Reseñas


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JOHANN, Michel. Ricoeur y sus contemporáneos. “Bourdieu, Derrida, Deleuze, Foucault, Castoriadis”. Traducción del francés de Maysi Veuthey. Biblioteca Nueva, 2014. ISBN 978-84-16095-509-6.


Daniela Suetta Rozas

(UNMDP, Argentina)


En Ricoeur y sus contemporáneos, Johann Michel nos ofrece diferentes diálogos filosóficos priorizando ciertos ejes temáticos bajo la pregunta por el papel del sujeto.

Pregunta que interpela a una teoría de la acción, estudiada por Ricoeur en Hermenéutica del texto a la hermenéutica de la acción, la cual exige ser comprendida desde las diferentes concepciones que sus coetáneos sostienen. Sin duda, el recorrido de este texto, mantiene un análisis epistemológico lingüístico, que expresa cierta fidelidad con el modo de abordar que caracteriza al propio Ricoeur: la importancia de la semántica y la palabra en la legibilidad del sentido.

En la introducción, se presenta el problema estrictamente en el plano epistemológico, que afecta directamente a la constitución del sujeto, es decir en un plano epistemológico – antropológico-, pues los análisis a lo largo de la segunda hermenéutica de Ricoeur, representan un momento crucial en la dialéctica del explicar y el comprender, momento no estructuralista de Ricoeur, no explicativo, pero que recupera a la explicación en la interpretación como proceso y método que la contiene permitiendo surgir el sentido

nuevo.

De esta manera, Michel insta a indagar las corrientes filosóficas que menciona y los cruces dialógicos implicando nociones y significaciones, que interrelacionan a uno con otro filósofo en una meta-filosofía del ámbito conceptual de dichas significaciones. Al poner en diálogo a Ricoeur con Bordieu, lo hace desde la distancia, lo que permite en una lectura entre líneas observar algunas posiciones político-antropológicas, juego que nos desplaza desde de la filosofía de Hegel hacia Heidegger. El mismo Michel hace uso de la reconfiguración, para recrear un nuevo sentido dentro de la fenomenología del filósofo hermeneuta.

Por una parte, las diferencias y similitudes entre los filósofos contemporáneos y Ricoeur, están entrecruzadas por la idea de un sujeto ficticio en Bordieu, un sujeto sujetado, enunciado, en Foucault, un haz de confluencias azarosas en Derrida y Deleuze o un sujeto emergente y creador del imaginario en Castoriadis, planteos que atraviesan toda la obra de Michel en una disyuntiva entre la idea de sujeto social y la concepción de un análisis sociológico, que paralelamente pretende no derribar la visión antropológica de la

que se nutre la propia sociología posestructuralista.

Bordieu y Ricoeur, se acercan también a un estructuralismo tradicional y se alejan de un posestructuralismo fluctuante entorno a la idea de sujeto en un cuadro de intereses políticos, cuestionamientos que refieren a las lecturas de Hegel y Marx, en relación a la utopía, el papel del Estado y la posibilidad de la creación social- histórica teniendo en

cuenta el quiebre con la filosofía moderna como se leen en los últimos capítulos del libro.

En este sentido, para Bordieu el sujeto es ilusorio, que análogamente genera acciones sociales, paradoja que según Ricoeur paraliza la acción individual, de tal forma que toda posible transformación social resulta una aporía, manifestando la contradicción hacia una sociología crítica. Plantear las diferencias y similitudes que estos filósofos mantienen explicita el desacomodamiento del pensamiento contemporáneo, cuestión que Michel deja entrever en el aporte de Ricoeur: una hermenéutica metodológica supeditada a la reflexibilidad de lo histórico como proceso, evitando lo totalizante de la herencia

hegeliana, de una fenomenología sin sujeto.

Puntualmente es Bordieu el que se ve compelido a una totalización al cercar por un lado la libertad del sujeto como presencia ilusoria, y por otro lado, desde un posestructuralismo, diluyendo la posibilidad del individuo de autogenerar su subjetividad,

limitando al campo político- antropológico, el espacio para la acción social.

Por otra parte el interés, filosófico, de Ricoeur es la constitución del sujeto desde una antropología no sujeta a contingencias, por ello entra en dialogo crítico con la deconstrucción derrideana, al proponer un tipo de reconstrucción del sujeto histórico. Dicha revisión pretende recuperar la identidad no alejado de un estructuralismo identitario y por fuera de un deconstruccionismo posestructuralista a fin al pensamiento heideggeriano, sino más bien a través de una hermenéutica del sujeto interpelado en el

lenguaje como facilitador del sentido y lo nuevo.

Efectivamente, el texto analiza las antinomias que Ricoeur pretende dirimir, heredadas del cogito cartesiano y cómo Bordieu las cancela enérgicamente acudiendo a un enfoque antropológico político. Cancelación que denota una ontología de cuño tradicional

en el posestructuralismo bourdieano, al pretender cancelar lo totalizador anulando la acción del sujeto como sujeto actuante e interviniente. Paradojas y contradicciones que son los cruces que el mismo estructuralismo y posestructuralismo mantienen en tensión y en

conciliación.

Son momentos en que Ricoeur pugna por la renovación de la teoría hermenéutica, recuperando la semiótica, la lingüística, próximo al funcionalismo angloparlante, al solo efecto de, como Habermas, romper con la fuerte ontología del sujeto heideggeriano que diluye una ética activa del compromiso y que da preeminencia al ethos, postura a la que se

aferra tanto Derrida como Deleuze.

Sin embargo, si la incógnita por la dependencia de la identidad, de la mismidad, la ipseidad, respecto lo totalizante o la estructura en Ricoeur, diera lugar a un fuerte estructuralismo, como muchos críticos se lo han planteado, quebraría la intervención de la singularidad, esto no ocurre, ya que la ipseidad se ubica en un posestructuralismo como en Bordieu, al eliminar el subjetivismo, con la fuerte salvedad de una identidad que se

recupera en la experiencia histórica y en la disposicionalidad del sujeto como proceso.

Desde otro lugar, es central en la obra de Michel, la noción de efectos en Foucault y Deleuze, que junto a Guattari, entienden que el sujeto es solo efecto del quiebre constante de las improntas vivenciales, es decir el sujeto es un recorrido fugaz, es la metáfora y la simbología, no solo como juego lingüístico sino dotado de carácter ontológico, carácter que elude y que se entiende como una pretensión del deconstruccionismo. Esto debido a que influenciados por el Dasein heideggeriano, dan impulso a un tipo de relativismo del sujeto,

la vez que propugnan un tipo de lógica político-social de corte racionalista.

Claramente, la diferencia radica en Ricoeur en la acción del sujeto, redescribiendo la singularidad sobre un puente moral entre el sujeto como relato vivo en su experiencia histórica y el mundo interpretable al que se aferra, y a su vez sin negar el mundo en tanto estructura que debe confrontar y que lo configura. Ciertamente Bordieu también lo plantea, pero cae- nos atreveríamos a decir-en un tipo de ingenuidad critica, al considerar que se rompe la violencia simbólica cuando se deslegitima la simbólica del mundo, dejando una incógnita abierta, ¿cómo se logra ello cuando se intenta hacer desaparecer el

sujeto?

La sociología de Bordieu, implica abordar al individuo como idea ilusoria producto de la estructura que configura a toda ficción del hacer humano, mientras que desde su posestructuralismo, la posición se ve mediada o neutralizada por lo que Bordieu denomina el habitus, siendo el capital simbólico, el que le permite liberarse de las ataduras de lo

dominante o universal.

De esta forma, Ricoeur, intenta superar cuestiones que Bordieu considera casi inamovibles, ubicándose dialógica del sujeto y el mundo, que le permitiría desde la ipseidad (la confianza) a través de lo que llama el carácter, generar la identidad narrativa o identidad ídem, haciendo de lo fijo del carácter, la potencia del cambio. En este sentido, ambos coinciden en abrir la aporía. Se trata de poder discernir el aporte de la sociología critica en los mismos tiempos de la renovación de la Hermenéutica, en una discusión

abierta a la filosofía contemporánea.

Ahora bien, en relación al sujeto, lo creativo se vuelve relato de la experiencia inscripta, hablada, comunicada, registrada, la que como tal figura actuando en el nudo de todo sujeto nuevo. La identidad narrativa como constituyente del sujeto, permite al individuo apropiarse de su historia y experiencia, por lo tanto de su libertad y responsabilidad en un mundo que le es cercano y lejano a la vez, tal como lo plantea

Ricoeur en La memoria, La Historia, El olvido.

La distancia entre Bordieu y Ricoeur reside en que el primero llama a las disposiciones del carácter, condiciones, sumiéndolo en la categoría de la explicación que confiere lo mundo como algo ajeno, clausurando la ipseidad, promoviendo un sujeto diluido en un mundo que lo violenta, solo aprehensible bajo el efecto metafórico, como ocurre en Derrida y Deleuze, llevando la metáfora como única posibilidad desde donde hay algo como un sujeto, es decir, la palabra ya no significa, son los sucesos en sus quiebres

desde donde emerge lo que reconocemos como sujeto.

Esto Ricoeur lo plantea en una teoría de la metáfora, tratando de recobrar la fijación de sentido en la palabra hacia lo nuevo, bajo el compromiso, caridad y perdón. Con ello intenta superar la hermenéutica gadameriana a partir de romper con una certeza del sujeto, desde su hermenéutica metodológica reflexionante, reflexibilidad que no se opone

a la crítica, sino que ambas se requieren para remover lo sedimentado.

Podríamos reunir el campo de acción sociológico de Bordieu con la fijación de sentido reconfigurada de Ricoeur, rompiendo con lo dado, el sujeto mismo al auto-reconocerse como dueño de esa configuración, al tomar conciencia de la enajenación permite quebrar el poder simbólico, hallándose a sí mismo en su identidad, recuperando así su identidad- idem. Interpretamos junto a Michel, que Bordieu introduce el concepto de campo social, que juega como espejo de posibilidades para la autoconciencia del encadenamiento del sujeto, haciéndose consciente de este encadenamiento, pero advirtiéndonos el filósofo, que ello es también parte de la ilusión del ser sujeto .

El problema es que no alcanza con la sincronía estructural y la diacronía de una posible hetero- estructura planteada por Bordieu ya que tanto él como Derrida, Deleuze no se desprenden del ethos en tanto justificado en una fuerte teoría semiótica del sujeto, imposibilitando contradictoriamente el sentido nuevo, pues no hay un sujeto temporal, debido a que aun preguntándose por el ser, lo despoja y lo deja huérfano, lo arroja siguiendo a Heidegger, en la búsqueda de su finitud, así, la circularidad se vuelve repetitiva, lo que Michel llama un hegelianismo invertido análogo al historicismo hegeliano respecto al sujeto absoluto, pero vaciando de autonomía a un sujeto postulado y a la vez cancelado. Mientras que Ricoeur recurriría a un hegelianismo quebrado, al romper con el sujeto absoluto, pero recuperándolo en el proceso reflexivo-ético institucional. Coincidiendo así con Castoriadis, al retomar el imaginario social que pregunta por el imaginario radical, para dar cuenta de un sujeto cambiante pero no relativo a los acontecimientos. La búsqueda y el hallazgo del en si a través del juicio ético como distanciamiento del ethos, permite acercar el carácter como identidad menos sometida

que el habitus que hace del sujeto un sujeto sujetado al estilo foucaultiano.

Finalmente Michel intenta ubicar a Ricoeur, claramente siguiendo su línea de pensamiento, en una lógica de las disposiciones del carácter, como aquellas que permitirían que hablemos de un sujeto en un mundo donde los sucesos acaecidos, son los que exigen formas de generar nuevos sentidos, pues no se trata de olvidar, como dice Ricoeur, sino de perdonar, para mantener la memoria viva, experiencia histórica que nos interpela en los fenómenos vigentes.