PROMETEICA - Revista de Filosofia y Ciencias. 2025, v. 32


Artículos


https://doi.org/10.34024/prometeica.2025.32.18697

 

 


REFLEXIONES SOBRE COMPRENSIONES DEFLACIONISTAS DE LA MENTE

1

CRÍTICAS DESDE EL TRABAJO DE AMIE L. THOMASSON


THOUGHTS ON DEFLATIONIST UNDERSTANDINGS OF THE MIND

Criticisms from the work of Amie L. Thomasson


REFLEXÕES SOBRE ENTENDIMENTOS DEFLACIONÁRIOS DA MENTE´

Críticas da obra de Amie L. Thomasson


Vicent Vergara
(Universidad Católica del Maule, Chile)
ps.vincentvergara@gmail.com


Recibido: 27/05/2024
Aprobado: 01/05/2024

 

 


RESUMEN


El deflacionismo semántico es una teoría que ha tomado mucha fuerza en los últimos 20 años, lo que ha provocado que se emplee el enfoque deflacionista en distintas áreas de la filosofía, y la filosofía de la mente no es la excepción. Ahora bien, el deflacionismo no es un concepto vago que permite referir todo y a la vez nada, sino que, según plantea Amie L. Thomasson, el deflacionismo semántico, el deflacionismo sobre existencia y el deflacionismo meta-ontológico van de la mano y cambian la manera de llevar los debates ontológicos, por lo que si adoptamos un tipo de deflacionismo, debemos comprometernos con los demás. Es por lo anterior que en este trabajo primero se desarrollará el argumento de la autora norteamericana para luego analizar si las comprensiones deflacionistas de la mente de la filosofía contemporánea contemplan las consecuencias antes señaladas.


Palabras clave: deflacionismo, ontología, filosofía de la mente, filosofía del lenguaje.


ABSTRACT


Semantic deflationism is a theory that has gained much strength in the last 20 years, which has led to the use of the deflationist approach in different areas of philosophy, and philosophy of mind is no exception. Now, deflationism is not a vague concept that allows referring everything and at the same time nothing, but rather, according to Amie L. Thomasson, semantic deflationism, existence deflationism and meta-ontological deflationism go hand in hand and change the way ontological debates are conducted, so that if we adopt one type of deflationism, we must commit ourselves to the others. It is for this reason that this paper will first develop the argument of the American author and then analyze whether deflationist


1 La presente investigación es realizada bajo la figura de Tesista Colaborador en el marco del Proyecto FONDECYT Iniciación N°11240226 financiada por ANID (Asociación Nacional de Investigación y Desarrollo) dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación del Estado de Chile.

understandings of the mind in contemporary philosophy contemplate the above-mentioned consequences.


Keywords: deflationism, ontology, philosophy of mind, philosophy of language.


RESUMO


O deflacionismo semântico é uma teoria que ganhou muita força nos últimos 20 anos, o que fez com que a abordagem deflacionista fosse usada em diferentes áreas da filosofia, e a filosofia da mente não é exceção. Agora, o deflacionismo não é um conceito vago que nos permite fazer referência a tudo e, ao mesmo tempo, a nada, mas, de acordo com Amie L. Thomasson, o deflacionismo semântico, o deflacionismo de existência e o deflacionismo meta-ontológico andam de mãos dadas e mudam a maneira como os debates ontológicos são conduzidos, de modo que, se adotarmos um tipo de deflacionismo, devemos nos comprometer com os outros. É por essa razão que este artigo primeiro desenvolverá o argumento do autor americano e, em seguida, analisará se os entendimentos deflacionistas da mente na filosofia contemporânea contemplam as consequências descritas acima.


Palavras-chave: deflacionismo, ontologia, filosofia da mente, filosofia da linguagem.


Introducción


El deflacionismo se ha instalado como uno de los conceptos más importantes de la filosofía analítica del último siglo. Si bien este concepto lleva décadas de discusión en filosofía del lenguaje, autores como Horwich (2005) señalan que tal herramienta conceptual ha roto sus fronteras y se ha inmiscuido en discusiones sobre ciencia, ontología y metafísica. No es de extrañar que ahora en cualquier discusión que tenga como objetivo poner en tela de juicio el estatus ontológico de alguna entidad existan propuestas deflacionarias a dicho cuestionamiento. Como prueba de ello, hoy existen respuestas deflacionarias a la pregunta sobre la existencia de propiedades, números, mundos posibles e incluso entidades institucionales como lo son las corporaciones o el matrimonio (Thomasson, 2013, p. 1023). Los debates en filosofía de la mente no están exentos de ello, pues en el último lustro las discusiones sobre algunos aspectos de lo mental han tenido como respuesta un enfoque deflacionario.


Si bien existen variadas formas de deflacionismo, muchos son los casos en que se toma una actitud laxa frente a los compromisos ontológicos de algunos enunciados semánticos, revelando más bien una actitud deflacionista, como se puede observar en el deflacionismo débil de Matthew McGrath (1997) o el deflacionismo deflacionado de Scott Soames (2003). No obstante, hay otras posturas como las de Paul Horwich (2005) y Amie L. Thomasson (2013, 2014) que se toman con mayor seriedad las los compromisos ontológicos y metafísico al establecer enunciados semánticos deflacionados. En específico, el trabajo de la autora norteamericana refleja una fuerte conexión entre los enunciados de verdad, con los de referencia y los de existencia, derivando finalmente en un deflacionismo meta- ontológico. Aun cuando este procedimiento no está exento de críticas, es de los pocos que establece una relación estrecha entre distintos tipos de deflacionismo y sus distintos niveles de análisis semántico, ontológico y metafísico.


Debido a lo anterior, en este trabajo se confrontarán algunas comprensiones deflacionistas de la mente al deflacionismo procedimental de Amie L. Thomasson con el fin de resolver si dichas comprensiones deflacionistas de la mente consideran las consecuencias en distintos niveles que surgen de adoptar el deflacionismo.

2.- Algunas consideraciones sobre deflacionismo


El deflacionismo como concepto posee la virtud de ser extremadamente versátil y adaptable, lo que le permite coexistir en distintas discusiones filosóficas en distintos niveles. Esto hace difícil definirlo, pues fijar el significado de un concepto parece bastante contraintuitivo para cualquier postura deflacionista. Como se mencionó anteriormente, no todos mantienen un análisis profundo respecto a la relación entre distintos enunciados deflacionistas que permitan evaluar la pertinencia de emitir conclusiones ontológicas o metafísicas a partir de enunciados semánticos. Por lo tanto, se trabajará con la definición de Thomasson respecto al deflacionismo, que en sus palabras consiste en lo siguiente:


Mientras que el término ‘deflacionismo’ es utilizado de distintas maneras, aquí lo utilizaré para describir teorías que niegan que tan importante concepto (como verdad, referencia o existencia) intenta siquiera referirse a una propiedad substantiva cuya naturaleza podamos investigar o descubrir. Como resultado, teorías deflacionistas renuncian a la búsqueda de generalizaciones reduccionistas del tipo: x es verdadero sí y solo sí… (Thomasson, 2014, p. 185)


De la cita anterior es posible desprender dos ideas claves en la conceptualización sobre el deflacionismo que ofrece a autora. Primero, niega que los conceptos cuyo estatus ontológico sea asunto de discusión, refieran a una propiedad substantiva. Es decir, no agrega algo al enunciado, cuya naturaleza pueda ser investigada por las ciencias o la filosofía misma. En el caso de la mente, negaría entonces que los conceptos como ‘mente’ ‘representación mental’ o ‘consciencia’ – desde ahora en adelante, estas y otras entidades cuyo estatus ontológico sea puesto en tela de juicio se denominarán entidades en disputa – refieran substancialmente a algo que pueda ser investigado por las ciencias naturales ni por una filosofía naturalizada2. Ahora bien, y he aquí la segunda idea importante de este apartado, es que niega también la posibilidad de que dichas entidades puedan ser entendidas, en otros términos. Esto ya contrariaría enunciados del tipo ‘la consciencia es un proceso en el cerebro’ sobre la cual U. T. Place (1956) desarrolla su teoría de la identidad psiconeural; también desecharía cualquier programa que trate de eliminar alguna batería conceptual como propondría Richard Rorty3 (1965), pues el deflacionismo thomassiano no niega que existan dichas entidades, sino que no refieren a una propiedad substancial. Por lo tanto, desde una postura deflacionista, cualquier intento de reducir dichas entidades en disputa o de frente eliminarlas será un error.


El deflacionismo no es entonces ni reduccionista ni eliminativista, tampoco es idealista o platónico, sino que se alza como una alternativa que se ubica como punto medio entre las posturas realistas duras y las eliminativistas. Pero no es la única en esa posición, pues el ficcionalismo también aparece como una salida a tales debates y suele confundirse con el deflacionismo, por lo que, para ofrecer una definición más acabada – mas no definitiva – del deflacionismo, se realizarán algunas distinciones.


    1. Deflacionismo y ficcionalismo


      El debate sobre la existencia de ciertas entidades puede tomar dos posturas radicales. Una de ellas es asumir un realismo duro, que plantea que las entidades en disputa sí existen y en todos los niveles de organización; a su vez, una postura eliminativista plantea que dichos conceptos fallan al referir por lo que esos discursos deben ser reemplazados por otros más efectivos. El ficcionalismo4, como tercera vía, propone utilizar tales herramientas conceptuales sin comprometerse metafísicamente con su existencia, pero no por ello considerar como inaceptable el lenguaje empleado. Gracias a ello es posible conversar con un amigo sin temor a que se acabe el mundo luego de ver alguna película sobre el apocalipsis zombi. Así, un enfoque ficcionalista a cerca de las entidades disputadas se definiría de la siguiente manera:


      2 Filosofía naturalizada como postura paradigmática del neoquineanismo, postura que critica el deflacionismo thomassiano. Esta discusión se abordará en un apartado posterior.

      3 Pese a que, según la autora Andrea Tortoreto (2022) es posible identificar algunos rasgos deflacionistas en la propuesta del filósofo norteamericano, sobre todo en sus textos “Incorrigibility as the Mark of the Mental” y en “Philosophy and the Mirror of the Nature”.

      4 Al igual que el deflacionismo, se presenta en diferentes formas y en distintas áreas de la filosofía, por lo que para nuestros intereses solo nos centraremos en el ficcionalismo metafísico.

      El objetivo del enfoque ficcionalista en metafísica nos permite evitar estar comprometidos (con el realista duro) a decir que realmente existen tales objetos, no obstante (contrario al eliminativista) considerando que el discurso en cuestión es perfectamente aceptable. (Thomasson, 2013, p. 1024)


      El ficcionalismo nos permite hablar de números, propiedades y mundos posibles sin comprometernos ontológicamente con ellos. Por lo tanto, cuando alguien realiza un ejercicio matemático, no necesita comprometerse ontológicamente con la existencia de los números en algún plano de la realidad que desconozcamos, sino que es un discurso ficticio que nos habilita hablar matemáticamente; para el ficcionalista, quienes se sientan obligados a comprometerse con la existencia de números al realizar ejercicios matemáticos se toman tal discurso de manera demasiado seria (Thomasson, 2013, p. 1025).


      Sin embargo, esta teoría requiere que para cada enunciado ficcionalista, cada miembro participante del discurso deba considerar que está en una simulación. Para ejemplificar lo anterior consideremos el caso de un matrimonio: dentro de las muchas entidades que se cuestionan su carácter ontológico, existen las entidades sociales, y una de las más comunes de todas se producen cuando un individuo decide, a través de distintos rituales sociales y/o espirituales, condicionar el futuro de su vida comprometiéndose con otro individuo. Esto es lo que llamamos matrimonio. Pero para el ficcionalista, esto es solo una manera de hablar, una especie de ficción legal que no constituye existencia alguna de algo que se llame ‘matrimonio’ (Yablo, 2001, p. 86). El problema es que difícilmente las personas que se casan se sientan en una ficción o simulen el estar casados, pues para ellos el matrimonio constituye más que la firma de un documento o la enunciación de votos (Thomasson, 2013, p. 1035).


      La respuesta a estas conjeturas se sostiene en que frente a los enunciados que pueden interpretarse como simulaciones y juegos de ‘hacer creer’5 se fundamentan en un ‘contenido real’, es decir, la parte verdadera, a la que se apelan los individuos al hablar sobre un determinado asunto. Por ejemplo, en el caso del apocalipsis zombi, es la película que acaban de ver dos amigos; en el caso de un matrimonio es el estado civil6 de la pareja. No obstante, esta postura enfrenta una objeción adicional, pues no queda del todo claro como esta distinción permite resolver la relación entre el contenido real del enunciado y la ficción:


      (…) se puede pretender simplemente fingir, hacer creer o simular que existen propiedades, mundos posibles o incluso personajes ficticios, y al mismo tiempo afirmar genuinamente sólo el contenido real de las afirmaciones correspondientes sólo si se puede estar comprometido con el contenido real sin estar comprometido con el contenido literal. Por lo tanto, el ficcionalista se enfrenta al desafío de decir cómo se puede estar comprometido con el contenido real sin estar comprometido con el contenido literal (Thomasson, 2013, p. 1036).


      Esta diferencia marca una distinción fundamental entre el ficcionalismo y el deflacionismo. A diferencia del primero, el deflacionismo no requiere identificar qué parte del contenido es real ni qué parte es ficción y qué es lo literal del contenido literal. Mas bien, fortalece la relación entre enunciados semánticos y ontológicos al sostener – como plantea Thomasson - que estos últimos se desprenden de enunciados indisputados de verdad. Procedamos con un ejemplo.


      De algunos planteamientos triviales del tipo ‘los platillos y las tazas son equinumerarias’ se puede desprender que el número de tazas es idéntico al número de platillos y que, por lo tanto, hay un número. Ese tipo de procedimiento se denomina argumento simple7 el cual, sin importar el tipo de deflacionismo que se emplee, sirve para demostrar cómo se pueden postular enunciados ontológicos a partir de


      5 En el idioma original del texto, el término es ‘make-believe games’ referenciando a los juegos que realizan los niños y niñas cuando fantasean sobre interpretar el rol de alguna película que vieron en el cine, como cuando dicen ‘¡yo soy Spiderman! ¡y yo soy Scarlet Witch! Obviamente, saben que no poseen tales poderes. Como en lengua española este tipo de juegos no posee un término concreto que lo refiera, se empleará desde ahora en adelante ‘juegos de hacer creer’, una traducción literal del concepto.

      6 No es la intención de este trabajo indagar sobre algunas distinciones entre los diferentes tipos de ficcionalismos, pues el contenido real varía según el enfoque ficcionalista que se tenga. La intención de este apartado es señalar las diferencias entre el ficcionalismo y el deflacionismo respecto a relación entre enunciados semánticos sus consideraciones ontológicas y como este último satisface de mejor manera tales disputas. Para más información sobre tipos de deflacionismo sugiero ver (Yablo, 2001, 2009)

      7 La traducción corresponde al concepto ‘easy arguments’. Sin embargo, a juicio de este autor, traducirlo como ‘argumento fácil’ puede llevar a concepciones erróneas del término, pues el énfasis de la autora radica en la simplicidad de tales argumentos – pues no requieren mayor razonamiento – y no en si sea fácil o difícil de plantear o comprender.

      enunciados semánticos. Thomasson (2013) propone que tales argumentos poseen una estructura, que si la sometemos a ejemplo quedaría de la siguiente forma:


      1. Enunciado indisputado: me comí 2 panes.

      2. Regla de transformación: si P come N panes, el número de panes que comió P es N.

      3. Enunciado transformado: El número de panes que comí es 2.

      4. Enunciado ontológico: hay un número (y es el 2).


        Como se observa, en este procedimiento de cuatro pasos es posible realizar enunciados ontológicos sin la necesidad de elementos ficcionalistas como simulaciones ni juegos de hacer creer. No necesito simular que comí dos panes para saber que comí dos panes. De este modo se abre la posibilidad de establecer enunciados ontológicos y, por lo tanto, discutir el estatus ontológico de las entidades disputadas. Así, a diferencia de los ficcionalistas que no se comprometen ontológicamente a partir de sus enunciados, los deflacionistas sí aceptan la existencia de tales entidades (Thomasson, 2013, p. 1028). La implicancia de tales enunciados, la veremos a continuación.


    2. Tipos de deflacionismo: deflacionismo semántico


      Como se mencionó anteriormente, el concepto ‘deflacionismo’ es lo suficientemente amplio para involucrarse en variopintas discusiones filosóficas. Gracias a ello ha sido posible plantear posiciones deflacionistas en distintos niveles de discusión filosófica, como en el semántico, ontológico y meta- ontológico – al menos, esos son los niveles que la autora Thomasson utiliza a lo largo de su trabajo –. Dado que el objetivo de esta investigación es confrontar la utilización de este concepto en filosofía de la mente, se analizarán los niveles semántico y ontológico de la propuesta para luego demostrar la derivación del primero en el segundo.


      Soames (1997, 2003) halla en Frege lo que podría ser una de las primeras propuestas deflacionarias de la verdad al señalar que estos enunciados no añaden nada al contenido mental. Decir ‘la nieve es blanca’ no difiere en contenido al enunciado ‘es verdadero que la nieve es blanca’. Adicionalmente, Russell planteaba que discutir sobre los marcadores de verdad de una proposición no es lo mismo que discutir sobre su naturaleza (1910). Esto dio pie a que Ramsey (1927), Ayer (1935, 1936), Strawson (1949), Tarski (1944, 1969) y Kripke (1975) levantaran propuestas que cuestionaran el estatus ontológico de la verdad, que más tarde fueron clasificadas como deflacionarias pues admitían un realismo con la verdad, pero no un compromiso ontológico substancial. Dentro de las posturas más aceptadas y siendo de las primeras de definirse autónomamente como deflacionista, Paul Horwich (1998b, 2005, 2010) presenta su teoría mínima de la verdad indicando que su naturaleza queda capturada por la estructura de los esquemas tarskianos (1998a, p. 103), pero tratados de manera trivial. El esquema empleado por Horwich es el siguiente.


      <p> es verdadero sí y solo sí p.


      Según el autor, gracias a estos esquemas los enunciados de verdad tienen una función generalizadora, pues nos habilitan a decir que ‘todo lo que dice Sofía es cierto’ sin tener que revisar el caso a caso (Thomasson, 2014, p. 187). El concepto de verdad juega un rol de dispositivo de generalización y nada más. Por lo que, si bien esto podría entenderse como una propiedad, no existe nada más profundo ni sustancial que se pueda investigar.


      Como los enunciados de verdad acaban siendo dispositivos lingüísticos, es posible conjugarlos para derivar en otro tipo de enunciados si se realiza adecuadamente. De esta manera es posible extender el deflacionismo sobre la verdad hacia un deflacionismo sobre la referencia, donde el deflacionista, a partir de los enunciados de verdad, puede desprender enunciados sobre la referencia. Esta relación se expresa en la siguiente estructura:

      < n es P> es cierto sí y solo sí <n> refiere a n, y <P> es verdadero de n.


      Como la definición antes ofrecida sobre el deflacionismo plantea que “(las entidades disputadas no…) intentan siquiera referirse a una propiedad substantiva cuya naturaleza podamos investigar o descubrir.” (Thomasson, 2014, p. 185), el deflacionismo sobre la verdad sostiene que no hay nada más que investigar sobre ella más lo dado por el esquema trivial de equivalencia que indica Horwich. Por lo tanto, la relación de referencia entre el objeto nombrado y su referencia también queda atrapado por la simplicidad del esquema trivial de la verdad. Y según se extienda este principio, incluso se pueden descartar propiedades substantivas del significado. En palabras de la autora:


      Así como una teoría deflacionaria de la verdad niega que exista una respuesta profunda y substantiva a la pregunta de en qué consiste la propiedad de la verdad, y el deflacionismo sobre la referencia niega que exista una respuesta sustantiva a la pregunta de en qué consiste la relación de referencia, deflacionismo sobre el significado niega que exista alguna propiedad especial (no semántica) del significado F para descubrir su naturaleza, que nos permita decir en general en qué consiste el significado F. (Thomasson, 2014, p. 139)


      Del apartado anterior es posible llegar a las siguientes conclusiones que aportan a una definición sobre deflacionismo semántico: existe una relación entre los enunciados de verdad, de referencia y de significado, siendo los enunciados de verdad los enunciados indisputados del deflacionismo obtenidos mediante la aplicación de esquemas triviales; en segundo lugar, el deflacionismo semántico se encarga de negar que las entidades disputadas posean una propiedad substancial, pero no hay tal negación a que sean, en este caso, una propiedad (en el sentido deflacionado) semántica. En síntesis, el deflacionista reconoce la existencia de las entidades disputadas, solo que niega que posean una propiedad substancial cuya naturaleza sea demasiado profunda como para acceder a ellas a través de la filosofía o las ciencias. Pero para reconocer la existencia de tales entidades, el deflacionista deberá seguir utilizando el mismo esquema para justificar tal estatus ontológico.


      Al negar que las entidades posean una naturaleza profunda y al aceptar la relación entre estos tres tipos de deflacionismo semántico, es posible entonces sostener el siguiente criterio esencial para identificar una postura deflacionista: negar que exista un criterio general/universal que defina o comprenda el significado de alguna entidad. Es decir, no es posible establecer teorías que contengan un criterio general que defina el significado de alguna entidad disputada. Esta discusión de profundizará en el siguiente apartado.


    3. Tipos de deflacionismo: deflacionismo sobre existencia


Como se vio anteriormente, las primeras posturas deflacionarias sobre la verdad se plantearon a inicios del siglo XX, generando una basta tradición y popularidad entre distintas teorías de la verdad. No obstante, para el caso de las discusiones ontológicas y metafísicas, el deflacionismo es una postura que lleva a penas unas décadas tomando fuerza. En las discusiones sobre la existencia de las entidades disputadas no semánticas – sean estas, las propiedades de existencias, la representación mental, o las instituciones sociales vistas anteriormente como el matrimonio – el deflacionismo recién comienza a echar sus raíces, sobre todo fuera del habla inglesa.


La falta de popularidad de posturas deflacionarias se puede explicar gracias al gran avance que han tenido ciencias naturales los últimos cien años. Producto de aquello, la mayoría de las respuestas a los cuestionamientos ontológicos mantiene un fuerte enfoque empirista y naturalista, en el cual las teorías planteadas que expliquen tales fenómenos deben estar de acuerdo a los descubrimientos científicos vigentes. Es esta postura – llamada neoquineanismo – es la responsable de que todas las discusiones sobre la existencia de números, propiedades y estados mentales estén invadidas de términos científicos intentando demostrar que dichas entidades en disputa deban demostrar ser mentalmente independiente y poseer poderes causales. Una clara definición del enfoque Neo-Quineano es el siguiente:


El enfoque neo-quineano de la ontología trata las cuestiones ontológicas como algo continuo con las cuestiones de las ciencias naturales. La idea, a grandes rasgos, es que la empresa de la ontología consiste

en desarrollar la mejor "teoría total", lo que implica elegir la teoría con más virtudes teóricas, incluida (sobre todo) la simplicidad. (Thomasson, 2015, p. 2)


Este enfoque ha predominado las discusiones ontológicas de los últimos setenta años. Se caracteriza por tomar estos debates como un asunto demasiado serio, tratando la ontología como una cuestión difícil donde no todas las preguntas se puedan responder (Thomasson, 2015, p. 318). Sin embargo, tanto el ficcionalismo como el deflacionismo ofrecen un enfoque despreocupado sobre estos debates, indicando que las preguntas ontológicas pueden responderse directamente y de manera sencilla (Thomasson, 2013,

p. 1028). Adoptar un enfoque deflacionista sobre la existencia permite dar una respuesta sencilla a tales debates siempre y cuando se respete el correcto uso del lenguaje. Es por ello que estos enfoques también toman el nombre de semanticistas (Thomasson, 2009b, p. 3)


La autora plantea que al adoptar un deflacionismo semántico sobre la verdad, se debe también adoptar un deflacionismo ontológico sobre la existencia, lo que a su vez deriva en un deflacionismo meta- ontológico. Al considerar una postura deflacionista sobre la existencia, dejaríamos de preguntarnos si los números, estados mentales y las propiedades ‘realmente’ existen (Thomasson, 2014, p. 189) ofreciendo un acercamiento sencillo y despreocupado a los asuntos ontológicos. Gracias a ello es posible configurar una gran propuesta deflacionista de tres niveles: i) en un nivel semántico sobre la verdad, la referencia y los significados. ii) en un nivel ontológico sobre la existencia de propiedades, números y estados mentales (entre otros). iii) y un nivel meta-otológico, indicando una forma de abordar las discusiones sobre la existencia8.

Ahora bien, la forma en que la autora justifica la conexión entre los distintos niveles de deflacionismo es la siguiente:


  1. <n es P> es verdadero

  2. <n es P> es verdadero si y solo si n es P

  3. n es P

  4. n es P si y solo si x ((n=x) & Px) (5) x ((n=x) & Px)


Estos primeros cinco pasos demuestran como, desde el momento en que evaluamos la veracidad de una proposición, es posible establecer enunciados sobre referencia y existencia si seguimos las reglas de transformación antes mencionadas, por lo que la autora continúa:


(6) x ((n=x) & Px) x (n=x)

(7) x (n=x)

  1. x (n=x) si y solo si n existe

  2. n existe

(10) x ((n=x) & Px) x(Px)

  1. x(Px)

  2. x(Px) si y solo si Ps existe

  3. Ps existe


    Desde el paso (6) al paso (13) se justifica la existencia tanto de n como sujeto como la de P como una propiedad de n, siempre y cuando sea verdadero que <n es P>.


    A raíz de lo anterior se comprende por qué a partir de enunciados triviales sobre la verdad, es posible llegar a enunciados sobre la existencia de sujetos y predicados. Y como la base de esta relación contiene una comprensión deflacionaria de la verdad, es pertinente entonces comprometerse con que estos


    8 Si bien no es el objetivo de esta investigación abordar el deflacionismo en un nivel meta-ontológico, es pertinente aclarar que las conclusiones al respecto de la autora es comprometerse con una ‘ontología simple’ que se puede desprender desde los enunciados indisputables que se mencionaron en una sección anterior. La matriz de dicha propuesta es posible encontrarla en su libro Ontology Made Easy (Thomasson, 2015) destacando sus capítulos 3, 9 y 10. Es posible obtener una visión mas resumida en sus trabajos The Easy Approach to Ontology (Thomasson, 2009b) y en Why We Should Still Take It Easy (Thomasson, 2016). No obstante, algunos de estos elementos serán considerados en la conclusión.

    enunciados sobre la existencia de distintas entidades tengan un carácter deflacionado. Y así como la verdad no posee un criterio general que determine qué es cierto caso a caso, sino que es un dispositivo generalizador que nos habilita a realizar distintos enunciados sin comprometernos metafísicamente con ellos, lo mismo ocurre para el deflacionismo sobre la existencia, donde ‘x existe’ solo funge como un dispositivo generalizador.


    Debido a lo expuesto hasta ahora, es erróneo plantear un criterio general para establecer la existencia de las entidades disputadas dentro de un enfoque deflacionista. Esto porque la relación entre el deflacionismo de referencia y el deflacionismo de existencia sobreviven en conjunto, pues si retornamos a los pasos (8) y (12) del argumento de Thomasson, para que algo refiera, debe existir ese algo, obteniendo:


  4. <n refiere> si y solo si n existe.


En síntesis, los enunciados de verdad derivan en enunciados de existencia mediante la relación de los enunciados de referencia y existencia. De este modo es posible realizar enunciados de verdad, de referencia y de existencia a partir de enunciados de verdad triviales.


Como plantea Thomasson, al adoptar un enfoque deflacionario sobre la verdad deberemos comprometernos a adoptar un deflacionismo sobre existencia. Concedido esto, entonces es posible descartar la idea de establecer un criterio único y general sobre la existencia de algunas entidades. A modo de ejemplo, si planteamos que ‘la mesa es redonda’ y se da el caso que la mesa sea redonda – es decir ‘es verdadero que la mesa es redonda’ – podemos establecer que existen tanto la ‘mesa’ como la ‘redondez’. En consecuencia, se inhabilitan las complejidades de las discusiones mereológicas que plantean que sólo existen regiones de espacio-tiempo (Schaffer, 2007, 2009) o sólo partículas y no mesas redondas, pues solo serían partículas dispuestas en forma de mesa (Merricks, 2006), evitando así toda preocupación sobre la colocación o composición material de Van Inwagen (1995), pues estos conflictos surgen por la dificultad que tienen los interlocutores de convertir los términos ‘objeto’ a ‘cosa’ de manera eficiente (Thomasson, 2007, p. 197). Al defender su postura de ontología simple9 y la existencia de los objetos comunes, la autora señala que es posible establecer enunciados de existencia aun desde los enunciados eliminativistas del tipo ‘hay una disposición de partículas en forma de mesa’ para concluir que existen mesas y partículas (2013, p. 1025).

Adoptar esta postura restringe las posibles respuestas en los debates ontológicos, ya que muchas de estas discusiones quedarían sin solución si no se establecen reglas claras para el uso de los conceptos (Thomasson, 2009a, pp. 457-462). Tales reglas buscan asegurar un uso consistente y público de los términos ontológicos, evitando ambigüedades que entorpezcan la resolución de los problemas. En consecuencia, asumir un enfoque deflacionario respecto a la existencia nos obliga a reconsiderar qué tipos de preguntas deben formularse y cuáles simplemente dejarían de tener sentido, conduciendo así a un deflacionismo meta-ontológico (Thomasson, 2014, pp. 202-204) obligándonos a descartar toda clase de argumentos que aseguren la existencia de alguna propiedad general para determinar qué existe o no. La autora lo plantea de la siguiente manera:


Pero si no hay ninguna propiedad sustantiva de la existencia por descubrir, entonces todos los argumentos sobre si existen o no entidades de diversos tipos que se basan en que tienen o carecen de alguna propiedad como la relevancia causal, la independencia de la mente, la fisicalidad, etc. (pensadas como un requisito general para la existencia) quedan en tela de juicio. (Thomasson, 2014, p. 192)


El foco pasa de ser un criterio empírico y fundamentado metafísicamente a un análisis del lenguaje. Ahora bien, si la verdad en el deflacionismo semántico funciona como un dispositivo de generalización que nos habilita establecer enunciados deflacionados de verdad ¿cuál es la función de la propiedad de existencia desde el punto de vista deflacionista? Pues la respuesta es similar. Es un dispositivo que nos


9 Traducción interpretativa de ‘easy ontology’ que utiliza la autora en gran parte de sus trabajos, pues la traducción literal ‘ontología fácil’, a criterio de este autor, no representa de manera acertada las intenciones de la autora.

permite comprender enunciados del tipo ‘los monstruos no existen’ o ‘Santa Claus no existe’. El término ‘existe’ permite señalar errores o malas interpretaciones de las referencias a los hablantes:


Porque si partimos de una afirmación general de inexistencia como 'los monstruos no existen', podemos inferir que hay algún problema con el uso del término o concepto aliado: porque podemos inferir que no es el caso que haya algo que sea un monstruo, de lo que podemos inferir que no es el caso que haya algo de lo que <es un monstruo> sea cierto -y que sería un error asumir que <es un monstruo> funciona como <es un oso pardo> lo hace. (Thomasson, 2014, p. 199).


Este argumento se asemeja a lo que propondría Gilbert Ryle cuando señala que plantear que “ocurren procesos mentales” no es lo mismo que afirmar que “ocurren procesos físicos” (Ryle, 1968, p. 23). Este podría ser uno de los primeros intentos de comprender a la mente desde una perspectiva deflacionaria, pues a lo largo de todo el texto menciona cómo los enunciados mentales refieren a cómo las cosas están dispuestas para que ocurran de determinada manera. Con esto, no solo defiende una idea de la mente, sino que también la desprovee del estatus ontológico que, a ojos del autor, termina siendo complejo para el dualista cartesiano. En la siguiente sección, se abordará con mayor profundidad estos argumentos.


3.- Deflacionismo y filosofía de la mente


El deflacionismo es un concepto relativamente reciente en la mayoría de las discusiones filosóficas fuera del ámbito de la filosofía del lenguaje; sin embargo, esto no implica que no se puedan identificar perspectivas deflacionistas en contextos diversos. En el primer apartado de esta sección, se examinarán ciertos aspectos deflacionistas presentes en la concepción de lo mental de Gilbert Ryle. En el apartado siguiente, se procederá al análisis de algunas obras contemporáneas que adoptan un enfoque deflacionista respecto a lo mental, con el objetivo de abordar cuestiones filosóficas fundamentales.


    1. Antecedentes deflacionistas en filosofía de la mente


      En el caso de la filosofía de la mente, son muchas las teorías que privan de su estatus ontológico a la mente y sus derivados – como la consciencia, las representaciones mentales u otros. Pero si debemos atribuir un punto de inflexión para la filosofía de la mente moderna, ese punto converge en la aparición de una de las obras más reconocidas del autor inglés Gilbert Ryle: ‘The Concept of Mind’ de 1949. En este texto, el autor cuestiona la doctrina cartesiana que problematizaba de sobremanera la comprensión de distintos fenómenos – como filosóficos, psicológicos y espirituales inclusive – producto de un error categorial en la utilización de conceptos mentales (Ryle, 1968, p. 17). Este error categorial tiene una naturaleza semántica, pues a partir de un error sintáctico es que surgen errores semánticos que permiten estas confusiones (Ryle, 1938). Pero estos errores no implican a eliminación del lenguaje mentalista, sino que hay errores al establecer su referencia, pues lo que niega es que exista otra dimensión, distinta a la res extensa, a la que refieren tales conceptos. A modo de ejemplo, el autor expone:


      A un extranjero que visita Oxford o Cambridge por primera vez, se le muestran los Colleges, bibliotecas, campos de deportes, museos, departamentos científicos y oficinas administrativas. Pero luego pregunta:

      ¿dónde está la universidad? He visto dónde viven los miembros de los Colleges, dónde trabaja el registrador, dónde hacen experimentos los científicos, pero aún no he visto la universidad donde residen y trabajan sus miembros” Se le tiene que explicar, entonces, que la universidad no es otra institución paralela o una especie de homólogo a los Colleges, laboratorios u oficinas. La universidad es la manera en que todo lo que ha visto se encuentra organizado. (Ryle, 1968, p. 18)


      Así como ‘la universidad’ no es algo extra ni está en otra dimensión, lo mismo ocurre para la mente. Sería un error plantear a raíz de lo anterior que ‘la universidad’ no existe, del mismo modo, sería un error creer que por lo misma razón debamos desprendernos de la mente como un concepto.


      Para el autor, pretender que es distinto decir ‘existen procesos mentales’ a ‘existen procesos físicos’ es como creer que decir ‘tengo un guante izquierdo y un guante derecho’ es distinto y refiere a otra cosa si más tarde dijera que ‘tengo un par de guantes’. Para Ryle, el lenguaje mentalista resume una gran cantidad de condiciones, necesarias y contingentes, que permiten entender el comportamiento de los

      individuos. Así, cuando una niña, por medio de su inteligencia, resuelve un ejercicio matemático, ‘inteligencia’ no refiere a una entidad de una naturaleza distinta, sino que resuelve el ejercicio inteligentemente (1968, pp. 26-28).


      Solo con esto no es posible plantear que Ryle sea un deflacionista, ya que hay varios puntos en que la obra del autor inglés y los argumentos planteados anteriormente difieren. Si bien Ryle señala que los errores producto de la comprensión cartesiana de lo mental son de naturaleza semántica, los enunciados de existencia de las propiedades mentales no son derivados desde enunciados semánticos, sino que refieren a la relación de distintos elementos involucrados en el comportamiento de los individuos. Lo que señala Ryle es que la gran batería de conceptos mentales que se usan cotidianamente para explicar la conducta de personas no son más que errores categoriales que representan los conceptos mentales como si pertenecieran a una categoría lógica, cuando en realidad pertenecen a otras. Para el autor, cuando hablamos de mente no hablamos de una sustancia inmaterial que se ubica en alguna zona de nuestro cerebro sino más bien, de cómo distintos elementos, tanto de las personas como del entorno, están dispuestas para que una acción pueda concretarse (Rodríguez González, 2021).


      Aun así, es útil señalar como los problemas y ciertas intuiciones filosóficas que buscan resolver estos problemas tienen cosas en común. Al igual que el deflacionismo de Thomasson, Ryle no busca defender una postura eliminativista de, en este caso, las propiedades mentales, sino que niega que exista alguna naturaleza profunda en ellas, y esto sin identificarla a procesos mecánicos del mundo físico (1968, pp. 20-21), imposibilitando así cualquier intento de reducción de los fenómenos mentales.


      La propuesta de Ryle no es eliminativista; tampoco plantea un realismo platónico de los enunciados mentales, pues entiende que estos refieren a cómo las cosas se dan (1968, p. 26 y ss.). Al igual que en el deflacionismo, el lenguaje mentalista termina sirviendo de dispositivo que permite referenciar los distintos elementos que permiten explicar y comprender el comportamiento humano – y por qué no, de animales. Así, la propuesta de Ryle está más cerca que lejos que lo que plantea el deflacionismo en general, por lo que una extensión de su propuesta, a la luz de las reglas de uso plantadas por Thomasson podrían ser útiles para tener una comprensión deflacionista de lo mental. Con todo esto, resulta interesante cómo es la comprensión del deflacionismo en las investigaciones actuales en filosofía de la mente.


    2. Comprensiones deflacionistas en filosofía de la mente contemporánea.


Aun cuando Ryle no sea el único antecedente de comprensiones deflacionistas de la mente, es quien más cercanía muestra al respecto. Sin embargo, con el paso de los años, sería un error identificar el concepto ‘mente’ otros de la misma naturaleza como ‘consciencia’ o ‘representación mental’. Es por ello que a toda esa batería conceptual se le suele llamar ‘lenguaje mentalista’, y quienes lo llaman así, plantean que es un lenguaje que pronto deberá ser superado y reemplazado por el lenguaje de las neurociencias (P.

M. Churchland, 1981; P. S. Churchland, 2002; Rorty, 1965). Por ello no es de extrañar que toda la filosofía de la mente contemporánea tenga estrecha relación con el estado del arte de las neurociencias.


Teniendo en cuenta lo anterior, uno de los problemas que rondan la materia es la naturaleza de las representaciones mentales y cómo esta se correlaciona con los estudios de neuroimagen. Por su puesto, ya existen propuestas deflacionistas al problema, como la que defiende Frances Egan (2020), la cual consiste en tener una comprensión deflacionista del contenido representacional en sistemas cibernéticos y computacionales. Para la autora, los seres humanos somos un sistema que utiliza información, la procesa para luego emitir un producto, una conducta u output (Egan, 2014). Este tipo de representaciones posee dos características importantes: 1) son físicamente realizables – por lo que poseen poderes causales, y 2) son intencionales, es decir, son representaciones de algo.


Ahora bien, no es el objetivo de esta investigación el afirmar o contradecir los argumentos de la autora acerca de la representación mental ni su visión del ser humano, sino de cómo utiliza el término deflacionismo dentro de su teoría. Ya con la definición anterior es posible encontrarnos con algunos

inconvenientes si queremos catalogar su propuesta como deflacionista, pues que las representaciones mentales sean ‘físicamente realizables’ es establecer un criterio general para determinar la existencia de los estados mentales, más aún si de ello desprende que poseen ‘poderes causales’ de los cuales podemos inferir que de carecerlos, estos no existirían. Por la salvedad del argumento, tomaremos lo anterior para el siguiente análisis.


La autora propone que, para que ocurra representación mental, deben existir dos elementos: a) los ‘vehículos representacionales’, que son los sistemas que perciben y procesan la información y b) el ‘contenido representacional’, es decir, el contenido que el vehículo representacional reproduce como representación. Como la definición del vehículo representacional no remite necesariamente a organismos vivos, es posible extender la definición a otras entidades, como computadores o genes. Debido a esto, la autora debe ser realista respecto a estos sistemas, afirmando su existencia como una entidad capaz de reproducir las representaciones mentales. Empero, esto no la compromete a adoptar un realismo en el contenido mental, pues contradiría la anterior definición de ser físicamente realizables y poseer poder causal – marcándola como una teoría intrínsecamente naturalista, de lo contrario, deberá enfrentar el clásico problema dualista de explicar la causación entre entidades físicas y no físicas. De ahí que la autora afirma que el contenido representacional tiene el carácter de ser pragmático, pues el contenido refiere a un tipo de gloss explicativo e intencional de las representaciones mentales (2020, p. 33). Así, si frente nuestros ojos se aparece un gato, no es que nuestro cerebro procese la información y la represente en nuestra mente como ‘un gato’, sino más bien, el sistema la reconoce como ‘patrones gatunos percibidos por la retina’ evitando toda interpretación dualista del problema.


El ser realistas frente al vehículo representacional, y pragmáticos frente al contenido resulta – en palabras de la autora – en ser deflacionistas acerca de las representaciones mentales (Egan, 2020, p. 41). Esto porque no niega la existencia de la representación mental, pues tales representaciones poseen poder causal, y por tanto son físicamente realizables. Si consideramos la conclusión en palabras de la autora tenemos lo siguiente:


Los estados/estructuras que se interpretan en el “gloss” tienen sus funciones causales -aunque, por supuesto, no sus contenidos representacionales- independientemente de las prácticas interpretativas de los teóricos (Egan, 2020, p.41)


¿Es eso deflacionismo? Al juicio de este autor, no. En palabras de Egan, poseer poderes causales es una condición necesaria para le existencia, y es lo que la autora defiende en las páginas 42 y ss. Mas allá de que esta teoría sea cierta o no, podemos asegurarque no es deflacionista, al menos, no en el sentido en que Thomasson propone. La autora defiende que al adoptar un deflacionismo sobre la existencia, debemos rechazar todo tipo de teoría que plantee en qué consiste existir, como el de tener poderes causales (2014, p. 202). Si Egan cree que ser deflacionista es defender la existencia de una entidad por su valor pragmático y explicativo entonces no comprende cuales son las consecuencias de ser deflacionista en un sentido estricto.


Lo anterior se produce porque al deflacionista se le ha catalogado con una actitud despreocupada. Esto lo podemos ver en otro artículo sobre representaciones mentales, donde se plantea que el deflacionismo mantiene una ‘política de lo que sea’10 (Hutto & Myin, 2020). En su definición, los autores señalan que el deflacionista de las representaciones mentales deberá abandonar una gran cantidad de propiedades que canónicamente se asocian a las representaciones mentales (pp. 84) lo que la acercaría a una postura deflacionaria como la de Thomasson.


Para Hutto y Myin es posible encontrar antecedentes de deflacionismo sobre representaciones mentales en los trabajos de Chomsky donde, a pesar de negar que nociones como contenido y representación tienen lugar en las ciencias cognitivas, es posible mantener una idea ‘deflacionada’ de los conceptos (2020, p. 85), cumpliendo una función explicativa y necesaria para el éxito de tales ciencias.



10 Traducción literal de “Whatever Policy”.

Sin embargo, una vez más la prueba de la existencia de las representaciones mentales – o la necesidad de la existencia de las representaciones mentales – radica en que, a diferencia del ficcionalismo – como lo plantean los autores – las representaciones deben poseer un contenido material, en este caso presentado como poderes causales:


Ficcionalistas niegan que el contenido mental exista o tenga cualquier rol causal al explicar la conducta inteligente (…) En lo que difieren los realistas deflacionarios de los ficcionalistas es en que los primeros siguen profundamente comprometidos con la presunción de que la cognición debe implicar la manipulación de representaciones mentales de algún tipo, es decir, que las representaciones de algún tipo deben figurar en nuestra mejor explicación del comportamiento inteligente (Hutto & Myin, 2020, p. 85)


Nuevamente las comprensiones deflacionistas de las representaciones mentales juegan un rol explicativo que permite establecer teorías sobre el comportamiento humano, por lo que la utilización del concepto vuelve a ser pragmático ya que, en palabras de los autores, esta visión sobre las representaciones mentales – sean lo que sean – habilita a los científicos poner la inteligencia dentro de los organismos (2020, p. 86). Permite a la ciencia seguir funcionando y a los científicos el poder comunicarse entre ellos.


Las representaciones mentales no agotan todas las discusiones en filosofía de la mente, pues también esta reflexiona sobre la razón, que nos permite comprender, inferir y criticar textos como estos. ¿Qué queremos decir cuando alguien es irracional? Es lo que se pregunta Sinan Dogramaci, ante la cual ofrece una respuesta que en principio no es deflacionaria, pero puede derivar en una comprensión deflacionaria de la razón (2012, p. 15).


Dogramaci también recurre al sentido pragmático, pero esta vez, no exclusivo de las ciencias ni cuya función sea establecer modelos explicativos de teorías científicas. Mas bien, permite a las personas comunicar una idea, verdadera o falsa, sobre un determinado caso. De esta manera, el autor propone una ‘ingeniería inversa’ desde una epistemología evaluativa de enunciados que pueden ser sometidos a razonabilidad, pues los individuos no somos islas epistemológicas, sino que nos desenvolvemos en comunidades epistémicas (DeWitt, 2021, p. 4441).


Dogramaci denomina a su teoría comunismo epistémico y señala que cuando indicamos que algo es irracional, en realidad señalamos que hay un error en el procesamiento de una idea que hace que una idea sea verdadera o falsa. No obstante, las reglas que utilizamos para determinar que algo es racional o no, nacen desde las comunidades epistémicas y no desde la lógica o la razón, por lo que se hace imposible establecer un criterio único para afirmar qué es y qué no es racional (Dogramaci, 2012). Para el autor, esto es similar a lo que ocurre en el caso del deflacionismo sobre la verdad, ya que entiende que esta rechaza que exista una teoría sobre la verdad como propiedad, pues estas nacen del uso de ciertas reglas (2015, pp. 16-17). Sin embargo, pese a tener una comprensión deflacionista de lo mental más cercana Thomasson que los autores anteriores, para el autor el deflacionismo no es lo suficientemente fuerte para descartar un criterio general unificador que defina, en este caso, lo racional (pp. 17). Lamentablemente el autor no profundiza sobre esta crítica al deflacionismo y se centra en defender su propuesta del comunismo epistemológico.


4.- Reflexiones Finales


El deflacionismo se ha tornado una herramienta conceptual muy versátil, permitiéndole funcionar en distintos niveles: semántico, ontológico y metafísico; como en distintas áreas: filosofía del lenguaje, filosofía de la mente y metafísica; e incluso en distintos contextos: científicos y en el habla cotidiana. Es por ello por lo que podemos encontrar distintas versiones del deflacionismo, siendo unas más radicales que otras. Ahora bien, no por esto es deseable sostener al deflacionismo como un concepto vago que refiere a todo y a la vez nada, pues como vimos en la propuesta de A. L. Thomasson, al adoptar el deflacionismo semántico nos comprometemos indudablemente a tener comprensiones deflacionistas en distintos niveles de discusión filosófica. Lamentablemente, esto no se demuestra en las comprensiones deflacionistas en filosofía de la mente actual, ya que solo se ven seducidas por el valor pragmático del

concepto y por la actitud despreocupada del deflacionista, pero no reparan en los compromisos ontológicos de adoptar este enfoque.


Ante esto existen dos caminos: renunciar al deflacionismo en filosofía de la mente y elaborar otro concepto que solo refiera al uso pragmático de los conceptos mentales o bien tomarse en serio el deflacionismo y analizar las consecuencias de adoptar una comprensión deflacionista de lo mental en niveles semánticos, ontológicos y metafísicos. Lo cierto es que el deflacionismo no puede ni debe ser ese concepto vago, un comodín conceptual solo para hacer funcionar teorías que de otra manera reducirían enormemente su poder explicativo.


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