BIOÉTICA, CIENCIAS Y HUMANIDADES
Toward a Philosophical& Scientific Approach to Life:
Bioethics, Sciences& Humanities
(Universidad de Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico)
En este ensayo se discurre en torno al tradicional debate que se suscita cuando se confrontan las ciencias y las humanidades. Asimismo, se intenta explicar lo que realmente son las humanidades y el valor que poseen en momentos en que atraviesan la peor crisis de su historia. Después de reflexionar en torno a ese dilema, el autor considera que el conflicto entre ellas es más artificial que verdadero. Consciente que ambas áreas del conocimiento utilizan metodologías diferentes, se concluye que la una necesita de la otra. Reconociendo que otras alternativas se han empleado para solventar el problema con mayor o menor efectividad, aquí se sugiere a la disciplina de la bioética como una manera de acercarlas más. De modo que en comn concierto se pueda comprender mejor el mundo y la vida que es, después de todo, el propsito fundamental tanto de los científicos como de los humanistas.
Palabras clave: Filosofía | humanidades | ciencias | bioética.
This paper deals with the traditional debate that arises when the sciences and the humanities are confronted against each other. It also seeks to explain what the humanities actually are and their significance at a time when they are experiencing the worst crisis in its history. After reflecting upon this dilemma, the author believes that the conflict between them is more artificial than real. Even though it is clear that both areas of knowledge contain different methodologies, they need one another. Despite the fact that other alternatives have been explored to solve the problem more or less effectively, the discipline of bioethics is suggested here as a way to bring them closer. Working together we could attempt to understand better the world and the life which is, after all, the primary purpose of both scientists and humanists.
Keywords: Philosophy | Humanities | Sciences | Bioethics.
Desde algunos puntos de vista, con las ciencias y las humanidades parece ocurrir algo similar a la correlacin existente entre la fe y la razn: a través de la historia se han considerado antinmicas, lo que las ha conducido continuamente a entrar en conflicto. A estos timos conceptos se les ha tratado de reconciliar, pero los resultados no han sido del todo eficaces. Y es que dichos términos –fe y razn-son incompatibles de-por-sí, debido a que, entre otras razones, como se suele decir “la fe es ciega” (a pesar de que San Agustín intentara demostrar lo contrario), puesto que como se expresa en la Biblia “La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven (Hebreos 11:1).” En tanto, la razn procura -es más exige o debe exigir-que las respuestas a las interrogantes existenciales que nos aquejan a los humanos sean “sensatas” y si no se pueden “demostrar” que cuando menos sus justificaciones sean producto de un proceso profundamente reflexivo. En cuanto a la relacin de la fe y la razn, mucha energía se ha dedicado al intento de armonizarlas o, mínimamente, acercarlas. Recordemos los loables esfuerzos de Santo Tomás de Aquino y del ya mencionado San Agustín en la época antigua y con textos como la encíclica Fides et Radio del papa Juan Pablo II y en diversos escritos del ahora papa emérito Joseph Ratzinger en la era moderna. Vale destacar el famoso debate entre Jgen Habermas y Ratzinger cuando éste en una actitud conciliadora expresa que “yo hablaría de una correlacin necesaria de razn y fe, de razn y religin, que están llamadas a purificarse y regenerarse recíprocamente, que se necesitan mutuamente y deben reconocerlo” (2006:67-68). A mí me parece que la tarea no es dable porque cuando una “está” la otra no puede “entrar”. Tan es así que si extrapolamos la fe por el “mythos” (que son afectos parecidos) y la razn con el “logos” (que sí son iguales) confirmamos que, precisamente, fue del enfrentamiento de entre ambas que brotaron tanto la filosofía como la ciencia (lo que las hace –a mi parecer-hermanas gemelas, aunque la filosofía surgiunos “minutos” antes). Me he estado refiriendo al paso del “mythos” al “logos”. Indudablemente, con las ciencias y las humanidades el escenario es muy diferente. Por cierto, yo no coincido con la tradicin de ver la filosofía como la madre de todas las ciencias, pero a menos con el parecer del Althusser para quien el nacimiento de la filosofía es efluvio de las ciencias (1971:41). Pese a que sí concuerdo con el Althusser que articulque “Eso es ley: la filosofía siempre está unida a la ciencia” (1971:4). Encuentro que el marco relativo a estas dos áreas del saber es distinto al punto de que creo que las ciencias y las humanidades no slo pueden armonizarse sino que, más significativo an, se complementan y la una no puede existir sin la otra. Me explic. Yo soy de los que creen que un científico sin una robusta formacin filosfica (entiéndase humanística) no puede aspirar a más de ser un mediocre. Y es que sin un pensamiento crítico, reflexivo, inquisitivo y profundamente interrogativo, que muy bien provee la filosofía, lo que harían los incipientes científicos sería repetir lo que les fue enseado. No obstante, cuando ese científico va más allá de lo aprendido, a lo largo de su adiestramiento profesional, es que puede producir nuevos acercamientos crítico-científicos que lo pueden conducir a generar novedosas teorías. Sé muy bien que el método científico se rige por una serie de etapas, las cuales – a grosso modo-son: la observacin, la hiptesis, la experimentacin, la organizacin, las conclusiones y la teoría o ley. Sin embargo, detrás de ese proceso tiene que haber un ente pensante que ve más allá de lo que sus colegas piensan que las cosas son. Ese ente es el científico prometedor, que lo es porque también es un filsofo en ciernes o completo. Obsérvese que no estoy hablando de la filosofía natural medievalista ni de la filosofía de las ciencias, sino de la filosofía sin más. No estoy diciendo que la una sea igual que la otra. Lo que ocurre es que son gemelas fraternas, o bien mellizas, y no idénticas. Eso fue lo que impulsa Albert Einstein –un científico que se acerctanto a las humanidades-a decir que, “La relacin recíproca entre epistemología y ciencia es digna de atencin. Una depende de la otra. La epistemología sin contacto con la ciencia es un proyecto vacío. La ciencia sin epistemología –en el caso que sea pensable-es primitiva y confusa” (Schilpp, 1970: 683-684).1 Así, Mario Bunge -un filsofo que se aproxima tanto a las ciencias-sostuvo que “No hay por qué buscar la ciencia fuera de las humanidades, cuando lo que se requiere es encararlas en forma científica; ni hay por qué buscar la filosofía fuera de la ciencia, cuando se sabe que ésta posee sustancia filosfica” (1981: 102). De ahí que yo considere
1 Esa epistemología a la que se refería Einstein acarrea el sentido inglés del término que la concibe como la rama de la filosofía que se ocupa de los fundamentos del conocimiento, incluyendo la ciencia.
mezquino el debate en torno a cuál es más importante, las ciencias o las humanidades. Sospecho que lo que ocurre es que, por lo menos recientemente, la controversia no proviene tanto ni de los científicos ni de los filsofos (quienes deberían tener clara esta cuestin) sino de aquellos que tienen una visin mercantilista, es decir lucrativa, de la educacin. Y aquéllos que siendo o creyendo ser científicos, de una parte, o filsofos, de la otra, contraponen la una con la otra, en aras de “demostrar” cuál es la más significativa, no están claros en la carreras que profesan o creen profesar. Por eso es que hay quienes dicen que dado al gran desarrollo de las ciencias las humanidades han perdido pertinencia. A ellos les respondo que para que contine ese “gran desarrollo de las ciencias” es que cada día las humanidades son más relevantes. De modo que como el tema y la controversia siguen patentes me siento obligado a terciar en el debate, por lo que en las líneas que siguen expongo algunas reflexiones y recomendaciones, ya que me parece que la bioética puede ayudar a romper con la tesitura negativa que, a veces, les dirige a la confrontacin. La teoría de la “tercera cultura” que propuso C.P. Snow y desarrollJ. Brockman no creo que sea la alternativa apropiada. Asimismo, la propuesta de la “consiliencia” de E.O. Wilson tampoco lo es, aunque la versin del Stephen Jay Gould del libro The Hedgehog, the Fox, and the Magister's Pox: Mending the Gap Between Science and the Humanities (De zorros, erizos, ciencias y humanidades) me parece que posee un marco prudente. Su planteamiento es conciliatorio al decir que:
Yo también busco la consiliencia, un ‘saltar juntas’ de la ciencia y las humanidades con mayor y más fructífero contacto y coherencia –pero una consiliencia de igual consideracin que respete las diferencias inherentes, que reconozca el valor comparable pero distinto, que entienda la absoluta necesidad de ambos campos para cualquier vida que se precie intelectual y espiritualmente “completa” y que busque enfatizar y promover las numerosas regiones de las coincidencias reales y las preocupaciones comunes. (2011: 259)
Ese es el camino justo que debemos recorrer. A pesar de que ya existe una vía
sencilla que nos conduce al trabajo cooperativo entre esas dos disciplinas como
pronto veremos.
El concepto de las humanidades se puede entender en dos sentidos. Primero, como un conjunto de disciplinas tales como la historia, las artes, la literatura, la filosofía y el estudio de las religiones y los idiomas. Cada una de esas materias es independiente de las otras, mas las vincula la creacin cultural que producen. En las instituciones académicas se ensean por separado. De allí las Facultades
o Escuelas de Humanidades en diversos centros de educacin superior. Estas “humanidades” se me antoja denominarlas de “segundo orden”. Este es el entendimiento más generalizado de las humanidades. El problema con esa concepcin –que no es equivocada-es que es incompleta y nos priva del entendimiento que el diálogo con la tradicin humanística nos provee (Proctor, 1998: ix). Segundo, podemos visualizar las humanidades como una disciplina en sí en la que las materias antes mencionadas se emplean de forma integral (sistémica) para, prioritariamente, reflexionar sobre el ser humano y el mundo que le rodea. Se debe resaltar que si algo identifica a esas humanidades es su carácter inter, multi y transciplinario, debido a la conjuncin de diversas disciplinas en una sola materia. Es esa práctica de las humanidades la que me interesa destacar en este escrito. Me referiré a esa disciplina como de “primer orden”. La concepcin de las humanidades en una disciplina como tal –de primer orden-tiene su lejano origen en la studia humanitatis renacentista y fueron lideradas en la primera mitad del siglo veinte por las universidades de Columbia y Chicago en Estados Unidos. Desafortunadamente, han ido perdiendo espacio en la mayoría de los centros de enseanza superior del mundo, pero que – paradjicamente-van encontrando su lugar en las llamadas “humanidades médicas”, debido a que los centros educativos que las practican han comprendido la importancia de humanizar los profesionales de la salud. Los objetivos de las humanidades de primer orden son abarcadores. Algunos son: la concienciacin de un pensamiento profundamente reflexivo en torno a valores universales como lo son la dignidad, la solidaridad y la libertad humanas. Así como el intento, a largo plazo, de provocar en el alumnado una mentalidad plenamente cívica y humana. En pocas palabras, el objetivo de las humanidades, en el sentido que ahora las intento definir, es el ser humano, su ser y hacer. El ser humano en su totalidad, independientemente de su etnia. Además, la reflexin humanística procura problematizar e intentar encontrar respuestas a las grandes interrogantes que han acosado al ser humano a través de la historia. Éstas son: ¿de dnde venimos? ¿quiénes somos?¿adnde vamos? Pregunta que perpetuadas en la pintura por Paul Gauguin van al meollo de nuestra situacin existencial radicalmente problemática. Cuestionamientos que nunca se han contestado satisfactoriamente, ya que las diferentes respuestas que se han emitido muchas veces son en extremo contradictorias. Sin embargo, encararlas hace más provocativo la vida misma. Se pretende, en las timas décadas, agrupar tanto las humanidades de primer y segundo orden con las ciencias sociales en lo que se ha dado por llamar “ciencias humanas”. Yo no veo con buenos ojos esa práctica porque si bien es correcto que todas esas disciplinas que comprenden las ciencias humanas se ocupan del ser humano, lo cierto es que su fin timo no necesariamente es equivalente. Las ciencias sociales, como las ciencias naturales, se preocupan principalmente de describir el objeto de sus estudios, mientras que las humanidades se ocupan, sobre todo, de la esencia del existente, en el sentido heideggeriano (Dasein), con la intencin de promover la posibilidad del sensibilizar, valorizar y humanizar al ser humano. Y ésta tima afirmacin no es tautolgica dado al hecho de que el que se sea un ser humano no necesariamente significa que se es humano. La cualidad de lo humano se podría sintetizar en la preocupacin que se muestre ante la condicin por el otro y por la otra. No todo ser humano es humano, por eso nos encontramos con comportamientos inhumanos o con individuos que están deshumanizados. ¿Qué significa todo esto? Pues, que a través, preferiblemente, del método socrático (Nussbaum, 2010: 46-76) en los cursos de humanidades se va generando en el alumnado una concepcin más auténtica de sí mismo, del ser humano en general y del papel que éste debe desempear como profesional y como ciudadano en su proceder ético y moral. Hay muchas otras razones para destacar la importancia de las humanidades. Ejemplo de ello es el más reciente libro de Martha C Nussbaum sobre las humanidades en el que la prestigiosa filsofa norteamericana destaca la importancia de las humanidades para la democracia. Es fácil coincidir con ella, pero las humanidades son igualmente valiosas para cualquier otro sistema tanto político como econmico como lo sería el socialismo –que en todo caso también es democrático-o, incluso, el anarquismo.
A nadie debe sorprender que la enseanza de las humanidades de primer orden varíe conforme al docente que las administre. Ello es natural, debido a que el profesor tiende a partir desde la especificidad de sus estudios, sean éstos historia, literatura, filosofía o cualquier otro. En las líneas que siguen, comentaré brevemente uno de los posibles modelos de práctica docente de las humanidades. El curso de Humanidades se puede visualizar como una contemplacin a la trayectoria histrico-cultural de los humanos en el que se enfatiza su ser y hacer en el mundo. Pero, de mayor importancia, mientras se va generando ese miramiento se tiene que, sobre todo, reflexionar en torno a la complejidad de la existencia humana. La tarea perentoria en un curso de Humanidades es fundamentalmente el reflexionar. Hay que resaltar la imperiosa necesidad de la reflexin, porque “tenemos que estar constante y persistentemente examinando y volviendo a examinar todas nuestras ideas, nuestros juicios, nuestras opiniones, nuestras metas, en fin, toda nuestra visin de vida” (Gutiérrez, 2005: 14). En esa reflexin acerca del transcurrir cultural se aspira a que el educando no icamente cavile sobre los demás, sino que se penetre a sí mismo a la manera del “concete a ti mismo” socrático y del examinarse hacia “adentro” como nos aconsejUnamuno. La esperanza es que en ese proceso de introspeccin el alumnado pueda entenderse mejor y de esa forma ubicarse con mayor solidez en el mundo que le ha tocado vivir. Para lograr ese proceso tenemos que mirar hacia atrás, ya que, como decía Séneca, los pensadores del pasado “ninguno malgastará tus aos, sino que te aadirán los suyos (2002: 53). Así que deberemos recorrer con la historia lo que fue el arte, la filosofía, la literatura, el fenmeno de las creencias religiosas y el porqué de la gran cantidad de idiomas con que nos comunicamos. Conocer las civilizaciones del pasado, sea Grecia o sea Roma, por poner slo dos ejemplos, es más bien un pretexto para reflexionar sobre nuestra radical condicin existencial en el aquí y el ahora. Es, más bien, un conocer para reconocernos. Robert E. Proctor lo expresa muy bien cuando indica que “El pensar se produce mejor por medio de la comparacin y el contraste. Si solamente conoces el presente, no tienes nada con que comparar y, por tanto, no tienes manera de pensarlo. Al cortar el diálogo con el pasado, nuestra mente se contrae y se atrofia” (1998: xi). Es de por sí reprobable el abandono de los estudios de la civilizacin occidental en muchas universidades en donde estudiar a Lady Gaga (2012, Trussell) es más importante que leer a Aristteles, Voltaire o Kant. Un reciente estudio demuestra que el problema pasde ser de grave a tan crnico que apunta a la muerte (Ricketts, et. al, 2011). El conocer los otros para reconocernos incita a la contemplacin de nuestro interior porque después de todo no somos tan diferentes de los que nos precedieron. Los humanos, lamentable es el admitirlo, siguen siendo en el presente como lo fueron en el pasado, ni mejores, ni peores.1 En esa faena tenemos que recurrir a los clásicos. Esas obras que por ser universales, maestras e inmortales nos convidan a la reflexin. Claro que en un curso de Humanidades no podemos detenernos mucho en el gran valor literario de ellos. Más bien, se leen como guías para entender la vida. Si ese proceso es exitoso, entonces, el curso podría ser “una experiencia transformadora” en la vida tanto de los estudiantes como del profesor. En esos cursos, se debe privilegiar la filosofía por ser ésta, desde mi perspectiva, la más cardinal de las humanidades y la que en algunas de sus definiciones coincide plenamente con lo que son las humanidades de primer orden.2 Esa filosofía no es la “profesional”, si pudiera llamarse así, sino la filosofía cuya funcin es intentar desentraar el sentido y significado de la vida. Es la filosofía para el lego que, como bien dijera otro filsofo procedente de las ciencias, Bertrand Russell:
…puede proporcionar determinadas cosas que acrecentarán grandemente el valor del estudiante como ser humano y como ciudadano. Puede proporcionar un hábito de pensamiento exacto y cuidadoso, no slo en matemática y ciencia, sino también en asuntos de gran importancia práctica. Puede conceder amplitud y alcances impersonales a la concepcin de los fines de la vida. Puede dar al individuo una medida justa de sí mismo en relacin con la sociedad, del hombre del presente con el hombre del pasado y del futuro, y de toda la
1 Véase el ensayo “La inmutabilidad humana” (Gutiérrez, 2005: 49-66). 2 Escribo “algunas de sus definiciones” porque desde antigedad se reconoce que hay tantas definiciones de filosofía como filofos.
historia del hombre en relacin con el cosmos astronmico. Agrandando los objetivos de sus pensamientos, proporciona un antídoto contra las ansiedades y angustias de la hora presente y hace que se pueda acercar a la serenidad, tanto como le es posible a una mente sensible en nuestro mundo torturado e incierto. (1963: 46-47)
Esa es la filosofía que ha sido siempre pertinente para el que no se especializa en ellas. Esas son las humanidades que son fundamentales porque tienen, “…una intencin formativa. Sin atribuirles poderes mágicos, ni garantizadas virtudes remediales, con ellas se aspira a crear un ámbito propicio, con su necesaria capacidad de incitacin, para que, ahincados en el reconocimiento de la humana dignidad, inclinados, en reflexin, sobre nuestro mundo interior, nos adentremos alma arriba hasta las fuentes mismas del ser y el misterio de nuestro destino” (Zubiría, 1990: 496). Einstein también nos persuade de lo relevante de esas disciplinas cuando argumenta, pese a que yo favorezco la filosofía, que:
No es suficiente ensearle a un hombre una especialidad. A través de ella podría convertirse en una máquina til, pero no en una personalidad armoniosamente desarrollada. Es esencial que el alumno adquiera un entendimiento y sentimiento vivo de los valores. Debe obtener un sentido vívido de la belleza de lo que es moralmente bueno. De otra manera –con sus conocimientos especializados-se asemejará más a un perro bien entrenado que a una persona armoniosamente desarrollada. Debe aprender a entender las motivaciones de los seres humanos, sus ilusiones y sus sufrimientos para poder alcanzar una relacin adecuada con sus semejantes como individuos y con la comunidad. Estas valiosas cosas se transmiten a las nuevas generaciones por medio del contacto personal con aquellos que ensean no –por lo menos no especialmente-a través de los textos. Eso es lo que principalmente forma y preserva la cultura. Es eso lo que tengo en la mente cuando recomiendo la importancia de “las humanidades” y no solamente el conocimiento seco en el campo de la historia y la filosofía. (1954: 66-67)
En mi caso, cuando comencé a ensear humanidades hace muchos aos, quizás
por lo inexperto que era, proponía a los alumnos que debatiéramos sobre cuál
era más importante, las ciencias o las humanidades. Ya no lo hago. Prefiero
que lo descubran ellos mismos. Antes de que concluya el curso se han percatado
que un adiestramiento humanístico quedaría trunco si las ciencias naturales y
sociales fueran obviadas en el contexto de sus estudios profesionales, como de
igual manera una formacin científica sin una robusta base humanística sería
un sinsentido.
Toda esa exposicin previa podría parecerle a algunos una especie de apología o justificacin de las humanidades. Quizás lo sea. No obstante, me parece que las humanidades se prueban ellas mismas por la labor que han llevado a cabo a través de los siglos. Simplemente porque fomentan el pensamiento crítico, libre e integral. Sin ellas, los seres humanos quedarían reducidos a autmatas a la disposicin de los dirigentes políticos y religiosos además de a las instituciones e industrias que los empleen. Es dado a ello que observo con modesta tribulacin proyectos como el llamado “plan de Bolonia” cuya derrotero final será la pequeez cultural del ser humano.
El origen formal de la bioética es tan reciente como hace poco más de cuarenta aos. En el inicio de la década de los setenta del recién pasado siglo, el científico norteamericano Van Rensselaer Potter formula sus cimientos en el ensayo “Bioethics: The Science of Survival” (1970) y, sobre todo, en su libro Bioethics: Bridge to the Future (1971). En realidad, en un sentido no formal, el comienzo de la bioética puede trazarse hasta, por lo menos, Hipcrates de Cos en la antigua Grecia. Yo soy de los que piensan que siempre se ha estado reflexionando filosficamente sobre muchos de los asuntos que ahora incumben a la bioética, aunque, por supuesto, otros no existían como por ejemplo los que incumben al desarrollo de la más reciente tecnología. Empero, fue Potter quien le dio nombre a lo que actualmente denominados bioética y esbozexplícitamente los principios de esta nueva disciplina.1 La bioética, en su sentido etimolgico, significa “ética de la vida”. Sus postulados se dirigen a establecer el firme vínculo que debe existir entre la ética y las ciencias, particularmente en cuanto al respeto a la vida -moralmente hablando-que debe haber entre los mismos seres humanos, las plantas y los animales. En ese sentido, la bioética encuentra también parte de sus huellas iniciales en el concepto del vivir conforme a la naturaleza de los antiguos
1 No paso por alto que, en 1927, el teogo alemán Fritz Jahr empleel término Bio-Ethik para referirse a la relacin ética de los seres humanos con los animales y las plantas e, incluso, proclamun “imperativo bioético”. Ahora bien, los planteamientos de Jahr tuvieron muy poca resonancia en el mundo académico.
estoicos griegos y romanos y en la muy similar concepcin de vida que profesaban los pueblos autctonos de América. Poco después del surgir de la bioética, algunos académicos tendieron a equipararla con la ética médica hasta el punto de que muchos creen que esas actividades intelectuales son sinnimas. Eso de por sí es una visin parcializada de esa disciplina, puesto que la bioética es mucho más que eso. Lo que se puede aceptar es que la ética médica es una subdivisin de la bioética como ésta lo es de la ética y, a su vez, esta tima de la filosofía. En el discurrir de este ensayo, la bioética que me interesa destacar es la potteriana.1 Motivo por el cual me concentraré en esa bioética pionera. Fue en el ao 1971 que la bioética comenza exhibirse como una nueva disciplina con la publicacin del libro Bioética: puente hacia el futuro de Van Rensselaer Potter como antes indiqué. Su objetivo era muy claro, se proponía acercar las ciencias y las humanidades. Desde el inicio del texto, Potter deja claro que:
El propsito de este libro es contribuir al futuro de la especie humana al promover la formacin de una nueva disciplina, la disciplina de la Bioética. Si hay dos culturas que parecen incapaces de comunicarse entre ellas –las ciencias y las humanidades-, y si esto es parte del motivo por el que el futuro se muestra tan inseguro, entonces deberíamos construir un puente hacia el futuro construyendo la disciplina de la Bioética como un puente entre esas dos culturas. (1971: vii)
Así que partiendo de la biología (mas sin limitarse a ella) y la ética, Potter aspiraba a establecer un diálogo en el que se dejara claro que los avances científicos no fueran a trastocar adversamente la vida como la conocemos. Las investigaciones en los campos de la biología, la medicina y la ecología debían ir mano a mano con los valores humanos. Las definiciones que se han esbozado sobre la bioética varían de pensador a pensador. Por ejemplo, Warren Thomas Reich la considera como “el estudio sistemático de la dimensin moral –incluyendo la visin moral, decisiones, conductas y políticas-de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, empleando diversas metodologías en un escenario interdisciplinario”
1 Para un recuento sucinto de este proceso puede consultarse a L. D. Otero (2009) y Gutiérrez (2010: 21-28).
(Encyclopedia, 1, 1995: XXI). Mientras que Leonides Santos y Vargas nos sugiere que la:
Bioética es la disciplina que se ocupa del estudio y la reflexin en torno a la dimensin e implicaciones humanísticas y éticas de los avances en las ciencias, las profesiones de la salud y de la ecología. Es, además, una metodología de la solucin racional de los problemas que surgen de las acciones y la toma de decisiones que comportan problemas y dilemas éticos en los escenarios científicos y clínicos, tanto al nivel personal como colectivo. (2006: 3)
Yo, más bien, la concibo “como una abstraccin puramente ética –es decir filosfica-y moral sobre todo aquello que producto de las ciencias, sea biología, química o física, afecta la vida del individuo, así como la interdependencia que debe existir y, en efecto, existe entre las ciencias y las humanidades” (Gutiérrez, 2012: 46). Esto implica que la bioética debe aliarse con las ciencias de forma tal que los avances científicos sean de beneficio para la humanidad y que afecten lo menos posible a los ecosistemas. Desde este punto de vista, en consecuencia, la bioética no puede limitarse a fungir como centinela del trabajo científico. De hecho, como he expresado en otra parte, la ética como tal no debe ejercer la funcin de preceptuar lo que es correcto o incorrecto en el proceder moral, ni de los individuos en general, ni de los científicos en particular. La ética puede exhortar, recomendar y, principalmente, promover la reflexin sobre las acciones que se lleven a cabo, pero su labor no debe ser prohibir nada (Gutiérrez, 2011). Las prohibiciones se les deja a los moralistas, quienes son los que desempean el triste papel de vedar acciones, la mayor parte de la veces basados en fundamentos religiosos de dudosa legitimidad. Entonces, la bioética, como una subdivisin de la ética, debe seguir ese mismo rumbo.
Lo que he intentado articular más arriba tiene el objetivo de que se advierta que la bioética es parte de las humanidades, por lo menos de la forma en que la he presentado. Así que, me parece, la bioética no solamente se debe ocupar de “velar” o “custodiar” la labor de los científicos. An más, debe integrarse al pensamiento científico de forma y manera que los logros alcanzados por ellos sean aportaciones que propendan a un nuevo paradigma civilizatorio que trabaje hacia “una nueva visin de nuestro ser en el mundo y de la forma de interrelacionarnos, como fundamento de una nueva ética y política globalizadas, que tengan por objeto el bien comn de la tierra y de la humanidad” (Concha, 2009). Con todo, consideremos otra posible dimensin de esa misma disciplina. Si la bioética, en su origen, tuvo como propsito tender un puente entre las ciencias y las humanidades, pues, una vez cruzado el puente, su deber es lograr la convergencia entre esas dos disciplinas y juntas generar una visin del mundo y de la vida que subvengan en el intento de proporcionar sentido a la existencia. Esto es, la bioética además de su importante misin de convertirse en una “ciencia de la sobrevivencia” con carácter globalizador, por la que Potter abog, nos puede muy bien proveer de mayores herramientas para lograr llevar a cabo la faena humanística de la bqueda de lo que ha sido, es y podría ser el lugar más adecuado del ser humano en el orbe planetario. Dicho en otras palabras, las humanidades, a través de la bioética, le ha servido bien a las ciencias. De igual manera las ciencias, por medio de la bioética, han sido de mucha utilidad a las humanidades. En tanto y en cuanto los humanistas se acerquen a las ciencias podrán dilucidar y clarificar aspectos poco entendidos o mal comprendidos en torno al ser humano. Es, precisamente, a eso a lo que me refiero cuando aludo a un enfoque filosfico-científico de la vida. Téngase en cuenta que no estoy hablando icamente de las denominadas “humanidades médicas”, ya que éstas son un concepto muy restricto que slo se cie a las ciencias médicas y yo me refiero a las “ciencias de la vida” como lo es la bioética seg la apreciacin de Potter. Creo que a no se le ha dado la debida consideracin a este aspecto de la relacin entre las ciencias y las humanidades, particularmente desde la filosofía. Por ejemplo, Pablo González Casanova ha abordado el tema, aunque sin mencionar la bioética, cuando sentencia que:
Hoy ya no podemos pensar sobre la naturaleza, la vida y la humanidad, sin tomar en cuenta los descubrimientos que se iniciaron con la cibernética, la epistemología genética, la computacin, los sistemas autorregulados, adaptativos y autopoiéticos, las ciencias de la comunicacin, las ciencias de la organizacin, las del caos determinista, los atractores y los fractales. La profundidad de esos descubrimientos va más allá de sus claras manifestaciones científicas y técnicas; incluye nuevas formas de pensar y actuar que comprenden las llamadas ciencias de la complejidad y las tecnociencias. Quien no se acerque con inquietud a la comprensin y el dominio de las “nuevas ciencias” como ciencias de la complejidad no slo no entenderá (y practicará mal) el quehacer tecnocientífico sino el artístico y el político. (2004: 11)
Hay quien sostiene que la bioética es de por sí un saber científico. Yo no estoy seguro de que sea así. Sin embargo, sí estoy convencido que la bioética es de vital importancia para las ciencias y si ella es parte de la ética –como en efecto lo es-entonces es un conocimiento humanístico. Ese conocer auxilia a las ciencias en la medida en que le llama la atencin sobre los excesos en que a menudo caen los científicos. Desde el alzar la voz para que las ciencias y la tecnología reconsideren la invencin de artefactos que sean nocivos para la humanidad – como la bomba atmica-hasta los muchos fraudes que se hacen en la investigacin científica (Gutiérrez, “Una mirada”). Hay que tener en cuenta que el conocimiento y el poder humano han crecido como nunca antes en la historia de la humanidad, por lo que una de las funciones del humanista es sugerir que se utilice ese poder y conocimiento moral y humanamente. Pero como para recibir hay que dar, resulta que las ciencias también aportan al humanista conocimientos necesarios para, como dije, desentraar recnditas preocupaciones humanísticas.
Prueba sustancial de esa afirmacin son, entre otras, la ecología, la biología y las neurociencias. El humanista no tiene que tener la profundidad de conocimientos en esas disciplinas como la posee el especialista, pero una comprensin promedio de ellas le abrirá los ojos a la hora de intentar arrojar luminosidad en torno al lugar del ser humano en relacin con el mundo y la vida. La ecología aporta a la compresin de todo el hábitat que nos rodea. ¿Cmo hemos de entender el lugar que nos corresponde en el planeta sino poseemos nociones claras sobre los ecosistemas? Un grave problema vital es que el ser humano se olvida que somos naturaleza. Por eso se define la ecología como una rama de la biología que estudia la interaccin de los seres vivos con su hábitat. El conflicto estriba en que creemos que el ser humano es otra cosa cuando lo cierto es que somos parte del ecosistema. Los ecologistas y ambientalistas lo tiene muy claro y su defensa no es solamente de la fauna y la flora sino que también protegen el lugar que ocupamos en la naturaleza. Al no tener una clara conciencia ecolgica alteramos y contaminamos el medio ambiente sin siquiera percatarnos de que nos hacemos dao a nosotros mismos. Se tuvo, entonces, que crear la ecobioética para alertar a los humanos sobre la responsabilidad que tenemos de conservar y no perturbar nuestra ica morada, la Tierra. Esa concienciacin es fundamental para el humanista si quiere salvar la raza humana de la autodestruccin. Además, el valor universal de la solidaridad –tan importante para las humanidades-no se debe centrar icamente en el humano. La solidaridad, por la que tanto abogamos, tiene que existir totalmente entre los humanos, los animales y las plantas. Es ésa la base esencial de la ecología profunda de pensadores como Arne Naees, Hans Jonas y Peter Singer, entre otros. Forzoso es destacar a un humanista -y precursor de la ecología-tan completo como lo fue Albert Schweitzer quien siendo filsofo y médico abogpor una filosofía basada en “la reverencia por la vida” de todos los seres. Por cierto, el Protocolo de Kioto (1997) se origina en un claro contexto ecolgico y humanista. La biología como tal –de la cual la ecología es parte-es extremadamente relevante para las humanidades en el sentido en que estudia los seres vivos como son los animales, las plantas y los propios humanos. ¿Cmo concebir filosficamente al ser humano si desconocemos su origen, sus atributos y la constitucin de su materia? El filsofo que busca comprender la esencia del ser humano precisa considerar la composicin de la materia en la que habita esa esencia. De igual manera, cuando se aspira a entender al ser humano en lo que fue, es y será no se puede evitar trazar su proceso de evolucin y, tal vez, su estructura celular. Conocer el proceso evolutivo de la raza humana y demás seres vivientes es fundamental no slo para entender el pasado y el presente, es crucial para enfrentarnos a un posible futuro. Asimismo, como seres vivientes que somos, la biología nos auxilia en el mirar filosfico del existente, puesto que el entendimiento de procesos tales como los efectos positivos y adversos de la alimentacin, las causas y tratamientos de las enfermedades, entre otros aspectos, nos conduce a aguzar los sentidos entorno al ser humano, por lo que no deben ser ignorados por los humanistas. Opté por dejar para el final las neurociencias, ya que de todas las ciencias es la de mayor interés para la labor humanística y la que más controversias suscita. Las neurociencias son de por sí una práctica inter, multi y transdisciplinaria, dado a que en ellas se conjugan diversas áreas científicas como la química, la biología, la farmacología, la genética, etc. Su funcin es el estudio del sistema cerebral central de los humanos y su objetivo es, entre otros, identificar patologías cuyo origen se encuentran en las neuronas. Ello conlleva, también, el análisis científico de destrezas como el lenguaje y, de mayor relevancia, las diversas conductas humanas en relacin con la configuracin del cerebro y la mente. Es, justamente, de este timo elemento desde donde mana una gran fuente de supuestos de mucho interés para las humanidades en general y para la ética en particular. Es mi parecer que hoy día no podemos reflexionar filosficamente en torno al proceder humano si no tenemos en cuenta los hallazgos de las neurociencias, particularmente de la neuroética. Lo que de ninguna manera significa que serán los neurocientíficos los que pueden o deben establecer las pautas en lo concierne al procedimiento moral y conductual de hombres y mujeres, pero sí pueden ayudar enormemente. Ahora bien, cuando se alude a la neuroética hay que precisar de qué tipo de neuroética se habla porque esta disciplina (que se desprende de la bioética) encierra dos sentidos. De una parte está la ética de la neurociencia; de la otra, la neurociencia de la ética (Roskies, 2002: 21). Como ya anticipé es la neuroética de la ética la de mayor utilidad en las reflexiones humanísticas. En un breve ensayo seminal, Roskies preconizaba que ésta “será el área con verdaderas profundas implicaciones en torno a la manera en que la ética será abordada en el siglo XXI” (2002: 22). En esa línea de pensamiento reflexiona y se cuestiona que:
Ya hay seales de un aumento en el interés de investigar las bases cerebrales de la cognicin moral y tales estudios están destinados a desarrollarse en los prximos aos. ¿Cmo se hacen las decisiones en el cerebro? ¿Cmo se representan los valores? ¿Cuán similares o diferentes son las decisiones éticas con respecto a otros tipos de decisiones? (2002: 22)
Esos planteamientos se hicieron en el ao 2002, a un mes de la importante
conferencia, auspiciada por la Dana Foundation, que se propusiera “trazar el
campo de la neuroética” (Neuroethics: Mapping the Field). Estudios anteriores
y posteriores nos invitan a replantearnos las reflexiones éticas y morales que se
han producido a lo largo de los timos veinticinco siglos en la tradicin occidental y oriental. Antonio Damasio nos anuncia que “el error de Descartes”, en cuanto a la dualidad mente-cuerpo y su famosa expresin del “pienso, luego existo”, fue no haber comprendido la estrecha relacin entre la emocin y la razn así como su asidero neural y químico. Revertiendo la frase cartesiana y proponiendo un “yo soy, luego pienso” (2005: 248) el afamado neurocientífico se asienta en las siguientes afirmaciones:
Por otro lado, Michael S. Gazzaniga, en su primer examen neuroético sacado a la luz en forma de libro nos advierte que:
La neuroética es algo más que una bioética del cerebro. A medida que se desarrolla el campo, se hace necesario ampliar sus objetivos y su ámbito. Hasta el momento, no son científicos quienes intervienen en gran parte del debate neuroético. Ya es hora de que los neurocientíficos salten a la palestra en ese campo. En mi opinin, la neuroética debe definirse como el análisis de cmo queremos abordar los aspectos sociales de la enfermedad, la normalidad, la mortalidad, el modo de vida y la filosofía de la vida, desde nuestra comprensin de los mecanismos cerebrales subyacentes. Esta disciplina no se dedica a la bsqueda de recursos para la curacin médica, sino que sita la responsabilidad personal en un contexto social y biolgico más amplio. Es –o debería ser-un intento de proponer una filosofía de la vida con un fundamento cerebral. (2005: 14-15, énfasis del autor)
Como era de esperar, de inmediato han reaccionado filsofos y filsofas ante tamaa y osada aseveracin. Tal es el caso de Adela Cortina quien parece mirar con suspicacia las intenciones de los neuroéticos y exclama con cierta sorna:
Ahora bien, con las debidas cautelas podemos decir que si entendemos por “neuroética” la ética de la neurociencia, entonces es una dimensin de la bioética, una ética aplicada más, que da por buenas las teorías éticas existentes y trata de encontrar respuestas desde ella a problema concretos. Pero si tomamos el vocablo en la segunda acepcin, como neuroética de la ética, entonces parecemos estar anunciando una auténtica revolucin, porque la neurociencia nos proporcionaría el fundamento cerebral para una ética normativa, el conocimiento de los mecanismos cerebrales nos permitiría por fin aclarar científicamente qué debemos hacer moralmente. Con lo cual, como se ha dicho en alguna ocasin, los filsofos quedaríamos condenados al paro. (2010: 132)
La distinguida filsofa espaola prosigue planteando que “Quedarían entonces arrumbadas, por obsoletas, las viejas éticas filosficas y las morales religiosas y podrían sustituirse por una ética basada en la neurociencia, que sería por eso mismo universal” (2010: 133). Y, arremete tajantemente contra esa disciplina al decir que “el neurocientífico no suele molestarse en estudiar la dimensin filosfica de los problemas a los que hace frente, con lo cual acaba diciendo atrocidades sin cuento porque ni sabe de lo que habla” (2010: 144). La apreciacin de Cortina, que en otros alegatos de su ensayo contiene mucha sabiduría, es la postura equivocada ante los esfuerzos de esos estudiosos, debido a que los neurocientíficos no pretenden ser filsofos, simple y llanamente porque no lo son. Si alguno de ellos pretende presentarse como tal estaría en la senda hacia el fracaso. Dejemos que las teorías neuroéticas nos auxilien en la reflexin propiamente ético-filosfica. Creo que es, justamente, allí en donde los filsofos –y humanistas en general-pueden crecerse y no sentirse amenazados. El entender esa área del conocimiento nos puede conducir –a los que nos dedicamos a las humanidades, específicamente a la ética-a conjeturar otras alternativas ante la pregunta crucial que debemos hacernos: ¿Cuán efectiva ha sido la ética desde su inicio hasta la actualidad? Esto es, ¿después de más de veinticinco siglos de propuestas éticas y morales, tanto en el mundo occidental como en el oriental, el ser humano es ahora mejor por la influencia que las mismas sobre él han ejercido? (Gutiérrez, 2008: 15). Mucho tiene que decirnos la neuroética de la ética. Si reconocemos sus hiptesis y teorías, nuestras respuestas podrían ser más eficaces.
El acercamiento de las humanidades a las ciencias no promueve que los que la practican piensen como científicos, como la aproximacin de las ciencias a las humanidades no implica que los científicos piensen como humanistas, pese a que sería una gran cosa si fuera así en unos y otros. Lo sustancial es que las investigaciones científicas pueden ayudar a los humanistas a comprender mejor a los seres humanos y la vida así como las humanidades proveen una excelente formacin cultural e inquisitiva a los científicos que mucho la necesitan. Por eso es que en la bioética como disciplina es donde la ciencia y las humanidades conviven de ejemplar manera. Por eso encontramos destacados bioéticos como Daniel Callahan que se formcomo filsofo y Diego Gracia como médico, o a H. Tristram Engelhardt Jr. quien se graducomo filsofo y médico y a Volnei Garrafa quien estudiodontología, entre muchos otros ejemplos en semejante situacin. La reflexin humanística, entiéndase filosfica, nunca será desplazada por las ciencias. Ambas tienen y deben mantener su propio espacio. Ambas deben estar en continua comunicacin. Si lo logran, ambas se fortalecerán. De modo que debe continuarse un diálogo franco y abierto entre ellas. Cada una debe comprender su importante lugar (espacio) y aceptar que ninguna es superior a la otra. En ese particular la bioética ha aportado elementos enjundiosos. El argumento sobre cuál es más significativa y superior, es similar a la necedad de pretender establecer cual etnia es más prominente que otra. Para el humanista como para el científico no hay diferencias valorativas entre las razas, pensar otra cosa sería sentirse inferior. El ser humano es solamente eso, humano.
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