PROMETEICA - Revista de Filosofia y Ciencias. 2025

Artículos


https://doi.org/10.34024/prometeica.2025.32.18999

 

 


TRANSFORMACIONES NEOLIBERALES EN AMÉRICA LATINA

IMPACTO EN ECONOMÍA, CULTURA, SOCIEDAD Y POLÍTICA


NEOLIBERAL TRANSFORMATIONS IN LATIN AMERICA

Impact on economy, culture, society, and politics


TRANSFORMAÇÕES NEOLIBERAIS NA AMÉRICA LATINA

Impacto na economia, cultura, sociedade e política


Jorge Bozo Marambio

(Universidad de las Américas, Chile)

jorge.bozo@edu.udla.cl


Marcos Parada Ulloa
(Universidad de Atacama, Chile)

marcos.parada@uda.cl


Recibido: 03/07/2024
Aprobado: 08/05/2025

 

 


RESUMEN


El artículo analiza el impacto del desarrollo neoliberal en las dinámicas económicas, sociales, culturales y políticas de América Latina en las últimas décadas. Se destaca su influencia en la desigualdad social, el deterioro de las instituciones democráticas y su profunda repercusión en la distribución de la riqueza en la región. Aunque el neoliberalismo ha promovido la modernización y el crecimiento económico, también ha impulsado reajustes constantes que profundizan las disparidades sociales, erosionan la cohesión cultural y democrática, transforman a los ciudadanos en consumidores y debilitan la participación ciudadana. Esto ha intensificado las tensiones sociales generando la aparición de resistencias en los territorios comunitarios, dificultando su plena consolidación.


Palabras clave: neoliberalismo posmoderno. proyecto económico. proyecto cultural. proyecto social. proyecto político.


ABSTRACT


The article analyzes the impact of neoliberal development on the economic, social, cultural, and political dynamics of Latin America in recent decades. It highlights its influence on social inequality, the deterioration of democratic institutions, and its profound effect on the distribution of wealth in the region. Although neoliberalism has promoted modernization and economic growth, it has also driven constant adjustments that deepen social disparities, erode cultural and democratic cohesion, transform citizens into consumers, and weaken civic

participation. This has intensified social tensions, generating resistance in community territories and hindering its full consolidation.


Keywords: postmodern neoliberalism. economic project. cultural project. social project. political project.


RESUMO


O artigo analisa o impacto do desenvolvimento neoliberal nas dinâmicas econômicas, sociais, culturais e políticas da América Latina nas últimas décadas. Destaca-se sua influência na desigualdade social, no deterioro das instituições democráticas e sua profunda repercussão na distribuição da riqueza na região. Embora o neoliberalismo tenha promovido a modernização e o crescimento econômico, também impulsionou ajustes constantes que aprofundam as disparidades sociais, erodem a coesão cultural e democrática, transformam os cidadãos em consumidores e enfraquecem a participação cidadã. Isso intensificou as tensões sociais, gerando o surgimento de resistências nos territórios comunitários, dificultando sua plena consolidação.


Palavras-chave: neoliberalismo pós-moderno. projeto econômico. projeto cultural. projeto social. projeto político.


Introducción


Desde inicios del siglo XXI, América Latina ha experimentado una serie de transformaciones profundas bajo la influencia neoliberal, promoviendo la desregulación de los mercados, la reducción del gasto público y la privatización de los servicios, redefiniendo las dinámicas económicas, culturales, sociales y políticas en gran parte de la región. Para comprender qué se espera del neoliberalismo en América Latina, es esencial analizar sus efectos y perspectivas en estos cuatro ámbitos clave. Económicamente, el neoliberalismo ha tenido un impacto profundo en la estructura de los mercados y en la distribución de la riqueza en América Latina. La liberalización económica ha fomentado el crecimiento del sector privado y ha atraído inversiones extranjeras, pero también ha generado una mayor concentración de la riqueza y exacerbado las desigualdades sociales (Harvey, 2005). En muchos países, las políticas neoliberales han llevado a la privatización de industrias estratégicas, como la energía y los recursos naturales, lo que ha beneficiado a las grandes corporaciones a expensas de los recursos públicos. Según Stiglitz (2010), “la privatización y desregulación sin la adecuada supervisión han contribuido a la crisis financiera y han ampliado la brecha entre ricos y pobres” (p. 45).


Culturalmente, el neoliberalismo ha promovido una visión del mundo centrada en el individualismo y el consumo, mientras la mercantilización de la cultura ha llevado a la proliferación de medios de comunicación y productos culturales orientados al mercado, afectando la diversidad cultural y las tradiciones locales. El neoliberalismo ha transformado a “los ciudadanos en consumidores y mercantilizado todos los aspectos de la vida cultural, desde la educación hasta los medios de comunicación” (Giroux, 2004, p. 27). Este proceso ha tenido su efecto homogéneo sobre las culturas locales, favoreciendo la difusión de una cultura globalizada que privilegia casi exclusivamente los valores del mercado.


En lo social, el neoliberalismo ha tenido repercusiones mixtas. Por un lado, ha impulsado la modernización y el acceso a nuevos bienes y servicios y por otro, ha aumentado la precarización del empleo debilitando las redes de protección social. La flexibilización del mercado laboral, una característica central del neoliberalismo, ha producido un incremento del trabajo informal reduciendo los derechos laborales (Standing, 2011) y en este contexto, la desigualdad social se ha profundizado, afectando especialmente a los sectores más vulnerables de la población, como las mujeres, los jóvenes y las comunidades indígenas. Según un informe de la CEPAL (2020), “la pobreza y la desigualdad en

América Latina han aumentado significativamente en la última década, en parte debido a las políticas neoliberales” (p. 10).


En lo político, el neoliberalismo ha transformado las relaciones de poder en el continente al reducir el papel del Estado y promover la gobernanza corporativa, debilitando las instituciones democráticas y aumentado considerablemente la influencia del sector privado en la toma de decisiones (Brown, 2015). Además, las políticas neoliberales han fomentado la despolitización de la ciudadanía, promoviendo una visión tecnocrática de la política que prioriza la eficiencia económica sobre la participación democrática. En muchos casos, esto ha llevado a una erosión de la confianza en las instituciones públicas y a un aumento del descontento popular. Como señala Fraser (2019) “el neoliberalismo ha contribuido a la crisis de la democracia al socavar las bases del compromiso cívico y la participación política” (p. 55).


Neoliberalismo y Posmodernidad


La discusión acerca del fin de la modernidad y el surgimiento de una nueva era hacia el 2050 presenta interesantes perspectivas para el análisis. En los años 90, Beck distinguió entre enfoques que equiparan la modernización con la industrialización y las teorías postmodernas que critican la modernización socio- industrial (1996). En ese mismo período, Giddens (1993) y Lyotard (1992) van a resaltar el cambio hacia una era postindustrial basada en la información y la crítica epistemológica, mientras que otros como Luhmann (1997) y Harvey (1998) sugerirán que las características modernas persisten, pero se transforman. En la década de los 90, Beck (1996) y Lash (1997) plantearán la idea de una modernidad reflexiva que revalora lo político y lo contingente, visiones divergentes que reflexionan sobre la compleja evolución social y cultural hacia el futuro, y una década después, se tornará evidente la existencia neoliberal como una “nueva etapa que ha experimentado una expansión hegemónica desde finales de los ochenta, especialmente tras la caída del Muro de Berlín y el colapso del comunismo” (Fair, 2008: p. 3).


Se transita de una visión que considera el aspecto económico como el motor principal de las sociedades en los últimos dos siglos, a una perspectiva posmoderna donde surgen las subjetividades generadas por el capitalismo clásico y acentuadas por el neoliberalismo. Se trataría de una etapa que contiene una crítica epistemológica y filosófica, expresada en el debilitamiento de los meta relatos sobre el porvenir de la humanidad iniciados con la Ilustración, donde nada puede afirmarse con certeza, donde la historia se torna líquida y no estaría avanzando hacia el progreso indefectible como la promesa de desarrollo del capitalismo;


“más bien, se pone acento en la sumatoria de preocupaciones que ha dejado como huella el proyecto ilustrado del capital y la destrucción planetaria, poniendo esta vez - acento en al menos dos cuestiones; la ecología, una nueva relación con la naturaleza, y también la emergencia de nuevos movimientos sociales, específicamente aquellos que representan la diversidad cultural” (Fair, 2008: p. 4).


La distinción entre modernidad y posmodernidad pareciera ser principalmente semántica, careciendo de una diferenciación estructural clara. Identificar el momento exacto del tránsito de una a otra es complicado debido a las profundas transformaciones transdisciplinares recientes, que cuestionan la razón occidental y reflexionan sobre el marxismo, el freudismo y otras formas racionales. Desde las décadas de 1950 y 1960, preocupaciones culturales como los derechos de minorías y diversidades han adquirido prominencia, dando voz a grupos silenciados como pueblos originarios, mujeres, personas LGBTQ+ y comunidades afrodescendientes. La posmodernidad se caracteriza por la confusión en torno a nuevas ideas emergentes, interrogando si representan una deconstrucción, superación o evasión de los ideales modernistas desarrollados hasta mediados del siglo XX (Harvey, 1998). Una de las características más relevantes de la sociedad posmoderna es el papel de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías, que se han convertido en herramientas estratégicas del poder dominante, ejerciendo una influencia significativa en los imaginarios culturales y las conductas humanas (Luhmann, 1997). Al inicio del siglo XXI, la modernidad continúa, pero adoptando nuevas formas posmodernas; “se vive el fin de la modernidad simple y compleja, transitando hacia una transformación que lleva a una sociedad del riesgo manufacturado en lugar de una del riesgo externo” (p. 6). El nuevo periodo

posmoderno se concibe como un sistema global, caracterizado por una creciente interdependencia entre el Estado y organismos transnacionales, cuya intensidad no tiene precedentes en la historia. Este fenómeno, conocido como globalización, tiene raíces históricas que se remontan a los orígenes del capitalismo (Borón, 1999; Gambina, 1999; Forte, 2003), pero adquiere relevancia a partir de la década de 1960, cuando se articulan cambios tecnológicos con el crecimiento de empresas multinacionales (Luhmann,1997: p.8). Claramente, la posmodernidad/globalización ha propiciado el ascenso de un modelo neoliberal, resultado del capitalismo histórico, que origina transformaciones profundas en todos los ámbitos de la vida: económica, cultural, social y política, abriendo un debate sobre su estructura de poder y las resistencias que lo rodean.


La superación de las nociones de modernidad y posmodernidad ha suscitado un cautivador debate conceptual. En medio de la emergencia de la multipolaridad como superación de la globalización posmoderna, la noción de “metamodernidad” surge como nueva alternativa buscando ofrecer una respuesta a la posmodernidad, superando sus limitaciones y proponiendo un enfoque más optimista y esperanzador (Vermeulen & Van den Akker, 2010). Se caracteriza por la oscilación entre emociones y enfoques, enfatizando un compromiso ético y la responsabilidad colectiva ante problemas globales (Fisher, 2014). Además, se orienta a crear nuevas narrativas que integren diversas perspectivas y reconozcan el impacto de la tecnología en la cultura (Mäkelä, 2018; Rosa, 2013)1. Por otro lado, desde los estudios culturales, aparece la “altermodernidad” que se define como una síntesis entre modernismo y poscolonialismo, abordando una modernidad que trasciende el discurso del hombre blanco occidental y ejemplificándose en la percepción globalizada y el nomadismo cultural (Bourriaud, 2021). En este contexto, las relaciones sociales se fracturan por el mercado, limitando la fluidez y espontaneidad de las interacciones a espacios prefijados.

“El momento posmoderno ha pasado, aunque sus estrategias discursivas y su crítica ideológica siguen vigentes (…). Categorías históricas literarias como el modernismo y el posmodernismo son, después de todo, solo etiquetas heurísticas que creamos en nuestros intentos de trazar cambios y continuidades culturales. El posposmodernismo necesita una nueva etiqueta propia” (Vermeulen & Van Den Akker; 2017:3).


En definitiva, las transformaciones vinculadas al neoliberalismo como un sistema global tienen repercusiones que trascienden el ámbito económico, afectando también el tejido social, político y cultural de América Latina. En el contexto actual – visto como posmodernidad, metamodernidad o altermodernidad - el modelo neoliberal se posiciona como un elemento clave, impactando la subjetividad y la participación política, debilitando las redes comunitarias y fragmentando la vida cotidiana.


A continuación, analizamos la evolución histórica del neoliberalismo en sus dimensiones económica, cultural, social y política, proyectándonos hacia un futuro imaginario en 2050. Nos planteamos la pregunta sobre el posible impacto del neoliberalismo en las áreas más relevantes de la estructura sistémica, así como sus efectos concretos en la vida cotidiana de los territorios en los que vivimos.


Proyecto Económico


Surgido en la posguerra como una reacción teórica y política contra el Estado de Bienestar, y creado por el economista Friedrich Von Hayek en 1944, desarrollado con amplitud desde 1947, a partir de los aportes del monetarista Estadounidense Milton Friedman, este modelo teórico comienza a implementarse en Chile luego del golpe cívico militar de 1973, durante el régimen dictatorial de Pinochet. En 1979 fue instaurado por Margaret Thatcher en Gran Bretaña y Ronald Reagan en Estados Unidos (1980) propagándose por el resto de Europa y casi toda Latinoamérica desde finales de la década del ’80. A comienzos de la década siguiente se expandirá también a los países del bloque socialista adquiriendo una hegemonía a nivel planetario (Anderson, 1997).


1 Timotheus Vermeulen & Robin Van Den Akker (2017) Notas sobre el metamodernismo, Journal of Aesthetics & Culture, 2:1, 5677. https://www.tandfonline.com/doi/full/10.3402/jac.v2i0.5677 Recuperado el 14 de mayo de 2025

Los ajustes y reformas estructurales, promovidos por los sectores neoconservadores, apuntaban a una profunda reorganización del Estado y la sociedad orientada por la libre operación de los mercados, siendo sus objetivos, la destrucción, o al menos jibarización del Estado de bienestar. Políticas de privatización de empresas estatales y desregulación de los mercados internos, la apertura radical de las economías al capital transnacional y la disminución del gasto público van a ser las principales estrategias de su estructura de funcionamiento. A partir de la experiencia inicial en Chile (1973) y luego en Argentina (1976), comenzó a aplicarse un nuevo régimen de acumulación que redefinió drásticamente las relaciones entre el Estado y sociedad civil. Esta redefinición del poder, causada por la liberalización económica y las políticas de flexibilización laboral, se tradujo en posiciones de liderazgo alcanzadas por tres actores, los cuales hicieron valer no sólo sus intereses, sino también sus cosmovisiones generales. Esos actores fueron los líderes políticos pro-reformas, los grupos empresariales vinculados a este tipo de políticas y los organismos multilaterales de crédito (Repetto, 2001). A estos sectores debemos agregar el inmenso poder político y económico y la influencia que esto significaba para los gobiernos neoconservadores de Reagan y Thatcher, los más importantes países que defendían e intentaban expandir el modelo neoliberal el poder y el prestigio académico de los think thanks, comunicadores sociales, publicistas y economistas dedicados a la propagandización y hegemonización de las ideas neoclásicas (Borón, 2000).


El nuevo poder y la fuerza del Estado neoliberal naciente estaba constituido por un pequeño número de grandes empresas transnacionales de los países industrializados participantes del G-8 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia), quienes en mayor o menor medida se vieron enriquecidos en desmedro de la pauperización creciente de la mayoría de los países y personas, generalmente ubicadas en el sur del planeta. En efecto, el nuevo orden global comienza a debilitar fuertemente a los sectores ligados a las industrias nacionales y sindicatos, principalmente a los obreros y particularmente, a los obreros de los países del Tercer Mundo como América Latina.


Las principales estrategias economicistas del modelo neoliberal están situadas en dos elementos: la distribución del ingreso y la subsidiaridad del Estado. La primera trata la forma de funcionamiento que adopta el mercado como regulador no solo del consumo, sino de la distribución de los ingresos, que en la mayoría de las experiencias latinoamericanas constituye una amplia distancia entre los que poseen el capital y los ciudadanos comunes. Esto implica una profundización del capitalismo moderno donde los dueños de los modos de producción y del capital financiero especulativo adquieren en ocasiones un nivel de riqueza nunca antes visto; intervalos de entre un 25% y hasta el 35% del PIB en manos del 1% de la población. Una sub estrategia de los mercados neoliberales se sitúa el endeudamiento como respuesta a la falta de accesos directos abriendo un amplio campo de aparentes oportunidades a bienes y servicios que se contraponen con el aumento de salarios, la debilidad sindical y la despolitización de la ciudadanía.


En los períodos de autoritarismo se redujo el salario real, se bajaron los impuestos al capital y se abrieron las economías al exterior de forma unilateral, con una reducción drástica de los aranceles a las importaciones y la liberalización de los flujos financieros. Desde mediados de los ochenta hasta fines de los noventa –cuando son desplazadas las dictaduras en el marco de la crisis de la deuda externa – las políticas económicas implementadas en este período por gobiernos democráticos, toman como punto de referencia al llamado Consenso de Washington (Valarini et al., 2015). El proceso de Integración Neoliberal en la región, fue la política de apertura económica adoptada por casi todos los países latinoamericanos para hacer frente a sus problemas de endeudamiento externo con el Banco Mundial.


A principios de los setenta y hasta mediados de los ochenta, se desarrolla también un nuevo modelo de acumulación del capital, generando estrategias para destruir y jibarizar al mínimo los Estados de Bienestar sudamericano. Como ese objetivo no podía lograrse en un contexto democrático, las tácticas fueron las dictaduras militares como instrumentos para destruir la capacidad de resistencia de los trabajadores, ilegalizando sus organizaciones sindicales y las fuerzas políticas que los representaban, interviniendo universidades, persiguiendo, asesinando o exiliando a trabajadores/as e intelectuales. Sobre la destrucción de las sociedades latinoamericanas y la imposición del miedo y la desconfianza se abre camino en este nuevo sistema, para aplicar las medidas económicas que hubieran sido inviables si se hubiera mantenido la democracia.

Los Tratados Bilaterales de Inversión en los países de América Latina van a cobrar gran impulso intersectorial, llegando a tener vigentes 224 tratados, de los cuales 162 fueron firmados entre 1990 y 1999 y sólo 56 entre 2000 y 2014, período de apertura económica favorable para la ofensiva del capital, que se dio bajo la concepción del regionalismo abierto (CEPAL, 1994: p. 7). La Comisión Económica advierte, que ese regionalismo es distinto de la apertura simple del comercio y de la promoción no discriminada de las exportaciones, por contener un ingrediente preferencial reflejado en los acuerdos de integración y reforzado por la cercanía geográfica y la afinidad cultural de los países de la región. Un objetivo complementario,


“es hacer de la integración un cimiento que favorezca una economía internacional más abierta y transparente con acuerdos de integración que deberían tender a eliminar las barreras aplicables a la mayor parte del comercio de bienes y servicios entre los signatarios en el marco de sus políticas de liberalización comercial frente a terceros” (p. 8).


En la vida cotidiana, y especialmente en el caso chileno —emblemático por ser el primer experimento neoliberal en América Latina— este desarrollo de estas estrategias neoliberales va a alcanzar su culminación en el marco legal de la Constitución Política redactada por Jaime Guzmán2, que establece hasta el día de hoy como uno de sus principios fundamentales, el derecho a la privatización de los recursos naturales esenciales, como el agua.

El endeudamiento3 va a ser otro elemento de la dimensión cotidiana que hoy se transforma en una paradoja al permitir que las personas obtengan respuesta a sus demandas, pero a costa de una deuda que va a permanecer por décadas con fuertes tasas interés y no solo en las áreas de bienes pecuniarios, sino de bienes y servicios básicos como la alimentación, la educación o la salud. El aumento de los suicidios4, las licencias médicas por estrés5, la inseguridad social6 o la crisis del sistema carcelario7, van a ser solo algunas de las señales del impacto económico del modelo neoliberal que se evidencian en la realidad cotidiana de los territorios especialmente en países como Chile, Colombia o Argentina.


El impacto económico del modelo se ve reflejado en el territorio a través de los indicadores mencionados y en respuesta, surgen diversas manifestaciones de economía popular y circular, que, aunque enfrentan una competencia desigual contra las multinacionales y a las pequeñas sucursales de grandes supermercados locales, es una situación que plantea un desafío creciente en las ciudades latinoamericanas, llevando – por ejemplo - a la creación de cooperativas con foco en los ODS-2030 como alternativas ambientalistas y socioeconómicas populares (González et al., 2022). Entre los ejemplos sobresalen, La Red Latinoamericana de Bioeconomía (IICA)8, dedicada al desarrollo agrícola y el bienestar rural, la RELCOOP9 compuesta por organizaciones no gubernamentales de 9 países y otras redes populares como las poderosas redes argentinas, ACRUM (Asociación Mendocina de Cooperativas


2 Abogado constitucionalista y político de extrema derecha. El día 12 de septiembre de 1973 cuando aún el Palacio de Gobierno (La Moneda) estaba en llamas producto del Golpe de Estado y asesinato de Salvador Allende, Guzmán fue llamado para hacerse cargo de rehacer y escribir la constitución que posteriormente seria llamada eufemísticamente hasta nuestros días, la “constitución de Pinochet”.

3 Según el 43° Informe de Deuda Morosa de la Universidad San Sebastián (USS) y Equifax, en el último trimestre de 2023, más de 4 millones de personas en Chile tenían deudas impagas, una disminución del 1,5% en un año. Sin embargo, la deuda total aumentó un 1,1%, alcanzando US$9,7 mil millones. La deuda promedio por persona subió un 2,7%, llegando a $2.102.775. La menor cantidad de morosos se debe a la prohibición de informar la morosidad en salud y a condiciones de crédito más restrictivas. A pesar de la baja en la morosidad, el monto total y la deuda promedio aumentaron. Disponible en: https://www.uss.cl/noticias/personas-presentan- morosidad/#:~:text=De%20acuerdo%20con%20el%2043,%2C5%25%20en%20un%20a%C3%B1o Recuperado el 16 de mayo de 2025

4 Según la OMS las Américas es la única región del mundo donde la mortalidad por suicidio ha aumentado desde 2000, con una tasa promedio de nueve por cada cien mil habitantes. En 2019, 97 mil personas se suicidaron. América del Norte presenta la tasa más alta (14,1), mientras que la región andina tiene la más baja (3,9). Uruguay destaca con una tasa de 21,2. https://www.biobiochile.cl/noticias/salud-y- bienestar/mente/2023/05/03/chile-es-el-sexto-pais-con-mayor-tasa-de-suicidios-en-america-latina-segun-datos-de-la-oms.shtml Recuperado el 16 de mayo de 2025

5 3,1 millones de trabajadores accedieron al menos a una licencia médica en 2022. https://www.suseso.cl/605/w3-article-701967.html Recuperado el 10 de mayo de 2025

6 El encarecimiento de la vida y la baja jubilación de millones de chilenos, hacen insostenible el modelo actual heredado por la dictadura. Radio Universidad de Chile. https://radio.uchile.cl/2024/05/29/mientras-la-reforma-de-pensiones-aguarda-jubilacion-de-las-ff-aa- aumento-en-un-30-en-los-ultimos-20-anos/ Recuperado el 16 de mayo de 2025

7 Espacio Público. https://espaciopublico.cl/wp-content/uploads/2024/04/EP_Informe_Seguridad-15.pdf Recuperado el 16 de mayo de 2025

8 Red Latinoamericana de Bioeconomía https://iica.int/es/about-us/main/ Recuperado el 16 de mayo de 2025

9 Red Latinoamericana de Cooperativismo. https://www.relcoop.com/quienes-somos/ Recuperado el 16 de mayo de 2025

de Recuperadores), destacadas por la movilización colectiva y la organización de tipo comunitario- provincial (Paredes, Pasero, & Vitaliti, 2021, p. 6) y la Federación Rural para la Producción y el Arraigo, con la participación de 30 mil productores10.


Proyecto Cultural


La colonización europea en los territorios del sur del planeta entrado el SXV, trajo consigo un cuerpo simbólico centrado en la religión judeo cristiana que marcará el comienzo del desastre cultural en América Latina. La invasión transversal ocurre en todos los aspectos de la vida cultural de los pueblos originarios del continente partiendo por el exterminio de las cosmovisiones religiosas, debiendo asimilar una transmodernidad reflejada en lenguajes, imágenes y prácticas de una cultura occidental que ve en este territorio11, un espacio para ser conquistado, política económica y culturalmente como premio para un rey que se encuentra a tres meses de navegación (Dussel, 2005).


Este primer y feroz choque transcultural ocurrido en los primeros dos siglos de la llegada de los europeos va a producir y reproducir una alteridad del ethos originario, el surgimiento de un otro bajo la dominación de una naciente modernidad que, para el caso de este continente, va a tener el propósito de la anulación y exterminio del indio y todo lo que trae consigo su historia cultural. La causa principal que ven en la relación con el otro los occidentales invasores, es su relación complementaria con la naturaleza (Gómez, 2003), cuestión determinada por una razón expoliadora entre las prácticas paganas religiosas y los intereses económicos, esto es, no se corresponde con los principios de la religión católica que ve en la naturaleza un objeto material creado y al cuidado de la mano de un único dios. Más de cincuenta y seis millones de indígenas serán exterminados en este proceso de invasión, es decir, el 90% de la población precolombina (Koch et al., 2019).


Desde el pensamiento occidental y su discurso moderno del progreso, la naturaleza, reviste un peligro al cual es necesario reducir para convertir y producir. Esta va a ser la causa central que va a impulsar las estrategias tecnológicas de la modernización, atrasada en comparación con el proceso de exterminio en el norte de América, pero útil como medio para atenuar la alteridad. Con este argumento, la modernidad no se detiene en la línea de un tiempo pasado transformado en algo inútil para sus intereses; sólo resta celebrar el futuro, un devenir próspero en la progresión de los sucesos que traen el progreso (Ramos, 2003) y de la mano, permanentes y profundas transformaciones en los imaginarios de los primeros pueblos. El mestizaje y la formación de las repúblicas serán el resultado, a mediano plazo, de un proceso de dominación, que implicó esclavitud y transculturación de las cosmovisiones y prácticas socioculturales preexistentes en este continente, que en su lengua originaria mantiene su propia denominación; el pueblo Kuna llama a este gran territorio Abya Yala, que significa “tierra madura”, “tierra viva” o “tierra en florecimiento” (Porto-Gonçalves, 2011, p. 39).


La modernidad refleja así, una histórica dificultad para recuperar aspectos del pasado, y cualquier intento de hacerlo dentro del contexto moderno requiere un entendimiento del pasado primario y originario. Este pasado no llegó a florecer debido a las estrategias de dominación que, desde muy temprano, instalaron arquetipos útiles para la consolidación del Estado Nacional Burgués; entre estos se encontraban el Gaucho, el Roto o el Cholo, símbolos esenciales para el despliegue del mestizaje. Las construcciones simbólicas de resistencia se fundamentaron en el imaginario regional, buscando resignificar una identidad común, mestiza y latinoamericana. Esta identidad se transformó en un corpus que resistió la permanencia de las transmisiones culturales occidentales, manteniendo una dimensión crítica y reivindicativa hasta entrado el siglo XIX, representada por figuras como el huacho, el pobre, el indio y el negro. Pedro de Urdemales podría ser un buen ejemplo de esta resistencia dentro del inventario simbólico que enfrenta a la burguesía moderna en Latinoamérica (Oyarzun, 1967). Los mitos y leyendas latinoamericanas, nacidos del sincretismo cultural, van a ser esenciales para la supervivencia simbólica de los pueblos originarios a través de relatos orales, fiestas y memorias profundas, que no solo resisten


10 Federación Rural para la Producción y el Arraigo https://federacionrural.com.ar/quienes-somos/ Recuperado el 16 de mayo de 2025 11 Ver en Constitución de Chile (1980) https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/60446/3/132632.pdf Recuperado el 16 de mayo de 2025

la invisibilización y violencia cultural, sino también enfrentarán las diferencias impuestas por el poder católico, político y militar.


Este legado cultural después de casi trescientos años va dar como resultado sociedades organizadas en torno a la Hacienda Colonial (Von Wobeser, 1983), con una aristocracia criolla y una emergente burguesía industrial urbana promotoras de un periodo de múltiples movimientos independentistas que asumieron para su unidad y ordenamiento social, la República y el Estado Nacional, repitiendo lógicas coloniales provenientes de los movimientos europeos como la Revolución Francesa.

La Cuestión Social12 marca el inicio del nuevo siglo con fuertes raíces en la cultura (Vallone, 2019; González Leandri, 2000) y tensiones relacionadas con la identidad, la pertenencia y las migraciones del campo a la ciudad acentúan la idea del desarrollo capitalista industrial y el deseo de los “sueños del norte”13. Estas nuevas identidades emergen en las capitales del mundo, conformando “un periodo socio- cultural híbrido, en el que las estructuras, que existían en forma separada, se combinan para generar nuevas estructuras, objetos y prácticas urbanas” (García Canclini, 1990, pp. 13-33).


Las necesidades del pueblo provinciano, el mal trato del hacendado y las necesidades de autonomía del creciente sujeto popular, van a ser los elementos que obligan a un campesino a convertirse en obrero y probar suerte en la ciudad. La influencia permanente del norte industrial (Europa y Estados Unidos) traerá consigo la experiencia de un movimiento ideológico y cultural que va a tener sentido para los movimientos sociales y la constitución de los partidos políticos desde el Río Bravo en México, hasta la Patagonia Argentina, abriéndose paso un importante movimiento obrero, político e intelectual,14, que van a describir los cambios de la sociedad del siglo XX.


La crítica latinoamericana al capitalismo industrial se ve influenciada por la intelectualidad occidental, especialmente por corrientes francesas y alemanas, con la Escuela de Frankfurt jugando un papel central. Este periodo, en medio de la Guerra Fría y la emergencia de procesos revolucionarios en América Latina, se convertirá en una etapa fecunda para los debates culturales marcando el inicio de reflexiones diferenciadoras entre los paradigmas occidentales tradicionales sobre la producción cultural del capitalismo industrial y su réplica en Latinoamérica. Los primeros mantienen lecturas neocoloniales sobre el Sur, con una mezcla de marxismo y anarquismo aplicados a las luchas del continente, mientras los segundos buscaran su propio paradigma cultural desde una perspectiva local, asumiendo el mestizaje y retomando antiguas resistencias útiles para analizar el emergente modelo neoliberal.


La creciente despolitización social producida en las últimas dos décadas del SXXI viene a ser uno de los resultados directos de la dimensión cultural del neoliberalismo, destacándose en particular la construcción del sujeto de consumo (Moulian, 1998). A diferencia de la cultura clásica moderna, promotora del consumo de bienes como valores de uso, la cultura neoliberal va a promover bienes simbólicos y productos innecesarios para la supervivencia, funcionando como signos de distinción y estatus útiles para las apariencias (Lash, 1997). Desde la segunda mitad del SXX, la incorporación de grandes medios de comunicación va a influir poderosamente en la subjetividad social, en el espacio de lo público y en el tipo de orden posmoderno, transformándose en el aparato predilecto del discurso hegemónico para la construcción simbólica del sentido común. Como menciona Fray Beto,


“Al reemplazar el diálogo entre padres e hijos y establecerse como la principal interlocutora en el núcleo familiar, la televisión modificará las referencias simbólicas esenciales del psiquismo infantil. A través del lenguaje, una generación transmite a la siguiente sus creencias, valores, nombres propios, grandes relatos,


12 Periodo histórico en Latinoamérica que va a traducirse como “la falla estructural del sistema capitalista, la integración del indio a través de la relación con la posesión de la tierra; el trabajo como eje articulador de la integración social, la variable del desarrollo como explicativa de la ruptura de la marginalidad y los primeros intentos públicos por la reducción de la superación de la pobreza.

13 Durante la colonia Europa era el deseo de un estilo de vida de una parte la población aristocrática mestiza. Posteriormente hacia el siglo XX- XXI será “El sueño americano” que se instala en los imaginarios ya no solo de la burguesía capitalista, sino también en los imaginarios populares.

14 Gabriela Mistral, José Martí, Carlos Mariátegui, José María Arguedas, Camilo Torres, Rodolfo Kusch, Gino Germani, Paulo Freire, Violeta Parra, Fals Borda, entre muchos otros y otras.

genealogías, ritos y relaciones sociales. Incluso transmite la capacidad humana de usar la palabra, mediante la cual se construyen nuestra subjetividad e identidad”15.

En la vida cotidiana de los territorios, la educación y cultura neoliberal diseña contenidos para reproducir el modelo dominante. Estudiantes y profesores participan en un proceso donde los docentes transmiten y los estudiantes reciben información sin desarrollo creativo o crítico. Esta situación refleja una violencia simbólica, con la educación funcionando como una institución que perpetúa un modelo de consumo, manteniendo a amplias capas de la población en una pobreza cognitiva que dificulta la acción y los cambios sociales (Bourdieu et al., 1977). La dimensión cultural del neoliberalismo en América Latina se refleja en experiencias cotidianas que limitan el desarrollo crítico y creativo de las personas, fomentando un enfoque mercantilista que prioriza la formación técnica sobre el pensamiento crítico, restringiendo la capacidad de los estudiantes para cuestionar su realidad (Bourdieu & Passeron, 1977). En la producción cultural, se da prioridad a la rentabilidad económica sobre la diversidad y autenticidad, lo que genera productos culturales estandarizados que empobrecen el tejido cultural de la región (García Canclini, 2005) por ejemplo a través de la música y el cine que a menudo replican fórmulas comerciales que desdibujan las tradiciones locales. Esta hegemonía cultural perpetúa relaciones desiguales de poder, limitando las dinámicas de producción cultural necesarias para la transformación social y dificultando el acceso de las comunidades a plataformas que visibilicen su riqueza cultural (Gramsci, 1999).


No obstante, a pesar de la hegemonía, surgen expresiones cotidianas de colaboración, creatividad, arte y cultura por ejemplo, en la multiplicación de carnavales urbanos, caracterizados por su pluralidad y una destacada participación juvenil, experiencias que van a desafiar la privatización del territorio y el espacio público, al mismo tiempo que buscan fortalecer el sentido de pertenencia colectiva.


“La incorporación de nuevos participantes al carnaval se debe a la falta de políticas públicas efectivas para niños y adolescentes en el modelo neoliberal, que priorizó intereses económicos y benefició a un pequeño grupo de empresarios. Esto generó serias problemáticas sociales, como la mala calidad de servicios públicos y un aumento de la violencia, incluyendo la intrafamiliar y el abandono escolar. Muchos niños y adolescentes, abandonados por sus familias, llegan al carnaval Mil Tambores16 en busca de contención, nuevas relaciones y un espacio creativo”. (Bozo-Marambio; 2023:278)


Proyecto Social


Según Durkheim, el modelo capitalista moderno provoca la pérdida de solidaridad orgánica, lo que lleva a un declive del poder político de los asalariados, especialmente en el ámbito sindical (Durkheim. 1987). La comunidad sindical, una de las principales fuentes de inspiración del pensamiento marxista como oposición al capitalismo, sufre una profunda fragmentación social, causada por las políticas de flexibilización y desindustrialización, estrategias del neoliberalismo que, junto con la creciente desocupación resultante de la privatización de la mayoría de las empresas públicas, han debilitado al previamente homogéneo y unificado sector sindical (Tenti Fanfani, 1993).


Desde la imposición de las dictaduras militares en el continente, el tejido social, sufrió un profundo desajuste debido a estrategias de temor y desconfianza impuestas sobre la sociedad civil. Entre 1964 y 1990, esta estrategia se llevó a cabo en Brasil, Paraguay, Chile, Uruguay, Argentina y Bolivia como un método de control por parte de las derechas políticas, marcado por la violencia y con el propósito de modificar las estructuras. Se considera una revolución que transformó radicalmente el paradigma societal (Valencia y Marco, 2007).


A treinta años de la caída del muro de Berlín, el impacto del neoliberalismo en la dimensión social de América Latina es innegable; aparición de múltiples factores de riesgo como la inseguridad social con diversos niveles y alcances; la usurpación del suelo urbano por parte de las inmobiliarias o la desafección


15 Ver en https://rebelion.org/Neoliberalismo-y-cultura . Recuperado el 21/6/2024

16 Mil Tambores. Carnaval urbano popular de la ciudad de Valparaíso-Chile, coordinado por la organización comunitaria Centro Cultural Playa Ancha, que convoca anualmente a cerca de cien mil personas de todo el país y aproximadamente a 300 comparsas carnavaleras. https://miltambores.cl/

de Estado en los derechos a la ciudad, colocan al territorio social como un campo de lucha donde gana el más fuerte. El narcotráfico como fenómeno transversal a la política, la economía, la cultura y la conformación territorial, influye poderosamente, tanto en las estructuras como en las narrativas sociales.


“Un lugar de disputas simbólicas y concretas de acuerdos, de encuentros y desencuentros entre sujetos, producidos por prácticas sociales, que, a modo de relatos, van reconfigurando y transformando los lugares en espacios que representan un inmenso corpus” (De Certeau, 2000: p. 130-131).


La cultura del delito, en ocasiones en concomitancia con los dispositivos del poder17 operan sobre la subjetividad comunitaria, con el encierro y la privatización de la vida, a partir de ghetos urbanos que se constituyen con profundas diferencias en la distribución de la riqueza (Cabello, 2024). Estos elementos aumentan la aparición de nuevas alteridades y la desconfianza colectiva que lleva a importantes grupos humanos, a desvalorizar los asuntos sociales en las llamadas plenas democracias latinoamericanas (Zovatto, 2018).


La traducción social del impacto neoliberal se ve a diario en las prácticas ciudadanas, en la precarización de la salud y la educación pública, en el desarrollo y la falta de acceso a la cultura, en la cada vez menor capacidad de utilización del espacio público, con una industria inmobiliaria que desvalorizan el patrimonio cultural y la historia de las ciudades del continente.


El alarmante incremento del narcotráfico y la corrupción policial y política en los territorios latinoamericanos es consecuencia de la dominación neoliberal, que se manifiesta como un sistema autopoiético que se reconstituye de manera permanente. Y “aunque no pueden establecerse ligazones totalmente directas, lineales ni unicausales, el neoliberalismo crea condiciones para el aumento de la delincuencia, grupos mafiosos, copando las zonas y debilitando otras lógicas de acción del mundo popular” (González Meyer, 2019: p. 18).


El proyecto social del neoliberalismo produce algunos riesgos importantes especialmente para los movimientos sociales en emergencia. Uno de los elementos sobre el que ha ido descansando es el fascismo territorial, una producción social y política reflejada en actores provistos de gran capital patrimonial que privan al Estado de su dominio territorial o contrarrestan dicho control al cooptar o apropiarse de las instituciones estatales para regular a la sociedad sin su participación y en detrimento de sus intereses (De Sousa Santos, 2006). La cooptación política y el exterminio de defensores territoriales18 es otra de las causas que han fracturado el tejido social en los territorios, mientras los gobiernos locales reproducen las prácticas del gobierno central, al mismo tiempo, se instalan amplias brechas de desconfianza cotidiana entre la política y lo político” (Bobbio, 1993).


La reconfiguración del espacio urbano impacta en el territorio comunitario y, por ende, en la calidad de vida de la clase trabajadora, evidenciándose en la profunda precarización sindical y salarial que no se ajusta a los costos de la vida. La privatización y mercantilización instaladas y el significado cultural del aumento de la posesión de bienes privados no extinguieron del todo la conciencia de lo público. Ciertos problemas o temas siguen representando, no como el resultado de una pura relación entre privados en el espacio, sino, como “elementos constituyentes de lucha que reivindica lo público dando fundamento a la acción política, como serían la educación, salud, alimentación, medio ambiente, seguridad social, vivienda, etc.” (González Meyer, 2019: p.15). La profunda desigualdad y segmentación social son huellas que deja el neoliberalismo y su notoriedad en los territorios es palpable cuando un gobierno local representado por un mismo partido político, permanece por extensos periodos como autoridad19.


17 Ciper Chile: Los documentos que muestran los nexos de los hijos de Pinochet con narcotraficantes. Disponible en: https://www.ciperchile.cl/2023/09/10/los-documentos-que-muestran-los-nexos-de-los-hijos-de-pinochet-con-narcotraficantes/ Recuperado el 16 de mayo de 2025

18 Diario virtual MONGABAY, “Década mortal: el 68 % de los asesinatos de defensores territoriales medioambientalistas en los últimos 10 años se ha registrado en Latinoamérica” https://es.mongabay.com/2022/09/68-por-ciento-de-los-asesinatos-de-defensores-ambientales- en-los-ultimos-10-anos-se-ha-registrado-en-latinoamerica/ Recuperado el 14 de mayo de 2025.

19 El caso más emblemático en el Chile democrático fue la alcaldía de Sergio Puyol con 26 años a cargo del municipio de Macul (1990- 2016).

El proyecto social neoliberal utiliza una estrategia de dispersión y fragmentación de las relaciones sociales y su tejido de redes; tácticas discursivas, policiales, económicas y culturales provenientes del grupo de las élites políticas más conservadoras, no sólo de la derecha republicana hija de la burguesía, sino también de una izquierda que no logra mirarse a sí misma, ajustar sus principios ideológicos y diseñar e implementar un proyecto político que logre una salida al laberinto neoliberal (Castañeda, 2007).


En este contexto de fractura social “un fantasma vestido de payaso recorre América Latina: el fantasma de la Cultura Viva Comunitaria”20, experiencias significativas que marcan un aumento en la configuración de redes socioculturales en el territorio. El mejor ejemplo es la red Latinoamericana de Culturas Vivas Comunitarias21 que surge como una acupuntura social (Turino, 2022) en permanente producción de lo común (Gutiérrez, 2017). Se trata de organizaciones territoriales que, aunque de manera sutil, son un de las pocas – sino la única – expresión social que resiste y contrasta en el territorio al modelo neoliberal convocando a cerca de 200 millones de personas cada día a sus actividades comunitarias22.

“El lugar de las prácticas de resistencia es el espacio en el que habitan y se sitúan, donde son reconocidas, apropiadas y legitimadas. Este lugar se encuentra especialmente en organizaciones con una trayectoria en la cultura viva del territorio, que tienen un propósito transformador, asumiéndose a sí mismas y a su comunidad desde una perspectiva crítica en el análisis de las problemáticas territoriales que también les son propias” (Bozo-Marambio, 2023: 386).


Proyecto Político


En nuestro continente, los Estados Modernos, excepto en algunos casos excepcionales, no han respondido adecuadamente a las demandas populares. El pueblo ha estado excluido de las decisiones sobre sus propias necesidades, mientras que las élites dominantes gestionan, a través de las democracias representativas, mecanismos que perpetúan el subdesarrollo en la periferia del mundo global-neoliberal. Este entorno, que hasta ahora se ha sentido cómodo, define la condición constitucional y política del sujeto a través de cambios estructurales en materia de derechos sociales, económicos y culturales (Gargarella y Courtis, 2009).


A partir de 2019, surge una segunda ola de debates sobre cambios constitucionales en algunos países latinoamericanos, continuando con la era de transformaciones iniciada en los años ‘90 tras las dictaduras cívico-militares. En la actualidad, enfrentamos una forma intensificada de capitalismo de mercado impulsando un renovado activismo político basado en la noción de que el capitalismo ha alcanzado límites extremos (Harding, 2001). En el centro del modelo se encuentra la creencia de que el mercado debe ser el principio rector de todas las decisiones políticas, sociales y económicas. Este enfoque, en lo político, “Libra un ataque constante a la democracia y al bien común, privatizando la vida y espacios públicos, expropiados por políticos a precio vil, amenazando la seguridad pública en favor de poderosas compañías e intereses corporativos” (Giroux, 2005: p. 73-74). El ejemplo más cercano de esta dinámica es Chile, que en el margen de una década (1970 y 1980)23, pasó de una propuesta revolucionaria de la Unidad Popular de las izquierdas, a una revolución económica de la ultraderecha, convirtiéndose en “el laboratorio neoliberal para el mundo”.

El neoliberalismo tuvo su fase contra-ofensiva a finales de 2009, caracterizada por las reformas institucionales de segunda generación que buscaban viabilizar los objetivos del Consenso de Washington


20 https://iberculturaviva.org/es/cultura-viva-y-la-construccion-de-un-repertorio-comun-para-las-politicas-culturales-en-america- latina/?lang=es Recuperado el 14 de mayo de 2025.

21 https://observatoriocultural.udgvirtual.udg.mx/repositorio/handle/123456789/1380 Recuperado el 14 de mayo de 2025.

22 https://ilacvc.org/ Recuperado el 14 de mayo de 2025.

23 Entre 1970 y 1973 se estableció un régimen socialista con partidos políticos y movimientos sociales que se reunieron en torno a la Unidad Popular con Salvador Allende a la cabeza. Este proceso solo permanecería por tres años siendo derrotado por una junta militar de derecha en septiembre de 1973. Posteriormente en plena dictadura militar en 1980 se escribe una nueva constitución a cargo de un grupo de economistas llamados Chicago Boys, connotados alumnos de la Escuela de Chicago cuyo principal profesor fue Milton Friedman. Ver también en, https://www.youtube.com/watch?v=w6GlaTDQwIg&ab_channel=CooperativaFM Recuperado el 16 de mayo de 2025

veinte años después. Durante la década de los noventa, era notorio que dicho consenso no había dado los resultados previstos; la hipótesis central para explicar los magros resultados fue que el marco institucional creado para implementar el modelo de desarrollo anterior (proteccionista y estatista) era inadecuado para llevar adelante las políticas del nuevo modelo neoliberal. En respuesta a esta ofensiva y en medio de una importante crisis económica, surgió en América Latina el “progresismo renovado” como alternativa a los gobiernos de derecha que implementaron el neoliberalismo del Consenso de Washington (Tajám Cabrera y Cultelli, 2021). Estos gobiernos, incapaces de cumplir sus promesas, fueron derrotados electoralmente por partidos políticos con fuertes raíces en la izquierda y el respaldo social de trabajadores y pueblos originarios, como se observó en Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay y Venezuela, donde las divisiones entre incluidos y excluidos se hicieron más evidentes (Norbert, 2015).


Durante la implementación del neoliberalismo, se evidenció un vaciamiento del discurso político de la izquierda en varios países latinoamericanos. Aunque estos países promovieron narrativas asociadas al marxismo o a los Estados de Bienestar hasta los años ‘80, la persecución, represión y asesinato de militantes de izquierda durante las dictaduras militares en el Cono Sur, junto con la proscripción de sus organizaciones y el exilio masivo, generaron la necesidad de debatir la crisis del discurso y su práctica. Según Hugo Cancino (2007),


“Los militantes en la clandestinidad y en el exilio imaginaron los escenarios posteriores a las dictaduras, lo que llevó a un proceso de autocrítica y búsqueda de nuevos paradigmas, aunque con diferentes niveles de rigor y profundidad en distintos contextos nacionales y tradiciones de discusión de izquierda” (p. 37).


Con el tiempo, las izquierdas se vieron influenciadas por la socialdemocracia europea, abandonando principios marxistas para adaptarse al neoliberalismo. Algunas se adaptaron rápidamente, manteniendo discursos socialistas paradójicos y contradictorios con sus propios principios.


Durante las últimas tres décadas, se ha observado una dinámica duopólica donde los partidos de derecha, centro e izquierda se han alternado en el poder. Esta situación ocurre en un contexto de ciudadanía despolitizada, generando crisis sociales gestionadas por los mismos partidos, rompiendo con la tradición ético-social del Movimiento Obrero de la primera mitad del siglo XX. Treinta años después del Consenso de Washington, surge un nuevo neoliberalismo, caracterizado por su resiliencia y renovación constante, que enfrenta fisuras y la incapacidad de satisfacer las demandas estructurales de la población latinoamericana (Socarrás, 2008). En los últimos seis años en algunos países del continente se han desencadenado Estallidos y Revueltas Sociales, con reacciones de partidos de derecha con discursos que retoman una tonalidad dictatorial generando preocupación por el resurgimiento de los viejos conocidos autoritarismos.


En este contexto las resistencias antineoliberales han cobrado fuerza y frecuencia, reflejando una lucha que abraza “principios como el anticonsumismo, el antiindividualismo, la solidaridad y la defensa de los derechos como temas fundamentales” (Bozo Marambio, 2023: p. 408). En consonancia, han surgido desde los territorios grupos políticos más conscientes, organizándose efectivamente para enfrentar al modelo.


En paralelo al segundo consenso de Washington, el ciclo de resistencias en la región comienza con el levantamiento venezolano conocido como El Caracazo en marzo de 1989. A este le sigue la insurrección neozapatista en Chiapas, México, en enero de 1994, y la rebelión indígena en Ecuador en febrero de 1997, cuando el Congreso Nacional destituyó al presidente Abdala Bucaram tras sus intentos de implementar ajustes económicos neoliberales. Tres años después, el 21 de enero de 2000, militares de rango medio, en alianza con varios grupos indígenas, derrocan al gobierno de Jamil Mahuad, en medio de un caos económico y social sin precedentes tras la dolarización del país ecuatoriano. En Bolivia, se producen las Guerras del Gas, el Agua y la Coca en abril de 2000, y en Argentina estallan revueltas populares en 2001, durante una profunda crisis económica y social que resultó en 38 muertes y el derrocamiento del presidente De la Rúa, quien fue obligado a huir en helicóptero desde la Casa Rosada en Buenos Aires.

Tras una década de aparente calma (2000-2010) las manifestaciones de resistencia en América Latina resurgen a partir de espacios de reflexión como el Foro Social Mundial. En este contexto, participan grupos comunitarios, redes sociales locales, el tercer sector, así como movimientos indígenas, de mujeres y estudiantiles, entre otros. Su propósito es imaginar y diseñar una globalización alternativa, organizar campañas mundiales y compartir estrategias para informar y conectar a los nuevos movimientos del sur del mundo (Gordillo, 2007; De Sousa Santos, 2006; Bajatierra, 2007). De manera similar a lo ocurrido bajo las dictaduras de los años 70 y 80, cuando surgieron resistencias políticas vinculadas a las Madres de Plaza de Mayo, el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) y las Asociaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos, hoy emergen nuevamente Comedores Populares, Tomas de Terreno, Ollas Comunes, Movimientos de Mujeres y grupos ecologistas y feministas, entre otras movilizaciones.


Desde los inicios del siglo XXI, América Latina ha sido escenario de nuevas movilizaciones sociales, tanto urbanas como campesinas. Los piqueteros, desocupados, estudiantes y cocaleros, junto con la fuerte impronta del movimiento indígena a nivel continental, han dado lugar a la “vieja-nueva” visión del Buen Vivir como alternativa al laberinto neoliberal. Estos movimientos, junto con los primeros estallidos sociales de la última década, reafirman la presencia, organización y capacidad de movilización política para enfrentar el modelo neoliberal.


Desde el ámbito comunitario, surge la propuesta del “Sumak Kawsay”, impulsada por la fuerte influencia de los pueblos originarios, como alternativa al modelo de desarrollo neoliberal. Este nuevo paradigma se fundamenta en el equilibrio con el entorno y en una visión comunitaria que considera las interrelaciones como un todo, abarcando tanto lo humano como lo no humano (Von Lippke & Hidalgo, 2025: 47). De tal modo, cualquier esfuerzo por resistir y transformar la estructura neoliberal deberá recoger las experiencias de resistencia surgidas en los territorios, recuperando los principios de los pueblos originarios, sociedades caracterizadas por tener una base cultural, social, económica y política comunitaria, así como por sus cosmovisiones, vínculos con el territorio y formas de organización social, donde predominaban la colectividad, la reciprocidad y la cooperación (Torres, 2020, p. 10).


A modo de conclusión


Tomando en cuenta diversas señales para encontrar posibles salidas al modelo neoliberal, nos preguntamos hasta qué punto el modelo se ha arraigado en América Latina, tanto en su realidad concreta como en su idealización. Esta pregunta está siendo respondida ante nuestros ojos, y podemos afirmar que el neoliberalismo ha dejado una marca significativa en la región, aunque no de forma exclusiva (Radcliffe y Westwood, 1999). Esto indica un futuro con transformaciones que persisten en la subjetividad social,


Al considerar diferentes indicios que apuntan a posibles alternativas al modelo neoliberal, nos cuestionamos hasta qué grado este sistema se ha arraigado en América Latina, tanto en su realidad concreta como en su idealización. Esta interrogante se está resolviendo ante nosotros, y podemos afirmar que el neoliberalismo ha dejado una huella notable en la región, aunque no de manera exclusiva (Radcliffe y Westwood, 1999). La lectura histórica sugiere un futuro con cambios que continúan influyendo en la subjetividad social como;


“Un acto ordinario ligado al desarrollo vital, una actividad tan imprescindible que no puede reducirse a interpretarla como deseo (es decir como un impulso que supera el uso necesario e instrumental), para a renglón seguido, clasificar ese deseo como patología o desviación (…), una compleja relación con la subjetividad del individuo lanzado a la incertidumbre de vivir en las sociedades del SXXI” (Moulian, 1998: p.3).


La acción colectiva proveniente de los territorios no ha logrado momentos de emancipación ni avances estructurales en sus demandas más sentidas. A pesar de la aparición de movimientos sociales emergentes (indígenas, feministas, animalistas, diversidad sexual, entre otros), no se han alcanzado cambios en la reivindicación de derechos o en la lucha jurídica contra la industria inmobiliaria. Persisten las disputas en el territorio y en todos los campos estructurantes de la subjetividad, donde las nuevas redes sociales

y movimientos sociales se enfrentan repetidamente a los espacios de dominación neoliberal presentes también en las comunidades locales.


En el transcurso de la tercera década del siglo XXI, las contradicciones inherentes al modelo se mantienen en medio de elecciones políticas que resultan en la permanencia de los mismos representantes en el poder. Además, se observa un aumento en la despolitización de la población, lo que contribuye a un creciente malestar social que desencadena cada tanto, diversas protestas y revueltas socio-políticas en la región.


Volviendo al caso de Chile, el Estallido Social de octubre de 2019 bajo una administración de la ultra derecha abrió paso a una revuelta que convocó la marcha más multitudinaria de su historia a nivel nacional, con 3,5 millones de personas movilizadas en todo el país. Este movimiento, sin liderazgos definidos, enfrentó en menos de tres meses al menos 15.000 detenidos, cerca de 40 muertes y 400 personas con pérdida de visión debido a la violencia policial. En América Latina, el panorama político reciente no ha sido muy distinto, marcado por una serie de eventos significativos, desde el golpe de Estado en Bolivia y el caso de Ecuador hasta las protestas en Colombia, Paraguay y Haití. Estos acontecimientos, junto con el golpe congresal en Perú y el asalto a las instituciones democráticas en Brasil por seguidores de Jair Bolsonaro (2023), así como la elección de Javier Milei en Argentina (2024), reflejan al menos tres elementos; el distanciamiento entre el neoliberalismo y las necesidades de la población, la permanente capacidad de reajuste del sistema neoliberal y la resignación política de la ciudadanía ante la dificultad de revertir su propio malestar social.


A pesar de las múltiples formas de resistencia que emergen en los pueblos, estas han tenido dificultades para provocar transformaciones estructurales significativas. La frustración colectiva se ha manifestado en movilizaciones sociales que, si bien son disruptivas, a menudo carecen de una articulación política coherente para canalizar sus demandas hacia cambios duraderos (Della Porta & Diani, 2006). Esto se traduce en un cambio significativo al menos en dos elementos; a) las formas de organización de un nuevo tipo de movimiento social “espontaneo y descabezado”, es decir, sin la conducción de partidos tradicionales de izquierda y; b) el protagonismo que adquieren las organizaciones comunitarias, con “objetivos generales comunes y objetivos específicos diversos”, marcando una diferencia respecto a décadas anteriores a través de la lucha de masas, centrada en un enfoque más homogéneo de unidad política con el propósito de cambiar las estructuras, cuestión que se mantuvo durante todo el SXX.


Lo anterior resalta la necesidad de explorar nuevas prácticas político-culturales que integren las voces y necesidades de la acción política de la comunidad como respuesta a la crisis de representación actual. Por tanto, es esencial que estas resistencias se transformen en propuestas y vayan más allá del simple rechazo al neoliberalismo centrado en su racionalidad económica. La creación de redes de solidaridad y la articulación de movimientos sociales y culturales que surgen del territorio pueden ser espacios efectivos para visibilizar las luchas locales y formular estrategias colectivas de transformación (Touraine, 2000).


En cuanto a las perspectivas y desafíos futuros de la resistencia, el contexto actual complica la identificación de soluciones al laberinto del desarrollo neoliberal en la mayoría de sus dimensiones estructurales a corto y mediano plazo. Sin embargo, las manifestaciones de luchas territoriales son evidentes y responden a las necesidades de supervivencia de las comunidades, así como a la defensa de los derechos humanos, la ecología y el medio ambiente. Mientras el Estado se muestra ausente y el mercado observa la situación desde la distancia, surge un cambio que retoma prácticas populares propias de las dictaduras, como la animación sociocultural y la autoeducación popular. A estas se suman la implementación de metodologías emancipatorias y la expresión de las culturas vivas comunitarias, lo que marca un punto de inflexión en los territorios y en las prácticas cotidianas de América Latina.

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