Reseñas


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LIZÁRRAGA, Fernando (2016).


Marxistas y liberales. “La justicia, la igualdad y la fraternidad en la teoría política contemporánea”.


Prólogo de Ariel Petruccelli.

Buenos Aires, Editorial Biblos, 249 pp. ISBN 978-987-691-460-4.


Lucas E. Misseri

(UNDEC, Argentina)


Fernando Lizárraga es un investigador y docente argentino que adscribe a la corriente filósofico-política denominada “marxismo analítico”. Esta forma de marxismo es un cruce entre la filosofía de Marx y el estilo de hacer filosofía que caracteriza a la academia anglosajona, en el cual el análisis conceptual y la claridad juegan un rol central al momento de sostener argumentos. Otros exponentes del marxismo analítico son Jon Elster, Adam Przeworski, Erik Olin Wright y Philippe van Parijs por nombrar algunos.


Lizárraga se graduó primero como Profesor en Historia en la Universidad Nacional del Litoral (1990), luego como Magíster en Filosofía Política en la Universidad de York, Reino Unido (2000), y por último como Doctor en Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires (2006). Actualmente es investigador del CONICET y docente de la Universidad Nacional del Comahue. Entre sus libros están El marxismo y la justicia social (2011) y la compilación con Atilio Borón El liberalismo en su laberinto. Renovación y límites en la obra de John Rawls (2014).


La estructura del libro Marxistas y liberales está formada por cinco capítulos, la mayoría de los cuales son reescrituras y adaptaciones de artículos publicados por Lizárraga en revistas académicas con referato doble ciego. El autor se tomó el trabajo de enriquecer el texto, aprovechando la unidad temática entre los artículos y quitó algunas repeticiones.


El primer capítulo se titula “Marxistas, igualitaristas y liberales: variaciones en torno a un diálogo necesario” y en este texto sostiene dos tesis mínimas tomadas de las diez que ofrece Norman Geras en “Minimum Utopia”. Una sostiene que buscar la utopía es buscar una ética alternativa, la otra dice que la utopía mínima debe ser socialista y a la vez liberal. Esta tesis de Geras es una de las tantas bases con las que Lizárraga construye un puente entre el marxismo y el liberalismo, teorías que son consideradas mayormente como opuestas y rivales. Asimismo Lizárraga reinterpreta a Rawls desde la perspectiva de Gerald A. Cohen y desde las particularidades de América Latina. Esto lo lleva a repensar la falsa dualidad entre realismo y utopía, superada por el propio Rawls quien propuso en The Law of Peoples una “utopía realista”.


El segundo capítulo se titula “Los límites del igualitarismo de John Rawls”. Aquí Lizárraga

analiza el concepto de igualdad como punto de partida y luego compara dos lecturas del principio de la diferencia. Una que llama laxa que correspondería a la teoría no ideal y que en cierto sentido parece ser privilegiada por Rawls y otra que llama estricta y que corresponde a la teoría ideal, esta es la interpretación en la que harán énfasis Gerald A. Cohen. Siguiendo los pasos del filósofo canadiense, Lizárraga subraya el valor de la comunidad que justifica el principio y remarca la necesidad de perseguir unethos igualitario en ella. Por último, Lizárraga cierra el capítulo refiriéndose nuevamente a la utopía cuando aclara –citando a Jacques Bidet— que los principios de justicia defendidos por Rawls no constituyen un imperativo categórico sino que expresan más bien una utopía.


El tercer capítulo se titula “Marxismo, autopropiedad y abundancia” en el que Lizárraga propone una interpretación que disiente de las proporcionadas previamente por dos de los pensadores que más usa como referencia en su búsqueda de un diálogo entre marxistas y liberales: Rawls y Cohen. En contraste con las opiniones de estos filósofos políticos norteamericanos Lizárraga sostiene que hay una mala interpretación de la teoría de Marx según la cual éste apoyaría la autopropiedad e imaginaría una sociedad más allá de la justicia gracias a la abundancia futura –al estilo de las fantasías de Cucaña y el país de Jauja o, agrego yo, al estilo de la tecnofilia defendida por algunos futurólogos actuales como los transhumanistas por ejemplo—.


El en el cuarto capítulo “John Rawls, la estructura básica y el comunismo” comienza por analizar si las decisiones personales pueden quedar fuera del alcance de los principios de justicia de Rawls o si deben ser congruentes con ellos como reclaman Cohen y él. Luego problematiza los límites del principio de contribución en la obra de Marx y Rawls, defendiendo la importancia de las circunstancias de la justicia y la estructura básica en el comunismo pleno imaginado por el primero. Finalmente, frente a la acusación de que el marxismo estaría más allá de la justicia Lizárraga vuelve a los clásicos, puntualmente a Aristóteles comenzando su caso en favor de la utopía realista de la fraternidad.


En el quinto y último capítulo, “Fraternidad y felicidad en el socialismo”, el autor recupera una pregunta dejada por George Orwell que parece haber dejado de lado por los teóricos marxistas y que es del orden de la motivación para sus propias posturas: ¿Pueden ser felices los socialistas? Lizárraga coincide con la respuesta de Orwell, el objetivo de los socialistas no es la felicidad si no la fraternidad. El investigador argentino insiste con otra pregunta ¿pueden ser justos los socialistas? Y es aquí donde la fraternidad parece ser de nuevo la respuesta, pero aquí no se vale de Orwell sino del propio Rawls quien reconoce el valor de la fraternidad y la define como no querer tener mayores ventajas a menos que eso sea en beneficio de quienes están peor situados. Nuevamente volviendo a transitar el puente entre marxistas y liberales.


Hasta ahí el resumen de las ideas centrales de los capítulos-artículos del libro. Lizárraga es un pensador muy estimulante y una rara avis–como lo son la mayoría de los marxistas analíticos—. Su libro tiene ideas controvertidas en las dos orillas del puente que intenta trazar y por eso es que Marxistas y liberales es una buen alimento para la mente crítica.


Para cerrar, me permito una observación crítica que tiene que ver con el orden por un lado de mis sesgos académicos y por el otro con las limitaciones de la catalogación. Todo el libro de Lizárraga está atravesado por la idea de utopía. De hecho creo que Marxistas y liberales podría ser una obra que reavive los estudios de la utopía en los países de habla hispana, pero lamentablemente ese concepto no aparece en el título del texto. Es más osaría sostener que todo el libro es una apología de la utopía de la fraternidad, una forma de

utopía descuidada no sólo por el marxismos sino por la tradición literaria y por los estudios utópicos. No es viable acusar a Lizárraga de “utopofobia” —concepto acuñado por David Estlund—. No obstante, es algo que llama poderosamente la atención y que me permito subrayar en esta reseña con la finalidad de que los estudiosos de la utopía tengan en cuenta a Marxistas y liberales como una obra destacada de principios de siglo en favor del utopismo.


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