Artículos


https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.28.15139

 


UNA DEFENSA DÉBIL DEL PROYECTO FILOSÓFICO-LITERARIO DE MARTHA NUSSBAUM


A WEAK DEFENCE OF MARTHA NUSSBAUM'S PHILOSOPHICAL-LITERARY PROJECT


UMA FRACA DEFESA DO PROJETO FILOSÓFICO-LITERÁRIO DE MARTHA NUSSBAUM


Juan Cruz Feijóo

(Universidad de Buenos Aires, Argentina)

juancruzfeijoo@gmail.com


Recibido: 28/05/2023

Aprobado: 30/10/2023


RESUMEN

El proyecto “filosófico-literario” de Martha Nussbaum presenta dúas grandes fases o momentos. En el primero, la literatura y la filosofía moral dialogan; mientras que, en el segundo, se proponen “usos políticos” de la literatura: esta tiene que ser una parte central, nunca la única, de la formación del ciudadano. De este modo, el proyecto de Nussbaum aparece como una forma de criticismo ético. El artículo se propone analizar y rechazar una de las críticas de Richard Posner a toda forma de criticismo ético: su negación de que la evaluación ética sea legítima al abordar la literatura y su afirmación de que el contenido moral de las obras es un asunto poco relevante. Se busca argumentar en contra de esta posición autonomista radical (o de desapego-estético) de Posner y mostrar cómo el proyecto de Nussbaum, incluso, resulta compatible con una posición autonomista, pero moderada.


Palabras clave: Nussbaum. Posner. autonomismo. literatura. criticismo-ético.


ABSTRACT

Martha Nussbaum's "philosophical-literary" project has two main phases or moments. In the first, literature and moral philosophy enter into dialogue, while in the second, "political uses" of literature are proposed: literature must be a central, but never the only, part of the formation of the citizen. In this way, Nussbaum's project appears as a form of ethical criticism. The article sets out to analyse and reject one of Richard Posner's criticisms of all forms of ethical criticism: his denial that ethical evaluation is legitimate in dealing with literature and his claim that the moral content of works is of little relevance. The aim is to argue against Posner's radical autonomist (or detachment-aesthetic) position and to show how Nussbaum's project is even compatible with a moderate autonomist position.


Keywords: Nussbaum. Posner. autonomism. literature. critical-ethicism.

RESUMO


O projeto "filosófico-literário" de Martha Nussbaum tem duas fases ou momentos principais. Na primeira, a literatura e a filosofia moral entram em diálogo enquanto, na segunda, são propostos "usos políticos" da literatura: a literatura deve ser uma parte central, mas nunca a única, da formação do cidadão. Dessa forma, o projeto de Nussbaum aparece como uma forma de crítica ética. O artigo se propõe a analisar e rejeitar uma das críticas de Richard Posner a todas as formas de crítica ética: sua negação de que a avaliação ética seja legítima ao lidar com a literatura e sua alegação de que o conteúdo moral das obras é de pouca relevância. O objetivo é argumentar contra a posição autonomista radical (ou desapego- estético) de Posner e mostrar como o projeto de Nussbaum é compatível até mesmo com uma posição autonomista moderada.


Palavras-chave: Nussbaum. Posner. autonomismo. literatura. ética crítica.


A pesar de lo mucho que Platón y los poetas disentían, estaban de acuerdo en que el objetivo de sus obras era arrojar luz en relación con la cuestión de cómo se debería vivir. (Nussbaum, 1990: 23)1


Introducción

Richard Posner (1997) critica fuertemente cualquier forma de criticismo ético (ethical criticism). Como definición mínima diremos que los autores ubicados bajo el término criticismo ético defienden el abordaje de obras de arte con las preguntas de la ética. Luego, cada autor defiende enfoques muy distintos: por ejemplo, que los valores éticos que expresa la obra afectan o interactúan con su valor estético; otros que se preocupan por el conocimiento moral que produzca el arte en los lectores; o autores como Wayne Booth2, que defienden una “lectura ética” de las obras (tanto por parte del crítico como del lector de a pie), o como Martha Nussbaum, que espera que estas “lecturas éticas” contribuyan a las reflexiones éticas así como al desarrollo de habilidades éticas o pre-éticas de los ciudadanos (la imaginación narrativa y la compasión). En fin, frente a estos enfoques, en un ataque que se presenta como general, Posner (1997) contrapone tres tesis: (i) La inmersión en la literatura no nos hace mejores ciudadanos ni mejores personas; (ii) una obra literaria no debe considerarse “arruinada” por expresar puntos de vista morales inaceptables; del mismo modo, una obra literaria mediocre no se redime expresando puntos de vista morales que aprobamos; a saber, los criterios adecuados para evaluar la literatura son más estéticos que éticos; y (iii) en tercer lugar, en la misma línea de la segunda afirmación, las cualidades u opiniones morales de los autores no deberían afectar nuestras valoraciones de sus obras.


Con el objetivo de defender estas tesis, Posner (1997, 1998, 2009) ofrece una serie de razones para rechazar cualquier abordaje de la ficción a partir de las preguntas de la ética. Es decir, habría que mantener una estricta separación entre la reflexión ética y la crítica literaria. En sus artículos de 1997 y 1998 (retomados en Posner, 2009) sus principales interlocutores son Nussbaum y Booth. Nuestro objetivo aquí no es ocuparnos de revisar todos los argumentos y objeciones que plantea contra el proyecto de Nussbaum (id est, incorporar la imaginación literaria como elemento de la racionalidad pública y elemento para la formación de los ciudadanos de la democracia), sino que nos proponemos ocuparnos solo de una de estas críticas. A saber, que la evaluación ética no es una forma correcta de evaluar una obra de arte y que las preguntas de la ética no son pertinentes a la hora de leer, criticar o juzgar una novela.


La crítica de Posner sostiene que los aspectos morales de una obra de arte tienen poco o nada que ver con el valor de la obra. Son “casi pura distracción”. Las grandes obras buscan suspender nuestros juicios


1 La traducción al español de todas las citas hechas de textos en inglés fue realizada por el autor del presente texto.

2 Booth ofrece su definición de “crítica ética”: “Si la "virtud" abarca todo tipo de fuerza o poder genuino, y si el ethos de una persona es la gama total de sus virtudes [para comportarse bien o mal], entonces la crítica ética será cualquier esfuerzo por mostrar cómo se relacionan las virtudes de las narraciones a las virtudes de uno mismo y de las sociedades, o cómo el ethos de cualquier historia afecta o es afectado por el ethos -la colección de virtudes- de cualquier lector dado.” (citado en Gregory, 1998: 202).

morales. Por lo tanto, la consideración (lectura o crítica) de una obra que no atienda centralmente a sus cualidades estéticas y que realice un abordaje ético está desencaminada; está aplicando categorías erróneas. Los libros no son buenos o malos, sino que están bien escritos o mal escritos.


Para responder a la crítica, consideramos que lo primero que es necesario realizar es una distinción más precisa que la que Posner utiliza para enmarcar su debate con Nussbaum. La crítica de Posner al ethical criticism se inscribe en una discusión de más larga historia respecto a la relación entre los valores estéticos y los valores morales en el arte. Atendiendo a la clasificación cuatripartita de las posibles posiciones que realiza Noel Carroll, mostramos que el proyecto de Nussbaum es compatible con una forma de autonomismo (autonomismo moderado), pero no con su variante radical (autonomismo radical). Además, mostramos que la posición radical resulta muy difícil de sostener y además suele presuponer una idea acerca de la ética muy estrecha. Asimismo, mostramos que si esta es la posición que Posner mantiene, incurre en una inconsistencia a razón de que admite que la literatura puede ofrecer al lector “iluminaciones” no sólo estéticas, sino éticas, en un sentido amplio. Aunque Posner no parece dispuesto a aceptar la relevancia de la concepción aristotélica de la ética de Nussbaum, el principal disgusto de Posner radica en el tipo de instrumentalización de la literatura que propone el proyecto de su adversaria. Sin embargo, mostramos que este proyecto puede defenderse bien de los argumentos de desapego-estético de Posner y, por lo tanto, son otros los argumentos que se tendrán que esgrimir en su contra.


En conclusión, de estar bien encaminada esta primera defensa, el rechazo a la forma en que Nussbaum “instrumentaliza” la literatura debe partir de otras razones y no de aquellas que niegan que la literatura nunca ofrece una dimensión ética sobre la que pide atención y que consideran un error categorial realizar una “lectura ética” de ciertas obras.


Organizamos nuestro texto del siguiente modo. Primero, ofrecemos una pequeña reconstrucción del proyecto filosófico-literario de Nussbaum. En el segundo apartado exponemos la crítica realizada por Posner. Tras clarificar este punto, la última parte está destinada a rebatir esta crítica y mostrar que hay razones para sostener que la “lectura ética” es pertinente frente a ciertos textos. Por lo tanto, si se quiere rechazar la forma de “instrumentalizar” la literatura que propone el proyecto de Nussbaum, se requerirá apelar a otras razones.


El proyecto filosófico-literario de Nussbaum

Martha Nussbaum se inscribe de forma particular en lo que se conoce como el movimiento “derecho y literatura” (law and literature, ver Sáenz, 2019). Este movimiento carece de un grupo doctrinario de ideas, como ejemplo de ello señalamos el hecho de que dos de sus destacadas figuras, Posner y Nussbaum, sostienen profundos desacuerdos teóricos. En 1994, Nussbaum dicta el curso de “Derecho y Literatura” como profesora visitante de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chicago. Un año más tarde publica la obra que será uno de los puntos centrales de la polémica con su “adversario intelectual”, Richard Posner. Esta obra es Justicia Poética (JP), que, a pesar del desconocimiento técnico que la autora admite tener respecto al Derecho, se constituyó desde un inicio como un “clásico” de la pedagogía jurídica, en palabras del jurista Botero Bernal (2012). Es un libro que recoge una serie de ideas, una intersección de varios proyectos en los que la autora ya venía trabajando (v.g. la crítica al utilitarismo y la reformulación de los criterios para evaluar la calidad de vida, a saber, el enfoque de las capacidades; una teoría neoestoica de las emociones; los vínculos entre literatura y filosofía moral; el papel de la imaginación narrativa y la compasión en la deliberación pública), aunque su objetivo no consiste en desarrollar exhaustivamente ninguno de estos proyectos sino “en presentar una concepción vívida del razonamiento público que sea humanista y no seudocientífica, en mostrar que cierto tipo de narrativa expresa y desarrolla dicha concepción, y en señalar algunos de los beneficios que podría brindar esta concepción en la esfera pública.” (JP: 21).


Antes de esta publicación, en 1990, Nussbaum había reunido una serie de ensayos (El conocimiento del amor) de la década de los ochenta donde reflexiona sobre las relaciones entre la literatura y la filosofía.

Este es su primer paso o fase de lo que podemos llamar “proyecto filosófico literario”, término que tomamos de Sáenz (2019), quien expone sus hilos conductores a lo largo de las distintas obras de la autora. Este primer paso intenta un diálogo disciplinar, un espacio de conversación entre dos interlocutores diferentes que precisamente a razón de sus diferencias y no de sus similitudes tendrá lugar el enriquecimiento, justamente lo que hace que las novelas sean tan diferentes a un abstracto paper de ética es la fuente del interés filosófico por la literatura (Sáenz, 2019: 368). El trasfondo de esta discusión interdisciplinar es una discusión sobre el carácter de la ética misma, discusión que se motoriza tras el resurgimiento de la ética de la virtud, frente a la insatisfacción con las teorías éticas de principios abstractos3. La segunda fase o paso de su “proyecto”, que tiene como protagonista central a Justicia Poética, coincide con los textos de la década de los noventa: Nussbaum vira su interés del ámbito amplio de la ética y el foco en la deliberación individual hacia la filosofía política. Es un cambio de perspectiva, pero hay un solapamiento. En este momento podemos hablar de “usos políticos” de la literatura: los textos centrales son JP y El cultivo de la humanidad (CH), además de ciertos artículos (1996, 1998), y otros textos donde se retoma, repite y precisa: Paisajes del pensamiento (PP) y Not for profit (2010); y textos donde se aborda colateralmente el tema como Mujeres y el desarrollo humano (2000), El ocultamiento de lo humano (2004) y Fronteras de la justicia (2006).


Podemos hacer esta distinción de fases del siguiente modo. En El conocimiento del amor “la preocupación principal es la filosofía moral, y la afirmación de que la filosofía moral necesita ciertas obras de literatura narrativa cuidadosamente seleccionadas para llevar a cabo sus propias tareas de manera completa” (1998: 349). Este es el primer momento del proyecto filosófico literario. Mientras que en JP la preocupación central es promover ciertas obras, novelas, como fuentes de enriquecimiento deliberativo para ciudadanos y funcionarios públicos, aquí el centro está puesto


en el análisis de la compasión y en el papel de la imaginación en la promoción de la compasión, sostengo que ciertas obras literarias específicas desarrollan esas habilidades imaginativas de una manera valiosa y, por lo tanto, son útiles para los ciudadanos - aunque necesitan, aquí nuevamente, estar estrechamente relacionados con los argumentos de la teoría ética que aclararán su contribución. (1998: 350)


Para Nussbaum la literatura tiene que ser una parte central, nunca la única, de la formación de una educación humanista y cosmopolita del ciudadano que facilitaría la convivencia en las sociedades plurales contemporáneas además de que permitiría, a futuro, la mejor realización del ideal democrático, ya que “sin el apoyo de ciudadanos adecuadamente educados, ninguna democracia puede permanecer estable.” (Nussbaum, 2010: 10). En otras palabras, hay un proyecto ético-político que se vale del recurso artístico. La literatura “nos puede transportar, mientras seguimos siendo nosotros mismos, a la vida de otro, revelando las similitudes, pero también las profundas diferencias entre él y yo, y haciéndolas comprensibles o, al menos, acercándose a ello.” (1997: 147). Esto es lo que la autora denomina la “promesa política de la literatura” (1997: 147), ya que la literatura puede ayudarnos a cruzar las barreras de las distinciones sociales que nos imposibilitan tener compasión por los otros. De este modo, si la imaginación literaria desarrolla la compasión (que se defiende como esencial para la responsabilidad cívica), tenemos buenas razones para incluir y enseñar, por ejemplo, “obras que den voz a las


3 Este resurgir suele fecharse en torno al artículo de Elizabeth Anscombe (1958), “Modern Moral Philosophy”. Tal como señala Hursthouse (2023), este texto cristalizó una creciente insatisfacción con las teorías éticas preponderantes: el deontologismo kantiano y el utilitarismo. Estas teorías estaban prestando poca atención a un cantidad de temas que habían tenido un tratamiento central en la tradición de la ética de la virtud, a saber: las virtudes y vicios, el carácter y educación moral, la amistad y las relaciones familiares, un concepto profundo de la felicidad (eudaimonia), el papel de las emociones en nuestra vida moral y la pregunta general respecto a qué tipo de personas debemos ser y cómo debemos vivir. La tradición de la ética de la virtud, en el caso de Occidente, se remonta a la Grecia antigua con Platón y Aristóteles y perduró como el enfoque dominante hasta al menos la Ilustración, momento en que aparecen teorías éticas modernas (Annas, 2006: 515). Sin embargo, como puntualiza Nussbaum (1999), la idea de un “resurgir de la ética de la virtud” puede inducir a algunos errores. En primer lugar, dentro de las tradiciones kantiana y utilitarista hay una reflexión respecto a las virtudes, por lo que no deberíamos considerar la ética de la virtud como una alternativa frente a estas tradiciones. En segundo lugar, si agrupamos bajo el rótulo “ética de la virtud” a los pensadores que, por la razón que sea, rechazan al utilitarismo y/o al kantismo y, en cambio, recurren a las teorizaciones de los pensadores griegos y romanos, difícilmente nos encontramos con una unidad, con un robusto cuerpo de tesis comunes (como tampoco existía unidad entre aquellos pensadores griegos y romanos). Si bien Nussbaum (1999: 578) identifica una serie de puntos que configuran un mínimo “terreno común” entre los autores que denomina “teóricos de la virtud”, estos mismos puntos los comparten aquellos que desde el utilitarismo o el kantismo vuelven a poner foco en los temas cuya desatención motivó la escritura del artículo de Anscomb y lo que es llamado el “resurgir de la ética de la virtud”. Por estas razones, Nussbaum (1999: 613) prefiere abandonar la categoría de “ética de la virtud” y reemplazarla por categorías menos equívocas.

experiencias de grupos de nuestra sociedad a los que necesitamos entender con urgencia, como los miembros de otras culturas, minorías étnicas y raciales, mujeres, lesbianas y gay” (1997: 134).

Este proyecto irá mutando de forma con el paso del tiempo y las críticas. A continuación, abordaremos una de las críticas nucleares formuladas por Posner. Consideramos que esta crítica, a diferencia de otras, afecta a ambas fases del proyecto filosófico-literario.


La evaluación ética no tiene lugar en la gran literatura.


Las propiedades formales no agotan el valor y el atractivo de la literatura, pero las propiedades morales, sugiero, son casi pura distracción. (Posner, 1997: 24)


Para Posner (1997: 6-7), la gran literatura debe, de alguna manera, hacer que el lector suspenda los juicios morales, ya que el contenido moral de una obra literaria es simplemente la materia prima del escritor. Traza una analogía: “la moralidad no tiene más relevancia que la que tiene el valor de la arcilla del escultor como material para el valor artístico de la escultura terminada” (1997: 7). O, como dice el anterior epígrafe, son “casi pura distracción”. Al igual que a nadie le importa que en Hamlet aparezca un fantasma, lo mismo debería suceder al ver que en Otelo se describe el matrimonio racialmente mixto como antinatural. Es decir, ninguna de las dos cosas debería perturbar nuestra lectura o crítica. Se acepta una moral siniestra en la literatura con la misma ecuanimidad con la que se acepta tecnología obsoleta o una dicción anticuada.


De este modo, Posner decide enmarcar sus críticas al ethical criticism en el largo debate entre “esteticistas” (George Steiner; Oscar Wilde; y él mismo) y “moralistas” (Booth y Nussbaum; pero también Tolstoy y Platón). La posición “esteticista” consistiría en considerar “que el contenido moral de una obra de arte tiene poco que hacer (o que ver) con el valor de la obra (incluyendo el valor que podría ser el de los efectos de la obra en los lectores o en la sociedad en su conjunto), y también tiene poco que ver con el placer derivado de la obra.” (1998: 394). A Posner le gusta sintetizar su posición en la frase de Wilde: “No hay libros morales o inmorales. Hay libros bien escritos o mal escritos. Nada más.”. Una postura del “arte por el arte” donde “el contenido moral y las consecuencias que produzca una obra son irrelevantes para su valor como literatura” (1997: 1), es decir, donde la verdadera literatura es buena independientemente de que contenga contenidos morales reprobables (v.g. narre la vida de un pedófilo; o los personajes, o el autor, sostengan opiniones racistas) e independiente de las consecuencias (v.g. que produzca que nos cuestionemos un prejuicio o que lo afiancemos)4.

De acuerdo con este adversario intelectual (1997: 3), Nussbaum no niega la importancia de los valores estéticos, pero ella estaría dispuesta a darle preeminencia a los aspectos éticos, aceptando que la moralidad de la obra afecte su valoración final. Booth como Nussbaum “quieren extraer, aunque considerando tanto la forma como el contenido parafraseado de la obra, una lección moral” (Posner, 1997: 3). Tal como lo plantea Posner, el desacuerdo con Nussbaum tiene que ver con el rol que juegan los elementos éticos de una obra en la valoración estética final y Nussbaum encarnaría una posición, para Posner, en que las obras de arte “mejorarían” en la medida que su moralidad sea la “correcta”.


Otra forma de plantear el desacuerdo con Posner, más correcta a nuestro juicio, es si los aspectos éticos de una obra de arte son siempre, por retomar la frase de Posner, “casi distracciones” o si son preocupaciones legítimas para enfocar la lectura reflexiva y la crítica de una obra. Para Nussbaum (1998: 344), Posner sostiene que “cualquier crítico que aporte categorías éticas a la lectura de obras de arte está descuidando los valores estéticos reales que contiene la obra e impone al texto un conjunto extraño de preocupaciones”5.


4 Posner no niega que la literatura (como la información en general) pueda afectar el comportamiento o la perspectivas de las personas, incluyendo consecuencias políticas o morales (v.g. La cabaña del tío Tom, 1852; tuvo un efecto sobre la causa abolicionista), pero esto tiene poco que ver con su valor en tanto literatura y de lo que tiene que ocuparse la crítica.

5 Esta podría ser una definición mínima de ethical criticism: hacer crítica incorporando categorías éticas a la lectura de obras de arte sin que estas sean vistas como un conjunto extraño de preocupaciones.

Aquí sostendremos que el proyecto filosófico-literario de Nussbaum no requiere comprometerse con las tesis “moralistas” con las que Posner lo caracteriza. Es decir, para Nussbaum no es fundamental defender una posición “moralista” sobre qué constituye el valor final de la obra de arte. El desacuerdo fundamental es el planteado en el anterior párrafo. Basta mostrar que algunos textos literarios pueden contener preocupaciones éticas y estas no son extrañas a ellos o “casi distracciones”, sino elementos fundamentales de su narrativa.

Antes, para clarificar las dos formas de desacuerdo planteadas, necesitamos precisar las posibles posiciones donde Posner ubica la discusión.


Autonomismo radical y moderado

Como ya mencionamos, Posner inscribe su crítica al ethical criticism en una discusión de más larga historia respecto a la relación entre los valores estéticos y los valores morales: él delinea dos bandos, el “esteticismo” y el moralismo, colocándose como defensor del primero. Sus afirmaciones clave son que los valores estéticos son completamente distintos de los valores éticos, y que se indaga o lee de forma inapropiada cuando se atiende a las cuestiones éticas de una obra. Por ejemplo, en defensa de esta idea de autonomía estética dice: “Particularmente alejado de la moralidad es el placer desinteresado del ‘arte por el arte’ que ofrece gran parte de la literatura. [...] Es el placer que proviene de estar en presencia de la belleza.” (Posner, 1997: 22)6.

A fin de precisar un poco más las posiciones, resulta instructivo tomar en cuenta una clasificación realizada por Carroll (1996) entre cuatro concepciones lógicamente distintas de las relaciones entre valor estético y moral: autonomismo radical, autonomismo moderado, moralismo moderado y moralismo radical. Nos focalizamos solo en las dos primeras.

El autonomismo entiende que el valor estético de la obra de arte es autónomo o independiente de otros tipos de valores o consideraciones que se puedan encontrar o ponderar en ella. Es posible distinguir dos tipos de autonomismo.


El autonomismo radical (o “esteticismo”) sostiene que no tiene sentido evaluar las obras éticamente, ya que las obras de arte no pueden poseer cualidades éticas, ni méritos ni defectos éticos (Gaut, 2007: 67). Colocada en el extremo opuesto al de moralistas como Platón y Tolstoy, el autonomista radical sostiene que el arte es intrínsecamente valioso y que no está ni debe estar supeditado a fines ulteriores o externos (como promover la educación moral) (Carroll, 1996: 224). El autonomista radical tiene, sin duda, un punto en contra de lo que Carroll llama “moralismo radical”, que sostiene que el arte sólo debe discutirse desde un punto de vista moral. En esto, el autonomismo apela a la intuición de que las obras de arte pueden ser valiosas (por ejemplo, en virtud de la belleza que ofrecen a la atención desinteresada) independientemente de sus consecuencias sociales. Aquí podríamos recordar a Posner quien cita un poema de Keats y señala: “no hay ningún contenido moral o informacional del que habla. [...] Solo hay belleza.” (Posner, 1997: 23). Esto le sirve para explicar nuestro interés por obras antiguas, remotas a nuestros valores morales: es el diseño de la obra de arte, y no su contenido, lo que mantiene nuestra atención. Además, el autonomismo radical, de acuerdo con Caroll, concluye que dado que muchas obras de arte pueden estar totalmente desprovistas de significado moral, no tiene sentido plantear cuestiones éticas a la hora de evaluar obras de arte. Esto es lo que Caroll llama argumento del denominador común: la evaluación moral nunca es apropiada para las obras de arte porque no es aplicable universalmente. En fin, el autonomista radical afirma que el discurso moral es ajeno a todas las obras de arte.


Por otro lado, el autonomista moderado considera que la crítica moral de las obras de arte es legítima como lo es, prioritariamente, la crítica estética. Y en algunos casos, la crítica estética legítima de una obra puede tocar aspectos de la materia moral de una obra, es decir, el contenido moral de una obra


6 Esta posición “esteticista” de Posner adquiere, irónicamente, una justificación moral: “La perspectiva estética es una perspectiva moral, una que enfatiza los valores de apertura, desapego, hedonismo, curiosidad, tolerancia, el cultivo del yo y la preservación de una esfera privada, en resumen, los valores del individualismo liberal” (1997: 2).

puede contribuir o restar a los aspectos estéticos de una obra. Sin embargo, nunca es el componente moral de la crítica como tal lo que disminuye o refuerza el valor de una obra de arte en tanto arte (Anderson y Dean, 1998: 152). Cuando juzgamos y evaluamos la obra por sus propiedades estéticas estamos en uno de dos reinos independientes; y cuando la juzgamos y evaluamos por sus contenidos morales nos encontramos en otro reino. La tensión entre estos reinos puede explicar que percibamos un conflicto en la lectura, pero nada más. Como dicen Anderson y Dean (1998: 166) “[hay] casos en los que la sensibilidad moral y la sensibilidad estética entran en conflicto. No se trata de casos en los que exista un conflicto interno a la propia dimensión estética.”. Las posiciones que defienden que este conflicto es interno a la propia dimensión estética son el moralismo moderado (Carroll) y el eticismo (Gaut), pero aquí no nos interesa desarrollar estas alternativas.


En resumen, el autonomista radical sostiene que todo arte es autónomo y considera que esto implica, entre otras cosas, que debatir y evaluar el arte desde una perspectiva moral es conceptualmente infundado y, de hecho, incoherente: un error categorial. Mientras que el autonomista moderado sostiene únicamente que la dimensión estética de las obras de arte es autónoma. Una obra de arte determinada puede legítimamente tematizar valores morales, cognitivos y políticos: “Pero estos distintos niveles son independientes o autónomos. Una obra de arte puede ser estéticamente valiosa y moralmente defectuosa, o viceversa. Pero estos distintos niveles de valor no se mezclan, por así decirlo.” (Carroll, 1996: 231). Así, el autonomismo moderado permite la discusión y evaluación ética de, al menos ciertas obras de arte, pero la dimensión estética de la obra de arte es autónoma de otras dimensiones (v.g. la dimensión moral).


Richard Posner parece más cercano a la posición radical. Se autodefine como “esteticista”, para quienes “el contenido moral de una obra de arte” poco tiene que ver con su valor como obra y con el placer que de ella se deriva, y califica de “casi pura distracción” al contenido moral.


Contra el autonomismo radical (posneriano)


El punto de vista radical es prima facie más difícil de sostener. Requiere que se argumente por qué las evaluaciones o críticas éticas de las obras están fuera de lugar totalmente. Consideramos que para defender la posición de Nussbaum, ella no necesita sostener que los elementos éticos de una obra constituyen el valor estético de la obra o que interaccionan con el valor estético, sino que lo que necesita defender es que ciertas obras se pueden leer y examinar razonablemente prestando atención a las propiedades éticas entre sus propiedades más destacadas (1998: 358) e, incluso, podremos decir que ignorar estos aspectos en la lectura o en la crítica sería realizar una visión incompleta de la obra. Ciertamente, frente a una pintura abstracta, ante una sinfónica o leyendo un poema dadaísta puede suceder que encontremos que no tenga lugar un abordaje ético, pero no está nada claro por qué deberíamos extender esto a obras literarias que nos invitan a reaccionar emocionalmente ante la acción humana (y sobre todo si además consideramos que las emociones tienen relevancia ética). En el caso de obras narrativas, como las novelas, parece inverosímil sostener que una “lectura receptiva” esté completamente desapegada de algunas preocupaciones sobre el tiempo, la muerte, la alegría, el dolor o el sufrimiento humano, etc., es decir, una cantidad de asuntos que son fundamentales en la pregunta de la ética clásica: ¿cómo debemos vivir?


Nussbaum estaría de acuerdo con Posner cuando éste cita el poema de Keats y señala que allí solo hay pura belleza (1997: 23). Puede ser un error leer o reflexionar en términos éticos sobre esas estrofas de Keats, o sobre alguna música orquestal o una pintura abstracta, pero esto no parece implicar que sobre otros géneros artísticos el discurso ético no pueda tener lugar: “¿por qué habría de suponer que la literatura debe ofrecer iluminación sobre la valoración estética y no sobre la valoración ética y política, especialmente en los casos en que su tema no es estético, sino ético o político (como es el caso de muchos novelistas realistas)?” (Nussbaum, 1998: 359). Por ejemplo, Caroll en su crítica al autonomismo radical, en línea con Nussbaum, dice:

con respecto a Rey Lear o a El acorazado Potemkin, dado que son obras de arte expresamente diseñadas para suscitar reacciones morales, y es parte de la forma de vida a la que pertenecen que el público responda moralmente a ellas [...] con casos como estos, no es peculiar, de mal gusto o tonto hablar de esas obras de arte desde un punto de vista moral, sino normativamente correcto o apropiado, dada la naturaleza de las obras de arte en relación con el juego de lenguaje en el que se produce tal conversación. (Carroll, 1996: 226)


Una de las maneras de comprender la pertinencia de esta reflexión es desligando (o no reduciendo únicamente) la ética de la cuestión de los imperativos y las reglas generales y, en cambio, reflexionar sobre el propio significado de la ética. Nussbaum recurre a las novelas para recuperar a Aristóteles7. El procedimiento aristotélico en la ética comienza con una cuestión muy amplia e inclusiva: ¿cómo debería vivir un ser humano? Esta pregunta difumina la demarcación en la vida humana entre un ámbito de lo moral y otro de lo no moral. En la ética de Aristóteles nos encontramos con “el humor codo con codo con la justicia, la cortesía junto a la valentía” (Nussbaum, 1990: 25). Así, la literatura puede considerarse aliada de la filosofía en la medida en que comparte con ella preguntas afines.


En el caso de Nussbaum, su posición neo-aristótélica parte de una insatisfacción con el utilitarismo8, particularmente el utilitarismo económico (1995: 15, 27), y, por consiguiente, del deseo de darle a la razón un papel más amplio en los asuntos humanos que el rol instrumental y meramente técnico (Nussbaum, 1999: 590). Así, recupera varias tesis de Aristóteles que son rasgos comunes con cierta literatura. Por ejemplo, las novelas, al presentar situaciones en las que el ser humano debe afrontar alternativas en conflicto donde cualquier decisión entraña la pérdida de un bien querido, exhiben rasgos que se vinculan con la tesis aristotélica de que los bienes que los seres humanos persiguen son plurales y cualitativamente heterogéneos y que es una distorsión describirlos simplemente como diferentes cantidades de lo mismo (Nussbaum,1990: 36). Asimismo, podemos señalar como otro rasgo común la prioridad de lo particular sobre lo general; el énfasis en una habilidad ética para discernir, con perspicacia y sensibilidad, los rasgos más destacados de una situación particular. Esto no significa renunciar a las reglas generales y universales, pero como la racionalidad práctica no es una ciencia, ya que se ocupa de lo concreto (que se aprende por medio de la experiencia), las reglas generales y universales pueden ser muy útiles, e incluso necesarias, mas no suficientes. Esto puede verse en la importancia ética que cobran los acontecimientos incontrolados, acontecimientos que son puestos de relevancia en ciertas obras literarias. Nussbaum (1990: 43) cita a Proust al afirmar que uno de los principales objetivos de la literatura es mostrarnos momentos en que el hábito es atravesado por lo inesperado, y generar en el lector, en su sorpresa, un recrudecimiento de un sentimiento verdadero similar al suyo: en este sentido, la novela proporciona cierta comprensión ética al exponer acontecimientos incontrolados que inciden en las aspiraciones humanas por vivir bien. Como se puede apreciar, esta comprensión o aprendizaje que puede brindar cierta obra literaria no supone el aprendizaje de reglas y principios abstractos; este es un aprendizaje “experiencial”: cierta habilidad de leer una situación captando qué es relevante para el pensamiento y la acción.


En fin, Nussbaum, siguiendo a Henry James, considera que el arte del novelista realiza una tarea práctica: las novelas al expresar una “moralidad proyectada” y un “sentido de la vida”, contribuyen en nuestra indagación de la pregunta “¿cómo se debería vivir?”. Las novelas (ciertas novelas), para Nussbaum, provocan una específica actividad práctica en el lector que no puede invocarse de ninguna otra manera: una forma de escrutinio del yo, una oportunidad de sacar a la luz nuestro propio sentido de la vida y del valor de la manera más apropiada para la reflexión práctica (Nussbaum, 1990: 289-290).


7 Cuando Nussbaum (1999) analiza el “resurgir la ética de la virtud” (ver nota 3), identifica una serie de puntos comunes (“terreno común”) que comparten los “teóricos de la virtud”. Estos son, brevemente, (i) que la filosofía moral debe ocuparse del agente (así como de la elección y la acción); (ii) que debe interesarse por la motivación y la intención, la emoción y el deseo; y (iii) que debe centrarse en el curso de la vida moral del agente y no sólo en actos de elección aislados (Nussbaum, 1999: 578). Lo interesante es que allí señala que este “terreno común” de los teóricos de la virtud (cualquiera sea su tendencia en la teoría ética) parece conducir casi naturalmente a la literatura, ya que las narraciones literarias despliegan modelos ampliados de carácter, acción y compromiso, mientras investigan las pasiones relevantes con aguda percepción. Nos muestran, de una manera que los ejemplos aislados no pueden lograr, qué significa organizar una vida en busca de lo que uno valora, y qué conflictos y obstáculos impiden tal búsqueda (Nussbaum, 1999: 584).

8 Nussbaum señala en varias oportunidades (1995: 37; 1999: 594, 597) que algunos de los puntos que retoma de Aristóteles pueden ser compatibles con una posición kantiana.

Ahora bien, para Nussbaum, este sentido amplio de ética es captado y aceptado por Posner cuando este señala que la literatura puede servir para descubrir quiénes somos: “nos ayuda a dar sentido a nuestras vidas, nos ayuda a crear una identidad para nosotros mismos” (Posner, 1997: 20). Es decir, Posner no sostiene consistentemente su desapego estético, este papel que atribuye a la literatura en la vida humana es claramente moral en el sentido amplio de Nussbaum (1998: 359). Esto se ejemplifica con un caso que ofrece Posner (1997: 20): uno puede descubrir cuál es su juicio valorativo sobre el amor (es decir, qué es lo que piensa uno al respecto) leyendo un poema de Donne, aun cuando Donne no logre convencernos de que el amor es lo más importante del mundo. Asimismo, por poner otro ejemplo, Posner señala que Shakespeare tiene su visión sobre asuntos morales (v.g. el problema del mal o sobre modos de plantar cara a la adversidad) y que puede ayudar a uno a convertirse o adoptar valores estoicos. Si esto es así, entonces Posner ve a la literatura como una fuente de iluminación en el dominio evaluativo no solo estético, sino también ético. Sin embargo, Posner niega que las novelas (como las de Dickens y otros los novelistas realistas) puedan despertar compasión por el sufrimiento de los pobres y que esto sea una iluminación sobre valoraciones éticas y políticas: leer a Dickens de esta manera es descuidar los “valores estéticos” que ofrece el gran arte.


Aquí radica la inconsistencia de la posición de Posner. Posner acepta que la literatura puede iluminarnos en cuestiones éticas, en el sentido amplio, como la vejez, el amor o el autoconocimiento, pero cuando el tema es la ayuda a los pobres o los prejuicios raciales, retrocede hacia una versión más fuerte de la tesis del desapego estético y el arte ya no sirve para iluminarnos en estos aspectos (Nussbaum, 1998: 359). Incluso, Nussbaum considera que la visión estética-desapegada (o autonomismo radical) de Posner no es una forma alternativa de acercarse al texto de Dickens, sino más bien es un repudio de gran parte del texto del autor de Tiempos difíciles. Dickens es un autor que “demanda” ser leído éticamente, y éticamente en un sentido muy específico, con atención al igual valor de todos los seres humanos y la miseria que causan a los seres humanos las instituciones sociales injustas (Nussbaum, 1998: 360)9. Estos valores éticos y políticos no son “ajenos”, sino absolutamente centrales a sus obras. Trazando una analogía, podríamos decir que leer Las desventuras del joven Werther sin que suscite un pensamiento sobre el amor, el enamoramiento y el suicidio, o leer La muerte de Ivan Ilich sin que suscite atención sobre la muerte y su carácter imprevisible, sería eludir temas centrales de esas obras, ser unos “malos” lectores o lectores no receptivos10. Nuevamente, esto no significa que Dickens, Goethe o Tolstoy nos “iluminen” éticamente en el sentido de “revelar” principios o verdades éticas absolutas sobre las cuestiones que tocan (es decir, no nos ofrecen respuestas completas y universalizables), pero sí una lectura receptiva de sus obras “pide” o “demanda” atender cuestiones éticas desde una perspectiva (o una “moral proyectada” o un “sentido de la vida”) propuesta por el texto.


En resumen, Nussbaum enfatiza que los elementos éticos de las obras lejos de ser simple “arcilla” de trabajo para el autor, son elementos sobre los que el texto parece pedir o demandar que se preste atención (sea la condición de los pobres o las injusticias raciales, sea la vejez, el amor o el deseo de venganza). Además, consideramos, no es una “demanda” que pueda ser rechazada y de todas formas ingresar a la novela: al comprometernos en el proyecto imaginativo de una narrativa estamos probando una perspectiva, participando del “sentido de la vida” que expresa esa novela. Por lo tanto, dado que las obras aportan una “iluminación” ética en un sentido amplio (aceptado implícitamente por Posner al señalar el rol de autoconocimiento), y que estos elementos son centrales en el proyecto imaginativo que propone una novela, entendemos que está justificado que el lector (o un crítico) realice un abordaje ético de la narrativa: es decir, contrariando al autonomismo radical, atender a los elementos éticos no es una tarea sin sentido. Además, una lectura no receptiva a estos elementos puede ser una lectura equivocada o al menos incompleta. Así como la lectura de las novelas puede ayudarnos a (o incluso “demandarnos”)


9 Me parece imposible concebir un lector atento y receptivo de Dickens que no plantee la pregunta: "¿Cómo debemos vivir?" y que no conectó esta reflexión con el pensamiento sobre la condición social de los pobres. De hecho, al final de Tiempos difíciles, Dickens se dirige al lector en estos términos: “¡Querido lector! Depende de usted y de mí si, en nuestros dos campos de acción, las cosas serán o no similares...” (Nussbaum, 1998: 359)

10 Algo semejante apunta Carroll (1996) al señalar que la obra aspira a generar reacciones morales en el público y no lograrlo podría significar un defecto de la obra.

reflexionar acerca del amor y de la muerte, cosa que acepta Posner, también puede hacerlo respecto a la justicia, el odio y la humanidad de los grupos marginados.

Frente a esta concepción neoaristotélica de Nussbaum, la respuesta de Posner (2009: 486-487) será señalar que si aceptamos este sentido más amplio de ética hasta las novelas que ensalcen el egoísmo o que presenten otros contenidos poco “edificantes” también serán novelas éticas. Si por “novelas éticas” entendemos novelas donde los elementos éticos juegan un rol central en el proyecto imaginativo, Posner tiene razón. Pero, debemos recordar que, en principio, esto no significa ningún problema. Al afirmar que la pregunta ética ¿cómo debemos vivir? puede ser planteada (implícitamente) por la obra y el lector no significa que Nussbaum esté proponiendo renunciar a la teoría y hacer de la novela una fuente de “consejos” (Posner, 2009: 487) o, como dijimos antes, un lugar donde podemos encontrar principios morales universalizables11.

Posner afirma: “la literatura puede ayudar al lector a convertirse en lo que él o ella realmente es (es decir, lo que quiere ser)”, pero si bien la lectura de Shakespeare puede ayudarnos a convertirnos en estoicos, esto puede no significar una mejora (improvement) moral (Posner, 1997: 23). Con esto Nussbaum está de acuerdo. También admitimos (Posner, 2009: 487) que podemos preferir literatura o personajes que captan aspectos de nosotros mismos, pero podemos descubrir aspectos que no solo clarifican un yo actual sino que lo modifican. Descubrimos que el amor no es lo más importante para nosotros, pero también descubrimos que sí lo es para otros. Y por supuesto, esto no tiene por qué ser necesariamente una mejora moral sobre el yo actual: podríamos aprovechar ese saber sobre otros para hacerlos sufrir por amor. Sin embargo, estamos de acuerdo con Hilary Putnam cuando dice (citado en Camp, 2018: 22) que al leer Viaje al fin de la noche de Celine no aprendió que el amor no existe, que todos los seres humanos son odiosos y odian, sino que lo que aprendió es a ver el mundo como lo ve alguien que está seguro de que esa hipótesis es correcta: este es un tipo de conocimiento ético.


A modo de conclusión: Instrumentalizar el arte


Por lo dicho antes, lo que Nussbaum hace no es afirmar que las obras de Dickens son mejores obras porque tengan un contenido ético edificante. Lo que hace es defender que ciertas obras de Dickens, dado sus elementos éticos, son mejores (no en una evaluación estética) para el “uso” que propone a fin de ejercitar o desarrollar la imaginación narrativa y promover la compasión. En este sentido, las obras de Dickens, o las novelas Native Son, Maurice o Las uvas de la ira (los ejemplos que suele utilizar Nussbaum) son más “útiles” a lo que llamamos más arriba la promesa política de la literatura ya que son obras que piden o demandan una “lectura ética” o una atención sobre cuestiones éticas relevantes para un proyecto de ciudadano compasivo y democrático; es decir, son novelas que ponen el foco en asuntos que Nussbaum considera relevantes, e incluso urgentes, en la formación de un ciudadano en democracia (v.g. la pobreza, el racismo, las identidades sexuales, etc.). Podríamos contar con dos obras de idéntico valor estético, dos clásicos del canon, pero que uno sea más útil a los fines del proyecto de Nussbaum que el otro. Posner señala: “decir que El mercader de Venecia es mejor que El judío de Malta no porque su judío sea más interesante y realista [...], sino porque está un poco más cerca de la concepción moderna del judío que Barabas, es confundir lo estético con lo político y lo moral” (1998: 404). No es un error que cometa Nussbaum ya que su interés no es juzgar el valor estético de las obras tomando en consideración los aspectos morales, sino instrumentalizar el valor estético para reflexionar sobre asuntos éticos y desarrollar habilidades éticas o pre-éticas: la imaginación moral y la compasión.


Retornemos a la discusión entre “autonomistas” y “moralistas”. Nussbaum busca desvincularse de la discusión de si el contenido moral de una obra debe ser considerado en el juicio estético sobre la obra. Dado que Nussbaum está más interesada por los usos ético-políticos de la experiencia de lectura y no tanto por tomar posición respecto a los vínculos entre juicios estéticos y éticos en la obra de arte, la única


11 Aquí también debe acotarse un aspecto central del proyecto de Nussbaum: en la medida en que aspira desarrollar la imaginación moral y la compasión, requiere una selección de novelas y no cualquiera servirá como tampoco bastará con solo la experiencia de lectura para alcanzar esos objetivos (Nussbaum, JP: 111; 1998: 355). También la primera “fase” del proyecto de Nussbaum requiere de esta selección de obras (Nussbaum, 1990: 45; 1998: 349).

posición que le resulta problemática es el autonomismo radical. El proyecto de Nussbaum puede convivir tranquilamente con una posición autonomista moderada. Insistimos, Nussbaum no defiende una concepción de cómo interactúa el valor estético de la obra con el moral. Lo que le interesa es instrumentalizar el valor estético de la literatura con el fin de producir o ejercitar ciertas habilidades que tienen un valor ético. Además, el tipo de lectura que promueve Nussbaum no es privativa de ejercer otros tipos de lecturas. El tipo de lectura propuesto puede llamarse “lectura ética” o “lectura para la vida”. Tiene una serie de ingredientes que no detallaremos ahora porque no son importantes aquí. Esta promoción de un uso de la literatura que implica leer y seleccionar obras realizando una evaluación ética, no implica que esta evaluación ética tenga como finalidad juzgar el valor artístico de la obra, sino ejercitar una habilidad ética: la imaginación moral. Esto no significa que las obras que me permitan ejercer “mejor” esta imaginación sean, por ejemplo, aquellas que incluyen un contenido moral más edificante o moralizante y que tampoco que por ello sean mejores en términos estéticos.


Retomemos la frase de Wilde: “No hay libros morales o inmorales. Hay libros bien escritos o mal escritos. Nada más.”. Aceptemos que no hay libros morales o inmorales. Suponiendo esto, ¿por qué no deberíamos aceptar que las lecturas pueden incorporar categorías éticas en su análisis? ¿Y por qué no deberíamos aceptar que con esos análisis se pueda “hacer algo” que no sea sólo juzgar el valor estético de la obra? En el anterior apartado esperamos haber fundamentado que una lectura o crítica que atienda a los aspectos éticos de ciertas obras no sólo es sensato y razonable, sino muchas veces necesario para realizar una lectura receptiva. En fin, no hay libros morales o inmorales, pero sí hay novelas que “piden” o “demandan” más que otras la atención sobre aspectos éticos relevantes. Por ejemplo, si quisiéramos reflexionar sobre la discriminación y la violencia de género el objetivo no es encontrar la novela que ofrece la visión “moralmente correcta” acerca de este asunto, tampoco nos sirve una novela completamente indiferente a ese asunto, sino una novela en cuya narrativa ese asunto cobre relevancia, donde “el sentido de la vida” que proyecte la obra resulte pertinente.


Por último, Posner afirma que:


La literatura puede proporcionar a abogados, jueces y estudiantes de Derecho valiosos conocimientos de base sobre temas de regulación jurídica (en el capítulo 10, ofrecí los ejemplos de la solicitud de asilo, la bioingeniería, el calentamiento global, la realidad virtual, el consumismo y la vigilancia electrónica) y situaciones hipotéticas fascinantes para poner a prueba los principios jurídicos. (2009: 548)


La pregunta que nos surge es: ¿no es esto un “uso” de la literatura? ¿Se puede ser un autonomista radical y sin embargo usar el arte para adquirir conocimientos y testear principios legales? ¿No es esto un pecado terrible ante la contemplación desinteresada? ¿Este uso depende de las propiedades estéticas de la obra?

¿Las “grandes obras” son mejores para este “uso”? Si esta forma de instrumentalizar la literatura resulta aceptable, ¿por qué una instrumentalización vinculada con un tipo de educación moral resulta objetable? Nussbaum podría decir que su interés es instrumentalizar el arte, no valorarlo en tanto arte así como usar el arte para testear un principio legal no implica estar emitiendo un juicio de valor del arte en tanto arte.


En conclusión, el autonomismo radical que se opone al ethical criticism no parece poder sostenerse consistentemente en la afirmación de que los elementos éticos de la obra no son relevantes en nuestra recepción. Tampoco la posición autonomista moderada es incompatible con la instrumentalización del arte. La propuesta de Nussbaum es compatible con un autonomismo moderado, pero no con un autonomismo radical12.



12 Sin embargo, podemos imaginar que el temor ante la idea de “instrumentalizar” el arte, en el sentido particular del proyecto de Nussbaum, persiste. Posner llega a decir que “detesta” el punto de vista de Nussbaum y que sería algo que un amante de la literatura jamás haría. Aunque se aceptara la instrumentalización de la literatura, en el sentido de Nussbaum, podrían esgrimirse al menos cuatro objeciones (Posner lo hace): (1) la literatura no es una fuente única o particularmente buena de conocimiento moral; (2) la segunda es que no hay evidencia empírica que sugiera que cierta literatura pueda mejorar moralmente su audiencia; (3) el tipo de instrumentalización que propone Nussbaum atenta contra la distinción entre lo privado y lo público; (4) y además, promueve obras de poca calidad estética.

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