https://doi.org/10.34024/prometeica.2024.29.15499


REFLEXIONES Y DISYUNTIVAS SOBRE LA CUESTIÓN SOCIOAMBIENTAL EN TIEMPOS FRAGMENTADOS


REFLECTIONS AND DILEMMAS ON THE SOCIO-ENVIRONMENTAL QUESTION IN FRAGMENTED TIMES


REFLEXÕES E DILEMAS SOBRE A QUESTÃO SOCIOAMBIENTAL EM TEMPOS DE FRAGMENTAÇÃO


Ofelia Agoglia

(Grupo de estudios en CTS - ICB - UNCUYO CONICET, Argentina)

ofeagoglia@gmail.com


Mariela Gelman

(Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UNCUYO, Argentina)

marielagelman@gmail.com


Gustavo Maure

(Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UNCUYO, Argentina)

gustavoernestom@yahoo.com.ar

Recibido: 07/08/2023

Aprobado: 17/11/2023


RESUMEN

El presente artículo se estructura en torno al debate conceptual sobre la cuestión socioambiental. La discusión propuesta, se articula a partir del análisis de las respuestas que surgen de la comunidad científica, sobre las diferentes etapas en que transcurre la emergencia y desarrollo de la crisis ambiental. El hilo argumental se estructura sobre la identificación de los mecanismos de reproducción que operan en el proceso globalizador y que, desde la perspectiva de esta investigación, se visualizan cómo impedimentos para la resolución de la crisis ambiental, a pesar de las evidencias científicas de sus posibles consecuencias, anticipadas desde mitad del siglo XX. Situación que podría considerarse como “la crónica de una crisis anunciada”. Para dar cuenta de ello, se ponen a discusión, algunas de las principales contradicciones y dimensiones que caracterizan el contexto moderno tardío, en el cual, lejos de mitigarse, los efectos de la ruptura ambiental se profundizan. Finalmente, se presentan posibles disyuntivas que emergen del proceso pandémico, delineadas en los márgenes de un futuro de configuración incierta.

Palabras clave: ruptura socioambiental. contradicciones. disyuntivas. construcción de sentido.


ABSTRACT

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This article is structured in the conceptual debate of the socio-environmental question. The proposed discussion is based on the analysis of the responses that emerge from the scientific

community on the different emergency and development stages of the environmental crisis. The argumentative thread is structured on the identification of the reproduction mechanisms that operate in the globalizing process and which, from the perspective of this research, are seen as impediments to the resolution of the environmental crisis, despite the scientific evidence of its possible consequences, anticipated since the middle of the 20th century. This situation could be considered "chronicle of a crisis foretold". Considering this, some of the main contradictions and dimensions that characterize the late modern context are discussed, in which, far from being mitigated, the effects of the environmental rupture are deepening. In conclusion, possible dilemmas emerging from the pandemic process are presented with uncertain configurations.


Keywords: socio-environmental crisis. dilemmas. contradictions. construction of meaning.


RESUMO

Este artigo está estruturado em torno do debate conceitual sobre a questão socioambiental. A discussão proposta baseia-se na análise das respostas que emergem da comunidade científica sobre os diferentes estágios de surgimento e desenvolvimento da crise ambiental. O fio argumentativo está estruturado na identificação dos mecanismos de reprodução que operam no processo de globalização e que, na perspectiva desta pesquisa, são vistos como impedimentos para a resolução da crise ambiental, apesar das evidências científicas de suas possíveis consequências, previstas desde meados do século XX. Essa situação poderia ser considerada "a crônica de uma crise anunciada". Para explicar isso, são discutidas algumas das principais contradições e dimensões que caracterizam o contexto da modernidade tardia, no qual, longe de serem atenuados, os efeitos da ruptura ambiental estão se aprofundando. Por fim, são apresentados os possíveis dilemas que emergem do processo pandêmico, delineados à margem de um futuro de configuração incerta.


Palavras-chave: ruptura socioambiental. contradições. disjunções. construção de sentido.


Introducción:

El presente artículo se enmarca en el abordaje conceptual de la corriente ambiental crítica, y la posición de algunos de sus exponentes principales, provenientes de la sociología, la filosofía y le ética ambiental y, en menor medida de la ecología política y la economía ambiental, tales como: Alimonda (2016), Caride y Meira (2001, 2009), Dobson (2001, 2007), Kapp (1995), Leff, (2006, 2008), Naredo (2015),

O’Connor (2001) y Riechmann (2005, 2009, 2014, 2017) entre otros. Los cuales más allá de las diferencias de los enfoques disciplinares del que provienen, coinciden en señalar el agotamiento del sistema económico vigente, el cual lejos de configurarse como un escenario idóneo para superar la crisis socioambiental, reproduce las condiciones para la capitalización de la naturaleza y la reducción del ambiente a la razón instrumental (Agoglia, 2018).

La perspectiva analítica de base, que da cuerpo a las tesis propuestas, confronta con la concepción del ambientalismo hegemónico, para el cual la resolución de la cuestión ambiental podría resolverse dentro de los márgenes del sistema productivo de acumulación vigente. Ya sea a través del desarrollo de nuevas tecnologías, tendientes a generar cambios en la matriz energética, o de la implementación de estrategias de mercado controladas por el Estado a través de un sistema fiscal e impositivo de premios y castigos, que regulen las actividades productivas que impactan en el ambiente (D’Amico y Agoglia, 2019).

Desde este enfoque, la cuestión ambiental se define en términos económicos, afirmando que, mediante la aplicación de instrumentos impositivos, tales como incentivos a las inversiones verdes, permisos de emisiones, canje de bonos de carbono, etc., se puede atenuar el impacto o daño ambiental. Siendo su consecuencia directa la integración subordinada de la naturaleza al mercado (O´Connor, 2001).

En contraposición, la corriente ambiental crítica, propone un cambio radical en las condiciones de producción, sobre las que se estructura el origen causal de la ruptura ambiental. Desde esta perspectiva es fundamental visibilizar las relaciones de poder, materiales y simbólicas, que perpetúan condiciones de distribución inequitativas, de la renta que genera la explotación de bienes naturales. Poniendo el foco en cómo impactan las consecuencias de la distribución desigual de los bienes y males ecológicos, en los países y sectores de la población más vulnerados, cuyas economías dependen de la extracción y comercialización externa de sus materias primas (Riechmann, 2005; Agoglia, 2018).

Desde la posición de la economía ambiental crítica, la destrucción ambiental es el resultado del intercambio metabólico entre naturaleza y sociedad inherente al sistema de producción capitalista (O´Connor, 2001). Situación que se complejiza, en la etapa del capitalismo tecnológico financiero, centrado en la demanda intensiva de recursos naturales orientados al desarrollo de las grandes corporaciones de la tecnología digital, profundizando la ruptura entre tecnosfera y biosfera (Riechmann, 2017).

Bajo esta perspectiva, desde el presente trabajo, la crisis ambiental se contempla como una realidad que trasciende la sumatoria de problemas de orden biofísico o natural, representándose como un fenómeno complejo de evolución incierta producto de un proceso socio histórico, cuyos orígenes se remontan a los albores del proyecto moderno y deben rastrearse en un cúmulo de circunstancias, a través de las cuales, se expresan las contradicciones de un modelo socioeconómico identificado con el crecimiento sostenido de la producción y las magnitudes económicas (Agoglia, 2012, p. 26).

En este sentido, la interpretación de la crisis ambiental, además de manifestarse en el ámbito natural remite a un conflicto esencialmente social, resultado de la organización sociopolítica, el sistema normativo y la estructura económica que adoptan las sociedades a lo largo del tiempo, generando diferentes impactos sobre el ambiente, dependiendo del grado de desarrollo de las tecnologías productivas, de la cantidad, uso, explotación y distribución de sus recursos naturales y el modo adoptado para satisfacer un nivel creciente de necesidades (Riechmann, 2014).

Estructura del debate conceptual propuesto

El eje argumental del trabajo, se estructura en tres partes, articuladas sobe la concatenación entre: el pasado como anticipación del presente, el presente como proyecto inacabado y el futuro como configuración incierta. Dicho proceso se toma como hilo conductor para analizar el debate conceptual, sobre la cuestión ambiental, desarrollado por diferentes ramas de la ciencia, desde su anticipación y emergencia, hasta la constatación de los límites ecológicos y la profundización de sus consecuencias.

Al tratarse de un trabajo de reflexión analítica, centrado en aspectos de orden teórico, la estrategia metodológica se enfoca principalmente en la revisión bibliográfica, cuyo recorte epistemológico se concentra en diferentes obras de la teoria social y la corriente ambiental crítica. Esta decisión, otorga solidez conceptual a la posición adoptada.

El debate propuesto gira en torno a dos interrogantes centrales orientados a reflexionar sobre las contradicciones sobre las que se articula el presente, en el cual se agudizan las condiciones críticas de la biosfera. Situación ante la cual cabe preguntarse, ¿se pueden encontrar claves en el pasado para entender las condiciones actuales de las crisis socioambiental?; de lo cual se deriva el segundo interrogante, orientado a comprender, ¿cuáles son los mecanismos de reproducción que operan en el presente, para neutralizar las posibles soluciones de la crisis ambiental, a pesar de la constatación científica de sus diferentes dimensiones?

Para dar cuenta del ello, inicialmente, se propone un recorrido por tres etapas del pasado reciente. La primera, enfocada en la anticipación de las consecuencias del proceso de instrumentalización de la razón sobre la emergencia de la crisis ambiental, desarrollada por la teoría social crítica a mediados del siglo

XX. La segunda, articulada sobre los principales estudios e informes prospectivos provenientes de las ciencias físico naturales, que explicitan los diferentes procesos de degradación de la biosfera y sus

diferentes impactos, así como sus posibles consecuencias a futuro. La tercera, sobre diversos enfoques provenientes de las ciencias sociales y humanas, que ponen en evidencia las características principales del proceso globalizador y sus impactos directos o indirectos sobre la agudización de la problemática socioambiental y sus efectos sobre las condiciones de vida en el planeta en el corto y mediano plazo.

La segunda parte del trabajo, se enfoca en el análisis del contexto de profundización de la problemática socioambiental. En particular se identifican cuatro contradicciones, las cuales, desde la posición con conceptual del presente trabajo, operan como mecanismos de neutralización de las alternativas de resolución de la problemática ambiental y contribuyen a su profundización.

En la última parte del trabajo, centrada en la percepción del futuro como configuración incierta, se ponen a discusión una serie de disyuntivas, que emanan de reflexiones conceptuales desarrolladas mayoritariamente desde las ciencias sociales, pero también de las ciencias físico naturales. Dichas reflexiones debaten sobre el entramado material y simbólico del modelo tecnológico financiero, augurando diversos escenarios sobre el futuro, como respuesta a la irrupción del proceso pandémico, considerado como la fractura social más importante del Siglo XXI.

Las reflexiones propuestas, dejan abierta la discusión sobre un contexto social global, en cuyo marco la cuestión ambiental se presenta como uno de los principales desafíos de la humanidad.

  1. El pasado como anticipación del presente

    A partir del abordaje de algunos antecedentes teóricos del pasado reciente, se distinguen tres momentos históricos que de algún modo anticipan las condiciones que adoptará la cuestión ambiental a futuro y que vale la pena rescatar, para entender las dimensiones en que discurre su acontecer en el presente.

    En la primera mitad del siglo XX, algunos de los referentes teóricos de la Escuela de Frankfurt, en particular Theodor Adorno y Max Horkheimer y, en menor medida Walter Benjamin, proporcionan claves interesantes para problematizar y entender las implicancias del proceso de instrumentalización de la razón occidental sobre la emergencia de la crisis ambiental y sus posibles consecuencias en un futuro cercano, especialmente en “Critica de la razón instrumental” (Horkheimer, 1947) y “Dialéctica del iluminismo” (Adorno y Horkheimer, 1944). En esta misma línea argumentativa, se destacan los debates que surgen de la concepción de Heidegger, en particular, en “La pregunta por la técnica” (Heidegger, 1954).

    Todas ellas, obras en las que se profundiza sobre la instrumentalización de la razón, a partir de la reconfiguración de la técnica y la innovación como imperativos del mercado, lo cual sintetiza las características del capitalismo industrial de mediados del Siglo XX, cuya aceleración en los ritmos de producción y sobre la irrupción de la sociedad de consumo, incidirán de forma directa en la devastación de la naturaleza (Agoglia, 2011).

    Para la razón instrumental, la naturaleza es concebida como mera herramienta del hombre.

    “La naturaleza es objeto de una explotación total, que no conoce límites, el imperialismo sin límites del hombre no encuentra jamás satisfacción, el dominio de la especie humana sobre la tierra no tiene parangón con otras épocas en que otras especies de animales representaban las formas más altas de la evolución orgánica, en que sus deseos encontraban su límite en las necesidades de su existencia física” (Horkheimer, 1947, p.118).


    La profundidad del análisis desarrollado desde la teoría social crítica, desde mitad del siglo XX, sobre la problematización de un contexto histórico reciente, se erige como un marco referencial sólido para una lectura de anticipación del presente. Dan cuenta de ello, las obras de diversos referentes de la ecología política, la historia y la filosofía ambiental, tales como: Alimonda (2016), Caride y Meira (2001), Dobson (2007), Mayorga (2006), Porto Gonçalvez (2007) y Riechmann (2005, 2009, 2017), entre otros, en cuyos trabajos se hace referencia explícita a los aportes de la teoría social crítica sobre la cuestión ambiental, poniendo en evidencia los efectos nocivos de la racionalidad instrumental sobre la relación sociedad-naturaleza (Agoglia, 2011).

    En un segundo momento, desde mediados de la década del ‘60 y en particular en los primeros años de la década del ‘70, numerosos informes científicos de carácter prospectivo, alertan sobre el desarrollo y profundización de la ruptura ambiental, entendida como:

    “el resultado de la acción humana, la cual, aunque resulte aparentemente racional dentro de un marco institucional de relaciones socioeconómicas, motiva una irracionalidad social particularmente destructiva porque sus repercusiones sobre el medio ambiente físico, biológico y social son ignoradas y descuidadas” (Kapp, 1995, p.134).


    Desde diversos ámbitos de las ciencias físico naturales, se plantea la necesidad imperiosa de revertir el ritmo de crecimiento devastador de la tecnosfera sobre la biosfera, augurando escenarios irreversibles para la segunda mitad del siglo XXI (Agoglia, 2011; D´Amico y Agoglia, 2019).

    Bajo esta lógica, se destacan obras tales como: la “Primavera silenciosa” de Rachel Carson (1962), que plantea la necesidad de sostenerse frente al avance y los riesgos de diferentes sustancias inorgánicas en particular, pesticidas y plaguicidas; el “Informe Founex” (1971) que debate sobre la relación entre políticas de desarrollo y crisis ambiental; la obra de Georgescu Rougen (1971) sobre “La ley de la entropía y el proceso económico”, que relaciona el impacto de las leyes de la termodinámica en la economía, y “El Circulo que se cierra” de por Barry Commoner (1973), que desde el ámbito de la biología define los cuatro ejes claves sobre los que se estructuran los límites de un crecimiento indefinido.

    De forma particular se rescatan los resultados del informe “Los límites del crecimiento” de Meadows y Meadows, presentado en la Cumbre de Estocolmo de 1972, que recurre a una simulación prospectiva, en que se combina el crecimiento exponencial de cinco variables asociadas al sistema productivo y el modo de vida occidental de fines del siglo XX, para predecir un colapso civilizatorio a mediados del siglo XXI. El informe concluye que:

    “si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación la producción de alimentos y la explotación de recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento durante los próximos cien años” (Meadows y Meadows, 1972 en: Dobson, 2001, p. 22).


    Desde otra perspectiva, los debates emergentes de la “Declaración de Cocoyoc” de 1974, redefinen el análisis de la cuestión socioambiental desde una mirada contra-hegemónica, ponderando el papel que le cabe a los países periféricos para su resolución.

    (…) el fracaso de proporcionar "una vida segura y feliz" para todos no se debe a ninguna falta de recursos en la actualidad, el problema de nuestros días no es de escasez sino de mala distribución económica y social y de inadecuada utilización. El predicamento ante el que se encuentra la humanidad se deriva esencialmente de las estructuras económicas y sociales y del comportamiento que se sigue tanto dentro de los países, como en las relaciones entre unos y otros (Declaración de Cocoyoc, 1974 en: Estenssoro, 2014, p, 140).


    Por último, hacia fines del siglo XX y principios del siglo XXI, diferentes corrientes sociológicas, coinciden en diversos aspectos que caracterizan la etapa histórica definida como capitalismo tardío, modernidad avanzada o líquida, como un sistema agotado erigido sobre categorías como el riesgo y la incertidumbre, cuya envergadura remite a una situación de crisis civilizatoria.

    Entre ellas se destacan, la obra de Urlich Beck, sobre “La sociedad del riego” (1992), la propuesta de Immanuel Wallerstein sobe “El futuro de la sociedad capitalista” (1997), la mirada de Franz Hinkelammert sobre la necesidad de orientar el rumbo “Hacia una economía para la vida” (2005) y la profunda obra de Zigmunt Bauman sobre las características de la “Modernidad líquida” (2000), en la que profundiza en el análisis de sus dimensiones principales.

    En esta misma línea, en lo que respecta al origen causal de la crisis socioambiental, se enfatiza en el vastísimo análisis realizado por Jorge Riechmann, desde 1998 a la actualidad, desde su trilogía de “Un mundo vulnerable” (2005), hasta sus últimas obras sobre una “Ética extramuros” (2017), el “Ecosocialismo descalzo” (2020) o “Simbioética: homo sapiens en el entramado de la vida” (2022),

    entre otras, en las que pone de manifiesto exhaustivamente, la irreversibilidad de los avances de la tecnosfera sobre la biosfera y la caracterización de lo que él denomina como “mundo lleno” (Riechmann, 2009).

    (…) como Barry Commoner ha señalado en más de una ocasión, los humanos somos habitantes de dos mundos: en primer lugar, habitamos un mundo natural llamado biosfera, surgido durante los casi cinco mil millones de años de historia de la Tierra y moldeado por los procesos geológicos, químicos y biológicos. Pero simultáneamente también vivimos dentro de una tecnosfera creada por nosotros, un sistema de estructuras y útiles inserto en la biosfera, y del que forman parte los asentamientos rurales y urbanos, las fábricas, las redes de transporte y comunicación, las fuentes de energía, los cultivos, etc. La tecnosfera, en suma, sería el lado material de los sistemas socioeconómicos humanos. A cada vez más gente, en estos años trágicos con que arranca el siglo XXI, nos parece que nos pierden nuestras peligrosas ilusiones sobre la tecnosfera humana: nuestros sueños de omnipotencia y de control total... Los principios y conductas que (a veces) resultaban adecuados para el “mundo vacío” y para la tecnosfera pequeña no lo son para el “mundo lleno” y la tecnosfera sobredimensionada. Y no deberíamos olvidar nunca que la sostenibilidad es fundamentalmente una cuestión de escala (con más precisión: del tamaño excesivo de la tecnosfera respecto de la biosfera). En nuestro “mundo lleno”, el sobreconsumo de territorio, energía, materiales y agua nos está llevando al colapso (Riechmann, 2009, p.3).


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    Fuente: Elaboración propia para el Ciclo de seminarios: “Ciencia y Tecnología en contexto” UNCUYO-TEC de Monterrey, 2020.


  2. El presente como proyecto inacabado: contradicciones y dimensiones

    El proyecto moderno no arroja los resultados que se proponía alcanzar a partir de sus principios prescriptivos. Por el contrario, si se realiza una lectura sobre la profundización de la desigualdad, la concentración de la riqueza a niveles obscenos (en un porcentaje cada vez menor de población) y la profundización de la devastación ambiental, como los indicadores centrales de la segunda década del siglo XXI, resulta imprescindible intentar comprender sobre qué contradicciones se estructura el actual sistema productivo de carácter predominantemente tecnológico financiero, de cuyo funcionamiento aparentemente exitoso, derivan las condiciones mencionadas.

    Tal como se señala en el informe: Las desigualdades matan” (2022) y, en el último Informe del IPCC (2023):

    “Los diez hombres más ricos del mundo han duplicado su fortuna, mientras que los ingresos del 99 % de la población mundial se han deteriorado a causa del COVID-19. Las crecientes desigualdades económicas, raciales y de género, así como la desigualdad entre países, están fracturando nuestro mundo” (OXFAM, 2022, p. 2).

    “Se identifica la actividad humana como la principal causa del calentamiento global, en particular por las emisiones de gases de efecto invernadero (CO2, CH4 y N2O). Las emisiones actuales son incompatibles con el Acuerdo de Paris, por lo que es absolutamente obligatorio reducirlas de una forma inmediata y contundente” (IPCC, 2023 en: García, 2023, p. 104).


    Para profundizar en este aspecto, en el presente apartado se identifican aquellos elementos que, desde la posición teórica asumida desde este trabajo, se consideran fundamentales para abordar los mecanismos de reproducción que operan en el presente, para neutralizar las alternativas de resolución de la crisis ambiental. Los cuales, por sus efectos materiales, pero esencialmente simbólicos, contribuyen a la profundización del problema, a pesar de las evidencias científicas de sus posibles consecuencias, anticipadas desde mitad del siglo XX (Agoglia, 2020a).

    Dichos elementos son puestos a debate, a partir de la identificación de cuatro contradicciones, que emergen en el seno del capitalismo tardío como respuesta a la constatación de los límites de la biosfera.

    1. La finitud de la biosfera como límite material de las prácticas sociales

      Desde el enfoque clásico de la teoría social, las prácticas sociales se desarrollan en un universo percibido como socialmente configurado. Bajo esta concepción la especie humana se ubica por fuera de los límites biofísicos en que se desarrolla su existencia, destacando el carácter social de la construcción de la realidad (Berguer y Luckman, 1968).

      La crisis socioambiental, la constatación de los límites naturales y la superación de la capacidad de carga de la tierra, llevan a definir esta concepción como una primera contradicción estructural, que remite a la redefinición de la relación espacio/tiempo (Bauman, 2000 en: Agoglia, 2018).

      Límites que más allá de las evidencias presentadas por numerosos informes científicos, desde hace cinco décadas, no dejan de superarse. Tal como se advierte en el informe: Safe and just Earth system boundaries (2023, p.104), “siete de los ocho límites del sistema terrestre, cuantificados a nivel mundial, se han cruzado y, al menos dos, se han superado en gran parte del planeta”. Este escenario pone en riesgo los medios de vida humana para las generaciones actuales y futuras. 1


      Gráfico, Gráfico de radar, Gráfico de explosão solar

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      Límites seguros y justos del sistema Tierra. Fuente: Rockström, J., Gupta, J., Qin, D. et al. Safe and just Earth system boundaries. Nature 619, 102–111 (2023)

      1 Según esta investigación, “la evidencia sugiere que este no será un viaje lineal; requiere un salto en nuestra comprensión de cómo la justicia, la economía, la tecnología y la cooperación global pueden promoverse al servicio de un futuro seguro y justo” (Rockström, J., Gupta, J., Qin, D. et al., 2023).

      La percepción del espacio como ilimitado y, del tiempo como unidireccional, sustentada por el ideal del progreso moderno, se contradice con la superación de la capacidad de carga de la biosfera, y con los ritmos cíclicos de la vida y los procesos naturales (Riechmann, 2014).

      Por su parte, la aceleración del tiempo a su máxima velocidad, fruto del desarrollo tecno-científico, complejiza los términos en que se manifiesta esta contradicción, adquiriendo nuevos ribetes. Desde la concepción de Bauman (2000), en tiempos de modernidad líquida, el espacio y el tiempo se interpretan como categorías independientes, dejando de considerarse como aspectos entrelazados, a través de una relación de correspondencia estable.

      En el universo líquido el espacio puede recorrerse en una fracción de tiempo, dejando de constituir una traba y un límite, perdiendo su valor estratégico, en el sentido que, si todos los espacios pueden alcanzarse al mismo tiempo, ningún espacio tiene un valor especial (Agoglia, 2012). En este contexto, la durabilidad pierde su atractivo, pasando de ser un logro a una desventaja, el corto plazo remplaza al largo plazo, convirtiendo a la instantaneidad en ideal último (Bauman 2002 en: Agoglia, 2018).

      En este marco, Riechmann sostiene que la crisis ecológica es producto de dos características de la modernidad tardía: la velocidad y la globalización, en el sentido que un sistema se vuelve insostenible, “tanto si se acelera demasiado y no tiene tiempo de seleccionar las adaptaciones más viables, como si se globaliza demasiado, es decir, se vuelve incapaz de fracasar en algunas de sus partes sobreviviendo en otras” (Riechmann, 2009 en: Barzola Elizagaray et al., 2023).

      Bajo estas condiciones, los procesos de degradación ecológica y social aceleran su ritmo de destrucción en la medida que, se imponen y generalizan las tesis del neoliberalismo, se desregulan las actividades económicas del mercado global y los Estados pierden progresivamente su capacidad de control. Lo cual conduce a poner el énfasis en dos principios básicos: a) la Tierra tiene una limitada capacidad de carga,

      b) es imposible un crecimiento económico indefinido en el marco de una biosfera físicamente acotada (Riechmann, 2021).

      Situación que se complejiza fruto de la oposición dicotómica, entre la cultura de la inmediatez y la cultura ecológica, sustentada en la lentitud y acompasada con los ritmos naturales. La instantaneidad del usar y el tirar de la cultura desechable, se contrapone con la idea de sostenibilidad, estrechamente relacionada con el tiempo y su proyección a futuro (Agoglia, 2012).

    2. La esfera de las relaciones de producción

      Una segunda contradicción se ubica en la esfera de las relaciones de producción. La cuestión socioambiental, pone en debate la dicotomía clásica entre trabajo y capital, desde un enfoque que percibe esa relación como incompleta, ampliando la esfera a la relación entre trabajo, capital (material y simbólico) y capital natural. Las relaciones entre capital y trabajo no se desarrollan de manera abstracta en un universo simbólico, sino que tienen lugar en una materialidad concreta y dependen de algún tipo de capital natural para llevarse a cabo (O´Connor, 2001).

      En este sentido, la relación de dominio entre capital y trabajo, reproduce las condiciones de dominio entre sociedad-naturaleza, y refuerza la situación de desigualdad que opera entre las elites globales y los países periféricos (Wallerstein, 1997).

      Una de las maneras en que el capitalismo y las grandes multinacionales han resuelto el problema, es a través de la compra de tiempo, que consiste en desplazar los residuos hacia la periferia, ganando tiempo para los países productores de desechos, sin afectar su nivel de acumulación de capital. Otra alternativa ha sido sugerir (y en muchos casos imponer) que los países periféricos pospongan su desarrollo sin resignar su propio crecimiento, lo cual se ha llevado a cabo a partir de imponer severas limitaciones a la producción industrial o proponiendo la utilización de formas de producción ecológicamente saludables, pero más costosas y dependientes del desarrollo tecnológico del centro (Wallerstein, 1997 en: Agoglia, 2011, p. 273).

      Complementariamente con los argumentos planteados en el punto anterior, esta situación conlleva que, los precios bajos de los bienes naturales con relación al de los productos manufacturados, permite a los países industrializados apropiarse de grandes cantidades de recursos naturales desde una posición de intercambio desigual en términos biofísicos, que obliga a los más débiles a explotar o sobre explotar sus recursos, mientras que los países ricos mantienen una mayor calidad ambiental (Wallerstein 2006, Riechmann, 2017).

      Este escenario invierte la relación entre capital humano, material y natural, convirtiéndose el capital natural en el factor limitante.

      En las relaciones tradicionales de producción, la preocupación por las materias primas y la energía es meramente marginal, en el mundo lleno esto se invierte, lo escaso es el factor natural, no el trabajo que se reproduce si existen alimentos y recursos naturales, ni el capital que se reproduce si hay trabajo y recursos naturales, pero la naturaleza no es reproducible cuando los recursos se acaban (Riechmann, 2009, p 105).


      Situación que supone cambios profundos en las relaciones de producción, en cuanto a la inversión que debe destinarse a protección y restauración de capital natural, así como en la orientación de la planificación hacia el diseño de estrategias de demanda, en temas centrales como: energía, agua, transporte y alimentos, entre otros, que tiendan a la gestión pública de las necesidades sociales (Arenas, Naredo y Riechmann, 2022).

    3. La indiferenciación entre lo público y lo privado

      La tercera contradicción remite a la relación entre lo público y lo privado, y la indefinición de sus límites. La revolución tecnológica y cultural de fines de siglo XX y principios del XXI, sobre todo a partir de las nuevas formas de comunicación, pone en el centro del debate el carácter público de los actos privados.

      Situación que responde a lo que Bauman (2001), define como soledad interconectada y deviene de las características que adquiere el proceso de individualización de la modernidad líquida. El proceso de individualización, característico de la modernidad en su etapa sólida, deja de ser lo que era para convertirse en algo diferente, consistente en transformar la conformación de la identidad humana, de un rasgo adquirido socialmente a una tarea individual, cuya responsabilidad recae sobre el propio individuo (Bauman, 2000, 2005; Castoriadis, 2008).

      Esta nueva faceta del proceso de individualización, en la cual, el interés general no es más que una junta de egoísmos, emociones colectivas y miedo al prójimo, implica una lenta y progresiva desintegración del concepto de ciudadanía, convirtiendo al individuo en su principal enemigo. Lo cual se relaciona en forma directa con la colonización de lo público por lo privado, en cuyo marco, “el arte de la vida pública queda reducido a la exhibición pública de los asuntos privados, al tiempo que los temas públicos que se resisten a esta reducción se transforman en algo incomprensible” (Bauman, 2000, p. 42).

      Según los parámetros de la nueva individualización, lo que anima a los individuos a entrar en la escena pública, no es la búsqueda de causas comunes, sino más bien una desesperada necesidad de interconectarse.

      Dichas prácticas refuerzan la contradicción, a partir de la instauración de conductas individuales desde las cuales se reclaman los derechos del Estado de bienestar, desde una forma de vida competitiva, estructurada sobre aspectos meritocráticos. Configurándose una nueva paradoja que involucra a ciudadanos en diferentes partes del globo, que reclaman por un bienestar individual, que se sostenga en los pilares de los derechos obtenidos colectivamente (Agoglia, 2020a).

    4. La naturalización de los procesos sociales y la socialización de los procesos naturales

      Por último, esta contradicción se relaciona con la conciencia de los límites y capacidades de la especie humana, que resulta del proceso de racionalización de la sociedad occidental. En este devenir, en particular a partir de la adopción de los principios de la selección natural por parte de la sociedad del

      siglo XIX, se van naturalizando los fenómenos sociales y socializando los fenómenos naturales (Agoglia, 2011).

      La percepción de los hechos sociales, no como producto de construcciones sociales, sino como resultado de procesos naturales, nos lleva a considerar dichos procesos como irreversibles. Esto genera una situación de angustia y de poca creatividad, que inmoviliza la acción, desde la resignación a que nada puede cambiarse, a la vez que agudiza comportamientos hedonistas y competitivos, en la mayoría de los casos en nombre de una libertad ficticia, desde la cual solo algunos tendrían derecho, naturalizando la desigualdad como un proceso irreversible (Ibídem).

      Por otro lado, la exacerbación de la racionalidad antropocéntrica, estructurada sobre una concepción de factibilidad prometeica, implica considerar a la especie humana por encima de sus propias capacidades, fruto de lo cual se socializan los procesos naturales, según las necesidades sociales, sin respetar ningún tipo de límites y sin entender que, no solo somos parte de la biosfera como una especia más, sino que nuestra existencia depende de ella (Riechmann, 2017, Agoglia, 2020a).

      Los argumentos sobre los que se sostienen estas relaciones, entran en profunda contradicción en el contexto pandémico, que pone de manifiesto la fragilidad y vulnerabilidad de la especie humana ante los riesgos provocados por un agente externo.

      A estas alturas, ya nadie ignora que la pandemia no es sólo una crisis sanitaria. Es lo que las ciencias sociales califican de «hecho social total», en el sentido de que convulsa el conjunto de las relaciones sociales, y conmociona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores. La humanidad está viviendo --con miedo, sufrimiento y perplejidad-- una experiencia inaugural. Verificando concretamente que aquella teoría del «fin de la historia» es una falacia… Descubriendo que la historia es, en realidad, impredecible. Nos hallamos ante una situación enigmática. Sin precedentes. Nadie sabe interpretar y clarificar este extraño momento de tanta opacidad, cuando nuestras sociedades siguen temblando sobre sus bases como frente a un cataclismo cósmico. Y no existen señales que nos ayuden a orientarnos. (Ramonet, 2020, p.2)


    5. Las dimensiones de un proyecto inacabado, en términos socioambientales

      Del análisis desarrollado, emergen algunas de las principales dimensiones sobre las que se erige el presente y que dan cuenta de su consideración como proyecto inacabado, entre las cuales destacan cuatro procesos concatenados: a) los efectos de la razón instrumental; b) la reconfiguración del mundo del trabajo; c) la conformación del sentido común hegemónico y, d) la construcción de los procesos identitarios, como las más representativas.

      Como resultado de los avances de la razón instrumental, el desarrollo científico tecnológico, si bien por un lado influye en el alargamiento de la vida, por otro implica una fuerte paradoja asociada al descarte no solo de los artefactos, a través de la obsolescencia programada, sino de la exclusión de los sujetos sociales que el sistema no reconoce como productivos (Agoglia, 2013, 2020a).

      El trabajo deja de ser el eje estructural sobre el que se organiza la vida social y se construye identidad. En el capitalismo tardío, el mundo del trabajo ingresa en un creciente proceso de automatización y de prevalencia del capital financiero sobre el capital industrial, lo cual lleva a una profunda concentración de la riqueza, en manos de un poder global extraterritorial que se fortalece a través de estrategias de nomadismo y huida de la responsabilidad, moviéndose y ubicándose en aquellos países o regiones donde la legislación resulta más laxa y la mano de obra más barata.

      Solamente el capitalismo ha llegado a ser una amenaza para la posibilidad de una existencia futura viable de la humanidad, por haber sido el primer sistema histórico que ha englobado toda la Tierra y que ha expandido la producción y la población más allá de todo lo previamente imaginable” (Wallerstein, 1997, p. 5).


      El sentido común dominante, instaurado a partir de la globalización, impone un patrón global, dejando fuera todas aquellas prácticas que no se asocien al consumo como fuente de felicidad. La imposibilidad

      del acceso a bienes materiales y simbólicos, según los parámetros hegemónicos, genera frustración y violencia de grandes porciones de la población mundial, históricamente despojadas de sus condiciones materiales básicas. Al tiempo que, una porción cada vez más restringida de la sociedad que cuenta con posibilidades sobradas de acceso a todo tipo de bienes, se refugia en entornos cerrados, estructurados simbólicamente sobre la xenofobia y el miedo al otro.

      Dicha imposición, conduce a que, un proceso social como la construcción de identidad, se perciba como un proceso individual, asociado a prácticas hedonistas y ambivalentes promovidas desde la comunicación globalizada. El lenguaje de las redes sociales instaurado sobre las posibilidades de la revolución tecnológica de fines del siglo XX, esgrime a la empatía y la positividad como categorías dominantes, diluyendo el valor de la crítica y el debate conceptual como prácticas argumentativas, promoviendo la cancelación de lo diferente, la violencia en el discurso y la polarización extrema como conductas hegemónicas (Bauman, 2010; Han, 2018; Agoglia 2020a).

      A partir de la conjunción de estas dimensiones, la desigualdad se naturaliza como un proceso irreversible, producto de acciones y decisiones de carácter individual. Esta naturalización lleva implícita una concepción de la existencia de un único mundo posible, que imposibilita pensar alternativas, y más aún, llevar adelante procesos de transformación social.

      Este patrón de consumo globalizado, refuerza la ruptura entre las condiciones materiales y subjetivas, ya que, si bien propone al consumo como único camino a la felicidad, operando desde el universo simbólico, los límites fácticos de las condiciones materiales de gran parte de la población global, profundizan la brecha entre ambas condiciones, a la vez que, la imposibilidad de seguir los mandatos del sistema, genera frustración y violencia (Bauman, 2000; Han, 2018).

      La ausencia de valores sólidos a los cuales aferrarse, característica de la modernidad en su etapa líquida, promueve que las personas se refugien en grupos estructurados sobre valores fluidos o pre-modernos tales como los movimientos anti-vacunas, terraplanistas, anti cuarentena, o de orden político o religioso de carácter conservador, con tintes xenófobos o mesiánicos, cuya radicalidad se recrudece a través del uso de las redes sociales (Agoglia, 2011; 2020a).


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      Fuente: Elaboración propia para el Ciclo de seminarios: “Ciencia y Tecnología en contexto” UNCUYO- TEC de Monterey, 2020.

      En términos ambientales, la profundización de la desigualdad como resultado de las posibilidades de acceso a los bienes naturales, el incremento del poder extraterritorial y sus implicancias sobre la concentración de la riqueza, la capitalización del Estado y las dificultades que esto trae aparejado para la definición de políticas públicas sobre la apropiación, el uso y distribución de los recursos naturales, destacan como algunas de las dimensiones más relevantes del contexto de profundización de la crisis socioambiental en el siglo XXI, sobre las cuales resulta necesario enfocar el debate teórico (Alimonda, 2016; Agoglia, 2020b, Barzola Elizagaray et al., 2023).

      Según Bauman, en la modernidad líquida, la aceleración del tiempo alcanza la máxima velocidad posible llegando a su límite natural. Al reducir el tiempo a la instantaneidad y al lograr desplazarse con la velocidad de la señal electrónica, el poder se vuelve extraterritorial, en la medida que ya no se encuentra atado a la resistencia del espacio (Bauman, 2000, 2010).

      El objetivo no es la conquista del territorio, sino la demolición de los muros que impiden el flujo de los nuevos poderes globales, “la guerra de hoy se parece cada vez más a la promoción del libre comercio mundial por otros medios” (Bauman, 2000, p.17).

      Los procesos de degradación ecológica y social aceleran su ritmo de destrucción en la medida que, se imponen y generalizan las tesis del neoliberalismo, se desregulan las actividades económicas del mercado global y los Estados pierden progresivamente su capacidad de control.

      Las nuevas estrategias de poder se identifican con las fuentes de incertidumbre, representadas por aquellos que consiguen mantener sus actos libres e impredecibles. El capital se convierte en algo volátil e inconstante, su extraterritorialidad le permite desplazarse libremente, constituyendo su liviandad la mayor fuente de dominación y el factor principal de división social (Bauman, 2000, p.130).

      Bajo estas nuevas condiciones, las pérdidas económicas y ambientales, son asumidas por los Estados nacionales, cuyas prácticas se ven condicionadas por los límites jurídico administrativos de cada territorio, configurándose una nueva distribución del poder de carácter extraterritorial (Agoglia, 2018).

      El poder extraterritorial, refiere a las formas de poder adoptadas por las corporaciones transnacionales, que operan en el contexto global por fuera de las trabas jurídico administrativas de los Estados, cuyo poder de acción sigue siendo territorialmente localizado (Bauman, 2000, Wallerstein, 1997).

      De forme particular, estas formas de poder aluden a las grandes corporaciones digitales y las transnacionales cuya actividad productiva opera sobre la explotación intensiva de recursos naturales, metalíferos, energéticos y alimenticios. Sus efectos sobre la agudización de la problemática ambiental, radica entre otros factores, en que las consecuencias ambientales de las acciones del poder extraterritorial, permanecen en el territorio donde impactan, debiendo los Estados asumir sus costos, desde una situación de fuerte desequilibrio, en beneficio de las grandes corporaciones transnacionales (Barzola Elizegaray et. al, 2023).

      Las consecuencias del poder extraterritorial global, impactan en los países cuyas economías dependen de modelos económicos de carácter extractivitas. En particular en los países latinoamericanos, históricamente estructurados sobre sistemas de acumulación caracterizados por el despojo material y simbólico, donde el poder extraterritorial, acrecienta el poder las burguesías locales, como consecuencia de la re-primarización de las economías, sostenidas por el monocultivo y la sobre explotación de los recursos naturales desde fines del Siglo XX.

      (…) a lo largo de la historia de Latinoamérica, los procesos de explotación social y apropiación ambiental se erigen sobre la interrelación de dominio de los hombres entre sí y de la sociedad sobre la naturaleza, pero fundamentalmente sobre la construcción del sentido común. (Agoglia, 2020b, p.159).


      El poder de los grupos concentrados locales, se sostiene a partir de los mecanismos institucionales y jurídicos, que el propio sistema forja para mantener y reproducir su situación. La concentración desmesurada de la riqueza en un porcentaje pequeño de la población, influye sobre la precarización de

      vastos sectores de la población imposibilitados de acceso a los bienes naturales y sobre las posibilidades de acción de los Estados nacionales cuya autoridad se debilita frente a las condiciones desiguales de intercambio impuestas por el poder extraterritorial de las corporaciones globales (Ídem).

      Este debilitamiento se traduce en dificultades para establecer modelos de organización social, cuyas bases se despojen de una actitud de dependencia colonial, en particular en lo referido a la implementación de políticas públicas que tracen el camino en cuanto a la definición del uso, explotación y distribución de sus recursos naturales (Alimonda, 2016; Agoglia, 2020b).


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      Fuente: Elaboración propia para el Ciclo de seminarios: “Ciencia y Tecnología en contexto” UNCUYO- TEC de Monterey, 2020.


  3. El futuro como configuración incierta

Para profundizar en el último nivel de análisis, enfocado en la percepción del futuro como configuración incierta y, sobre las disyuntivas que se vislumbran como posibles alternativas. El debate se centra en torno al siguiente interrogante: ¿todavía somos capaces de imaginar nuevos escenarios, o hemos perdido la capacidad de vislumbrar un futuro diferente de un presente de inestabilidad, precarización e incertidumbre?

Conscientes de que reflexionar sobre las diferentes configuraciones que podría adoptar el futuro, resulta de mayor complejidad que debatir en clave histórica. Más aún si de lo que se trata es de imaginar alternativas con algún grado de viabilidad, considerando los estrechos márgenes de acción que se perciben en un presente articulado sobre el acrecentamiento de la desigualdad, el despojo material en términos socioambientales y una profunda devastación simbólica.

No obstante, a fin de conjeturar algunas respuestas, este apartado retoma algunas reflexiones realizadas por diferentes autores provenientes de las ciencias sociales y humanas, pero también de las ciencias físico naturales, tales como: Berardi (2016, 2019, 2020); Han (2018, 2020 y 2021); Haraway (2014, 2021) y; Harvey (2020), sobre el entramado material y simbólico del modelo tecnológico financiero, que dan cuenta de las condiciones de precariedad sobre las que se estructura el tiempo presente:

En este sentido, y con el objeto de complementar el análisis, a continuación, se presentan diversas posiciones que emergen de la teoría social y reflexionan sobre el derrotero pandémico, de cuyo análisis comparado se obtienen algunas claves interesantes para orientar el debate en términos globales, considerando el contexto de marcada incertidumbre que marca el inicio de la segunda década del siglo XXI.

Disyuntivas frente al proceso pandémico

La irrupción del contexto pandémico, más allá de su anticipación señalada en diversos estudios científicos2 que alertan sobre el aumento de virus de origen zoonótico, puso en jaque a la humanidad por más de un año y medio.

Tal como se observa en “Sopa de Wuhan” (2020), la fractura social producida por la emergencia de una pandemia de orden global, promueve el debate teórico en torno a diferentes miradas sobre el presente y diversas hipótesis sobre el futuro, así como sobre sus posibles disyuntivas.

Del análisis desarrollado, a continuación, se realiza una síntesis organizada sobre la base de cuatro posibles escenarios: uno de corte catastrofista, otro de carácter rupturista, uno de tendencia optimista y otro de enfoque neutral.

Las posiciones catastrofistas, avizoran un futuro de exclusión, de negación del otro y la conformación o la reafirmación de Estados totalitarios, estructurados sobre el miedo y la ciber-vigilancia como herramienta de dominio.

(…) hay una tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno…parecería que, habiendo agotado el terrorismo como causa de las medidas excepcionales, la invención de una epidemia puede ofrecer el pretexto ideal para extenderlas más allá de todos los límites…la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla. (Agamben, 2020, p.7)


Por su parte desde el enfoque rupturista, la pandemia se plantea como el camino hacia el final de capitalismo, la instauración de una nueva racionalidad y la emergencia de relaciones sociales y ambientales más equitativas y de mayor equilibrio.


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2 Entre otros, se destacan uno de 2007, de la revista Clinical Microbiology Reviews titulado 'Sars como un agente de infección emergente y reemergente' que describe cómo antes de la aparición del Sars, se conocían 12 coronavirus humanos o animales, como los mencionados NL63 y HKU1. Otro publicado en el año 2015 en Nature Medicine, titulado: ‘Un grupo de coronavirus de murciélago circulante similar al Sars muestra potencial para su aparición en humanos’, cinco años antes de la pandemia.

Desde esta perspectiva, el coronavirus perturba el buen funcionamiento del mercado mundial poniendo en evidencia la necesidad urgente de una reorganización de la economía global que ya no estará a merced de los mecanismos del mercado (Zizek, 2020).

(…) quizás otro virus ideológico, y mucho más beneficioso, se propagará y con suerte nos infectará: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global. (p.22).


El coronavirus también nos obligará a reinventar el comunismo basado en la confianza en las personas y en la ciencia… la epidemia es una especie de ataque de la “técnica del corazón explosivo de la palma de cinco puntos” contra el sistema capitalista global, una señal de que no podemos seguir el camino hasta ahora, que un cambio radical es necesario (Zizek, 2020, p.p.22 y23).


Desde un enfoque similar, la pandemia se visibiliza como una posibilidad de relantizar la maquinara frenética de la economía mundial y el tránsito al estancamiento como una condición a largo plazo.

Las convulsiones recientes del cuerpo planetario quizás estén provocando un colapso que obligue al organismo a detenerse, a ralentizar sus movimientos, a abandonar los lugares abarrotados y las frenéticas negociaciones cotidianas. ¿Y si esta fuera la vía de salida que no conseguíamos encontrar, y que ahora se nos presenta en forma de una epidemia psíquica, de un virus lingüístico generado por un biovirus? (Berardi, 2020, p.37).


El efecto del virus radica en la parálisis relacional que propaga. Hace tiempo que la economía mundial ha concluido su parábola expansiva, pero no conseguíamos aceptar la idea del estancamiento como un nuevo régimen de largo plazo. Ahora el virus semiótico nos está ayudando a la transición hacia la inmovilidad” (Ibídem, p. 38).


Las posiciones optimistas, por su parte, proponen el rescate de lo común, el retorno de la solidaridad como valor y la posibilidad de un futuro diferente sustentado en un nosotros, que deviene de la certeza de que en un contexto de extrema gravedad nadie se salva solo. Desde una mirada que fluctúa entre el rupturismo y el optimismo, Berardi (2020) sostiene:

No podemos saber cómo saldremos de la pandemia cuyas condiciones fueron creadas por el neoliberalismo, por los recortes a la salud pública, por la hiperexplotación nerviosa. Podríamos salir de ella definitivamente solos, agresivos, competitivos. Pero, por el contrario, podríamos salir de ella con un gran deseo de abrazar: solidaridad social, contacto, igualdad. El virus es la condición de un salto mental que ninguna prédica política habría podido producir. La igualdad ha vuelto al centro de la escena. Imaginémosla como el punto de partida para el tiempo que vendrá. (p.54)


La imaginación es la energía renovable y desprejuiciada. No utopía, sino recombinación de los posibles. Existe una divergencia en el tiempo que viene: podríamos salir de esta situación imaginando una posibilidad que hasta ayer parecía impensable: redistribución del ingreso, reducción del tiempo de trabajo. Igualdad, frugalidad, abandono del paradigma del crecimiento, inversión de energías sociales en investigación, en educación, en salud. (Berardi, 2020, p. 54)


Por último, desde la perspectiva neutral, se plantea que la salida de la pandemia significará un refuerzo del statu quo, la profundización de la desigualdad y las condiciones actuales de vigilancia impuestas desde el mercado y las corporaciones digitales, con una descomunal ganancia de las elites globales concentradas. En esta línea, tal como señalan Buttler (2020) y Han (2020):

El virus por sí solo no discrimina, pero los humanos seguramente lo hacemos, modelados como estamos por los poderes entrelazados del nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el capitalismo” (Buttler, 2020, p. 62).


El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia” (Han, 2020, p.110).

Paradójicamente, ni los avances científicos tecnológicos, ni los augurosos escenarios promovidos desde las corrientes del utopismo tecnológico3, pudieron evitar una situación de enorme vulnerabilidad social. Lo cual puso en evidencia que ni los Estados ni las corporaciones tecno-financieras globales contaban con herramientas suficientes para afrontar una crisis sanitara de tal envergadura.


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Fuente: Elaboración propia para el Ciclo de seminarios: “Ciencia y Tecnología en contexto” UNCUYO-TEC de Monterey, 2020.


A modo de síntesis

A partir del recorrido realizado, se esbozan algunas propuestas orientadas a disputar la construcción del sentido común dominante, identificado como el elemento fundamental sobre el cual orientar el camino hacia la conformación de una nueva organización social, estructurada sobre un equilibrio dinámico de las relaciones sociedad-naturaleza.

En tiempos de oscuridad conceptual, quizás de lo que se trata es de reconfigurar los interrogantes centrales sobre los que estructurar el debate, cabe entonces preguntarse: ¿de qué estrategias valerse para disputar la batalla del universo simbólico, considerando los recursos con que cuenta el poder global para lograr imponerse por sobre procesos de organización política de matriz inclusiva? (Agoglia, 2020b).

En primer lugar, se destaca la necesidad de desnaturalizar los procesos sociales, tomando conciencia de que la realidad se construye socialmente, y por tanto se puede rediseñar y volver a construir. En esta misma dirección, se propone recuperar la ética de lo colectivo, sobre la base de los principios de responsabilidad y precaución, conscientes de que la crisis socioambiental requiere una opción ética de largo alcance, que ubica al prójimo lejano en tiempo y espacio, en cuyo proceso la responsabilidad del conocer y no hacer, tiene mayores consecuencias que el hacer (Agoglia, 2012).


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3 Entre ellas, el posthumanismo o transhumanismo, “supone un paso de la evolución natural a la evolución artificial, es decir, una mejora dirigida del proceso evolutivo natural. Frente al lenguaje simbólico natural, el lenguaje científico y sus aplicaciones tecnológicas permitirán mejorar al ser humano. En consecuencia, aparecerá un sujeto posthumano, más perfecto y feliz. El mundo artificial del posthumanismo tecnológico promete el bienestar y la superación de los límites impuestos por la naturaleza. (Fernández Mateo, 2021, en: Maure: 2021).

Redefinir los términos de una nueva organización social, estructurada según los principios del humanismo, no desde un carácter antropocéntrico, sino desde una concepción de respeto a la alteridad y de reconocimiento de la dependencia ecológica y los límites biofísicos.

Ser capaces de disputar el terreno y el discurso sobre el futuro, a aquellas posiciones que ven al progreso tecnológico unilineal como la única salida posible.

Proponer acciones tendientes a la revolución del uso del tiempo, revalorizando el uso lúdico sobe el productivo y rediseñar el espacio público como lugar de encuentro y debate sobre las necesidades colectivas, a partir de la reconfiguración del concepto de libertad como encuentro con el otro, y no como exacerbación de la individualidad (Han, 2018, 2020).

Resignificar la noción de placer como deseo satisfecho, la necesidad de recuperar los rituales y los procesos simbólicos, de manera de revertir los parámetros de una comunicación sin comunidad, característicos de las prácticas sociales mediadas por la digitalidad, definiendo a la comunidad como base de la felicidad (Han, 2021; Berardi, 2019).

Reinsertar los sistemas humanos en los sistemas naturales, o lo que es lo mismo, ajustar la interacción armónica entre tecnosfera y biosfera. lo que en un sentido amplio hace referencia a comprender los principios de funcionamiento eco-sistémicos y adoptarlos en el funcionamiento de los sistemas humanos de forma armónica con los sistemas naturales (Riechmann, 2016).

Reconfigurar el espacio público como lugar de encuentro y debate, reconectando las necesidades individuales con los intereses colectivos, recuperando el rol de la ciudadanía, “a partir del accionar del pensamiento crítico, cuyo principal objeto es hacer visibles aquellos dispositivos que dificultan la conformación de una sociedad en la que los individuos se perciban como parte de un objetivo común” (Agoglia, 2012, p.38).

De modo tal, de recuperar y revalorizar las claves que nos ofrece el pasado para entender el presente y anticiparnos al futuro, poniendo el acento en la imaginación como elemento clave para la implementación de estrategias de transición hacia relaciones de mayor justicia social y ecológica ya que, si bien el futuro no puede predecirse, si se puede configurar el futuro al que se quiere llegar (Agoglia, 2020 a, Riechmann, 2019).


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