https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.28.15601
UNA EXPLORACIÓN FILOSÓFICA EN LA ERA ACTUAL
THE PERSONAL IDENTITY IN DEREK PARFIT
A philosophical exploration in the current era
IDENTIDADE PESSOAL EM DEREK PARFIT
Uma exploração filosófica na era atual
Franco André Caballero Vásquez
(Universidad Católica del Maule, Chile)
Recibido: 05/09/2023
Aprobado: 31/10/2023
RESUMEN
En este artículo se aborda la identidad personal desde la perspectiva de Derek Parfit, a través de un contraste filosófico entre el planteamiento de la esencialidad y las concepciones fenomenológicas de esta misma. El propósito de este artículo radica en la posibilidad de atender la identidad personal como problema filosófico en vistas de un mundo que recrea identificaciones mediante lo cibernético y la imagen. Es por ello que abordar la identidad personal desde el tenor psicologista permite establecer argumentos que aporten a la relevancia de la memoria como factor pertinente del problema identitario, gracias a las contribuciones de la filosofía parfitiana que sostiene la variabilidad y perdurabilidad en el tiempo como determinantes de la identidad personal. Esto significa que podremos entender la identidad personal desde una apreciación del pasado, más que una determinación del futuro.
Palabras clave: identidad personal. memoria personal. filosofía personal. Derek Parfit.
ABSTRACT
In this article addresses personal identity from the perspective of Derek Parfit, through a philosophical contrast between the essentialist approach and phenomenological conceptions of the same. The purpose of this article is to consider personal identity as a philosophical problem in the context of a world that recreates identifications through cyberspace and image. Therefore, approaching personal identity from a psychological perspective allows for the establishment of arguments that contribute to the relevance of memory as a relevant factor in the problem of identity, thanks to the contributions of Parfit´s philosophy, which maintains variability and durability over time as determinants of personal identity. This means that we can understand personal identity from an appreciation of the past, rather than a predetermined future.
Keywords: personal identity. memory. personal memory. personal philosophy. Derek Parfit.
RESUMO
Neste artigo, a identidade pessoal é abordada a partir da perspectiva de Derek Parfit, por meio de um contraste filosófico entre a abordagem essencialista e as concepções fenomenológicas da mesma. A proposta deste artigo reside na possibilidade de abordar a identidade pessoal como um problema filosófico diante de um mundo que recria identificações por meio da cibernética e das imagens. É por isso que abordar a identidade pessoal do ponto de vista psicológico permite estabelecer argumentos que contribuem para a relevância da memória como fator apropriado no problema da identidade, graças às contribuições da filosofía parfitiana que defende a variabilidade e a durabilidade no tempo como determinantes da identidade pessoal. Isso significa que seremos capazes de entender identidade pessoal a partir de uma apreciação do passado, ao invés de uma prefixação do futuro.
Palavras-chave: identidade pessoal. memória pessoal. filosofia pessoal. Derek Parfit.
¿Quién soy? Es una pregunta que podríamos considerar importante en la actualidad, sobre todo cuando la configuración de nuestra imagen se construye en las redes sociales, mediante perfiles que instan el diseño de nosotros mismos. Una pregunta de esta naturaleza puede ser difícil de responder para los jóvenes de hoy, que, sin el presupuesto de las religiones, ni sustancialidades espirituales que les permitan al menos hallar una definición personal, pueden vagar por la incertidumbre y la falta de un sentido para explorar las ideas que permitan la identificación.
Nos podemos encontrar con algunos autores que fundamenten la poca relevancia que tiene el lema “conócete a ti mismo”, aludiendo a que dicha noción délfica (Maturana, 2022) nos define, por tanto, nos delimita, lo que no permite abrir el devenir para explorar la existencia de lo que somos. Así también Foucault refiere a la importancia de la ocupación de nosotros mismos, por sobre el conocerse a sí mismos (Foucault, 2008) para acabar con los determinismos. Es necesario sabernos desde una identidad que nos posibilite vivir en la certeza, que, aun padeciendo nuestra existencia, pueda conducir nuestras vidas sin falencia, ni ambigüedad, en un mundo que nos presiona constantemente a definirnos. En la actualidad se ve acontecida la concepción de la identidad personal con avatares, nicknames, perfiles creados cibernéticamente en los cuales diseñamos una caracterización que nos define según el propósito asumido en plataformas o páginas como Facebook, Instagram o Linkedin. Por otra parte, la convulsión del estilo de vida capitalista actual nos insta a consultar ¿con qué nos estamos identificando actualmente? ¿Nos identificamos con nuestro cuerpo? ¿con nuestro emprendimiento, nuestra ocupación u oficio? ¿Nos identificamos con nuestros deseos? Ante dicho escenario se torna prudente indagar en los fundamentos filosóficos que nos permitan albergar la concepción de la identidad personal para recuperar, si es que es preciso hacerlo, la certidumbre por esclarecer quienes somos, por sobre todo en el ámbito educativo para solventar los pilares que permitan sostén y sosiego en la juventud actual.
La filosofía analítica ha generado sus planteamientos respecto al aspecto identitario, desde Locke hasta hoy, otorgando dos grandes factores que permiten dilucidar de mejor manera nuestro tema en cuestión. Estos factores son la variabilidad y perdurabilidad a través del tiempo. Ambos determinan la reflexión por la identidad personal, desmenuzando a lo largo de la historia filosófica o de la genealogía identitaria si se quiere, los componentes que nos permiten hablar de identidad personal. Sin embargo, el autor que fundamentaremos en esta oportunidad nos aportará un planteamiento singular al fundamentar, tras la descomposición filosófica del asunto identitario, que pensar en la identidad personal se valida al desconsiderar la relevancia de una pregunta acerca de ella, para comprenderla como una condición psicológica que contribuye a sostener una visión personal de nosotros mismos.
Esta condición psicologista es la recuperación permanente de la memoria que permite unir a nuestro yo del pasado con nuestro yo del presente. Es preciso solventar esta teoría y por ello se someterá este
planteamiento con otras perspectivas desde el área fenomenológica con el propósito de ajustar la relevancia de la memoria en la idea de identidad personal.
Para dicho menester es preciso indicar que comenzaremos atendiendo el planteamiento del filósofo inglés Derek Parfit, para el cual la identidad personal se establece desde las concepciones memorísticas para luego explorar la posibilidad metafísica y fenomenológicas de la identidad personal ante los argumentos parfitianos. ¿Obedece pues, la identidad personal al mantenimiento psicológico de una persona a lo largo del tiempo o existe una sustancia que nos puede identificar particularmente? Es una pregunta que se abordará en este artículo para fines de ofrecer reflexiones en tiempos de desprendimiento de creencias y ausencia de sentidos.
Para abordar la concepción de la identidad personal en su perspectiva psicologista, además de fundamentar la defensa por la no consideración metafísica del asunto identitario, se ha considerado prudente ejercer dicho análisis en la investigación de las propuestas acerca de la identidad personal de Parfit, con el cual podremos resolver la cuestión de la supervivencia y la temporalidad en el problema identitario, complementando con las ideas que cimientan una perspectiva de la conciencia dentro del constructo de identidad personal.
Es necesario contemplar estas propuestas filosóficas para poder contribuir a la idea del cambio en la identidad, contrarrestando a la concepción estática que fijaría un establecimiento de la noción identitaria en las personas, determinando y prefijando las posibilidades de transformación en la construcción personal permanente. Para ello se desprenderá la concatenación de Parfit mediante Locke, para obtener de dicho desprendimiento el contrapunto sugerente que se presentará en un segundo apartado del desarrollo desde lo fenomenológico.
Hablar de identidad desde la era moderna nos lleva a pensar en los parámetros establecidos por John Locke el cual respecta a que una cosa es la misma en un lugar y un tiempo determinado, sin que esta pueda duplicarse en otro lugar simultáneamente1. Ahora bien, si lo aproximamos a una idea de identidad personal, Locke establecerá que se manifiesta cuando un sujeto es consciente de sí mismo, pudiendo comprender cualquier acción o pensamiento que le haya ocurrido en el pasado2, por tanto, puede identificarse con ellos. Trescientos diez años luego de la muerte de Locke, Derek Parfit es reconocido con el premio Schock3 en la categoría de Lógica y Filosofía, por sus aportes a la noción de identidad personal, en la cual se inclina por un aspecto psicologista del problema, restando esencialidad a la conciencia y quitando peso específico al conflicto identitario.
Pensar en el problema de identidad personal desde los fundamentos filosóficos de autores como Derek Parfit abre un hilo para pensar en las relaciones temporales entre un yo pasado, un yo presente y un yo futuro, puesto que si me escribo un correo de niño utilizando, por ejemplo, la plataforma FutureMe4 para verificar si he cumplido mis metas propuestas, la interrogante de la filosofía analítica de la identidad personal sería el cómo comprobar, desde el yo futuro, que efectivamente yo me he enviado ese correo. Esta idea que comprende nociones sincrónicas y diacrónicas corresponden al problema del sujeto en la filosofía moderna (Bares Partal, 2020)
Por ello es primeramente relevante atender los conceptos de continuidad y conexión psicológica en Parfit, para luego contrastar su argumento con nociones no psicologistas que nos permitan un abordaje mayor acerca de la problemática de la identidad personal.
1 Locke, J. Ensayo sobre el entendimiento humano. Fondo de cultura económica. México. 1999
2 Ibid.
3 Premio Schock entregado por la Real Academia de las Ciencias de Suecia desde el año 1993.
4 Plataforma gratuita para escribir correos a un futuro de 6 meses, 1, 3, 5 o 10 años. www.futureme.org
Parfit cuestiona la idea de preguntarse por la identidad personal. Mediante los ejercicios mentales y ficticios en que un sujeto puede dividirse, ya sea por clonación o por la división de su cerebro5, la pregunta por la supervivencia debiese estar separada de la pregunta por la identidad porque en el caso de que sobreviva ante tal división, lo que correspondería a un caso contingente, el sujeto podría seguir existiendo o no, lo que no respondería a la pregunta identitaria (Parfit, 2004). De esta manera el autor supera el problema de la supervivencia planteado por Wiggins6. Si se separa la idea de sobrevivencia con la de identidad, podríamos decir que no existe una esencialidad en la identidad de una persona, por lo tanto, no existiría una mención metafísica dentro de la naturaleza humana. Esto lo podemos explicar de manera que, si el resultado de una división de un sujeto existiese pues como un cambio, ya no podríamos hablar de identidad. “Si tu nueva manera de hablar no implica la identidad, no puede resolver nuestro problema. Nuestro problema trata de la identidad. El problema estriba en que todas las respuestas posibles a la pregunta sobre la identidad son altamente implausibles” (Parfit, 1983, págs. 11 - 12). Esto amerita pensar que la problemática identitaria posee supuestos de igualdad que debemos dejar de considerar para poder sopesar la concepción particular de una persona.
Las relaciones identitarias, dice Parfit, deben ser uno-a-uno (Parfit, 1983, pág. 15) En el caso de la supervivencia la relación idéntica que se establece entre yo y otro yo no es importante, porque existirían variaciones graduales respecto a las posibilidades de esa supervivencia. Lo importante es establecer las propiedades que permiten esa relación idéntica, las que se definen en Parfit como las concepciones de continuidad y conexión psicológica.
Cuando atendemos las relaciones directas entre yo y otro yo, encontramos un argumento necesario para pensar que en aquella relación existe una concepción psicológica que se identifica. “Cuando es uno-a- uno, la continuidad psicológica es nuestro fundamento para hablar de identidad” (Parfit, 1983, pág. 16) Esta continuidad permitirá considerarse válida como propiedad de la identidad personal gracias a que permite suponer una relación a través del tiempo. Recuerde usted algún suceso vergonzoso que le haya ocurrido hace unos años atrás; si al rememorar aquella situación embarazosa podemos volver a sentir el mismo rubor, aunque atenuado por el pasar de los años, podemos dar cuenta de que aquello que nos sucedió, nos ha ocurrido a nosotros y no a otra persona. Otro individuo que haya estado en aquella escena, al recordarla posiblemente no sentiría la misma vergüenza que nosotros, pues solo fue un testigo de aquello que aconteció. No obstante, la memoria es falible.
La continuidad psicológica es transitiva. Esto implica que, si X es idéntico a Y, e Y es idéntico a Z, entonces X y Z son idénticos (García A. Q., 2018, pág. 159) lo que significaría que existe un transcurso de tiempo continuado en el que nuestros cambios personales puedan ir emergiendo, pero a similitud de aquellos otros “yo” que van quedando atrás. Esta idea puede generar un cuestionamiento que el mismo Parfit asume, y es que no siempre podemos recordar todo aquello que realizamos. “Los recuerdos son, sencillamente, cuasi-recuerdos de nuestras propias experiencias. Como esto es así, podemos dejar a un lado el concepto de memoria y usar en su lugar el concepto más amplio de cuasi-memoria” (Parfit, 1983, pág. 22) La memoria es falible producto de circunstancias especiales que interrumpen el traspaso de los recuerdos de corto a largo plazo, generando lagunas mentales que no permiten recordar aquello que ha acontecido.
Cuando la memoria pierde su continuidad, igualmente puede referenciarse a sí misma, pensando en la memoria de un sujeto particular, gracias a que puede conectar con los sucesos anteriores aún a pesar de la laguna formada. A esto Parfit le llama conexión psicológica, la cual a diferencia de la continuidad psicológica no es transitiva, pues puede verse interrumpida. “Tal como yo la defino, la conexión psicológica requiere que se den estas relaciones psicológicas directas. La conexión no es transitiva en virtud de que estas relaciones no son transitivas” (Parfit, 1983, pág. 27) No habría tanto problema si pensamos en el pasado, pero el autor va más allá y se pregunta por nuestros “yoes” futuros, por lo que
5 (las alternativas son: a) no sobrevive b) sobrevive como una de las dos personas c) sobrevive como ambas),
6 En Identity and spatio-temporal continuity. Basil Blackwell. Oxford. 1967.
¿podríamos asegurar una continuidad o una conexión psicológica futura? Producto del transcurso del tiempo podremos notar que nuestra cuasi-memoria puede ir generando mayores o menores relaciones directas entre nuestro “yo” presente y nuestro “yo” del pasado, por tanto, difícilmente podríamos asegurar la permanencia de memoria con nuestros “yoes” futuros. “No hay manera para pensar que la conexión psicológica no variará de grado dentro de una única vida” (Parfit, 1983, pág. 31). Por ello es que la conexión psicológica es gradual, a diferencia de la continuidad psicológica que es transitiva. En ambos casos, gradual y transitivo la función relevante que permite apreciar la naturaleza de la identidad personal sería el aspecto memorístico. Sin embargo, este aspecto la filosofía lo extiende a fronteras donde podemos considerar la memoria como una herramienta de la imaginación:
La conclusión de Parfit es sorprendente, aunque no del todo nueva. Hume, en su propio laberinto de la identidad personal reconoce la importancia de los estados de memoria en el descubrimiento y constitución de la identidad, pero dicha identidad es en realidad una ficción tramada por la imaginación a través de los principios de semejanza y causalidad (Bares Partal, 2023, pág. 14)
De esta manera Parfit solventa las dos ideas que permiten pensar en la identidad mediante las relaciones R, es decir, la continuidad y la conexión psicológica, que aluden en términos simples a la concepción de la memoria, pero que inquieren en la separación de un cuerpo mental en un tiempo determinado y otro cuerpo en otro tiempo distinto, tal como lo ejemplifica Parfit con la idea ficticia de que una persona entre en un teletransportador aquí en la Tierra y se transmita todo su cuerpo, junto con sus células y sus experiencias, en Marte (Parfit, 2004). Sería otro yo, en otro planeta, donde perduran la memoria y todo lo vivido, mas no sería una nueva conciencia. De esta manera atiende Locke el problema memorístico, al establecer una dificultad con respecto a la conciencia que se pueda ver interrumpida por el olvido “ya que en ningún momento de nuestra vida tenemos ante los ojos en una sola visión todo el curso de nuestras acciones pasadas” (Locke, 1999, pág. 318) Por lo que la gradualidad que otorga el problema memorístico determinará entonces una gradualidad para el problema identitario. Lo que para Locke recae en la conciencia, para Parfit recae en la memoria. En ambos casos podemos dilucidar una variabilidad al transcurrir el tiempo, ya sea mediante cambios ocurridos en la conciencia cuando se consolidan etapas como de la pubertad a la adolescencia o de adolescencia a adultez; así como también se aprecia dicha variabilidad en la memoria por los accidentes que interrumpen su transitividad mencionados anteriormente. Por tanto, en Locke y en Parfit la identidad no tendría un estacionamiento invariable.
Otro aspecto importante de considerar en la identidad personal parfitiana es la atención por las responsabilidades morales del subjetivismo según el grado de memoria -o de conciencia en Locke- que mi “yo” del presente pueda sostener, es decir, según las relaciones psicológicas no debilitadas respecto a los actos realizados. Al punto de que si se debilita demasiado la continuidad y conexión psicológica formando una laguna de no recuerdo, no se podría asumir luego una responsabilidad ante supuestos actos que no se recuerdan haber cometido. El transcurso del tiempo puede debilitar la memoria, ya sea por el paso mismo del tiempo o por cambios radicales del carácter (Minguez, 2006). Por lo que responsabilidad y tiempo estarían concatenadas. “En situaciones normales, el grado de conexión psicológica entre dos estadios de una misma vida estará en función del tiempo transcurrido entre ambos y de los cambios psicológicos acaecidos”. (Minguez, 2006) Pensemos pues en una persona que tuvo que realizar daños drásticos a otras personas producto de pertenecer a algún aglomerado político dictatorial como, por ejemplo, una persona que viola los derechos humanos podría tener bloqueos mentales que le distancien de tal manera de sus acciones al punto de no recordarlas. Como el caso de Ingrid Olderöck en la dictadura de Chile 1973 – 1988 de la cual se podría suponer, según los resultados psicológicos, que existiría un auto bloqueo de ciertos recuerdos de “alto impacto” (Llanos, 2020). Así como también ocurre con personas que han sido víctimas de violencias psíquicas y físicas en las cuales el daño psicológico puede ser tan severo que menoscaba la salud mental (Echeburúa, de Corral, & Javier Amor, 2002) interrumpiendo la continuidad psicológica que menciona Parfit.
Si se permite una pequeña mención, la responsabilidad moral tendría una determinante en el caso de la memoria proyectada hacia el futuro al dimensionar las consecuencias de nuestras acciones. La responsabilidad moral forjada en el presente determina el bienestar de una realidad futura personal y
colectiva. Esta mención nos permite apreciar el carácter utilitarista de la perspectiva de la memoria en la noción psicologista de la identidad personal en Parfit.
En su versión clásica, este tipo de posiciones considera que las obligaciones morales no se definen en relación con seres humanos concretos sino en referencia al mundo. Tendríamos la obligación de maximizar la suma total de utilidad en el mundo. Así, una acción sería incorrecta cuando produzca que en el mundo haya un monto total de utilidad menor que aquel que habría bajo una opción alternativa. (Truccone- Borgogno, 2020, pág. 72)
Esta cita refleja muy bien el espíritu utilitarista que se puede apreciar en la noción de la identidad parfitiana al establecer una responsabilidad para con el entorno respecto a la capacidad que tiene el ser humano de sostener una elección necesaria que considere el mayor bien posible, independiente de cualquier circunstancia. Pero respecto al utilitarismo de Parfit no vamos a referirnos en esta investigación. Es preciso atender otras posturas que nos permitan adquirir una visión diferente de la noción psicologista de la identidad personal que nos ayude a colocarla en perspectiva. Pero para atravesar a la otra vereda buscaremos una postura que nos sirva de puente.
John Locke nos ayudará en la transición, pues su noción de persona declara a un ente pensante con capacidad reflexiva que es capaz de considerarse a sí mismo como una persona pensante, y que sin esta capacidad no podría definirse su naturaleza de persona. (Locke, 1999, pág. 318) Esta capacidad de la condición humana de Locke ha sido pensada como parte de la distinción de la conciencia misma, no obstante, al considerar el aspecto memorístico podemos percibir la noción psicologista. Sin embargo, las visiones de Locke y Parfit se distinguen por la estipulación de sustancialidad en la identidad personal que considera John Locke y no Parfit. Para el primero los cuerpos corresponden a unas de las tres clases de substancias junto con Dios y las inteligencias finitas. “Una cosa no puede tener dos comienzos de existencia, ni dos cosas un solo comienzo” (Locke, 1999, pág. 311) Esto implica una definición que se mantiene presente a través del tiempo, que no tiene variación y que en el caso de la identidad personal se comprende intacto.
La esencialidad de Locke nos permite atender el asunto de la identidad personal con mayor cuidado respecto a lo que somos como seres humanos, ante la variable gama cibernética que dentro de los ejemplos de Parfit, nos podría hacer pensar que nuestra identidad podría verse suplantada en nuestras versiones virtuales. Cuando creamos un perfil, o un avatar de nosotros mismos, lo creamos según lo que deseamos ser, por tanto, nuestra conciencia se ve puesta en segundo plano con respecto a nuestras características, e incluso nuestra memoria, ya que nuestras experiencias y datos podrían caber dentro de un dispositivo electrónico que permita condensar nuestra vida pasada, es decir, nuestros recuerdos, en un chip que se implante en cualquier perfil creado. Por ello es importante establecer que la identidad permite otorgarnos un sentido de mismidad y de continuidad (Sepúlveda, 2012), en la cual rescatamos los aportes de Locke, mediante la mismidad, y los de Parfit en la continuidad. Ambos nos permiten robustecer la reflexión por la identidad personal en tiempos de frágiles certezas.
Esta esencialidad que aporta Locke nos permite continuar hacia la exploración fenomenológica de la indagación filosófica de la identidad personal donde hallaremos mayor profundización entre las nociones psicologistas y de conciencia, para ampliar nuestra visión respecto a los asuntos identitarios, al mismo tiempo que contraponer la postura de la filosofía analítica ante otra área filosófica distinta como es la fenomenología.
Ya se ha mencionado la implicancia de los comportamientos ante la cuestión de la identidad personal, la cual adquiere una mayor relevancia cuando se considera desde las perspectivas de conciencia, que, si bien se coinciden mayormente con la idea de mismidad del sujeto, es difícil poder establecer una similitud con los planteamientos de esencialidad de Parfit. Por tanto, es prudente indicar que conciencia en la identidad personal y esencialidad no son atendibles igualmente.
Por otra parte, la noción de una conciencia como factor preponderante dentro de la construcción de identidad personal contribuye a actuar ética o moralmente, lo que es de suma importancia cuando la juventud busca construir su yo identitario. Esto debido a que en un periodo donde las acciones son más bien exploratorias y la construcción de significado está en un permanente movimiento (Quiroga, Capella, Sepúlveda, Conca, & Miranda, 2021) como lo es la adolescencia, por ejemplo, pensar en la conciencia como ente primordial de la identidad personal permite encontrar una guía que puede ser cultivada desde la niñez, como lo es la conciencia. Pero ¿será posible pensar la conciencia como unidad de la identidad personal? Contrastar las posturas fenomenológicas con las de Parfit será menester del siguiente punto:
La noción de un “yo” de condiciones psicológicas corresponde a una concepción empírica del asunto de la identidad, la cual se contrastaría a una noción esencialista cuando se considere en vez de una condición psicológica, una noción de conciencia.
El yo es un objeto empírico como cualquier cosa física; es en este sentido que se lo estudia desde el punto de vista psicológico o científico, pero fenomenológicamente no tiene otra unidad que la que le es dada por cualidades fenoménicas reunidas. La autopercepción del yo empírico es, afirma Husserl, una experiencia cotidiana; el yo es percibido igual que cualquier cosa externa: se afirma, pues, con sentido que el yo se aparece a sí mismo y tiene conciencia, y, en especial, es percepción de sí mismo. (Cely, 2011, pág. 61)
Esta experiencia cotidiana que podría afirmar Husserl según Cely, podemos comprenderla desde la perspectiva memorística de Parfit. La concepción del yo, en tanto a relación con nosotros mismos nos podrá definir cuánto de nosotros recordamos o sostenemos en la aglutinación del tiempo con respecto a nosotros mismos. Pero si establecemos que el yo se determina por su naturaleza psicológica, sería distinto estipular que este pueda definirse según la conciencia o autoconciencia que se tenga del yo.
Cuando el yo es una conciencia podemos hacernos las preguntas que se hace Husserl, mencionadas por Cely, que implicarían objetar la noción del yo, por tanto, se distanciaría de una relación directa entre lo que es un sujeto y lo que es su identidad. “Ahora bien, pregunta Husserl, ¿cómo fijar el hecho básico si no lo pensamos? Y ¿cómo pensarlo sin convertir al yo o a la conciencia en “objeto” de dicha fijación? Esto que es comprobado ¿no puede considerarse contenido?” (Cely, 2011, pág. 62) El problema de una identidad personal radicaría en la no posibilidad de poder aprehender esta sustancialidad del yo. Esta idea fundamenta la noción de identidad de Parfit, al establecer que no se puede encontrar un sentido para hablar de identidad personal. “Algunas cuestiones importantes sí presuponen una pregunta acerca de la identidad personal. Pero pueden librarse de una preocupación tal. Y, al hacerlo así, la pregunta acerca de la identidad pierde toda importancia” (Parfit, 1983, pág. 6) Si pensamos en la imposibilidad de encontrar una sustancialidad en la identidad personal nos acercaremos pues a la visión empírica de la filosofía del yo, pero notaremos, además, la dificultad manifiesta que se expresa cuando relacionamos incluso al yo con la conciencia, o cuando establecemos como conciencia a aquella sustancialidad del yo.
Según lo indica Cely citando a Zahavi, en su artículo sobre el yo como tema fenomenológico, Husserl no establecería un yo que determine su propia unidad, además, las experiencias no pertenecerían a la sustancialidad del yo, sino que sencillamente serían fenómenos que ocurren. Por lo tanto, el yo no sería una formalidad o principio de la identidad (Cely, 2011, pág. 63) De esta manera, la identidad no estaría determinada por un yo, ni por una unidad significativa concerniente a su propia naturaleza. Por lo que podríamos indicar que la identificación personal puede otorgar una relación directa con la memoria, más que con la conciencia.
El problema del aspecto psicológico que percibe Husserl es que existe una intencionalidad que dirigiría las relaciones R de Parfit. Estas relaciones hacen referencia a que cuando se recuerda algún suceso ocurrido, la memoria que resguarda aquel suceso estará determinada por un principio de intencionalidad que modificaría la manera en que quede registrado dicho recuerdo. Por lo que, al sostener una memoria de nosotros mismos a través del tiempo, significaría sostener una percepción particular de nuestras intenciones. La continuidad y la conexión psicológica de Parfit estaría determinada pues, por una
intención personal con respecto a la forma en que queremos recordar los sucesos que nos ocurren o cómo hemos reaccionado ante ellos. “Lo que podemos empezar a ver aquí es que, para Husserl, no tiene sentido una descripción fenomenológica del yo que no esté relacionada con la intencionalidad, esto es, con la idea de que este yo está relacionado con actos dirigidos a objetos” (Cely, 2011, pág. 63) Esta dirección de la intencionalidad se involucra directamente en la manera en que la realidad nos va quedando grabada en la memoria, por lo que establecer relaciones identitarias con la psicología y con la naturaleza de la mente, permitiría pensar que la identidad personal se define por sí misma.
Esta idea apertura una visión husserliana con respecto al revelamiento de una verdad, que en nuestro caso sería la de la identidad personal, puesto que, si esta se define por sí misma, requeriría una comprensión de la cuestión identitaria que buscase en los fundamentos de la intencionalidad.
El vivir psíquico mismo solo se hace patente en la reflexión. A través de ella aprehendemos, en vez de las cosas puras y simples, en vez de los valores, los fines, los útiles puros y simples, las vivencias subjetivas correspondientes en las cuales llegan a ser para nosotros “conscientes” en las cuales, en un sentido amplísimo, se nos “aparecen. (Husserl, 1992, pág. 38).
No podríamos determinar la problemática de la identidad personal mediante la sencilla actividad de hacer consciencia respecto a aquello que define a una persona, pero nos permitiría pensar en que la reflexión por la intencionalidad de cada ejercicio mental, tanto por su actividad productiva como acumulativa, posibilitaría el hallazgo de aquello que se busca para delimitar y distinguir lo que podría ser la identidad personal.
Es por ello que podemos hablar de sentido de agencia o de una metamente7, o hasta de una autoconciencia8; esta actividad de conciencia implicaría una predisposición anterior al ejercicio memorístico. García lo explica mejor:
Es importante notar que el sentido de agencia no implica necesariamente poder dar razones desarrolladas de lo que se está haciendo, sino que basta una leve conciencia prerreflexiva. Por eso, es necesario distinguir entre el sentido experiencial de agencia, que se da siempre a nivel prerreflexivo, de la atribución de agencia, por la que el sujeto se aplica reflexivamente una determinada acción como propia. Como puede deducirse, entre estas dos nociones hay una relación de dependencia, ya que para que el sujeto pueda atribuirse una acción debe haberla experimentado previamente como suya. Por lo tanto, es posible sostener que, ontológicamente hablando, la experiencia de la agencia es anterior al acto de memoria a la hora de establecer la identidad del sujeto (García P. E., 2018)
De esta manera podemos referir a posibles soluciones de la problemática identitaria a la reflexión husserliana que atendería focalizadamente a la intencionalidad de los ejercicios mentales productivos y/o memorísticos. Si el problema identitario convoca a una pregunta por la sustancialidad personal, que la filosofía difícilmente puede responder, pero si explorar, la actividad de la autoconciencia, en cuanto al esclarecimiento de la intencionalidad de la conciencia, podría hallar luces que permitiesen pensar en un camino ponderado para determinar una identidad. Pero dicho campo seguiría siendo un campo metafísico. El filósofo italiano Potestá, está de acuerdo con este enrolamiento de la problemática metafísica de Husserl:
(…) si interrogamos la vivencia, si hacemos de ella un objeto, un tema del discurso filosófico, ya hacemos de la vivencia otra cosa (precisamente: un objeto, un tema)9, mientras que, si se trata de vivencia, esa es todo menos que un tema o un objeto. Si por un lado, desplazar la atención sobre la vivencia tenía la ventaja de no hacernos caer en el juego metafísico de sujeto y objeto, por otro lado y al mismo tiempo parece que fundamentar un pensamiento filosófico alrededor de las vivencias no es tan evidente. (Potestá, 2013, pág. 37)
Por lo que volveríamos a pararnos ante el abismo de Parfit al pensar que no podemos hablar de identidad personal sin poder sopesar la problemática del tiempo, por sobre la problemática de una esencialidad.
7 Aludido por Zahavi, Dan en Subjectiviy and Selhood, Investigating the First-Person Perspective (2005)
8 Aludido por Sartre, Jean Paul en
9 El paréntesis es de la cita
Esto nos volvería a indicar que existe una prioridad memorística por sobre una fenomenológica para poder desprender la identidad personal de una naturaleza metafísica.
Por otra parte, si pensamos en la reflexión por la intencionalidad de la conciencia podremos reconocer que la problemática esencialista no queda aún resuelta, de modo que una doble conciencia que se observa a sí misma requiere de una identificación estacionaria invariable que permita patrones similares de intencionalidad. Paul Ricoeur destaca esta idea de la siguiente manera: “El gran descubrimiento de la fenomenología sometida al requisito de la reducción fenomenológica, sigue siendo la intencionalidad, es decir, en su sentido menos técnico, la primacía de la conciencia de algo sobre la conciencia de sí” (Ricoeur, 2000, págs. 189 - 207) De esta manera podemos atender la particularidad de la conciencia en cuanto logra conformarse a sí misma en la medida en que mediante el transcurso del tiempo puede auto concebirse:
Ahora bien, la tarea concreta de la fenomenología -especialmente en los estudios dedicados a la constitución de la “cosa”- pone de manifiesto, de modo regresivo, estratos cada vez más fundamentales donde las síntesis activas remiten continuamente a síntesis pasivas cada vez más radicales. La fenomenología queda, así, atrapada en un movimiento infinito de “interrogación hacia atrás” en el que se desvanece su proyecto de autofundamentación radical (Ricoeur, 2000, págs. 189 - 207)
Desde esta consideración podemos apreciar nuevamente, la importancia de la temporalidad como elemento de determinación de la identidad personal, por sobre el factor esencialista, el cual quedaría subyugado al factor memorístico en cuanto este último pueda contener el transcurso del tiempo para lograr dicha constitución que señala Ricoeur. Por lo que nuevamente podemos sostener la indagación de la problemática de la identidad personal en el planteamiento de la condición memorística que propone el inglés Derek Parfit.
Esto implica que la identidad personal vista desde los aspectos fenomenológicos, que aportan la centralidad de la conciencia dentro del aspecto identitario, ayuda a dirigir las acciones y pensamientos según la intencionalidad que se manifiesta. Sin embargo, filosóficamente hablando, dicha conciencia estaría sometida al yugo de la memoria y las nociones psicologistas que irrumpen en la idea de esencialidad de Locke, por lo que la continuidad y conexión psicológica de Parfit se validan en una visión de la identidad que se distingue entre el sujeto y su sí mismo a través del tiempo y mediante sus propias experiencias.
Si aceptamos el no estancamiento del problema identitario como presupuesto para no establecer la posición definida y determinada respecto a lo que significa ser cuando se es, podremos considerar el principio de identificación con el conjunto experiencial, por tanto, histórico, prevaleciendo -al despejar los elementos de esencialidad y metafísica de la indagación identitaria- la temporalidad como un elemento determinante de la identidad personal. Todo cuanto se pueda decir de una identidad personal estará pues determinado por lo memorístico, permitiendo abordar el presente de manera abierta para padecer el devenir de la vida. Si nada podemos asegurar con respecto al futuro acerca de nosotros mismos, no podremos más que definir lo que somos en cuanto a lo que ya hemos sido. En ese sentido las acciones tendrían mayor valor que las palabras dichas o escritas que proyectan un futuro incierto. La promesa se vuelve entonces insustancial, por más que las convicciones y las razones osen determinarnos en la posesión de lo que se establece.
La intencionalidad fenomenológica estaría reducida a la conciencia de este ejercicio, debido a la direccionalidad de los actos auspiciados por la valoración de la moral, hallando sustento en aquello que ya ha acontecido, pues eso que ha ocurrido será lo que determine dicha intencionalidad, producto de que esta se corresponde en la experiencia vivida, sin embargo la capacidad de la intención se verá tamizada por el archivo memorístico dispuesto que determine la direccionalidad de las intenciones. Lo que nos ofrece un fundamento moral al declarar la intencionalidad no como un deseo puramente anhelado, sino que sabida en la experiencia al haber adquirido dicha vivencia que reproduzca la conciencia moral. En
este sentido la experiencia como determinante de la intencionalidad se sostiene en la capacidad memorística de las situaciones y acontecimientos vividos por las cuales nos podremos definir como seres humanos.
Pero lo importante radica en la concepción parfitiana en cuanto a que preguntarse por la identidad personal no tiene cabida cuando lo que hallamos al desmenuzarla es continuidad y conexión psicológica (Parfit, 1983, pág. 116), por ello es que se supera la problemática identitaria siempre que exista al menos esta continuidad memorística en las personas. Esto contribuye, además, a justificar la posibilidad de cambio y transformación, sin que esto signifique perder una identidad, gracias a la capacidad de memoria de las experiencias anteriores en la vida, aun cuando pueda auto definirse de distintas maneras, eligiendo rumbos diversos y/o actuando en completa diferencia a como se han dirigido las acciones anteriormente.
Por lo tanto, ya sea la identidad personal la conciencia de la experiencia o de la memoria lo que la determine, en ambas podremos concluir un fundamento por la posibilidad del constante cambio, antes que establecer una identidad que se defina y se establezca, lo que trasciende la idea por la reflexión de la identidad personal
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