PROMETEICA - Revista de Filosofia y Ciencias. 2025, v. 32


Artículos


https://doi.org/10.34024/prometeica.2025.32.20158

 

 

 


DANTE ALIGHIERI Y LA EPÍSTOLA A CANGRANDE - UN DEBATE DE DOS SIGLOS

DESDE SCOLARI HASTA LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL


DANTE ALIGHIERI E A EPÍSTOLA A CANGRANDE - UM DEBATE DE DOIS SÉCULOS

De Scolari à inteligência artificial


DANTE ALIGHIERI AND THE EPISTLE TO CANGRANDE - A TWO-CENTURY DEBATE

From Scolari to Artificial Intelligence


Patrizia Di Patre

(Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Ecuador)

pdipatre@puce.edu.ec


Juan Anzieta-Reyes

(Pontificia Universidad Católica del Ecuador / Simon Fraser University, Ecuador)

JCANZIETA@puce.edu.ec


Recibido: 23/02/2025
Aprobado: 27/04/2025

 


RESUMEN


Con el artículo titulado “Dante Alighieri y la Epístola a Cangrande: un debate de dos siglos” se pretende trazar la compleja historia de una problemática que, desde el filólogo Scolari hasta los últimos aportes de inteligencia artificial, marcaron hitos importantes en la consideración tributada a la obra dantesca desde innumerables enfoques exegéticos. Se podría hasta aseverar que este referente epistolar conlleva la mayoría de las líneas interpretativas suscitadas por la compleja producción de Dante, incluyendo la Comedia, y se pone como piedra de toque para verificar intuiciones, logros y aperturas aún no resueltas en la vasta panorámica disponible hasta el momento. El recorrido crítico está centrado en el análisis de los siguientes puntos controversiales: datación de la epístola, balance entre la adhesión a cánones autorales y esa originalidad que excluye posibles plagios, consideraciones sectoriales del documento en relación con las diferentes posturas de sus comentadores, examen de la metódica estadística aplicada a los distintos componentes

−mirando en primer lugar al cursus−; problematicidad inherente al final. Mediante una fragmentación de tal género, que reenvía siempre a la literatura pertinente, no sorprende constatar cómo incluso los programas de inteligencia artificial elaborados recientemente para dirimir el problema lo dejan, de hecho, sin cerrar, debido a precisas limitaciones técnicas y una subjetividad no susceptible de eliminarse hasta el momento.


Palabras clave: obras latinas de Dante. verificación computacional de autoría. cursus. prosa latina medieval.

RESUMO


O artigo intitulado “Dante Alighieri e a Epístola a Cangrande: um debate de dois séculos” tem como objetivo traçar a complexa história de um problema que, desde o filólogo Scolari até aos mais recentes contributos da inteligência artificial, marcou marcos importantes na consideração da obra de Dante a partir de inúmeras abordagens exegéticas. Poder-se-ia mesmo afirmar que este referente epistolar contém a maior parte das linhas interpretativas suscitadas pela complexa produção de Dante, incluindo a Commedia, e é utilizado como pedra de toque para verificar intuições, realizações e aberturas ainda não resolvidas no vasto panorama disponível até à data. O artigo intitulado “Dante Alighieri e a Epístola a Cangrande: um debate de dois séculos” tem como objetivo traçar a complexa história de um problema que, desde o filólogo Scolari até aos mais recentes contributos da inteligência artificial, marcou marcos importantes na consideração da obra de Dante a partir de inúmeras abordagens exegéticas. Poder-se-ia mesmo afirmar que este referente epistolar contém a maior parte das linhas interpretativas suscitadas pela complexa produção de Dante, incluindo a Commedia, e é utilizado como pedra de toque para verificar intuições, realizações e aberturas ainda não resolvidas no vasto panorama disponível até à data. A análise crítica incide sobre os seguintes pontos controversos: a datação da epístola, o equilíbrio entre a adesão aos cânones autorais e a originalidade que exclui eventuais plágios, as considerações sectoriais do documento em relação às diferentes posições dos seus comentadores, o exame do método estatístico aplicado às diferentes componentes - olhando em primeiro lugar para o cursus - e a problematicidade inerente ao final. Através de uma tal fragmentação, que remete sempre para a literatura pertinente, não é surpreendente constatar que mesmo os programas de inteligência artificial recentemente desenvolvidos para resolver o problema o deixam, de facto, por resolver, devido a limitações técnicas precisas e a uma subjetividade que ainda não pode ser eliminada.


Palavras-chave: obras de Dante em latim. verificação computacional de autoria. cursus. prosa latina medieval.


ABSTRACT


The article titled "Dante Alighieri and the Epistle to Cangrande: A Two-Century Debate" aims to outline the complex history of an issue that, from the philologist Scolari to the latest contributions of artificial intelligence, marked important milestones in the valuation given to Dante's work from countless exegetical approaches. It could even be asserted that this epistolary reference encompasses most of the interpretive lines arising from Dante's complex body of work, including the Divine Comedy, and is offered as a touchstone to verify intuitions, achievements, and openings that have yet to be resolved in the vast landscape currently available. The inquiring path is focused on the analysis of the following controversial points: dating of the epistle, balance between adherence to authorial canons and that originality that excludes possible plagiarism, sectoral considerations of the document in relation to the different positions of its commentators, examination of the statistical methodologies applied to the different components - looking first at the cursus -; an inherent problem in the end. Through such fragmentation, which always refers back to the relevant literature, it is not surprising to note how even the artificial intelligence programs recently developed to address the problem leave it, in fact, unresolved, due to precise technical limitations and subjectivities that have not been eliminated so far.


Keywords: Dante's Latin works, computer authorship verification, cursus, medieval Latin prose.

Introducción: Ante facta


Todo ha sido objeto de discusión en la epístola que Dante dirigió, según una tradición bien documentada, al señor de Verona Canis Grandis Scaliger (Cangrande della Scala) para ofrecerle las primicias del Paraíso. En primer lugar, las fechas: susceptible de ubicarse entre 1314 −más presumiblemente 1316− y 1320, esta carta da lugar a ulteriores incertidumbres en relación con la obra ofrecida: ¿se ofrenda el texto en su integridad, cosa imposible para esos años, o una parte, ya sea diminuta o relativamente extensa, del Paraíso?


El presente artículo analiza el debate filológico establecido alrededor de la Epístola en el arco de dos siglos, desde sus primeras manifestaciones hasta los aportes de inteligencia artificial publicados entre el 2021-24, que culminan con el artículo de P. Di Patre, J. Anzieta Reyes, A. Calahorrano-Di Patre “Intorno a ‘L’Epistola a Cangrande al vaglio della Computational Authorship Verification’: impostazioni e problematiche”.


Gracias al esquema adoptado, fundamentalmente histórico, surgirán cuestiones de gran importancia filosófico-retorica, conjuntamente con problemáticas generales de metodología científica y psicología del discurso. No es lícito desviarse de la cuestión central y misteriosa que entraña el documento inquirido, e induce a preguntarse si la suma de perspectivas hermenéuticas y la abundancia metodológica esgrimidas sobre el referente decretan su legitimidad a toda prueba −en un sentido propiamente autoral−, o autorizan más bien la hipótesis de un plagio. Alrededor de este problema fundamental deben colocarse las temáticas anejas: en primer lugar, una teoría de los géneros literarios que, a partir de Aristóteles y por obra de sus comentadores medievales, sufrirá las más variadas manipulaciones exegéticas. Cuestiones atinentes al sustrato psicológico del discurso narrativo llevarán al examen motivacional, más allá de simples cánones retóricos, requerido por el extraordinario final del referente analizado, con el involucramiento inevitable de la mentalidad subyacente al plagio. El discurso se abre aún más al interferir con asuntos tan amplios como la fundamentación estadística o una reflexión formal sobre cualidades inductoras y procedimientos expositivos de la innovación en ámbito científico. Pero el corolario que es también la base de la presente indagación, y contiene en germen una posible solución de todas las dudas planteadas, se cifra en la posibilidad de un método, como la denominada Computational Authorship Verification, capaz de acoger al mismo tiempo las más impensables singularidades −véase el cerebral, casi fantasmagórico orden que Dante atribuye a las cadencias rítmicas de su prosa científica− junto con una catalogación formalmente concebida, y tras todo eso el conjunto de tradición, desviaciones y facultad receptiva, en una teoría textual autoincluyente, proyectada por definición a innumerables perfeccionamientos futuros.


1.- Los problemas. Finalidad


Tras la primera pregunta periodística, entonces, un “cuándo” difícilmente determinable, surge una serie de otros interrogantes dramáticos: sobrevolando el sujeto, pues encarna el núcleo fundamental de la vexata quaestio, la segunda inquietud concierne inevitablemente al “qué” o, en concomitante espera conjetural, un porqué de extrapolación afín. ¿Qué es lo que contiene la Epístola a Cangrande, cuya aparición pudo provocar tantas polémicas a lo largo de dos siglos; por qué Alighieri o un alias la habrían escrito, siendo tan polémico −es decir, polisémico− el mensaje correspondiente? Con qué fin, nos preguntamos, obedeciendo cuáles instancias.


La verdad sea dicha: aquí no hay nada problemático; pero cualquier cosa resulta demasiado genuina. Muy en el estilo dantesco, en suma, obedeciendo con integridad tanto los cánones poéticos de la Divina Comedia como el universo anímico subyacente. No podría presentarse una suma más concluyente, autorizada y exacta, de lo que fue o puede inspirar esa fragua de todos los cantares, como bien decía Borges, un muelle para forjar de todo. O prestarse para interpretaciones divergentes. Aquí radica precisamente el núcleo del problema: lo previsible o canónico está filológicamente sujeto a la imitación deliberada, a un plagio intencional. ¿No estaría imitando un falsario cualquiera el estilo de Dante, o ateniéndose a módulos perfectamente extraíbles de su obra? ¿Con qué objeto? ¿Para desautorizar o, al

contrario, ofrecer una justificación plausible de aspectos problemáticos o dudosos? Veamos primeramente cuál es el contenido efectivo de la Epístola, para examinar sucesivamente los modos y manifestaciones de la polémica surgida ante su aparición histórica.


2.- Descriptio


Hay que subrayar ante todo la existencia de una partición neta en el interior del texto epistolar: como en una verdadera carta, nuestro autor pretende dirigirse a su interlocutor directo, Cangrande escalígero, ofreciéndole nada menos que el don de la tercera cántica paradisíaca. ¿A qué título se la ofrece? Pues, en aras de una gratitud que es también testimonio de amistad; tan munífico como sencillo, Cangrande autoriza a Dante la cercanía más afectuosa. Es difícil imaginar el modo de retribuir tanta liberalidad ejemplar, una participación emotiva seguramente más afín a un Mecenas que al señor de una ciudad destacada. Pero a través del anillo lógico sobreentendido al nexo conceptual, Dante encuentra la combinación más apropiada para satisfacer ambas instancias: no solo ofrecerá su donativo como leal súbdito y amigo, sino que lo acompañará de una glosa extensa, un verdadero comentario autorizado. La carta se transforma en lectio: dejando el papel de emisor sin compromiso, nuestro autor epistolar asume toda la carga exegética, responsabilidad teológica incluida, de una exposición legítimamente conducida.

Salto monstruoso para la teoría de géneros minuciosamente establecida en la Edad Media:1 ¿a qué clase de retórica obedecerá cada sección? Y, hecho aún más notable: ¿cómo es que el autor puede regresar a la función epistolar introductoria, luego de la gran descripción sistemática? Al final de la carta asistiremos, en efecto, a otra metamorfosis caracterial: ya depuesto el rol hermenéutico, nuestro intérprete retoma los cumplidos debidos a la amistad; se despide con una fórmula absolutamente revolucionaria, contraria no solo a los cánones de la retórica ilustre, sino a la propia dignidad individual. Algo obsta fatalmente a la prosecución del ofrecimiento indicado: un impedimento de índole económica. El autor, agobiado por la pobreza, en vez de presentar coronas decide pedir ayuda; justo al final de su obra exegética, en el trecho más solemnemente lapidario entre esas líneas establecidas con tanto rigor.


Este es el sentido general de la segunda parte del prólogo, ahora no expondré <el sentido> en particular, me urge, pues, la angustia de los asuntos familiares, a tal punto <me urge> que es necesario que deje estas cosas y de otras, útiles a la república. Sin embargo, espero que su Magnificencia tenga otras oportunidades para llevar a cabo una útil exposición (Barenstein, 2018: traducción del autor).


No podía faltar el asombro de los críticos: definitivamente, no es de Dante la conclusión, así como la mezcla huele definitivamente a impostura. Examinemos por separado las dificultades concernientes a cada materia; partiremos naturalmente del último punto, lo indigno e inverosímil de semejante proceder en una misiva tan solemne, un comportamiento apenas compatible con la compostura honorable invariablemente mostrada por su autor (excepto, deberíamos añadir necessarie, en la Epístola a los condes de Romena II, III, 7: “Ego autem, preter hec, me vestrum vestre discretioni excuso de absentia lacrimosis exequiis; quia nec negligentia neve ingratitudo me tenuit, sed inopina paupertas quam fecit exilium” (“En lo que a mí concierne, debo excusarme ante ustedes por la ausencia a las lacrimosas exequias: no fue por ingratitud o negligencia culpable, sino por la impensable pobreza que causó el exilio”): Azzetta, 2016: 78. Se sobrentiende fácilmente una petitio de otro género y, sobre todo, una desacostumbrada inclinación a pedir ayuda incluso en circunstancias graves, sujetas a un tratamiento retóricamente alejado de lo cotidiano. A propósito de la petitio que concluye la Epístola a Cangrande (en un sector, entonces, tan privilegiado como el que acabamos de mencionar), anota Luca Azzetta en su edición de las Epístolas (Azzetta, 2016: 415):


Quale esempio di petitio+conclusio confrontabile con quello dantesco è stato proposto Bene da Firenze, Candelabrum, iv 43 3 (Inglese, 1999: 972): « Rogo vos quatinus indigentie mee dignemini subvenire, scientes quod sine vestro auxilio non possum in studio commorari » (“Vi prego riguardo alla mia povertà che vi degniate di soccorrere, sapendo che senza il vostro aiuto non posso attendere agli studi”).



1 En los manuales más autorizados de retórica, como la Summa dictaminis escrita por Maestro Bene de Florencia, 2000.

En realidad la referencia en cuestión es más antigua; cfr. Di Patre, 1990: 330.


Precisiamo innanzitutto che che il genere di petizione usata da Dante (cosiddetta ‘precativa’) segue una procedura molto diffusa, in base alla quale la richiesta vera e propria segue all’elogio, posto in sede esordiale, della persona cui esso si indirizza; in particolar modo, se la persona in questione è un imperator, l’elogio riguarderà i suoi trionfi. E tutto ciò in conformità con la precettistica dei manuali, come quello di Maestro Bene da Firenze”.


El pasaje del Candelabrum propuesto como ejemplo ofrece un uso seguro, en este manual ciertamente entre los más autorizados. Tenemos también un seguro respaldo en la amplia preceptiva de la literatura clásica que inspiró otros contextos similares en la obra de Ovidio, Coripo, Vitruvio (Di Patre, 1990: 330- 334), solo para dar los ejemplos más representativos.


Cae por tanto inevitablemente el grave argumento de los que se oponen a la ortodoxia del nexo evidenciado y, por lógica consecuencia, a una firma plausiblemente dantesca.


3.- Problemas y soluciones. El cursus


Segundo y muy destacado problema: la cuestión del cursus. ¿A qué se refiere el vocablo? A un sistema de cláusulas o cadencias rítmicas, el latido de la prosa solemne, naturalmente en lengua latina. 2 Cualquier módulo dotado de un ritmo peculiar cae en el concepto de cláusula; y el conjunto de las cláusulas forma el fatídico cursus (un correr, un proceso, lo que en italiano se diría “andamento” y cuyo equivalente castizo no es dado encontrar en absoluto). Nietzsche probablemente hablaría de tiempo, de un tiempo lingüístico que bien podría considerarse como el “ritmo” o pulso característico de todo idioma. Dante se adecuaba al género de la prosa ilustre, y seguía en todo momento las normas del sabio Cicerón. La poesía tenía un pulso propio, pero también la circulación sanguínea de la prosa debía fluir al ritmo de una fisiología peculiar. El sistema de sílabas átonas y tónicas reemplazó perfectamente el antiguo método musical, y cada período pudo terminar con elegancia en una cláusula más o menos veloz: el ritmo rápido se denominaba, naturalmente, velox (ómnia videántur). Es extraño, y esto sea dicho de pasada, que algunos estudiosos hayan considerado el velox como un ritmo lento, el más serio y acompasado de todos; no se tomaba en cuenta, evidentemente, la cascada de corcheas que precede el segundo acento, como advierte cualquier músico: estas corcheas deben pronunciarse según la exacta medida, o sea cortísimas. De tal manera el sentido de espera, el ritmo sincopado que preludia al ictus definitivo, acorta las distancias y enfatiza los segmentos “importantes”, o acentuados. El ritmo mediano podía considerarse un planus (el anteriormente vituperado ésse vidétur), mientras que el lento era definitivamente tildado de tardus (ésse vidébitis). Aquí también: pronunciar con calma los elementos sin acento, para que tengan el justo peso y evidencien la lentitud del cuadro. Naturalmente cualquier binomio verbal podía estar en lugar de los modelos indicados: todas las posibles palabras, con tal de responder al correspondiente sistema acentual. Por supuesto eso debió de ser verdaderamente desconcertante. Uno se aprestaba a concluir una frase estudiosamente meditada, algo forjado con solemnidad al crisol del ingenio individual, cuando a la criatura etérea se le cortaban las alas, no podía elevarse, tenía que bajar a la fuerza. ¿Y por qué? Por culpa de un maldito acento, de una alternancia prosódicamente equivocada. Cualquiera se enoja, pues... Pero a Dante le encantaban los problemas. No en balde compuso la Comedia (“divina”, le dirán después) en el metro más peliagudo que encontrar se pudiese: tercetos de endecasílabos en cadena, sujetos al siguiente sistema de rimas:

a b a / b c b / c d c,


etc., donde la rima del verso mediano se convierte sucesivamente en la de los extremos, obedeciendo a una dinámica de trinomios progresivamente desplazados. ¡Cerebral, exacto, mortal! Un mecanismo de infarto. Y Dante, sintiéndose ahí como un pez en el agua, concentrando en la rima (que debería haber sido su peor pesadilla, una atadura insoportable) la más delicada de sus invenciones, lo más sutil de un ingenio volcánico. Umberto Eco no se refería a Dante cuando dijo: “Hay que inventarse constricciones,


2A partir de ahora y hasta el “reenvío a otros textos de idéntica autoría para mostrar detalles de la técnica en cuestión”, todo el fragmento

que sigue proviene de Di Patre, 2020: 260-268.

si se quiere crear libremente”; pero estas palabras describen en modo prodigioso el arduo esfuerzo creador de Dante Alighieri, capaz de convertir un impedimento técnico en el vértice de su espontaneidad imaginativa.


Retornando a la prosa: un sistema peculiar de cadencias, una ondulación característica es lo que se busca. Pronto se manifestó la exigencia de encontrar lo más privativo de la prosa rítmica dantesca, pero en relación con un tema muy diferente: la autenticidad de una epístola “endemoniada”, una especie de “Código da Vinci”. Se trata por supuesto de la fatídica carta que Dante envió a Cangrande della Scala, objeto de las presentes indagaciones.


La cuestión en su integridad, o sea la totalidad de los aspectos que la compone podría solventarse, si lo pensamos bien, de una manera muy sencilla. Hay que encontrar en la Epístola XIII (la de Cangrande) una singularidad tan imperceptible, tan sutil, que a ningún falsario pudiera ocurrírsele fijarse en ella y, consiguientemente, pensar en copiarla. Debe ser un fenómeno absolutamente singular, pero también discreto en grado supremo, y de lo que podría exclamarse: “Únicamente Dante puede ser capaz de algo así”. Hay que intentar capturar, a toda costa y por todos los medios posibles, la célula de indudable procedencia dantesca. El mecanismo del cursus se considera perfecto para eso. Dante se mostró siempre inclinado a componer el cuadro rítmico de la prosa latina según modalidades propias, con una entonación marcadamente individual. Y yo también 3decidí partir de esta constatación, por demás trivial. ¿Habrá que buscar una correspondencia exacta entre un motivo semántico y su manifestación rítmica?, me preguntaba ansiosamente durante una estadía florentina. ¿Estarán en correspondencia directa, en una relación de íntima e indudable interconexión, las ideas y las unidades rítmicas presentes en la prosa dantesca en lengua latina? (¿Estarán en relación directa los conceptos y las cláusulas?) Se trataba de una pregunta obsesiva. Pero podía llevar a una solución satisfactoria. Si quisiéramos representar el estilo de Mozart o de Brahms, ¿no hallaríamos de hecho secuencias fijas, calculadas, de signos musicales? ¿Y estas no se encontrarían ligadas a la dinámica de ciertas emociones? En las obras latinas de Dante la tendencia en cuestión posee una evidencia que produce asombro. Tanto, que para el empleo de una fórmula imperativa podemos estar seguros de hallar un velox; mientras que las alusiones a la pobreza (muy frecuentes, en el Dante peregrino, exiliado) se hacen acudiendo a la cláusula lenta, al tardus. No solo se pueden encontrar en Dante las trazas de un estilo melódico propio, sino que es lícito ponerlo en correspondencia con la cualidad esencial de lo expresado y, por así decirlo, con las “curvas” de la temperatura anímica perceptible en cada fragmento.

Pero más adelante me di cuenta —y fue una pena para mí, en ese momento—, de que la tendencia descrita no estaba exenta de excepciones. No siempre Dante procedía de ese modo, y en contadas — aunque muy pocas— ocasiones se permitía solemnes libertades, alejándose sensiblemente de la línea normativa. Ahora, la presencia de un defecto evidente en el complejo de la trama textual debe inducir, en principio, una verificación atenta de su contextura global; y la experiencia muestra con gran frecuencia cómo precisamente en la explicación del puntito “desviado”, de la irregularidad aparentemente insignificante, se cifra la posibilidad de encontrar la solución al problema planteado. En cierta ocasión en especial (cláusula veloz en lugar de la lenta esperada) me pregunté por qué exactamente en ese lugar (el punto del hallazgo comprometedor), justo y solo entonces, Dante hubiera decidido sacrificar una tendencia que se había revelado constante. Cabe una sola explicación para eso: la posición. El autor necesitaba algo con características bien especiales en esa línea, en ese lugar preciso, y a raíz de tal exigencia se sentía dispuesto a dejar a un lado eventuales preocupaciones de orden tonal, como la búsqueda de una afinidad estrecha entre forma y conceptos. El criterio de la posición es el que prima aquí, venciendo definitivamente consideraciones de otro tipo. Pero la posición supone siempre un orden... Y es así como me decidí a considerar algunos fragmentos desde la perspectiva abierta por las nuevas consideraciones. No tardé mucho en encontrar efectivamente lo que, en matemática, se denomina un “reflejo” (reproducción especular de un locus, un lugar, aritmético o geométrico).



3 Estas consideraciones se refieren a la primera autora del texto. Cfr. Di Patre, 2018: 263-67.

4.- ¡Éureka! El carácter exclusivo del cursus dantesco


Los resultados de la sucesiva indagación sobre el conjunto de los textos epistolares confirmaron el fenómeno en toda su extensión. La periodicidad de las cláusulas dantescas no deja lugar a dudas, y evidencia un orden rígidamente simétrico, con secuencias obedientes siempre al siguiente esquema:


Ac bc ab,


llamando a el planus, b el tardus y c el velox.


Es decir que el cuadro completo de las posibilidades rítmicas (al final de un período o en sus puntos nodales) de un texto epistolar dantesco prevé, o se reduce siempre a, este tipo fundamental. La disposición es única y, desde luego, altamente funcional. Al comienzo el autor juega con el binomio tardus/ velox; luego se asiste a una reiteración de la pareja planus/velox, para rematar con el “dúo”, no dinámico sino todavía ausente, tardus/planus. Et voilà!


Perfecta disposición numérica de las cláusulas (con otros “accidentes” simétricos que no describiré aquí); sinuosidad en el trazado, con “picos” de diferente altura colocados a distancias sapientemente distribuidas —mediante calculados intervalos— a lo largo del texto; un correr (recordemos el significado de la palabra cursus) ralentizado o acelerado según la ocasión, desde el paso del descanso preparatorio, hasta el galope frenético que cierra la carrera.


No es todo. La prosa dantesca de las Epístolas prevé una aparición de “tercetos” (las tres cláusulas importantes en fila, sin interposición de elementos extraños o replicados) dotados de una periodicidad perfecta: se muestran después de un número fijo (el mismo en cada carta) de otras cláusulas rítmicas. Y aun así, con este intervalo rígido, a veces considerable, que los separa, los tercetos aparecen rotados según el mismo sistema de los tercetos encadenados en la Divina Comedia; pongamos:


Abc … bca… cba,


donde el elemento mediano se vuelve primero.


Genial, desde luego. Y muy exactamente individual. La individualidad y la exactitud (precisión de la matemática y pasión poética, por ejemplo), parecerían estar reñidas. Y no es así, ni mucho menos. Lo cierto es que este fenómeno de la regularidad dantesca en las cláusulas rítmicas se nos antoja irrepetible, un asombroso hápax semántico. Semejante hallazgo en una epístola como la XIII dará fe de su autenticidad, con un margen de error..., tendiendo a cero.

Reenvío a otros textos de idéntica autoría para mostrar detalles de la técnica en cuestión 4.


5. Desde Scolari hasta la actualidad


L. Azzetta (2016: 273), decidido asertor de la autenticidad con referencia al ilustre documento, resume

las condiciones históricas del debate alrededor de la Epístola a Cangrande en estos términos:


L’autenticità dell’Epistola fu messa in dubbio per la prima volta nel 1819 da Filippo Scolari, Note, pp. 12-

21. Da quella data la riflessione è proseguita, spesso con aspre polemiche e in duelli fortemente personalizzati, portando al progressivo costituirsi di due schieramenti: l’uno formato dai sostenitori dell’autenticità, l’altro dai fautori dell’ipotesi del falso, questi ultimi a loro volta distinti tra chi afferma la falsità di tutta l’epistola e chi della sola sezione propriamente esegetica.


La autenticidad de la Epístola a Cangrande fue cuestionada primeramente por Felipe Scolari en 1819. A partir de esa fecha la discusión prosiguió sin cesar llevando, frecuentemente entre polémicas ásperas y debates fuertemente personalizados, al progresivo constituirse de dos bandos: el de los que abogaban por

la atribución dantesca, y de los que sostenían su falsedad. Entre los últimos se operó, sin embargo, una ulterior distinción, según la creencia en la falsedad de toda la epístola o una parte de ella.


“En el primer bando”, prosigue Azzetta, “pueden enumerarse estudiosos como Witte, Giuliani, Moore, Torraca, D’Alfonso, Vandelli, Mazzoni 5, Paolazzi, Padoan, Pertile, Hollander, Ricklin, Cecchini, Bellomo; en cuanto al segundo, las contribuciones más significativas se deben a Scolari, D’Ovidio, Luiso, Boffito, Pietrobono, Schneider, Hardie, Nardi, Mancini, Dronke, Kelly, Brugnoli, Ascoli, Barański, Inglese, Casadei (Azzetta, 2016: 273).


Azzetta supo dar un giro decisivo a la cuestión, como explicaremos más adelante, con un hallazgo de extrema importancia: contrariamente a cuanto se creía con anterioridad, uno de los comentadores más destacados de la Comedia, el notario florentino Andrés Lancia, atribuye a Dante de forma muy explícita la Epístola que hoy colocamos en el lugar decimotercero (Azzetta,2003). Cae así la importante objeción de una fallida referencia a nuestro autor por parte de los exégetas autorizados. Muy oportunamente el estudioso pone de relieve el abandono de “posiciones adherentes a la psicología” con el objeto de ofrecer una solución viable a los diferentes nudos del problema. De hecho algunos pocos, entre ellos Alberto Casadei (2012), esgrimen toda clase de argumentos, filosóficos, teológicos, bíblicos, en el intento de dar al traste con la hipótesis de autenticidad. Curiosa esta mezcla de tradiciones bajo un horizonte también heterogéneo. Lo más destacado del caso es que


a raíz de la famosa carta declaratoria, tan inocente a simple vista, se crearon escuelas de pensamiento y llegaron a formarse aguerridos bandos interpretativos: personalmente creo poder adscribirme al grupo florentino, cuyo representante más ilustre, en relación con este problema, se considera el gran maestro Francesco Mazzoni; su rival más empedernido, el tremendo Bruno Nardi, al que no sé bien a qué escuela podría asignarse, por su multiforme actividad y parábola intelectual. Piensen que unos cincuenta años antes de que se publicara un artículo de mi autoría en Deutsches Dante Jahrbuch, allá por el año 2010, donde pretendía alegar pruebas irrefutables de la autenticidad de la Epístola (y aún lo pretendo), los dantistas D’Ovidio y Schneider creían haberle dado el golpe más terrible con sus razones en contra. Más recientemente, Luca Azzetta (U. de Florencia) descubrió algo importante en relación con el tema” (Azzetta, fecha, página). Pero esto pertenece a otro problema fundamental, susceptible de caracterizarse desde una óptica absolutamente peculiar” (Di Patre, 2018: 262).


Consideremos la tradición textual relativa a nuestra Epístola: resulta notable el vacío de testimonios (directamente atribuibles a códices) a lo largo del siglo XIV. Pero el “vacío documental”, como dice L. Azzetta (2016: 275), se restaura prontamente con la tradición indirecta, la de los exégetas e intérpretes tradicionales. Con una modalidad paralela puede sanarse también la cuestión conturbadora ya parcialmente enunciada: o sea el hecho de que ninguno de los intérpretes antiguos parecía reconocer la célebre epístola como escrita por el propio Dante, aun citándola o sirviéndose de ella, en algunos casos, con cierta abundancia documental. Hasta la fecha del descubrimiento −muy importante, decíamos− del comentario compuesto por Andrea Lancia, donde no sólo la misiva aclaratoria se utiliza para el estudio exegético de la Comedia, como en otros textos interpretativos, sino que se atribuye con precisión a Dante Alighieri (Azzetta, 2003; 2012).


Ya refutada la supuesta ausencia de referencias específicas dentro de la exégesis antigua, no es difícil soslayar la cuestión limítrofe concerniente al carácter precipuo de la tradición relativa a la Epístola con anterioridad al siglo XVI. Otro problema felizmente resuelto, gracias a un planteamiento científicamente apropiado, lejos de adivinanzas estratégicas.


Pasemos con esto a las intervenciones recientes, situadas en vertientes decididamente antitéticas.


6.- ¿Ciencia o anticiencia?


Sobre la Epístola a Cangrande y el cursus que la caracteriza se ha intentado cuantificar a ultranza, pero bajo criterios con frecuencia equivocados. Cuando, para dar solo un ejemplo, algún estudio pretende mostrar cómo cierto documento del epistolario dantesco no respeta el uso general (comúnmente en


  1. Recordado maestro de quien escribe estas páginas.

    cuanto a estilemas o vocabulario), tiende a descuidar un importante factor anexo a la creatividad del genio, generalmente más propenso a lo específico que a una asunción canónica. Como escribía en años juveniles, “el falsario privilegia la tipología en absoluto detrimento del individuo” (Di Patre, 1990: 333), así que el punto extravagante o poco consuetudinario respaldará de preferencia la autenticidad. En un caso ya considerado histórico, el extraño suceso de las cabezas atribuidas a Modigliani, 6 debió esgrimirse razonablemente un argumento parecido: esos ejemplares se mostraban emblemáticos en demasía, para ser auténticos a todas luces.


    El criterio estadístico se ve ulteriormente comprometido por consideraciones relativas a la gama de licencias admisibles (dado el genotipo dantesco) frente a tipologías francamente aberrantes: aquí una simple oscilación en nuestra línea perceptiva es capaz de generar equívocos entre la ineptitud propia de un escolar y los niveles susceptibles de atribuirse a un falsario (en este caso, para colmo, sutil imitador de Dante). Hace falta, en suma, un canon que dirija esfuerzos improvisados hacia una operación de invariable apreciabilidad.


    Otro error fatalmente desviante: el hecho de creer que en la Epístola a Cangrande se encuentren reunidos, en una summa ejemplarmente tipificada, los módulos estilísticos propios de Dante, como si el documento en cuestión fuera la muestra representativa de todos ellos. Muy por el contrario, sabemos que el campeón capaz de congregar una media general deriva del apropiado cotejo entre todos los factores concurrentes, ninguno de los cuales podría predecirse como el lugar común de las tendencias universalmente delineadas. Descartar la paternidad dantesca de nuestra Epístola por eventuales divergencias del uso general denota un fuerte error de método. No es de extrañar que cada cual llegue a un resultado diferente, y los cálculos recabados por escrutinio parezcan desmentir la totalidad de los postulados matemáticos.

    ¿Cómo se llegó a la determinación de un cursus, por así decirlo, “geométrico”? 7

    Siempre me sorprendí al considerar la mole de materiales, lecturas y líneas diversas, que pueden justificar el asomarse de una intuición cualquiera; pero maravilla sobre todo la función puramente instrumental de este trasfondo teórico: al igual que una escalera wittgensteiniana, los objetos multiuso de nuestra búsqueda parecen esfumarse a medida que su alcance inmediato adquiere un carácter tangible; y el resultado final anula cualquier progreso momentáneo. Pronto me di cuenta de que cada hallazgo técnico admitía tamaña polivalencia funcional, como para invalidar la aplicación requerida; y que para salir de ese atolladero hecho de remisiones mutuas hacían falta auténticos puntos firmes, estacionamientos para alcanzar nuevas metas y, en general, una determinación amplia de usos dantescos establecidos bajo criterios científicos. El examen de la tipología coeva resulta, a estos efectos, determinante; y los rasgos específicos obtenidos tras el residuo exactamente acertado permiten un cotejo muy proficuo, con tal de renunciar a cualquier noción previa: precaución que resultaría obvia, si la tendencia contraria no estuviese aún tan largamente difundida. Ahora, el método de más alta funcionalidad debe basarse sobre un deslizamiento, por decirlo así, sistemático: adaptabilidad necesaria cuando los factores en juego adolecen de una interdependencia provisional. Poco a poco, el terreno irá despejándose por la suma de aciertos progresivamente delimitantes.


    Quiero dar solo un ejemplo: la tendencia a un acuerdo rítmico-semántico funciona sólo hasta cierto punto, como pudimos ver anteriormente. En el momento en que se reveló predominante el criterio del orden, sin embargo, empezaron a renacer inquietudes de otra clase: ¿por qué improvisamente la secuencia parecía interrumpirse? Solo ante la observación de que tales interrupciones se volvían periódicas (como explicamos antes) estuvimos en condiciones de atribuirlas a la aparición regular de tercetos, con los subórdenes concomitantes.


    Se iban precisando constantes, unos puntos de referencia sistemática. Al comienzo había que tener en cuenta las dificultades textuales (las que en el artículo de Linguistica e letteratura: Di Patre, 2013 defino



  2. Cfr. https://www.barnebys.es/blog/el-caso-modigliani-la-rocambolesca-historia-de-estudiantes-que-se-burlaron-del-mundo-del-arte

  3. Alusión al título del primer artículo autorial sobre el argumento (Di Patre, 2010-11).

    “crepacci concettuali), hasta el punto de bregar con ellas, pues el orden de las cláusulas tenía que definirse con base en la elección crítica del texto asumido; y su interpretación (eso es, la confiabilidad de la escansión rítmica resultante) necesitaba conciliarse a su vez con los criterios del ordenamiento general. Poco a poco, poniendo a veces por escrito las hipótesis sucesivas (sin las cláusulas del encabezamiento; incluyendo alguna dudosa o problemática, o renunciando a ella; en combinaciones con frecuencia complejas o variables, todas por registrarse constantemente), pareció alcanzarse en fin la aproximación a un descriptor funcional, o sea razonablemente idóneo para representar el referente analizado. Juzgo necesario en este punto abrir un pequeño paréntesis, concerniente a los métodos que se consideran exclusivos de la sola disciplina matemática. Convicción errónea, responsable de distorsiones análogamente motivadas. Basta repasar los títulos de las ediciones dantescas más autorizadas, para contemplar una curiosa oscilación entre A, B, y de nuevo A, B: Vita Nova, Vita Nuova; de nuevo Vita Nova, para llegar otra vez a la forma alterna, o deberíamos decir fatídica, de Vita Nuova. ¿A qué se debe el extraño e ininterrumpido carrusel? A la incapacidad de establecer un progreso sistemático, partiendo de conclusiones que estén sucesivamente más allá de toda duda –o de cualquier duda razonable–. Esta cualidad, inherente a todo proceso con características objetivas, cuando no de absoluta exactitud, parte de una observación cuidadosa, tal como recomendaba Galileo, de la naturaleza: una buena, no diré desapasionada, pero ciertamente fidedigna observación factual, o en el ámbito específicamente filológico, de los textos. A partir de una observación fidedigna se logra la verosimilitud del modelo, el cual a su vez probará la fidelidad en la toma de datos mostrando un funcionamiento adecuado, es decir, la mayor adherencia descriptiva. Si algo falla en el proceso, y el modelo obtenido presenta características disfuncionales, entonces, obviamente, se volverá a observar el fenómeno.


    Lo que se hizo, tentativamente, a fin de salvaguardar la escrupulosa disposición de cláusulas en la obra epistolar dantesca coincide en definitiva con un simple abastecimiento de datos: observar primero, muy pacientemente, los distintos relieves en la configuración rítmica del texto; cribar luego los detalles, intentando armonizar cualquier excentricidad a la vista. Pero mientras que antes solía verificarse un inevitable reenvío entre los factores básicos de la tipología considerada y los procedentes de nuevas observaciones, mediante ajustes mutuamente calibrados, una vez construido nuestro modelo, dotado de una regularidad verificable, las oscilaciones se anularon en consecuencia: ahora puede medirse la validez de las distintas cláusulas con base en su adhesión al referente modélico, en vez de someterlo una y otra vez a la criba de elementos configurativamente validados.


    De manera análoga, la emendatio más respetuosa podría sacar mucha ventaja de una normativa suficientemente consolidada; cualquier editor indeciso entre dos variantes podría, por ejemplo, optar por una de ellas a partir de la autoridad conferida por el esquema a la posición rítmica de la elección efectuada. También es superfluo remarcar que otros problemas de solución intrincada, como la datación de las obras latinas en general o de fragmentos específicos, se vería notablemente aventajada por la posesión de normativas bien testadas. Así como este “punto firme” establecería sin duda, en condiciones análogas a las de la matemática, indefinidas bases de aplicabilidad (por ejemplo un proficuo cotejo con textos retóricos, coevos o no, de otros autores).


    7.- Los últimos aportes: inteligencia artificial


    Se exponen aquí algunos comentarios del segundo autor de este artículo, dirigidos a examinar intentos recientes en torno a la problemática expuesta y a relacionarlos con las secciones anteriores.


    Una línea de razonamiento común a los varios intérpretes que argumentan, tanto a favor como en contra de la autenticidad autoral de la epístola en discusión, es la búsqueda de argumentos lo más objetivos posibles para favorecer o rechazar una u otra posición. Pero ¿es posible eliminar al sujeto de cualquier análisis? Este ideal de objetivación podría alcanzarse sólo buscando la opinión de un tercero hipotéticamente objetivo, como, por ejemplo, la inteligencia artificial.


    Entre muchas y cambiantes definiciones de inteligencia artificial, las más simples involucran definiciones similares a estas: “Sistemas informáticos capaces de realizar tareas que requieren

    inteligencia humana”; “Capacidad de una máquina de imitar funciones cognitivas de los humanos”, “Complejos capaces de hacer que las computadoras piensen y tomen decisiones”, y similares. Dentro de esta ciencia existen varias ramas que abordan el problema de cómo “hacer pensar a las computadoras” de diversas maneras. Recientemente, la más popular de estas estrategias para diseñar sistemas inteligentes es el denominado aprendizaje de máquinas o machine learning; términos que usaremos de forma intercambiable. Así como la inteligencia artificial se puede definir de muchas maneras, el machine learning tampoco posee una sola definición aceptada categóricamente. Sin embargo, de manera relativamente general se puede resumir machine learning como la rama de la inteligencia artificial que usa algoritmos, los cuales permiten a las computadoras “aprender” de conjuntos de datos y ejecutar tareas basándose en ese aprendizaje, sin ser explícitamente programadas. Antes de proseguir con la discusión en torno a los últimos esfuerzos concernientes a la problemática de la autoría de la epístola, quiero mencionar que precisamente esta frase: “sin ser explícitamente programados”, es lo que le ha dado tanta fortaleza al machine learning como herramienta computacional; me propongo entonces describir sucintamente su importancia de manera informal, aunque clara. El hecho de que una computadora no tenga que ser programada explícitamente para llevar a cabo una tarea tiene muchas implicaciones. Las más cruciales en el contexto de interés son:


    Autonomía


    Ya que los algoritmos aprenden a ejecutar acciones solamente de los datos, y no de un conjunto de “reglas” proporcionadas por los desarrolladores/programadores, los algoritmos no se ven influenciados por potenciales limitaciones o sesgos de los que los implementan (mientras no se los condicione de alguna manera para ello).


    Flexibilidad


    Como los “razonamientos” de las computadoras no son programados de manera cerrada, sino que la computadora encuentra por sí misma la manera de responder ante diferentes datos, esto le permite generalizar dicho conocimiento incluso para datos totalmente nuevos, generalmente con buenos resultados (en tanto sean relativamente similares al conjunto de datos del cual el sistema aprendió).


    Un ejemplo muy sencillo donde se aplica este paradigma es la detección de correos fraudulentos (mejor conocidos como spam). En general, la acción consiste aquí en tratar de identificar si un correo es espurio o no lo es. Abordar este problema usando solamente un conjunto de reglas rígidas, almacenadas como en “diccionarios” de palabras o frases prohibidas, es poco práctico, pues los idiomas son sumamente ricos y flexibles, y los “piratas cibernéticos” dan prontamente con métodos para sortear dichas barreras. En cambio el machine learning puede aprender patrones complejos en textos (vocabulario, estructura, remitentes, etc.) y “evolucionar” junto con nuevos engaños que los métodos estáticos no pueden abarcar fácilmente (de hecho, la lucha antiestafas es continua y cada vez que identificamos y reportamos un correo malicioso no detectado, en un primer momento, por el filtro antispam, ayudamos a que estos algoritmos mejoren, pues tales datos se incluyen en el entrenamiento de versiones más actualizadas de detección). De manera muy similar a la detección de spam, en el contexto del problema de autoría de la epístola, el machine learning se puede utilizar planteando y respondiendo la siguiente pregunta: “¿Es este texto dantesco o no lo es?”.

    Bajo ideas afines a las enunciadas, un grupo de investigadores publicaron dos artículos relacionados, 8 en los que aplicaron un algoritmo de aprendizaje de máquinas para tratar de responder la pregunta de manera objetiva. Para hacer esto, recolectaron un conjunto de textos de origen dantesco y no dantesco y los dividieron según su “tono”, en un corpus “epistolar” y otro “literario”. A pesar de ello, las discusiones a continuación son pertinentes a las conclusiones de ambos corpus. Aunque el formalismo de los artículos difiere al describir ciertos detalles de la aplicación en la metodología usada, ambos describen el mismo proceso general por el cual los resultados del algoritmo llevan a una conclusión: la epístola no


  4. 1. S. Corbara, A. Moreo, F. Sebastiani, M. Tavoni, 2018; 2. Iidem, 2019.

    se puede atribuir a Dante. Sin embargo, en el artículo escrito como respuesta a ambos 9 se hizo una dilatada exposición, describiendo algunos puntos que en el mejor de los casos ponen en duda una afirmación un tanto apresurada, mediante la utilización de los mismos códigos y resultados pertenecientes a los autores en cuestión. Para no dilatar demasiado este razonamiento, describiremos someramente los tres puntos más importantes y generales de nuestra réplica, aplicables a cualquier intento similar efectuado por inteligencia artificial; por todo lo demás, remitimos al lector al artículo de réplica, en el original italiano, donde se describen en detalle los elementos del análisis efectuado.


    En primer lugar, hay que anotar lo siguiente: aunque el machine learning comprende una plétora de algoritmos capaces de desempeñar tareas específicas, en los artículos analizados solamente se explora uno a profundidad, mientras la aplicación y resultados de otros apenas se mencionan. Esta elección se justificó con la sencillez e interpretabilidad del algoritmo escogido; pero tales aspectos no se llegan a describir del todo, sin mencionar que ello no reemplaza el hecho de que no se presentaran resultados de otros algoritmos, dotados de par sencillez y también explorados por los autores. En definitiva, se logró un juicio provisionalmente objetivo, aunque un tanto superficial, a pesar de que se pudieron presentar varios más.


    El segundo punto, aún más serio, concierne al conjunto de datos de entrenamiento y validación del algoritmo, así como a las características que se extrajeron de este conjunto, para ser usados como insumos del algoritmo. Si bien la verificación de autoría es un problema común en la informática, donde se tiene confianza en métodos exitosos para otros problemas que siguen pasos estandarizados, no todos estos procedimientos resultan directamente aplicables al problema relativo a la Epístola a Cangrande. Es así por ejemplo que los autores mismos afirman cómo el número de textos del corpus −el cual incluye varios otros autores clásicos que pudieron tener textos en latín con cierta similitud a los de Dante− es relativamente pequeño para la tarea, lo que en cierto momento los obliga incluso a particionar el mismo texto en varias “oraciones”, a fin de obtener así más muestras de cada autor. Del mismo modo, las características que se extraen de los textos (o sus particiones), que consisten mayormente en asociar con cada autor la frecuencia (ocurrencia) de elementos lingüísticos −como cadenas cortas de letras y de palabras o terminaciones verbales−, parecen carecer de la complejidad narrativa suficiente para capturar estilos literarios personales, sobre todo tras lo discutido en los apartados anteriores. Tal relevante es el problema referente al tamaño del corpus de entrenamiento, que entre las decenas de autores cuyos textos se utilizaron para entrenar el algoritmo, este se pudo validar únicamente para la autoría de nueve de ellos

    -los que poseían más de un texto cuyo conocimiento lo habilitara para ser contrastado-. Los resultados de dicha validación no fueron completamente satisfactorios, y se describen seguidamente, en el apartado que se dedica a la tercera y última crítica.


    El tercer punto crítico de los estudios mencionados tiene que ver con el desempeño y resultados como tales del algoritmo utilizado. Continuando con los argumentos que versan en torno al proceso de validación, causó mucha sorpresa el hecho de que, aunque el algoritmo se desempeñó generalmente bien

    −rara vez sucedió que un texto fuera atribuido a un autor equivocado, entre los nueve para los que se pudo entrenar y validar al algoritmo−, falló en ocasiones particularmente cruciales para el problema en cuestión: nada menos que en lo referente a la Monarchia de Dante, la cual fue identificada como “no de Dante” por el algoritmo. Así mismo, curiosamente el comentario a la Divina Comedia del hijo de Dante fue atribuido al padre. Este hecho demuestra que el algoritmo como tal puede fallar en cualquiera de las conclusiones que pudiera arrojar sobre la Epístola a Cangrande. Aún más sorprendentes se muestran los resultados específicos con relación al texto en disputa: en ambos corpora, en efecto, ninguno de los otros escritores para los que se pudo entrenar y validar el algoritmo resultó ser en términos probabilísticos el autor de nuestro referente (es decir, la Epístola a Cangrande); mientras que el propio Dante resultó, en palabras de los autores, el menos improbable −¡es decir, el más probable!− dentro del corpus literario, y para el corpus epistolar resultó el segundo más probable, aunque las probabilidades fueron bajas. Esto expone la fragilidad no solo del resultado obtenido por el algoritmo de aprendizaje de máquinas utilizado



  5. Di Patre, Anzieta, Calahorrano, 2022.

en ese estudio, sino también del argumento según el cual Dante no sería autor del referente analizado, al menos en términos categóricos.


Para concluir este segmento, entonces, el autor se ve obligado a recalcar que la aparente objetividad de la inteligencia artificial debe sopesarse sobre todo con arreglo al siguiente hecho indiscutible: las subjetividades (o cuando menos sesgos involuntarios, pero patentes en los procesos) siguen apareciendo al momento de escoger uno o varios algoritmos, al escoger los conjuntos de datos para entrenarlos, al decidir las características que se extraerán de los conjuntos de datos, e inclusive, o finalmente, en la interpretación o presentación de los resultados, entre otros puntos fácilmente evidenciables. Esta subjetividad se refuerza en presencia de elementos como el cursus u otros fenómenos complejos, cuya dificultad de incorporación al análisis de autoría refuerzan la debilidad algoritmos simples como el utilizado en los estudios en cuestión. Tales complejos quizás se puedan incorporar en modelos de lenguaje mucho más avanzados, como chat-GPT, los cuales poseen varios billones de parámetros obtenidos tras un entrenamiento con vastos corpus de conocimiento humano. Estamos frente por tanto a operaciones mucho más complejas y nada triviales, aunque siempre sujetas en definitiva a la interpretación y validación humana.


Son argumentos que deben llevarnos a admitir cómo resultados obtenidos por computadoras son todavía, de cierto modo, “artificios” algorítmicos o, usando la expresión propia, una forma de inteligencia artificial.


8.- Pesquisas subjetivas y búsqueda de objetividad


Entre los dos polos de una búsqueda filológica ciertamente sutil, aunque últimamente distorsionada con frecuencia, y los últimos, prometedores aportes debidos a la inteligencia artificial, habrá de colocar una fase con calibraciones intermedias: criterios computacionales basados en los resultados incontrovertibles de la filología tradicional (esos “puntos firmes” de los que se habló anteriormente), y métodos suficientemente testados como para sugerir conclusiones fundantes. Es menester despejar las zonas de espesa subjetividad, hasta dejar un espacio compartible, por así decirlo, a partir de los dos hemisferios considerados. Superfluo subrayar cómo los pretendidos desacuerdos o ciertas contradicciones singularmente sospechadas entre la Comedia y contextos sueltos de la Epístola a Cangrande (Casadei: 2012) no pueden encontrar cabida en el panorama que se pretende delinear: surgieron a propósito de la mayoría de las obras dantescas, no pueden ni aceptarse ni rechazarse: son, simplemente, discutibles, pertenecen a un dominio de ambigüedades declaradas. Peor cuando hay una apelación directa a dominios tan intrincados como el de la exégesis medieval de textos bíblicos, o de la propia filología bíblica, o la teología medieval afrontadas sin una visio específica o, que es lo mismo, desde sectores de competencia ambiguos. Una frase de Buenaventura necesitaría a menudo de una explicación enciclopédica. La recomendación aquí es siempre la de simplificar: seguir complicando equivale a circunscribir trazados en círculos de perenne indecisión interpretativa, o de laberíntica seguridad programática.


No se puede sino reenviar a un texto como la reciente edición crítica elaborada por Luca Azzetta (2024), como ejemplo de un compromiso seriamente adquirido con las letras, documentalmente riquísimo y capaz de proporcionar a los modelos algorítmicos los avances susceptibles de obtenerse en este campo. Según la conclusión del propio Azzetta, que cita a Eugenio Montale mirando a la sutil dinámica dantesca entre profetismo y poesía: “Dante non può essere ripetuto […]. Ed è proprio la ragione dei fatti che ci sfugge” (Azzetta, 2024: 64). Una razón por rescatar. El dominio de lo irrepetible exige ahora, más que nunca, metódicas de comprobada verificabilidad, o de refacción largamente consensuada.


Referencias bibliográficas


Alighieri, D. (2021). Epistole. En M. Baglio, L. Azzetta, M. Petoletti, & M. Rinaldi (Eds.), Nuova edizione commentata delle opere di Dante: Epistole, Egloge, Questio. (vol. 5, pp. 273-418). Roma, IT: Salerno.

Alighieri, D. (2024). L’Epistola a Cangrande. L. Azzetta(ed.). Roma, IT: Salerno.


Azzetta, L. (2003). Le chiose alla Commedia di Andrea Lancia, l’Epistola a Cangrande e altre questioni dantesche. L'Alighieri, 21, 5-76.


Barenstein, J. (2018). Carta XIII de Dante Alighieri a Cangrande della Scala. Mutatis Mutandis: Revista Internacional de Filosofía, 10, 143-176. DOI:10.69967/07194773.v1i10.30


Casadei, A. Sull'autenticità dell'Epistola a Cangrande (2014). En C. Cattermole Ordóñez, C. de Aldama Ordóñez (eds.), Ortodossia ed eterodossia in Dante Alighieri: atti del convegno di Madrid (pp. 803-830). Alpedrete, ES: Ediciones de la Discreta. ISBN 978-84-96322-66-0


Corbara, S., Moreo, A., Sebastiani, F., Tavoni, M. (2019). L’Epistola a Cangrande al vaglio della computational authorship verification: Risultati preliminari (con una postilla sulla cosiddetta XIV Epistola di Dante Alighieri). En A. Casadei (Org.), Atti del Seminario “Nuove Inchieste sull’Epistola a Cangrande” (pp. 153-192). Pisa, IT: Pisa University Press.


Corbara, S., Moreo, A., Sebastiani, F., Tavoni, M. (2019). Proceedings of the 1st International Workshop on Pattern Recognition for Cultural Heritage (PatReCH). 148-158. https://doi.org/10.1145/3485822


Corbara, S. (2020). The Epistle to Cangrande through the Lens of Computational Authorship Verification. En: Frohmmolz, I., Liu, H y Moshfeghi, Y (eds.). Proceedings of the 9th PhD Symposium on Future Directions in Information Access co-located with 12th European Summer School in Information Retrieval. Ceur Workshop Proceedings. 2537. 10.1007/978-3-030-30754-7_15


Di Patre, P. (1989). I modi dell’intertestualità dantesca: tradizione classica e biblica in un frammento di prosa (Ep. VI, 12-24). Studi Danteschi, 61, 289-306.


Di Patre, P. (1990). L’arte della emulazione nelle Epistole dantesche. Tre reperti classico-biblici. Studi Danteschi, 62, 323-334.


Di Patre, P. (2010-2011). Un cursus geometrico? L'impalcatura nascosta della prosa ritmica dantesca nelle Epistole. Deutsches Dante –Jahrbuch. 85, 279–299. https://doi.org/10.1515/dante-2013-0016


Di Patre, P. (2013). Le ragioni pitagoriche del cursus dantesco. Linguistica e letteratura. XXXVIII (1/2), 39-51. DOI: 10.1400/213180.


Di Patre, P. (2017). Un ordine irrefutabile: Dante e il cursus. Dante: rivista internazionale di studi su Dante Alighieri. XIV.21-30. DOI: 10.19272/201705401002.


Di Patre, P. (2020). Il cursus nell’Epistola XIII. En: Di Patre, P. (Ed), Entre epígonos y autoinspección. Actas del II Congreso Andino de Estudios sobre Dante Alighieri (pp. 157-168). Quito: EDIPUCE. https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=859670


Di Patre, P. (2020). El problema del cursus dantesco (y la necesidad de un análisis funcional). En: Di Patre, P. (ed), Entre epígonos y autoinspección. Actas del II Congreso Andino de Estudios sobre Dante Alighieri (pp. 257-268). Quito, EC: EDIPUCE.


Di Patre, P. (2022). L’esame del cursus dantesco in una nuova applicazione. Sinestesie online. XI (34), 1-10. https://sinestesieonline.it/wp-content/uploads/2022/02/gennaio2022-02.pdf


Di Patre, P., Anzieta-Reyes, J. and Calahorrano-Di Patre, A. (2022). “Intorno a L’Epistola a Cangrande al vaglio della Computational Authorship Verification: impostazioni e problematiche”. Rivista di studi danteschi, XXI (2), 405-420. DOI: 10.60999/108445

Di Patre, P. (2023). Un'epistola attribuita a Cangrande della Scala: andamento ritmico e paternità dantesca. La parola del testo, XXVII (1-2), 35-44. DOI: 10.19272/202311802002.


D’Ovidio, F. (1901). L’Epistola a Cangrande. En Studi sulla Divina Commedia (pp. 452-485). Milano, IT: Remo Sandrón.


Inglese, G. (1999). Epistola a Cangrande: questione aperta. Critica del testo, II (3), 951-974. Lancia, A. (2012). Chiose alla ‘Commedia’. Azzetta, L. (ed.). Roma, IT: Salerno.

Schneider, F. (1960). Ter Brief an Can Grande. Deutsches Dante Jahrbuch, XXXVIII, 51-74.