https://doi.org/10.34024/prometeica.2024.29.15240
PHILOSOPHICAL FOUNDATIONS IN MANFRED MAX-NEEF’S ECOLOGICAL ECONOMICS
FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS NA ECONOMIA ECOLÓGICA DE MANFRED MAX- NEEF
Iñaki Ceberio de León
(Universidad Nacional de Chilecito, Argentina)
Clara Olmedo
(Universidad Nacional de Chilecito, Argentina)
Recibido: 21/06/2023
Aprobado: 04/12/2023
RESUMEN
Desde un enfoque hermenéutico y recurriendo a la Historia de la Filosofía, en este artículo realizamos un breve recorrido por la obra del economista chileno Manfred Max-Neef, cuyo trabajo se enmarca en la Economía Ecológica. El objetivo es señalar los fundamentos filosóficos sobre los que se fue conformando su pensamiento económico, catalogado como heterodoxo. En ese proceso, Max-Neef se nutrió del pensamiento clásico griego como el de Platón y Aristóteles; del renacentista Giordano Bruno, de la filosofía moderna como la de Shelling; entre otros, y de corrientes filosóficas como el humanismo, el anarquismo y la Ecología Profunda de Arne Naess. También incorporó fundamentos las Filosofías Orientales y el pensamiento de los pueblos originarios. De esta forma, en este trabajo buscamos mostrar la profundidad del pensamiento de Max-Neef, reconociendo los fundamentos filosóficos a partir de los cuales él elaboró, junto a otros investigadores, la Teoría del Desarrollo a Escala Humana (T.D.E.H.). Para ello recurrimos a una metodología interpretativa de los textos de Max-Neef y de bibliografía secundaria referida al fecundo trabajo del economista chileno.
Palabras clave: ecofilosofía. ecología profunda. filosofía ambiental. transdisciplina. naturaleza.
ABSTRACT
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From a hermeneutic approach and drawing upon the History of Philosophy, this article provides a brief overview of the work of the Chilean economist Manfred Max-Neef, whose contributions fall within the realm of Ecological Economics. The main goal is to identify the philosophical foundations that shaped his economic thinking, categorized as heterodox. Throughout this process, Max-Neef drew inspiration from classical Greek thinkers such as Plato and Aristotle, the Renaissance figure Giordano Bruno, modern philosophers like Schelling, among others, and philosophical currents including humanism, anarchism, and
Arne Naess's Deep Ecology. He also incorporated elements from Eastern philosophies and the thoughts of native-indigenous peoples. Thus, this paper seeks to showcase the depth of Max-Neef's thinking, acknowledging the philosophical underpinnings from which he, alongside other researchers, developed the Theory of Human Scale Development (T.H.S.D.). To achieve this, we employ an interpretative methodology involving the analysis of Max- Neef's texts and secondary literature pertaining to the prolific work of the Chilean economist.
Keywords: deep ecology. ecophilosophy. environmental philosophy. transdiscipline. nature.
RESUMO
A partir de uma abordagem hermenêutica e recorrendo à História da Filosofia, este artigo oferece uma breve visão sobre a obra do economista chileno Manfred Max-Neef, cujo trabalho está inserido na Economia Ecológica. O objetivo é identificar os fundamentos filosóficos que moldaram seu pensamento econômico, classificado como heterodoxo. Ao longo desse processo, Max-Neef se inspirou em pensadores gregos clássicos como Platão e Aristóteles, no renascentista Giordano Bruno, em filósofos modernos como Schelling, entre outros, e em correntes filosóficas que incluem o humanismo, o anarquismo e a Ecologia Profunda de Arne Naess. Ele também incorporou elementos das filosofias orientais e do pensamento dos povos indígenas. Assim, este artigo busca destacar a profundidade do pensamento de Max-Neef, reconhecendo os fundamentos filosóficos a partir dos quais ele, juntamente com outros pesquisadores, desenvolveu a Teoria do Desenvolvimento em Escala Humana (T.D.E.H.). Para isso, utilizamos uma metodologia interpretativa envolvendo a análise dos textos de Max-Neef e da literatura secundária relacionada ao prolífico trabalho do economista chileno.
Palavras-chave: ecofilosofia. ecologia profunda. filosofia ambiental. transdisciplina. natureza.
Los fundamentos filosóficos presentes en la obra de Manfred Max-Neef abarcan prácticamente todos los periodos de la filosofía occidental, a lo cual se suman las influencias del pensamiento oriental como el budismo y las cosmovisiones de los pueblos originarios de América Latina. En este trabajo buscamos mostrar la profundidad del pensamiento de Max-Neef, reconociendo los fundamentos filosóficos a partir de los cuales él elaboró, junto a otros investigadores, la Teoría del Desarrollo a Escala Humana (T.D.E.H.).
En primer lugar, se aborda el pensamiento clásico griego desde Platón y Aristóteles quienes allá por el Siglo V a.C. reflexionaron cómo debía organizarse la sociedad para alcanzar la felicidad. Luego, la Edad Media (entre los Siglos V y XV d. C.), donde la teología mística de San Francisco inauguró un sentí- pensar con la naturaleza. El siguiente periodo histórico corresponde al Renacimiento (Siglos XV y XVI d. C.), el cual puede considerarse una etapa “puente” entre la Edad Media y la Modernidad. Ese fue un período de exaltación de la naturaleza, considerada también como fuente de inspiración. Una concepción que puede observarse en innumerables obras pictóricas. Al Renacimiento le sigue la Modernidad, donde el Romanticismo realizó una exaltación de la naturaleza, expresada a través de sus pensadores, poetas, músicos y artistas. Más cercano a nuestro tiempo, en el Siglo XX surge la Ecología Profunda, un movimiento ecofilosófico que, de la mano del filósofo noruego Arne Naess. Por último, el enfoque transdisciplinario que nos propone un diálogo de saberes y un cuestionamiento a los modelos epistemológicos dominantes, tanto en la academia como en el desarrollo científico actual. Un cuestionamiento ya existente en las concepciones de los pueblos originarios de toda América.
Antes de adentrarnos en los fundamentos filosóficos de Manfred Max-Neef quisieramos introducir el ensayo con sus propias palabras:
Mi filosofía es ecológica en el sentido de que se basa en la convicción de que los seres humanos, para realizarse, deben mantener una relación de interdependencia y no de competencia con la naturaleza y el resto de la humanidad. Igualmente supone que esta sea una relación consciente, porque la perspectiva ecológica proyectada sobre el entorno proporciona analogías fértiles para un ordenamiento social. Es una filosofía humanista porque sostiene que los humanos tienen conciencia de sí mismos y que realizan sus relaciones con la naturaleza y con otros seres humanos, por medio de la cultura. También sostiene que el equilibrio ecológico no debe ser entregado al automatismo; sino que debe quedar sujeto al conocimiento, voluntad y criterio humano, en términos de una acción política consciente. Finalmente es anarquista, no en el sentido vulgar, sino en la medida en que se basa en el concepto de que toda forma de concentración de poder (y todos los sistemas actuales nos llevan a ello) alienta a la gente de su entorno, natural y humano, y limita o anula su participación directa y sentido de responsabilidad, restringiendo su imaginación, información, comunicación, capacidad crítica y creatividad. (2017, p. 33)
En ese texto, la vinculación de su pensar con la filosofía es explícita, situándose en las corrientes ecofilosóficas, que se identifican con el humanismo, el movimiento sociocultural del Renacimiento, y su afinidad con el anarquismo en su convicción de que la descentralización del poder es condición necesaria para un desarrollo sustentable y a escala humana. En este fragmento se sintetizan, a grandes rasgos, las bases y el perfil filosófico de Max-Neef.
Esta explicitación también la encontramos en uno de sus últimos textos
titulado “Filosofía de la economía ecológica” y en el que muestra su gran preocupación: “Vivimos en un mundo lleno de respuestas y de muy pocas preguntas. Sobre todo, preocupa la ausencia de preguntas trascendentales” (2017, p. 179). Esas preguntas trascendentales fueron las que le guiaron en su búsqueda de nuevas concepciones de desarrollo, de diferentes ideas sobre las necesidades humanas fundamentales, y enfoques metodológicos transdisicplinarios.
Manfred Max-Neef fue un economista chileno que inició su experiencia laboral en la multinacional Shell Oil Company, en los años 1954 y 1957. Abandonó la empresa petrolera debido a su descontento con esa empresa multinacional, y decide retornar estudios de posgrado en la Universidad de Chile. En los años 60, inicia su experiencia como docente universitario en EE. UU., para lo cual tuvo que trasladarse con toda su familia a Berkeley, donde impartió clases tanto en la Universidad de Berkeley como en la Universidad de los Ángeles. Posteriormente se traslada a Washington para trabajar en la Organización de Estados Americanos (OEA). Al final de los años 60 trabaja para la Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura (Food and agricutural organización-FAO). Tras el golpe militar de 1973 en Chile, Max-Neef es contratado por la Universidad de Wellesley de Boston, luego fue consultor de la UNESCO (United Nation Educational Scientific and Cultural Organization). En esa época se vinculó a la Fundación Bariloche de Argentina donde, junto a otros investigadores, comienza a reflexionar en torno el tema de las necesidades humanas fundamentales, que posteriormente quedaría integrada en su TDEH. En 1983 recibe el premio Right Livelihood Award, conocido como el premio Nobel alternativo por “revitalizar las comunidades pequeñas y medianas a través de la ‘Economía Descalza’” (La Fundación Right Livelihood da la bienvenida a la Fundación Manfred Max-Neef, s. f.). Tras ese premio es contratado por la Universidad de Chile y en los años noventa se traslada a la ciudad de Valdivia, en el sur de Chile, para ocupar el puesto de Rector de la Universidad Austral de Chile. En el año 1993 se presenta como candidato a la presidencia de la República de Chile en representación de grupos ecológicos y de izquierda. Sigue como Rector en la Universidad Austral de Chile durante dos mandatos, y finalmente acaba como docente de dicha Alta Casa de Estudios ocupando la máxima distinción académica como catedrático (Barrera, & Kausel, 2012). Fallece el 8 de agosto de 2019. A lo largo de su vida, obtuvo varios doctorados Honoris Causa, y fue considerado uno de los académicos más importantes vinculado a la temática del desarrollo sustentable. Fue un visionario de los más importantes del siglo XX (Satish Kumar & Whitefield, 2007).
El legado clásico quizás sea una de las influencias filosóficas más significativas en la obra de Max-Neef. Del pensamiento griego, el economista chileno toma conceptos fundamentales que estarán presentes en su TDEH. El concepto de “economía”; la diferencia entre valor de uso y valor de cambio; el concepto de polis; la idea de la escala humana; el concepto de episteme en lo que concierne a la reflexión epistemológica; y el mismo concepto de educación, que siempre fue una preocupación en su rol de docente universitario, toda una elaboración conceptual en la que vemos la influencia del pensamiento clásico.
El concepto de “economía ecológica” está compuesto por dos palabras. Si nos remitimos a la etimología griega, son tan similares que casi podríamos hablar de una redundancia. Ambas palabras tienen una raíz común, el “oikos”, que hace referencia a la economía doméstica. Cabe señalar que los griegos no tenían un concepto equivalente a lo que nosotros actualmente denominamos “economía”. Lo más parecido sería la economía política que remite a los asuntos de la polis (Austin & Vidal-Naquet, 1996). Así la única diferencia que habría entre economía y ecología sería entre los sufijos: “nomos” y “logos”. Nomos hace referencia a las normas y logos al pensamiento. Así, la “economía ecológica” retoma la noción original de oikos, es decir, el cuidado de la casa, pero teniendo en cuenta que esta casa es nuestro planeta.
En Aristóteles encontramos una diferenciación conceptual entre oikonomía y crematística. Ambos se diferencian por la finalidad. La oikonomía hace referencia al valor de uso, mientras que la crematística al valor de cambio. De la oikonomía, Aristóteles nos dice:
Existe una especie de arte adquisitivo que por naturaleza es parte de la administración doméstica. Es lo que o bien le debe procurar o facilitarle que ella misma se procure, aquellas cosas cuya provisión es indispensable para la vida y útil a la comunidad de la ciudad o de la casa. (1997, 1256b)
Por su parte, la noción de cremastística se vincula con la creación del dinero, con el que surge la idea de valor de cambio y, con ello, el comercio. Aquí, el fin es el comercio y el incremento del dinero sin límites. Aristóteles compara ambas economías:
Por tanto, en opinión general, la crematística, a partir de los frutos de la tierra y de los animales, es algo conforme a la naturaleza. Ahora bien: este arte presenta dos formas, como dijimos: la del comercio de compraventa y la de la administración doméstica. Esta es necesaria y elogiada; la otra, comercial, es censurada con justicia. (Pues no está de acuerdo con la naturaleza, sino que es a costa de otros.) Y con la mejor razón es aborrecida la usura, ya que la ganancia, en ella, procede del mismo dinero, y no para aquello por lo que se inventó el dinero. Que se hizo para el cambio; en cambio, en la usura, el interés, por sí solo produce más. (1997, 1258a-b)
Para Max-Neef, esa distinción crítica sigue siendo válida en un contexto económico donde las grandes fortunas crecen a la vez que crece el número de pobres en el planeta. Jamás en la historia, los ricos han sido tan ricos. Y como indica Aristóteles, con la única finalidad de acrecentar el dinero. Por lo tanto, la economía actual se mueve en función de lo que Aristóteles denominaba crematística. Sin embargo, aún hay esperanza si volvemos a la oikonomia planetaria:
¿Por qué no acabar este prólogo con un pequeño sueño aristotélico? Imaginemos que la economía vuelve a ser la manera en que se gestiona lo doméstico, con el fin de alcanzar el arte de vivir y de vivir bien, respetando el derecho de todos a conseguir lo mismo, dentro de los límites fijados por la capacidad de carga de nuestro planeta. (Max-Neef, 2017, p. 157)
El concepto de polis también dejó su huella en la obra de Max-Neef. En la Grecia clásica, las polis eran ciudades estado autónomas, y sus dimensiones debían obedecer a una escala humana. En cuanto crecía la población más allá de los límites de la propia polis, los ciudadanos emigraban y creaban otros asentamientos a lo largo del Mediterráneo. Esta idea de una ciudad autónoma a escala humana le resultó atractiva a Max-Neef, y así lo reflejó en sus textos La economía descalza (1985), La dimensión perdida (2008) y, posteriormente, reproducido en Economía herética (2017). En esos textos el autor cita un fragmento de la Política de Aristóteles en relación con la dimensión que debía tener una polis. Una
dimensión a escala humana que se ha perdido en el mundo contemporáneo donde las megaciudades1 crecen a lo largo de todo el mundo, con impactos referidos a la contaminación, el consumo de cemento, de agua, de electricidad, etc. “Se ve claro por la experiencia lo siguiente: que es difícil, tal vez imposible, que se rija con eficacia la ciudad demasiado populosa” (Aristóteles, 1997, 1326a).

En La dimensión perdida (2008) hay una relación entre el texto de Platón Las leyes (2014), específicamente con el Libro V, con la teoría de grafos, para argumentar que la propuesta platónica tiene principios estructurales que le darían cierta validez. El texto platónico habla sobre el número ideal de ciudadanos (familias) que debía tener una polis, unos cinco mil cuarenta. “En cuanto al número cinco mil cuarenta, no tiene más que cincuenta y nueve divisiones; pero de ellos, diez son correlativos, precisamente a partir de la unidad, lo cual es muy ventajoso, tanto en la guerra como en la paz, y respecto a las distintas clases de convenios y relaciones en materia de impuestos y distribuciones” (Max-Neef, 2008, p. 30)2. A partir de esa referencia platónica, Max-Neef reflexionó sobre dos estructuras paradigmáticas de las sociedades: la estructura jerárquica y la estructura igualitaria. Desde la teoría de grafos, una estructura jerárquica establece diferentes clases (ver Fig. 1), a diferencia de una estructura igualitaria donde todos parten de la misma situación social (ver Fig. 2). La otra diferencia que indica Max-Neef refiere a las influencias entre los miembros en una estructura jerárquica; esta parte de una sola persona, por lo general, el que lidera el grupo. Mientras que, en una estructura igualitaria, cualquier integrante del grupo puede tener influencia, propagándose rápidamente por toda la estructura. En estas reflexiones encontramos dos ideas fundamentales: la primera es en relación con el límite de individuos que podría tener una polis para mantener cierta armonía; la segunda hace referencia a la estructura de la sociedad, siendo la estructura igualitaria más sinérgica (con un actuar conjunto entre sus miembros) que la jerárquica (preponderancia del que lidera). Así es como Max-Neff llega al concepto de “dimensión crítica”, determinada por “dos factores de tipo biológico (valencia y capacidad de canal) y un factor de carácter topológico (la estructura de organización)” (2008, pp. 33-34). La “dimensión crítica” se vincula con la ecología de poblaciones al establecer límites que ya se respetan en la Naturaleza, pero el humano es el único ser que rompe esas leyes: “el único ser que parece haber perdido la habilidad natural de mantenerse dentro de grupos que no excedan su dimensión crítica” (Max-Neef, 2008, p. 34).

Fig. 1 Estructura jerárquica. Fuente: Max-Neef, 2008, p. 31. Fig. 2 Estructura igualitaria. Fuente: Max-Neef, 2008, p. 22.
De las estructuras o sociedades jerárquicas emana otra característica, tienden a ser autoritarias e ineficientes. En contraste, y para argumentar a favor de las sociedades igualitarias, Max-Neef recurre a un matemático canadiense: René Thom, creador de la teoría de las catástrofes y también un gran lector de Aristóteles que ofrece la idea de “ciudad fluida”. En palabras de Max-Neef, “una especie de confederación de sociedades -o de grupos- más pequeños. Su viabilidad radica simplemente en su capacidad platónica de desdoblamiento. (…) La sociedad fluida es la versión en grande de la sociedad igualitaria” (2008, p. 45).
A lo largo de la historia, la filosofía se fue desgajando en diferentes campos de la ciencia, llegando hoy en día a la máxima atomización del saber. Con respecto a la economía, ésta se separó de la filosofía en el siglo XIX, bajo el influjo del positivismo. La economía se centró en las matemáticas como el instrumento epistémico de cientificidad, alcanzando tal grado de abstracción que, actualmente, la ha
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1 Según las Naciones Unidas la megaciudad es aquella ciudad que posee más de 8 millones de habitantes y cuya densidad demográfica mínima sea de 2000 hab/km2 (Cit. en Olcina, 2011).
2 (Leyes, 738a).
separado de la realidad inmediata. En el “Comentario a la edición española” de La economía desenmascarada, Max-Neef sostiene que:
La economía convencional se sustenta en teorías neoclásicas de fines del siglo XIX, que se basan en una cosmovisión mecánica. Ello implica que lo único que persigue son metas cuantitativas representadas por el crecimiento medido a través del Producto Interior Bruto (PIB), que se ha convertido en el indicador fundamental para todos los países y se ha transformado en un fetiche que, a estas alturas, está haciendo mucho daño. (2014, p. 6)
La Edad Media se reconoce como una época de la historia occidental en la que se deja de lado el antropocentrismo que caracterizó el pensamiento clásico (griego y romano) para pasar a una cosmovisión teocéntrica (Gilson, 1985). De ser el centro del universo, el ser humano pasa a un segundo plano y se le concibe como la creación de Dios (Opus Dei). Sin embargo, para Max-Neef, hay un místico cristiano que bien pudo dar un nuevo sentido al ser humano, ese fue San Francisco, quien irrumpe con una cosmovisión ecocéntrica (Boff, 2006), estableciendo una relación de hermandad y sensibilidad con el resto de los seres vivos y no vivos (abióticos). En su época, esa cosmovisión y sensibilidad impulsó una espiritualidad que, posteriormente, influyó en otras órdenes monásticas como el Carmelo Descalzo, bajo la figura de San Juan de la Cruz (Pikaza, 2020). Sin embargo, esta cosmovisión ecocéntrica quedó restringida a los místicos franciscanos y carmelitas. Si bien, estas espiritualidades armonizadas con la naturaleza refrescaron, en cierta medida, al cristianismo, la cosmovisión que prevaleció fue la teocéntrica, convirtiendo a la Iglesia en un instrumento de poder y de sometimiento ante todo lo creado3. Así, el teocentrismo que caracterizó la edad media no hizo más que retroalimentar el impulso de dominación de la naturaleza y todas las formas de vida que la habitan, incluyendo el ser humano Desde la perspectiva de Max-Neef, la Iglesia jugó un rol fundamental, fortaleciendo una visión antropocéntrica, a partir del mandato bíblico del Génesis:
El hecho indiscutible es que los seres humanos, especialmente los hombres, como también lo indica el relato del Génesis, fueron puestos por encima de la naturaleza que se extendía a su alrededor con el propósito exclusivo de servirlos. El mandato no era de integrarse, lo que habría podido generar una cierta actitud de humildad; el mandato era de someter a la naturaleza, y como tal solo podía estimular acciones y emociones de arrogancia y desdén para con el entorno, así como para aquellos seres humanos más débiles o menos inclinados a involucrarse en juegos de poder y dominio. (Max-Neef, 2017, p. 13)
Contrastando con ese fortalecimiento mutuo entre el teocentrismo y antropocéntrico, y ya ubicados en nuestro tiempo, la Encíclica papal Laudato si (2015) rompió con ese legado, recuperando una espiritualidad que dialoga con la naturaleza al igual que lo hicieron los místicos franciscanos y del Carmelo descalzo. Con la Laudato si Max-Neef se reconcilió con la Iglesia al coincidir en muchos de los planteamientos que aparecen en este documento papal. Por ejemplo, la vinculación estrecha entre el ambiente humano y el ambiente natural, la pobreza, la crítica al paradigma tecnocrático, la concepción de una ecología integral y la espiritualidad ecológica entre otros aspectos, aspectos que siempre estuvieron presentes en los fundamentos de su reflexión y propuestas teóricas
Según Max-Neef, en el Renacimiento Occidente se pierden varias oportunidades de optar por una concepción más armónica de la naturaleza y una mirada cualitativa de la ciencia. Por un lado, hay una serie de autores como Petrarca, Pico della Mirandola, Giordano Bruno que conciben a la naturaleza como fuente de inspiración y respeto (Debus, 2016; Morrás, 2000). En el caso de Petrarca hay una concepción
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3 Las cosmovisiones antropocéntricas y ecocéntricas también se distinguen por su estructura. En el antropocentrismo prevalece las estructuras jerárquicas que conducen al totalitarismo, mientras que en el ecocentrismo, las estructuras que prevalecen son igualitarias. De ahí que el ser humano intente dominar desde una cosmovisión antropocéntrica, mientras que desde una cosmovisión ecocéntrica, el ser humano busca armonizarse con la naturaleza. La cosmovisión teocéntrica gira en torno a Dios, sin embargo, es una cosmovisión que en relación con la naturaleza coloca al ser humano jerárquicamente por encima de la naturaleza.
estética en la contemplación desde una montaña tal como lo relata en la Subida al Monte Ventoso (Petrarca et al., 2000). En franco contraste con esas miradas, se encuentran los padres de la modernidad y del método científico, como Bacon y Galileo, y en el plano político se encontraban Maquiavelo y Hobbes con la construcción de la política moderna y el nuevo contrato social. El camino que Occidente eligió fue retornar y fortalecer un antropocentrismo más radical que, a diferencia de la Edad Media, puso al hombre en el lugar de Dios, convencidos que la naturaleza puede ser sometida, explotada para extraer todos sus tesoros.
No seguimos la senda sugerida por Pico della Mirandola. Optamos por aceptar la invitación de Bacon y, de tal modo, continuamos aplicando su receta con eficiencia y entusiasmo. Continuamos torturando a la naturaleza con la intención de sacar de ella aquello que creemos es la verdad. (Max-Neef & Smith, 2014, p. 18)
En ese camino de consolidación de un antropocentrismo radical, el proceso de colonización, que en América se inicia en el Siglo XV, definió y marcó casi de por vida diferentes mundos: primer mundo y tercer mundo. Desde las consecutivas colonizaciones, el tercer mundo pasó a ser ese lugar de los que se obtenían o saqueaban materias primas que iban a llenar las arcas del primer mundo y retroalimentar la naciente economía de mercado o capitalismo. Todo el enriquecimiento del Renacimiento y posteriormente de la Modernidad fue a costa de los países colonizados. Esta idea saqueo-acumulación gestionada en el Renacimiento, y siglos más tarde denominada “desarrollo”, es la que aún perdura bajo el concepto de neocolonialismo (Mignolo, 2017) y neoextractivismo (Acosta, 2011; Svampa, 2019). Son ideas, ideologías y prácticas políticas que, independientemente del color del partido político que controla los gobiernos, mantienen en la pobreza a los países del tercer mundo, colonizados antes por otros países y, actualmente, por las empresas transnacionales (Acosta, 2011).
A lo largo de la Modernidad se produce otra bifurcación de caminos: uno por el cual hay un acercamiento a la naturaleza, otro por el cual se la cosifica y se extraen sus recursos. En el camino de acercamiento a la naturaleza, Max-Neef fue fuertemente influenciado por el Romanticismo alemán, movimiento estético filosófico donde se recupera a la naturaleza como sujeto de inspiración.
En sus textos cita a Goethe, y lo hace desde una mirada epistemológica (Max-Neef, 2017; Max-Neef & Smith, 2014); a Johannes Brahms músico romántico (Max-Neef & Smith, 2014); a Schelling filósofo alemán (Max-Neef & Smith, 2014), a Schiller poeta y filósofo alemán (Barrera, & Kausel, 2012). De los autores románticos, con el que más se detiene es con el filósofo alemán Goethe por su singular concepción epistemológica. De Goethe toma la siguiente cita:
La ciencia es tanto una ruta interior hacia el desarrollo espiritual, como una disciplina cuya función es acumular conocimiento sobre el mundo físico. Implica no solo un adiestramiento riguroso de nuestras facultades de observar y de pensar, sino además implica otras facultades que puedan acercarnos a las dimensiones espirituales que sustentan e inter-penetran lo físico: facultades como sentimiento, imaginación e intuición. (Max-Neef, 2017, p.116)4
Además, tanto Goethe como en Schelling hay una idea que fascinó a Max-Neef: la ruptura epistemológica de la dualidad sujeto-objeto; un científico como sujeto que observa con objetividad un objeto absolutamente disociado del sujeto. Desde la epistemología romántica alemana, la epistemología no obedece al modelo dualista del conocimiento humano, sino que ofrece un modelo de carácter monista. No existe tal separación entre el sujeto y el objeto, entre el científico y su experimento, sino que existe una relación que podríamos denominar epistemología relacional.
En la naturaleza viva no ocurre nada que no esté en relación con el todo, y si las experiencias se nos aparecen aisladas, si hemos de contemplar los experimentos sólo como hechos aislados, ello no significa que estén
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4 En la versión original en inglés (2005), vemos que la referencia la obtiene del siguiente texto: Naydler, J., 2000. Goethe on Science. Floris Books, Great Britain.
aislados, sino que se plantea la pregunta: ¿cómo podemos encontrar la relación entre esos fenómenos, esos acontecimientos? (Naydler, 2002, p. 142)
Para esos autores, la separación entre ser humano y naturaleza es artificial. Y es en este sentido que podemos hablar de una ontología relacional vinculada a la epistemología, la ética y la estética. Una concepción del sujeto que no se restringe a la mente como en el caso de Descartes, sino que se amplía más allá de nuestra epidermis, de nuestra comunidad, de nuestro ecosistema y el cosmos entero (Bula, Germán, 2016).
En la pintura romántica, como en los cuadros de Caspar David Friedrich, el ser humano aparece en segundo plano, a veces de espalda en clara actitud de contemplación de la naturaleza, o en estados sublimes como tormentas, cementerios, un arte que exalta las emociones más íntimas de la naturaleza humana en sintonía con la naturaleza. La noción de infinito, la conciencia, e incluso la sabiduría no son humanas, sino expresiones de la naturaleza a través de nosotros mismos. De Schelling rescata la sentencia: “el hombre mismo no es más que la Naturaleza cobrando consciencia de sí misma” (Max- Neef, 2017, p. 186)5. En uno de sus planteamientos más profundos, Max-Neef declaraba que, desde esa perspectiva, el ser humano queda descentrado, se aleja del antropocentrismo, para adentrarse en una cosmovisión ecocéntrica. Y es este “viraje” el que hoy podría conducirnos a un replanteo y reemplazo de nuestro “contrato social” por un “contrato natural” (Castillo Ávalos & Ceberio de León, 2017).
Deep Ecology como fundamento de la Economía Ecológica
Otra fuerte influencia en el pensamiento de Max-Neef vino desde la Deep Ecology o Ecología Profunda. Éste fue un movimiento filosófico inaugurado por el filósofo noruego Arne Naess en los años 70 con un artículo fundacional The Shallow and the Deep, Long-Range Ecology Movement: A Summary (1973). Este artículo surge en sintonía con el inicio de las Conferencias Internacionales sobre el Medio Ambiente que se celebró en Estocolmo en 1972 (De Estocolmo, 1972), y el informe del Club de Roma, Los límites del crecimiento (Meadows et al., 1972). La conexión de Max-Neef con la Ecología Profunda fue indirecta, estuvo mediada por el filántropo norteamericano Douglas Tompkins, fundador de Foundation for Deep Ecology. Tompkins y Max-Neef fueron grandes amigos, y esa amistad llevó a economista chileno a visitar el Parque Pumalín, el parque estrella de Tompkins, el cual estuvo gestionado por The Conservation Land Trust.
En el corazón del movimiento de la Ecología Profunda yace una cosmovisión biocéntrica, cuyo fundamento filosófico es el natural vínculo entre el ser humano y su entorno natural, un vínculo que orienta las prácticas humanas bajo principios de respeto y reverencia por todas las formas de vida (humanas y no-humanas) que pueblan el planeta (Olmedo & Ceberio de León, 2022). El biocentrismo es una cosmovisión que encontramos en diversas filosofías, y trasciende el mundo occidental, y está orientada por la convicción de que habitamos “UN mundo que es el hogar de todas las vidas conocidas”, dice Henning (2002, p. 13). Y es esta mirada la que orienta las nociones de Pachamama o Madre Tierra y Buen Vivir presentes en los pueblos originarios de América Latina. Biocentrismo y Ecocentrismo son conceptos que algunos ecofilósofos como Warwick Fox (1993) o George Sessions (1995) leen de manera equivalente, aunque nosotros reconocemos que ambos pueden dar lugar a debates que exceden el objetivo de este artículo.
La influencia de los fundamentos filosóficos del biocentrismo le llegó a Max-Neef no del mundo académico, sino de las experiencias que tuvo con los pueblos originarios de Chile, Colombia, Brazil y Ecuador, sentidamente descritas en su libro Economía Descalza, en el que dice “eso fue suficiente para cambiar el curso de mi vida, no solo como profesional, sino como ser humano” (1985, p. 22). Asimismo, esas experiencias por fuera del mundo académico se deben abordar como un impulso para conjugar saberes y cosmovisiones que nos permitan, como él mismo decía “pasar “del saber al comprender”
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5 Idee zur einer Philosophie der Natur, 1795.
(2003). Y para ello, Max-Neef (2004, 2005) aseguraba que se requiere un enfoque transdiciplinario, que combine razón con intuición, materia con espíritu, ética con estética, y belleza con verdad.
En esa línea, Max-Neef elabora Fundamentos de la Transdisciplina (2017), donde hace referencias explicitas a la Ecología Profunda, “Al manifestar una preocupación global por la especie humana y por la vida en general, el lenguaje organizador debiera ser probablemente una suerte de ecología profunda” (p. 114). Además, hay coincidencias claras en lo que respecta a la cosmovisión ecocéntrica, a la reverencia por la vida, y la vida por su valor intrínseco. Y esto se vincula directamente con la apertura a concepciones religiosas como el budismo, donde la reverencia por la vida es un valor que estructura el sentir y actuar de sus seguidores. Desde la Ecología Profunda hay varios estudios donde se manifiesta la apertura al budismo (Barnhill & Gottlieb, 2001; Henning, 2002). Esta apertura por parte de Max-Neef se relaciona con su visita a Bután, un país con un índice elevado de pobreza. En dicha visita comprobó que, a pesar de la pobreza, en general, la gente se veía feliz6. Esto le llevó a reflexionar acerca de la felicidad, y a pensar que ésta no depende de la economía y de indicadores como el producto bruto interno (PIB). Tras esta revelación, comenzó a preguntarse si realmente los países desarrollados eran felices. De la visión budista Max-Neef dice:
La verdadera felicidad es producto de un sentido total de conectividad con nuestro mundo, con la naturaleza, con nuestras comunidades y sus gentes, con nuestra cultura y nuestra herencia espiritual. Segundo, se manifiesta como servicio a los demás, reconociendo que la felicidad no puede existir mientras otros sufren. Tercero, extendiendo nuestra preocupación a otras especies de seres sintientes; por ejemplo, estimulando la agricultura orgánica evitando la muerte de millones de microorganismos producto de los pesticidas, y declarando ilegal todas las formas crueles de crianza industrial de animales. (2017, p. 175)
Sin duda, con esta reflexión en torno a la felicidad el trabajo de Max-Neef nos vuelve a conectar con el pensamiento de Aristóteles, quien consideraba que la felicidad era el fin último del ser humano (1985).
Desandando el camino de la transdisciplina, otro punto de encuentro entre la Ecología Profunda y el pensamiento de Max-Neef es la conexión con los pueblos originarios, muchos de los cuales viven en economías cuyo eje es el valor de uso (oikonomía) y no el valor de cambio (crematística) (Aristóteles, 1997). Y claro está, sus vidas se desenvuelven en torno a cosmovisiones ecocéntricas, integrados armónicamente con la naturaleza, con una vida a escala humana y manteniendo un profundo vínculo y diálogo la naturaleza. A modo de ejemplo, para Alton Krenak, líder indígena, la naturaleza es un senti- pensar donde el cuerpo interactúa con el entorno. Se trata de sentir el río, la selva, el viento, como espejos de nuestra vida (Krenak, 2023). Muchas de sus producciones agrícolas son similares a lo que hoy en día se denomina agroecología y permacultura, donde hay una conexión espiritual con la naturaleza. Fikret Berkes considera fundamental el rol que los pueblos originarios cumplen en la conservación y gestión sostenible de los recursos naturales gracias a su cosmovisión donde la naturaleza adquiere una dimensión espiritual y sagrada. Los conocimientos tradicionales son fundamentales en la conservación ambiental. Al igual que en la agroecología, estos conocimientos tradicionales son complementarios con respecto a la ecología científica (2008). De ahí que los pueblos originarios son una fuente de inspiración para muchos movimientos ecofilosóficos o ecologistas, para quienes los pueblos originarios conservan una sabiduría ya perdida en Occidente. Una sabiduría que emana de la misma naturaleza en un permanente diálogo (Krenak, 2021, 2023). En este sentido podemos argumentar que ni la Ecología Profunda ni el Desarrollo a Escala Humana son propuestas originales, los pueblos originarios ya albergaban en sus prácticas los fundamentos filosóficos y cosmovisiones que hoy reconocemos como caminos para contrarrestar la doble crisis, social y ecológica que enfrentamos.
Como mencionamos, Max-Neef siempre tuvo un vínculo con pueblos originarios de América Latina, y manifestó públicamente su apoyo. Es el caso del pueblo Mapuche, en el Sur de Chile. En el año 2007, Max-Neef se trasladó a la comunidad de Quepe7, al sur de Temuco (Sur de Chile) en apoyo a una
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6 “Un indicador que aparecería como más adecuado para medir los niveles de felicidad, y que probablemente sea el más reconocido, es el Gross National Happiness Index que está basado en los desarrollos realizados en el reino de Butan para construir un indicador de la Felicidad Bruta Nacional” (Montuschi, 2017).
7 Para más información acerca del conflicto ver: http://www.mapuche.info/news/segunda070417.html
comunidad mapuche que temía por la pérdida de sus tierras (reserva) por la instalación de un aeropuerto (ver Fig. 3), vinculado a un proyecto inmobiliario que atentaba contra la reserva de la comunidad mapuche de Quepe.

Fig. 3. Manfred Max-Neef en la comunidad de Quepe el 20-03-2007.
Llama la atención que, a lo largo de su vida, Max-Neef, no haya sido vinculado con la Ecología Profunda, sino como ecomarxista. Quizás por su relación con la izquierda y grupos ecologistas/verdes cuando fue candidato a la presidencia de Chile (Aldunate Balestra, 2001). Pero se debe tener presente que en varios de sus textos Max-Neef fue crítico con el marxismo.
La predicción de Marx, no basada en algún precedente ni en la observación, sino simplemente <<sacada de la chistera>>, de que el Estado desaparecería una vez que la posesión de los medios de producción se resolviese adecuadamente. (Max-Neef & Smith, 2014, p. 27)
Por ello, Max-Neef propone abordar la economía desde el enfoque de la Transdisciplina. Pero ¿dónde radica la importancia de este enfoque? ¿Qué es lo que Max-Neef considera interesante del mismo? En primer lugar, este enfoque rompe con el reduccionismo epistemológico, incluyendo tanto planos filosóficos como ontológico, donde desde su pensar, el ser humano no puede disociarse de la naturaleza. Es decir, considerar al ser humano y a la naturaleza de manera unificada, lo que se conoce como
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8 Los postulados que deben regir toda economía son los siguientes: “1. La economía está para servir a las personas y no las personas para servir la economía; 2. El desarrollo tiene que ver con personas y no con objetos; 3. El crecimiento no es lo mismo que el desarrollo, y el desarrollo no precisa necesariamente de crecimiento; 4. Ninguna economía es posible al margen de los servicios que prestan los ecosistemas; 5. La economía es un subsistema de un sistema mayor y finito -la biosfera- por lo tanto el crecimiento permanente es imposible; 6. El valor irrenunciable es que ningún interés económico, bajo ninguna circunstancia, puede estar sobre la reverencia por la vida” (Max-Neef, 2017, p. 190).
cosmovisión ecocéntrica. En segundo lugar, por influencia del Romanticismo alemán, introduce los planos ético y estético, como lo explicita en su esquema de la Transdisciplina (ver imagen 2). Esto supone, ante todo, explicitar los principios morales de toda actividad científica o académica. Como dice Max-Neef: “no vale la pena una ciencia, si carece de conciencia” (2008, p. 49). Desde el enfoque transdisciplinar, todos los planos del conocimiento están interrelacionados, con lo cual se evita caer en reduccionismos epistemológicos. De lo que se trata, y en especial en la economía, es de construir una ciencia sistémica y holística, que aborde tanto lo macro como lo micro y de manera situada. Esto implica tener en cuenta tanto los límites planetarios, o macro físicos (Rockström et al., 2009), como los límites sociales planteados que impone una sociedad determinada, tal como plantea la economista Kate Raworth (2018) (Leach, Raworth, & Rockström, 2013). Por ejemplo, la falta de lluvias en un territorio depende de variables macro como es el clima. Pero localmente se pueden plantar árboles que contribuyen a mantener la humedad del lugar (micro), que a su vez contribuye con la dimensión macro. Y a nivel social se debe velar por un acceso equitativo del agua. Desde el pensamiento de Max-Neef, las acciones tienen que realizarse desde la dimensión micro; pero cuyas consecuencias también impactan en lo macro.
Otro aspecto relevante de la Transdisciplina implica el abordaje de cualquier problemática desde diferentes enfoques disciplinarios y metodológicos. Un buen ejemplo, es el problema del cambio climático. Desde un punto de vista científico tenemos información valiosísima que se encontraría en el primer nivel de la fig. 4. Un nivel multidisciplinar que ofrece evidencias científicas. Pero con esa información no basta; se requiere la participación de otros niveles que se pregunten por el “hacer”, por la búsqueda de soluciones concretas. Por ejemplo, la introducción de nuevas técnicas como la construcción de casas más sostenibles (arquitectura), o la educación ambiental (educación). Acciones que responden a un nivel empírico que va desde el saber al saber hacer. Pero también se requieren de políticas públicas que vayan creando leyes y políticas para acompañar los datos de la ciencia y los desarrollos tecnológicos respectivos. Y por último, se requiere la incorporación de la dimensión filosófica, que conduzca a una reflexión sobre nuestros estilos de vida (el consumismo, el individualismo) y sus impactos en la naturaleza. Estos cuatro niveles de la transdisciplina son necesarios para que el cambio sea profundo tal como lo plantea la Ecología Profunda (Naess, 1973).

Fig. 4. Esquema de la Transdisciplina. Fuente: Max-Neef, 2004., p. 8.
Como ya mencionamos, la transdiciplina no solo hace referencia al saber científico, sino que sintoniza con el diálogo de saberes (Santos, 2009), donde se incorporan enfoques de dentro y fuera de la academia. Como indica el epistemólogo León Olivé:
La transdisciplina puede entenderse como la formulación de problemas y de propuestas para comprenderlos y resolverlos, mediante la interacción de especialistas de diversas disciplinas, así como de agentes que no provienen de ninguna disciplina, pero que puede hacer aportes de conocimientos relevantes. La investigación transdisciplinar se caracteriza porque, además de utilizar conceptos y métodos provenientes de diferentes disciplinas, también ella forja conceptos y métodos que no existían previamente y que no se identifican con ninguna disciplina particular. Los resultados tampoco son asimilables a ninguna de las disciplinas ni a las formas previas de generar conocimiento. (2016, p. 251)
En el caso de la economía, si bien ésta ha privilegiado las metodologías cuantitativas en su afán de elevarse al rango de ciencia, desde el enfoque transdisciplinar es fundamental incorporar metodologías cualitativas, sin menoscabar la metodología cuantitativa. Lo importante de las metodologías cualitativas es que se remiten a investigaciones donde la voz y sentidos que las personas le otorgan a sus mundos cuentan y no son un número dentro de las variables, perdidos en un cúmulo de gráficas y estadísticas. Por ejemplo, podemos tener información que nos permite saber cuántos pobres hay en un pueblo (cuantificación), pero solo con una investigación cualitativa podremos descubrir, cómo las personas experimentan la pobreza, sus contextos, por qué se encuentran en esa situación e, incluso, proponer cómo podrían salir de ella. En este sentido se puede argumentar que la metodología cualitativa opera sobre lo subjetivo y lo local, mientras que la metodología cuantitativa lo hacen a nivel macro buscando la objetividad del dato.
Desde una mirada epistemológica, Max-Neef diferencia entre transdisciplina débil, en referencia a una concepción de la transdisciplina más operativa y metodológica, y una transdisciplina fuerte, vinculada a fundamentos epistemológicos y ontológicos.
En particular, la transdisciplinariedad fuerte se apoya en tres pilares: 1. Niveles de realidad, 2. El principio de “tercio incluido”; 3. La complejidad. Estos tres pilares están articulados desde una ontología relacional y de carácter monista, es decir, no existe una separación ni ontológica ni epistemológica entre el sujeto y el objeto. De esta manera, se rompe con la concepción ontoepistémica de la Modernidad que establece dualidades tanto ontológicas como epistemológicas y que constituyen una barrera con respecto a la comprensión de la naturaleza y de nosotros mismos.
Un filósofo que puede arrojar cierta luz sobre la ruptura ontoepistémica de la Modernidad es Nietzsche (1994). Este filósofo nos indica que la relación que tiene el ser humano con la realidad es doblemente metafórica. La primera metáfora se construye cuando nuestro cerebro crea, a partir de impulsos nerviosos, una imagen. La segunda metáfora es cuando esa imagen construida en nuestro cerebro se traduce a lenguaje. Así que nuestra relación con el mundo está mediada por el lenguaje, y gracias a esa mediación hemos creído que las estructuras sintácticas del lenguaje (sujeto-predicado) son isomorfas a las del mundo (sujeto-mundo). Sin embargo, para Nietzsche éstas son metáforas sobre metáforas, que por el momento han sido muy funcionales, pero nos impiden, por ejemplo, ponernos en el lugar de cualquier ser de la naturaleza. En este sentido, Nietzsche fisuró la metafísica de la modernidad que se sustentaba en una concepción antropocéntrica, construida desde el lenguaje.
Cuando Max-Neef se remite a los niveles de realidad la define como: “un conjunto de sistemas que son invariantes ante la acción de ciertas leyes generales” (2004, p. 12). De esta manera hay diferentes realidades regidas por diferentes leyes generales. Las leyes de la física cuántica responden al mundo cuántico, mientras que las leyes de Newton son aplicables al mesocosmos, que es el mundo en el que nos desenvolvemos. Estas realidades coexisten y coinciden con planteamientos de diversas tradiciones espirituales. Desde la filosofía, Max-Neef se remite a Husserl, pero desarrolló más la propuesta de los tres mundos elaborado por Karl Popper y el neurobiólogo John Eccles. Estos tres mundos corresponden:
1. Mundo físico, incluyendo al cerebro; 2. Los estados de conciencia y experiencias subjetivas; 3. El mundo cultural y lingüístico (2004, p. 13). De manera análoga, el físico Heisenberg plantea tres mundos:
1. Física clásica; 2. Física cuántica; 3. Experiencias filosóficas y religiosas (2004, p. 13). La transdisciplina fuerte nos conduce desde los planos de la realidad a planteamientos muy cercanos a los de Wittgenstein (Reguera, 1994), Bergson (1996), Capra (1992), que plantean el diálogo entre ciencia y espiritualidad.
El segundo pilar de la transdisciplina fuerte es la lógica del tercio incluido. A partir de este principio Max-Neef nos invita a expandir la lógica clásica de Aristóteles, en la cual uno de sus principios es el del principio del tercer excluido que dice: “toda proposición es verdadera o falsa. O, lo que es lo mismo, o bien es verdadera una proposición, o bien es verdadera su negación” (Echave et al., 2002, p. 85). Sin embargo, esta lógica aristotélica no puede aplicarse en el mundo subatómico, en el cual los fotones se nos presentan como onda-partícula a la vez; o las vinculaciones de lo local con lo global como sucede con los fenómenos atmosféricos, donde alteraciones locales influyen en el clima global. Para superar la lógica clásica, Max-Neef, siguiendo la propuesta de Stéphane Lupasco, plantea modificar el tercer axioma aristotélico con un principio lógico del tercio incluido, es decir, “existe un tercer término T, que es simultáneamente A y no-A” (Max-Neef, 2004, p. 15). Esta lógica podría emplearse para explicar ciertos fenómenos cuánticos como la doble naturaleza onda-partícula, y la permeabilidad entre los mundos explicado en el primer pilar de la transdisciplina fuerte. Según Max-Neef, cada nivel de realidad no puede describir la totalidad de los fenómenos que ocurren en dicho nivel, en alusión al teorema matemático de la incompletud de Gödel. Según Max-Neef, los diferentes niveles de realidad coexisten dialécticamente desde una lógica que tiene en cuenta el principio del tercio incluido. Esto implica la imposibilidad de lograr una teoría unificada y, en cambio, opera una concepción de la ciencia abierta en la que constantemente se va superando de manera dialéctica (Lakatos, 1998).
El tercer pilar de la transdisciplinariedad fuerte es la complejidad. La descripción de este pilar parte de los trabajos de Edgar Morin para superar el simplismo y la linealidad en el pensamiento presentes en la sociedad actual. Problemas como el cambio climático o los límites planetarios deben plantearse teniendo en cuenta la complejidad que suponen estos fenómenos, contemplando los diferentes niveles de la realidad desde una lógica del tercio incluido. “Nuestra insistencia en simplificar artificial y artificiosamente nuestro conocimiento de la Naturaleza y de las relaciones humanas, es responsable de que continuemos provocando crecientes disfunciones en las interrelaciones sistémicas que componen tanto el eco-sistema como los tejidos sociales” (Max-Neef, 2004, p. 18). La economía como disciplina académica es un ejemplo de ciencia simplista-lineal, y de ahí su imposibilidad de ofrecer soluciones reales frente a problemas como la pobreza o el desempleo. A diferencia de la física cuántica, la economía es la ciencia menos exitosa, incapaz de predecir las crisis económicas, y, sin embargo, es la disciplina académica de mayor influencia en la toma de decisiones políticas (Max-Neef & Smith, 2014).
Desde la transdisciplina fuerte, Max-Neef se separa de la tradición aristotélica en cuanto al pensamiento racional sustentada en la lógica binaria. Esta lógica ha configurado una estructura en el pensamiento donde el mundo se exhibe objetivamente ante el sujeto que observa (un objeto). Una de las implicaciones que devienen de esta lógica es la cosificación de la Naturaleza que, si sumamos los mandamientos metafísicos del judeocristianimo, la naturaleza queda reducida a recursos naturales a disposición de las necesidades humanas. Y es esta concepción de la naturaleza, absolutamente disociada del ser humano, la que ha colocado a la humanidad en una situación altamente riesgosa. A partir de los estudios del Stockholm Resilience Centre se reconoce que el ser humano ha superado límites planetarios, esos umbrales que garantizan la seguridad de para la vida toda. Max-Neef hace referencia (2014, pp. 179- 180) al primer estudio que indicaba que se habían rebasado tres umbrales o límites de los nueve indicados por Stockholm Resilience Centre9: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la relación del nitrógeno (Rockström et al., 2009). Para el año 2022, ya se preveía que la humanidad sobrepasaría seis límites: los tres mencionados más el uso del agua dulce, el cambio del uso del suelo, y la contaminación química (plásticos) (Persson et al., 2022). Quedan tres límites como la capa de ozono, la contaminación por aerosoles y la acidificación del agua.
Tal como Max-Neef (2004) nos indica, la Transdisciplina nos permite desplazarnos desde el saber al comprender, pues vivimos en un mundo donde se sabe mucho, pero se comprende poco. Un mundo donde no se formulan preguntas transcendentales, sino que nos saturamos con información superficial, instantánea y efímera. Y los problemas fundamentales de la sociedad siguen creciendo, así como la locura humana por dominar la naturaleza.
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9 https://www.stockholmresilience.org/research/planetary-boundaries.html
Max-Neef fue catalogado, peyorativamente, por sus colegas del ámbito de la economía como un filósofo, que abordaba temas de manera especulativa. Si bien coincidimos en catalogar a Max-Neef como filósofo, nos distanciamos de sus colegas economistas pues consideramos que él se acercó a la filosofía para reflexionar profundamente sobre la economía. Al igual que los filósofos griegos, del Renacimiento y del Romanticismo, Max-Neef hizo grandes esfuerzos para pasar del saber al comprender. Y en ese proceso abrazó la filosofía en su sentido más clásico de su etimología: amor a la sabiduría. Al igual que la filosofía de Platón y Aristóteles, el conocimiento tiene que ser un instrumento que contribuya al bien común y a la felicidad. Y a partir de esa reflexión, él comprendió los límite epistemológicos y ontológicos en los que está inmersa la economía, atrapada en un cúmulo de fórmulas e índices macroeconómicos que no se relacionan con aspectos tan esenciales de la vida como, por ejemplo, la felicidad. Tampoco la macroeconomía está resolviendo los problemas reales como la pobreza, la marginalidad, el desempleo. Menos aún está resolviendo los problemas ambientales, expresados en el traspaso de los límites planetarios. Todo lo contrario, está avanzando en sentido contrario, profundizando la crisis ambiental.
A lo largo de este texto quisimos revelar cómo la historia de la filosofía ha guiado el pensamiento de Max-Neef. De los filósofos clásicos señalamos las nociones de polis, que hacía referencia a ciudades a escala humana, o la felicidad como fin último del ser humano. También Max-Neef trajo a su profunda reflexión sobre la economía la diferencia entre oikonomia (valor de uso) y crematística (valor de cambio), señalando el camino crematístico que la economía clásica y neoclásica ha seguido, casi de manera fundamentalista. Desde una mirada crítica del teocentrismo de la edad media, Max-Neef rescató la visión de los místicos, entre los cuales nombra a San Francisco, quien le dio un nuevo sentido al ser humano, a la humanidad en comunidad con la naturaleza. Y en una trayectoria similar, rescata de los filósofos renacentistas la idea de la naturaleza como fuentes de inspiración y contemplación (PASEO POR SU JARDÍN). Emplazado en la modernidad, Max-Neef reconoce que sus pensadores optaron por el camino de la cosificación de la naturaleza, orientados por los fundamentos epistemológicos de la dualidad cartesiana: sujeto-objeto, la cual legitima la separación entre ser humano y naturaleza. Y es esta epistemología la que terminó por consagrar la cosmovisión antropocéntrica que legitimó una concepción de naturaleza como recurso puesto al servicio del ser humano.
Siguiendo el rastro de la historia de la filosofía, el pensamiento de Max-Neef se entrelaza con la Ecología Profunda, que encarna principios como el respeto y reverencia por la vida, o el valor intrínseco de la vida, orientados por una cosmovisión ecocéntrica o biocéntrica. Una cosmovisión que él identificó en la vida de los pueblos originarios América Latina y que le cambiaron la vida como profesional y ser humano. A partir de la experiencia de vida que él tuvo con esos pueblos originarios, Max-Neef reconoció la necesidad de conjugar saberes y cosmovisiones para poder “pasar “del saber al comprender” (2005). Y de allí su propuesta de un enfoque transdiciplinario que combine razón con intuición, materia con espíritu, ética con estética, y belleza con verdad. Sobre todo, desde la mirada transdisciplinaria, este autor señala la urgente necesidad e explicita los principios morales de toda actividad científica o académica. Como Max-Neef decía, “no vale la pena una ciencia, si carece de conciencia”.
Y en cuanto a la economía, él estaba convencido que debía estar al servicio del ser humano, y no a la inversa como sucede en nuestro tiempo. De manera particular, Max-Neef abogaba por una nueva economía y, en general, por una nueva ciencia. Un cambio de enfoque ontoepistémico, cuyas herramientas las encontramos en la Transdisciplina, en un diálogo entre la ciencia y la sociedad y entre las diferentes disciplinas. Un viraje en el que no deja de lado la dimensión ética en las investigaciones, convencido que la ciencia debe al servicio de los problemas de la sociedad, formulándose y buscando respuestas en las preguntas fundamentales. Por ello, el pensamiento de Manfred Max-Neef da muestras de la profundidad de su pensamiento transdisciplinar que a lo largo de su obra hizo preguntas transcendentales en torno al lugar que el ser humano ocupa en esta gran casa común.
Como economista heterodoxo, Max-Neef siempre se inspiró en fuentes también heterodoxas. Siempre hubo filósofos mostraron una vinculación armónica con la naturaleza, y de ellos se nutrió su pensamiento. Y desde esa heterodoxia, Max-Neef, a diferencia de sus colegas ortodoxos, pudo pensar la economía desde la vida misma.
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