PROMETEICA - Revista de Filosofia y Ciencias. 2025, v. 32


Artículos - Dosier


https://doi.org/10.34024/prometeica.2025.32.19730

 


LA EXPERIENCIA INTERPERSONAL COMO FENÓMENO QUE TRASCIENDE LA OBJETIVIDAD EN JEAN-LUC MARION


INTERPERSONAL EXPERIENCE AS A PHENOMENON THAT TRANSCENDS OBJECTIVITY IN JEAN-LUC MARION


A EXPERIÊNCIA INTERPESSOAL COMO FENÔMENO QUE TRANSCENDE A OBJETIVIDADE EM JEAN-LUC MARION


Juan Assirio1
(Universidad Austral, Argentina)
jassirio@austral.edu.ar


Recibido: 15/11/2024
Aprobado: 13/02/2025

 


RESUMO


Este artigo examina a fenomenologia da doação de Jean-Luc Marion como marco conceitual para compreender a experiência interpessoal. A pesquisa sustenta que a experiência do outro constitui um "fenômeno saturado" que transcende as categorias objetivas tradicionais. Marion desenvolve uma crítica à fenomenologia clássica por sua tendência a objetivar os fenômenos, propondo em seu lugar uma fenomenologia onde o fenômeno se manifesta por si mesmo, sem necessidade de um agente doador. O fenômeno do nascimento é analisado como caso paradigmático de "fenômeno saturado" que evidencia nossa condição de "seres doados." Em resposta à crítica de Dominique Janicaud sobre a suposta infiltração teológica nesta proposta fenomenológica, Marion desenvolve a "tripla redução fenomenológica" para depurar o conceito de doação de elementos causais ou teológicos. No entanto, esta metodologia tem gerado objeções quanto à sua viabilidade prática, riscos de solipsismo, perda de conteúdo significativo e desatenção à dimensão ética. Apesar destas limitações, a fenomenologia da doação constitui uma contribuição significativa para reconfigurar a compreensão da ética e da experiência intersubjetiva.


Palavras-chave: doação. fenômeno saturado. nascimento. virada teológica. Marion.


ABSTRACT


This article examines Jean-Luc Marion's phenomenology of givenness as a conceptual framework for understanding interpersonal experience. The research maintains that the experience of the other constitutes a "saturated phenomenon" that transcends traditional objective categories. Marion develops a critique of classical phenomenology for its tendency to objectify phenomena, proposing instead a phenomenology where the phenomenon manifests itself without requiring a giving agent. The phenomenon of birth is analyzed as a


1 Es Doctor en Filosofía por la Universidad de Navarra. Es Profesor asociado con dedicación completa de antropología y ética en la facultad de derecho y en la escuela de Educación de la Universidad Austral (Buenos Aires, Argentina)

paradigmatic case of "saturated phenomenon" that evidences our condition as "given beings." In response to Dominique Janicaud's criticism regarding the alleged theological infiltration in this phenomenological proposal, Marion develops the "triple phenomenological reduction" to purify the concept of givenness from causal or theological elements. However, this methodology has generated objections regarding its practical viability, risks of solipsism, loss of meaningful content, and inattention to the ethical dimension. Despite these limitations, the phenomenology of givenness constitutes a significant contribution to reconfiguring the understanding of ethics and intersubjective experience.


Keywords: donation. saturated phenomenon. birth. theological turn. Marion.


RESUMEN


Este artículo examina la fenomenología de la donación de Jean-Luc Marion como marco conceptual para comprender la experiencia interpersonal. La investigación sostiene que la experiencia del otro constituye un "fenómeno saturado" que trasciende las categorías objetivas tradicionales. Marion desarrolla una crítica a la fenomenología clásica por su tendencia a objetivar los fenómenos, proponiendo en su lugar una fenomenología donde el fenómeno se manifiesta por sí mismo, sin necesidad de un agente donador. El fenómeno del nacimiento se analiza como caso paradigmático de "fenómeno saturado" que evidencia nuestra condición de "seres donados". Frente a la crítica de Dominique Janicaud sobre la presunta infiltración teológica en esta propuesta fenomenológica, Marion desarrolla la "triple reducción fenomenológica" para depurar el concepto de donación de elementos causales o teológicos. No obstante, esta metodología ha generado objeciones respecto a su viabilidad práctica, riesgos de solipsismo, pérdida de contenido significativo y desatención a la dimensión ética. A pesar de estas limitaciones, la fenomenología de la donación constituye un aporte significativo para reconfigurar la comprensión de la ética y la experiencia intersubjetiva.


Palabras clave: donación. fenómeno saturado. nacimiento. giro teológico. Marion.


Introducción


En la filosofía contemporánea, la búsqueda de la objetividad ha dominado la comprensión de la experiencia, especialmente en el ámbito interpersonal. Sin embargo, esta búsqueda se enfrenta a un desafío fundamental: la experiencia del otro, en su radical singularidad, desborda cualquier intento de encasillamiento o categorización objetiva. El encuentro con la alteridad nos confronta con una dimensión que excede las capacidades del sujeto cognoscente, revelando la insuficiencia de los marcos conceptuales tradicionales para capturar la riqueza y complejidad de la experiencia interpersonal.


En este contexto, el pensamiento de Jean-Luc Marion se presenta como una propuesta atendible para abordar esta problemática. Su fenomenología de la donación, centrada en la noción de que el fenómeno se da a sí mismo a partir de sí mismo, ofrece un enfoque particular para comprender la experiencia del otro, no como un objeto a ser aprehendido, sino como un evento que nos sobreviene e interpela. Marion argumenta que existen “fenómenos saturados”, como el amor, la amistad o la mirada del otro, que desbordan las capacidades receptivas del sujeto, imponiéndose con un “exceso de intuición” que resiste a la objetivación.


Este artículo se centrará en el análisis de la noción de donación y el concepto de fenómeno saturado en la obra de Marion, con especial énfasis en su aplicación a la experiencia interpersonal. Se explorará cómo la intersubjetividad se configura como un espacio de interdonación, donde los sujetos se constituyen mutuamente a través del encuentro con la alteridad. A través del análisis del ejemplo concreto de la experiencia del nacimiento, se argumentará que la relación con el otro se caracteriza por

una inobjetivabilidad radical que desafía a repensar el conocimiento del vínculo intersubjetivo y sus implicancias éticas.


El objetivo de este trabajo es, por lo tanto, mostrar cómo la fenomenología de la donación de Marion nos ofrece un entramado de nociones para comprender la experiencia interpersonal en su radicalidad, que según su autor supera las limitaciones del paradigma de la objetividad, abriéndonos a una nueva dimensión ética basada en la recepción, la responsabilidad y el cuidado del otro en su singularidad. Según Marion, el reconocimiento del carácter de donación que subyace a la experiencia del otro nos conduce a una comprensión más profunda de la justicia, la compasión y el perdón en las relaciones interpersonales.


  1. La reducción del fenómeno a objeto


    La propuesta de Jean-Luc Marión se inserta en un contexto filosófico donde la noción de fenómeno ha sido tradicionalmente limitada por la metafísica y la fenomenología clásica. Marion argumenta que tanto la metafísica kantiana como la fenomenología husserliana, a pesar de sus diferencias, comparten una concepción del fenómeno que lo subordina al sujeto. Esta subordinación, según Marion, conduce a una doble limitación del fenómeno: primero, se ve restringido a un horizonte de aparición preestablecido y, segundo, se aliena de sí mismo al depender del Yo para su manifestación. Para comprender mejor este argumento, podemos desglosarlo del siguiente modo:


    Marion sostiene que tanto Kant como Husserl, a pesar de sus diferencias, "reducen el fenómeno a lo que la mirada intencional del yo puede controlar, dominar y, en consecuencia, objetivar" (Marion, 1989, p. 221). Al ser reducido a objeto, el fenómeno se convierte en una representación mental, una construcción del sujeto que lo percibe. Esta representación mental se limita a reflejar las categorías y expectativas del sujeto, despojando al fenómeno de su autonomía y singularidad. El fenómeno, en lugar de darse libremente, queda atrapado en la red de la intencionalidad del sujeto.


    Marión propone el ejemplo de la Distorsión Objetiva al hablarnos de la anamórfosis (Marion, 2005a, p. 19). Busca ilustrar cómo la percepción objetiva, al fragmentar y analizar la realidad, distorsiona la unidad y la singularidad del fenómeno. La anamórfosis, una imagen distorsionada que solo puede ser vista correctamente desde un punto de vista específico, sirve como metáfora de la limitación de la percepción objetiva. Al igual que la anamórfosis requiere una perspectiva particular para ser comprendida, el fenómeno, al ser reducido a objeto, solo se percibe a través de las categorías preestablecidas del sujeto, perdiendo su plenitud y riqueza2.

    Para Marion, el fenómeno, en su estado puro, se manifiesta como un don, algo que se da libremente y sin condiciones al sujeto. Sin embargo, al ser reducido a objeto, esta dimensión de gratuidad y donación se ve oscurecida. El objeto se define por su utilidad y su función dentro del sistema de la intencionalidad del sujeto, mientras que el don se caracteriza por su gratuidad y su capacidad de darse sin esperar nada a cambio. La reducción a objeto, por lo tanto, impide la experiencia del fenómeno como un evento que nos interpela y nos transforma, sometiéndolo a las lógicas del control y la utilidad.


    La capacidad del fenómeno de interpelar al sujeto, de cuestionar sus ideas preconcebidas y abrirlo a nuevas posibilidades de experiencia, también se ve limitada por la reducción a objeto. El sujeto, al abordar el fenómeno como un objeto, adopta una postura de control y dominio, impidiendo que el fenómeno lo afecte y lo transforme. La relación se vuelve unidireccional, con el sujeto como agente



    2 Tanto Jean-Luc Marion como Leonardo Polo comparten la idea de que existen dimensiones de la realidad que desbordan la capacidad de aprehensión del sujeto. Marion introduce la noción de fenómenos saturados, aquellos que exceden las categorías tradicionales del conocimiento y que no pueden ser completamente comprendidos ni conceptualizados. Este concepto se refleja en la teoría del límite mental de Polo, quien afirma que la mente humana está limitada por su finitud y no puede abarcar lo trascendental en su totalidad. Según Polo, "la mente humana no puede abarcar el infinito, pero su limitación no la cierra, sino que la pone en relación con lo absoluto" (Polo, 1991, p. 109). De esta manera, ambos filósofos coinciden en que existe un exceso de sentido o un desbordamiento que desafía los límites de la razón humana, ya sea en los fenómenos saturados de Marion o en la relación infinitiva que Polo describe entre lo finito y lo trascendental.

    activo y el objeto como entidad pasiva, lo cual limita la posibilidad de un encuentro auténtico con la alteridad y la novedad.


  2. El giro hacia la donación


    La propuesta de Jean-Luc Marión de un giro hacia la donación representa un cambio relevante en la forma de concebir la fenomenología y, con ella, la experiencia misma. Desde la perspectiva de Marion la fenomenología tradicional que él identifica con las versiones kantiana y husserliana, reduce el fenómeno a un objeto de la conciencia, un mero producto de la intencionalidad del sujeto. Esta reducción, como señala Marion, aliena el fenómeno de sí mismo, impidiendo que se manifieste en su plenitud y singularidad (Marion, 1989, p. 221). La donación, por el contrario, se presenta como una apertura hacia una nueva fenomenalidad, una que no está limitada por las categorías preestablecidas del sujeto.


    Para comprender la propuesta de Marion, es crucial entender que la donación no se concibe como un acto consciente por parte de un sujeto, sino como un darse espontáneo del fenómeno en su singularidad e irreductibilidad. El fenómeno, desde esta perspectiva, no es algo que el sujeto construye o produce, sino algo que se le da, algo que lo interpela y lo transforma. La donación, por lo tanto, desplaza el centro de la experiencia del sujeto al fenómeno mismo, reconociendo la primacía de aquello que se da sobre la intencionalidad del sujeto.


    Marion encuentra en la intuición un punto de partida para comprender la donación. Según su perspectiva, a diferencia de Husserl, que limita la intuición a lo sensible y lo categorial, Marion propone una intuición que excede las capacidades receptivas del sujeto. Esta intuición se manifestaría en lo que él denomina "fenómenos saturados", fenómenos que desbordan las categorías del entendimiento y se imponen con un exceso de intuición (Marion, 2005a, p. 19).


    El ejemplo del cubismo ilustra esta posibilidad de una fenomenalidad que excede la intuición común. El pintor cubista, al romper con la perspectiva tradicional, busca representar la multiplicidad de puntos de vista que coexisten en la experiencia de un objeto, asemejándose a la búsqueda de una fenomenología que va más allá de la objetivación y se abre a la donación del fenómeno en su singularidad.


    La reducción fenomenológica, central en la filosofía de Husserl, también es replanteada por Marion desde la perspectiva de la donación. La reducción, en este caso, no busca limitar el fenómeno a lo dado, sino reconocer en lo dado la manifestación de la donación. Como afirma Marion: “Cuanto de reducción, tanto de donación” (Marión, 2005a, p. 46). La reducción, por lo tanto, no se entiende como una eliminación de lo no-fenoménico, sino como una apertura a la donación que se manifiesta en el fenómeno mismo.


    El giro hacia la donación implica un cambio fundamental en la comprensión de la experiencia y de la relación entre el sujeto y el fenómeno. La experiencia, desde la perspectiva de la donación, se entiende como un recibir, un dejarse afectar por el fenómeno en su singularidad e irreductibilidad (Marion, 2008a,

    p. 136). El sujeto, en lugar de ser el agente activo que construye la realidad, se convierte en un receptor que se abre a la donación del fenómeno. Como se ve, este cambio de perspectiva tendría implicaciones profundas para la ética, ya que al reconocer la primacía de la donación, se abre la posibilidad de una ética basada en la receptividad y la responsabilidad hacia la singularidad del otro. Me referiré a ello, hacia el final.


  3. El Nacimiento, un fenómeno saturado que nos define como “donados”.


    En la obra que estamos comentando Marion presenta el concepto de "fenómeno saturado", que emerge como una categoría clave para comprender aquellas experiencias que desbordan nuestra capacidad de conceptualización. Estos fenómenos se distinguen por una intensidad de intuición que excede cualquier intento de objetivación, desafiando las categorías tradicionales del entendimiento. A diferencia de los

    fenómenos “pobres” o “comunes”, donde la intuición se ajusta a un concepto definido, los fenómenos saturados se imponen con un exceso de significado que exige una constante búsqueda de sentido.


    Marion define los fenómenos saturados como aquellos cuya “intuición excede, ampliamente, la amplitud de todo concepto posible” (Marion, 2005a, p. 11). Esta saturación no implica una carencia de sentido, sino más bien una sobreabundancia, una proliferación de interpretaciones que demanda una “hermenéutica sin fin” (Marion, 2005a, p. 11). Es decir, los fenómenos saturados no se agotan en una sola lectura, sino que se abren a una multiplicidad de sentidos que desafían la capacidad del sujeto para aprehenderlos completamente.


    El hecho del nacimiento de un nuevo ser humano, en particular, emerge para Marion como un ejemplo privilegiado de fenómeno saturado. Como señala el filósofo, el nacimiento trasciende su dimensión puramente biológica para manifestarse como un acontecimiento que introduce un nuevo ser en el mundo. Esta introducción desborda cualquier intento de reducción objetiva, transformando fundamentalmente las relaciones interpersonales y la estructura misma de la experiencia humana.


    La saturación del fenómeno del nacimiento se evidencia en su resistencia a la objetivación. Marion argumenta que el fenómeno saturado rechaza ser observado como mero objeto debido a su exceso múltiple e indescriptible. En el caso del nacimiento, esta saturación se manifiesta en la confluencia de transformaciones emocionales, sociales y existenciales que exceden el marco analítico tradicional. La llegada de un nuevo ser no solo añade un individuo al mundo, sino que reconfigura toda una red de relaciones y significados.


    Marion enfatiza el carácter “inmirable” del nacimiento, estableciendo un contraste directo con la tradición previa. Por ejemplo, mientras Kant propone que toda experiencia debe estructurarse a través de categorías a priori que permiten la objetivación, Marion sostiene que el nacimiento escapa a esta determinación categorial. El fenómeno del nacimiento trasciende las relaciones causales simples, revelando una complejidad que requiere una apertura a la multiplicidad de significados. La caracterización del nacimiento como fenómeno saturado en el pensamiento de Marion puede articularse a través de cinco aspectos fundamentales:


    Primero. El nacimiento desborda toda reducción a lo meramente biológico. Si bien incluye innegablemente un proceso fisiológico, su significación se extiende hacia dimensiones existenciales, sociales, emocionales y espirituales que ninguna descripción objetiva puede agotar. Este exceso de significado se manifiesta en la imposibilidad de capturar la totalidad del evento mediante categorías predeterminadas, revelando así su carácter de fenómeno saturado.


    Segundo. El nacimiento se presenta como un acontecimiento que marca un inicio absoluto, irreductible a sus antecedentes causales. Esta originalidad radical significa que cada nacimiento, en su singularidad, establece un nuevo punto de partida que no puede ser completamente anticipado ni derivado de condiciones previas. La inmediatez de su ocurrencia desafía toda pretensión de comprensión predictiva o retrospectiva.


    Tercero. El nacimiento establece una red compleja de relaciones que constituyen el marco primordial de la existencia humana. No solo inaugura la relación del nuevo ser con el mundo, sino que reconfigura todas las relaciones preexistentes en su entorno. Esta dimensión relacional evidencia cómo el fenómeno del nacimiento trasciende la individualidad para manifestarse como un acontecimiento que transforma la totalidad del contexto interpersonal.


    Cuarto. En el nacimiento se revela una paradoja fundamental e identitaria: el ser que nace recibe su identidad a través de relaciones que él mismo no ha establecido, pero que son constitutivas de su ser. Esta paradoja ilustra cómo la identidad personal no puede reducirse a una autoconstrucción autónoma, sino que emerge de una red de donaciones y recepciones que preceden y exceden al sujeto individual.


    Quinto y último. El nacimiento inaugura una serie potencialmente infinita de experiencias y significaciones que se despliegan a lo largo de la vida. Esta apertura fundamental significa que el sentido

    del nacimiento nunca se agota en una interpretación definitiva, sino que se enriquece continuamente con cada nueva experiencia y comprensión.


    Este asombro, esa perplejidad ante lo inaudito e imprevisible, marca la experiencia del nacimiento como un fenómeno saturado. Nos encontramos frente a un evento que nos constituye en nuestra propia existencia, un punto de origen que escapa a nuestra voluntad y que nos define como receptores de un don inobjetivable: la vida misma. El nacimiento, como fenómeno saturado, nos sitúa en una posición de pasividad esencial, en la cual nos dejamos afectar por la donación de la vida (Marion, 2008a, p. 136).


    Marion (2005a) profundiza en esta idea al describir el nacimiento como un fenómeno que “se da directamente sin mostrarse directamente” (p. 91). Esta paradoja subraya la imposibilidad de aprehender el nacimiento en su totalidad, de reducirlo a un objeto de conocimiento. El nacimiento nos precede y nos define, abriéndose a una serie indefinida de experiencias que desbordan nuestra capacidad de anticipación: “abre paso a intuiciones temporales innumerables, para las cuales buscaré, sin fin pero con atraso, significaciones, conceptos y noesis inevitablemente faltantes” (Marion, 2005a, p. 91).


    De esta manera, el nacimiento, como fenómeno saturado, nos impulsaría a una hermenéutica infinita, a una búsqueda constante de sentido que se nutre de la donación inagotable de la vida. Este “sin fin” del nacimiento se manifiesta en la constante recepción de lo dado3, en la experiencia de nuestra propia finitud y en la apertura a un futuro que siempre nos excede.


  4. La experiencia interpersonal más allá de la objetividad


    Marion ofrece una perspectiva única sobre la experiencia interpersonal, trascendiendo la visión objetivista que reduce al otro a un mero objeto de conocimiento. Para él, la experiencia interpersonal se configura como un espacio de encuentro con la alteridad irreductible del otro, un encuentro que nos desestabiliza y nos interpela en nuestra propia singularidad.


    La intersubjetividad, se comprende como un espacio de “interdonación”, donde los sujetos se constituyen mutuamente a través del encuentro con la alteridad. Esta interdonación no implica un intercambio simétrico o una reciprocidad calculada, sino un darse al otro en su singularidad, reconociéndolo como un “donado” que nos interpela y nos transforma. En este sentido, Marion (2006) afirma que el don “se muestra (fenoménicamente) de tal modo que conquista (o impone) su admisibilidad a un donatario – se muestra para darse” (p. 194).


    La mirada del otro se configura como un fenómeno saturado que nos desestabiliza y nos interpela en nuestra singularidad. No es una mera percepción visual, sino una experiencia que nos confronta con la alteridad radical del otro, con su diferencia irreductible. Esta mirada nos saca de nuestra auto- complacencia y nos obliga a reconocernos como sujetos interpelados, como “donados” que reciben la mirada del otro como un don que nos transforma4.



    3 La apertura hacia el otro y la recepción son conceptos clave tanto en la fenomenología de la donación de Marion como en la antropología trascendental del filósofo español Leonardo Polo. Marion propone que la donación implica una recepción radical de lo que nos es dado, un acto que desborda las capacidades del sujeto y lo invita a un encuentro con lo otro en su irreductible alteridad. Esta idea de apertura radical encuentra una resonancia en la obra de Leonardo Polo, quien también resalta la importancia de la disponibilidad del sujeto hacia lo trascendente. En su teoría, Polo sostiene que la conciencia humana está orientada hacia lo absoluto y debe estar disponible para recibir lo que la supera, destacando que el sujeto no es un centro autónomo y cerrado, sino una apertura hacia lo infinitivo. Como indica Polo: “La libertad humana no consiste en que el hombre se haga dueño de sí mismo, sino en la apertura a lo trascendente que lo constituye como tal” (Polo, 1997, p. 92). Esta visión de Polo comparte la premisa de Marion de que la ética y el conocimiento dependen de una apertura receptiva ante el otro y lo trascendente, implicando una relación de recepción y no de control. Ambos autores coinciden en que, en última instancia, el sujeto encuentra su verdadera libertad y autenticidad en la capacidad de recibir y responder a lo que le es dado.

    4 La noción de fenómeno saturado de Jean-Luc Marion y la teoría del límite mental de Leonardo Polo comparten la idea de que la razón humana tiene limitaciones frente a lo trascendental o lo absoluto. Marion habla de los fenómenos saturados como aquellos que exceden las capacidades del sujeto, desbordando las categorías conceptuales y abriendo un espacio que no puede ser completamente comprendido. Esta idea resuena con la teoría de Polo sobre el límite mental, según la cual la razón humana, dada su finitud, no puede abarcar lo absoluto, pero al mismo tiempo esa limitación abre al sujeto a lo infinito. Polo señala: "La finitud de la mente humana no la hace incapaz de acceder a lo

    Marion (2005a) se refiere a este fenómeno al describir otra experiencia humana, la amistad. En la amistad, la mirada del otro nos obliga a “colocarme en el punto exacto donde su propia intención espera que yo me coloque” (p. 82). Esta "anamorfosis", al decir de Marion, nos descentra y nos abre a una nueva perspectiva, a una nueva forma de comprendernos a nosotros mismos y al mundo.


  5. El "giro teológico" en la fenomenología de la donación


    La obra de Jean-Luc Marion ha sido objeto de un intenso debate en torno a la supuesta reintroducción de la teología en el campo de la fenomenología. La crítica principal, gira en torno a la idea de que al postular una realidad que se da sin ser causada, Marion abre la puerta a una interpretación teológica del fenómeno.


    Dominique Janicaud, un destacado filósofo francés, publicó en 1991 un influyente libro titulado "El giro teológico de la fenomenología francesa". En esta obra, Janicaud criticó a varios pensadores fenomenológicos franceses, entre ellos Emmanuel Lévinas, Jean-Luc Marion y Michel Henry, por haber incorporado elementos de corte teológico en sus desarrollos fenomenológicos.


    Según Janicaud, estos filósofos, influenciados por la obra de Heidegger, se habrían alejado de la "ciencia estricta" que Husserl había proyectado para la fenomenología. En particular, Janicaud dirigió fuertes críticas a la fenomenología de Jean-Luc Marion, argumentando que ésta se centraba en exceso en conceptos como la intencionalidad y el significado, descuidando otros aspectos fundamentales de la experiencia fenomenológica, como la encarnación y la afectividad.


    Para Janicaud, el enfoque de Marion resultaba ser demasiado intelectualista y dejaba de lado dimensiones cruciales de la fenomenología. Su crítica buscaba ampliar el alcance de esta corriente filosófica más allá de una mera preocupación por el sentido y la significación, considerando que la fenomenología debía ser capaz de dar cuenta también de la dimensión corporal y afectiva de la experiencia.


    El debate suscitado por las objeciones de Janicaud involucró a otros destacados fenomenólogos franceses, como Jacques Derrida, Paul Ricoeur y Jean-Louis Chrétien, convirtiéndose en una de las discusiones filosóficas más importantes y prolongadas de la época en Francia (Cfr. Barreto, 2005)5. El curso del debate se prolongó con la publicación de otros escritos, como "La fenomenología estallada" de Janicaud, en los que se profundizaba en las críticas a la deriva "teologizante" de ciertos autores fenomenológicos.


    Para Janicaud, la fenomenología de Marion, al enfocarse en el “darse” del fenómeno sin una causa eficiente, lleva a la interpretación de que existe un dador último: Dios. Esta interpretación, de acuerdo con Janicaud, distorsiona la esencia de la fenomenología al incorporar elementos teológicos en un análisis que debería centrarse en la experiencia del fenómeno en sí mismo. En este sentido, para Janicaud, el concepto de fenómeno saturado representaría una forma velada de teología que se desvía del proyecto de una filosofía trascendental.


    Janicaud argumenta que la inclusión de fenómenos como la Revelación, el rostro, el don, el icono y la carne como fenómenos saturados, que 2dan más de lo que salta simplemente a la presencia”, implica un abandono de los principios de la ciencia fenomenológica establecidos por Husserl. En lugar de limitarse a lo dado en la experiencia, Marion estaría proponiendo una “Fenomenología de lo inaparente”, similar a la que Heidegger planteó en su Seminario de Zähringen (1973). Para Janicaud, esta paradoja de un “fenómeno inaparente” conduce a la pérdida de rigor en la fenomenología.


    trascendental, sino que la pone en relación con lo infinito de manera abierta" (Polo, 1991, p. 134). Así, tanto Marion como Polo destacan que la recepción del fenómeno trascendental exige una actitud de apertura, reconociendo que la razón humana está limitada ante lo absoluto, pero, a través de esa limitación, se abre a lo inabarcable.

    5 Cfr. V. Descombes, Lo mismo y lo otro. Cuarenta y cinco años de filosofía francesa (1933-1978), traducción de E. Benarroch, Madrid, Cátedra, 1982.

    En definitiva, la crítica de Janicaud se basa en que, desde su perspectiva, la fenomenología de Marion, con su concepto de "fenómeno saturado", se aparta del método fenomenológico al introducir la teología en un ámbito que debería circunscribirse a la descripción de la experiencia. Este “retorno de la trascendencia”, según Janicaud, constituye un retroceso que termina por devolver a la teología su antigua posición de “filosofía primera”, en detrimento del proyecto de una fenomenología rigurosa y trascendental.


    Con esta triple reducción, Marion busca desactivar la crítica teológica argumentando que la donación no se reduce a una relación causa-efecto, sino que se trata de un “modo de fenomenalidad del fenómeno en tanto que él se da de sí mismo y por sí mismo” De esta manera, se evita la necesidad de un donador último, ya que el fenómeno se dona a sí mismo.


    Ante la crítica de Janicaud, que acusa a la fenomenología de la donación de ser una forma velada de teología, Jean-Luc Marion propone la triple reducción fenomenológica como respuesta1. Este procedimiento, como se describe en diversas fuentes, busca "purificar el concepto de donación de cualquier connotación causal o teológica" y "poner entre paréntesis al donador, al donatario y al don mismo"(Di Giacomo Zanotti, 2023, p. 7). Con esta triple reducción, Marion intenta desactivar la crítica teológica argumentando que la donación no se reduce a una relación causa-efecto, sino que se trata de un "modo de fenomenalidad del fenómeno en tanto que él se da de sí mismo y por sí mismo"(Marion, 2005a, p. 11).


    La triple reducción consiste en suspender la influencia de tres elementos que, según Janicaud, contaminan la idea de donación con presupuestos teológicos: el donador, el donatario y el don mismo. Al poner entre paréntesis al donador, Marion busca evitar la necesidad de un Dios que esté detrás de la donación, permitiendo que el fenómeno se dé por sí mismo. Al suspender al donatario, se busca evitar la reducción del fenómeno a un objeto para la conciencia, liberándolo de la intencionalidad del sujeto. Finalmente, al poner entre paréntesis al don mismo, Marion intenta evitar la objetivación y la conceptualización del fenómeno de la donación, permitiendo experimentarlo en su radicalidad, como un evento que desborda las categorías del pensamiento tradicional.


    La triple reducción fenomenológica, como se ha visto, busca purificar el concepto de donación de cualquier connotación causal o teológica, suspendiendo al donador, al donatario y al don mismo. Sin embargo, esta propuesta no está exenta de posibles críticas. Uno de los principales cuestionamientos radica en su dificultad práctica6. Desprenderse completamente de la idea de un origen del fenómeno, de un sujeto que lo recibe e incluso de la conceptualización misma del fenómeno, supone un desafío considerable para la experiencia fenomenológica. La radicalidad de esta suspensión podría resultar en una experiencia inaccesible para la conciencia humana, haciendo que la triple reducción sea impracticable.


    Otro punto de controversia es el riesgo de solipsismo. Al suspender al donatario, se corre el peligro de aislar el fenómeno de cualquier relación con la experiencia humana. Si bien Marion busca liberar al fenómeno de la intencionalidad subjetiva, la eliminación completa del sujeto receptor podría cuestionarse en cuanto a su viabilidad para la fenomenología. Si no hay un sujeto que vivencie el fenómeno, ¿puede hablarse aún de experiencia fenomenológica? La eliminación del donatario podría


    6 (Cfr. Cazzanelli, 2022) Allí subraya que la fenomenología de Marion, al igual que el "segundo Heidegger", se centra en la esencia de la manifestación, buscando el origen puro del darse. Esta búsqueda de lo originario lleva a Marion a proponer la reducción a la pura forma de la donación o apelación (Anspruch). Sin embargo, Cazzanelli cuestiona si este movimiento no implica una formalización teórica que, si bien busca la pureza y la universalidad, termina desvitalizando y deshistorizando lo concreto. Es interesante la metáfora que utiliza para ilustrar su punto:: si la reducción fenomenológica se compara con la fuerza pública en un Estado de derecho, sus límites deben ser establecidos por la intuición y la evidencia fenomenológica. Si se traspasan estos límites, se suspende toda manifestación, resultando en un espacio vacío, puro pero sin experiencia posible.

    llevar a una experiencia incomunicable e incognoscible para otros. Jacques Derrida7, Richard Kearney8 y Claude Romano9 han formulado críticas significativas a la fenomenología de Jean-Luc Marion en este sentido, cuestionando su reducción del papel del lenguaje en la constitución del sentido. Derrida sostiene que la donación pura que Marion postula es imposible, ya que todo fenómeno se presenta necesariamente mediado por el lenguaje, donde siempre hay un retraso y diferimiento que impide cualquier inmediatez absoluta. Kearney, por su parte, enfatiza que toda experiencia humana, incluso la de los fenómenos saturados, requiere una mediación simbólica y narrativa que permita al sujeto interpretarla y darle sentido. Por último, Romano argumenta que los fenómenos, lejos de manifestarse como eventos aislados y puros, necesitan un horizonte interpretativo que los haga comprensibles dentro del mundo del sujeto, subrayando que la saturación propuesta por Marion no puede prescindir del contexto lingüístico que la sostiene.


    Además, la suspensión de la conceptualización del don podría conducir a una pérdida de significado. Si bien la experiencia radical, libre de categorías conceptuales, puede ser valiosa, la ausencia de interpretación y comprensión podría convertirla en un evento ininteligible. La posibilidad de compartir y comprender la experiencia fenomenológica requiere de un marco conceptual que permita su análisis e interpretación. Desde la perspectiva de la fenomenología hermenéutica, algunos como Hans-Georg Gadamer y Paul Ricoeur10 han argumentado que el enfoque de Marion tiende a minimizar el papel de la interpretación y el contexto en la constitución del significado. Al proponer que los fenómenos saturados se dan en su exceso y en su pureza, Marion parece sugerir que estos fenómenos se manifiestan independientemente de la situación hermenéutica del sujeto. Los críticos hermenéuticos sostienen que toda experiencia fenomenológica está mediada por el lenguaje y la interpretación, por lo que la idea de un fenómeno que se muestra en su pureza sería una abstracción inalcanzable.


    A estas críticas se suman otras dos que cuestionan la universalidad del modelo y su capacidad de abordar la dimensión ética. La universalidad de la triple reducción puede ser cuestionada, ya que el modelo parece centrarse en una experiencia individual del fenómeno, ignorando la influencia de los contextos culturales y sociales en la experiencia humana. La idea de una experiencia pura, libre de presupuestos culturales y conceptuales, podría ser vista como una forma de etnocentrismo, que no reconoce la diversidad de las experiencias humanas.


    Finalmente, la triple reducción, al eliminar la figura del donador y del donatario, parece descartar la dimensión ética de la experiencia. La relación entre el que da y el que recibe, central en la ética, queda fuera del análisis fenomenológico. Esto limita la capacidad de la fenomenología para abordar cuestiones éticas relacionadas con la responsabilidad, la justicia y el bien común. Levinas11 es un referente fundamental al criticar la fenomenología que ignora la relación interpersonal. Argumenta que la ética nace de la relación con el Otro, donde el rostro del Otro demanda responsabilidad y justicia. En contraste, la eliminación del donador y donatario en la propuesta de Marion puede interpretarse como una negación de la responsabilidad ética, ya que el don se vuelve anónimo y despersonalizado. Por otro lado, Paul Ricœur12, señala que cualquier fenómeno que involucre un don no puede ser neutral, ya que siempre


    7 Aunque Derrida y Marion comparten ciertos intereses en torno a la fenomenología y la donación, sus enfoques divergen en la importancia que asignan al lenguaje y a la mediación. Para Derrida, la idea de un fenómeno que se dona a sí mismo en su pureza, como sugiere Marion, ignora que toda experiencia está necesariamente mediada por significantes lingüísticos:

    “La donación, si es total y absoluta, nunca puede ser captada como tal, pues queda siempre diferida en el lenguaje. El lenguaje es, en sí mismo, una economía de la donación que retarda la inmediatez de cualquier aparición” (Derrida, 1972, p. 234).

    8 Cfr. Kearney, R. (2002). On Stories. Routledge, p. 97.

    9 Cfr. Romano, C. (2009). Event and world (S. E. Lewis, Trans.). Fordham University Press.

    10 Cfr. Gadamer, Truth and Method, 1975, p. 258; y Ricoeur, Del texto a la acción, 1991, p. 77.

    11 Cfr. Levinas, 1961, p. 88. Marion conoció la obra de Levinas y fue influido por su enfoque ético de la alteridad, aunque Marion tomó un camino distinto al centrarse en una fenomenología teológica y en el concepto de donación. No hay evidencia sólida de un intercambio personal profundo entre ambos, pero Marion reconoce la influencia de Levinas, especialmente en la forma en que este último replantea la fenomenología para centrarse en la relación ética con el Otro. Sin embargo, Marion se aleja de Levinas al proponer que la fenomenología puede centrarse en la saturación del fenómeno sin necesariamente recurrir a una ética basada en la alteridad.

    12 Cfr. Ricœur, 1990, p. 276. Ricœur y Marion sí tuvieron un intercambio de ideas más directo. Ambos pertenecen a la tradición fenomenológica francesa y, aunque Ricœur era mayor, compartieron espacios académicos e influyeron en los desarrollos filosóficos de Francia en el siglo XX. Marion reconoce explícitamente la influencia de Ricœur, especialmente en lo relacionado con la hermenéutica y la interpretación. Marion ha reconocido la importancia de Ricœur en su formación filosófica, destacando cómo este último incorporó la

    implica una relación intersubjetiva que conlleva un compromiso ético. Al eliminar la figura del donador y del donatario, Marion parecería reducir el don a una experiencia puramente fenomenológica, excluyendo la dimensión de la responsabilidad y la justicia. Por último, Jacques Derrida13, problematiza la noción misma del don en el contexto filosófico. Sostiene que un don que no reconoce la relación entre el donador y el donatario se convierte en un fenómeno autocomplaciente, vacío de significado ético y sugiere que la fenomenología de Marion, al eliminar esta dualidad, pierde de vista la verdadera naturaleza del don, que es su capacidad para establecer un vínculo ético entre sujetos.


    Si bien la triple reducción fenomenológica de Marion ofrece una perspectiva interesante para comprender la donación, estas posibles dificultades invitan a reflexionar sobre sus limitaciones e implicaciones para la fenomenología en general. La dificultad práctica, el riesgo de solipsismo, la pérdida de significado, la falta de universalidad y la incapacidad de abordar la ética son aspectos que merecen ser considerados para evaluar la viabilidad y el alcance de la propuesta de Marion.


  6. Implicaciones éticas de la fenomenología de la donación: entre la receptividad, la alteridad y la autonomía


    La propuesta de Jean-Luc Marion sobre la fenomenología de la donación, con su enfoque en los fenómenos saturados, parece abrir un espacio significativo para reconsiderar ciertas implicaciones éticas. Enfocarse en fenómenos que desbordan la capacidad de aprehensión del sujeto podría interpretarse como un intento de cuestionar el predominio de la racionalidad autónoma en la ética tradicional. Si bien esta perspectiva sugiere un replanteamiento profundo de la manera en que nos relacionamos con el mundo y con los demás, no está exenta de dificultades y posibles malentendidos, ya que sugiere una transformación radical que algunos podrían ver como un desafío a la ética más establecida y basada en principios.


    Una de las posibles inferencias de esta fenomenología es el reconocimiento de la alteridad radical. Dado que los fenómenos saturados exceden las categorías conceptuales tradicionales, se podría argumentar que invitan a una apertura hacia la alteridad del otro que escapa a toda precomprensión. En este sentido, podría implicar una ética que valore la singularidad del otro, fomentando actitudes de respeto y humildad. Sin embargo, se podría cuestionar hasta qué punto es viable, en contextos concretos, acoger al otro sin algún tipo de mediación conceptual, ya que el riesgo podría ser una falta de criterios claros para la acción ética. Es posible que esta apertura extrema sea vista como una exigencia ideal que, en la práctica, podría ser difícil de sostener sin caer en ambigüedades.


    Asimismo, la fenomenología de la donación parece proponer una ética de la receptividad y la respuesta, que podría interpretarse como una invitación a reconfigurar el rol del sujeto no tanto como un agente activo, sino como un receptor que se abre a la donación del fenómeno. En teoría, esto sugiere un modelo de responsabilidad que se basa en la atención y el cuidado del otro, lo cual podría enriquecer nuestras relaciones éticas. Sin embargo, esta perspectiva también podría ser criticada por su posible falta de orientación práctica, ya que un enfoque basado en la receptividad total podría no ofrecer suficientes criterios para situaciones en las que se requiere una respuesta activa y decisiva. Por lo tanto, cabe preguntarse si esta postura receptiva es suficiente para abordar los desafíos éticos que surgen en situaciones de urgencia o conflicto.


    La idea de que los fenómenos saturados nos confrontan con la imprevisibilidad de la existencia también sugiere implicaciones éticas relevantes. En particular, se podría argumentar que aceptar la contingencia



    hermenéutica al análisis fenomenolóico, algo que Marion también explora, aunque en un sentido teológico y centrado en el fenómeno saturado.

    13 Cfr. Derrida, 1991, p. 16. La relación intelectual entre Derrida y Marion es probablemente la más compleja. Se conocieron personalmente y tuvieron varios intercambios filosóficos. Aunque Marion no se considera un deconstructor, su fenomenología de la donación se desarrolla en parte en respuesta a las críticas y planteamientos de Derrida sobre el concepto de don y la paradoja que implica. Ambos compartieron espacios académicos y participaron en debates filosóficos en torno a la fenomenología, la teología y la ética. Derrida critica a Marion por su noción de un don que se da más allá del intercambio relacional, mientras que Marion cuestiona la tendencia de Derrida a considerar que todo don está siempre contaminado por la economía del lenguaje y el intercambio.

    y la incertidumbre podría fomentar una actitud de apertura y flexibilidad frente a lo inesperado. Como señala Gadamer, "la aceptación de lo imprevisible exige una apertura hacia lo inesperado, que escapa a la razón" (Gadamer, 2000, p. 230). No obstante, la demanda de una responsabilidad ante lo imprevisible podría verse como excesivamente exigente, ya que no siempre es claro cómo prepararse para lo que no se puede prever. Además, esta actitud de apertura podría interpretarse como una renuncia a ciertas formas de control que, en algunos contextos, son necesarias para la estabilidad ética y social.


    El cuestionamiento de la ética basada en la autonomía se vuelve central en la fenomenología de la donación de Marion, que ofrece una crítica a las concepciones kantianas de la moralidad. Marion sugiere que la ética podría depender más de la recepción de lo dado que de la voluntad racional del sujeto. En este sentido, Foucault señala que "la ética del cuidado de sí mismo depende de la respuesta del sujeto a lo que se le da, no de una voluntad autónoma" (Foucault, 2009, p. 56). Esta perspectiva abre nuevas formas de pensar la normatividad, especialmente en contextos donde la comunidad o lo trascendente juegan un rol esencial. Sin embargo, esta visión también podría ser vista como problemática, ya que podría interpretarse como una relativización del papel de la autonomía individual en la toma de decisiones éticas, lo que podría ser preocupante en sociedades que valoran la autodeterminación.


    Otra posible implicación de la fenomenología de la donación es la revalorización de la experiencia afectiva en la ética. Al destacar la intensidad y singularidad del fenómeno, Marion parece proponer que los afectos y emociones no son meras distracciones de la razón, sino que constituyen un aspecto fundamental de nuestra respuesta ética. En este sentido, Nussbaum argumenta que "las emociones no son meras distracciones, sino componentes esenciales de nuestra respuesta ética" (Nussbaum, 2001, p. 172). Sin embargo, también aquí surgen preguntas: ¿hasta qué punto se puede confiar en los afectos como guías éticas, dado que pueden ser volátiles y estar sujetos a sesgos personales? Este enfoque, aunque prometedor, podría carecer de la estructura necesaria para sostener una ética que sea consistente en situaciones que requieren distanciamiento emocional.


  7. Conclusiones


En este artículo, exploro la concepción de la experiencia interpersonal en la obra de Jean-Luc Marion, con un enfoque particular en su crítica a la objetividad y la propuesta de la fenomenología de la donación. El objetivo principal es mostrar cómo la fenomenología de la donación de Marion ofrece un marco para comprender la experiencia interpersonal en su radicalidad, superando las limitaciones del paradigma de la objetividad. La tesis principal argumenta que la experiencia del otro no puede reducirse a categorías objetivas, sino que se presenta como un "fenómeno saturado" que desborda nuestra capacidad de comprensión y control, lo que nos abre a una nueva dimensión ética basada en la recepción, la responsabilidad y el cuidado del otro en su singularidad.


Marion argumenta que la fenomenología tradicional, tanto kantiana como husserliana, reduce el fenómeno a un objeto de la conciencia, limitando nuestra comprensión de la experiencia humana. En cambio, él propone la fenomenología de la donación, donde el fenómeno se da a sí mismo, sin necesidad de un donador último. Esta donación nos sitúa en una posición de receptividad y nos invita a una nueva forma de mirar, una mirada que se deje afectar por la intensidad de la manifestación fenoménica sin intentar reducirla a conceptos preestablecidos.


Para ilustrar este punto, analizo el ejemplo del nacimiento como un “fenómeno saturado” que nos define como “donados”. Este evento, que nos da a nosotros mismos, ilustra la prioridad del “sí mismo” del fenómeno sobre el yo. El nacimiento, como experiencia de la donación radical, desborda cualquier intento de conceptualización y control, mostrándonos la complejidad irreductible de la vida misma.


La propuesta de Marion ha sido objeto de debate, especialmente en torno a la crítica de Dominique Janicaud, quien argumenta que la fenomenología de la donación, con su concepto de "fenómeno saturado", introduce la teología en un ámbito que debería circunscribirse a la descripción de la experiencia. Janicaud sostiene que, al postular una realidad que se da sin ser causada, Marion abre la

puerta a una interpretación teológica del fenómeno, lo cual, desde su perspectiva, distorsiona la esencia de la fenomenología.


Marion responde a esta crítica con la “triple reducción fenomenológica”, que busca purificar el concepto de donación de cualquier connotación causal o teológica. Esta triple reducción consiste en suspender la influencia del donador, el donatario y el don mismo.


A pesar de la respuesta de Marion, la triple reducción fenomenológica no está exenta de críticas. Se cuestiona su dificultad práctica, el riesgo de solipsismo, la pérdida de significado, la falta de universalidad y la dificultades para abordar la ética. Filósofos como Jacques Derrida, Richard Kearney y Claude Romano han criticado la reducción del papel del lenguaje en la constitución del sentido, mientras que otros como Hans-Georg Gadamer y Paul Ricoeur han señalado que la propuesta de Marion minimiza el papel de la interpretación y el contexto. También se ha criticado la falta de atención a la dimensión ética, especialmente por parte de Emmanuel Levinas, Paul Ricoeur y Jacques Derrida, quienes destacan la importancia de la responsabilidad y la justicia en la relación interpersonal.


En conclusión, la fenomenología de la donación de Marion ofrece una perspectiva interesante sobre la experiencia interpersonal, pero también presenta desafíos y limitaciones. Su crítica a la objetividad y su énfasis en la receptividad son valiosos aportes para repensar la ética, pero es necesario considerar cuidadosamente las críticas y dificultades que se le han planteado para evaluar su viabilidad y alcance.


Bibliografía


Barreto, D. (2005). La donación y lo imposible. Aproximación a la filosofía de Jean-Luc Marion. Almogaren, (37), 11-37.

Barreto, D. (2006). El debate entre Jean-Luc Marion y Jacques Derrida. Una introducción. Revista Laguna, (18), 35-47.

Cazzanelli, S. (2022). La donación sin fenómenos de Jean-Luc Marion. Una crítica hermenéutico- fenomenológica. Pensamiento, 78(299), 1085-1097.

Derrida, J. (1972). Márgenes de la filosofía. Anagrama. Derrida, J. (1991). Dar (el) tiempo: La moneda falsa. Paidós.

Di Giacomo Zanotti, M. (2023). La decisión del don y la pasividad del sujeto: un comentario sobre el don en Siendo dado de Jean-Luc Marion. Dios y el Hombre, 7(1).

Foucault, M. (2009). La ética del cuidado de sí mismo (E. Gutiérrez, Trad.). Ediciones Siglo XXI. Gadamer, H.-G. (1975). Truth and Method. Seabury Press.

Gadamer, H.-G. (2000). La hermenéutica filosófica (D. L. Molina, Trad.). Editorial Sígueme. Heidegger, M. “Seminario de Zähringen (1973)”, traducción de O. Lorca, A Parte Rei, 37, 2005, p. 17. Janicaud, D., Le tournant théologique de la phénoménologie française, Paris, Éditions de L’Éclat, 1991. Janicaud, D., La phénoménologie éclatée, Paris, Éditions de L’Éclat, 1998.

Kearney, R. (2002). On Stories. Routledge.

Levinas, E. (1961). Totalidad e infinito: Ensayo sobre la exterioridad. Sígueme.

Marion, J.-L. (1989). Réduction et donation. Recherches sur Husserl, Heidegger et la phénoménologie. Presses Universitaires de France, París.

Marion, J.-L. (1999). El ídolo y la distancia: Cinco estudios. Salamanca, España: Sígueme.

Marion, J.-L. (2005a). Acerca de la donación. Buenos Aires, Argentina: Jorge Baudino Ediciones/UNSAM.

Marion, J.-L. (2005b). El fenómeno erótico: Seis meditaciones. Buenos Aires, Argentina: El cuenco de la plata.

Marion, J.-L. (2006). El cruce de lo visible. Castellón, España: Ellago.

Marion, J.-L. (2008a). Siendo dado: Ensayo para una fenomenología de la donación. Madrid, España: Síntesis.

Marion, J.-L. (2008b). Sobre la ontología gris de Descartes. Madrid, España: Escolar y Mayo. Marion, J.-L. (2010). Dios sin el ser. Vilaboa, España: Ellago.

Nussbaum, M. C. (2001). Las emociones y la ética (A. F. López, Trad.). Ediciones FCE. Polo, L. (1991). Teoría del conocimiento. Ediciones Universidad de Navarra.

Polo, L. (1997). Antropología filosófica. Ediciones Universidad de Navarra. Ricœur, P. (1990). El sí mismo como otro. Siglo XXI Editores.

Ricoeur, P. (1991). Del texto a la acción: Ensayos de hermenéutica. Fondo de Cultura Económica. Ricœur, P. (2000). La memoria, la historia, el olvido. Fondo de Cultura Económica.

Romano, C. (2009). Event and world (S. E. Lewis, Trans.). Fordham University Press.