos a nuestras creencias a través de la razn sino que rechaza la concepcin tradicional y propone, en su lugar, una caracterizacin diferente, esto es, una explicacin de la naturaleza de la razn acorde a su concepto de naturaleza humana.
Y de acuerdo con su programa filosfico, Hume considera que la observacin revela ciertos rasgos de la razn. En primer lugar, se trata de algo que comparten todos los hombres, incluso los nios y la gente corriente:
El defecto comn de los sistemas empleados por los filsofos para explicar las acciones de la mente, estriba en que ellos suponen tal sutileza y refinamiento en el pensamiento que éste excede la capacidad (…) de los nios y gente corriente de nuestra propia especie. (Hume, 1984:177)
Si bien en el modelo cartesiano, al menos en potencia, todos los seres humanos razonan, muchos, si no la mayoría, carecen del método con el cual razonar correctamente y en esto se aleja de la concepcin humeana de la razn.
Otra característica del modo en que razonan los hombres es que tales razonamientos no proceden de creencias firmemente justificadas. No tenemos ‘buenas razones’-ciertas e indubitables-para nuestras creencias y sin embargo, continuamos realizando inferencias y razonando en este sentido.
Partiendo de lo que la razn naturalizada no es; estamos ahora en condiciones de determinar lo que sí es. En relacin con esto, Hume sostiene que existen ciertos principios naturales que llevan a la imaginacin a unir determinadas ideas, procedimiento éste que resulta, finalmente, en una creencia. Cuando el pasaje de la imaginacin de una idea a otra es el producto de la accin de esos principios naturales, Hume lo llama ‘razonamiento’ y de ahí su afirmacin:
Segn mi sistema, todo razonamiento no es otra cosa que efecto de la costumbre (…) Nuestro juicio y nuestra imaginacin no pueden ser nunca contrarios y la costumbre no puede actuar sobre ésta ltima facultad de un modo que la haga oponerse a la primera. (Hume, 1984: 149)
La razn tradicional no será, en el esquema humeano, operativa, pues no explica nuestro conocimiento en las cuestiones de hecho. La razn tendrá un papel importante en la legitimacin de las creencias y en la formacin del conocimiento en las cuestiones fácticas, pero será una razn naturalizada, esto es, acorde a los principios naturales que ordenan la vida del hombre y no contraria a las pasiones e inclinaciones. De ahí que el conocimiento no se asocie a la deduccin a partir de principios ciertos e indubitables al estilo cartesiano sino a principios naturales, propios del hombre. Esto no equivale a sostener que no existe una fundamentacin del conocimiento sino que tal fundamentacin no podrá ser considerada a partir de los estándares racionalistas, en especial, los vigentes durante la época en que Hume elabor su doctrina.
Al mismo tiempo, esto significa que debe revisarse cuidadosamente la clasificacin de Hume como un filsofo escéptico puesto que su doctrina no se reduce a una simple crítica a los conceptos metafísicos clásicos. No propone simplemente que es imposible conocer el yo o la causalidad sino que el conocimiento al que como hombres podemos aspirar, no está basado en una razn ordenadora y alejada de las pasiones y sentimientos. La fuerza de la crítica humeana radica en la presentacin de una concepcin distinta del hombre basada en la conviccin de que la vida humana es demasiado compleja y rica para ser reducida al su aspecto racional. En ese sentido, cualquier explicacin del modo en que conocemos, juzgamos y actuamos, debe tener en cuenta esa naturaleza humana que aunque uniforme, no es estática, inmutable
o necesaria y debe asimismo naturalizar la razn, esto es, alejarla del ideal divino y darle su lugar en el horizonte humano.
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