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Reseñas


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Christopher LASCH y Cornelius CASTORIADIS, La culture de l’égoïsme. Lonrai, Climats, département des éditions Flammarion. 2012. ISBN: 978-0812-8463-0.

EMILIANO ALDEGANI

(UNMDP, ARGENTINA)


La culture de l’égoïsme ofrece la transcripción de un diálogo entre el sociólogo e historiador norteamericano Christopher Lasch, y el filósofo y psicoanalista Cornelius Castoriadis, en un programa especial emitido por la cadena británica Canal 4, el 27 de marzo de 1986. El diálogo, coordinado por preguntas y comentarios de Michael Ignatieff, presenta un debate entre ambos intelectuales sobre las características que poseen las sociedades contemporáneas en su dimensión política y principalmente sobre el desplazamiento de los individuos del espacio público a la esfera privada. Pese a la relevancia de ambos pensadores, este debate ha permanecido inadvertido luego de su emisión, hasta su actual publicación en este libro, por lo que es mayormente desconocido por el público.

El diagnóstico que ambos autores ofrecen de la sociedad contemporánea es particularmente crítico, pues ambos autores coinciden en señalar un fuerte debilitamiento de los lazos sociales y de la participación activa de los ciudadanos en los asuntos públicos. Ideas que pueden encontrarse en los textos que ambos autores han producido durante la década del 70’ y los años previos a esta puesta en común. Pueden hallarse desarrolladas en profundidad las ideas que Christopher Lasch presenta en este diálogo en obras como The Culture of Narcissism: American Life in an Age of Diminishing Expectations (1979) o The Minimal Self: Psychic Survival in Troubled Times (1984). Así como pueden identificarse en el diálogo las ideas de Castoriadis expuestas en L'Institution imaginaire de la société (1975) o Le Contenu du socialisme (1979).

El hilo conductor que estructura el diálogo, y que es resultado de la orientación que Ignatieff genera con sus preguntas, es la reflexión sobre el


estado actual de la política y las condiciones que ofrece el espacio público para la participación ciudadano. En este sentido, Castoriadis ha señalado desde principios de la década del 70’ un apartamiento de los ciudadanos de los asuntos comunes, un vaciamiento de la esfera pública. Este fenómeno es denominado por Castoriadis como una privatización de la vida social. Los ciudadanos se alejan de las prácticas comunes y de la intervención en el plano político, y se recluyen en su vida privada asumiendo el rol, ya no de productores, sino de consumidores pasivos. El capitalismo avanza de este modo, no sólo sobre la dominación de las actividades productivas, sino ampliamente en el terreno entretenimiento, en la vida privada del individuo, en la que ya no existe un vínculo claro con un horizonte común con sus conciudadanos.

Y como consecuencia de tal privatización, o de la construcción de ese yo narcisista como lo denomina Lasch, la sociedad se presenta colectivamente como una sociedad sin proyecto. O más precisamente como un conjunto heterogéneo de proyectos particulares desarticulados. Se pierde el horizonte temporal común que existía en la modernidad encarnado en las idea de progreso, o incluso en el pensamiento hegeliano-marxista en la idea de un desarrollo dialéctico de un destino histórico. Lo público como tal se encuentra absorbido por la publicidad comercial o partidaria, que buscar reavivar los fantasmas individuales.


El mundo en el que vivimos se muestra extremadamente inestable, es un mundo hecho de imágenes fugases y que tiende cada vez más a adquirir un carácter alucinatorio: una suerte de mundo de imágenes fantasmáticas, por oposición a un mundo de objetos bien reales que podemos esperar ver durar más tiempo que nosotros. (Lasch, 2012: 21)


La construcción de imágenes fugases y de objetos rápidamente descartables, son significados efímeros, es un aspecto señalado por ambos pensadores. Así como también la disolución del conflicto social del ámbito de la discusión pública. Los individuos se alejan de los proyectos políticos tradicionales, no confían en la capacidad de la organización para establecer cambios significativos. Y ello se suma a la emergencia de reclamos sectoriales que no logran hacerse plenamente públicos. El discurso crítico desplaza la discusión política de la esfera pública, hacia planeos sectoriales que no permiten pensar


en el bien común, ni permiten incorporarse a la discusión política al conjunto de la ciudadanía.

Efectivamente, Lasch destaca la necesidad de establecer reivindicaciones que encarnen un sentido de lo público y lo común, que permitan que cualquier individuo pueda intervenir legítimamente en su defensa o rechazo. La posibilidad de un lenguaje que sea comprendido por todos constituye la base de la vida pública, de la discusión política. (Lasch, 2012: 33). Sin embargo, una consecuencia del liberalismo es que se piense lo político como la defensa de los particulares contra el estado, y no se promueva la construcción de un escenario genuinamente público, donde los ciudadanos puedan acordar y discutir los asuntos relativos al bien común.

El conflicto social, afirma Castoriadis, sólo puede surgir cuando la ciudadanía cuestiona explícitamente la ley, y el estado de cosas establecido. Es decir, si la sociedad heterónoma deviene en una ciudadanía activa, informada y autónoma. Pero lejos de esa situación, los individuos buscan satisfacer necesidades particulares a partir del consumo de objetos cuya utilidad es breve. El problema de fondo, es que el aumento del consumo y de la satisfacción en la vida privada es un aumento de nada. (Castoriadis, 2012: 43) Los objetos que se incorporan a la vida privada se hallan cada vez más privados de cosidad, a la vez que las relaciones interpersonales se empobrecen.

En esta sentido Castoriadis señala que toda sociedad brinda al individuo un sentido para sus actividades e incluso para su identidad, pero las sociedades contemporáneas han puesto en crisis la representación social que los individuos poseen de sí mismos, hasta reducirla su función en el sistema económico. Es decir, que lo individuos invisten la representación de su identidad reduciéndola al rol que poseen en su ámbito laboral, o con su status económico, lo que los conduce a perseguir una acumulación constante de bienes y un ascenso en su capacidad financiera que no persigue ningún fin ulterior.

Estos elementos limitan la posibilidad de las sociedades contemporáneas para tender hacia un sistema de democracia real donde los individuos participen de un horizonte común como sociedad. Un régimen sin límites interiores donde los individuos sean conscientes de su vínculo con las


instituciones, y puedas cuestionarlas, modificarlas o incluso destituirla.

En el transcurso del diálogo ambos intelectuales observan diferentes aspectos y elementos que componen su diagnóstico sobre la situación política de las sociedades actuales. El texto que contiene el diálogo es breve pero logra hacer un recorrido por diferentes planos de análisis. A su vez, el libro cuenta con un prólogo de Jean-Claude Michéa, donde se observa detenidamente el contexto histórico en el que se realizó la emisión del diálogo por televisión, reponiendo al lector los suceso más relevantes de ese momento histórico que pudieran ser de utilidad para comprender el sentido de las afirmaciones y reflexiones que contiene. Michéa incorpora también algunas observaciones sobre la insatisfacción estructural de los ciudadanos en el modelo económico capitalista, y el contenido del proyecto liberal.

Por último cabe destacar el carácter actual de las reflexiones que se presentan en el libro, incluso cuando han pasado ya varias décadas desde su emisión. La mirada crítica de ambos intelectuales continúa apuntando a la base de los conflictos que presentan las sociedades actuales para una integración plena de los individuos en la esfera pública. Puede considerarse a La culture de l’égoïsme como un buen material para introducirse a la reflexión sobre la realidad política y sobre el avance del individualismo en las sociedades image