PROMETEICA - Revista de Filosofia y Ciencias. 2025, v. 32
Artículos
https://doi.org/10.34024/prometeica.2025.32.16196
Mateo Berlaffa
(Universidad de Salamanca, España)
mateoberlaffa@gmail.com
Recibido: 25/01/2024
Aprobado: 21/1/2025
RESUMEN
En el siguiente artículo se propone una profundización en torno a las consecuencias que trae una noción de información. El recorrido involucra un conjunto específico de ideas en torno a las dinámicas de individuación, los sistemas de comunicación, los soportes de inscripción y la memoria psicosocial, las cuales definen el tratamiento que la información recibe. La hipótesis que se continúa y refuerza en este artículo implica que las operaciones de individuación de la información no pueden desatender a una actitud de resignificación de la propia noción de información en función de las especificidades en la cual esas operaciones se inscriben. Para ello, se acoge una ontoepistemología crítica que busca en la teorización cibernética, simondoniana y stiegleriana, principalmente, algunas respuestas e indicios útiles para pensar la información en la actualidad.
Palabras clave: información. individuación. registro. soporte. individuo.
ABSTRACT
The following article proposes an in-depth study of the consequences that one notion of information brings. The journey involves a specific set of ideas around the dynamics of individuation, systems communications, registration supports and the psychosocial memory, wich define the treatment that the information receives. The hypothesis that is continued and reinforced in this article implies that the operations of individuation of the information cannot ignored an attitude of resignification of the very notion of information based on the specificizes on which these operations are inscribed. In order to do this, we adopt a critical ontoepistemology that seeks, mainly, in cybernetics, Simondonian and Stieglerian theorization, some answers and useful clues for thinking about information today.
Keywords: information. individuation. registry. support. individual.
RESUMO
O artigo a seguir propõe um estudo aprofundado sobre as consequências de uma noção de informação. A viagem envolve um conjunto específico de ideias em torno da dinâmica da
individuação, dos sistemas de comunicação, dos suportes de inscrição e da memória psicossocial, que definem o tratamento que a informação recebe. A hipótese que é continuada e reforçada neste artigo implica que as operações de individuação da informação não podem desconsiderar uma atitude de ressignificação da própria noção de informação de acordo com as especificidades em que essas operações se inscrevem. Para tanto, aceita-se uma onto-epistemologia crítica que busca na cibernética, na teorização simondoniana e stiegleriana, principalmente, algumas respostas e indicações úteis para pensar a informação na atualidade.
Palavras-chave: informação. individuação. inscrição. apoio. individual.
La noción de información es frecuentemente asociada a un sentido homogéneo en los ámbitos cotidianos no especializados. Su dimensión crítica, así como su relevancia y profundización viene dada, principalmente, por ámbitos científicos, filosóficos y tecnológicos. Es por ello que en ninguno de estos ámbitos la noción de información recibe un sereno y sorbio acogimiento, la variabilidad y complejidad a la que es sometido el término lleva a que su definición esté sujeta a discusiones inagotables1. Sin embargo, la información como fenómeno está desde los orígenes mismos de la cultura. Uno de los momentos inaugurales que han llegado a la actualidad datan de la Edad Oscura, en Grecia. La oscuridad de esta época se configura, conceptual e historiográficamente, como la sombra de su sucedánea, la denominada Época Arcaica, que fundó la cultura occidental contemporánea y la base mítico-filosófica de las sociedades europeas con Homero y Hesíodo como referencias principales. Ahora bien, si se puede hablar de información es porque la acompañan un conjunto de posibilidades estructurantes entre las cuales se incluye la materialización de procesos por los cuales se esgrime una idea de posteridad y de archivo del acervo de una cultura. De modo que, hablar de información, es también hablar de registro, es decir de las condiciones en las que esa información existe y se define. Puede decirse, así, que el registro no sólo inicia un conjunto de operaciones de diversas interrelaciones dentro de una sociedad, sino que habilita el nacimiento, mas no su consumación, de la llamada identidad de una entidad (pueblo, sociedad, individuo, nación, etc.). Si se aceptara esto, puede decirse que el supuesto fundamental parte de que toda identidad se basa en una existencia estable y necesariamente accesible. Hablar de identidad, por lo tanto, es hablar de la permanencia más o menos estable de un conjunto de rasgos más o menos organizados. Esta caracterización de la identidad supone una íntima relación con rasgos que la definen: se trata de rasgos que existen por comunicación, legado y procesamiento. Rasgos que a su vez aseguran no sólo la permanencia de una identidad, sino también su transferencia. Sin ese asentamiento, es decir sin ese proceso de sistematización de símbolos, se da por supuesto que sólo quedaría confusión, desconocimiento y, en el peor de los casos, caos. Todas las tablas recuperadas de la isla de Creta, retomando el ejemplo de la llamada Época Oscura, continúan al día de hoy indescifradas porque fueron escritas con una simbología totalmente desconocida y sin herencias en el griego2. El surgimiento del alfabeto griego como superación del jeroglífico-ideográfico propio del egipcio o del sistema silábico cretense suponen una mayor fidelidad, y por supuesto superación, a las cualidades fonéticas.
1 Evidentemente no se puede profundizar aquí en las doctrinas, premisas y postulados que diversifican y singularizan las orientaciones que las distintas nociones de información recibieron. Lo inagotable residiría en establecer qué momentos son considerados como fundantes o disruptivos. Puede afirmarse que uno de estos momentos, fundador, se inicia pocos años antes de mediados del siglo XX, cuando la palabra información se asume con el estatuto de ciencia (Harlod Borko) y da sus primeros pasos como teoría en sentido estricto (Claude Shannon y Warren Weaver). Es a partir de estos autores que la noción de información adquiere el estatuto de problema.
2 Un ejemplo sucedáneo, ya en la Edad Media, ocurre con el enigmático y célebre manuscrito de Voynich. En 1912 Wilfrid M. Voynich, químico y bibliófilo ruso, se encontró con un manuscrito anómalo en la biblioteca del colegio jesuita de Villa Mondragone, Italia. Un estudio posterior hecho mediante una técnica de datación (carbono-14) dará a conocer, con un 95% de probabilidades, que esas hojas fueron escritas entre los años 1404 y 1438. Los especialistas barajan su posible procedencia: el suroeste europeo, Alemania o el norte de Italia. Su origen preciso, sin embargo, sigue siendo desconocido. Su anomalía llevó a crear un sistema de transliteración conocido como EVA (Extensible Voynich Alphabet). A su vez, con frecuencia se repite la misma palabra en una oración, pero en esa sucesión de repeticiones se suelen incorporar pequeños cambios de uno o dos caracteres. Por otra parte, el manuscrito tiene ilustraciones de vegetales inexistentes, así como símbolos astrológicos, mujeres desnudas y criaturas con forma de medusas. A su vez, se reconocen algunas características herbarias típicas de México, lo que aumenta la paradoja.
Es a partir de esto que puede decirse que hay un conjunto de interrogantes que interpelan a cada época y cuya sobrevivencia depende de la capacidad que cada sociedad tiene para mantenerlo como problema
‒lo que no equivale a mantenerlo ni como malestar, ni bajo la forma de la confusión o el caos‒. Algunos de esos interrogantes serían: ¿Hay información en la medida en que hay operación? ¿Es la comunicación, comunicación de información? ¿Qué tipo de actividad tiene cada medio en la significación de la información que pasa de tal medio a tal otro? Son las preguntas tácitas que movilizan a este trabajo. Aceptar al medio como mero transmisor es definirlo con arbitrariedad y ligereza, es una definición útil y relevante para cuando la importancia del medio se reduce a una primacía del contenidismo; esto es, cuando su éxito consiste en la condensación y canalización de las aristas, complejidades y tensiones presentes desde su génesis misma como medio.
Sería pertinente, en consonancia con ideas como las de Bernard Stiegler, trabajar la noción de información en relación a los procesos de individuación y a los procesos de identidad psíquicos y colectivos a partir del concepto de hipomnesia, no tanto por las conclusiones que el propio Stiegler extrae, sino por la discusión que introduce. Con la noción de hipomnesia, Stiegler se refiere a la presencia nativa de un medio exosomático (externo a lo somático del individuo) que participa de la construcción de saberes. Es una forma de evidenciar la dependencia de algunos procesos de individuación y por ende de visibilizar la potencia de dichos procesos. De la producción hipomnésica surge el acceso a la constitución psíquica, lo cual quiere decir que sin exterioridad (retencional) no hay interioridad (del sujeto). En oposición a la hipomnesia estaría la anamnesia, que de algún modo remonta el análisis a lo dicho por Platón en la aporía que Menón le dirige a Sócrates. No se puede profundizar aquí acerca de esto, pero conviene recordar brevemente que el planteamiento platónico consiste en afirmar que el conocimiento no es más que una reminiscencia, un recuerdo de lo ya olvidado. No hay verdadera novedad en el saber, saber algo es traer a luz el conocimiento que hay de ello. Partiendo de esto, nuestro conocimiento dependería de las propias capacidades memoriales, y lo sensible no nos daría acceso a nada que no haya sido dado ya en el mundo de las ideas. Esta es una base fundamental del platonismo, pero también es, desde la perspectiva stiegleriana, un sistema de valoraciones de las ideas en relación a sus modos de existencia (soportes). La distinción entre ambos modelos puede resultar útil para una presentación general de la relación entre memoria y medio, pero no sería fructífero tomar estos dos conceptos como categorías para clasificar a la totalidad de fenómenos que se implican recíprocamente. Sería no sólo impreciso, sino vano, puesto que no puede pensarse uno sin el otro. Pero, y junto a esto, es importante ver también qué rol y lugar ocupan el objeto y las técnicas en relación a la formación de todo proceso de producción de identidad y porvenir, en tanto procesos que movilizan información y suscitan intercambios energéticos entre distintos órdenes de realidad.
Para poder hacer esto, es necesario profundizar en un análisis que articule la noción de información de Gilbert Simondon, con los avances en los campos de la teoría de la información (que lo llevan a Simondon a crear una disciplina llamada allagmática), la cibernética de Norbert Wiener y los análisis del mencionado Stiegler.
Con la teoría de la información comienza a tematizarse la operación de intermediación técnica entre emisor y receptor, no ya como mero pasaje de un mensaje indeleble, sino como un proceso de alteraciones y reescrituras de estados. Si se parte de este supuesto, la distinción canónica entre emisor- mensaje-receptor resulta insuficiente, ya que desconsidera las implicaciones recursivas que configuran los procesos comunicativos, que hacen a la dimensión hipomnesia. Si es posible definir a la información, sobrellevando los riesgos y conflictos inherentes a toda definición, es porque involucra, entre otras cosas, la identificación de señales, la delimitación de unidades y la consagración de individuos. La información, en este sentido, es más clara que la operación de individuación: “El problema de la individuación estaría resuelto si supiéramos lo que es la información en su relación con las otras magnitudes vitales como la cantidad de materia o la cantidad de energía” (Simondon, 2021: 161). En la información, la variación decreciente de las magnitudes es un rasgo fundamental del planteamiento, ya que logra explicitar una inevitable pérdida de energía en donde se opera con información. Sería la pérdida inherente a los
Con la primera cibernética se trabajó en una renovada y novedosa noción de información, principalmente de la mano del matemático norteamericano Norbert Wiener. Wiener se vale de una serie de conocimientos provenientes de distintos saberes, tales como la psicología, la lingüística, la electrónica, la propia teoría de los quanta, para comprender a la información en relación al medio. La información, bajo esta óptica, es un movimiento que propugna la consolidación de un sistema ordenado y estable, es decir neguentrópico, contrario a la degradación macroscópica del medio que la contiene4. Por lo tanto, si la tendencia al desorden es la condición última respecto a un eventual orden de las cosas, la información sería aquello que permite revertir el desorden entrópico. Para que esto sea posible, la misma información debe volverse, en su propia codificación, a la vez, improbable y accesible: “cuanto más probable es el mensaje, menos información contiene. Por ejemplo, un clisé proporciona menos información que un gran poema” (Wiener, 1988: 21). En este sentido, el carácter dinámico que permite el ingreso de un nuevo régimen neguentrópico de organización tiene como recurso la retroalimentación, el llamado feedback: un sistema se vale de sus registros anteriores para incorporar mejoras o prevenir deterioros. Siguiendo a Wiener, la retroalimentación puede operar mediante un control que apela a la regulación del mismo sistema, o bien retroalimentarse mediante aprendizaje, es decir, incorporando en el sistema dichos registros como aquellos capaces de generar verdaderos cambios en la estructura del sistema mismo5.
Simondon se mantiene en este lineamiento, pero toma críticamente a la cibernética y subraya que, en ella, a diferencia de lo que ocurre con algunas teorías de la información, es esencial la idea de causalidad circular, cuya utilidad será importante en la construcción de su idea de transducción, en tanto actividad orientada hacia el porvenir6. Y es importante también en la propia ontogénesis simondoniana, donde el progreso lineal y aislado es básicamente visto como un error ontoepistemológico. Simondon, a su vez, expresa reproches a quienes trabajan las teorías de la información, como Louis de Broglie o Louis Couffignal, que con sus propuestas se
[…] pone al descubierto esta falta de interés por el concepto de causalidad circular, y subraya como característica de esta corriente de lecturas el hecho de centrarse en la noción de información desde un horizonte físico, matemático y técnico. (Heredia, 2019: 280).
El grado mórfico y estructural del individuo refleja qué tan indeterminado se encuentra en relación a su medio asociado. La susceptibilidad a las modificaciones capaces de reconfigurar al propio individuo de cara al porvenir hace imposible hablar del individuo como individuo acabado: ya no se trata de un ser arrojado a sus posibles, sino más bien de una individuación que concreta estados individuales más o menos estables.
Ahora bien, es importante hacer la salvedad de que dicha característica es más propia a los individuos con rasgos vivientes, encontrándose ausente en los llamados objetos técnicos abstractos. La potencial obsolescencia de éstos se debe a que integran un medio altamente cambiante y se les exige una adaptación imposible de sobrellevar por y para su propia estructura7. Su devenir se atrofia debido a que son resultado de una exigencia histórica permanentemente reactualizada. Dicha exigencia histórica dictamina el perecimiento de los objetos mediante evaluaciones que desconsideran la relación entre las
3 Pablo Rodríguez dice: “se puede decir que la entropía crece cuanto más probable es el estado que alcanza un sistema. Esto será importante a la hora de definir el problema de la información” (Rodríguez, 2012: 22).
4 Esto refiere a la diferencia de posturas entre Wiener y el padre de la teoría de la información Claude Shannon, quien sostenía, éste último, que hablar de información era hablar de entropía. Para un análisis de esto: Cf. Davies, 2015: 78-91.
5 Cf. Ibid.: 57. Esto no implicaría sin embargo una idea circular de retorno, ya que la regulación no es conservación: “[…] antes de ser organológicamente distintas, entrada y salida son los términos extremos de una transformación no reversible […]” (Simondon, 2016: 141). 6 Cf. Simondon, 2016: 160.
7 De esta exigencia externa al objeto se derivaría la connotación moral o sobrehistoricidad de los objetos, que dan pie a un tipo de alienación. Esto es desarrollado por Simondon en Psicosociología de la tecnicidad, Cf. Simondon, 2017, p. 65
El proceso que impide un devenir entrópico implica una comunicación correlativa entre los distintos sistemas que constituyen un medio, y este fenómeno es impugnable cuando cualquier individuo se individúa. La idea de sistemas completamente cerrados es sólo una mera idealización que puede servir a modo ilustrativo o hipotético, pero que no permite pensar la obsolescencia y reconfiguración del individuo en función de su metaestabilidad, ni al medio en función de los individuos9. No habría, en este sentido, un objeto monádico dado a sí mismo como reflejo de una integración compatible. Inclusive en aquellos objetos cuya opacidad parece completa, pues no dejan de ser y generar inscripciones espaciotemporales que valoran y figuran en el sistema que forman y del que forman parte. Se volverá sobre este asunto.
A menudo ocurre que, en la medida en que se piensan los fines de un objeto como constreñidos y dados de antemano, se ingresa análogamente en un tipo de dialéctica de raíz teleológica con los términos cerrados de humano/cosa/fin. Este modo implica un pensamiento de la comunicación, a nivel psicosocial y en tanto sistema de operaciones, con una ausencia absoluta de la variante de interpretativa10. Concebir el objeto de esta manera es concebirlo como una extensión, una mejora u optimización de las propias capacidades sensoriomotoras, implicando una ontología objetual donde se descarta la humanidad de lo técnico y la tecnicidad de lo humano. Este sistema de valores evidentemente existe, es lo que Simondon denuncia en su tesis doctoral secundaria, pues el defecto de esta interpretación yacería en que arrastra consigo una degradación de la actividad técnica: el objeto “forma parte de” en la medida en que haya un ser humano que aprovecha los resultados de su uso, abusando de su delimitación y de su configuración espacial para transformarlo en un medio. Se toma al objeto efectivamente como “un agrupamiento, estable y separado del medio” (Simondon, 2012: 105) para quitarle la valencia incoativa y transformarlo en la manifestación posterior y secundaria de una operación creadora.
Lo llamativo y destacable de esta denuncia es que no es una mera abstracción teórica de un fenómeno oculto, sino que es un problema explícito en distintos niveles de lo cotidiano: el objeto diseñado tiene un fin supuesto y por ende una génesis sociotécnica, el individuo lo utiliza, su finalidad es su razón de ser, y su finalidad es la de no ser fin sino medio, ya que la finalidad es exclusivamente entendida como resultado humano, he allí el estigma preponderante11. Pero en ese objeto hay algo que desborda a su usuario, que lo realza como productor de múltiples niveles de información, que convierte al objeto en cosa, que percata al sujeto de que dicho objeto está más allá de su sustancialidad y su topología, que es más que extensibilidad y menos que totalidad, en otras palabras, que ingresa en cualquier esquema perceptivo resistiéndose a una consumación inmediata, o que en todo caso invita a experimentar las consecuencias transversales de su consumación (que implican la dimensión afectiva del sujeto). Los objetos, en este sentido, nos dicen cosas. Se trata de la explicitación, a través de su propio diseño, de cierta objetivación de parámetros de lógica y sensualidad, es decir del registro de las tendencias colectivas de una cultura específica. De manera que, incluso con aquellos objetos en los que su utilidad es percibida como rudimentaria se pueden ver expresadas las necesidades, los esquemas disponibles y un conjunto de pretensiones específicas que cada época materializa con más anhelos inconclusos que
8 La noción de obsolescencia programada quizás sea el corolario de esta actitud: se publicitan los beneficios de un tipo de automatismo que, en verdad, distancian las redes de circulación de información de las capacidades funcionales de los objetos. Es decir, se reafirma un dualismo desde ritmos que no son técnicos sino culturales y con ello mercantiles. Así, el concepto de obsolescencia se imprime negativamente a toda la producción tecnológica. Un estudio psicosociológico podría dar cuenta de esta tendencia creciente hacia la producción humana de obsolescencia tecnológica, en tanto canalización de angustia, que va en detrimento de un verdadero desarrollo tecnológico y social.
9 Se da por sentado que el inicio y desarrollo de los saberes que se abordan no pueden entenderse sin tener en cuenta el momento en el que surgen. En este sentido, la segunda guerra tuvo una importancia decisiva en el desarrollo de un tipo de teorizaciones puestas al servicio de fines no siempre claros y sin duda impulsado por el american way of life. La noción de información no se desarrolla ingenuamente. Estados Unidos sería ejemplo de una compleja articulación entre una vanguardia tecnológico-científica y una excepcional capacidad de espectacularizar sucesos, así como de mercantilizar sus avances; la fusión de estos dos aspectos motorizó una simetría entre productividad y consumo, creando un nuevo estilo de vida.
10 Interpretar no sería entonces sólo una especie de atributo humano que elogia la dimensión semántica, sino una rigurosa experiencia basada en parámetros y en orientaciones.
11 Siempre se puede acudir a la interrogación que pone en discusión la relación objeto-sujeto bajo la forma de usuario-producto: ¿Qué es comprar tecnología en la actualidad sino ingresar en este intercambio que determina el valor de un proceso?
funcionamientos efectivos. Dar lugar a esta forma crítica de análisis abre el campo de las experiencias y los significados para que el objeto deje de ser visto como ob-iectum y se encuentre en él, infiltrado, su valor de cosa12, es decir aquellas vetas que reflejan la cultura, la ciencia y el deseo de una época, que evidencian aspectos comunes a la génesis del sujeto y objeto.
El motivo por el cual se trae esto a colación es para introducir una idea más abarcadora de la comunicación de información. El desarrollo de la cibernética trabaja sobre esto, Simondon la criticará por su carácter de especificidad, que la deja como insuficiente para el extenso dominio que el propio filósofo francés pretende abordar14, pero retomando lo que se comentó más arriba, en la cibernética podría decirse que hay una concepción de la información que está en consonancia con el desarrollo de una complejidad de mayor fidelidad que aquella que la entiende como mera operación,
[…] la información no se “expresa” en números, no se “mide” en números, sino que “es” número. Si por un lado la información supondría la manifestación abstracta de la materia y la energía por desplegar (el ADN para cualquier individuo, un programa de computadora que corre apenas se enciende), por el otro es la conversión de lo que ya tiene existencia temporal y espacial en un conjunto de abstracciones, códigos, que permiten superar los límites del aquí y ahora de esas entidades para ser reproducidas en cualquier parte. (Rodríguez, 2019: 95).
Un pensamiento de la técnica en consonancia con una reformulación ontogenética implicaría una consideración de la información no como materia o energía, sino justamente como información. Esta es la bandera que Wiener levanta, para discutir con cierto materialismo, al decir que la información es justamente información, y no resultado derivado de la materia o la energía (cf. Rodríguez, Blanco, Parente, Vaccari, 2015: 97)15. Devenir, comunicación, desorden, irreversibilidad son algunos de los conceptos que estructuran las nuevas teorizaciones sobre el movimiento de información.
El error que se procuraría evitar, desde esta óptica, es creer que una epistemología que se vale de un modelo de salto cuántico rivaliza con la autocomprensión y el proceso de unificación integrador de carácter continuo. Lo que se encuentra en estas ideas es que un movimiento neguentrópico no es una operación teleológica, tampoco es resultado ni origen, es nada más y nada menos que un movimiento que oscila entre la interrupción y la integración de componentes en estados alterados-alterantes, con la posibilidad de concretar un estado de diferenciación en el seno de su opuesto. La información desde esta perspectiva es el propio movimiento.
La segunda ley termodinámica complejiza y caldea las discusiones cuando señala una aparente contradicción: por un lado, la energía no puede destruirse ni crearse, sólo transformarse, pero, por otro lado, el pasaje de energía calorífica a trabajo supone un porcentaje de ‘desaprovechamiento’ de dicha energía, es decir un porcentaje de perdida de información. Esto conduciría a concluir que la forma constituida y organizada, en actividad (neguentrópica), tiende, sin embargo, a un estado de equilibrio y
12 En el sentido dado en la definición de cosa por Sandrone y Mascaró: considerar esa entidad no como lo que está enfrente del sujeto; físicamente al frente, y existencialmente en gesto de enfrentamiento (Cf. Parente, Berti, Celis Bueno, 2022: 121-24).
13 Es lo que Simondon ejemplifica al hablar de los rasgos esenciales e inesenciales del objeto técnico con su célebre pasaje donde dice que hay modificaciones sustanciales en un objeto técnico que son útiles e incluso necesarias, pero de esa posibilidad de modificación surge el provecho para introducir un camino de “perfeccionamientos menores”, que no están destinados a la mejora del objeto técnico en sí, sino a cautivar al usuario a través de modificaciones superficiales, esto puede leerse como una forma sutil de denunciar el capricho humano mercantilizado. De aquí se obtiene una disyunción taxativa entre perfeccionamientos esenciales al objeto y modificaciones accesorias del mismo (Cf. Simondon, 1989: 39-40).
14 Su denuncia consiste en remarcar que se adopta lo que se debería haber rechazado: clasificar los objetos técnicos por criterios ajenos al propio dominio técnico (Cf. Simondon, 1989: 48-49).
15 A lo que Rodríguez complementa diciendo que “La información como proceso no tiene fin y sólo tiene sentido predicar su existencia respecto de un sistema en situación de devenir” (Rodríguez, et.al., 2015: 99).
reposo (entrópico). Ese estado, en el ser vivo, desembocaría en la forma más alta de equilibrio con el medio que es el perecimiento. Habría por lo tanto una progresiva pérdida de información en aquellos procesos de comunicación cuyo destino final es el llamado estado cero. La entropía es así conceptualmente útil para un análisis de los modos organológicos de existencia, ya que sintetiza una articulación entre algunas filosofías y las ciencias físicas, asociando la degradación de la energía con la tendencia viva del retorno a lo inanimado, fusión de energías y cuerpos. Las condiciones adquiridas por un medio especifico de vida, junto al principio de complementariedad de relativa independencia, que comporta un ser presente en ese medio, desembocan en una pregunta fundamental que relaciona energía y ontología:
¿Es posible conciliar la irreversibilidad macroscópica, definida como aumento de entropía, con la reversibilidad de las trayectorias microscópicas afirmadas por las leyes fundamentales de la física? (Penas López, 2014: 139).
De esta manera, se podría hablar de condiciones óptimas en el envío de información: el nivel de optimización pasa a ser algo directamente proporcional a la relación entre lo enviado y lo recibido, que depende a su vez de lo que ingresó, se procesó y se emitió desde un sistema. Ahora bien, es importante remarca que hay información en la medida en que hay imprevisibilidad, el movimiento de información es una declaración energética que disputa el régimen entrópico. Los principales recursos de la información son su llamado a la versatilidad y su exigencia de acción y operación, su peligro está en que devenga homogénea, es decir que se pase de la prevalencia universal de lo entrópico a una universalización de una sola modalidad de comunicación. El desafío en las operaciones de información aparece cuando lo comunicado es enteramente conocido de antemano. Cuando una operación está sujeta a órdenes de dominio-modificación, y cuando los márgenes de probabilidades dependen de prerrogativas ajenas a cada operación, no se estaría frente a una verdadera comunicación sino a un régimen de confirmaciones; no se estaría hablando de información, sino del pasaje de señales transparentes. Habría entropía porque la totalidad, o al menos la mayoría, de lo transmitido se compatibilizaría con la tendencia macroscópica y confirmaría la pre-valencia de una organización no metaestable, es decir, una organización sin un alojamiento de los distintos ordenes de realidad al interior del propio sistema.
De manera que un sistema, bajo esta óptica, tiene la capacidad de operar un orden, pero ese orden puede gozar o no de cierta autonomía en su propia dinámica; si se acepta aquella premisa que dictamina el carácter entrópico del universo, la de la tendencia al retorno a lo inanimado, la adaptación de dicho sistema al medio en el cual se encuentra dependerá de su capacidad de mantener el orden en el proceso de incorporación de información, a pesar de la oposición o resistencia del propio medio17. Esto supone un carácter activo y regenerativo en el funcionamiento del sistema, ya que concilia adaptación y transgresión: es ontogénicamente subsidiario del entorno, sin por ello cooperar con el orden macro- entrópico. Cuando hay seguridad acerca del estado del objeto, hay información nula y no es necesario poner en circulación un mensaje porque no tendría valor alguno; sólo comportaría un carácter complementario respecto a una forma anterior y más importante. Si se envía un mensaje, si se procura uno, es porque el estado del objeto, que es puesto en comunicación como información, no es conocido18.
16 Esto se encuentra desarrollado en la llamada termodinámica del no-equilibrio (TNE), que sería “el estudio de los sistemas cerrados y abiertos que se mantienen en estados fuera del equilibrio gracias a los intercambios de energía y materia con el exterior” (Penas López, 2014: 149).
17 “[…] Si el orden depende del aislamiento para conservar un estado interno (primera definición), tal estado no tiene sentido si no asegura su flujo de intercambios con un exterior, lo cual hace que ni interior ni exterior tengan una definición estable ni unívoca. Es más: la condición para conservar lo interno, el orden, es abrir la organización, lo que conducirá al sistema.” (Rodríguez, 2019:101).
18 Cf. Simondon, 2019: 497.
Lo que Simondon rescata de la teoría de la información estriba en una novedad ontoepistemológica en la que se le da lugar a un concepto primordial en esta reconceptualización de la noción de información:
La teoría de la información es el punto de partida de un conjunto de investigaciones que han fundado la noción de entropía negativa (o negentropía), que muestra que la información corresponde a lo inverso de los procesos de degradación y que, al interior del esquema completo, la información no es definible a partir de un único término, como la fuente, o como el receptor, sino a partir de la relación entre fuente y receptor. (Simondon, 2019: 497)
En función de esto se puede decir que la relación será sinónimo de la capacidad de perdurabilidad y regeneración en el medio de la finitud y la degradación. La necesidad de poder procesar información y no sólo señales es lo que permite el desarrollo de individuaciones en un estado abierto de comunicación, y que hacen del medio no un espacio de acción sino un elemento integrado al proceso transductivo. En otras palabras, con señales y formas no se alcanza un desarrollo correlativo de una existencia en consonancia con el medio asociado, sino que se generan individuos ya dados, que pueden relacionarse, pero posteriormente, desde una identidad-cuerpo teleológica, tal como se expresa en la lectura canónica del esquema hilemórfico aristotélico.
El carácter coactivo entre sistema e invención (Cf. Stiegler, 2003: 60), sella el aquí y ahora histórico de la propia técnica, lo sitúa. De manera que la esencia no puede exentarse de su huella19. No hay un ser perdido porque el ser no está desprendido ni desentendido de su coseidad, no lo trasciende20. Por eso la información que emana un objeto está directamente articulada a las necesidades de una época, la torpeza o ignorancia de quien se encuentra con un objeto obsoleto no describe tanto al objeto ni al sujeto, sino ante todo a la época del objeto en relación a la necesidad del sujeto, es una explicitación de cierta naturaleza receptiva en un estado activo:
Ser o no ser información no depende solamente de los caracteres internos de una estructura; la información no es una cosa, sino la operación de una cosa que llega a un sistema y que produce allí una transformación. La información no puede medirse más allá de este acto de incidencia transformadora y de la operación de recepción. (Simondon, 2016: 139).
Se podría hablar de cierta finalidad injerta en el objeto como anticipación, dimensión humana del fenómeno inventivo; pero sería menos acertado hablar de una teleología en este caso. La historicidad no pasa por la finalidad sino por la reiterada inadecuación de objeto-tiempo y singularidad-historia. Puede decirse que se ahorrarían muchas consecuencias si se determinaran o liberaran las genealogías y cursos de las cosas relativas a las actitudes y tropismos, sería evidentemente más fácil, más sistemático, más rápido, establecer una concatenación de los objetos y las relaciones.
Sin embargo, a pesar de este afán, canalizado en la creación masiva de objetos inorgánicos que son nativamente organizados mediante criterios opacos (tanto para el usuario como para el constructor), el desbordamiento, más temprano que tarde, se canaliza y se expresa a través de fallas técnicas del objeto. Stiegler, en función de esto, describe la propuesta heideggeriana para hablar de la connotación negativa del cálculo en tanto pre-ocupación: “la preocupación es una anticipación que tiene por objetivo esencialmente, en tanto que pre-visión, determinar la posibilidad, es decir, lo indeterminado” (Stiegler, 2003: 20).
19 La huella no es ya el resultado de una operación (pasividad arqueológica) sino parte activa del ejercicio transductivo.
20 En el ser humano, habría así temporalidad en la medida que hay externalidad, no porque hubiera una substancia cogitante primero y una huella representativa externa luego, sino porque la propia inscripción historiza al sujeto en su no-univocidad originaria: “liberándose de la inscripción genética, la memoria prosigue a la vez el proceso de liberación en inscribe en él la marca de una ruptura ‒sobre los guijarros, sobre los muros, en los libros, las máquinas, las magdalenas y en cualquier forma de soporte, desde el mismo cuerpo tatuado hasta las memorias genéticas instrumentalizadas, des-organizadas, inertificadas, si se puede decir, y después reorganizadas, manipuladas, almacenadas, racionalizadas y explotadas por esas industrias de la vida llamadas “biotecnológicas”, pasando por las memorias holográficas que proyecta la industria informática. Inscripción de la memoria por medio de la ruptura, inscripción de la ruptura en la memoria. La ruptura no es más que la memoria de la ruptura, no es más que los efectos de las huellas que ella provoca” (Stiegler, 2003: 252).
Profundizando la interpretación de Stiegler al trabajar con estos problemas heideggerianos, podría decirse que la posibilidad refiere a una incapacidad de anticipar la exactitud de un resultado. Mientras que la indeterminación sería la falta de conocimiento, la ambigüedad de base, que constituye un horizonte. De modo que, si existiera algo así como un adherir filosóficamente a los supuestos cuánticos, se diría que ante un mismo fenómeno la incertidumbre generaría correlatos, de allí la idea de probabilidad (es más probable tal resultado que tal otro). Por otra parte, ante un mismo fenómeno, la indeterminación no construye correlatos (no elabora un juego de indeterminaciones, sino un estado que es de ánimo pero que involucra también un estado del conocimiento de las cosas). De manera que en la indeterminación habría más posibilidad que probabilidad. La incertidumbre supondría, como parte de las mismas posibilidades del conocer, el ignorar la totalidad del fenómeno. Se podría decir, con esto, que no hay totalidad del fenómeno accesible; o que, de haber una totalidad, no sobrepasaría lo cognoscible. Para no desviarnos del eje aquí propuesto, podría decirse, en una conclusión apresurada, que puede haber información sin incertidumbre,
[…] la TMI considera que la cantidad de información se define como la suma del logaritmo de las probabilidades de aparición de los diferentes símbolos. En su artículo, Shannon y Weaver denominaron significativamente entropía a esa cantidad de información. Medir matemáticamente la información es medir la incertidumbre asociada al producto de una fuente de mensajes. (Rodríguez, 2012: 33)
El ser-ahí heideggeriano es posibilidad, pero no probabilidad. La probabilidad es más sencilla y clara, prioriza la dimensión sintáctica, es menos incierta y más acierta, ese es el privilegio del trabajo matemático de la información. Esto a su vez no implica la claridad absoluta, si lo probable fuera predecible no sería información sino otra cosa como, por ejemplo, señal. De allí que el probabilismo no sea adivinación, sino justamente una puesta a prueba de lo que efectivamente puede pasar. Quizá el acento deba ponerse, siguiendo una epistemología simondoniana, en la relación entre probabilidad y posibilidad, lo que daría la posibilidad de pensar en una praxis filosófico-política a la altura de las circunstancias actuales en las que se piensa la noción de información. Sería un recurso que no tendría la necesidad de recurrir a aquel horizonte teórico que asemeja y engloba la información y la señal, la operación y el sistema. Pero pensar esa praxis política no supone sólo el agotar los desarrollos teóricos de nuevas ontologías sobre los procesos de información y registro, sino que esa praxis debería pensar cómo un sistema regional de información es posible si lo que pretende es obtener una axiomatización efectiva. Es esto lo que implicaría el desarrollo local de una neguentropía, la producción de un saber que no esté escindido de su anclaje ni responda a procesos de abstracción donde la adaptación funcione como el principio de un desarrollo enceguecido, es decir, de un desarrollo que no cuenta con la posibilidad de introducir lo que Yuk Hui entiende por recursividad (cf. Hui, 2019). Pero ese desarrollo local no tiene por qué ser una autogestión individual de quienes habitan la región ni tampoco un modelo de desarrollo sostenible y comprometido pero hegemónico y asimétrico en términos de poder y operación21.
El registro hipomnésico no sólo opera una función de interrelaciones dentro de una sociedad, sino que da lugar a que emerja, en un estado provisorio y susceptible, lo denominado como identidad, que, tal como se trabajó en el primer punto, es la identidad de alguna entidad, llámese pueblo, sociedad, individuo, nación, grupo, etc. Toda identidad, en estos términos, implicaría la adopción de una serie de actitudes y rasgos que se sostienen con regularidad en el tiempo. Ese sostenerse en el tiempo no sería, a su vez, sinónimo de inmutabilidad, sino de una capacidad de reticular significaciones que hagan que las modificaciones sean susceptibles de ser procesadas, que sean susceptibles de comprensión y que de algún modo garanticen la individuación de un ser22. Cuando la operación en dicha identidad no encuentra canales que permitan establecer asociaciones entre los elementos de la propia esencia, sean asociaciones continuas o discontinuas, lo que se genera es un caos más o menos problemático que afecta la perseveración de la entidad. Dicho en pocas palabras, cuando la identidad presenta incompatibilidades
21 Que es una de las principales críticas que puede hacérsele a Yuk Hui, quien, a pesar de elaborar una propuesta válida, no problematiza la hegemonía conceptual del modelo de referencia que tiene cuando habla de los Estados-Nación modernos (cf. Hui, 2020: 95).
22 La célebre paradoja del barco de Teseo funcionaría en esta óptica como representación simplificada de la identidad: su modo de existencia está en permanente estado de transformación y de adopción.
internas, la entidad tiende a desestabilizarse en uno o más de sus elementos de existencia. Esto es altamente problemático cuando la mirada es retrospectiva: un estudio sobre algún objeto implica una comunicación con ese objeto. Ahora bien, si ese objeto no maneja ningún tipo de código común con quien lo estudia, lo que hay es desconcierto. Las tablas cretenses que se mencionaron al comienzo siguen siendo un enigma, puesto que la concatenación de sus significaciones se interrumpió por operaciones político-culturales elevadamente específicas. Esto demuestra que la conservación es el pilar y punto de partida cuando se trata de objetos obsoletos que circulan bajo formas vestigiales, recordatorias, patrimoniales. El problema en este caso tiene a la simbología como principal factor, que en aquellas tablas es indescifrable, pero el problema no se reduce a un mero asunto de simbología, tampoco a la capacidad de conservar esos símbolos, pues tanto en estas tablas como en el manifiesto Voynich sobrevivieron como objetos con símbolos; el problema está asentado también en la preservación de los sistemas de inteligibilidad que hacen que ese objeto con símbolos sea, además, simbólico de algo. Es un asunto de información. Esto no tiene porqué implicar que la sociedad por consumación o determinación agota al soporte inscripto. Sería más pertinente decir que la sociedad configura su interpretación, atendiendo siempre a que la interpretación es una configuración también. El soporte, en el mejor de los casos, está allí listo para ser interpretado, pero en ese soporte se encuentra latente la constitución del porvenir interpretante, y no sólo la huella del pasado.
Un sistema sería optimo, por ende, cuando es capaz de procesar la información de lo registrado por otro sistema. En la actualidad es cuanto menos dificultoso imaginar sistemas de estas características porque, a pesar de la enorme variedad de dispositivos, los formatos tienden hacia cierta hegemonía funcional que universalizan las operaciones y definen como regla general de adaptación el factor atractivo del objeto. El procesar la información se puede dar con mayor o menor complejidad dependiendo de las variables manejadas. La simplificación de las tareas siempre tiene un costo, o mejor dicho un contrapeso, que reside en la riqueza funcional y la posibilidad de actualizarse en el porvenir en tanto objeto funcional. Mientras mayor sea el arco de respuestas y menor la dependencia a la exclusiva configuración de operaciones que un medio especifico engendró, mayor será la garantía de que una información exista. Las consecuencias ético-políticas de esto son un asunto pendiente. Un objeto surge para cubrir las necesidades de una época, pero si esas necesidades son hijas de otras técnicas, entonces lo que hay es un acoplamiento de objetos que hacen a un espacio técnico; y si ese espacio funciona por jerarquías, la avería o fallo de un objeto supondría la falla o incompatibilidad del espacio entero. Simondon habló del robot como aquel cuyo grado de perfeccionamiento técnico era bajo, hoy se podría decir que cualquier objeto computacional (una heladera smart, los sistemas operativos del tablero de un automóvil, incluso aquellas IA que generan contenido textual, musical, visual) son diseñados ya calculando (mediante previsiones, plazos, estadísticas, balances…) sus fechas de vigencia y obsolescencia en función de la innovación del mercado cultural. La inserción de dicha tecnología es cada vez más específica. Un smartphone, por poner otro ejemplo, lejos de la acepción ordinaria que lo concibe como un recurso disponible para todos y en todos lados, implica por el contrario altísimas especificidades del medio asociado en el cual se sitúa: espacio de cobertura de señal o internet, acceso a electricidad, redes y satélites compatibles, a tal punto que la obsolescencia de un objeto con esta tipología de especificidades depende menos de sus elementos operativos que de la red técnica en la que culturalmente se inscribe. Otro ejemplo, radicalmente distante pero que también responde a la sistematización de la obsolescencia, son las traducciones textuales. Las modificaciones gramaticales van re-generando los sistemas de significación mediante las posibilidades del medio en el que lo inscripto se aloja y nace.
Un elemento decisivo que atraviesa estos movimientos de cambio concatenado es la moda, que opera sobre las modificaciones que impregnan la técnica, y que permiten a su vez generar categorizaciones a partir de movimientos disruptivos. Pensar los movimientos de información implica de alguna manera pensar la moda. Un giro estilístico puede ser pensado bajo estos parámetros: implica la asimilación de un corte con la suficiente fuerza de identidad como para sostenerse, pero sin abandonar por completo un sistema, es decir con la fuerza identitaria que logró articularse a la capacidad de integrar un sistema de relaciones desconocido. Los movimientos disruptivos ponen en juego la forma técnica de la materia inscripta y el arbitrio simbólico de los cambios imaginantes de un colectivo. Cuando lo inscripto no remite a las herramientas ni patrones de la época misma en la que dicho elemento es estudiado o
analizado, se debe acudir a operaciones específicas de significación, adaptación/traducción y re- presentación, que son materia de gestión política, colectiva y técnica.
Stiegler tematiza los problemas del punto anterior y dice que a la generación hipomnésica no puede entendérsela sin la estructura farmacológica que la genera (cf. Stiegler, 2015: 51). Su apuesta reside en darle a esa estructura un rol nativo en la generación de memoria (cf. Stiegler, 2015: 61; 79). Por otro lado, la apuesta ontológica de Simondon se conduciría más a pensar la relación entre soporte y memoria sin colocar en el centro de su problemática el qué antecede a qué. Su salida frente al dilema consistió en poner a la relación como un término axial, darle rango de ser. Con ese punto de partida, Simondon percibe cierta indeterminación individuante que acompaña al individuo individuado cuando produce significación (Cf. Simondon, 2019: 390). De modo que en Simondon la significación hipomnésica no sería precisamente constitutiva o fundante (o al menos no pensada desde la determinación), sino movimiento oscilatorio que constituye seres a través de sus capacidades de comunicación23.
Volviendo a Stiegler, nos gustaría retomar la ambivalencia farmacológica que él denuncia al distinguir entre fármacos venenosos y fármacos terapéuticos. Los venenosos tienden a satisfacer destructivamente las pulsiones, mientras que los terapéuticos generan saber y vida, alimentan el deseo de las personas y hacen que la vida merezca ser vivida. En este sentido, las incidencias individuantes de lo farmacológico tienen mayor efecto sobre el terreno psíquico que cualquier otra (cf. Stiegler, 2003: 368). De esto se podrían ir bosquejando las siguientes premisas:
La afectación de lo psíquico no implica sólo a lo inmediatamente accesible al entendimiento, hay también una modificación del deseo y por ende del escenario que apela a cada individuo.
El fármakon conecta mediante un denso tejido intersubjetivo (que podría pensarse junto a lo transindividual simondoniano), atravesando al sujeto desde lo externo, e hilvanando lo singular a una red que opera por sucesión y articulación. Que avanza de estructura en estructura.
La generación farmacológica es esencialmente económica, y apela a una economización de la anamnesis, es decir una capitalización de la atención. ¿Cuál sería la herramienta para dicha capitalización? La configuración de la experiencia del tiempo transindividual. Se conecta lo interno y lo externo desde una toxicidad, no hay una implicación productiva, sino esencialmente de consumación. El farmakon aceleraría así la entropía. La complejidad, como puede verse, es alta: no sólo implica una afectación de la propiedad y la soberanía de la memoria, implica, además, la configuración operativa de dicha memoria. Reapropiarse de la memoria, cuando está ya determinada en potencia, seria reapropiarse de una cosa más que de una potencia; implicaría un falso corte, puesto que mantiene la propiedad universal de aquel soporte toxico. Cuando de lo que se trataría en todo caso es de una reapropiación de las operaciones de configuración que fueron quitadas o desfiguradas.
Cuando esa memoria es ajena y pertenece a una entidad desconocida a mi propia individuación, la atención y el deseo quedan inscriptas en una agencia a cuya arbitrariedad no puedo más que verla como opaca. Ahora bien, es un fenómeno que afecta lo común. De modo que, pensando en el acto, la modificación de las condiciones actuales de procesamiento de la información y generación de memorias (subjetividad y soportes) no será posible si sólo queda librado al plano individual. Pues para que esa alternativa tenga éxito debería ocurrir una especie de sincronización total, recíproca y simétrica, o una sincronización que al menos sea compatible a gran escala y que rompa con la modulación hipomnésica, algo difícilmente concebible para el tipo de comunicaciones actuales predominante. Simondon
23 Otro pensador que también se encargó de trabajar la íntima relación entre la constitución de modas y la objetivación técnica de información es Jean Baudrillard, quien llega a conclusiones similares a las de Simondon a pesar de tomar un punto de partida distinto, pues parte de una mirada que tiene como base teórica al psicoanálisis, que es algo que en Simondon no está. Baudrillard es conocido principalmente por sus trabajos en torno a la escenificación de simulacros, la generación de discursos mediáticos, etc., pero en su trabajo doctoral de 1968 apuntó a la íntima relación que hay entre técnica e imaginación: “Los modos de lo imaginario siguen a los modos de la evolución tecnológica, y el modo futuro de eficiencia técnica suscitará también un nuevo imaginario” (Baudrillard, 1990: 166-67).
estableció en su tesis doctoral principal la distinción entre sujeto e individuo; pensando esto para nuestro caso, muchas veces desde el mismo medio intoxicado se impulsa y promociona una falsa apropiación de la condición de sujeto en el ser individual (base, por ejemplo, de actitudes meritorias, de comportamientos plagados de egoísmo). Dicha promoción aseguraría una atomización de lo psicosocial, va en detrimento de la potencia de individuación y de la creación de nuevos escenarios preindividuales para el futuro. Dicho en otros términos: el problema de las falsas apropiaciones de las condiciones mismas del sujeto, aquellas que hacen pasar por fundamental lo circunstancial, lo hipomnésico por anamnésico, que elogian las virtudes del Yo a cambio de una renuncia a la relación con su medio, que no apelan a los modos y ritmos de su individuación sino sólo a la modificación de sus relaciones interindividuales, no consisten sólo en la añadidura de un nuevo sistema de valores para el sujeto específico, sino que apuntan a una modificación de su medio asociado, en tanto es aquello que lo excede y comprende al mismo tiempo.
Bajo esta óptica, lo que se debe problematizar es toda operación que incida, a partir de la generación de sujetos (esto es, de afectos y emociones), sobre las tres fases del ser: preindividual, individuada, transindividual (cf. Simondon, 2021: 301). Pues cuando ello ocurre, estas tres fases son integradas para solidificar una homogeneización de la información y así una instauración de relaciones interindividuales, superficialmente llanas, pobres a nivel operativo y ricas a nivel retributivo (puesto que los resultados de individuación se convierten en predecibles). Esto implica, en cierto modo, una disputa que afecta no sólo al dominio de la individuación sino a las formas de administración y contextualización de dichas individuaciones, es decir en la relación que hay entre el sujeto y la coyuntura (en tanto derivación culturalizada y socializada de la relación entre individuo y medio, que es la forma más general en la cual se da dicha relación). Una veta, quizás la más importante, es la de las políticas de individuación, que implican tomar en cuenta la impropiedad constitutiva del individuo pero que la asume y la integra hasta el punto de consolidar modelos y esquemas de su propia personalidad. Por lo tanto, se trata de no reducir el problema sólo al agenciamiento del sujeto en el campo psicosocial, sino integrar esa problemática a la del problema colectivo en torno a la relación que él mismo establece con sus sistemas retencionales. Dicha consideración iría en consonancia con la propuesta de abordaje simondoniana cuando habla de elaborar una crítica macropsicológica o microsociológica: invertir el análisis y apuntar a los modos de incidencia que se ponen en juego cuando se establecen relaciones en un marco colectivo de experiencias.
El movimiento de información cualitativamente significante se da en el terreno de lo metaestable y transindividual, y no en las condiciones particulares de cada constitución interindividual de lo psicosocial. En otras palabras, la generación de comunicación que dinamiza lo psicosocial debe estar atenta al tipo de relación que se da entre lo interno y lo externo, y no tanto a cómo lo interno y lo externo se (re)presentan. Esa relación es nutritiva cuando hay una adopción autoconsciente, y con ello deseante. Stiegler lo plantea diciendo que
La adopción es un proceso de individuación, es la différance de un hacer algo con eso que vale la pena, es la hiper-fármaco-lógica, y constituye lo que Derrida llama una exapropiación: una apropiación siempre en camino de la desapropiación, de su alteración en la medida en la que su objeto es el de su deseo, el de su inconsciente, y no solamente de su conciencia. Pero una adopción como esta, como lucha contra la proletarización – como desproletarización– necesita una política: es una cuestión de socioterapia y no solamente psicoterapia. (Stiegler, 2015: 91).
La adopción, en este sentido, no es sinónimo de apertura, de mera receptividad. Si toda adopción funcionara por el sólo hecho de adoptar, lo hasta aquí dicho no tendría mucho sentido, puesto que todo sería integrable e integrado, habría una comunión y no una comunicación. Se estaría más bien en presencia de una armonía estructural entre los movimientos individuantes del ser individual y el colectivo. La adopción, siguiendo a Stiegler, es una capacidad que involucra todos los planos del vivir y en donde las incompatibilidades son un espacio de trabajo. Así, la identidad del ser individual oscilaría entre lo integrado y lo diferente.
La cultura, en este aspecto, se presenta con una doble posibilidad: como sistematización de la sobreimposición de identidades, o como el recurso para la generación de nuevos circuitos informacionales negentrópicos. El punto de partida respecto al tipo de relaciones entre el sujeto y sus
procesos de inscripción cuentan ya con un dato nuevo: la generación de distintos fármakon, capaces no sólo de sanar (lo que sería recuperación, sin más) sino de potenciar la creatividad, generando condiciones de vida mediante saberes. Un soporte de estas características permitiría el ingreso al espacio psicosocial de operaciones de individuación, susceptibles de crear nuevas condiciones libidinales, deseantes, de energética, que vayan más allá del sujeto pero que tengan como horizonte su bienestar. La tarea que queda pendiente no es tanto ver la viabilidad de semejante emprendimiento, sino ahondar en un paso previo, que consiste en ver si es posible siquiera imaginar cuáles son esas condiciones beneficiosas que dependen del tipo de relaciones que hay entre un sujeto y su medio.
Lo aquí presentado puede ser considerado como un parcial y reducido recorrido por algunas de las consecuencias de la noción de información. Evidentemente los aspectos pendientes de profundizar, actualizar o agregar, dinamizan una conceptualización crítica de dicha noción. Los aspectos pendientes no se reducen a un único tema o camino. De hecho, podría reprocharse que el recorrido aquí hecho, con sus rastreos y análisis, no alcanzó uno de los aspectos centrales a la discusión acerca de la información: las consecuencias que tiene la noción de información cuando aparece volcada a su propio porvenir. Una de las aristas más preocupantes, en un análisis de las consecuencias del porvenir de la información, es la de qué relaciones mantendrá con sus procesos de digitalización. Si la información ha cobrado una relevancia notable para los espacios que involucran una relación con el conocimiento, es porque esta noción de información persiste bajo la forma de desafío y advertencia para lo digital. Lo digital ya se consolidó como modo de existencia con el cual se crea, organiza y distribuye un nuevo e inaudito entendimiento de las cosas. Sugiere respuestas, despierta interrogantes y suscita reticencias respecto a los nuevos y a los clásicos dilemas que definen a los individuos y a las sociedades. Así se define su inscripción en la historia de la cultura. Lo desafiante consistiría en pensar si, en el desarrollo de lo digital y de los mecanismos de circulación de la información digitalizada, es posible distinguir el avance técnico de la mercantilización acumulativa de la producción técnica, implica retomar la discusión por los automatismos. Es por esto que pensar la información en la actualidad involucra, en buena medida, pensar lo digital: no sólo el quienes y el cómo se procesa lo digital (la génesis y distribución del patrimonio de dígitos), que sería su dimensión ético-política. Sino también el cuándo y el por qué (temporalidad, porvenir y significación de esa gramatización24), que sería la dimensión dramática y conceptual que define y orienta las culturas. Entre estas dos aristas se definirían los cursos posibles de aquellas individuaciones que van desde lo subjetivo hasta las formas más sofisticadas de la codificación y decodificación del devenir histórico y cultural de las sociedades.
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24 Es decir, siguiendo las articulaciones que Stiegler traza entre Husserl y Derrida, la gramatización como operación de discretización retencional técnica del flujo perceptivo de lo real.
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