Equipo editorial
Editor
en jefe - Filosofía
Emiliano
Aldegani (Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina)
Editor en jefe - Ciencias
Flaminio de Oliveira Rangel (Universidade Federal de São Paulo, Brasil)
Editores Adjuntos
Ivy Judensnaider (Universidade Paulista, Universidade
Estadual de Campinas, Brasil)
Jimena Yisel Caballero Contreras
(Universidad Nacional Autónoma de México, México)
Editores Invitados
Mariela
Blando (Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina)
José
Maria Gil (Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina)
Secretaria de redacción
Jimena Yisel Caballero Contreras (Universidad Nacional Autónoma de México, México)
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(Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina), Ana Paula Bispo
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Social Sciences (TISS), India), Charbel El-Hani (Universidade Federal da Bahia,
Brasil), Fernando Santiago dos Santos (Instituto Federal de São Paulo, Brasil),
Xavier Ruiz Collantes (Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, España), Jimena
Yisel Caballero Contreras (Universidad Nacional Autónoma de México, México),
Lucas Emmanuel Misseri (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas, Argentina), Maria Elice Brzezinski Prestes (Universidade de São
Paulo, Brasil), Mariano Nicolás Hochman (Universidad de Buenos Aires,
Argentina), Renato Marcone José de Souza (Universidade Federal de São Paulo,
Brasil), Silvia Dotta (Universidade Federal do ABC, Brasil), Thais Cyrino de
Mello Forato (Universidade Federal de São Paulo, Brasil), Vasil Gluchman
(University of Prešov, Eslováquia), Waldmir Nascimento de Araujo Neto
(Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil).
Asesores académicos externos
Abigail Vital – Centro Federal de Educação Tecnológica – RJ, Brasil, Alexandre Bagdonas – Universidade Federal de Lavras, Brasil, André Noronha – Instituto Federal de São Paulo, Brasil, Boniek Venceslau da Cruz Silva – Universidade Federal do Piauí, Brasil, Breno Arsioli Moura – Universidade Federal do ABC, Brasil, Carlos Eduardo Ribeiro – Universidade Federal do ABC, Brasil, Carlos Roberto Senise Júnior – Universidade Federal de São Paulo, Brasil, Daniel Quaresma Figueira Soares – Universidade de São Paulo, Brasil, Danilo Cardoso – Universidade de São Paulo, Brasil, Denilson Cordeiro – Universidade Federal de São Paulo, Brasil, Esdras Viggiano – Universidade Federal do Triângulo Mineiro, Brasil, Evaldo Araujo de Oliveira Filho – Universidade Federal de São Paulo, Francisco Ângelo Coutinho – Universidade Federal de Minas Gerais, Brasil, Guilherme Brockington – Universidade Federal do ABC, Brasil, Helio Elael Bonini Viana – Universidade Federal de São Paulo, Brasil, Isabelle Priscila Carneiro de Lima – Instituto Federal da Bahia, Brasil, Ivã Gurgel – Universidade de São Paulo, Brasil, Jose Antonio Ferreira Pinto – Universidade Estadual da Paraíba, Brasil, Leonardo André Testoni – Universidade Federal de São Paulo, Brasil, Luciana Caixeta Barboza – Universidade Federal do Triângulo Mineiro, Brasil, Luciana Monteiro de Moura – Universidade Federal de São Paulo, Brasil, Luciana Zaterka – Universidade Federal do ABC, Brasil, Lúcio Costa – Universidade Federal do ABC, Brasil, Marco Braga – Centro Federal de Educação Tecnológica – Rio de Janeiro, Brasil, Maria Inês Ribas Rodrigues – Universidade Federal do ABC, Brasil, Maria Luiza Ledesma Rodrigues – Universidade Estadual Paulista, Brasil, Marlon Cesar de Alcântara – Instituto Federal Sudeste de Minas Gerais, Brasil, Nadja Magalhães – Universidade Federal de São Paulo, Brasil, Nei de Freitas Nunes Neto – Universidade Federal da Grandes Dourados, Brasil, Renato Kinouchi – Universidade Federal do ABC, Brasil, Renato Marcone José de Souza – Universidade Federal de São Paulo, Brasil, Simone Alves de Assis Martorano – Universidade Federal de São Paulo , Simone Nakaguma – Universidade Federal de São Paulo, Winston Schmiedecke – Instituto Federal de São Paulo, Brasil.
Formato de la publicación
Digital: Portable Document Format (PDF),
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Idiomas aceptados
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publicación).
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Contacto
Responsables
Emiliano Aldegani
(Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina)
Flaminio de Oliveira Rangel (Universidade Federal de São
Paulo, Brasil)
Diseño de isologo
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Imagen de portada: imagen de Jorge Luis Borges. Jorge
Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 — Ginebra,
14 de junio de 1986) fue un escritor, poeta, traductor, crítico literario y ensayista
argentino.
Contenidos #26
EDITORIAL
06 | EMILIANO ALDEGANI | Expandiendo
fronteras y debates
ARTÍCULOS
07-23 | FEDERICO DI PASQUO ET AL. | Relativismo,
ecología y problemática ambiental
24-34 | LUCAS RIMOLDI; ALICIA MONCHIETTI
| Teoría y proceso de los dúos en ciencia
35-42 | FABIO LUCAS FLORES | Micropaleontología:
Aspectos Valorativos y Biofilosóficos
43-51 | SERHII M. LYSENKO ET AL. | Dos
conceptos de seguridad dominantes en Europa y su influencia en Ucrania
52-63 | LEOPOLDO TILLERÍA AQUEVEQUE | Kant
y la tercera crítica: ¿Una estética en conflicto?
64-73 | DUVAN FERNANDO VALENCIA GARCÍA | El
camino de la justicia: Del enfoque interaccional al enfoque interinstitucional
74-90 | CHRISTIAN FEDERICO FRANCESE;
GUILLERMO FOLGUERA | La estructuración jerárquica del cambio climático y la
relación entre sus escalas-niveles
Reseñas
91-93 | DANIEL ROMÁN MARCH | La
afectividad en la escuela
94-96 | FLORENCIA MAUNA | Pasado
interactivo: memoria e historia en el Videojuego
Contenidos
- Dosier #26
EDITORIAL - dosier
97-102 | MARIELA BLANCO | Los otros
Borges
ARTÍCULOS - dosier
103-116 | DARDO SCAVINO | Esa mudez de los
libros
117-130 | LEONARDO PITLEVNIK | Acerca de
la función de argumentar y juzgar a partir de “Los Teólogos”
131-142 | DANIEL FITZGERALD | Return
to the voice: Borges’s classes on Oscar Wilde (1950)
143-162 | JOSÉ MARÍA GIL; JONÁS EZEQUIEL
BERGONZI MARTÍNEZ| Lectura en voz alta y comentada para enseñar (a
disfrutar) a Borges
163-173 | MERCEDES SUSANA GIUFFRE | El Oriente en Jorge Luis Borges: China
174-191 | MIGUEL ÁNGEL PETRECCA | Ningún
Lugar en es un lugar. Borges en la poesía china contemporánea
192-201 | MARINA MARTÍN | Borges en
diálogo con la Ilustración
202-209 | ROGELIO LAGUNA; MARTÍN IRAIZOS LÓPEZ
| Borges y el post/trans-humanismo
debates - dosier
210-225 | IVAN ALMEIDA | La ilustre
incertidumbre: Borges, Wittgenstein
entrevistas - dosier
226-232 | SOL MARTINIC | Una tarde
con Borges: conversación con Daniel Balderston
Reseñas - dosier
233-235 | SOL MARTINIC | Lo marginal es lo más bello, de Daniel Balderston
(Eudeba, Buenos Aires, 2022)
236-239 | JOSÉ MARÍA GIL | La ilustre incertidumbre. Ensayos sobre Borges y la filosofía
Editorial
https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14931
Expandiendo fronteras y debates
Expanding
borders and debates
Expandindo
fronteiras e debates
Con gran alegría
tenemos el gusto de presentar un nuevo número de nuestra publicación. En esta
oportunidad, el número se circunscribe a nuestra nueva modalidad de tres
números anuales que contaran a su vez con diferentes dossiers que abordaran de manera detenida el estado de la reflexión
y la investigación en torno de diferentes temáticas. La posibilidad de ampliar
el número de publicaciones anuales acompaña el crecimiento de nuestra revista
en los últimos años y esperamos sirva para vehiculizar la ampliación de los
debates, análisis y líneas de investigación que encuentran su difusión y
espacio de socialización en nuestras secciones.
En este número en
particular, contamos con un dossier
especial sobre el aporte del pensamiento de Jorge Luis Borges a la reflexión en
las ciencias que es recuperado desde diferentes perspectivas y con la
participación de investigadores pertenecientes a universidades de Argentina,
México, Francia, China y EEUU.
La realización
del número especial ha estado a cargo de los editores invitados el Dr. José
María Gil y la Dra. Mariela Blanco de la Universidad Nacional de Mar del Plata
quienes han realizado un enorme trabajo para incorporar apropiaciones actuales
del pensamiento de Borges de enorme vigencia en el plano internacional.
A su vez, e
número 26 de Revista Prometeica,
cuenta con la participación de investigadores de diferentes universidades que
han contribuido a la problematización y socialización de líneas de
investigación como son la justicia interinstitucional, el pensamiento de
Immanuel Kant, la conflictividad europea en torno a la seguridad a partir del
conflicto de Ucrania, la escritura colectiva en la ciencia, problemas de la
ecología, entre otros temas. En este sentido, se ofrecen también varias reseñas
de publicaciones recientes sobre el área de educación, de historia de los
videojuegos y de publicaciones relevantes en torno al pensamiento de Borges.
Desde el equipo
de Prometeica esperamos que los trabajos
sean de su interés y que sirvan para seguir ampliando el marco de conocimiento
de las líneas de investigación desarrolladas en la actualidad.
Dr. Emiliano
Aldegani
(Universidad
Nacional de Mar del Plata, Argentina)
Artículos
https://doi.org/10.34024/prometeica.2020.26.14022
Relativismo, ecología y problemática
ambiental
Relativism,
ecology, and environmental problems
Relativismo, ecologia e problemas ambientais
Federico di Pasquo
(Universidad
de Buenos Aires, Argentina)
dipasquof@yahoo.com.ar
Matías
Lamberti
(Universidad
de Buenos Aires, Argentina)
mtslamberti@gmail.com
Tomas Busan
(Universidad
de Buenos Aires, Argentina)
tomasemiliobusan@gmail.com
Carolina
Ocampo
(Universidad
de Buenos Aires, Argentina)
caro.ocampo.mallou@gmail.com
Nicolás
Lavagnino
(Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina)
nlavagnino@gmail.com
Recibido: 27/06/2022
Aprobado: 19/09/2022
RESUMEN
Desde la década
de 1960, con el surgimiento de las problemáticas ambientales, el discurso
hegemónico de la ecología es recibido, reproducido y amplificado por una amplia
variedad de actores sociales. Aquí, analizaremos un aspecto que consideramos
central de este discurso. Nuestro objetivo se dirige a indagar en qué medida la
ecología recupera los dualismos <naturaleza/cultura> y
<objeto/sujeto>. Nuestra hipótesis de trabajo es que esta disciplina
opera mediante un doble movimiento: mientras trae a primer plano el dualismo
<naturaleza/cultura>, simultáneamente, soslaya el dualismo
<objeto/sujeto>. Bajo este doble movimiento, esperamos mostrar que el
discurso ecológico logra despolitizar la naturaleza, relegando a la periferia
diferentes formas de concebir el entorno. Nuestro enfoque
epistemológico-metodológico descansará sobre una lógica de las distinciones, de
aquí que trabajaremos sobre los dualismos mencionados, a partir de la
distinción <absolutismo/relativismo>. Finalmente, presentaremos algunas consideraciones
sobre el dominio del discurso ecológico y sobre la relevancia de una posición
relativista en el contexto internacional de las problemáticas ambientales.
Palabras
clave: absolutismo. naturaleza/cultura. objeto/sujeto.
proxemia/proximidad. ecosistema/especie
humana.
ABSTRACT
Since the
1960s, with the emergence of environmental problems, the discourse of ecology
has been received, reproduced and amplified by a wide variety of social actors.
Here, we will analyze an aspect that we consider central to this discourse. Our
objective is to explore to what extent ecology recovers the dualisms
<nature/culture> and <object/subject>. Our working hypothesis is
that this discipline operates through a double movement: while it brings to the
fore the <nature/culture> dualism, simultaneously, it neglects the
<object/subject> dualism. Under this double movement, we hope to show
that the ecological discourse manages to depoliticize nature by relegating to
the periphery diverse ways of conceiving the environment. Our epistemological-methodological
approach will rest on a logic of distinctions; hence we will work on the
mentioned dualisms, starting from the <absolutism/relativism>
distinction. Finally, we will present some considerations on the domain of the
ecological discourse and on the relevance of a relativist position in the
international context of environmental problems.
Keywords:
absolutism. nature/culture. object/subject. proxemics/proximity.
ecosystem/human species.
RESUMO
Desde a década de 1960, com o aprofundamento de problemas ambientais, o discurso hegemônico da ecologia tem sido recebido, reproduzido e ampliado por uma ampla variedade de atores sociais. Aqui, analisaremos um aspecto que consideramos central nesse discurso. Nosso objetivo é investigar em que medida a ecologia recupera os dualismos <natureza/cultura> e <objeto/sujeito>. Nossa hipótese de trabalho é que essa disciplina opera por meio de um duplo movimento: ao mesmo tempo em que traz à tona o dualismo <natureza/cultura>, também, evita o dualismo <objeto/sujeito>. Sob esse duplo movimento, esperamos mostrar que o discurso ecológico consegue despolitizar a natureza, relegando à periferia diferentes formas de conceber o meio ambiente. A nossa abordagem epistemológico-metodológica assentará numa lógica das distinções, pelo que trabalharemos os referidos dualismos, partindo da distinção <absolutismo/relativismo>. Por fim, apresentaremos algumas considerações sobre o domínio do discurso ecológico e sobre a relevância de uma posição relativista no contexto internacional dos problemas ambientais.
Palavras-chave: absolutismo. natureza/cultura. objeto/sujeito. proxêmica/proximidade. ecossistema/espécie humana.
Introducción
A partir de la
década de 1960, con la profundización de las problemáticas ambientales, la
ecología ha pasado a ocupar un lugar hegemónico en nuestras sociedades
occidentales. Se trata de una rama de la biología que ha logrado, en buena
medida, mediar la relación que estas sociedades tienen con sus entornos. Una
muestra sucinta de este dominio se puede reconocer en la injerencia que el
discurso ecológico tiene en diferentes organismos internacionales, abocados a
estudiar e intervenir en las problemáticas ambientales a lo ancho de todo el
planeta. Entre ellos: el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(UNEP); la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre
Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES); la Unión Internacional
para la Conservación de la Naturaleza (IUCN); o la Agencia Europea de
Medio Ambiente (EEA) (di Pasquo et al. 2019, di Pasquo et al.
2021a, Lamberti 2021).
En este trabajo,
nos proponemos analizar lo que consideramos un aspecto nodal del operar de este
discurso ecológico en la coyuntura ambiental. Al respecto, nuestro objetivo se
dirige a indagar en qué medida la ecología recupera los dualismos
<naturaleza/cultura> y <objeto/sujeto>. Nuestra hipótesis de
trabajo es que esta disciplina opera mediante un doble movimiento: mientras
trae a primer plano el dualismo <naturaleza/cultura>, simultáneamente,
deja en segundo plano el dualismo <objeto/sujeto>. Este operar, en parte,
resulta novedoso en cuanto a su dimensión epistemológica. Ya que usualmente,
las disciplinas abordan ambos dualismos (este es el caso de la antropología o
la filosofía) o no abordan ninguno de ellos (este es el caso, por ejemplo, de
otras ramas de la biología: la biología evolutiva, la sistemática o la
genética). Pero, además, este operar resulta novedoso por su dimensión
política. Pues bajo este doble movimiento, y como esperamos mostrar, el
discurso ecológico logra despolitizar la naturaleza relegando a la periferia
diferentes formas de concebir el entorno. Siguiendo esta línea argumental, se
reconoce un conflicto entre formas dominantes de concebir la naturaleza (dadas
aquí por la ecología) y formas de naturaleza invisibilizadas o dominadas. En
este sentido, se destacaba que: “Antropólogos, geógrafos y ecologistas
políticos han demostrado con creciente elocuencia que muchas comunidades
rurales […] ‘construyen’ la naturaleza de formas impresionantemente diferentes
a las formas modernas dominantes…” (Escobar, 2020: 136).
Nuestro enfoque
epistemológico-metodológico descansará sobre una lógica de las distinciones.
Las distinciones (u observaciones) deben ser entendidas aquí como una práctica
divisoria de dos lados, que ocurre en los seres humanos de forma intuitiva o
con baja reflexión. En cuanto dicha práctica se hace consciente, se hace
posible un análisis de las distinciones reconocidas en el discurso (Jokisch,
2015). En nuestro caso, se tratará del discurso ecológico. Asimismo, a los
fines de este trabajo, se vuelve esencial establecer algunas diferencias entre
las distinciones y los dualismos.
Una primera
diferencia es que no puede haber dualismo sin previa distinción, mientras que
puede haber distinciones que no responden al orden de los dualismos. Además,
los dualismos involucran una práctica esencialmente dicotómica, esto es que
solo admite dos lados: <ser/no-ser>, <mente/cuerpo>,
<objeto/sujeto>, <naturaleza/cultura>. Por el contrario, las
distinciones pueden ser dobles, pero también triples, múltiples o graduales
(por ej. <un poco más/un poco menos>). Además, las distinciones pueden
“abrirse”: <batalla naval/batalla terrestre>, puede ser reconfigurada
como <batalla naval/terrestre/aérea>. Por último, podría agregarse que,
en nuestras sociedades modernas y occidentales, los dualismos buscan afirmar
dos órdenes esenciales, o fundamentales, que son diferentes y por lo general,
se encuentran jerarquizados (por ej. la mente sobre el cuerpo) (Latour, 2007,
Descola, 2012, Klier y Núñez, 2019, Villahoz 2020); mientras que las
distinciones no guardan ninguna pretensión de esencialidad, ni tampoco
encuentran jerarquizados sus lados (Luhmann, 1994, Jokisch, 2002, Jokisch,
2015, di Pasquo et al. 2021b).
Para alcanzar
nuestro objetivo, trazamos un conjunto de distinciones-guía que estructuran y
organizan el presente trabajo. Ellas son: <absolutismo/relativismo>,
<naturaleza/cultura>, <objeto/sujeto> y
<proxemia/proximidad>. Con relación a dicha organización, abordaremos en
la primera sección la distinción <absolutismo/relativismo>. En la segunda
consideramos, a partir de ciertos desarrollos registrados al seno de la
antropología, el dualismo <naturaleza/cultura> y su elaboración mediante
la distinción <absolutismo/relativismo> (apartado 2.1). En la tercera
sección, abordamos el dualismo <objeto/sujeto> a partir de ciertos
lineamientos reconocidos en la epistemología y lo trabajamos, nuevamente,
mediante la distinción <absolutismo/relativismo> (3.1). En la cuarta, se
caracteriza el discurso ecológico en función de los dualismos
<naturaleza/cultura> (4.1), <objeto/sujeto> (4.2) y de la
distinción <proxemia/proximidad> derivada del apartado anterior (4.3).
Por último, ofrecemos algunas conclusiones sobre el modo en que opera el
discurso ecológico, relegando a la periferia diferentes modelos de naturaleza
y, sobre la relevancia de una posición relativista en el contexto internacional
de las problemáticas ambientales.
1.
Distinción
<absolutismo/relativismo>
Al abordar la
distinción <absolutismo/relativismo> debemos comenzar descartando algunas
formas de relativismo, habituales entre los y las anti-relativistas, pero
bastantes nocivas para el diálogo y la reflexión. En particular descartamos,
siguiendo a Tomás Ibañez (2005), dos formas en que el relativismo es usualmente
presentado por sus detractores (véase: Boghossian, 2009, Sokal, 2010, Searle,
2011). La primera de ellas se puede resumir mediante la siguiente afirmación:
“Todos los puntos de vista son igualmente válidos, o igualmente verdaderos.”
(Ibañez, 2005: 44). Según esta “…formulación [se] excluye la posibilidad de que
un relativista pueda aceptar que ‘ciertos puntos de vista sean mejores que
otros, o que sean preferibles a otros’” (Op. cit. 2005: 44). Es decir,
él o la relativista que sugiere un punto de vista particular, debe hacerlo a
condición de que él o ella no pueda considerarlo mejor que otros puntos de
vista (ya que todos serían igualmente verdaderos). La segunda forma en que el
relativismo suele ser caracterizado, también puede ser descripta mediante una
afirmación: “Una proposición es verdadera, o es falsa, si así lo considera la
persona que la enuncia o que la enjuicia.” (Op cit. 2005: 45). Aquí,
“…es la persona, individualmente considerada, quien decide sobre el valor de
verdad de las proposiciones.” (Op cit. 2005: 45). En esta ocasión, la
formulación obtura cualquier tipo de diálogo, ya que la decisión en torno a la
veracidad de su punto de vista recae sobre la misma persona.
Habiendo
descartado estas dos formas de relativismo, presentamos una expresión
condensada sugerida por Ibañez (2005: 41-42). Este autor define al relativismo
del siguiente modo:
* X no es incondicionada.
(siendo “X” cualquier cosa que queremos considerar).
* o también, que X es relativo a Y.
(siendo “X” lo relativizado e “Y” la instancia
relativizadora, diremos que “X” es condicionado por “Y”).
Esta formulación
condensada nos permite imaginar diferentes instanciaciones de “X”. Lo
relativizado podrían ser principios éticos o estéticos, el conocimiento, la
verdad, la naturaleza o el objeto. Y otro tanto puede ser dicho para las
instanciaciones que toma “Y”. En este caso, la instancia relativizadora podría
ser el lenguaje, la cultura o un periodo histórico. Resulta interesante
destacar que las dos formas en que el relativismo suele ser presentado por
anti-relativistas, ponen al relativista en una situación en la cual no puede
ejercer una elección sin caer en el absurdo. Esto ocurre cuando todos los puntos
de vista serían igualmente verdaderos (primera forma), o bien cuando el valor
de verdad del punto de vista enunciado depende de la persona que enuncia
(segunda forma). Por el contrario, con esta formulación, él o la relativista
puede elegir entre diferentes opciones, pues no todas serán igual de
aceptables. En rigor, lo que se tiene presente al momento de la elección, es
que los diferentes puntos de vista son equivalentes en cuanto a su carácter
condicionado. O, dicho de otra manera, ninguna de las opciones a elegir podrá
ser tratada como incondicionada o absoluta (para profundizar en los argumentos
relativistas, véase: Ibañez, 2001 y Fernandez-Ramirez, 2011 y 2014).
En este trabajo,
aprovechamos esta formulación del relativismo para analizar, al seno de la
ecología, dos dualismos: <naturaleza/cultura> y <objeto/sujeto>.
Así, si adherimos a una posición relativista y traemos a primer plano el
dualismo <objeto/sujeto> diremos, por ejemplo, que el objeto se encuentra
condicionado por el <sujeto>. O, dicho de otra manera, que el
<objeto> no es incondicionado o absoluto. Habiendo presentado la
distinción <absolutismo/relativismo>, a continuación, abordamos el
dualismo <naturaleza/cultura>.
2.
Dualismo
<naturaleza/cultura>
Una de las
disciplinas que más ha trabajado la relación entre naturaleza y cultura es la
antropología. En este sentido resulta relevante recuperar, en parte, lo
elaborado por esta área. En efecto, la investigadora Kay Milton (1997) y los
investigadores Hector Lahitte, Alejandro Malpartida y Julio Hurrell (1989)
coinciden sobre las principales tendencias que han abordado el dualismo
<naturaleza/cultura> en la antropología. Vale destacar que presentaremos
estas tendencias de un modo esquemático, que no pretende perfilar el desarrollo
histórico de la antropología ni toda su complejidad.
Entre estas
tendencias, en las investigaciones señaladas se destacan: (a) la
antropogeografía, (b) el posibilismo, (c) la ecología cultural, (d) el modelo
ecosistémico y, por último, (e) la etnoecología. Asimismo, serán dejadas de
lado un conjunto de propuestas más actuales, dirigidas a disolver el dualismo
<naturaleza/cultura> (véase: Latour, 2007, Descola, 2012, Haraway, 2019,
Klier y Núñez, 2019). Para el objetivo propuesto, las tendencias consideradas
serán de más utilidad, pues comparten un número mayor de semejanzas con el caso
ecológico, semejanzas que permitirán ilustrar dicho caso.
En la
antropogeografía (a), se señalaba que los rasgos culturales de los grupos
humanos podían ser explicados apelando al entorno (naturaleza) en el que estos
rasgos se habían ido desarrollando. Lo que se buscaba era ajustar los tipos y
distribución de rasgos culturales a mapas de información ambiental, por
ejemplo, correlacionando las condiciones ambientales al desarrollo de tecnologías
humanas (cultura). Este determinismo ambiental fue paulatinamente reemplazado
por el posibilismo o determinismo moderado (b), donde el entorno no tenía una
injerencia activa moldeando rasgos culturales, sino que en todo caso el
ambiente quedaba restringido a establecer los límites de lo que resultaba
posible. Por tanto, en este determinismo moderado, los rasgos culturales
“esenciales” se determinaban culturalmente (Lahitte et al. 1989). Aunque
el posibilismo resultó ser más satisfactorio que la antropogeografía en
términos explicativos dejaba buena parte de la diversidad cultural sin explicar
(por ej. estrategias económicas, preferencias matrimoniales o actuaciones
rituales, entre otros) (Milton, 1997).
Otra de las
tendencias donde la antropología explícitamente tematizaba el dualismo
<naturaleza/cultura> era en la ecología cultural (c). En su
caracterización, Milton (1997), destaca que desde la ecología cultural se
señalaba que el posibilismo le confería un papel demasiado pasivo al ambiente.
Bajo esta sentencia, se buscaba comprender el modo en que los rasgos culturales
evolucionaban con su entorno inmediato, como si fuesen adaptaciones biológicas.
“Así, [se] pasó de la fórmula antropogeológica simple de 'los ambientes moldean
las culturas' a la afirmación más refinada, 'los factores medioambientales
específicos moldean rasgos culturales concretos'.” (Milton, 1997: 478).
Asimismo, en el circuito que unía la naturaleza con la cultura, a veces se
reconocía un predominio de lo natural y otras veces, de lo cultural. Por
último, se puede destacar que tanto en la antropogeografía (a) como en el
posibilismo (b), la cultura y la naturaleza se trataban como dos instancias
individualizadas que a priori se le presentaban al investigador o
investigadora. Mientras que en la ecología cultural (c), si bien se reconocían
las mismas dos instancias de forma individualizada, estas ya no se presentaban a
priori, pues cada una de ellas se definían en relación con la otra (Lahitte
et al. 1989).
El modelo basado
en el ecosistema (d) representó, frente a la antropogeografía (a) y el
posibilismo (b), algún tipo de complejidad al reconocer que no había ningún
motivo para considerar que los factores ambientales actuasen de forma
unidireccional sobre rasgos culturales. En todo caso, y de una forma similar a
la ecología cultural (c), debía aceptarse cierta forma bidireccional. En este
sentido, desde el modelo ecosistémico, se aceptaba que la especie humana podía
afectar al ecosistema y que las alteraciones en este último podían afectar a la
especie humana. Se generaba, entonces, un escenario de interacciones múltiples
entre entidades vivas y no vivas. Es importante destacar que estas
interacciones, eran interacciones de tipo ecológico y no relaciones concebidas
desde una dimensión cultural. Por tanto, este modelo basado en el ecosistema no
solo incorporaba la propia noción de “ecosistema” o “sistema ecológico”
(desarrollado inicialmente al seno de la ecología), sino que, además, tendía a
desplazar a la noción de cultura por fuera de sus análisis:
…en la comparación
realizada por Rappaport entre la matanza de un ciervo por parte de un león y su
muerte a manos de cazadores humanos. Desde un punto de vista ecológico, estas
acciones son del mismo tipo: 'no importa, desde el punto de vista ecosistémico,
si la conducta de los hombres es cultural y la del león no lo es'. De este modo
el enfoque basado en el ecosistema tendía a desplazar la cultura fuera del
marco de estudio de la ecología humana (Milton, 1997: 483).
Finalmente, la
especie humana (no la cultura) y la naturaleza (entendida como ecosistema) no
fueron tratadas como dos instancias individualizadas que a priori se le
presentaban al investigador o investigadora. En todo caso, aquí se establecía
un sistema mayor dado por el ecosistema y, donde la especie humana pasaba a ser
un componente más de ese sistema mayor. Al respecto se podía leer: “…se debe
considerar al hombre como un elemento más de interacción dentro de su propio
ecosistema” (Lahitte et al. 1989: 10).
La última
tendencia en la que vamos a reparar es la etnoecología (e), mediante la cual
también se ha problematizado el dualismo <naturaleza/cultura>. Bajo esta
propuesta, con vigencia en la antropología actual, lo que se busca es
interpretar los diferentes grupos humanos y comprender sus diferentes acciones,
decisiones, motivaciones y creencias. Siguiendo con esta línea argumental, el
interés está puesto en reconocer cuáles son los diferentes modelos de
naturalezas involucrados desde una concepción nativa. Esto es, a partir de la
concepción que tiene un grupo humano, se busca reconocer su visión del entorno
y de las relaciones que guarda con el mismo. Aquí, el investigador o
investigadora se ocupa de reconocer las categorías nativas que dan cuenta de ese
entorno y de dichas relaciones. Es importante destacar también, que el
conocimiento alcanzado desde la etnoecología refiere a grupos, tradiciones
culturales y modelos de naturalezas locales que resultan válidos al interior de
dichas tradiciones (Lahitte et al. 1989, Milton, 1997). O, dicho de otra
manera, estos modelos locales de naturaleza no pueden pasar por modelos
universales que serían válidos para cualquier ser humano (esto último será
retomado más adelante).
2.1.
El
dualismo <naturaleza/cultura> visto desde la distinción
<absolutismo/relativismo>
Alcanzado este
punto, resulta interesante volver sobre la distinción
<absolutismo/relativismo> (primera sección) y utilizarla para observar
las tendencias recién presentadas (a, b, c, d y e). Lo primero que se debe
señalar es que todas las tendencias vistas establecen algún tipo de
condicionamiento, o de relativismo, entre la naturaleza y la cultura.
Específicamente, podemos destacar que tanto en la antropogeografía (a) como en
el posibilismo (b) se reconoce que la cultura no es considerada como un dominio
incondicionado (o absoluto), sino que en los dos casos la cultura es relativa a
la naturaleza. A su vez, el grado en que la cultura es condicionada por la
naturaleza, evidentemente, varía de una posición a otra. Por ejemplo, en el
caso del posibilismo cabe la aclaración de que la naturaleza condiciona “…la
manifestación de caracteres no esenciales de la cultura.” (Lahitte et al.
1989: 7). En cuanto a la ecología cultural (c), se debe recordar cierta
relación bidireccional entre la naturaleza y la cultura. Aquí, se aceptaba que
a veces es el término de la naturaleza el que condicionaba y otras veces, es el
término cultural. De aquí que se pueda reconocer, para esta tendencia, un
condicionamiento recíproco entre ambos términos.
En el modelo
ecosistémico (d) se debe destacar, en primer lugar, que la noción de “especie
humana” reemplaza a la noción de “cultura”, a la vez que la noción de
“ecosistema” reemplaza a la noción de “naturaleza”. Por tanto, es más
conveniente hablar de la distinción <ecosistema/especie humana> que de la
distinción <naturaleza/cultura>. Hecha esta primera aclaración, se
reconoce que ambos términos (el ecosistema y la especie humana) estarían siendo
relativizados. O, dicho con otras palabras, ni el ecosistema, ni la especie
humana son incondicionados, pues de lo que se trata es de un condicionamiento
recíproco, similar al considerado para la ecología cultural (c). No se debe
olvidar que a pesar de esta reciprocidad que suele ser positivamente valorada
frente a los determinismos anteriores (a y b), aquí las interacciones son
ecológicas y no culturales. Por último, podemos hacer el mismo ejercicio para
la etnoecología (e). En esta última tendencia, y de manera inversa a los
determinismos previos (a y b), la naturaleza es el término relativizado y la
cultura es la instancia relativizadora. Además, el investigador o investigadora
se ocupa de las categorías nativas que dan cuenta de ese condicionamiento sobre
la naturaleza; por el contrario, en la ecología cultural (c), dicho
condicionamiento, se daba a través de rasgos culturales fijados por él o la
investigadora. Algo similar ocurría en el modelo ecosistémico (d), donde el
condicionamiento se daba por medio de ciertas variables de la especie humana
que podían afectar al ecosistema, también fijadas por él o la investigadora.
Por lo tanto, solo en la etnoecología el condicionamiento de la naturaleza se
encuentra mediado por la búsqueda de aquellas categorías nativas (Lahitte et
al. 1989).
Finalmente,
queremos hacer notar que la elaboración presentada en torno al dualismo
<naturaleza/cultura> no busca ser referida a la antropología. De lo que
se trata, es de presentar algunos de los casos más conspicuos (ver Tabla 1), a
partir de los cuales se podrá pensar el singular caso de la ecología en el
contexto internacional de las problemáticas ambientales.
Dualismo <naturaleza/cultura> |
||
Tendencias |
Variable relativizadora (Y) |
Variable relativa (X) |
(a) Antropogeografía |
naturaleza |
cultura |
(b) Posibilismo |
naturaleza |
cultura (rasgos no
esenciales) |
(c) Ecología cultural |
naturaleza cultura (se fijan
rasgos culturales) |
cultura naturaleza |
(d) Modelo ecosistémico |
ecosistema especie humana (se fijan
variables de la especie) |
especie humana ecosistema |
(e) Etnoecología |
cultura (se observan
categorías nativas) |
naturaleza |
|
|
|
|
|
|
Tabla 1. Las primeras dos tendencias (a y b), corresponden a algún tipo de
determinismo ambiental, donde la cultura se encuentra condicionada (en
diferentes grados) por la naturaleza. En (b), se destaca que los rasgos
culturales condicionados por la naturaleza no son rasgos esenciales. La tercera
y cuarta tendencia (c y d), responden a la reciprocidad entre naturaleza y
cultura o bien, entre la especie humana y el ecosistema. Aquí, ambos términos
actúan como variables relativas y relativizadoras. En la última tendencia (e),
la naturaleza se encuentra condicionada, siendo la cultura la variable
relativizadora. Por último, en (c y d) se destaca que el condicionamiento de la
cultura o de la especie humana sobre la naturaleza o el ecosistema
respectivamente, se hacen a través de rasgos culturales o variables de la
especie humana que el investigador o investigadora fija. Mientras que en (e),
ese condicionamiento se reconoce a través de categorías nativas que el
investigador o investigadora debe observar y no fijar a priori.
Elaboración propia.
3.
Dualismo
<objeto/sujeto>
El dualismo
<objeto/sujeto> ha sido explícitamente elaborado por diferentes
disciplinas, tales como filosofía, antropología y sociología entre otras.
Retomamos, a los fines de este trabajo, algunos de los aspectos más salientes
de dos de las posiciones mejor representadas en la filosofía y más
específicamente, en la epistemología o teoría del conocimiento. La primera de
estas posiciones ha sido denominada representacionalismo (u objetivismo),
mientas que la segunda, constructivismo. Es importante destacar que ambas
posiciones van más allá de la tematización del dualismo <objeto/sujeto>,
y que en ambas se presenta una diversidad hacia su interior que no abordaremos
(Lombardi et al. 2016, Arnold-Cathalifaud, 2000). Con todo, aquí será
suficiente presentar la tematización que a grandes rasgos hacen estas
posiciones sobre el dualismo <objeto/sujeto>.
El problema del
conocer, que atraviesa a buena parte de la historia de la filosofía, implica el
problema de la relación entre un sujeto que conoce y un objeto que es conocido
(Hessen, 1966)[1]. Frente a esta relación, la posición
representacionalista (u objetivista), considera que ambos (sujeto y objeto) se
encuentran separados: “Las concepciones objetivistas del conocimiento […]
coinciden en dar por supuesta la separación absoluta entre el sujeto y el
objeto del conocimiento.” (Najmanovich, 2016: 42). Separado el objeto del
sujeto, el conocimiento del objeto se logra por medio de una representación
interna que se hace el sujeto de ese objeto externo. Aquí el rol esperado del
sujeto es, idealmente, el de comportarse como una “superficie reflectante” que
refleja las características inherentes al objeto que busca conocer:
Ahora bien, desde
esta perspectiva, ¿cuál sería el rol del sujeto? Lo mismo que esperamos de un
buen espejo: que el sujeto sea una mera superficie reflectante, que no aporte
nada propio a la imagen, que nada delate su existencia. Para reflejar la
realidad “tal cual es”, la propia existencia del sujeto debe desvanecerse (Op
cit. 2016: 42).
Finalmente, otro
aspecto decisivo de esta posición es la importancia otorgada al objeto por
sobre el sujeto. En dicha díada es el objeto el elemento crucial, pues se asume
que este cuenta con una estructura totalmente definida e independiente del
sujeto que busca conocerla. Así, este objeto portaría una estructura totalmente
definida que es independiente de nuestras capacidades de conocerla o no. A la
vez, dicho objeto es el que informaría esa estructura al sujeto, es decir, se
establece cierta direccionalidad que va del objeto al sujeto (Hessen, 1966,
Najmanovich, 2016, di Pasquo et al. 2021b).
En cuanto a la
posición constructivista, se destaca en general una inversión sobre la
importancia otorgada al sujeto y al objeto. Aquí, es el sujeto (y no el objeto)
el elemento decisivo de la díada, y aquella direccionalidad se invierte:
“Mientras que en la comprensión normal, la observación de la observación se
dirige a lo que el observador observa (en la medida en que distingue un sujeto
y un objeto, y que sobre todo se interesa por el objeto), el constructivismo se
interesa más bien en cómo observa el observador.” (Luhmann, 1999: 109). A
partir de este mayor interés puesto sobre el sujeto, se ha sugerido que la
información acerca de las características del objeto no proviene de este; sino
que es el sujeto quien genera esa información que luego él mismo utiliza
(Aguado, 2005). Aquí el sujeto ya no puede ser tratado como una mera
“superficie reflectante” o como un “recipiente” que puede capturar y organizar
la información enviada por un objeto. En todo caso, debe ser tratado como un
observador u observadora capaz de dar forma al objeto, esto es de generar
información sobre el mismo. Al respecto, se menciona:
Estamos lejos de
la noción de que el ser humano era un receptor pasivo de lo que la realidad
externa imponía a sus sentidos, y a su comprensión: el observador actúa sobre
esa realidad y le da la forma, la secuencia y las relaciones que su estructura
de observador exige (Echeverría, 2009: 148).
Habiendo
presentado estas dos posiciones, pasamos ahora a observarlas con la ayuda de la
distinción <absolutismo/relativismo>.
3.1.
El
dualismo <objeto/sujeto> visto desde la distinción
<absolutismo/relativismo>
Volvamos,
entonces, a la distinción <absolutismo/relativismo> (primera sección)
para pensar las dos posiciones recién descriptas: el representacionalismo y el
constructivismo. Si comenzamos por la posición representacionalista, debemos
retener la idea de que el objeto que se busca conocer es tratado como algo
separado y totalmente independiente del sujeto que conoce. Aquí el objeto posee
una estructura definida e independiente de la capacidad que tenga el sujeto de
conocer dicha estructura (di Pasquo et al. 2020, di Pasquo et al.
2021b). Este escenario, visto desde la distinción <absolutismo/relativismo>,
nos permite sugerir que el objeto es abordado como algo incondicionado. Esto
es, que el objeto que se busca conocer no admite al sujeto que conoce como una
instancia relativizadora. Se trata, entones, de una posición absolutista sobre
el objeto. Por último, cabe destacar que esta idea —donde se pretende tal
separación— ha venido asociada en el ámbito de la epistemología, con largas
discusiones en torno a la generación de un conocimiento que se asume neutral y
objetivo (Najmanovich, 2016).
En cuanto a la
posición constructivista, leída desde la distinción
<absolutismo/relativismo>, nos encontramos con el escenario inverso. Aquí
se trata de un objeto que es condicionado, en alguna medida, por el sujeto. Por
lo tanto, el objeto no posee una estructura última que sería independiente del
observador u observadora. Debemos recordar, por un lado, que es el sujeto quien
da la forma, la secuencia y las relaciones al objeto. Y por otro, que no se
está diciendo que el sujeto construye al objeto, lo que se está diciendo es que
el sujeto construye la manera en que da cuenta del objeto (Echeverría, 2009,
Becerra, 2014). Por tanto, bajo esta posición, el objeto conocido es relativo
al sujeto que conoce. En conclusión, el constructivismo admite algún tipo de relativismo
(diferentes constructivismos admitirán diferentes grados de condicionamientos
sobre el objeto), mientras que el representacionalismo parece descansar en una
posición absolutista[2] (ver Tabla 2).
Dualismo <objeto/sujeto> |
||
Posiciones |
Absolutismo |
Relativismo |
Representacionalismo |
objeto
incondicionado |
— |
Constructivismo |
— |
objeto
condicionado por el sujeto |
|
|
|
Tabla 2. En la posición representacionalista el objeto es tratado como algo
absoluto, de aquí que posee una estructura última que sería independiente del
sujeto. Por el contrario, en la posición constructivista el objeto conocido no
porta una estructura última y definida que sería independiente del sujeto que
conoce. Elaboración propia.
4.
Ecología,
absolutismo y proxemia
Hasta aquí hemos
desplegado, mediante la distinción <absolutismo/relativismo>, una serie
de alternativas en torno a los dos dualismos de interés:
<naturaleza/cultura> y <objeto/sujeto>. Alcanzado este punto
podemos interrogarnos, si la ecología efectivamente admite algún grado de
relativismo sobre el dualismo <naturaleza/cultura>, tal como observamos
en las tendencias revisadas al seno de la antropología. Y también, si admite
algún grado de relativismo sobre el dualismo <objeto/sujeto>, tal como
notamos en la posición constructivista. Para dar respuesta a estos
interrogantes, en el primer apartado (4.1) consideraremos el dualismo
<naturaleza/cultura>, en el segundo (4.2) el dualismo
<objeto/sujeto> y, por último, nos detendremos en una nueva distinción:
<proxemia/proximidad> (apartado 4.3). A partir de estos tres momentos,
podremos no solo caracterizar el discurso ecológico, sino también darnos una
idea del modo en que opera en el contexto internacional de las problemáticas
ambientales.
4.1.
Ecología
y dualismo <naturaleza/cultura>
La ecología al
igual que la antropología, ha problematizado el dualismo
<naturaleza/cultura>. De hecho, el modelo ecosistémico (d), antes
presentado al seno de la antropología, fue explícitamente recuperado por
antropólogos directamente de la ecología (Milton, 1997). En este sentido, se
puede sostener que la descripción realizada sobre el modelo ecosistémico
también es pertinente para el escenario ecológico. Con relación a lo antes
dicho, la ecología y más específicamente una de sus subdisciplinas, la ecología
de ecosistemas, ha indagado tanto los efectos que las especies puedan tener
sobre ciertas variables del ecosistema; como también, el modo en que ciertos
cambios sobre el ecosistema pueden afectar la viabilidad de dichas especies
(Weathlers et al. 2013). Es sobre este escenario de interacciones
recíprocas entre las especies y el ecosistema, que la especie humana encuentra
su lugar como un componente más dentro de dicho sistema ecológico:
El futuro de
nuestra especie depende de lo bien que logremos comprender esta visión
[ecológica] y aplicarla hacia un manejo más sabio de nuestros recursos
naturales. […] Nada de esto debería sorprendernos; después de todo, somos una
especie dentro de un ecosistema, adaptada a las condiciones peculiares de la
superficie de este planeta y sujeta a los mismos principios de ecología que
todas las demás especies (Wilson, 2006: xi-xii).
Al seno de la
ecología se establece, entonces, a la especie humana como parte inherente del
ecosistema. Esto implica que las funciones y los procesos del ecosistema se
pueden ver afectados por la intervención de la especie humana y, viceversa, la
especie humana puede verse afectada por la alteración que sufren los
ecosistemas. Asimismo, tal y como señalamos para el modelo ecosistémico (d), se
puede reconocer algún grado de relativismo entre estos dos términos. En tanto
la especie humana y el ecosistema no son tratados como componentes
incondicionados, sino que justamente, las interacciones ecológicas entre ambos
términos permiten hablar de un condicionamiento recíproco. Es importante
destacar que en la ecología no se expresa este condicionamiento recíproco en
los términos de un relativismo, sino que se expresa en los términos de
interacciones ecológicas[3].
En cuanto a la
crítica que fue adelantada sobre el modelo ecosistémico (d), se destacaba que
el estudio de las interacciones ecológicas dejaba de lado la dimensión
cultural. El énfasis estaba puesto en los humanos y humanas en cuanto
organismos de una especie y en cómo dicha especie interactúa con el ecosistema;
allí no eran consideradas sus relaciones sociales y culturales con el entorno.
A partir de 1980, con las categorías de “sistemas socio-ecológicos” o
“socio-ecosistemas” inicia un proceso de incorporación explícita de la
dimensión cultural a la ecología, que termina de instalarse durante el 2005 con
la publicación de la “Evaluación de los Ecosistemas del Milenio” (Berkes y
Folke, 1998, Del Castillo et al. 2019). Actualmente, estos intentos
descansan en estrategias como la de “Servicios Ecosistémicos” (SE) o más
recientemente, las “Contribuciones de la Naturaleza para las Personas” (NCP)
(MEA, 2005, IPBES, 2019). Dichas estrategias, buscan sumar mediante la
categoría de “servicios culturales” en un caso y las “contribuciones no
materiales de la naturaleza” en el otro, aquellos aspectos que no refieren a lo
humano en cuanto especie biológica. Así, se busca incorporar al análisis de la
interacción especie humana-ecosistema, el estudio de las valoraciones que cada
cultura pueda tener acerca del ecosistema. Resta agregar que estas estrategias
(SE y NCP), se han expandido con un éxito rotundo en el contexto internacional
de las problemáticas ambientales, a pesar de que se encuentran fuertemente
criticadas (Del Castillo et al. 2019, Lamberti, 2021).
Cabe aquí reparar
en una diferencia crucial entre la ecología y la etnoecología (e). Esta última
estudia las categorías nativas de una cultura determinada para indagar cuál es
su entorno y qué relación tiene dicha cultura con el mismo. Por el contrario,
la ecología da por sentado un entorno —el ecosistema con sus especies e
interacciones— y mediante las categorías de “servicios culturales” o las
“contribuciones no materiales de la naturaleza” busca introducir valoraciones
nativas sobre ese entorno dado. Dicho de otra manera, la ecología presupone una
epistemología y ontología ya delineadas (dadas por el conocimiento ecológico y
el ecosistema como su unidad de estudio); mientras que la etnoecología habilita
el reconocimiento de modelos locales de naturaleza y, por tanto, admite
diferentes epistemologías y ontologías (Toledo y Barrera-Bassols, 2008,
Escobar, 2020).
Como primera
conclusión parcial, sugerimos que la ecología ha logrado tematizar el dualismo
<naturaleza/cultura>, pero bajo la forma <ecosistema/especie
humana> e incorporando, posteriormente, algunos aspectos de esa dimensión
cultural mediante las categorías de “servicios culturales” o bien, de “las
contribuciones no materiales de la naturaleza”.
4.2.
Ecología
y dualismo <objeto/sujeto>
La ecología, en
cuanto área de la biología, no ha estado exenta de ciertos cánones de
cientificidad típicamente sostenidos al seno de las ciencias naturales. En este
sentido, ha adoptado sin demasiada problematización, una epistemología
representacionalista constituida por aspectos y parámetros heredados del
empirismo-inductivismo del siglo XIX y del positivismo lógico de inicios del
siglo XX (Lombardi, 1998, Najmanovich, 2016). Con relación a esta herencia
epistemológica se pueden mencionar, cierta pretensión de objetividad
epistémica, neutralidad valorativa, precisión, matematización, establecimiento
de leyes y experimentación controlada entre los aspectos más conspicuos
(Pallitto y di Pasquo, 2017, di Pasquo et al. 2020). Es en este marco,
dado por estos parámetros de cientificidad, que la ecología ha dado por sentada
la separación entre el objeto de estudio ecológico y quien lo estudia. Esto es,
se ha asumido que el objeto o unidad bajo estudio es algo separado e
independiente del sujeto que lo indaga. En definitiva, se tratarían de
unidades, fenómenos o hechos de la naturaleza que buscan ser representados y
explicados mediante teorías, modelos e hipótesis desarrolladas al seno de la
disciplina. En este respecto, se puede leer que Pickett et al. (2007:
46), define al fenómeno ecológico como: “Cualquier evento observable,
entidades, o relaciones de interés para los ecólogos.” Y agregan que “…al
referirnos a los hechos en términos de fenómenos, utilizamos estos últimos solo
en el sentido de estados o cambios de cosas independientes del observador y no
como percepciones de un observador.” (Op cit. 2007: 70). Bajo esta línea
argumental, se asume que la naturaleza tiene determinada estructura, la cual
responde al orden de la causalidad y a su vez, espera ser descubierta mediante
la observación, medición y experimentación:
La ciencia es un
esfuerzo por descubrir cómo funciona la naturaleza y utilizar ese conocimiento
para hacer predicciones sobre lo que es probable que en ella suceda. Se basa en
la suposición de que los eventos en el mundo natural siguen patrones de causa y
efecto concretos que pueden entenderse a través de una cuidadosa observación,
mediciones, experimentación y modelado (Miller y Spoolman, 2009: 29).
Al volver sobre
la distinción <absolutismo/relativismo>, se puede sugerir que la ecología
descansa en un absolutismo, en cuanto considera a su objeto de estudio como si
fuese algo incondicionado. O, dicho de otra manera, que no admite la instancia
relativizadora del sujeto que investiga[4]. Este último aspecto abre una diferencia
crucial con la etnoecología (e). Mientras que el conocimiento de la ecología es
considerado como epistemológicamente objetivo y valorativamente neutral y, por
tanto, con la capacidad de describir aspectos de una naturaleza que sería
independiente de los y las humanas; el conocimiento de la etnoecología refiere
a grupos y tradiciones culturales específicas y solo sería válido al interior
de dichas tradiciones (Milton, 1997). En definitiva, la ecología respondería a
los cánones de ciencia occidental denunciados por Latour como aquella ciencia
que permanece en las sombras:
Nosotros los
occidentales no podemos ser una cultura entre otras porque también movilizamos
la naturaleza. No, como lo hacen las otras sociedades, una imagen o una
representación simbólica de la naturaleza, sino la naturaleza tal y como es, o
por lo menos tal y como las ciencias la conocen, ciencias que permanecen en las
sombras, inestudiables, inestudiadas (Latour, 2007: 145).
A partir de lo
dicho y como segunda conclusión parcial, confirmamos un doble movimiento:
mientras que la ecología toma como unidad de estudio la interacción
<ecosistema/especie humana> (tematizando el dualismo
<naturaleza/cultura>) (4.1); soslaya, simultáneamente, la problematización
del dualismo <objeto/sujeto>, dando por sentado que su unidad de estudio
es algo separado e independiente y, por tanto, no condicionado por quienes
realizan la investigación (4.2). Así, la ecología responde a aquellas ciencias
inestudiadas e inestudiables que guardan aquella pretensión de representar la
naturaleza, tal y como esta es.
4.3.
Ecología
y distinción <proxemia/proximidad>
En este apartado
reparamos en la distinción <proxemia/proximidad> para destacar otro
aspecto problemático de la ecología, usualmente, reproducido en el contexto
internacional de las problemáticas ambientales. En este sentido, sugerimos que
a partir del absolutismo implicado en el dualismo <objeto/sujeto> (4.2),
la disciplina renuncia a una relación de proximidad con el entorno, por sobre
una relación de pura proxemia. Enrique Dussel hace uso de esta distinción,
<proxemia/proximidad>, para diferenciar la relación ser humano-cosa, del
encuentro cara-a-cara entre dos seres humanos. Al respecto, se puede leer:
No hablemos aquí
de ir hacia una mesa, una silla, una cosa. Aproximarse a algo, llegar junto a
ella para tomarla, comprarla, venderla, usarla. Aproximarse a las cosas lo
denominaremos la proxemia. Hablamos aquí aproximarnos en la fraternidad, darnos
la mano o herirnos, besarnos o asesinarnos. […] Acortar distancia es la praxis.
Es un obrar hacia el otro como otro; es una acción o actualidad que se dirige a
la proximidad. […] la proxemia es un dirigirse a las cosas. Pero es muy
distinto tocar o palpar algo que acariciar o besar a alguien (Dussel, 2013:
35-36).
A partir de esta
distinción podemos precisar con Dussel, que mientras la <proxemia> se
dirige a describir el encuentro del ser humano con la “cosa” o con un fenómeno
del mundo; la <proximidad> viene a indicar el encuentro cara-a-cara con
un otro, el encuentro con un rostro. Se trata, en este último caso, de
diferenciar ese rostro que interpela y que no puede ser reducido a una mera
“cosa” o a un suceso del mundo. Se trata de una experiencia que exige dar
respuesta, que exige atender y abrirse al otro.
Trascender el
mundo, ir más allá de la ontología supone como condición de su posibilidad la
apertura a ese rostro que no es mera cosa, que no es algo, sino alguien, es
“otro”. El “otro” es alteridad de todo sistema posible no subsumido en el
horizonte ontológico (Gómez Castañeda, 2018: 1).
En este respecto,
darle al otro el lugar que le corresponde, es reconocerlo como alguien que no
puede ser subsumido a una cosa o a un fenómeno del mundo y por ello mismo, no
puede ser subsumido dentro de un horizonte ontológico.
Con esta
distinción, <proxemia/proximidad>, podemos volver al caso de la ecología
para interrogarnos sobre cómo esta disciplina se acerca a su objeto o unidad de
estudio. En este punto, estamos en condiciones de sugerir que la ecología, a
partir de aquella herencia epistemológica, descansa en un encuentro proxémico
con dicha unidad. Esta aproximación, la del investigador o investigadora con su
objeto de estudio, no es análogo al encuentro con un rostro, sino que se trata
de una aproximación con “algo” de la naturaleza, con un suceso o fenómeno del
mundo. El ecosistema, con sus procesos y funciones, sus especies (incluida la
especie humana) y sus intercambios de materia y energía entre niveles tróficos,
son todos sucesos de la naturaleza, que buscan ser representados tal y como
estos son (di Pasquo et al. 2019, di Pasquo et al. 2020, di
Pasquo et al. 2021b). Sin embargo, este encuentro proxémico
característico de la ecología (y en general de todas las ciencias naturales),
no puede darse por sentado en el contexto de las problemáticas ambientales. Y
ello se debe a que no todos los grupos humanos se relacionan con animales,
montañas y ríos como si fuesen simplemente “cosas” del mundo. En este respecto,
Philippe Descola mencionaba:
Tanto en el Gran
Norte como en América del Sur, la naturaleza no se opone a la cultura: la
prolonga y la enriquece en un cosmos donde todo se ajusta a las medidas de la
humanidad.
Muchas de las
características del paisaje están dotadas, en primer lugar, de una personalidad
propia. Identificados con un espíritu que los anima con una presencia discreta,
los ríos, los lagos y las montañas, el trueno y los vientos dominantes, la
barrera de hielo y la aurora, son otras tantas hipóstasis presuntamente atentas
a los discursos y las acciones de los hombres (2012: 40).
Y más adelante
continua:
…la sociabilidad
de los animales es semejante a la de los hombres y se nutre de las mismas
fuentes: la solidaridad, la amistad y la deferencia para con los ancianos […]
Si los animales difieren de los hombres, sólo es entonces por la apariencia,
una mera ilusión de los sentidos, pues las envolturas corporales distintivas
que exhiben no son, de ordinario, más que disfraces destinados a engañar a los
indios. […] Nos equivocaríamos si viéramos en esa humanización de los animales
un simple juego de la mente, una forma de lenguaje metafórico… (Op cit.
2012: 41).
No es este el
lugar para profundizar sobre las diferentes culturas de América del Sur o del
Norte y las diferentes relaciones que guardan con su entorno. Con todo, su
breve referencia pone inmediatamente al descubierto que animales, ríos o
montañas, no pueden ser simplemente tratados como “cosas” del mundo, pues
poseen rostros. Y dichos rostros implican una alteridad que no puede ser
subsumida a ningún horizonte ontológico. De aquí que para diferentes grupos
humanos se pueda destacar que el “…referente común a las entidades que habitan
el mundo no es, por consiguiente, el hombre en cuanto especie, sino la
humanidad en cuanto condición.” (Descola, 2012: 36). Así, por medio de la
distinción <especie humana/condición humana>, podemos sugerir que muchos
animales, ríos y montañas podrían compartir la misma condición de humanidad que
hombres y mujeres, sin compartir la pertenencia a nuestra especie. En rigor,
esta es una diferencia crucial entre la ecología y el modo en que se acerca a
su objeto de estudio y, otros grupos humanos y el modo en que se encuentran con
su entorno. Mientras que la ecología se acerca a fenómenos de la naturaleza
(proxemia), diferentes grupos humanos se encuentran en un cara-a-cara, se
enfrentan a rostros-otros no objetivados (proximidad). Esta diferencia se
agrava cuando se reconoce que las problemáticas ambientales descansan en un horizonte
epistemológico y ontológico desarrollado, esencialmente, a partir de la
ecología (di Pasquo et al. 2021a).
Como tercera
conclusión parcial, subrayamos que la hegemonía epistemológica y ontológica de
la ecología, en el contexto internacional de las problemáticas ambientales,
instala no solo un modo específico de comprender nuestro entorno; sino que,
además, instituye un modo de aproximación a este. Aproximación que privilegia y
fija un modo proxémico de relacionarse con la naturaleza que obtura toda
posibilidad, o bien relega a mera metáfora, cualquier acercamiento al entorno
que suponga una relación de proximidad. Aquel encuentro cara-a-cara con
aquellas entidades que, para determinados grupos humanos, guardan su condición
de humanidad.
Conclusión
Alcanzado este
punto podemos volver sobre las distinciones y los dualismos aquí elaborados y
destacar tres conclusiones principales en torno a cómo opera el discurso
ecológico, en el contexto internacional de las problemáticas ambientales:
Primera conclusión — Sobre el dualismo <naturaleza/cultura> señalamos
que fue recuperado y tematizado a través de la distinción
<ecosistema/especie humana>. Aquí indicamos que la ecología,
efectivamente, toma como objeto de estudio la interacción recíproca entre el
ecosistema y la especie humana y a su vez, destacamos cierto grado de
condicionamiento entre ambos términos (apartado 4.1). Ahora bien, en esta
distinción <ecosistema/especie humana> no se recupera la dimensión
cultural, pues ambos lados de la distinción responden a la dimensión natural.
Recordemos que el <ecosistema> es el modo en que la ecología comprende el
entorno y la <especie humana> es entendida como una de las entidades
bióticas dentro del ecosistema. De aquí, sugerimos que la ecología guarda una
semejanza con el modelo ecosistémico (d) elaborado al seno de la antropología,
para el cual se señalaba la ausencia de la dimensión cultural. Actualmente, la
ecología busca “salvar” esta omisión de la dimensión cultural, por medio de
nociones como la de “servicios culturales” o las “contribuciones no materiales
de la naturaleza”. Es importante subrayar que estos “servicios culturales” o
“contribuciones no materiales…” se montan sobre las ideas de <especie
humana> y de <ecosistema>, las cuales serían anteriores a cualquier
dimensión cultural y a cualquier categoría nativa. En este punto, sugeríamos
que la ecología se aleja de una etnoecología (e), la cual tiene la capacidad de
reconocer a través del estudio de categorías nativas, diferentes modelos locales
de naturaleza que son válidos al interior de tradiciones específicas. Por el
contrario, la naturaleza-ecosistémica, es presentada como válida más allá de
cualquier categoría nativa y por ello, como válida para cualquier grupo humano.
En otras palabras, la naturaleza-ecosistémica es presentada, en el contexto
internacional de las problemáticas ambientales, como una naturaleza de carácter
universal.
Segunda conclusión — Sobre el dualismo <objeto/sujeto>, indicamos
para la ecología una posición absolutista (apartado 4.2). Y esto es así, porque
el objeto o unidad de estudio ecológico es tratado como “algo” del mundo,
separado e independiente del investigador o investigadora y, por tanto,
incondicionado. Recordemos que la ecología, al igual que el resto de las áreas
de la biología, se establece sobre fragmentos de una herencia
empirista-inductivista y neopositivista; dando como resultado, la idea de que
podría representarse la naturaleza, tal y como esta es. Justamente, esta
posición absolutista es la que justifica el argumento de que el objeto de
estudio ecológico sería válido para cualquier grupo humano (primera conclusión). Como sugerimos, es ese objeto el que
sería tratado como algo anterior a cualquier categoría nativa. Nótese aquí, el
doble movimiento: a la vez que la ecología toma como objeto de estudio la
interacción <ecosistema/especie humana> (tematizando el dualismo
<naturaleza/cultura>) (4.1), simultáneamente, trata a este mismo objeto
como “algo” del mundo (soslayando la elaboración del dualismo <objeto/sujeto>)
(4.2). Dicho con otras palabras, la ecología oculta que su objeto de estudio es
objeto para un sujeto (personas que hacen investigación experta sobre ecología[5]).
Tercera conclusión — Sobre la distinción <proxemia/proximidad>,
sugerimos que la ecología se acerca a su objeto o unidad de estudio mediante un
encuentro proxémico. Esto es, los expertos no se encuentran con rostros del
entorno (proximidad), sino que se acercan a “cosas” del mundo (proxemia)
(apartado 4.3). En efecto, la ecología busca propiciar un encuentro proxémico
con fenómenos del mundo que deben ser representados y, por tanto, que pueden
ser alojados dentro de su horizonte ontológico. Resta agregar que mediante esta
proxemia la disciplina obtura completamente su capacidad (y la de quienes
adscriben a sus conocimientos) para observar y poner en consideración
relaciones de proximidad. En contrapartida, los modelos de naturaleza locales
no restringen a priori ni relaciones proxémicas, ni tampoco de
proximidad (Toledo y Barrera-Bassols, 2008, Descola, 2012). En rigor, estos
modelos cuentan con la potencialidad de tematizar el encuentro con un otro u
otra, que bien podría compartir la condición de humanidad sin compartir la
pertenencia a nuestra especie.
Alcanzado este
punto, y bajo “…la convicción de que la institución científica constituye en
nuestra época uno de los más potentes dispositivos de poder…” (Ibañez, 2005:
10), queremos destacar que no tratamos únicamente de poner sobre relieve la
omisión del dualismo <objeto/sujeto> en el discurso ecológico; ni tampoco
se trató, únicamente, de una elucidación epistemológica acerca de la ecología.
Se trata más bien de visibilizar una estrategia de dominación, la cual consiste
en universalizar una naturaleza invisibilizando otras. Estrategia que regula la
forma que debe tomar nuestro entorno (naturaleza-ecosistémica), el modo de
aproximarnos a él (proxemia), las voces autorizadas (personas que hacen
investigación experta en ecología) y, la comprensión de las problemáticas
ambientales a partir de ciertos conocimientos (conocimientos ecológicos). La
regulación de estos elementos crea y desplaza, tácitamente: la omisión de otras
formas de naturaleza (modelos locales de naturaleza), las maneras de acercarnos
a ellas (proximidad), las voces no autorizadas (personas que no hacen
investigación experta) y, en el mejor de los casos, relega a mera metáfora a
otras formas de conocimiento (sea tradicional, indígena o rural). Entendemos
que esta estrategia de dominación se deja ver mediante el doble movimiento que
describimos para el discurso ecológico: trayendo a primer plano el dualismo
<naturaleza/cultura> a la vez que soslayando el dualismo
<objeto/sujeto>. Y ello es así, porque al tratar las diferencias
culturales como subsumidas dentro de la especie humana (apartado 4.1) y al
tratar a su objeto como algo incondicionado o absoluto (4.2), lo universaliza
para cualquier grupo humano, cualquier territorio y cualquier problemática
ambiental imaginable. De aquí que esta forma de operar del discurso ecológico
dista de ser neutral y responde nada menos que a una estrategia de dominación
discursiva.
Es en el contexto
de la problemática ambiental, que la universalización del discurso ecológico
alcanza una dimensión política que no debe ser omitida. Así, frente al
reconocimiento y disputa de diferentes modelos de naturaleza, aquellas personas
que hacen investigación experta siempre pueden argumentar que sus objetos de
estudio (por ej. el ecosistema, la especie humana, las interacciones
ecológicas) son “cosas” del mundo. Y aquí, la convicción de estar frente a una
cosa del mundo, automáticamente, descalifica cualquier punto de vista
alternativo (Ibañez, 2005). Asimismo, la recepción, reproducción y
amplificación de este discurso ecológico a través de: políticas públicas,
declaraciones ambientales, el accionar de las comunidades expertas, manuales de
educación ambiental, instrumentos legales y la intervención de ONG y organismos
internacionales, terminan por restringir y coaccionar las condiciones de
existencia de diferentes territorios. Condiciones de existencia que responden a
modelos de naturaleza locales y no una naturaleza-ecosistémica, pretendidamente
universal.
Estamos en
condiciones de sugerir que el absolutismo registrado para el discurso ecológico
(4.2), deviene en una imposición autoritaria que responde a una dimensión
política más que epistemológica. Así, frente a esta estrategia de dominación
discursiva se revela la importancia de una posición relativista. Dicha
posición, permite politizar este enraizado horizonte epistemológico y
ontológico de la ecología, al sustraerle aquel carácter pretendidamente
absoluto y en última instancia, dogmático. Debe quedar claro que la posición
relativista no deviene de manera automática en la admisión a-crítica de una pluralidad
de naturalezas y, mucho menos establece la imposibilidad de elegir, por buenas
razones, un modelo de naturaleza por sobre otros. Lo que, si establece, es que
ninguno de estos modelos pueda ser tratado como incondicionado (o absoluto). Y
si ningún modelo de naturaleza es absoluto, en rigor, se dio un paso necesario
(aunque no suficiente) a la posibilidad de politizar diferentes maneras de
concebir nuestro entorno. Resta agregar que la posición relativista, resulta
más una alternativa dirigida a fortalecer la dimensión política de las
problemáticas ambientales que a encauzar una elucidación acerca de la
epistemología de la ecología.
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TEORÍA Y PROCESO DE LOS DÚOS EN CIENCIA
THEORY AND
PROCESS OF DUETS IN SCIENCE
TEORIA E PROCESSO DE DUPLAS NA CIÊNCIA
Lucas
Rimoldi
(Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina)
llrimoldi@yahoo.com
Alicia
Monchietti
(Universidad
Nacional de Mar del Plata, Argentina)
almonchietti@mdp.edu.ar
Recibido: 28/07/2022
Aprobado: 10/01/2023
RESUMEN
La escritura a
dúo en ciencia establece un “tercer espacio” entre trabajar y publicar solo y
hacerlo grupalmente. Reduce el aislamiento, apoya la motivación y aporta seguridad
para tomar riesgos. Más influidos por las peculiaridades institucionales que
les dan marco que los dúos de escritura de otra índole, en el orden de su
constitución, los distingue estar conformados por investigadores de la misma o
distinta disciplina. En este proceso conjunto se disponen, obtienen y comparten
recursos intelectuales y materiales con la meta primera de generar y comunicar
conocimiento científico, por lo que la publicación científica es su principal
output. Establecemos sus fases en la secuencia
investigación/escritura/corrección-publicación, que describimos según un
abordaje de tipo procesual. El mismo nos permite poner de relieve el interjuego
de factores de tipo psicológico y sociológico, metodológico y técnico, e
institucional y ético.
Palabras
clave: epistemología. escritura. dúo. ciencia.
ABSTRACT
Duet
writing in science establishes a “third space” between working and publishing
alone and doing it in a group. It reduces isolation, supports motivation and
provides confidence to take risks. More influenced by the institutional
peculiarities that frame them than other pairs of writers, in the order of
their constitution they are distinguished by being composed by researchers from
the same or different disciplines. In this joint process, intellectual and
material resources are made available, obtained and shared with the primary
objective of generating and communicating scientific knowledge, with scientific
publication being its main output. We established its phases in the
research/writing/correction-publication sequence, which we describe according
to a process-type approach. It allows us to highlight the interaction of
psychological and sociological, methodological and technical, institutional and
ethical factors.
Keywords:
epistemology. writing. duet. science.
RESUMO
A escrita em dueto na ciência estabelece um “terceiro espaço” entre trabalhar e publicar sozinho e fazer em grupo. Reduz o isolamento, apoia a motivação e fornece confiança para assumir riscos. Mais influenciados pelas peculiaridades institucionais que os enquadram do que outras duplas de escritores, na ordem de sua constituição, distinguem-se por serem compostos por pesquisadores da mesma ou de disciplinas diferentes. Nesse processo conjunto, recursos intelectuais e materiais são disponibilizados, obtidos e compartilhados com o objetivo primordial de gerar e comunicar conhecimento científico, sendo a publicação científica sua principal saída. Estabelecemos suas fases na sequência pesquisa/escrita/correção-publicação, que descrevemos segundo uma abordagem do tipo processo. Permite-nos destacar a interação de fatores psicológicos e sociológicos, metodológicos e técnicos, institucionais e éticos.
Palavras-chave: epistemologia. escrita. dupla. ciência.
1.
La escritura a
dúo en ciencia concita dos actividades usualmente solitarias, y en virtud de la
necesaria relación interpersonal entre los participantes que investigan y
escriben, aporta beneficios cognitivos y emocionales, que contribuyen a las
competencias y competitividad autoriales, y a la creatividad y la innovación
disciplinar. Crea un “tercer espacio”, entre trabajar y
publicar solo y hacerlo grupalmente. Creamer y Hutcheon han abordado el tema discriminando los dúos de
formaciones más nutridas y dando centralidad, entre sus múltiples facetas, al
aspecto vincular (Creamer 1999, 2004; Hutcheon y Hutcheon 2001). Por nuestra
parte, dentro de una serie de trabajos conjuntos, hemos realizado un abordaje
de tipo panorámico (Rimoldi y Monchietti 2020). En los límites del estado del arte gravitan otros trabajos sobre
los usos, funciones y reconocimiento de la autoría múltiple en publicaciones
académicas (Silva 2005), ligados a las metodologías cuantitativas utilizadas en
cienciometría y bibliometría.
En principio los
dúos académicos ostentan dos características diferenciales: están menos
apoyados en afinidades empáticas que los dúos de escritura de otra índole a la
vez que, comparativamente, se ven más influidos por las peculiaridades,
necesidades y mecanismos institucionales que les dan marco. En el orden de su
constitución, los distingue estar conformados por investigadores de la misma o
distinta disciplina.[6] Durante el desarrollo de un proceso
conjunto disponen, obtienen y comparten recursos intelectuales y simbólicos,
materiales e institucionales con la meta primera de generar y comunicar
conocimiento científico, y en ocasiones también tecnológico, por lo que la
publicación científica es su principal output.
Establecemos sus fases en la secuencia investigación/escritura/corrección-publicación,
que desplegaremos según un abordaje de tipo procesual a lo largo de tres
incisos. El mismo nos permite poner de relieve y vincular factores en juego de
tipo psicológico, antropológico y sociológico, metodológico y técnico,
institucional y ético.
De forma
introductoria adscribimos el aspecto identitario a condiciones generales de
orden antropológico. Tomasello, co-director del instituto Max Planck de
Antropología Social, hace pié en la etología de los primates para postular como
característicamente humanas la empatía y el cálculo del riesgo futuro. Basa la
capacidad de cooperar en las habilidades de los seres humanos de comunicarse
entre sí, de coordinar mediante la atención conjunta y las perspectivas
individuales actividades tendientes a una meta común con rédito mutualista
concreto, y de dividir el trabajo así como roles respectivos e
interdependientes (2010 74, 81, 94). Si además de coincidir en las finalidades
del proyecto en un punto de llegada consensuado los actores comparten los
mismos valores, el compañerismo se incrementa. Tomasello señala la cualidad de
disfrutar y sentir gratificación por las tareas intermedias, incluso a veces
más que por la consecución de la meta instrumental, lo cual coincide con una de
las dos conclusiones centrales a las que arribamos en nuestro trabajo, que la
escritura a dúo se caracteriza por el disfrute que provoca su ejercicio
(Rimoldi y Monchietti 2020, 116). Partimos entonces de entender que los
siguientes infinitivos sintetizan las acciones necesarias de base:
simpatizar-copensar-cooperar.
En la elección
del colega, y como en toda relación de a dos, por lo menos al inicio interviene
una atracción por algo que creemos tiene el otro y nos puede aportar, ya sean
temas, fuentes, datos, expertise, financiamiento y atravesándolo todo
reputación porque, como indica Bourdieu, esta es la primera moneda de cambio en
la academia (20, 105-7). La tarea inicial es, nada más y nada menos, establecer
el dúo. Si se cursa con éxito tal instancia de constitución y el dúo se
desarrolla fortaleciéndose, su clima habilita un reflujo que permite el
desbloqueo de ideas, articulaciones y proyectos. Sin embargo, como elección
recíproca, muchas posibilidades no pasan de la fase de la propuesta al no ser aceptadas
mientras otras aparecen impuestas por el contexto laboral y las posiciones que
las personas tienen en las instituciones. Unas más se diluyen en un marasmo de
formalidades y esterilidad porque demasiado respeto o demasiado recelo impiden
poner la cabeza en las manos del otro. Por último otras, por lo demás
prometedoras, corren el albur de sucumbir cuando las concesiones no son mutuas.
Los factores motivacionales personales pivotan con las redes personales y el
capital social, igualmente importantes respecto de la posibilidad de que el
vínculo prospere. El cálculo de lo que se ofrece y lo que se busca colinda con
el de estructuras jerárquicas y relaciones de poder.[7]
Lo que sigue
refiere a los dúos de largo aliento o más productivos, son los que posibilitan
un trabajo más rico y sedimentado que permite la profundización, el despliegue
de un abanico de temas y potencialmente la innovación teórica; la cual requiere
familiaridad intelectual y más tiempo (Creamer 1999, 271-3). En la literatura
citada, Creamer instrumenta un enfoque sociológico de base empírica y analiza
el testimonio de 80 parejas de académicos, distinguiendo los dúos por
longevidad como de larga duración, intermitentes y eventuales. También lo hace
según el número de publicaciones logrado, y según la cantidad de problemas
abordados y la variedad de teorías combinadas (268). Se trata de parejas
académicas que llevan una relación en la vida real y en las que la inmediatez y
la mayor frecuencia del feedback mediante conversaciones informales,
constituyen factores distintivos y de incremento de la calidad del trabajo
(Creamer 271; Kraut, Egido y Galegher 155). Por su parte tanto Hutcheon y
Hutcheon como Elbrecht y Fakundiny relatan en primera persona intimidades
afectivas involucradas en dicho proceso. Ambos escritos de a dos como la mayor
parte de los trabajos sobre dúos de escritura, contienen significativas
referencias meta-autorales. Que estos tres estudios enfoquen el aspecto
intersubjetivo mientras dan cuenta del caso de “compañeros domésticos” en el
sentido de pareja, resulta natural en tanto proceden de las humanidades. Pero
cabe puntualizar que los dúos en ciencia con una relación extra-profesional de
tipo familiar abarcan otras variantes y son numerosos los formados por padres e
hijos o hermanos. Se ha señalado con pertinencia que en ocasiones la
colaboración responde principalmente a mantener una relación personal
pre-existente, de manera tal que en vínculos afectados por la separación
física, provea una buena razón para seguir en contacto (Kraut, Egido y Galegher
152).
En todo caso los
dúos de larga duración se revisten de una afectividad necesariamente positiva y
de un componente de amistad, con prevalencia de solidaridad y consenso. Tanto
como detentar una posición profesional sólida, el buen humor comunicativo y el
don de la gratitud favorecen su desarrollo exitoso.[8] En los dúos de escritores no todas son
rosas y siempre está latente la agresión primaria y sus múltiples
manifestaciones. El escollo más frecuente deriva de la tentación de convertirse
en el autor principal: la riqueza y el placer de trabajar juntos chocan con la
necesidad o la intención de recibir crédito individual, sobre las que opera la
incidencia de agentes institucionales de evaluación y promoción, de colegas y
editores. Se genera tensión.
La etapa inicial de concepción y diseño de investigación requiere batirse
reiteradamente con la formulación del problema que se plantea indagar. Hay que
precisar una y otra vez dicha formulación, lo que supone entre otras cosas establecer
y actualizar el estado del arte, tener en cuenta la inserción y los paradigmas
individuales y culturales de ambos participantes, que se proyectan con
diferente peso en los conceptos teóricos que aparecen en la presentación del
objeto. Como parte de las interacciones que anteceden a la escritura, el
intercambio de bibliografía resulta fundamental en esta etapa de adecuación de
elementos de los modelos metodológicos, cuando también se reparten tareas y se
empiezan a realizar acciones complementarias a las del otro. El dispositivo
dual suele reducir la inercia que puede bloquear la investigación y fortalecer
la atención a obstáculos epistemológicos como insuficiencias de reflexividad o
adhesión a prenociones.
Trabajar con un investigador de otra disciplina probablemente nos haga ver
nuestras ideas con una luz nueva. La interdisciplina requiere apertura mental,
interés e inmersión en el otro punto de vista junto con capacidad de pensar en
los términos del otro, en un proceso de familiarización con la expertise ajena
que se desarrolla a lo largo del tiempo, si se está dispuesto a modificar el
propio y construir uno alternativo, en la búsqueda creativa y solidaria de
nuevos caminos. Permite definir y abordar problemáticas que escapan a la
examinación desde una sola disciplina. En la escritura a dúo, desde las
primeras articulaciones hasta la elaboración final, muchos hallazgos derivan de
la energía dedicada a sopesar las sutiles maneras en que las dos perspectivas
varían, cuán productivas pueden tornarse las tensiones a nivel conceptual y
cómo pueden fundirse en algo innovador, superador de las limitaciones de los
enfoques dominantes y las tradiciones ya erosionadas a nivel de doxa (Mansilla,
Lamont y Sato, 2, 8). Lo cual es emancipador y aporta al bien de la ciencia. El
mayor beneficio que los dúos interdisciplinarios reportan a sus integrantes es
ampliar el horizonte epistemológico de sus indagaciones y habilitarlos a
realizar operaciones epistemológicas más complejas, que incluyen, pero
trascienden, la de mixturar la expertise propia de sus respectivos campos.
Formar un dúo en
ciencia es realizar una toma de posición que se engasta en una trayectoria.
Puede resultar un hito para el status académico, el desarrollo intelectual y la
historia cognitiva de los participantes.[9] Sin llegar a obliterar o sacrificar la
existencia propia, presenta el dilema de resignar parte de la autonomía al
brindarse (Tomasello 71). Tampoco implica el desdibujamiento de la
individualidad de cada investigador como autor único. Lo que se produce es una
tensión en el sentido de estiramiento o elongación debida al despliegue,
rediseño y extensión del yo autoral (Elbrecht y Fakundiny 245). A este
respecto, y desde este punto de vista de la trayectoria, como cada autor
constituye un campo de coherencia conceptual o teórica, abrir por demás el
espectro de temas o metodologías (riesgo que se incrementa en los casos de
interdisciplina) impacta negativamente en la identidad académica. Este efecto
de dilusión se produce, por ejemplo, cuando las “salidas del campo” de los
investigadores senior no conducen a resultados científicamente significativos;
mientras que si lo hacen fortalecen su identidad profesional en términos de
originalidad y capacidad. Considerando longitudinalmente la trayectoria, Creamer
y luego Hutcheon alegan que este tipo de colaboración no es aconsejable para
los autores noveles y con menos capital científico al no tener establecido el
nombre individual:
Because it
complicates evaluation, most long-term collaborative relationships, especially
with a mentor or someone percieved to be senior in rank, are discouraged in the
traditional academic reward structure. Participants cautioned that embarking on
such a collaboration is risky before an independent reputation as a scholar is
firmly established (Creamer, 1999: 275; y 270. Véase Hutcheon, 2001: 13-68).
Hay ideas,
hipótesis, tesis que no son generalizables y creemos que esta es una de ellas.
Por ejemplo, habría que incluir en este cómputo los beneficios de otra manera
inaccesibles que puede reportarle a un investigador junior el trabajo junto a
alguien bien plantado en su campo, como parte de un dúo que pareciera más
coyuntural, pero que en ocasiones se prolonga mientras el discípulo va
madurando profesionalmente y aún más allá. Dentro de esta dinámica interactiva,
Steiner advierte además el rol activo del discípulo, que realza, disemina o
traiciona las energías que conforman la identidad del mentor (143). En suma, en
cuanto al desarrollo de la trayectoria y de la identidad profesional, la opción
más atractiva parece ser combinar lo individual con lo dual y lo grupal (los
científicos más productivos publican de estas tres maneras).
La perspectiva de
un modelo ecológico como sistema múltiple en que intervienen interacciones y
juegos de factores individuales, interpersonales, de contexto institucional y
societarios, nos permite integrar otras consideraciones que hacen al tipo de
colaboración tratado. El siglo XXI promueve como modélicas formas de identidad
vinculadas a numerosas propuestas identificatorias deletéreas, que modifican el
diálogo y los lazos de sociabilidad genuinos. La comunicación virtual debilita
los componentes empático y ético que caracterizan al vínculo cara a cara y
avalan el compromiso mutuo, detalle significativo si consideramos que según The
Royal Society, el 90 por ciento de todas las colaboraciones científicas
comienzan cara a cara (65). El giro digital hace que las redes de trabajo y de
conocimiento relacionadas con la conexión a redes virtuales en la era bluetooth tiendan a lo flexible y
efímero, a la vez que facilita el trabajo de investigadores de distintos
equipos, países o tipo de formación, quienes desde un proyecto común y en una
dinámica que revierte en el logro de mayores presupuestos, pueden realizar trabajos
más ambiciosos y producir panoramas ampliados con nuevas preguntas que hacen al
avance científico. Como una de las direcciones en las que empuja la academia,
puede considerarse estimulante para la formación de dúos la promoción y demanda
de cooperación internacional (The Royal Society, esp. 66, y 62).
Porque, es claro
que la escritura científica como acto organizacional responde a las
condiciones, incentivos y límites que presenta la institución para la cual se
trabaja y que, como marco, determina su tipología escénica. En las facultades
de humanidades, caracterizadas por su amplia dispersión del rango de tópicos y,
especialmente, por la baja tasa de interacción, esta práctica es inhabitual
como consecuencia del encumbramiento de una “originalidad” que termina siendo
egoísmo y egolatría (Creamer 2004, 557; Steiner 155). Imponen al investigador
la illusio de que la vitalidad del
campo reposa en los talentos y habilidades de cada uno como individuo, y de que
se trata de una vida solitaria. Mientras, en las de exactas tampoco es la más
común debido a la promoción de formaciones más nutridas por cuestiones
metodológicas, y porque los créditos por publicación se otorgan con criterios
que desafían las ya referidas pautas internacionales de atribución de autoría,
por ejemplo en cuanto a aporte personal significativo. En este caso frente a la
naturaleza laboriosa y demandante del dúo, y al ingente tiempo que consume,
resulta más atractivo participar de una autoría múltiple derivada del envío de
datos, muestras, mediciones o resultados de experimentos.
2.
En lo técnico
esta práctica reporta ventajas y desventajas, implica esfuerzo y la reiterada
superación de escollos. Cada dúo busca un punto de partida que les vaya bien a
ambos autores y un método que haga que la escritura se produzca, un método de
escritura. De manera generalizada el feedback es considerado como la esencia en
tanto permite que todos los otros principios funcionen. Desde el inicio la base
ineludible es la charla iterativa, que permite primero cultivar parcelas de
terreno común, merodear temas y realizar tormenta de ideas. En este punto el
compañero opera como un pararrayos que aprovecha: capta, baja y convierte. La
escucha profunda e inmersiva de la otra voz da lugar a un continuum psicoacústico y una resonancia que ampliará la voz
individual. La resonancia tiene componentes corporales y visuales, más
significativos cuando media la presencialidad, pero fundamentalmente conlleva
una ética de la escucha y un efecto diapasón que facilita sucesivos
afinamientos. Para nosotros un beneficio central de los dúos es habilitar a sus
participantes a abordar y desarrollar temáticas que les resultan ajenas en términos de individualidad, y por
lo tanto la conquista de territorios de otra manera inaccesibles. De la puesta
en juego común de hipótesis, conceptos, bibliografía y metodologías resulta un
repertorio más vasto en que los temas se agitan y combinan como en las figuras
de un caleidoscopio. Se abren miradas diferentes sobre esos temas y discusiones
más profundas de índole cognoscitiva, gnoseológica y epistemológica.
El clima de
autoabastecimiento y capacidad surgido de la aprobación inicial, se continúa
cuando ambos colegas se infunden valor para avanzar sobre sus hallazgos. En
este sentido el cobijo que provee la construcción de atmósfera común otorga
inmunidad frente a dudas individuales y temores profesionales.
La conversación
va tomando la forma de escritura y la cataliza, lo conversado se internaliza y
luego re-externaliza en el texto. Son horas de charla mientras se buscan
fuentes, se aclara la organización y se eligen las palabras justas.
El manuscrito va
y viene, en una dinámica de lectura mutua, reescrituras y relecturas. Puede
hablarse de una escritura reactiva, sincrónica y/o paralela. Porque las
actividades de escritura realmente no se realizan bajo una secuencia rígida,
sino en o mediante rondas iterativas, presenciales o no, de lectura y revisión.
El control de las versiones es una de esas actividades y demanda tiempo,
concentración y coordinación. En el manuscrito confluyen dos estilos y en esta
etapa se negocian dos patrimonios lexicales y hasta culturales que, en el caso
de la interdisciplina, aparecen fuertemente influidos por usos, modos y modas
propios de las diferentes áreas del conocimiento. Un científico puede seguir
eficientemente un patrón de pre-escritura/escritura/corrección, otro
caracterizarse por lo incisivo de sus análisis y la organización de los
contenidos, mientras hay quienes se destacan por otorgar a sus escritos interés
personal y comunicatividad y por calcular eficientemente la audiencia. Es
decir, en la amalgama de estilos convergen estrategias que probablemente
difieran en más de un aspecto, por ejemplo las estrategias de revisión. Quienes
comparten campos considerados de bajo consenso, como las humanidades y las
ciencias sociales, tenderán a manifestar diferencias sustantivas de opinión más
pronunciadas que las usuales en otras áreas (Creamer 2004, 557). De la
negociación debe resultar una sinóptica convergencia de perspectivas, con
ajuste y síntesis.[10] Requiere flexibilidad y una sinergia que
comprende el respeto por las habilidades del otro, además de por sus
conocimientos e intuiciones (Elbrecht y Fakundiny 250, Creamer 2004 563). Es
necesario resignar algunos tics y rituales personales de concentración,
motivacionales o anti-caos a los que cada académico está habituado, y así
disminuir las frustraciones potenciales que siempre acompañan el proceso de
trabajo.
Pensando y
escribiendo junto a otro uno se enfrenta ineludiblemente a estilos diferentes y
tiene la posibilidad de aprender nuevas habilidades con la supervisión del
colega. La influencia mutua puede por ejemplo mejorar el estilo personal de
resolución de problemas de escritura, o de gestión de la publicación de los
resultados. Pero como ya sugerimos, lo más relevante en la escritura a cuatro
manos en ciencia, más que un nuevo acervo estilístico alternativo, es el cambio
epistemológico que viene imbricado en el proceso. Quedará vedado a quienes por
características psicológicas, situaciones vitales, institucionales o sociales
no se sienten cómodos con la perspectiva de cooperar.
Durante la
preparación del manuscrito, en la superficie del discurso se juegan diferentes
modalidades de presentación del emisor. Por ejemplo, en las humanidades, dentro
de las elecciones autorales predominan dos actividades de tratamiento
discursivo, los cambios de perspectivas enunciativas, y las caracterizaciones,
glosas o comentarios de las expresiones utilizadas en el decir propio, menos
frecuentes en otras áreas del conocimiento. Las huellas de la presencia del
locutor se observan en indicaciones de persona, comillas, conectores
argumentativos, recapitulaciones y negaciones. Como las ciencias humanas se
ocupan esencialmente de hechos de significación no es de extrañar que potencien
el trabajo con la palabra. En las ciencias naturales se tiende a omitir las
marcas de punto de vista propio y de los otros científicos, de mediación y de
interpretación. En efecto, cada comunidad discursiva también ostenta matices en
la relación con el discurso de los otros, en medicina y psicología los
antecedentes, aportes e ideas de otros especialistas suelen discutirse menos a
través de la inclusión de citas de sus discursos que de la citación bajo la
forma de resultados alcanzados. En la interdisciplina todo esto se dirime en
aras de lograr un ethos académico
aceptable, para los dos autores y para el medio en que se pretenda publicar.
En esta modalidad
de escritura científica se piensa de manera más compleja sobre cómo piensan los
otros, y eso hace a sus integrantes mejores escritores. Los lectores son una
masa invisible, “fantasmal”, y en la imaginación se los construye asumiendo sus
pensamientos y sensaciones, para replicar tanto como se pueda a los lectores
interesados en el tópico en cuestión que existen en el mundo real. Dado que el
colega, especialmente en este momento del proceso, actúa como primer lector y
audiencia real, mejora el sentido de la recepción y el cálculo de la
legibilidad.
Ya mencionamos
como en nuestros mundos espumas (según la expresión de Sloterdijk) el auge
tecnológico pone a mano recursos facilitadores de las prácticas colaborativas,
como los procesadores de texto y el correo electrónico ya de uso masivo en la
década de los 90. En un paisaje éticamente poco grávido y propenso al patchwriting, añadimos que los softwares proliferan vertiginosamente y
con frecuencia dejan de ser herramientas para tornarse en obstáculos.
La presión por
obtener créditos por publicaciones junto con los criterios de medición de
productividad intensifica el debate sobre el orden en que aparecen los
coautores o sobre su ubicación en portadas y portadillas, tornando dificultosa
la perspectiva estimulante de formar un dúo. Antes de tratar este aspecto, observamos
que el sistema científico fomenta el ego y, muchas veces, inhibe o impide la
buena escritura.
3.
La comunicación
de resultados validados por la comunidad científica es central entre los
factores causales motivacionales de este proceso mutualista. El cálculo de la
recepción se actualiza y capitaliza en la tarea de corrección del manuscrito en
vistas a la fase de aprobación externa y distribución, momento en que los
científicos toman su chance de definir la colocación de los resultados
obtenidos, el campo específico y el medio a los que apuntan. El trabajo a dúo
duplica el refinado (Posner y Baecker 1992, 128). La corrección comienza en
consultas mutuas y se extiende hasta que se resuelven las revisiones,
explicaciones, añadidos, rectificaciones o supresiones solicitados por los
editores tras la evaluación de pares anónimos. La elaboración de ese postprint será el último requisito
previo a la publicación. En la fase “logística” y de edición las estrategias
incluyen procesar los rechazos de las revistas, evaluar modificaciones y nuevas
postulaciones. La difusión puede facilitarse y su suceso potenciarse si uno de
los autores posee en su campo un monto de consagración significativo, como en
el caso de un académico con contactos (“rompeportones”) para presentar en una
editorial de prestigio capítulos de libro o libros. Otras maneras de diseminar
la producción del dúo son las reuniones científicas, bajadas pedagógicas a
nivel de docencia universitaria, y actividades de extensión y divulgación. Pero
el carácter científico sólo se completa con la aprobación de la evaluación
doble ciego en un órgano de calidad certificada.
Es en esta etapa
cuando cobra protagonismo la dimensión ética, y toda la literatura sobre
multiautoría en ciencia converge al respecto (Silva 2005). En términos
generales y de capacidad humana para elegir o rechazar las cosas en la
dimensión de lo volitivo, la ética abarca las reglas y las pautas espirituales
que rigen nuestra vida, las razones que justifican nuestras acciones y
conductas, y los valores sociales que atañen al respeto y las obligaciones con
nuestros semejantes. Fundamenta la responsabilidad moral y la integra un
conjunto de hábitos mentales, de comportamiento y de sentimiento.
En la política de
escritura del dúo, la ética atañe a los acuerdos explícitos e implícitos sobre
las responsabilidades y beneficios compartidos y queda establecida en una serie
de reglas de convivencia y trabajo. Cuando escuchamos genuinamente o leemos responsablemente
respetamos el buen ethos del dúo. Los
hábitos de conversación razonada permiten superar la crítica negativa y
penetrar en el material del otro productivamente. Este diálogo incluye la
tolerancia a algunas diferencias subjetivas irreductibles. Lo que no pueden
faltar son las expresiones de deferencia y reconocimiento dispensadas al
colega, pequeñas o generosas, pero algunas de ellas necesariamente públicas,
que acompañen el recorrido científico compartido.
El no respeto de
las pautas, las faltas a la confianza profesional o, como sugerimos al inicio,
a favores comprometidos, resultan en conflictos que manifiestan la siempre viva
agresividad primaria (Steiner 173). Celos y vanidad inflaman componentes
polemógenos que atentan contra el clima cordial y pueden romperlo. Las
situaciones potencialmente conflictivas se exacerban en vistas a la
distribución y conversión de capital simbólico, de consagración y económico: de
los debates y dudas sobre el orden jerárquico de aparición de nombres (la
co-autoría incluso puede ser disimulada y hasta negada), pasando por la gestión
y administración de derechos de autor (cuando hay patentes de por medio se
trata de acuerdos comerciales con participación de la institución
financiadora), hasta los efectos privados y públicos de la atribución del
aporte individual por parte de los agentes que intervienen en la evaluación,
difusión y recepción crítica del material. Creamer coincide en que las
cuestiones de reconocimiento son las que juegan el mayor rol en la consideración
de los sujetos de detener la colaboración (1999, 270). Para paliarlas los
investigadores pueden alternar como primeros autores a lo largo de las
publicaciones, o designar al segundo autor como autor correspondiente.
Así como todo el
proceso está jalonado de momentos de desarmonía, displacer, estancamiento o
caos, las reglas de este juego implican elasticidad y toques de informalidad.
Pero el límite que no puede rebasarse sin amenazar seriamente la cooperación y
sus beneficios es el de la partición justa y respetuosa de los beneficios: más
allá la colaboración se desmorona y disuelve (Tomasello 102). Cuando la
violencia o la traición proceden del interior, y como en tiempos de guerra, el
colaborador se transforma en colaboracionista. La suspensión o la ruptura del
dúo se producen a partir del momento en que uno de los actores estima que ya no
obtiene nada de la cooperación tal y como funciona, o que tiene más que ganar
si sale que si se mantiene dentro. Inversamente, fidelidad y compromiso como
prácticas sociales y temporales que crean una duración y establecen un lazo con
el futuro, resultan fundamentales cuando se revalida con otro el intercambio de
acciones y pasiones para componer un corpus
más potente.
La literatura
describe un desdibujamiento actual de los criterios éticos de la profesión que
puede afectar asimismo la dinámica dual (Browman y Stergiou; Ioannidis; Silva
88). En 2016, la editorial Taylor and Francis envió a sus colaboradores una
encuesta de 5 páginas que enunciaba su intención de afinar los criterios de
valoración para determinar y asignar la coautoría en el proceso de edición.[11] Las duplas no coyunturales formadas por
investigadores senior con sus
becarios o tesistas nos sirven para ejemplificar otro arco de situaciones que
justifican la misma preocupación. En uno de sus extremos encontramos la
apropiación por parte del tutor de la tesis de su dirigido cuando se fuerza la
publicación de resultados en co-autoría. No es que impartiendo órdenes,
organizando y corrigiendo el director no trabaje, sino que se aprovecha de la
jerarquía para añadir a los beneficios genuinos de la dirección los de
publicaciones que no le corresponden. El dúo aloja entonces autorías
injustificadas, inmerecidas u honorarias, también llamadas guest o guift. El otro extremo
es la obliteración de su estatuto de co-autor cuando por diversos motivos su
labor excede la supervisión y alcanza una participación significativa en la
producción del texto del dirigido. Esta infracción o forma de autoría
conflictiva se denomina incompleta o fantasma (ghost) y omite a uno de los participantes, una forma de plagio que
en el caso de un dúo es imposible adjudicar al desconocimiento o la confusión.
La participación de un negro o ghostwriter
es una eventual contracara de la escritura a dúo tal como la entendimos aquí.
Este tipo de deshonestidades resuenan en la humorada de Proust, cuando en Por el camino de Swann se reía del
erudito estafador que empleaba en la confección de palimpsestos una energía y
un saber tales, que sólo con la centésima parte se hubiera ganado una posición
más lucrativa pero honrada.
Conocer de manera
práctica la escritura a dúo es un beneficio para hablar de ella, como en este
caso, en que colaboramos para contarla. Nuestro dúo aunó las disciplinas Letras
y Psicología e implicó incorporar recíprocamente nociones para una enriquecida
puesta en común de los objetos abordados. Con edades distintas, cada uno ha
publicado como autor único y junto a otras personas numerosos trabajos. Miradas
teóricas múltiples (a veces contradictorias entre sí), jergas y estrategias
disciplinares y personales diferentes incrementaron la fertilidad pero también
hicieron más difícil la labor. El objetivo fue arribar al mejor resultado que
pudiéramos lograr, bajo el compromiso de mantener la relación por encima de los
problemas. Hubieron titubeos y desacuerdos pero desde el comienzo, de fondo, la
determinación de poner tesón y superar los inconvenientes. Largas y periódicas
sesiones de discusión, agotadoras pero también maravillosas, nos permitieron
debatir palabra a palabra, en algunos casos evaluar su uso en cada disciplina,
y qué tipo de datos eran aceptables como evidencia en ellas. En momentos
ríspidos uno cedía en la elección de una palabra o su ubicación en alguna
frase, y el otro hizo lo mismo. Volvimos a aprender a articular y formular.
Una espontaneidad
un tanto salvaje engendró tramos felices y momentos de marcha fuera de carril.
Así el investigador más experimentado realizó hallazgos y lanzó ideas de mayor
alcance teórico, y al compañero correspondió a menudo desandar y resolver en un
todo articulado, pulir y redondear un texto más minucioso, comprensible para
los otros, moradores externos a esta esfera. Cuidamos la prosa a nivel de
superficie textual y trabajamos en pos de la coherencia y la unidad.
Escuchándonos atentamente pudimos calibrar el impacto y la accesibilidad de
nuestros resultados. Luchamos para comunicar el pequeño aporte innovador al que
nos condujo la interdisciplina, acercándonos a hacer de nuestro trabajo algo
que otros puedan usar. Evitamos metaforizar la disciplina del otro (metaphorical transfer) desde una
jerarquización paternalista de la própria, y eso nos permitió acceder a un
nivel más profundo de articulación conceptual y metodológica. La mixtura disciplinar,
que ayudó a cuestionar y abandonar prenociones y prejuicios, produjo una nueva
distancia crítica que aprovechamos a nuestro favor, ocupando un lugar más
neutral. En nuestra intención de no ceñirnos a demandas preformadas (p.e. por
evaluadores o editores) ni a los enfoques de moda o dominantes, también nos
vimos beneficiados de la cohesión que hemos analizado en términos del clima
propio del dúo. Todo esto requirió inventiva, persuasión, y una cuota de
ingenuidad.
La
naturaleza de nuestro proyecto y nuestras posiciones institucionales nos
permitieron liberarnos del compromiso de persistir en el tratamiento de un
único tema, en cambio, a lo largo del tiempo se produjo un desgajamiento dentro
de una secuencia de temas hilados pero diferentes, que se enraízan unos en
otros conservando un parentesco, y que es posible corroborar consultando
nuestros artículos.
Por esto
afirmamos que este camino de la escritura y la investigación científica reduce
el aislamiento, apoya la motivación y aporta seguridad para tomar riesgos. El
par ayuda a expresarse y ganar atención, incluso puede actuar como vínculo
puente y dar acceso a nuevas redes de trabajo. Escribir ciencia de a dos
enriquece la agenda y el portfolio de cada uno. No menos cierto es que
constituye una gratificante actividad vital que la gente realiza para
incrementar el sentido de su vida.
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MICROPALEONTOLOGÍA
¿"REALISMO
VERSUS CONSTRUCTIVISMO" o "REALISMO Y CONSTRUCTIVISMO"?
MICROPALEONTOLOGY
"Realism
vs constructivism" or "realism and constructivism"?
MICROPALEONTOLOGIA
"Realismo
vs construtivismo" ou "realismo e construtivismo"?
Fabio Lucas
Flores
(Universidad
Nacional de Mar del Plata, Argentina)
floresfabiolucas@gmail.com
Recibido: 03/08/2022
Aprobado: 10/01/2023
RESUMEN
La
micropaleontología es una especialización reciente de la paleontología, cuyo
objeto de estudio son los microfósiles. La bibliografía relacionada con sus
aspectos filosóficos y epistemológicos es prácticamente inexistente. Pero esto
no significa que tales aspectos y las problemáticas que se desprenden de los
mismos no existan. Por este motivo, en el presente trabajo se ofrece una
primera aproximación a estas cuestiones. Se verá cómo el cuerpo de
conocimientos y la metodología de la micropaleontología se relacionan con el
debate que gira en torno a dos corrientes filosóficas bien contrapuestas, el
constructivismo y el realismo.
Palabras clave:
micropaleontología. realismo. constructivismo.
ABSTRACT
Micropaleontology
is a recent specialization of paleontology, whose object of study is
microfossils. The bibliography related to its philosophical and epistemological
aspects is practically non-existent. But this does not mean that such aspects
and the problems that arise from them do not exist. For this reason, this paper
offers a first approach to these issues. It will be seen how the body of
knowledge and the methodology of micropaleontology is related to the debate
that revolves around two well-opposed philosophical currents, constructivism,
and realism.
Keywords: micropaleontology. realism. constructivism.
RESUMO
A micropaleontologia é uma especialização recente da paleontologia, cujo objeto de estudo são os microfósseis. A bibliografia relacionada aos seus aspectos filosóficos e epistemológicos é praticamente inexistente. Mas isso não significa, porém, que tais aspectos e os problemas que surgem deles não existam. Por esta razão, este artigo oferece uma primeira abordagem a estas questões. Será visto como o corpo de conhecimento e a metodologia da micropaleontologia se relacionam com o debate que gira em torno de duas correntes filosóficas bastante opostas, o construtivismo e o realismo.
Palavras-chave: micropaleontologia. realismo. construtivismo.
Introducción
La
micropaleontología se define como la disciplina que busca conocer la vida del
pasado y entender la evolución de la biosfera, utilizando como objeto de
estudio a los microfósiles (fósiles de pequeño tamaño). De hecho, se trata de
una especialización relativamente reciente de la paleontología. Si bien ambas
se rigen por principios científicos similares, la micropaleontología se halla
esencialmente definida por razones de índole técnica y práctica, ya que se
emplean técnicas especiales de muestreo, preparación y observación de muestras
que requieren del empleo de material óptico (Lipps, 1981; Molina, 2004;
Monticelli Petró, 2017). Quizás aquí se halle la mayor dificultad en la labor
del científico, dado que continuamente se está trabajando en una zona que
escapa a la resolución del ojo humano.
Como disciplina,
uno de los atributos que caracteriza a la micropaleontología es la ausencia de
fronteras claramente trazadas; en el sentido de que bajo su nombre se ha
unificado el trabajo de numerosos investigadores que hasta 1883, cuando fue
acuñado por primera vez su nombre, se desempeñaban por fuera de los límites de
cualquier otra disciplina de aquel entonces. Este atributo le ha valido a la
disciplina una imagen positiva, en el sentido de que refleja su carácter
sistémico y relacional de otras ramas de la biología de las que se nutre. Tal
como señala la filosofía de la ciencia de Mario Bunge, a la cual adherimos en
esta investigación, el saber científico se encuentra emparentado con otros; si
el análisis del objeto de estudio de una disciplina en particular es abordado
desde un enfoque multidisciplinar, los resultados obtenidos reflejaran de una
forma más completa, globalizadora y fidedigna al sistema estudiado, sus partes,
relaciones y propiedades emergentes (Bunge, 2012).
En esencia, el
único requisito para la micropaleontología lo representa su objeto de estudio;
ya que la condición es operar con los restos de pequeños organismos que hayan
vivido en tiempos pretéritos, independientemente de su naturaleza. Estos mismos
representan múltiples ventajas por su pequeño tamaño, gran abundancia y amplia
distribución. Otro de los atributos propios de esta disciplina es que ha
mantenido cierta autonomía en relación al resto de las ciencias
paleontológicas, no obstante, son numerosas las disciplinas que se valen de los
conocimientos obtenidos en micropaleontología, como lo son la biología
evolutiva, la bioestratigrafía y la paleobiología (Molina, 1986; Bressan,
2010).
Hasta aquí se ha
hablado de aquellos atributos que le otorgan entidad propia a la
micropaleontología y que le han permitido abrirse camino entre otras
disciplinas y tener su propio prestigio y valor. Aun así, existen múltiples puntos
de debate, muchos de ellos muy controversiales y gestados desde una dimensión
valorativa y biofilosófica, a los cuales como cualquier otra disciplina no
escapa la micropaleontología. Sin embargo, estos puntos de conflicto llegan a
tomar identidad propia cuando se ahonda en cada estudio en particular. Uno de
estos puntos lo representa el dilema que se basa en la postura que asume el
micropaleontólogo en su labor con relación a la corriente epistemológica a la
que adhiere, ya sea la constructivista o la realista.
Para el realismo
los objetos tienen una existencia independiente al observador. La fuente del
conocimiento se encuentra en las mismas cosas, dado que son reales,
independientemente de la conciencia cognoscente. Para esta corriente la mejor
herramienta para obtener información del mundo es mediante las teorías
científicas; concebidas como el mejor producto del conocimiento, susceptibles
de ser verdaderas. En su forma más extrema se considera que las cosas
percibidas por los sentidos son en rigor lo que parecen ser; y en su versión
más refinada se aporta una explicación de la relación objeto-observador que
contempla la posibilidad de que existan errores perceptivos. La controversia
del realismo-antirrealismo se desarrolla fundamentalmente dentro de la
epistemología, donde el foco de atención está puesto en la relación que se da
entre el conocimiento y el objeto en cuestión. Uno de los argumentos a favor de
la corriente realista es que la misma es esencial al sentido común, lo que
permite distinguir entre apariencia y realidad. Es por ello que el realismo no
es demostrable ni refutable (Debray & Brikmont, 1997).
Entre los
filósofos que más han defendido y representado con su obra diferentes formas
del realismo en ciencia (realismo científico) se encuentran Karl Popper y Mario
Bunge. A su vez esta corriente puede adoptar tres modalidades. El realismo
ontológico es una posición que sostiene que los términos teóricos en general
refieren a entidades (aunque pueden haber excepciones) que existen con independencia
del sujeto cognoscente; por su parte, el realismo epistemológico afirma que las
teorías científicas proporcionan un conocimiento adecuado de la realidad;
mientras que el realismo semántico va un paso más allá al señalar que las
teorías científicas son más o menos verosímiles dependiendo de su contenido de
verdad o falsedad en correspondencia con la realidad (Sanmartín Esplugues,
2012).
Para el
constructivismo, en cambio, el conocimiento proviene de la actividad del mismo
sujeto. La realidad que percibe el sujeto es fruto de su propia construcción
intelectual. Su entorno social presente y pasado influye en su conocimiento de
la realidad, ya que existe una memoria colectiva que le ayuda a significar las
cosas. El constructivismo, en su versión radical, considera que el conocimiento
es posibilitado por la presencia de capacidades innatas presentes en el sujeto.
Los principales portavoces de esta concepción del conocimiento científico son
los austríacos Paul Watzlawick, Heinz Von Foerster y Ernst von Glasersfeld. Por
otro lado, la versión moderada de constructivismo, con representantes como Jean
Piaget, Lev Vygotsky y Opazo Castro, sostiene la existencia de divergentes
construcciones de la naturaleza determinadas por distintas circunstancias
sociohistóricas; mientras que la versión empírica de esta corriente filosófica,
creada por Bas van Fraassen, afirma la existencia de una realidad externa
accesible desde una perspectiva sensorial (Latour, 1999).
Para el
constructivismo las cosas están ahí afuera, pero debe hacerse algo para verlas.
A medida que el sujeto opera sobre el objeto, lo desconocido revela su
verdadera esencia. De una entidad vieja surge una nueva. Por correspondencia el
sujeto y el objeto no pueden compartir la historia en igualdad de condición,
pero por articulación cuanto más trabaja el primero más independiente se vuelve
el segundo. En esta actividad tienen igual relevancia tanto la sociedad como de
la naturaleza, ya que la mediación de ambas asegura que el conocimiento sea en
parte causa y en parte consecuencia, tanto un medio como un fin. El único modo
razonable y plausible de que una mente hable del mundo con verdad es conectarla
a tantas relaciones y vasos como permita la vascularización por la que fluye la
ciencia, ya que cuantas más relaciones existan mayor oportunidad de exactitud
habrá. De este modo la ciencia a través de etapas sucesivas, mediante la
observación y la experiencia nos vinculan a un mundo transformado, construido
(Sokal & Brikmont, 1997; Sokal, 2009).
En relación al dilema generado en torno a la posición que
adoptan los investigadores respecto de la corriente epistemológica
constructivista y la corriente epistemológica realista, puede afirmarse que en
líneas generales el micropaleontólogo posee una postura híbrida en relación a
su labor. Es decir que, al igual que en otras áreas de la ciencia, el
investigador adopta actitudes que por momentos responden a una postura
constructivista y por momentos responden a una postura realista. Por las
características intrínsecas de su labor, difícilmente el micropaleontólogo
pueda posicionarse cien por ciento dentro de una de ellas.
Actualmente la bibliografía que trata aspectos
filosóficos y epistemológicos relacionados con la micropaleontología es
inexistente. Dado que es probable que el presente trabajo sea uno de los
primeros de esta índole, el objetivo del mismo es poder efectuar una
aproximación al debate que se genera en relación a la postura que adopta el
investigador en su labor, tomando como hilo conductor tanto a la corriente epistemológica
constructivista como a la realista. La Micropaleontología será la disciplina
sometida a juicio en torno a la cual se generará este debate. A continuación,
mediante dos ejemplos de tareas científicas que realiza el micropaleontólogo
(construcción de paleomodelos y descripción de nuevas especies), se inferirá y
pondrá en evidencia tanto la epistemologia constructivista como la
epistemologia realista. Finalmente se brindará una síntesis vinculada al
contenido desarrollado y discutido.
El
micropaleontólogo constructivista
Una de las
grandes líneas investigativas en el marco de la micropaleontología es la
reconstrucción paleoambiental. Las reconstrucciones son modelos, y
particularmente esta área de estudio depende tanto de aspectos groseros, como
la forma en la que haya sido planificado el muestreo, el protocolo diseñado
para el procesamiento de las muestras, los criterios utilizados para la
observación de las mismas en el material óptico y el tipo de indicar biológico;
así como de aspectos más sutiles, por ejemplo: la identidad del o la operador/a
que tomó la muestra, la situación sentimental de la persona que la observa las
muestras, etc. Este tipo de variables hace que dos investigadores interesados
en la misma problemática, guiados por el mismo objetivo y formulando la misma
hipótesis puedan obtener resultados sumamente diferentes llevándolos a proponer
diferentes modelos de reconstrucción paleoambiental para un mismo sitio. Es
claro que si para ambos está bien justificada su metodología y si sus razonamientos
e interpretaciones siguen deducciones lógicas ninguno de los dos está errado en
el modelo que propone. Está claro que cada uno propuso su mejor modelo a la luz
de los resultados que obtuvo. Solo discrepan posiblemente debido a que hubo
diferencias en algunas de las variables mencionadas anteriormente.
Para hacer aún
más tangible este ejemplo, se analizarán dos de los múltiples escenarios
investigativos en los que se halla involucrado el micropaleontólogo. Uno de
ellos lo representan los resultados obtenidos en ambientes estuáricos y marino
marginales como lo son las lagunas costeras. Pensamos, en un hipotético caso,
que la laguna a la cual hacemos referencia recibe los aportes de aguas
continentales por su conexión con algunos ríos y arroyos; y que por otro lado
posee una conexión con el mar, por lo que se ve sometida diariamente al regimen
de variación de las mareas por la ingresión y regresión de un gran volumen de
agua desde y hacia el mar, respectivamente. En esta situación, tres investigadores
determinan que el número de especies que habitan actualmente la laguna y la
abundancia de las mismas son sustancialmente menores en relación a las especies
fósiles determinadas en el mismo ambiente. Entonces, es aquí donde puede
interpretarse tal hecho de forma distinta; ya que mientras el primer
micropaleontólogo sostiene que la mayor riqueza y abundancia del ensamble fósil
respecto del actual es el resultado del transporte de especímenes desde los
cursos de agua continentales, generando su acumulación en la laguna; el segundo
micropaleontologo, en cambio, propone que todos los ejemplares fósiles son
transportados desde el mar hacia la laguna por el ingreso de la gran masa de
agua salada con cada ascenso de las mareas; y por su parte el tercer micropaleontólogo
asocia los resultados con las caracteristicas hidrodinámicas del entorno, ya
que un medio turbulento de elevada energía puede generar el retrabajo,
afloramiento y exposición de los sedimentos ricos en fósiles del fondo de la
laguna y de su berma (orilla). En este mismo contexto, el segundo escenario lo
representa el hallazgo, por parte de los tres científicos, de una superficie
alterada y distorcionada de los ejemplares fósiles en los cuales se hace
evidente el deterioro y la ausencia de algunas estructuras anatómicas. En tanto
que el primer micropaleontólogos atribuye dicho hecho a la precipitación y
depositación de material carbonático sobre la superficie de los especímenes, el
segundo micropaleontólogo asocia el fenómeno a la bioerosión por parte de
microorganismos, y el tercer micropaleontólogo refiere que el deterioro
evidenciado es el resultado de la disolución de los fósiles por las
caracteristicas ácidas del medio.
En este punto es
cuando se evidencia la postura constructivista del micropaleontólogo. En las
situaciones anteriormente referidas, las tres propuestas pertenecen a modelos y
como tales son igual de plausibles. Aquí la experiencia se convierte en el
elemento fundamental, ya que los tres investigadores operan sobre la misma
realidad; no obstante, acceden a la misma desde diferentes perspectivas
sensoriales. Los tres científicos pueden producir conocimientos guiados por una
teoría científica, sin embargo, lo hacen a la luz de su propia construcción
intelectual, dado que el conocimiento de esta realidad se ve condicionado por
el entorno social presente y pasado de cada persona, que genera una memoria
colectiva que permite dotar de significado a las cosas. Cada micropaleontólogo
junto con su modelo propuesto pasan a la historia. Entre ellos se establece una
correspondencia evidenciada por la dualidad sujeto-objeto, pero a la vez
articulados dada su cercanía y dependencia. Cabe destacar que bajo la postura
constructivista, una de las ventajas que podría presentar uno de los tres
modelos propuestos por sobre los otros, se relaciona con el número de elementos
que logre asociar para ser explicado y su persistencia en el tiempo. Así, el
modelo que mayor cantidad de elementos asocie y lo haga en un lapso de tiempo
mayor al de los otros, logrará presumir su existencia e institucionalizarse,
por sobre los otros que se disocian y dejan de existir.
A propósito de
esto último, la concepción semanticista de la ciencia (dentro de la corriente
representacional o modelística), escuela que constituye uno de los enfoques más
fructíferos de las últimas décadas para el análisis epistemológico de la
ciencia, posee una perspectiva que apuesta a que las teorías científicas quedan
mejor comprendidas como conjuntos de modelos en el sentido matemático
abstracto, en lugar de conjunto de enunciados. Esta observación indica que es
probable que un enfoque sintáctico abocado al análisis de las formulaciones
lingüísticas produzca una imagen distorsionada de la naturaleza de las teorías
científicas (Ariza & Adúriz Bravo, 2012; Adúriz Bravo & Ariza, 2014).
En tal sentido, y volviendo a las reconstrucciones paleoambientales como
modelos, las mismas representan la forma más apropiada de producción del
conocimiento científico y constituyen un punto de fortaleza de la actividad
investigativa del micropaleontólogo en la adopción de una postura
constructivista. Filósofos como Karl Popper y Mario Bunge defienden la idea de
que los modelos proporcionan conocimiento sobre la realidad porque en algún
punto existe una relación de correspondencia entre los mismos y la naturaleza.
El
micropaleontólogo realista
Por otro lado,
hasta arribar a un probable modelo de reconstrucción paleoambiental, en
micropaleontología, es necesario realizar con la mayor pulcritud numerosas
etapas que van desde el planteamiento del problema hasta la interpretación de
los datos (Caracuel et al., 2004). Entre ellas destacan los pasos que, como se
mencionó con anterioridad, requieren del empleo de material óptico. Gran parte
del tiempo invertido durante la utilización del mismo corresponde a la
determinación (identificación a nivel de especie) de cada uno de los
microfósiles separados de las muestras durante los pasos previos (picking). No
con tan poca frecuencia, como usualmente se cree, el micropaleontólogo puede verse
envuelto en una situación que no anticipó. Podría encontrarse ante un
microfósil que no puede determinar haciendo uso de cualquier clave dicotómica.
El microfósil sigue apareciendo en la misma muestra una y otra vez y en la
demás. Surge así la necesidad de realizar la descripción de una nueva especie.
Se presenta así junto a este nuevo problema el sueño del micropaleontólogo o de
cualquier investigador cuyo trabajo se relacione con las ciencias biológicas.
Pero también se presenta nuevamente un problema, en este caso relacionado con
la connotación y estatus del concepto de especie. En este punto es donde se
evidencia la postura realista del micropaleontólogo, quien concibe a la especie
bajo su connotación ecológica íntimamente caracterizada por su nicho ecológico
y dotado de un componente gnoseológico donde se reconoce su existencia
trascendental previa al momento cognoscitivo. Esta concepción del término
difiere en gran medida de la concepción nominalista de especie, la cual
sostiene que las especies son abstracciones mentales sin realidad objetiva,
donde los hábitos lingüísticos y mecanismos neurológicos del investigador son
los que predisponen al investigador a ver una especie donde realmente no la hay
(Mayr, 2004). Es posible, incluso dar un paso más y afirmar que la actitud del
micropaleontólogo frente a la descripción de una nueva especie se corresponda
con un realismo ingenuo, el cual sostiene que los sentidos proveen al
observador de una conciencia directa del mundo exterior; más que con un
realismo metódico, el cual contempla la existencia de afecciones de la
percepción (ilusiones, alucinaciones, disopsia, etc.) en la relación
objeto-observador. En este caso, el investigador cree que los microfósiles
observados son en rigor lo que parecen ser. El empleo de la percepción para
conocer la realidad se presenta como una herramienta infalible, validada
claramente por el sentido común.
Dicho esto, el
concepto de especie tiene otros aspectos filosóficos más sutiles, que atañen a
la micropaleontología. Desde que Hennig (1966) publicó su obra fundamental
acerca de la cladística, se ha aceptado que hay un requisito adicional para el
concepto de especie: tiene que ser un grupo monofilético. Mayr, como es sabido,
tenía ciertas reservas sobre este punto. Coincidía con Hennig en que los grupos
monofiléticos son naturales, y que los polifiléticos son artificiales. Pero a
diferencia de Hennig, Mayr creía que los grupos parafiléticos podrían ser
grupos naturales. John Dupré (1993), filósofo de la biología, planteó que el concepto
de especie depende del reino que se esté considerando. Así, en el reino animal,
una especie es, entre otras cosas, un grupo de individuos capaces de
reproducirse sexualmente entre sí; y si llegaran a producirse híbridos de dos
especies distintas, éstos siempre son estériles. Pero Dupré también observa que
en el Reino Vegetal esto último no es así. En los vegetales, los híbridos de
dos especies distintas casi siempre son fértiles. Esto tiene consecuencias
problemáticas para establecer grupos monofiléticos de vegetales; en otras
palabras, para identificar especies vegetales en base a criterios
filogenéticos. Debido a esto, Dupré señala que muchos botánicos utilizan un
concepto morfológico de especie, sabiendo que se trata de un concepto
artificial, pero útil para fines prácticos. Los reinos de los protozoos y de
las bacterias también ponen en tela de juicio la definición clásica de especie,
tal como se la utiliza en el contexto del reino animal. Muchas especies de
protistas y procariotas no se reproducen sexualmente; sino por medio de otros
procesos, como la fisión binaria, gemación, producción de esporas, etc. Si el
concepto de especie requiere como criterio a la reproducción sexual, está claro
que este concepto es inadecuado para identificar especies de organismos
unicelulares que se reproducen asexualmente.
Las
consideraciones anteriores son de interés para el micropaleontología, porque
los microfósiles utilizados en la mayoría de las investigaciones corresponden a
diferentes especies pertenecientes a distintos reinos. Si se descubre un
microfósil que parece pertenecer a una nueva especie animal (ostrácodo,
briozoo, tentaculítido, pterópodo, caécido, etc.) el micropaleontólogo puede
estar seguro de que la postura realista es la más adecuada; ya que la sospecha
de que en efecto se trata de un nuevo taxón, sustentada a priori en las
diferencias anatómicas respecto de otras especies previamente descriptas, puede
validarse o no en función de estudios bioquímicos sobre el material genetico que
evaluaran el grado semejanza o diferencia respecto de estas últimas. Pero si se
trata de un microfósil perteneciente a una nueva especie de planta (grano de
polen, espora, fragmento de un alga calcárea), de protista (foraminífero,
radiolario, tintínido, silicoflagelado, diatomea, flagelado, etc.) o de
procariota (bacteria, cianobacteria, etc.), es necesario que el
micropaleontólogo tenga en cuenta los problemas que estos reinos implican para
el concepto de especie, que generalmente se define únicamente a partir de las
características del reino animal. Por ejemplo, si se trata de un microfósil
vegetal, ¿Se puede decir que pertenece a una nueva especie, utilizando
criterios puramente morfológicos, como se suele hacer en botánica? Si se trata
de un microfósil de un protozoo que puede reproducirse asexualmente, ¿cómo se
podría justificar que se trata de una nueva especie? Éstos son algunos de los
interrogantes epistemológicos que se pueden plantear en la actividad
profesional del micropaleontólogo. Si no está claro qué es una especie
no-animal, tampoco va a estar claro si los microfósiles no-animales que se
descubren realmente pertenecen a una nueva especie o no.
Adicionalmente,
no es de extrañar que, como en otras tantas áreas de la ciencia, el
micropaleontólogo posea un espíritu progresista, concibiendo que su propia
disciplina entraña el éxito, ya que la suma de sus sucesivos logros tiende
progresivamente hacia la verdad. En este marco, la postura adoptada por el
investigador está en línea con una de las formas del realismo científico,
denominada realismo progresivo. Esta corriente, trabajada por filósofos como
Mario Bunge, el británico Roy Bhaskar, los estadounidenses Hilary Putnam,
Philip Kitcher y Richard Boyd y el finlandés Ilkka Niiniluoto, sostiene que el
avance de la ciencia permite un mejor conocimiento de la realidad. En tal
sentido, el planteamiento más clásico de la dinámica de la ciencia es que la
misma crece acumulativamente. En términos de las teorías, esto equivale a decir
que la nueva teoría posee un mayor contenido de verdad respecto de la antigua
(Diéguez Lucena, 2018; Zamora Bonilla, 2019; Borge & Gentile, 2020).
Conclusión
Como se ha visto
a lo largo de este trabajo, la micropaleontología es una disciplina hoy en día
reconocida como tal, dotada como cualquier otra de atributos singulares, tal
como la diversidad de disciplinas que nutre con sus conocimientos, la
diversidad de investigadores y de líneas investigativas que reúne bajo su
nombre, su temprana aplicación a intereses sociales y económicos ya desde su
nacimiento, etc.
La actitud que el
micropaleontólogo adopta frente a su labor en relación a las diferentes
corrientes epistemológicas se presenta como híbrida, dado que tal actitud
depende en gran medida de cuál sea la tarea que desempeñe. Así, si el
investigador se encuentra intentando proponer un modelo de reconstrucción
paleoambiental, su postura responderá sin duda a una postura constructivista
empírica; pero si eventualmente se halla abocado a la descripción de una nueva
especie, por seguro su postura responderá claramente a las características del
realismo estricto. Independientemente de cuál sea su actitud frente a su labor,
es importante que el investigador sea consciente de la misma, ya que esto
facilita en su trabajo la toma de decisiones, la resolución de interrogantes; y
además es una cualidad tanto necesaria como deseable en el ejercicio
profesional de los investigadores.
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https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14289
Two dominant security concepts in Europe
and its influence on Ukraine
Dos
conceptos de seguridad dominantes en Europa y su influencia en Ucrania
Dois conceitos dominantes de segurança na Europa e sua influência sobre a Ucrânia
Serhii O. Lysenko
(Department of Jurisprudence - Severodonetsk Institute
PJSC “Higher Education Institution “Interregional Academy of Personnel
Management”
93400, 24A Smetanina Str., Severodonetsk, Ukraine)
Vladyslav O. Veklych
(Department of Theory of State and Law and Constitutional Law
Higher Education Institution “Interregional Academy of Personnel Management”
03039, 2 Frometovskaya Str., Kyiv, Ukraine)
Myhailo V. Kocherov
(Educational-Scientific Institute of Law named after Volodymyr the Great
Interregional Academy of Personnel Management
03039, 2 Frometovskaya Str., Kyiv, Ukraine)
Ivan V. Servetskiy
(Department of Law Enforcement and Anti-Corruption Activities
Higher Education Institution “Interregional Academy of Personnel
Management”
03039, 2 Frometovskaya Str., Kyiv, Ukraine)
Tetiana B. Arifkhodzhaieva
(Department of Theory of State and Law and Constitutional Law
Educational-Scientific Institute of Law named after Volodymyr the Great
Interregional Academy of Personnel Management
03039, 2 Frometovskaya Str., Kyiv, Ukraine)
arifkhodzhaieva8229@sci-univ.com
Recibido: 01/09/2022
Aprobado:
03/01/2023
ABSTRACT
The article
is devoted to the analysis of two dominant security concepts in the modern
world. Given the long bipolarity of the world, due to the dominance of the
Horde and Westphalian concepts of security, the question arises about the place
of Ukraine in this coordinate system. In the process of research, a historical
analysis of the emergence, formation and dissemination of two, alternative
concepts of security, which are characteristic of countries with different
governance models. The article argues that at present two concepts of state
security are dominant in the world, namely the Westphalian and the Horde. The
conducted analysis allows us to state that the strategic partnership between
these two concepts of security is illusory, given the great differences in the
principles of concept construction.
Keywords:
international security. statehood. influence. geopolitical situation. historical analysis.
RESUMEN
El artículo está
dedicado al análisis de dos conceptos de seguridad dominantes en el mundo
moderno. Dada la larga bipolaridad del mundo, debido al dominio de la Horda y
los conceptos de seguridad de Westfalia, surge la pregunta sobre el lugar de
Ucrania en este sistema de coordenadas. En el proceso de investigación, se
realiza un análisis histórico del surgimiento, formación y difusión de dos
conceptos alternativos de seguridad, característicos de países con diferentes
modelos de gobernanza. El artículo argumenta que en la actualidad dos conceptos
de seguridad estatal son dominantes en el mundo, a saber, el de Westfalia y el
de la Horda. El análisis realizado permite afirmar que la asociación
estratégica entre estos dos conceptos de seguridad es ilusoria, dadas las
grandes diferencias en los principios de construcción del concepto.
Palabras
clave: seguridad internacional. categoría de estado. influencia. situación
geopolítica. análisis histórico.
RESUMO
O artigo é dedicado à análise de dois conceitos de segurança dominantes no mundo moderno. Dada a longa bipolaridade do mundo, devido ao domínio dos conceitos de segurança da Horda e Vestfália, surge a questão sobre o lugar da Ucrânia nesse sistema de coordenadas. No processo de pesquisa, uma análise histórica do surgimento, formação e disseminação de dois conceitos alternativos de segurança, característicos de países com diferentes modelos de governança. O artigo argumenta que, atualmente, dois conceitos de segurança do Estado são dominantes no mundo, a saber, a Vestefália e a Horda. A análise realizada permite afirmar que a parceria estratégica entre esses dois conceitos de segurança é ilusória, dadas as grandes diferenças nos princípios de construção do conceito.
Palavras-chave: segurança internacional. estado. influência. situação geopolítica. análise histórica.
Introducción
The development of public policy around the world and in Ukraine is in
constant dynamics. In terms of historical events, we see a gradual transition
from the industrial to the information age. However, the bipolarity of our
world remains independent of changes in human thoughts regarding the processes
of development of society. This statement also applies to the concepts of
public security administration, which are generally divided into two different
views that compete with each other. One concept is that the security system
should be based on the cooperation of its members with the established powers
and rights of each party. The second concept is based on a broader
individuality in the management of each of its members and the presence of some
competition between them (Potіkha, 2011).
These management concepts have been used in different settings and at
different times, from world wars to the current COVID-19 pandemic. Each of
these concepts has weaknesses and strengths and shows its effectiveness in
different cases without losing its relevance. States that use one or another
concept of public administration often have common borders, and hence opposing
views in solving the same problems in defending their interests in the
political arena (Bofill,
2021).
This is exactly the situation in which the state of Ukraine found itself. The
situation did not improve even with the recognition of independence and the
adoption of the Constitution of Ukraine (Verkhovna Rada of Ukraine, 1996),
which consolidated the sovereignty of the state.
In order to answer a number of questions such as the nature of permanent
bipolarity, why throughout history these two worlds have failed to reconcile,
what is the fate of the world and its security in the future and what role is
assigned to Ukraine in this matter, we must analyze the two concepts of world
security, namely Westphalia and Horde, and identify key features of the
difference between one and the other. The properties of management and the
distribution of power in society are the basic features of the approach to the
concept of security. The nature of power and management is based on the
recognition of parental and family power. Scientists of antiquity and to the
middle of the XIX century in their works wrote that family society is a certain
basis for the development of society as a whole. "The family is a natural
society", wrote Aristotle (2020). "The oldest of all societies and
the only natural one is the family"- said J.-J. Rousseau (2018): "society
was first a family and then a state".
The emergence of different views on the form of government and
administration began in antiquity and later created a plurality of opinions
about the form of government and society. These views at that time had not yet
taken the form of concepts, but formed the basis of these two concepts. As
already mentioned, the source of these concepts has common roots in the very
nature of power. Analyzing the historical component of the question, we can
conclude that the concept of leader or monarch in history is reflected in
current ideas about the leader. Leader, in fact, is a priest who performs
public rites, consolidates national forces and opinions. And the monarch is a
military leader who, if necessary, leads the campaigns, directs social forces
to maintain security. At the request of the leader, a council convenes, but he
is only a man among men. Instead, the role of a religious leader, a priest, is
inextricably linked to numerous limitations and self-limitations. He is bound
by numerous strict taboos, as an example he can be restricted in food,
restrictions in information, restrictions in communication. The key historical
moment is a kind of combination of these two regalia in one. After all, when a
religious leader takes over the religious rank, he assigns the advantages of a
magical position, characteristic of a priest, without accepting his sacred
restrictions (De Jouvenel, 2011).
Like most countries in the world, the Ukrainian state was formed from
proto-state formations from the Black Sea to the Belarusian forests, from the
Don to the Carpathians, at one time or another in history. Today there are
discussions about the time of the final delineation of territories into one
Ukrainian state as an independent state, but in fact it occupied the geographical
position it occupies today, throughout history. Historically, it is its
geopolitical location that Ukraine can owe to its difficult political
situation. After all, it is the geographical location between Europe with one
concept for which Ukraine is a kind of protective buffer against the
descendants of the Mongols on the one hand and the wild steppe with another
concept for which it is a springboard for self-affirmation and a corridor to
Europe. This may explain its numerous changes in Ukraine's priority in matters
of fluctuation policy from one extreme to another. It is worth paying attention
to other state formations that have historically surrounded Ukraine, constantly
influencing its security. To the north and east is Russian land, to the south is
Turkey with the Muslim world, and the western border is bordered by the
European Union. This situation has been observed for more than a century, which
has led to different political decisions of Ukraine in accordance with
different situations of world situations.
Nature and essence of the Horde concept of security and
management
Analyzing historical events, first of all, we should forget the ingrained
but misconceptions that the current Russian state originates from Varangian,
Byzantine and Kyiv (ie - Ukrainian) roots. Such views on the origin of the
Ukrainian state, in our opinion, are completely wrong. This objection is most
successfully revealed by the writer Hryhoriy Chkhartishvili (2012) in his work
"History of the Russian state". He noted that Russia, as we know, was
founded not in 862 by the invitation of the Vikings to rule, not in 988 by the
baptism of Russia, not by Yaroslav the Wise and not by Vladimir Monomakh, who
was the successor of the Constantinople Caesar.
Hryhoriy Chkhartishvili (2012) refutes another common misconception that
the ancient Kyivan state was destroyed by the Mongol-Tatar invasion and then
rebuilt. Kievan Rus collapsed long before the invasion of Khan Batu in 1237.
External aggression took place in the second half of the 11th century, when the
Polovtsian hordes inflicted two heavy military defeats on Kyiv, first in 1067
and 1093. After these military defeats
, the former power of the state could not be restored. Finally, the
Eastern European state was undermined by the decline of the trade route
"from the Vikings to the Greeks", the development and maintenance of
which, in fact, developed the original Ukrainian state. By the twelfth century,
more convenient routes for Byzantine-European trade had emerged, and Byzantium
itself had weakened and declined. Thus, the collapse of the Kyiv state was due
to a number of external factors and internal contradictions.
Andrew Bogolyubsky, prince of the north-eastern lands in 1169 defeated the
troops of Kievan Rus, as a result of which Kiev ceased to be the capital of a
single state. At the time of the Mongol horde attack, the territory of the
former Kievan Rus was already divided into small and medium-sized
principalities. This situation has existed for two centuries. Later, on the
lands of the current Ukrainian state, two different models of state development
began to take shape: the Lithuanian monarchical-aristocratic and, in the middle
of the 14th century, the Moscow one, which was subject to the Mongol Horde and
very similar to its state system. The very origin of the Russian state is
directly associated with Prince Ivan III of Moscow (1462-1505). Ivan III
created the foundations that determined the architectural parameters of the
future of the Russian state. Over the centuries and to this day, this basis has
been preserved, although it has been somewhat transformed under the influence
of various studies and historical events of that time (Chkhartishvili, 2012).
The basis for understanding the concepts of this security was the reign of
Prince Ivan Vasilyevich, who, having received the throne in 1462, had to take
care of the security of his state. At that time, the Russians had already lost
their independence and did not have the science of state building and did not
use the experience of Kievan Rus. So, Prince Ivan III began to borrow the
technology of state building from neighbors. However, the geopolitical
situation was tense. Future European states - France, England, Spain, Germany,
Italy have just passed the period of historical unification and solved their
internal problems. The once strong Polish-Lithuanian alliance, after the
Grunwald victory (1410), weakened and experienced a severe crisis. And the
Byzantine Empire perished under the pressure of Turkish Muslims.
Ivan III was well acquainted with the internal structure of the Horde, as
Russia was part of the Tatar state for two hundred years. Moscow rulers had
good relations with the Tatars, which allowed them to become more authoritative
than other princes. They acted as administrators and overseers of the
collection of Horde tribute. Taking advantage of their position, the Moscow
rulers became rich by organizing the payment of tribute, even became richer and
more powerful than the khans themselves, but out of habit, looked at them from the
bottom up, dreaming of living like their masters, that is - in the Horde style.
It can be argued that the cultural and social policy of Ivan Vasilyevich
was much closer to the Tatars than to the Europeans. At that time there was a
fashion for everything Horde. For example, at the court of his father Vasily
the Dark, the Moscow nobles dressed in Tatar, shaved their heads in Tatar, and
the Tatar language was the language of secular communication, as in future
times, French. The most loyal and respected assistants of the Grand Duke were
the Tatar princes and Murzas, who went to serve in the Moscow court.
Interestingly, the main regalia of the Russian autocracy, the Monomakh hat, had
nothing to do with the Byzantine emperor Monomakh, but was sent as a gift from
the Horde, probably from Khan Uzbek to the faithful vassal Ivan Kalita.
So, what is the Horde model of security used by Ivan III? It should be
noted for the future that this system successfully proved itself in the
neighborhood of fragmented medieval Europe and the weak steppe, although later
proved ineffective and archaic during the social, scientific, ideological,
cultural, technical, industrial revolution that began with the Renaissance and
then all gained more popularity, so that Russia constantly had to catch up with
Europe.
Hryhoriy Chkhartishvili (2012) identifies eight
main features of the concept of security, which the Russian state took as a
model, and which are similar in features to the Horde's form of government:
1.
Rigid centralization as the basis of the Horde concept of
security and governance. This means that all more or less important decisions -
administrative, economic, cultural, political, ideological - are made at the
center or must be authorized by it. On the positive side, it should be noted
that this form of government simplifies and accelerates mobilization
mechanisms, which are urgently needed to address certain threats such as wars,
epidemics and catastrophic crop failures. On the downside, this is a slow
administration. As a result, such centralization is effective in crisis
situations, but does not manifest itself well in a normal environment.
2.
The sacredness of the personality of the bearer of supreme
power. The stability of the state is based on the inclination to higher power,
which in turn provides a good policy and security. The usefulness of this form
is less likely to be any kind of internal shock. However, there are serious
risks in giving unlimited power to the ruler, seeing that he is a living person
and can make mistakes in making decisions alone. Weakness of the ruler, such as
his physical or mental condition, age can also lead to a catastrophe in the
country.
3.
The will of the ruler is higher than the law. Having their
own laws proclaiming the rule of law, the citizens of such a state are, in
fact, obliged to submit to the decision of the ruler. Following the example of
the Horde, which knew and respected the law of the Great Iasi, but was governed
not by its rules, and Khan's decrees. Today, such a model is the state of the
Russian judicial system, which makes any decisions of Putin's government, and
this, as we see, is not an innovation. On the contrary, it is a return to the
sixteenth century, when the courts were guided not by the letter of the law but
by the will of the king.
4.
The militarization of the Horde state. The peculiarity of
this concept is manifested both in the indispensable power of the Armed Forces
and the predominance of military expenditures over all other budget items, and
in the relevant principle of civilian administration. A characteristic feature
is that orders are not discussed, but executed, collective resolution of issues
is absent or poorly developed. The administrative apparatus is accountable
exclusively to the authorities, and the ruler is not accountable to anyone and
is inaccessible to any criticism.
5.
The state is the highest value in this concept of security.
This means that it is not the state that protects the interests of the people,
but the people that protect the interests of the state. The concept of Horde
security is built in such a way that the personal lack of freedom and
lawlessness of its inhabitants is an important condition, otherwise it simply
would not be able to function. According to the commandments of the great Khan
Genghis Khan, all residents of the state are considered in the civil service.
6.
The system of personal privileges surpasses the system of
personal rights. The difference between rights and privileges is based on the
fact that rights are natural and inalienable, they can be lost only by a court
decision. Privileges are granted by the authorities and can be taken away by
them. The proximity of the user of such privileges to the power pyramid affects
their volume and quality. This principle affects better manageability in the
structure of the Horde concept of security, because the official knows that his
well-being depends entirely on the will of the ruler.
7.
Special importance is given to the secret police. This
structure is directly subordinate to the ruler and must control and often
duplicate the activities of the entire power vertical. In the absence or
nominal presence of public control over the work of all levels of the state
apparatus, the authorities have the opportunity to obtain verified information
about events in the country and prevent all sorts of dissatisfaction. Genghis
Khan relied on the "black fog": a group of guards, who were endowed
with special powers, in solving special assignments. A study of Russia's
history shows that its rulers constantly created similar structures to help
them keep the country under control. Such structures include the Oprichny Corps
of Ivan the Terrible, the spy department of Semyon Godunov - the "right
ear" of Boris, the Transfiguration Order of Peter the Great, the Secret
Chancellery, the Security Department, the NKVD, the KGB and so on until the
current FSB.
8.
Finally, such a concept of security does not exist without a
higher purpose. This means that the sacredness of power, which is based on
non-freedom and coercion, must be justified by an even greater task, for which
the people are obliged to accept all suffering. The ideological direction of
state development should be aimed at supporting such a supreme goal. For
example, Genghis Khan had the goal of creating a global, ocean-to-ocean,
empire, which would be guided by a single will, while it had to be harmonious,
fair and safe for the people. In monarchical Russia, there was an ideal of the
"Third Rome" - like a kind of world empire, under the wing of
Orthodoxy and ruled by the Russian tsar. Another example is Bolshevism, which
was built under the slogan "Paradise on Earth". Today we see a
situation with a contrived idea of global protection of Russian citizens from
everyone in the world and under this pretext an attempt to revive the Soviet
Union, for which Russian passports are issued en masse and hybrid military
conflicts are used (Weatherford, 2018).
The first of the eight foundations of Horde's concept of security is
certainly the first: total centralization. In the Horde Empire, the idea of
centralization of power was introduced into the absolute. All decisions taken
went down the vertical of power and did not provide for their discussion,
change, or refusal to
implement (Weatherford, 2018). The successful adaptation of such a concept was
preceded by the conditions that existed in the world at that time. Such a world
could be equated with the desert and its harsh climate or taiga, in which evil
people lived, and the principle of rigid subordination worked well. In those
days, the most typical solution to interstate conflicts was resolved by force
of arms. Therefore, the Horde state with its concept of security was almost
always stronger than the states arranged in a softer way. Thus, in the
nineteenth century, it defeated the empire of Napoleon Bonaparte, which was the
most powerful in Europe.
The Horde concept has been used for many centuries by the Russian Empire.
Countries that have adhered to this concept of security, such as China, Russia,
and India, are located
in an area that covers almost every culture on the planet (Lytvyn et al., 2022;
Horobets et al., 2021). In the future, we will pay attention to the event, to
understand the difference between the principles of the opposite concept of
security, which was created in rich and attractive lands with a comfortable
climate among society, which valued the privileges granted to them.
Comparison between Horde and Westphalian security concepts
The Thirty Years' War of 1618-1648 was the culmination of numerous
religious and political conflicts that took place in Central Europe. In this
chaos and anarchy, all possible contradictions between the main settlements
were mixed. During that difficult period, Central Europe lost almost a quarter
of its population due to war, disease and famine. To resolve the situation,
exhausted opponents met in a region called Westphalia, to reach an agreement
that contained a number of measures to stop the bloodshed. It was then that the
concept of security was outlined, which consisted of the introduction of
various political units, none of which had the power to defeat all others. The
participants in this process sought to achieve and agree on neutral rules
governing behavior and mitigating conflicts. Henry Kissinger emphasized that
the Treaty of Westphalia should be seen as a practical approximation to
reality. The author called this concept Westphalian. This concept also has a
number of principles:
1.
The principle of general balance of power, namely the
recognition of only the coexistence of independent states. Such states should
refrain from interfering in each other's internal affairs.
2.
Autonomy of states on their territory. A parity approach to
resolving the geopolitical external issues of the states parties to such an
agreement without recognizing the advantages of any of the states.
3.
Recognition of rights and freedoms, religious preferences of
neighboring states and non-interference in the internal affairs of states.
4.
The existence of a balance and a system of checks and
balances, which was expressed in the presence of ambitions of the leaders of
such states, acting as a counterweight to each other, limiting the scale of
conflicts. This approach has led to a reduction in the pan-European
confrontation and contributed to the formation of a prototype of the current
Westphalian concept of security, based on diversity and containment (Diamond,
2012).
Analyzing the space between Europe and China, we can note the broader
influence of the Horde's concepts of security, one of which was proposed by
Islam, professing the dream of one-man rule, as commanded by Allah. Having
studied the nature and peculiarity of two different concepts of security, we
wonder why, with the influence of time, one of these two dissimilar concepts
did not win? It is possible to assume that the answer is hidden in the habitat,
natural phenomena and human factors. An example is the influence of the plague,
which in the Middle Ages not only isolated Europe, but also cut off the Tatars
from Persia and Russia, leaving them with China and India (Kissinger, 2015).
Analyzing historical events, we conclude that European empires maintained
and developed their domination, to a greater extent, using a more sophisticated
military structure and cultural heritage (Holovkin et al., 2021; Lytvyn et al.,
2021). China, using the Horde's security model, on the other hand, emphasized
the efficiency of the bureaucracy, managing and strengthening the empire, due
to a highly developed sense of cultural superiority. The British, like the
Spaniards, the Dutch and the French, focused on trade with other countries and
maintaining friendly relations with neighbors. Security in such states was
maintained by a perfect military structure and cultural self-affirmation
(Bzhezynskyy, 2018). Thus, Europe has embarked on a gradual training to see its
own multipolarity, seeing this as a guarantee of achieving a balance of power.
Russia and China adopted the practice of steppe geopolitics, which was based on
the presence of nomadic hordes, which competed for resources with rarely fixed
territorial boundaries. Thus, the Westphalian concept of security is based on
the balance of power of European friendly states in combination with the
restriction of violence. The Horde's concept of security is based on the
unlimited power of the monarch, and any attempt at such a restriction could
lead to the catastrophe of such a state.
The Peace of Westphalia interpreted the international concept of security
as a complex mechanism of checks and balances. Descendants of the Horde
concept, such as Russia, sought to expand its borders at every stage of its
life to the absolute maximum of material resources (Nash, 1950). The
Westphalian Agreement was historically initiated by the states of Europe and
later outlined in one of the elements of the concept of security of states from
external forces. Today, the North Atlantic Alliance supports the basis for
regular consultations between the United States and Europe and supports the use
of a common security concept. As of today, the Westphalian concept of security
has gone beyond the definition of purely European agreements. Initially, it was
a mechanism in the deterrence system of the USSR around the world, ensuring
this influence by the presence of the nuclear potential of the United States.
Subsequently, it was used as a counterweight to the development of Muslim
countries, which used their version of the Horde security concept.
After the crisis that followed the two devastating wars, Western European
countries faced the problem of losing their historical identity due to a change
in geopolitical position. Each state pays special attention to the protection
of its identity and the rights of its citizens (Holovatyi, 2015). The
traditional Westphalian concept of security was based on the principle of equality
of all participants in such a process. To the best of their ability, each state
sacrificed a portion of its power to achieve peace and stability. One can cite
the example of the United States, which had strong military power and high
nuclear capabilities, worked closely on security issues with the North Atlantic
Treaty Organization, uniting Allied forces into a common structure (Gevehr et al., 2021).
The clearest difference between the two main concepts of security can be
traced to the example of Asian countries, namely the Chinese Horde security
system, which has the oldest tradition, the clearest wording and as far as
possible from the Westphalian principles. The historical formation of
present-day China has made the longest and most difficult journey in history,
from ancient civilization to the classical empire, then to the communist regime
and, finally, to the modern state. The arms race between the Soviet bloc and
NATO in the 1950s and 1990s are another illustrative example. For almost 50
years, the two major countries that ruled these blocs, the United States and
the Soviet Union, used a wealth of resources to keep up with each other. A
similar situation is manifested in modern Russia, which behaves in a similar
way in opposition to the democratic Western world. Not trusting each other,
they continue to produce weapons using their material resources (Cherniavskyi
et al., 2019). It should be emphasized that having several possible options for
overcoming the centuries-old conflict, the two world security concepts did not
choose the most favorable ways for them to overcome misunderstandings.
Conclusion
At present, we can say that two concepts of state security are dominant in
the world, namely the Westphalian and the Horde. The strategic partnership
between the two security concepts is illusory, apologizing for the large
differences in the principles of concept building. Russia, as a representative
of the Horde's concept of security, is now too backward and too devastated as a
result of communist rule, which makes it a viable equal partner of the United
States. Currently, the only threat to geopolitical equilibrium in the world,
there is China and the high risk of Russia using its nuclear capabilities
despite its human resources. The fundamental difference between the two main
concepts of security is the reason for their constant competition. The
Westphalian concept aims to protect its own citizens and to strengthen external
security. The main idea of this approach is the desire of the state to show its
strength so that external enemies are afraid to attack it. Horde's concept of
security, directed inside the state. Its goal is to create and maintain tension
and achieve a common belief within the country that there is an "external
enemy" that threatens the sovereignty of the state, allowing it to quickly
mobilize its forces. In addition, due to the fear and tension of their own
population, it is easier to protect and secure the territories that remain
"behind the Iron Curtain". Ukraine must use its unique geopolitical
position to define and build its own concept of security, taking into account
its previous, mostly negative experience in relations with its neighbors.
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KANT Y LA TERCERA CRÍTICA
¿UNA ESTÉTICA EN CONFLICTO?
KANT AND
THE THIRD CRITIQUE
An
esthetics in conflict?
KANT E A TERCEIRA CRÍTICA
Uma
estética em conflito?
Leopoldo
Tillería Aqueveque
(Instituto Profesional INACAP,
Universidad Bernardo O'Higgins, Chile)
leopoldo.tilleria@inacapmail.cl
Recibido: 12/09/2022
Aprobado: 28/02/2023
RESUMEN
El artículo
pretende desmontar una vieja contienda habida en la tercera Crítica entre una estética y una
filosofía del arte. Tal contienda mostraría a la de Kant como una estética en
conflicto. Cual Jano bifronte, el filósofo de Königsberg presentará en la
última Crítica una Crítica de la
facultad de juzgar estética que va y viene entre una estética filosófica y una
metafísica del arte, y que terminará convirtiéndose en una propedéutica para
las filosofías del arte del Romanticismo. A partir de la crítica de Derrida a
lo colosal kantiano —comentario que permitiría conjeturar la presencia en la
primera parte de la tercera Crítica
de un olvidado arte sublime—, se plantea como hipótesis la posibilidad de una
inacabada y obscura arquitectónica de la Crítica de la facultad de juzgar
estética, donde la condición bastarda de lo sublime evidenciaría una cuestión
no deducida trascendentalmente, pero sí experimentada por nuestras facultades
del conocer, esto es, una conmoción suprasensible determinada por una suerte de
principio de contra-finalidad. De este modo, el problema de lo sublime, cuya
expresión de lo colosal está lejos de calificar como un caso del mundo del
arte, revelaría al Kant de la tercera
Crítica preso en el conflicto aparentemente irresoluble entre razón y
sentimiento.
Palabras clave: arte. colosal. estética. naturaleza.
sublimidad.
ABSTRACT
The article
aims to dismantle an old dispute in the third Critique between an aesthetics and a philosophy of art. Such a
dispute would show Kant’s aesthetics as an aesthetics in conflict. Like a
two-faced Janus, the philosopher from Königsberg will present in the last Critique a Critique of the faculty of
aesthetic judgment that goes back and forth between a philosophical aesthetics
and a metaphysics of art, and that will end up becoming a propaedeutic for the
philosophies of art of Romanticism. Based on Derrida’s critique of the Kantian
colossal —a comment that would allow us to conjecture the presence in the first
part of the third Critique of a
forgotten sublime art—, we hypothesize the possibility of an unfinished and
obscure architecture of the Critique of the faculty of aesthetic judgment,
where the bastard condition of the sublime would evidence a question not
deduced transcendentally, but experienced by our faculties of knowing, that is,
a suprasensible shock determined by a sort of principle of counter-finality.
Thus, the problem of the sublime, whose expression of the colossal is far from
qualifying as a case of the world of art, would reveal the Kant of the third Critique imprisoned in an apparently
irresolvable conflict between reason and feeling.
Keywords: art. colossal. aesthetics. nature. sublimity.
RESUMO
O artigo visa desmantelar uma longa disputa na terceira Crítica entre uma estética e uma filosofia de arte. Tal disputa mostraria a estética de Kant como uma estética em conflito. Como um Janus de duas faces, o filósofo de Königsberg apresentará na última Crítica uma Crítica da faculdade de julgamento estético que vai e vem entre uma estética filosófica e uma metafísica da arte, e que acabará se tornando uma propedêutica para as filosofias da arte do Romantismo. Com base na crítica de Derrida ao colossal Kantian —um comentário que nos permitiria conjeturar a presença na primeira parte da terceira Crítica de uma arte sublime esquecida— colocamos a hipótese da possibilidade de uma arquitetura inacabada e obscura da Crítica da faculdade de julgamento estético, onde a condição bastarda do sublime evidenciaria uma questão não deduzida transcendentalmente, mas experimentada por nossas faculdades de saber, ou seja, um choque suprasensível determinado por uma espécie de princípio de contra-finalismo. Assim, o problema do sublime, cuja expressão do colossal está longe de ser qualificada como um caso do mundo da arte, revelaria o Kant da terceira Crítica preso em um conflito aparentemente irresolúvel entre razão e sentimento.
Palavras-chave:
arte. colossal. estética. natureza. sublimidade.
Introducción
No debiera
ser sorpresa plantear la problematicidad con que se presenta la teoría estética
kantiana en la tercera Crítica, el
lugar privilegiado en que, en principio, el filósofo prusiano expone los
fundamentos de su comentada «crítica del gusto», según la famosa carta a
Reinhold de 1787. Los problemas son varios —numerosos, diría yo—, y se
extienden desde la discutida universalidad y normatividad del juicio estético
hasta la dificultad de establecer una única arquitectónica para la Crítica de
la facultad de juzgar estética (si es que no para toda la tercera Crítica). Por si fuera poco, surgen
entremedio otras dificultades: las suspicacias respecto de la idea de juego con
que en el juicio de belleza se presenta la relación entre las facultades de
conocer, la aparición intempestiva del genio en el apartado del arte y la
extrañísima relación de isotensión que permeará la Analítica de lo sublime
(Fernández, 2020: 23). En fin, una colección de dimes y diretes entre Kant y la
estética, o, dicho más problemáticamente aún, entre Kant y la propia filosofía
del arte. En otras palabras, una virtual estética en conflicto.
Como
encuadre inicial, quisiera recurrir al filósofo estadounidense George Dickie
(2003), para quien en la Crítica de la
facultad de juzgar (CJ) Kant
habría invertido de lugar a la crítica estética y la crítica teleológica: “La
tarea de exponer la teoría global de la tercera Crítica es como la tarea a la que se enfrenta un paleontólogo al
tratar de ensamblar el esqueleto de un animal prehistórico cuyos restos
fosilizados se hallan diseminados sobre una amplia zona” (167). La observación
de Dickie abre otra arista a los numerosos cuestionamientos que se han dejado
caer sobre la estética kantiana, sobre todo porque el americano pone énfasis en
la necesidad de una teoría de la finalidad previa a la deducción de los juicios
de gusto, lo que en buenas cuentas significa lo siguiente: primero, que la
estética de Kant sería en realidad una estética teleológica, y, segundo, y por
lo mismo, que la CJ estaría
organizada literalmente al revés.
El objetivo
de este trabajo es aproximarse a desmontar la vieja contienda habida en la
tercera Crítica entre una estética y
una filosofía del arte, y demostrar cómo tal contienda revelaría a la estética
de Kant en realidad como una estética en conflicto. Al respecto, se plantea
como hipótesis central la existencia de una inacabada y obscura arquitectónica
de la Crítica de la facultad de juzgar estética, donde la condición bastarda de
lo sublime evidenciaría una cuestión no deducida trascendentalmente, pero sí
experimentada por nuestras facultades del conocer, esto es, una conmoción
suprasensible determinada por una suerte de principio de contra-finalidad.
A efectos
de demostrar esta hipótesis, el artículo se halla dividido en dos grandes
apartados. En el primero, y con un guiño a Trottein, discutiré si en la primera
parte de la tercera Crítica sería más
propio hablar de una estética filosófica o, más bien, de una filosofía del
arte. En el segundo apartado, propondré una reconsideración de lo sublime
kantiano y de su controversial relación con el arte, a partir, por un lado, de
algunas observaciones hechas por el propio Kant en la Crítica de la facultad de
juzgar estética, y, por otro, de la exégesis de lo colosal desarrollada por
Jacques Derrida en La verdad en pintura.
Por último, las conclusiones pretenden exponer el lugar aparentemente decisivo
de lo sublime colosal en esta virtual estética en conflicto, donde lo colosal
estaría bastante lejos de calificar como un mero caso del mundo del arte.
¿Estética
o filosofía del arte?
Hay una larga discusión en la tradición sobre si lo
que expone Kant en la CJ es una
estética o si, por el contrario, se trataría de una mera o pura filosofía del
arte. El problema es de data mayor, de modo que en este trabajo nos
conformaremos con sugerir que el proyecto de Kant respondería casi con
seguridad a la idea de superar por la vía de la propia crítica la canónica scientia cognitionis sensitivae de
Baumgarten, en particular sus pretensiones de “[…] reducir la consideración
crítica de lo bello a principios racionales y en elevar al rango de ciencia las
reglas de dicha consideración crítica” (Kant, 1998: 66).
Todo esto, sin embargo, con el resultado de la
presentación de una estética bastante a mal traer, subsumida en la estructura
teleológica del mundo (Dickie, 2003: 166) y con una teoría del arte incorporada
con “fórceps” por el filósofo regiomontano. Como sea, la influencia directa —y
mayor— de Kant parece no haber sido el “destacado crítico Baumgarten”, sino la
filosofía liberal de Christian Wolff, por quien Kant sintió en vida una gran
admiración. De hecho, si se mira con detención el sistema kantiano, podría
decirse sin mayores complejos que su intención principal es la de elaborar una
crítica sistemática sobre la capacidad de la razón que pudiera detener la
devastadora fuerza escéptica de las dudas abiertas por Hume en el panorama de
la filosofía moderna (Piulats, 2012). Casi lo mismo que puede hallarse en las
bases de la doctrina wolffiana: “Representa [Wolff] ante todo un primer eje
para centrar la solución del problema epistemológico fundamental: prescribe que
la instancia suprema ante la que han de ser resueltos los problemas y
contradicciones que aparezcan en el campo del conocimiento, no puede ser
enajenada a la razón” (Arana, 1979: 11).
En “pugna” con las pretensiones baumgartenianas de que
esta ars pulcre cogitandi adquiera
rango de ciencia superior, Kant hará asomo de su intención de establecer una
especie de metafísica estética, mientras se debate entre la indagación de una
crítica del gusto y una deducción de principios trascendentales para la
sensibilidad. Nuestro filósofo hará hincapié en la falta de tratamiento de la
estética de Baumgarten y elaborará, precisamente a propósito de la diferencia
entre “estética” y “crítica del gusto”, su famosa distinción entre esfera de la
investigación psicológica y esfera de la investigación trascendental, “[…] las
dos cuestiones sistemáticamente (y no solo cronológicamente) anteriores al
planteo de la cuestión del juicio tal como aparece tratado en la tercera Crítica” (Kobau, 1999: 78). Así es que
en este momento de madurez de la filosofía de Kant lo esencial es la
extremadamente problemática disyuntiva entre sujeto y objeto como topos del juicio estético puro.
Como es sabido, y a contrapelo de las teorías
estéticas de la época, Kant se decidirá finalmente por la subjetividad. En
cualquier caso, considerando esta irreductibilidad de lo trascendental a lo
psicológico, nadie podría, como dice Fenner (2020), acusar a Kant de ser un
psicólogo disfrazado de filósofo:
Kant’s
exploration of the subjective was never amenable to reduction to empirical
inspection or formation. But with that in mind, Kant’s exploration of aesthetic
judgment certainly had elements that might properly be called psychological
[…]. For Kant, however, the normativity of correct aesthetic judgment that he sought
could not befound through empirical inquiry, despite the fact that the British
Taste Theory tradition, and perhaps even Hume himself, seemed headed in that trajectory.The
normativity he sought could only be grounded, in his eyes, on truths that were
universal to all subjectivity as subjectivit [La exploración de Kant de lo
subjetivo nunca fue susceptible de reducirse a una inspección o formación
empírica. Pero teniendo
esto en cuenta, la exploración de Kant del juicio estético tenía ciertamente
elementos que podrían llamarse propiamente psicológicos […]. Para Kant, sin
embargo, la normatividad del juicio estético correcto que buscaba no podía
encontrarse a través de la investigación empírica, a pesar de que la tradición
británica de la teoría del gusto, y tal vez incluso el propio Hume, parecían
encaminarse en esa trayectoria. La normatividad que buscaba sólo podía ser
fundada, a sus ojos, en verdades que eran universales a toda subjetividad como
subjetividad] (136).
Sin embargo, Kant se verá atrapado, por una parte, por
la promesa de determinación de una cierta normatividad para el juicio de gusto
fundada en el sujeto, y, por otra, por una demanda, como quien dijera, de corte
más cultural o político para dar cabida en su estética filosófica nada menos
que a la esfera del arte, a estas alturas el “convidado de piedra” de su
crítica estética. Al respecto, Kobau (1999) pondrá de relieve el interés de los
idealistas en la correspondiente subdefinición espiritualista de filosofía del
arte, en el sentido de que para estos lo crucial sería una filosofía del arte
que se mantenga estrechamente ligada al mundo de lo sensible, ligazón que
tendría matices axiológicos y prácticos decisivos para cada una de las
filosofías inmanentistas del espíritu (90).
De manera que, y tal como observa Trottein (1998),
Kant se ve jalonado en la CJ, de un
lado, por una teoría de lo bello, y, de otro, por una metafísica del arte: “[…]
d’une part la perspective initiale et indéfiniment renaissante, celle de
l’esthétique, de la simple réflexion et du jeu, et d’autre part la perspective
finale, proprement téléologique et déterminante, du système métaphysique, de la
raison, théorique ou pratique” [por una parte la perspectiva inicial e
indefinidamente renaciente, la de la estética, la simple reflexión y el juego,
y por otra parte la perspectiva final, propiamente teleológica y determinante,
del sistema metafísico, de la razón, teórica o práctica] (671). Según el
francés, lo fundamental es el método llevado a cabo por Kant, quien parece
optar por un cruce indefinido y hasta cierto punto rocambolesco entre ambas
perspectivas teóricas. Es decir, la cuestión no sería tanto identificarlas bien
para priorizarlas mejor (lo que ya se hace por sí solo en la perspectiva
global), sino más bien comprender el tejido estético mismo respecto del cual el
movimiento del texto parece no dejar de alejarse en una dimensión precisamente
más metafísica.
Como insiste Trottein (1998), es evidente que la
estética kantiana no puede reducirse a una filosofía del arte, pues si lo
hiciera
[…] on ne voit
guère comment elle échapperait à l’opposition de l’oeuvre et des parerga, des arts majeurs et des arts
mineurs, des beaux-arts et des arts décoratifs. Elle aurait affaire à des
chefs-d’oeuvre dans leurs cadres dorés, qu’elle ne manquerait assurément pas de
recommander à notre assentiment [[…] es difícil ver cómo podría escapar a la
oposición de la obra y los parerga,
las artes mayores y las menores, las bellas artes y las artes decorativas. Se trataría de obras maestras en sus
marcos dorados, que ciertamente no dejaría de recomendar para nuestro
asentimiento] (667).
Esto es de
suyo problemático si lo que se quiere sostener es la tesis de una metafísica
del arte fundada en una mínima normatividad del gusto artístico o de producción
de la obra. No obstante, la idea contraria, que pudiera constatar la presencia
de una estética, así sin más, tampoco aparece justificada por ningún lado. No
se trata, entonces, de un asunto sólo de estilo o referido a una cierta
metodología de la deducción, sino, para decirlo en el propio lenguaje de Wolff,
de una cierta insuficiencia en el propio corazón de la estética filosófica que
parte por la imposibilidad de hallar en la CJ
algo siquiera cercano a una teoría del arte o a una estética de la obra.
De forma
que frente a un problema radicalmente estético como el de la fundamentación
trascendental del gusto, Kant presentará una Crítica de la facultad de juzgar
estética que va y viene entre una estética y una metafísica del arte,
metafísica que a su vez y para complicar aún más las cosas, y como se ha
insinuado, fluctuará entre una normatividad práctica y una determinación
teleológica. En efecto, la primera parte de la CJ se desarrolla, desde su perspectiva estética inaugural, en
dirección a una perspectiva metafísica de una sumisión cada vez más completa a
la razón práctica, donde el gusto termina por ser encasillado en el § 60, sin
más, como una facultad de enjuiciamiento de la sensibilización de las ideas
morales (Trottein, 1998: 671). Y esto, en medio de la depuración de una
definición completa de lo bello que resulta francamente exasperante: “De
jugement simplement réfléchissant, échappant à toute détermination, le jugement
esthétique se charge progressivement de détermination, il devient jugement
déterminant en même temps que réfléchissant; bref il devient téléologique” [De
un juicio meramente reflexivo, que escapa a toda determinación, el juicio
estético asume gradualmente la tarea de la determinación, se convierte en
determinante además de reflexivo; en definitiva, se convierte en teleológico]
(Trottein, 1998: 671-672).
Dice Kant
en el § 59, en algo parecido a una determinación práctica del juicio de gusto:
Pues bien, digo que lo bello es el símbolo del bien ético; y también que
sólo place bajo esta consideración (una relación que le es natural a cada uno y
que también le atribuye cada cual a los demás como deber), pretendiendo el
asentimiento de cada uno de los demás, siendo allí consciente el ánimo, a la
vez, de un cierto ennoblecimiento y elevación por sobre la mera receptividad de
un placer por impresiones de los sentidos y estimando el valor de otros también
según una máxima semejante de su facultad de juzgar (Kant, 1992: 259 A 258
primera versión alemana).
De este
modo, el proyecto de justificación de una estética posbaumgarteniana como la de
Kant tropieza con escollos tanto externos como internos. Externos, por cuanto
desde el punto de vista analítico/deductivo la Crítica de la facultad de juzgar
estética parece reflejar la intención de metodizar, por analogía con la
dialéctica, un discurso exotérico y práctico, es decir, sugerir una especie de
arte de los discursos (Kobau, 1999: 93); e internos, en el sentido de que, a la
postre, Kant no sabe qué hacer con la sensibilidad: primero, la excluye por la
vía de derecho de toda relación con lo bello, y, luego, la encaja en la esfera
de lo sublime haciéndola escapar del libre juego entre imaginación y
entendimiento, pero asegurándose de que lo sublime no pueda estar contenido en
ninguna forma sensible y que únicamente pueda referirse a las ideas de la razón
(Saint Girons, 2015). En efecto, afirma Kant (1992) en la Analítica de lo
sublime:
Pero precisamente porque en nuestra imaginación reside una tendencia a
la progresión hacia lo infinito, y en nuestra razón, una pretensión de absoluta
totalidad como idea real, esa misma inadecuación de nuestra facultad de
estimación de magnitudes de las cosas del mundo sensorial para esta idea es lo
que despierta el sentimiento de una facultad suprasensible en nosotros; y es el
uso que de modo natural hace la facultad de juzgar de ciertos objetos en pro
del último (sentimiento) y no, en cambio, el objeto de los sentidos, lo que es
absolutamente grande, y ante él, todo otro uso es pequeño (164 A 84-85).
Tal
contubernio en el corazón de la arquitectónica estética de Kant —representado
en el pasaje anterior por el eufemismo de Kant de no hablar derechamente de
sensibilidad, sino de “facultad de estimación de magnitudes de las cosas del
mundo sensorial”—, no se logra comprender a cabalidad si no se atiende al lugar
especial de la propia facultad de juzgar en el proyecto filosófico del
regiomontano. Por cierto, este giro en cuanto a las pretensiones finales que
tiene la última Crítica, expresado,
como sabemos, en el abandono de la idea inicial de proveer una crítica del
gusto y en su inclinación por una justificación trascendental de nuestras
vicisitudes del ánimo, revela al Kant de la CJ
preso de una contradicción aparentemente irresoluble entre razón y sentimiento.
¿Pero, no
es de eso acaso de lo que trata la CJ?
¿De cómo la razón debe retorcerse sobre sí misma para evitar caer en antinomias
que provean predicados del tipo: “yo conozco determinados (o indeterminados)
sentimientos”, o “yo debo realizar determinadas acciones sensibles o
placenteras”? ¿Y todos estos enjuiciamientos, además, siempre gobernados por la
razón y garantizados por esa ficción mental llamada principio trascendental?
Amoroso
(1998) lo plantea con encomiable detalle:
Dans le nouveau
sens, l’adjectif ästhetisch est
utilisé par Kant surtout avec les substantifs Urteil («jugement») et Urteilskraft
(«capacité de juger»). Ceci nous amène à comprendre les conditions qui
permettent à Kant ce changement. On peut le résumer ainsi: en premier, les
jugements esthétiques sont nommés ainsi parce qu’ils relèvent du sentiment, et
non de la sensibilité. (Dans ce sens Kant va jusqu'à parler ailleurs d’une Ästhetik der reinen praktischen Vernunft,
Ak. V 90, et d’une Ästhetik der Sitten,
Ak. VI 406). Mais le renvoi au sentiment ne suffit pas, parce que cette faculté
ne peut pas juger (pas plus que la sensibilité). Donc, en second lieu, la
doctrine de ces jugements peut être une vraie science seulement si l’on peut la
construire comme une critique trascendantale concernant una faculté supérieure
de connaître (supérieure parce que dotée de quelques principes a priori). Cette faculté ne peus pas
être le sentiment, qui n’est même pas une faculté de connaître. Ella sera par
contre la Urteilskraft, la capacité
de juger, qui a un principe a priori,
bien que très, énigmatique, qui lui est propre [En el nuevo sentido, Kant
utiliza el adjetivo ästhetisch
especialmente con los sustantivos Urteil
(«juicio») y Urteilskraft («capacidad
de juzgar»). Esto nos
lleva a comprender las condiciones que permiten a Kant este cambio. Se puede
resumir así: primero, los juicios estéticos se denominan así porque están
relacionados con el sentimiento, y no con la sensibilidad. (En este sentido,
Kant llega a hablar en otra parte de una Ästhetik
der reinen praktischen Vernunft, Ak. V 90, y de una Ästhetik der Sitten, Ak. VI 406). Pero no basta la referencia al
sentimiento, porque esta facultad no puede juzgar (como tampoco la
sensibilidad). Así, en segundo lugar, la doctrina de estos juicios sólo puede
ser una verdadera ciencia si puede construirse como una crítica trascendental
de una facultad superior de conocer (superior porque está dotada de unos
principios a priori). Esta facultad
no puede ser sentir, que ni siquiera es una facultad de conocer. Ella, por el
contrario, será la Urteilskraft, la
capacidad de juzgar, que tiene un principio a
priori, aunque muy enigmático, que le es propio] (704-705).
Ahora, la
posibilidad de constatar una filosofía del arte en la primera parte de la CJ queda, pues, bastante en entredicho,
sobre todo, como se ha planteado, por su insuficiencia teórica palmaria. Por un
lado, se podría suponer la existencia de una cierta filosofía del arte fundada
en lo sublime (i.e. la posibilidad de corroborar “lo sublime arquitectónico”
del § 26); sin embargo, en toda la Crítica de la facultad de juzgar estética no
hay una sola palabra sobre este asunto. Por otro lado, deliberadamente o no, la
propia nomenclatura de Kant hace desaparecer al arte de la pulchritudo vaga, mostrándolo, por ejemplo, en el famoso § 45
virtualmente como una amalgama indiscernible al lado de la naturaleza. Dice ahí
el filósofo alemán: “Bella era la naturaleza cuando a la vez tenía viso de
arte; y el arte sólo puede ser llamado bello cuando somos conscientes de que es
arte y, sin embargo, nos ofrece viso de naturaleza” (Kant, 1992: 216 A 177).
Este espejearse de la naturaleza en el arte y viceversa, permitirá afirmar a
Trottein (1998): “Soit en effet, l’art s’identifie et se confond avec la
nature, et il disparaît en tant qu’art; soit il tombe du côté de la beauté
adhérente, c’est-à-dire de la perfection, par conséquent en dehors du
territoire de la beauté à proprement parler” [O, de hecho, el arte se
identifica y se funde con la naturaleza y desaparece como arte; o cae del lado
de la belleza adherente, es decir, de la perfección, por tanto, fuera del
territorio de la belleza propiamente dicha] (672).
Lo que
debiésemos conceder es que a partir del § 45 la referencia al arte en la Crítica
de la facultad de juzgar estética parece torcer el tratamiento que previamente
Kant ha dado al enjuiciamiento de lo bello. Conceptos como perfección, ideas
estéticas, fin, genio y academia,
hacen del arte bello prácticamente un “polizón” respecto de lo que hasta ahora
el filósofo prusiano había deducido como lo bello natural. Su exégesis del arte
bello es lo suficientemente engorrosa como para no despertar fundadas suspicacias
en cuanto a cómo la pulchritudo vaga
efectivamente podría cristalizar en algún producto artístico (acotemos, creado
por el ser humano). Como ha insistido Kant, el enjuiciamiento de lo bello no
puede poner como fundamento un concepto del objeto que suscita nuestra
aprobación (en cuanto al gusto), de donde el filósofo parece haber caído en una
encrucijada irreversible entre belleza y regla.
En efecto,
el enjuiciamiento del arte bello sería contrario a derecho por la sencilla
razón de que todo arte, según el propio Kant (1992) ha dicho, “[…] supone
reglas, por cuyo establecimiento viene primeramente a ser representado como
posible un producto, si ha de ser llamado artístico” (217 A 179). Sin embargo,
unas líneas después, parece entregar la garantía argumentativa destinada a
resolver esta antinomia:
“[…]
el arte bello debe dar aspectos de
naturaleza, aunque, por cierto, se esté consciente de que es arte. Y como
naturaleza aparece un producto de arte al ser acertada, con toda puntualidad, la conveniencia respecto de
reglas, únicas según las cuales puede el producto llegar a ser eso que debe
ser; pero sin penosa prolijidad, sin
que la forma académica transluzca; esto es, sin mostrar la menor huella de que
la regla haya estado en la mira del artista, poniéndole trabas a sus fuerzas de
ánimo (Kant, 1992: 216 A 178).
No es necesario
detallar que la solución que plantea Kant (1992) a la antinomia del gusto
consiste en el invento de la figura del genio,
el que parece estar dotado de una genética ultra poderosa que hace posible la
conexión entre el arte y la propia naturaleza a través una facultad del ser
humano que, paradójicamente, representa a la naturaleza dando la regla al arte
en el sujeto, pero a condición de que se trate de un “[…] talento de
producir aquello para lo cual no se puede dar ninguna regla determinada” (217 A
182).
No obstante, esta “ontologización” del arte no debiera
confundirse con la posibilidad de hallar en la CJ alguna clase de filosofía del arte. La observación de Lima
(2014) es de la mayor lucidez, en cuanto a que ratifica que la presentación
kantiana del arte fungiría como una suerte de propedéutica para las filosofías
del arte del Romanticismo: “A abertura para essa outra dimensão é algo sobre o
que Kant somente esboça esparsa e fragmentariamente ensaios para sua
problematização, o que, porém, a filosofia do período romântico irá levar às
últimas (e extremistas) consequências” [La apertura a esta otra dimensión es
algo sobre lo que Kant solo esboza escasa y fragmentariamente ensayos para su problematización,
que, sin embargo, la filosofía del período romántico llevará hasta sus últimas
(y extremas) consecuencias] (12).
Analítica
de lo colosal
Pues bien,
desde el punto de vista de una correlación de las fuerzas en choque en la
teoría estética de la CJ, vale decir,
de lo bello y lo sublime, Kant ha sido majadero en decir que sólo la esfera de
lo bello requiere el compromiso del principio trascendental de finalidad. En lo
sublime, en cambio, parece darse un conflicto sorprendente y en varias aristas.
No es del caso referirme a todas ellas, pero me conformaré con observar que el
problema de lo sublime radica, en primer lugar, en su condición, como quien
dice, “antinatura” en la Crítica de la facultad de juzgar estética, manteniendo
una relación problemática no sólo respecto de lo bello sino también respecto
del principio de finalidad y la propia teología. Incluso hay quienes, como
Basile (2019), llegan a ver en lo sublime el «parásito» de Kant. O como el
mismo Rogozinski (2016), quien observa en la presentación de lo sublime
kantiano un trato privilegiado a propósito del lugar intermedio que esta
conmoción ocuparía entre el asco y la belleza (139-140).
Sugeriré,
pues, que la Analítica de lo sublime representa por antonomasia el lugar de
disyunción entre el arte y la naturaleza, entre el facere y el agere
kantianos. Para ello, me centraré en la crítica de Derrida al concepto de lo
colosal expuesta en La verdad en pintura,
crítica en la que la noción de inadecuación, es decir, lo sublime kantiano por
definición, parece recortarse, en la expresión derridiana, como la
«subjetividad del coloso». Lo sublime, de este modo, contendría un espesor
estético inescudriñable aun para el propio Kant.
En base a
una justificación estética donde primaría la interacción autodestructiva entre
sensualidad y significado (Librett, 2012), Derrida centra su exégesis casi
exclusivamente en lo sublime matemático, dejando lo sublime dinámico, sobre el
final de su texto, extrañamente como una especie de anécdota menor. La
explicación sólo puede suponerse, y en ese afán de dar con una razón plausible
quisiera creer que Derrida se enfoca en la crítica de lo colosal justamente
porque lo colosal se deriva de su contraste con la idea de hombre, pero, más
todavía, con la de arte, a diferencia de lo sublime dinámico que parece sólo
resolverse en un problemático concepto de resistencia. Lo colosal, siguiendo
este razonamiento, “igualaría armas” con la idea de finalidad que Kant incrusta
en lo bello. Tiene que ver con una noción de enormidad, mas no de tamaño, con
una dimensión de la erección, de lo que se levanta (Derrida, 2001: 128).
Retengamos lo siguiente: que lo colosal se erige a partir de las ideas de
hombre y de arte. Volveré sobre esto enseguida, porque en esto último, en la
confrontación de lo colosal con el arte, yace, en mi opinión, una abertura no
resuelta por Kant en la Analítica de lo sublime.
Lo colosal
supone una sobre-elevación de nuestro espíritu, pero una sobre-elevación que va
más allá de nosotros mismos. Equivale al concepto casi impresentable de lo «casi demasiado grande». Derrida lo interpreta
como aquella ruptura incluso del mismo límite de lo más elevado, ruptura que
carece de un quantum definido que
pudiera servir, en cierto modo, como cortapisa de lo inmenso. El terreno
preferente de lo colosal, argumenta el filósofo de origen argelino,
parafraseando a su vez a Kant, es la naturaleza. Es en este mundo donde, por
así decir, brota lo inconmensurable, lo que sobre-eleva las fuerzas de nuestro
ánimo. Sin embargo, no se trata de la naturaleza, así sin más. De hecho, no es
en la naturaleza cuyo concepto contiene ya un fin determinado donde surgirá lo colosal.
¿Qué es lo
que suscita entonces la presentación de este concepto técnicamente impresentable? Desde ya, ni la
naturaleza finalizada ni el mismo arte: “Ni el objeto natural que tiene una
destinación determinable ni el objeto de arte (la columna) pueden, por
consiguiente, dar una idea de la sobre-elevación sublime” (Derrida, 2001: 130).
Derrida verá el lugar primordial de lo colosal únicamente en la naturaleza
bruta, justo donde no es posible ni el arte bello ni la comparecencia del
objeto natural finalizado.
Kant (1992)
lo expone en el § 26:
En cambio [a diferencia de lo monstruoso], se denomina colosal
a la mera presentación de un concepto, que es casi demasiado grande para
cualquier representación (que linda con lo relativamente portentoso); es que el
fin de la presentación de un concepto es dificultado por el hecho de ser la
intuición del objeto casi demasiado grande para nuestra facultad de aprehensión
(166-167 A 88).
Para luego entregar
los consabidos ejemplos de una naturaleza que determina ese respeto subrepticio
de lo sublime por sus objetos:
¿Quién llamaría, en efecto, sublimes a las informes masas montañosas,
amontonadas unas sobre otras en salvaje desorden, con sus pirámides de hielo, o
al lóbrego mar embravecido, etc.? Mas el ánimo se siente elevado en su propio
enjuiciamiento cuando, al abandonarse, en la contemplación de aquellas cosas,
sin consideración de su forma, a la imaginación (…), halla, empero, que todo el
poderío de la imaginación es inadecuado a las ideas de esta (Kant, 1992:
169-170 A 94).
De modo que la sobre-elevación se anuncia directamente
en la naturaleza bruta, en una naturaleza que ningún contorno final o formal puede enmarcar,
acabar o definir en su talla: “Esta naturaleza bruta sobre la cual habría que
«mostrar» (aufzeigen) la
sobre-elevación sublime será bruta porque no ofrecerá ningún «atractivo» (Reiz) y no provocará ninguna emoción de
temor ante un peligro. Pero deberá implicar «grandezas», […] que sin embargo
desafían la medida […] y no se prestan a ninguna manipulación finita” (Derrida,
2001: 132). Tales grandezas precisamente deben abrir las puertas al infinito,
puesto que lo infinito es consustancial a lo colosal.
El propio
principio de finalidad, tan caro a lo bello, se muestra contrario a lo colosal,
puesto que presuponer un fin (en la
naturaleza o en el arte) es predisponer el objeto (el caballo, el jardín, las
columnas) con vistas a un acuerdo con nuestra facultad de juzgar. Más bien se
trata de «lo contrario», de algo parecido a una contrariedad irreductible. Lo
colosal contraría el juego de las facultades de conocer, y contraría, en
particular, la síntesis entre la aprehensión y la comprensión, provocando que
la primera pueda ir sin dificultad al infinito y que la segunda no pueda
seguirla producto de su finitud. Dice Kant (1992) en el § 23: “[…] lo que
despierta en nosotros, sin raciocinar sutilmente, sólo en la aprehensión, el
sentimiento de lo sublime, podrá aparecer ciertamente contrario a fin en su
forma para nuestra facultad de juzgar, no conforme a nuestra facultad de
presentación y, por decir así, violentador de la imaginación, aunque sólo para
ser juzgado como algo tanto más sublime” (159 A 76).
Esta
contrariedad, este contra-fin, está
lejos del sin fin de la finalidad sin
fin de lo bello. Lo cardinal respecto
de lo colosal resulta ser entonces la violencia de lo contrario: “Pero en lo
relativo a la facultad de juzgar, lo sublime natural, el que sigue siendo
privilegiado por este análisis de lo colosal,
parece formalmente contrario a un fin
(zweckwidrig), inadecuado y sin
conveniencia, inapropiado para nuestra facultad de representación” (Derrida,
2001: 137). Como lo colosal esquiva la finalidad, a cambio de establecer algo
así como un principio de contrariedad (placer/displacer,
aprehensión/comprensión, sensibilidad/razón, etc.), con mayor razón le es ajena
la esfera del arte, especialmente si el arte, como ha decretado Kant (1992), “[…] tiene
siempre el propósito determinado de producir algo” (216 A 180). De esta laya,
habría una contrariedad esencial entre el arte y lo sublime. Sostiene Derrida
(2001): “La habilidad del artista humano actúa en ellas con vistas a un fin,
determina, define, informa […]. Pero lo sublime, si existe, no lo hace sino
desbordando […]. No hay, entonces, buen ejemplo, ejemplo «conveniente» de
sublime en los productos del arte humano” (130). Acota más adelante: “Ni el
objeto natural que tiene una destinación determinable ni el objeto del arte (la
columna) pueden, por consiguiente, dar una idea de la sobre-elevación sublime”
(Derrida, 2001: 130). Y el arte no la puede dar porque sus objetos salen de las
manos del hombre, cuya medida, pues, conservan.
Pero si
Kant, primero, y Derrida, después, han corroborado esta cesura entre el arte y
lo colosal, fundada en la inadecuación del propio fin respecto de “lo colosal en erección” (Derrida, 2001: 140),
¿cómo entender entonces las referencias paradigmáticas que ambos hacen al arte
arquitectónico como manifestación de lo sublime? ¿Puede el arte ser parte de
esa “naturaleza bruta” que hace un rato el propio Derrida catalogó como la
única esfera posible para despertar en nosotros esta rara conmoción? ¿O es una
dimensión fenoménica calificada por Kant, como quien dijera, a última hora para
demostrar esta “sublimidad pétrea”, como la llama Derrida, y así equiparar el
binomio naturaleza/arte de la Analítica de lo bello?
Observemos
los archiconocidos ejemplos del § 26:
De aquí puede apreciarse: […] que no se debe
acercar uno mucho a las pirámides, como tampoco estar muy alejado de ellas,
para ser cogido por la emoción total de su magnitud. Pues si es lo último, las
partes que son aprehendidas (sus piedras superpuestas) son representadas sólo
oscuramente y su representación no hace ningún efecto en el juicio estético del
sujeto. Y si es lo primero, necesita el ojo algún tiempo para completar la
aprehensión desde la base hasta la cima; en esta, sin embargo, las primeras se
extinguen antes de que la imaginación haya acogido las últimas […]. Exactamente lo
mismo puede bastar para explicar el estupor o esa especie de perplejidad que,
como se cuenta, asalta al espectador que por primera vez entre a la iglesia de
San Pedro en Roma. En efecto, hay aquí un sentimiento de inadecuación de su
imaginación para presentar la idea de un todo; en esto alcanza la imaginación
su máximum y, en el afán por ampliarlo, vuelve a sumirse en sí misma, siendo
transportada por ello, sin embargo, a una complacencia emotiva (Kant, 1992: 166
A 86).
Escribe
Derrida (2001) sobre el caso de las pirámides: “De muy lejos, la aprehensión de
las piedras solo da lugar a una representación oscura sin efecto sobre el
juicio estético del sujeto. De muy cerca, […] exige tiempo para cumplirse de la
base hasta la cúspide; las primeras percepciones se «desvanecen» antes de que
la imaginación alcance las últimas y «la comprensión nunca es completa»” (149).
Y acto seguido sobre el ejemplo de la iglesia de Roma: “Es lo que sucede —otro
lugar de piedra con el nombre de Pedro, y es la Iglesia— cuando el espectador
entra por primera vez en la iglesia de San Pedro en Roma. Está «desorientado» o
poseído por el «estupor». Se diría que está casi pasmado <médusé>: hace poco le ocurría afuera,
ahora le ocurre adentro de la cripta pétrea” (Derrida, 2001: 150).
En suma:
¿puede o no el arte dar lugar a lo sublime? Por lo visto sí. Empero, Derrida
pasa por alto esta evidente paradoja del mismo modo como parece haberlo hecho
también el propio Kant. Es más, Derrida (2001) citará un pasaje del mismo § 26
que parece decisivo para suponer una cierta fenomenología del arte asociada a
lo sublime:
[…] no se
debe mostrar lo sublime en productos del arte (por ejemplo, edificios,
columnas, etc.) en los cuales una finalidad humana determina tanto la forma
como la dimensión, […] sino en la naturaleza bruta (y en ella a condición de
que no implique ninguna atracción ni algo emocionante proveniente de un peligro
real), siempre y cuando sólo contenga un
gran tamaño (150)[12].
Si, por un
lado, como asegura Kant, no puede haber arte sublime en productos como
“edificios, columnas, etc.”, y, por otro, sólo puede haberlo (donde el “sino”,
en la cita, debiera traducirse por “exclusivamente”) en la naturaleza bruta,
siempre y cuando, además de tener que esquivar el atractivo y el terror, sólo contenga un gran tamaño; entonces,
la única posibilidad que queda (que justifique en cierto modo los ejemplos de
las pirámides y de la iglesia de Roma) es que sólo “pueden ser sublimes” los
productos arquitectónicos de “gran tamaño”. Por tanto, para confirmar la tesis
de una “arquitectura sublime”, lo determinante es la constatación de lo colosal
de la obra (su “gran tamaño”) y no la factura arquitectónica del producto, si
lo decisivo en el arte arquitectónico, según el § 51, es “un cierto uso del objeto artístico, a lo cual son
limitadas, como a su condición, las ideas estéticas” (Kant, 1992: 230 A 208).
Y esto es
así porque no se trata, nolens volens,
de la belleza arquitectónica sino de su potencial sublimidad. De modo que,
parafraseando la conocida analogía del § 45, pudiésemos llegar a decir que: sublime era la naturaleza cuando a la vez
tenía viso de arte; y el arte sólo puede ser llamado sublime cuando somos
conscientes de que es arte y, sin embargo, nos ofrece viso de naturaleza.
Nada parece
cambiar, salvo que, y esta es una cuestión que tiene que ver con las
dificultades internas de la propia metafísica kantiana del arte, finalmente se
esté en presencia, como lo deja translucir Shapshay (2020), de dos tipos
distintos de sublimidades (siguiendo el mismo patrón de la Analítica de lo
bello): de una sublimidad, por así decir, adherente
y de una sublimidad libre: “So long
as the pyramids and St. Peter’s cathedral are appreciated for their formal
qualities alone (in this case, their overwhelming scale, which makes them from
a certain vantage point seem formless or contra-purposive for our cognitive
faculties), they can arguably be numbered among ‘free sublimities’ along with
vast and/or overwhelming natural environments” [En la medida en que las pirámides
y la catedral de San Pedro se aprecian sólo por sus cualidades formales (en
este caso, su escala abrumadora, que las hace parecer, desde cierto punto de
vista, sin forma o contrapuestas a nuestras facultades cognitivas), pueden
contarse entre las “sublimidades libres” junto con los vastos y/o abrumadores
entornos naturales] (212-213).
Puesta así,
esta condición bastarda de lo sublime podría llegar a explicarse sólo si
atendemos a la posibilidad de una cierta renuncia del principio de finalidad en
el corazón de la estética kantiana. Esta virtual blasfemia doctrinaria, sin
embargo, parece tener una explicación paradójicamente trascendental en las
propias palabras de Kant.
Si el
filósofo de ojos azules ha dicho en otro lugar que la Crítica de la facultad de
juzgar estética es la “propedéutica de toda filosofía”, esta enigmática
observación podría tener que ver perfectamente con que, puesto que lo colosal,
y con ello, la idea de lo sublime no pueden explicarse a partir de una
deducción del principio de finalidad, lo que habría entonces en la segunda
parte de la Crítica de la facultad de juzgar estética sería una cuestión no
deducida trascendentalmente, pero sí experimentada por nuestras facultades del
conocer, una conmoción suprasensible determinada por una suerte de principio
del contra-fin o de contra-finalidad.
Quiérase o
no, esta vistosa contradicción (no ajena, por lo demás, a buena parte de la
arquitectónica de la CJ) podría
explicarse doctrinariamente según lo expuesto por el propio Kant, en cuanto a
que el principio de finalidad no sería más que un principio formal que regula
el orden de los objetos de la naturaleza y del arte. Es decir, una estructura
subjetiva y a priori que conecta bajo
el concepto de sistema las formas bellas de la naturaleza con nuestras propias
facultades de conocimiento. Como en lo sublime no se requiere ningún tipo de
deducción fundada en la forma del objeto (a decir verdad, ningún tipo de
deducción, pues, dice Kant, basta la sola exposición de los juicios sobre lo
sublime para dar garantía de su legitimidad), todo indica que el problema de lo
sublime —cuya expresión de lo colosal, como acabamos de ver, está lejos de
calificar como un caso del mundo del arte— se inscribiría justo en el corazón
del conflicto teórico y metódico que parece cruzar de punta a rabo a la Crítica
de la facultad de juzgar estética, la guardia de corps de la tercera Crítica.
Como afirma
Garroni (1998), para referirse a esta problematicidad de la facultad de juzgar:
[…] elle n’este pas simplement une faculté nouvelle, en tant que fournie dans la
troisième Critique de son prope principe, et destinée à être ajoutée aux
autres, déjà connues, encore moins pour donner une justification ad hoc des jugements esthétiques et des
pseudo-jugements téléologiques, mais elle
est plutôt l’issue d’une mise-en-question du problème même des facultés
[[…] ella no es simplemente una
facultad nueva, en cuanto se refiere
la tercera Crítica a su propio principio, que pretende añadirse a los otros, ya
conocidos, menos aún para dar una justificación ad hoc de los juicios estéticos y pseudojuicios teleológicos, sino más bien el resultado de un
cuestionamiento del problema mismo de las facultades] (319).
Conclusiones
El carácter
de la estética kantiana parece, a la luz de lo expuesto, incontrastablemente
inacabado. No sólo porque lo que muestra el filósofo alemán en la primera parte
de la tercera Crítica es una especie
de superposición entre una lógica tradicional y una estética propiamente tal,
sino porque la propia Crítica de la facultad de juzgar estética nunca logra
presentar una necesaria homologación metódica entre las esferas sensible y
cognitiva. Ni hablar de una posible justificación de una filosofía del arte,
intento que no solamente queda a medio camino producto de la inexistencia de
una mínima sistematicidad teórica, sino porque la misma idea de arte se funde
conflictivamente con la idea de una naturaleza omniabarcadora.
Echando
mano a un copioso laberinto de definiciones, ejemplos y contraejemplos no
exento de contradicciones, Kant logra tejer una estética filosófica que intenta
trabar una relación metafísica con un concepto de naturaleza que parece ser
equivalente al propio infinito. Una naturaleza que unas veces funciona como el
propio entorno agreste que determina la conmoción de lo sublime, y otras, en
las que se transmuta en la noción ontológica de mundo, por ejemplo, cuando es
el propio sujeto el que extrae de sí mismo esa misteriosa fuerza llamada genio para dar la regla al arte. Por
último, una naturaleza que también debe convertirse en arte (o al menos
aparentarlo) para ser digna de cierta belleza, y, según el parafraseo que
proponemos más arriba, también para ser tenida por sublime.
Las
falencias teóricas de la Crítica de la facultad de juzgar estética han revelado
que lo colosal, y, con ello, lo sublime —el bastardo de la estética kantiana—,
no pueden explicarse a partir de una simple deducción del principio de
finalidad, sino a partir de la experimentación de una conmoción suprasensible
determinada por una suerte de principio de contra-finalidad. Justo en mitad de
este conflicto, y mediante una desconstrucción absolutamente esteticista,
Derrida transformará la antinomia arte/naturaleza de la Analítica de lo sublime
en una paradoja del juicio estético puro, restituyendo el arte, precisamente
mediante el concepto indeterminado de lo colosal, a un lugar ultra-problemático
del mundo suprasensible. Persiguiendo los límites del formalismo kantiano,
Derrida ha dicho que, aunque lo sublime colosal no les compete ni al arte ni a
la cultura, sin embargo, no tiene nada de natural; pero, además, que la talla
de lo colosal no es ni cultura ni naturaleza, pero a la vez es la una y es la
otra. Negación y, a la vez, afirmación, paradoja sobre paradoja, la del francés
sobre la del regiomontano. Visos de una estética en conflicto que termina
resultando crítica consigo misma, mientras una arquitectónica más segura de la
Crítica de la facultad de juzgar estética continúa esperando las condiciones de
su posibilidad.
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EL CAMINO DE LA JUSTICIA
DEL ENFOQUE INTERACCIONAL AL ENFOQUE
INTERINSTITUCIONAL
THE ROAD
OF JUSTICE
From the interactional approach to the interinstitutional approach
O CAMINHO DA JUSTIÇA
Da
abordagem interacional à abordagem interinstitucional
Duvan
Fernando Valencia García
(Secretaría de
educación de Antioquia,
Universidad
Pontificia Bolivariana, Colombia)
dufevaga@gmail.com
Recibido: 16/09/2022
Aprobado: 11/03/2023
RESUMEN
El presente
artículo pretende realizar una reflexión sobre la diferenciación entre lo justo
y la justicia, a partir de los enfoques interaccional e institucional. Se
sustenta teóricamente en dos cuestiones fundamentales, en un primer momento,
procura mostrar la imposibilidad de definir la justicia, al considerarla como
una noción simple y por lo tanto no definible ni realizable; y en un segundo
momento, procura dejar sembrada la diferencia conceptual de la justicia desde
la filosofía moral y el enfoque interaccional y la filosofía política y el
enfoque interinstitucional, para lograrlo se toman los principales elementos de
la moral platónica, de la moral aristotélica y del utilitarismo clásico;
asimismo del pensamiento político de John Locke y John Rawls principalmente,
para finalmente concluir que la justicia ha de considerarse como una virtud
política.
Palabras clave:
justicia. filosofía moral. filosofía política. enfoque interaccional de la
justicia. enfoque interinstitucional de la justicia.
ABSTRACT
This
article aims to reflect on the differentiation between fairness and justice,
from the interactional and institutional approaches. It is theoretically based
on two fundamental questions. At first, it tries to show the impossibility of
defining justice, considering it as a simple notion and therefore not definable
or achievable; and in a second moment, it tries to leave seeded the conceptual
difference of justice from the moral philosophy and the interactional approach
and the political philosophy and the inter-institutional approach, to achieve
this, the main elements of Platonic morality, Aristotelian morality and
classical utilitarianism; likewise from the political thinking of John Locke
and John Rawls mainly, to finally conclude that justice must be considered as a
political virtue.
Keywords: justice.
moral philosophy. political philosophy. interactional approach to justice.
inter-institutional approach to justice.
RESUMO
Este artigo pretende fazer uma reflexão sobre a
diferenciação entre justo e justiça, a partir das abordagens interacional e
institucional. Baseia-se teoricamente em duas questões fundamentais: em
primeiro lugar, procura mostrar a impossibilidade de definir a justiça,
considerando-a como uma noção simples e, portanto, não definível nem concreta;
e, em um segundo momento, busca plantar a diferença conceitual de justiça a
partir da filosofia moral e da abordagem interacional e da filosofia política e
da abordagem interinstitucional, para tanto, os principais elementos da moral
platônica, da moral aristotélica e do utilitarismo clássico; também do
pensamento político de John Locke e John Rawls, em especial, para finalmente
concluir que a justiça deve ser considerada como uma virtude política.
Palavras-chave: justiça. filosofia moral. filosofia política.
abordagem interacional da justiça. abordagem interinstitucional da justiça.
Introducción
La justicia fue por mucho tiempo tema de estudio de la filosofía moral,
los planteamientos de Platón y Aristóteles constituyeron el punto de partida para
reflexiones en torno al actuar de los hombres y su relación con lo bueno y lo
justo siendo referentes de la reflexión moral de justicia por mucho tiempo.
Esta reflexión sobre la justicia desde la filosofía moral se amplía con la
incursión del utilitarismo especialmente la versión clásica de Jeremy Bentham y
John Stuart Mill, que ponía énfasis en la consecución de la mayor utilidad
posible. ¿Qué tienen en común las reflexiones en torno a la justicia de Platón,
Aristóteles y el utilitarismo? El punto de convergencia es que se sustentan en
el enfoque interaccional, es decir, conciben la justicia como el juicio de
valor de “lo bueno” o “lo correcto” de una acción individual la cual deberá
tener como resultado “lo justo”, lo que Otfried Höffe (2015) llamó perspectiva
subjetiva o justicia personal, acá la justicia se concibe como una virtud moral.
Sin embargo, el problema que afronta la filosofía moral y el enfoque
interaccional consiste en no poder determinar con certeza qué acción o acciones
nos llevan directamente a la justicia, y apela a la probidad de los hombres,
por una razón fundamental, los juicios éticos y con ellos la concepción de “lo
bueno”, “lo correcto” y “lo justo”, depende no solo de las circunstancias que
llevaron a una persona a obrar de una manera y a sus doctrinas morales,
política, social o religiosa, sino a las características propias de la sociedad
donde convive y donde pueden verse enfrentadas dichas doctrinas con las de
otros ciudadanos.
La reflexión filosófica sobre la justicia en la modernidad se centró
principalmente en la doctrina contractualista y la teoría del conflicto,
Hobbes, Locke y Rousseau, centraron sus discusiones en la forma para salir del
estado de naturaleza y en la creación del Estado como institución garante de
los derechos cedidos, al tiempo que se debatía su forma más legítima y justa.
La justicia se empezaba a concebir desde una perspectiva objetiva, donde
el Estado como institución debía ser su garante, sin embargo, esta visión de la
justicia desde el enfoque institucional llegaría hasta Kant y su
constructivismo, y luego de él caería en un letargo.
Es solo hasta 1971, año de la publicación de la teoría de la justicia
de John Rawls cuando la filosofía política logra un resurgimiento y la
justicia retorna como un tema de debate fundamental para la filosofía política.
El aporte de Rawls al proponer los dos principios que deben guiar toda
sociedad justa es traer para la filosofía política una discusión abandonada, dichos
principios se enuncian de la siguiente manera:
Primero: Cada
persona ha de tener un derecho igual al esquema más extenso de libertades
básicas que sea compatible con un esquema semejante de libertades para los
demás.
Segundo: Las
desigualdades sociales y económicas habrán de ser conformadas de modo tal que a
la vez que: a) se espere razonablemente que sean ventajosas para todos, b) se
vinculen a empleos y cargos asequibles para todos (Rawls, 1995ª: 67-68).
La riqueza de Rawls es mostrar a partir de esos dos principios el camino
que debe seguir el Estado como estructura básica de la sociedad para que la
justicia sea su objeto primario. El Estado como estructura básica está
determinado por la forma como las instituciones sociales convergen entre sí
para lograr una sociedad justa, la justicia se concibe como una virtud
política.
Que la justicia se conciba como virtud política, significa que no se
encuentra en los individuos sino en el Estado y sus instituciones, por tanto,
la justicia tiene un enfoque interinstitucional, es decir, la forma como las
instituciones políticas, sociales y económicas, distribuyen derechos y deberes
fundamentales, y garantizan los bienes primarios, asociada a la manera como
Rawls concebía la justicia, a saber, una justicia como equidad.
Trazado de esta manera el problema a tratar, se aborda el problema de la
definición de la justicia, y posteriormente, la diferenciación entre la
filosofía moral y su enfoque interaccional y la filosofía política y su enfoque
interinstitucional.
Definir la
justicia una cuestión problemática
¿Por qué definir
la justicia es una cuestión problemática? Para dar respuesta a este
interrogante es preciso echar mano a dos razones: la primera, es necesario presuponer que la justicia es una virtud general y simple,
característica que solo comparte con la bondad, como lo presenta George E.
Moore y su concepto de falacia naturalista propuesto en Principa Ethica
(1903), y la segunda, la
multidisciplinariedad de la justicia al ser objeto de estudio de disciplinas
como el derecho, la economía, la política y la filosofía, que no permite una
definición unívoca y su aplicación se da de manera diferenciada entre las
mencionadas disciplinas. Las razones anteriores pueden no ser suficientes, sin
embargo, dan de forma preliminar una respuesta al interrogante planteado.
Al tratar de definir la justicia la asociamos
al resultado de una acción, que trae consigo un juicio ético. Para George E.
Moore en “la mayoría de los casos, cada que empleamos términos como “virtud”,
“vicio”, “obligación”, “correcto”, “debe”, “bueno”, “malo”, estamos haciendo
con toda seguridad juicios éticos; y, si queremos discutir su verdad, tendremos
que debatir un aspecto de la Ética” (2002: 23).
Lo mismo ocurre cuando empleamos el término
“justo”, “injusto”; si estos corresponden a la ética, es posible afirmar que se
pueden concretizar en la acción o en el juicio de valor que se le dé; pero el
problema acá es sobre la justicia y no sobre lo justo.
El problema surge de asimilar como sinónimos
justicia y justo, dada que la
justicia no se agota en una acción, es más, una acción puede resultar ser justa
en un momento particular, con unas condiciones particulares, pero no tiene un
carácter de universalidad, -nótese por ejemplo en el fallo de un juez-, para
determinar lo justo bastará con el análisis del caso en concreto (casuista),
pero para definir la justicia se deberá tener en cuenta la virtud general,
La casuista ha
sido incapaz de distinguir, en los casos que trata, aquellos elementos de los
que depende su valor. Por lo que a menudo considera de igual valor dos casos
cuya semejanza se debe, en realidad a otra circunstancia (Moore, 2002: 27).
La justicia como
virtud general, se diferencia de lo justo como resultado de la casuística, en
el agotamiento de los presupuestos que le dan origen, acá debemos considerar
por ejemplo los dilemas morales que tendrán respuestas tan variadas como los
individuos que los enfrenten.
La principal
razón para considerar la justicia como indefinible es por no ser concretizable,
y en esa medida no ser susceptible de juicios éticos,
En cuanto a los
juicios éticos que afirman que una determinada clase de acción es buena como
medio para conseguir un tipo concreto de efecto, ninguno de ellos será cierto
con carácter universal…En otras palabras, para juzgar que una acción es por lo
general un medio idóneo para obtener el bien no basta con que suela producir
algún bien, sino que además debe proporcionar normalmente el mayor bien de
todos los que permitan las circunstancias. (Moore, 2002: 46).
Esto muestra que
la definición de justicia no se encuentra en una acción individual ni en el
juicio de valor que a ella se le dé, sino que se encuentra en el acuerdo
inicial que dio origen al Estado como estructura básica y a los principios que
la soportan.
La acción
justa, Platón y Aristóteles
Pensar la
justicia ha sido una tarea emprendida por los filósofos clásicos, especialmente
por Platón y Aristóteles, para los cuales la noción de justicia está ligada a
la noción del bien.
Platón en Protágoras
al sostener el argumento sobre el origen de la sociedad y con ella del arte
de la política, afirma que la justicia es un regalo de Zeus para evitar la
extinción de la humanidad, sin embargo, distinto a las artes que son repartidas
a una solo persona o a un grupo pequeño de ellas, -puesto que por ejemplo con
un médico basta para atender la necesidades de salud de varias personas, lo
cual ocurre igualmente con todas las artes-, Zeus nota que la justicia ha de
ser dada a todos los hombres, de tal manera, que se asegure el bienestar social
y aquel que sea incapaz de practicarla ha de matarse por el bien de la ciudad.
Zeus, entonces,
temió que sucumbiera toda nuestra raza, y envió a Hermes que trajera a los
hombres el sentido moral y la justicia, para que hubiera orden en las ciudades
y ligaduras acordes de amistad. Le preguntó, entonces, Hermes a Zeus de qué
modo darla el sentido moral y la justicia a los hombres: «¿Las reparto como
están repartidos los conocimientos? Están repartidos así : uno solo que domine
la medicina vale para muchos particulares, y lo mismo los otros profesionales.
¿También ahora la justicia y el sentido moral los infundiré así a los humanos,
o los reparto a todos?» «A todos, dijo Zeus, y que todos sean partícipes. Pues
no habría ciudades, si sólo algunos de ellos participaran, como de los otros
conocimientos. Además, impón una ley de mi parte: que al incapaz de participar
del honor y la justicia lo eliminen como a una enfermedad de la ciudad.»
(Platón, Protágoras, 322 c-d).
Del relato
platónico, queda claro que al ser la justicia un regalo de Zeus, como virtud
fundamental para vivir en sociedad, está se constituye en una virtud política
“Pero cuando se meten en una discusión sobre la excelencia política, que hay
que tratar enteramente con justicia y moderación” (Platón, Protágoras, 323a).
El problema de la
justicia en Platón no se encuentra en su filosofía política, sino en su
filosofía moral. Simplemente he acudido a estas citas de Protágoras para
argumentar en un primer momento que la justicia surgió como una virtud política
y no moral.
La definición
platónica de justo se encuentra en La República “según me parece, que lo
justo es devolver a cada uno lo que corresponde, y a esto lo denominó “lo que
se debe”” (Platón, La república, 332c).
Platón
concibe la justicia como una acción señalando “a cada quien lo suyo”, en esa
medida la justicia se instaura como una virtud suprema que entra a complementar
las tres virtudes asociadas a las partes del alma: (i) racional sabiduría, (ii)
irascible valentía y (iii) concupicible moderación, “la justicia se ocupa de
que cada parte del alma cumpla su función correspondiente; ella señala “a cada
quien lo suyo”, ciertamente no determinados bienes, sino ámbitos de deberes y
de acción” (Höffe, 2015: 25).
Platón no trata
de establecer una lista nominal de las acciones que se consideren justas, por
el contrario, “lo que él quiere saber es lo que en una acción o clase de
acciones nos hace llamarlas justas” (MacIntyre,
1991: 42). Por lo tanto, se puede considerar como justa aquella acción
que corresponde a la respectiva virtud según el tipo de alma.
En La
República se lee “Por consiguiente, Simónides llama justicia al hacer bien
a los amigos y mal a los enemigos” (Platón, 332d),
Platón utiliza indistintamente la
palabra “justo” y “justicia”, para significar la acción de que aquel que hace
el bien a sus amigos, asume que un hombre con dicho comportamiento es
justo y bueno. Por lo tanto, la justicia es el resultado del actuar del hombre
justo que busca el bien.
Para Aristóteles
la justicia y la injusticia dependen del modo de actuar del individuo, en Ética a Nicómaco, le dedica el libro V donde hace notar que la justicia y su
antagónica están determinadas por la disposición de actuar de una deliberada
forma.
Vemos que todos
suelen referirse a la justicia como la disposición por la cual los hombres son
capaces de realizar acciones justas y por la que suelen obrar rectamente y lo
desean. De la misma manera también con la injusticia: es la disposición por la
que realizan obras injustas y lo desean (Aristóteles, 2001, 1129a).
Aristóteles
supone la existencia de una predisposición en el hombre a lo justo, esto es, a
obrar correctamente, sencillamente porque el hombre está dispuesto a la virtud,
así el hombre virtuoso es justo. Es importante aclarar que la virtud es la
justicia y no lo justo, puesto que lo segundo es la adjetivación de lo primero.
Y es que «esta
injusticia» es parte de la injusticia total, e, igualmente, la «justicia» lo es
de la justicia total. De manera que habrá que hablar sobre la justicia parcial
y sobre la injusticia parcial -e igualmente sobre lo justo y lo injusto-
(Aristóteles, 2001, 1130b).
La justicia tal
como la asumen Platón y Aristóteles necesita dos elementos fundamentales: la
acción y el otro, el hombre justo es el que hace el bien, da lo debe y obra
rectamente y, nadie puede deber a sí mismo ni obrar rectamente en relación a sí
mismo, sino en relación a otro.
Ni Platón ni
Aristóteles separaron la noción de bueno y de justicia, y esto representa un
problema conceptual, puesto que bueno y justicia son virtudes distintas, que
comparten el mismo rango axiológico.
Acuden a un
enfoque interaccional para la definición de la justicia, sin que lleguen
realmente a conseguirlo, por el contrario, al dejarla en el campo de la acción
admiten la existencia de diferentes modos de esta, corriendo el riesgo de caer
en un relativismo.
Ellos asumen la
justicia como una virtud moral y por tal razón la agotan en una acción y un
juicio ético, y no permite determinar con certeza cuál es su contenido, no es
posible conocer, el objeto de aquello que llamamos justicia.
Ofrecen unas
características generales de cómo han de actuar los hombres justos, “la persona
justa tiene el propósito de mantener sus promesas, pagar sus deudas y defender
a aquellos cuyos derechos están siendo violados, en la medida en que la
justicia requiera estas acciones”
El enfoque
interaccional de la justicia
Al definir la justicia
desde la acción justa a partir de un enfoque interaccional, se corre el riesgo
de reducirla al juicio de valor, sometiéndola una especie de relativismo
conceptual, por lo que ante la pregunta ¿Qué es la justicia? la justica es la
justicia y punto.
Para la
comprensión del enfoque interaccional son esenciales dos principios, el primero
es el principio de certeza y el segundo es el principio de resultado, el primer
principio es el hecho de seguridad frente a la persona a la cual se debe dar lo
que se debe y en hacer lo correcto, el segundo principio es la acción efectiva
de dar lo que se deba o hacer lo correcto, es decir, la concretización de “a
cada quién según lo suyo”.
Estos dos
principios se complementan y perfeccionan la acción individual como justa. Se
encuentran implicados en el principio de razonalidad, ya que los hombres los
usan en el ejercicio del uso de la razón.
El enfoque
interaccional de la justicia, se inscribe al utilitarismo en su versión
clásica, tal como lo presentan Jeremy Bentham y John Stuart Mill, ya que está
fundamentado en los principios de certeza y resultado.
Su máxima se
resume de la siguiente manera: “la mayor felicidad para el mayor número”, de
modo que, toda acción que produzca como resultado la máxima felicidad se
considerará correcta y justa, es decir, la certeza y el resultado se anteponen
en superioridad al principio de utilidad.
El utilitarismo
no fue hábil al definir qué es lo útil ni en que consiste el principio de utilidad,
Resulta,
realmente, una presunción caprichosa la de que cuando la humanidad se pone de
acuerdo en considerar la utilidad como el criterio de la moralidad, no llegue a
acuerdo alguno respecto a lo que es útil, y no cuente con medios para hacer que
las nociones sobre esta materia sean enseñadas a los jóvenes e inculcadas
mediante la ley y la opinión pública (Mill, 2014: 92).
Si a cada
individuo lo mueve en realidad alcanzar su felicidad, ¿es posible que pueda
pensar en el otro?, de alguna manera se espera que fluya el ser social y se
anteponga al interés particular, el interés colectivo, discusión propia del
utilitarismo, “dentro del utilitarismo se presenta además la discusión sobre la
relación entre la búsqueda de la propia felicidad y la búsqueda de la mayor
felicidad para el mayor número” (MacIntyre, 1991:
235).
Si pensamos en
que los individuos actuamos conforme a la ley natural de la autoconservación
¿no nos impulsa esa misma ley natural a buscar nuestro bienestar por encima del
de los demás?, entonces la máxima del utilitarismo quedaría negada, y sería
reemplazada por la mayor felicidad para mí.
Los imperativos
“la mayor felicidad para el mayor número” o “la mayor felicidad para mí”,
podrán servir de justificación moral a cualquier acción, desvirtuando la
esencia del pensamiento de Bentham y Mill.
Existen otras corrientes
éticas como normativa y la deontológica que nos servirían igualmente de argumento para el enfoque interaccional, sin
embargo, he asumido que el utilitarismo resulta más adecuado, debido a la
consideración personal de que los hombres actuamos movidos fundamentalmente por
la búsqueda y obtención de la felicidad, y no tanto por el cumplimiento de las
normas o el deber por el deber.
Los argumentos
esgrimidos hasta acá, sirven para sustentar la idea del enfoque interaccional,
entendido como la forma en que se relacionan ciudadanos entre sí, a partir de
su sentido de lo justo, esto es, su justicia personal. No obstante, la
discusión queda abierta.
Contractualismo
lockeano y rawlsiano fundamento del enfoque interinstitucional de la justicia
Para comenzar es
necesario acudir a la idea del contrato social, de manera particular a la
propuesta por el filósofo inglés John Locke, y del filósofo norteamericano John
Rawls.
La teoría
contractualista de Locke sienta las bases del estado de naturaleza en los
principios de libertad e igualdad, a partir de ahí, fundamenta el nacimiento
del Estado constitucional en oposición al Estado monárquico absolutista
defendido por Robert Filmer.
Filmer ferviente
defensor del absolutismo argumentaba desde un criterio religioso que al ser
Adán el primer hombre creado por Dios, este había recibido de aquel por ley
natural la autoridad de dominar sobre todas las criaturas, así tras la muerte
de Adán este poder y autoridad se trasmitió a su descendencia, con lo cual
quedó legitimado el poder absoluto del monarca.
Locke se opone en
el capítulo I del segundo tratado del gobierno civil a los argumentos a
favor del absolutismo propuestos por Robert Filmer en el Patriarca (1949), considerando que el absolutismo
carecía de legitimidad por qué:
1) Que Adán no
tuvo, ni por derecho natural de paternidad, ni por don positivo de Dios, una
tal autoridad sobre sus hijos o un dominio sobre el mundo como los que se ha
pretendido asignarle.
2) Que si lo tuvo,
sus herederos no poseyeron un derecho así.
3) Que si sus
herederos lo tuvieron, como no hay ley de naturaleza ni ley positiva de Dios
que determine cuál es el heredero legítimo en todos los casos que puedan darse,
el derecho de su sucesión y, consecuentemente, el de asumir el gobierno no
pudieron haber sido determinados con certeza.
4) Que incluso si
hubieran sido determinados, el conocimiento de cuál es la línea más antigua de
la descendencia de Adán se perdió hace tantísimo tiempo, que en las razas de la
humanidad y en las familias del mundo no queda ya ninguna que tenga
preeminencia sobre otra y que pueda reclamar ser la más antigua y poseer el
derecho hereditario (Locke, 2006: 7-8).
En su doctrina
contractual, sostiene Locke, que el estado de naturaleza es un estado de
igualdad, y es gracias a esa condición que los hombres han podido constituir
una sociedad política a partir del consenso.
La primera
sociedad que se conformó fue de la unión de hombre y mujer, -luego con el
nacimiento de los hijos esta sociedad se amplía-, pero ello solo dio origen a
la sociedad civil, la sociedad política tiene su origen en el consentimiento,
“al ser los hombres, como ya se ha dicho, todos libres por naturaleza, iguales
e independientes, ninguno puede ser sacado de esa condición y puesto bajo el
poder político de otro sin su propio consentimiento” (Locke, 2006: 97).
La sociedad surge
del consentimiento de los individuos en conformarla y someterse al poder
político que emane de dicho consentimiento, “y así, cada uno está obligado, por
consentimiento, a someterse al parecer de la mayoría” (Locke, 2006: 98).
De no ser así, el poder político sería
ilegitimo y no tendría potestad alguna sobre ningún miembro de la sociedad,
supone que quien sale del estado de naturaleza y se integra a la comunidad, se
somete a su poder.
Así, lo que
origina y de hecho constituye una sociedad política cualquiera no es otra cosa
que el consentimiento de una pluralidad de hombres libres que aceptan la regla
de la mayoría y que acuerdan unirse e incorporarse a dicha sociedad. Eso es, y
solamente eso, lo que pudo dar origen a los gobiernos legales del mundo (Locke,
2006: 100).
Ahora, partiendo
de la doctrina contractual de Locke y su fundamento del origen de la sociedad
política, es lógico admitir que la justicia sea la virtud política sobre la que
se sustenten las decisiones de la sociedad política, por lo que la justicia se
sustenta en el enfoque interaccional.
Este enfoque
presupone un acuerdo inicial marcado por el consentimiento, su sustento se
encuentra en la relación individuo-Estado, corresponde al Estado por medio de
sus instituciones garantizar una sociedad política justa, así lo vio Rawls
cuando en Teoría de la justicia afirmó “la justicia es la primera virtud
de las instituciones sociales” (Rawls, 1995: 17).
Rawls
toma para su teoría los principios lockeanos de libertad e igualdad y, los
condensa en su primer principio de justicia, solo hombres libres e iguales
pueden pactar un acuerdo inicial que conduzca a una sociedad política justa. “En su argumentación, el filósofo norteamericano tiene presente que las
instituciones definen cargos y posiciones, cargas y beneficios, poderes e inmunidades entre todos aquellos que
se rigen por estas” (León, 2020: 189).
Para
lograrlo Rawls le añade un ingrediente denominado velo de la ignorancia, según
el cual los individuos sentados en la posión original no conocen su posición en
la sociedad ni cuales son sus doctrinas políticas, sociales, religiosas y
filosóficas.
Por ejemplo: las
partes están situadas simétricamente unas respecto de las otras, y en ese
sentido son iguales; y lo que he llamado "el velo de la ignorancia"
significa que las partes no saben cuál es la posición social ni la concepción
del bien (sus particulares metas y apegos), ni cuáles son las aptitudes o
habilidades realizadas y propensiones psicológicas, y no saben muchas otras
cosas acerca de las personas a las que representan (Rawls, 1995b: 283).
Con
el velo de la ignoracia asegura Rawls un acuerdo inicial que garantiza una
sociedad política justa sustentada en una estructura básica, compuesta por las
grandes instituciones sociales, es decir, la constitución política y las
principales disposiciones económicas y sociales (Rawls, 1995ª: 20).
El
contractualismo de Rawls es más profundo que el Locke en el hecho de que solo
se crea Estado a partir del acuerdo inicial de hombres libres e iguales, sino
que la justicia queda estatizada en la estructura básica, que la debe
garantizar a partir del principio de diferencia, y es aquí donde la justicia
adquiere un enfoque interinstitucional.
La
justicia le pertenece al Estado como virtud y no a las individuos, por
consiguiente, la justicia se entiende desde el enfoque interinsticional, puesto
que, es la virtud legitimadora de todas las actuaciones estatales, las cuales
están encaminadas a conseguir la equidad en la sociedad política, en el
entiendo que su función principal es proteger y defender las libertades
básicas.
Por lo que el
enfoque interinstitucional de la justicia se ajusta a una teoría positiva de la
justicia, puesto que “a diferencia de la teoría normativa de la justicia, la
teoría positiva nos dirá cómo se distribuyen de hecho los recursos en una región,
en un país dado o en todo el mundo y entre quiénes se distribuye” (Aguiar, 2020: 208).
Lo
que hacen las personas en la posición original, es establecer los principios de
la justicia por los cuales se guiarán las instituciones sociales, y desde ellos
construir a partir de la cooperación social una sociedad política justa,
entendida como aquella donde sus ciudadanos tienen garantizados los bienes
primarios básicos a través de la justa distribución.
La
estructura básica es el Estado, la sociedad política es el elemento humano del
Estado, y las grandes instituciones sociales son el elemento jurídico-político
que permite la armonía del Estado.
Lo
anterior, de alguna manera apoya la idea de la justicia como equidad de Rawls.
“Rawls argumentó allí que solamente la justicia como equidad podría desempeñar
el papel de una concepción pública de la justicia aceptable para todos los
miembros de una sociedad bien ordenada” (Freeman, 2016: 301).
La
propuesta de Rawls, es la formula que sirve para comprender la justicia como un
valor político, luego de la publicación de la teoria de la justicia, el
problema de justicia se arraígo como un problema fundamental para la filosofía
política.
Rawls
es claro en presentar que la pretención de la justicia como equidad sea ser una
concepción política de la justicia. “Si bien una concepción política de la
justicia es, por supuesto una concepción moral, es una concepción moral
destinada a un ámbito específico de aplicación: las instituciones políticas,
sociales y económicas” (Rawls, 1996: 24).
La
justicia desde el enfoque interinsitucional se muestra como una forma para la
legitimación política, desde donde se pretende garantizar sociedades justas, el
punto acá es que las grandes instituciones sociales han de actuar acordes a los
principios de justicia convenidos, por lo que es necesario diferenciar la
moralidad desde la razonamiento moral del individuo y la moralidad desde la
imparcialidad que deben tener las instituciones sociales.
Los
argumentos esgrimidos hasta acá, desde los postulados de Locke y Rawls,
permiten comprender de una manera aceptable el enfoque interinstitucional de la
justicia , entendiendolo como la forma en que las instituciones estatales se
relacionan con los ciudadanos, bajo los principios de libertad e igualdad, lo
que conlleva a una sociedad política justa.
Conclusiones
El problema de la
justicia ha sido un tema de suma importancia para la filosofía, los griegos la
consideraban como una virtud suprema encargada de guiar las acciones de los
hombres que buscaban a hacer el bien, la discusión de la justicia se dio en un
principio en torno a la filosofía moral, y con ella se inscribió desde un
enfoque interaccional.
Sin embargo, a
partir, de la llegada de la teoría contractualista en la modernidad comenzó a
darse un giro al pensamiento de la justicia, dejando a un lado el enfoque
interaccional; para centrarse en el enfoque interinstitucional, es decir, dejó
de concebirse como una virtud moral individual para concebirse como una virtud
política institucional.
El paso que
inició con la teoría contractualista especialmente con la doctrina del liberalismo
político de John Locke, llega a un momento cumbre con la doctrina de la teoría
de la justicia de John Rawls.
Al empezar la
disertación sobre la imposibilidad de definir la justicia, la pretensión era
mostrar que al ser la justicia una virtud simple carentes de partes no es
posible definirla, para eso se tomó el concepto de falacia naturalista de
George E. Moore, colocando en el mismo rango axiológico al bien y la justicia,
por lo tanto, aquello a qué llamamos justicia no es más que su adjetivación en
lo justo, en ese sentido, es posible decir que una acción es justa o injusta,
pero no que es justicia o injusticia.
Igualmente
partiendo de los supuestos de la imposibilidad de definirla se llega a la
conclusión que la justicia desde la filosofía moral se reduce a un juicio de
valor de una acción, es decir, a un enfoque interaccional, para esto se acudió
a la filosofía moral platónica, aristotélica y a la doctrina utilitarista
clásica, llegando a afirmar que la única posibilidad que le queda a la filosofía
moral es asimilar lo justo como resultado de una acción con la justicia y esto
es posible ya que conciben la justicia como una virtud moral, que conduce a una
visión subjetiva o personal de la justicia.
Finalmente, la
reflexión de la filosofía política y el enfoque institucional, sirve para
mostrar precisamente la imposibilidad de definir la justicia y el error que
comete la filosofía moral al reducirla a un juicio de valor de una acción;
contrario a esto el enfoque interinstitucional planteado desde la filosofía
política a partir del liberalismo político tanto de Locke como de Rawls, ofrece
una visión más amplia de la justicia; primero porque la pone como objeto
primario de las instituciones sociales y con esto la justicia adquiere el rol
de legitimadora de la actuación estatal y segundo porque es una virtud
política, es decir, no depende del actuar del individuo, esto lleva a una
visión objetiva o institucional de la justicia.
En definitiva, el
problema de la justicia para la filosofía estará siempre abierto, tanto
filósofos morales como políticos tratarán de darle su lugar, amén que así sea.
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https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14618
La
estructuración jerárquica del cambio climático y la relación entre sus
escalas-niveles
THE HIERARCHICAL STRUCTURing OF CLIMATE CHANGE
AND THE RELATIONSHIP BETWEEN ITS SCALES-LEVELS
A ESTRUTURAÇÃO HIERÁRQUICA DAS MUDANÇAS CLIMÁTICAS E DA RELAÇÃO ENTRE SEUS ESCALAS- NÍVEIS
Christian
Federico Francese
(Universidad de
Buenos Aires, Argentina)
francese.christian@gmail.com
Guillermo
Folguera
(Universidad de
Buenos Aires, Argentina)
guillermofolguera@yahoo.com.ar
Recibido: 24/11/2022
Aprobado: 18/03/2023
RESUMEN
En gran medida, el cambio climático ha sido
estructurado de manera jerárquica en escalas-niveles: local, regional y global.
Sin embargo, el vínculo entre dichas escalas-niveles y la delimitación de cada
una dista de ser trivial. En este trabajo nos proponemos analizar cómo es
considerado el cambio climático y sus escalas-niveles por el Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y en dos
proyectos productivos: las plantaciones forestales de Chile y el trigo
transgénico HB4. Ambos proyectos son exhibidos en armonía con los objetivos de
mitigación y/o adaptación al cambio climático, pero cuestionados por tener
prácticas dañinas para el ambiente. En términos generales, a pesar de las
múltiples causas que se asocian al cambio climático, mostramos que, en ambos
proyectos productivos, la emisión de dióxido de carbono es presentada como
única su causa, y la gestión del carbono a nivel global es propuesta como
estrategia principal para la mitigación y/o adaptación. Por su parte, las
escalas-niveles regionales y locales tienen menos importancia en el discurso
público del IPCC y de las empresas asociadas a los proyectos productivos. Por
su parte, elementos propios de estas últimas escalas-niveles son resaltados en
las críticas ambientales a las forestales y al trigo HB4, en disonancia con los
beneficios globales publicitados. Argumentamos pues que el discurso ambiental
de las empresas precisa de una estrategia reduccionista en la que las
escalas-niveles locales y regionales son reducidas a la escala-nivel global
para mostrarse amigables con el ambiente, a la vez que justifica e invisibiliza
los deterioros ambientales locales y regionales.
Palabras clave: cambio climático. escala. global.
local. reduccionismo.
ABSTRACT
To a large extent, climate change has been
structured hierarchically at local, regional and global scales-levels. However,
the link between these scales-levels and the delimitation of each is far from
trivial. In this paper we propose to analyze how climate change and its
scales-levels are considered by the Intergovernmental Panel on Climate Change
(IPCC) and in two productive projects: forestry plantations in Chile and
transgenic HB4 wheat. Both projects are shown to be in harmony with climate
change mitigation and/or adaptation objectives but questioned for having
environmentally harmful practices. In general terms, despite the multiple
causes associated with climate change we show that, in both productive
projects, carbon dioxide emission is presented as its only cause, and carbon
management at the global level is proposed as the main strategy for mitigation
and/or adaptation. On the other hand, regional and local scales-levels are less
important in the public discourse of the IPCC and the companies associated with
productive projects. For their part, elements specific to these latter
scales-levels are highlighted by environmental criticisms of forestry and HB4
wheat, in dissonance with the advertised global benefits. We therefore argue
that the environmental discourse of the companies requires a reductionist
strategy in which local and regional scales-levels are reduced to the global
scale-levels in order to appear environmentally friendly, while justifying and
making local and regional environmental deterioration invisible.
Keywords: climate change. scale. global. local.
reductionism.
RESUMo
Em grande medida, a mudança climática tem sido estruturada de forma hierárquica em escalas-níveis: local, regional e global. No entanto, a ligação entre esses escalas-níveis e a delimitação de cada uma está longe de ser trivial. Neste artigo pretendemos analisar como a mudança climática e seus escalas-níveis são considerados pelo Painel Intergovernamental sobre Mudanças Climáticas (IPCC) e em dois projetos produtivos: plantações florestais no Chile e trigo transgênico HB4. Ambos os projetos são exibidos em harmonia com os objetivos de mitigação e/ou adaptação às mudanças climáticas, mas são questionados por terem práticas nocivas ao meio ambiente. Em termos gerais, apesar das múltiplas causas associadas às mudanças climáticas, mostramos que a emissão de dióxido de carbono é apresentada como sua única causa, e a gestão global do carbono é proposta como a principal estratégia de mitigação e/ou adaptação. Por sua vez, as escalas-níveis regional e local são menos importantes no discurso público do IPCC e das empresas associadas a projetos produtivos. Por sua vez, elementos típicos desses últimos escalas-níveis são destacados na crítica ambiental à plantações florestais e ao trigo HB4, em dissonância com os benefícios globais publicitados. Argumentamos, portanto, que o discurso ambiental das empresas exige uma estratégia reducionista em que os escalas-níveis local e regional são reduzidos ao escala-nível global para parecerem amigáveis ao meio ambiente, ao mesmo tempo em que justificam e invisibilizam a deterioração ambiental local e regional.
Palavras clave: mudança climática. escala. global. local. reducionismo.
1.
Introducción:
jerarquías, escalas y cambio climático
Todo problema socioambiental presenta siempre una
dificultad inicial: su propia caracterización. Ciertamente, cualquier problema
está atravesado por múltiples actores asociados a terrenos de disputa de
distinto orden. Incluso, la diversidad entre actores no sólo involucra
percepciones y saberes, sino también acciones y deseos asociados a un sentido
de vivir más amplio. A partir de lo señalado es que Wynne (2004) señala que la
diversidad de caracterizaciones no sólo se da en el terreno de proposiciones
verdaderas, sino también en arenas hermenéuticas. Una hermenéutica que
involucra el decir, el hacer y el existir. Así, tanto la consideración (o no)
de cierto problema, el modo en el que el mismo se adopta como las propuestas
que se le sugieren, involucran aspectos epistemológicos, ontológicos, éticos,
políticos, institucionales, prácticos, entre otros. En este sentido, el tan
mencionado cambio climático posee como problema de raíz el modo en que es
conceptualizado, aspecto que dista de ser trivial.
Una de las diversidades en cuanto a la conceptualización
está dada por su estructuración jerárquica. Desde un punto de vista general,
una jerarquía es un sistema compuesto por una multiplicidad de niveles (Ahl y
Allen, 1996), los cuales se encuentran vinculados a través de cierta relación
de orden. Dos jerarquías pueden diferir tanto en cuanto a los niveles que
incluyen y/o en cuanto al modo en que los niveles se ordenan. Dado un conjunto
de ítems (sean entidades, propiedades, relaciones, eventos, procesos o ítems
pertenecientes a cualquier categoría lógico-ontológica) de diferentes tipos,
tal conjunto se organiza jerárquicamente cuando los diferentes tipos de ítems
del conjunto pertenecen a diferentes niveles de una jerarquía. Hay diferentes
tipos de jerarquías. Una de las más conocidas son las denominadas jerarquías
composicionales que establecen la relación “parte-todo” entre ítems de
diferentes niveles (Salthe, 2002). Este tipo de jerarquía se trata, entonces,
de estructuras mereológicas, donde los ítems del nivel más “macro” están
compuestos por los ítems de los niveles más “micro”. Dado que es una manera de
ordenar aquello que se considera que existe, es pues, una jerarquía de tipo ontológica, en la
cual se conforman estructuras anidadas, cuyo caso paradigmático
es el que tradicionalmente se establece entre entidades fisicoquímicas:
[sustancias [moléculas [átomos [partículas
elementales]]]]
Algunos autores utilizan la idea de “escala” para
reconocer los niveles de una jerarquía composicional (cf. Salthe, 2002), puesto
que los ítems pertenecientes a diferentes niveles
suelen diferir en varios órdenes de magnitud respecto de su tamaño o, en
general, de su medida. Sin dudas, el fenómeno de cambio climático parece estar
atravesado justamente por este tipo de estructuración, en tanto en el abordaje
de la temática se reconocen asuntos de escala-nivel global, regional y local.
Las escalas-niveles pueden relacionarse de diversas
maneras, dado que existen distintas tesis ontológicas, por ejemplo, sistemistas
u holistas. Sin embargo, con frecuencia, las jerarquías composicionales en
ciencias han venido acompañadas del supuesto o la búsqueda de la reducción
entre las diferentes escalas o niveles (Folguera, 2009; Folguera y Lombardi,
2012). Ciertamente, existen numerosos puntos de vista sobre qué es aquello que
se denomina “reducción” y el posicionamiento asociado, el reduccionismo, aunque
en términos generales se podría señalar que es la afirmación de que ámbitos de
cierta naturaleza pueden ser definidos o caracterizados en términos de otros
ámbitos, de naturaleza distinta (Klimovsky, 1997). Entre las múltiples
caracterizaciones del reduccionismo, algunos autores han destacado las
denominadas reducciones “internivel”, en las cuales las leyes, teorías o
fenómenos de ciertos niveles en una jerarquía composicional deben explicarse a
partir de las leyes, teorías o fenómenos que rigen en otros niveles (Whimsat y
Sarkar, 2006).
Por otra parte, la noción de escala es central para
disciplinas tales como la geografía. Allí se reconocen múltiples definiciones
del concepto y debates filosóficos en torno a sus límites y potencialidades. En este
marco, una de las discusiones que se han dado refiere al estatus ontológico de
las escalas. Con diferentes matices entre autores, la noción de escala ha sido
tradicionalmente considerada en gran medida un constructo mental, un recorte
arbitrario en unidades consideradas homogéneas por diversas razones (Herod,
2021). Desde estas perspectivas, el concepto de “región”, por ejemplo, incluye
y denota elementos distintos dependiendo de qué resulte conveniente a los fines
del investigador. Por el contrario, otras visiones proponen la existencia de
las escalas en el mundo, por ejemplo, aquellas que resaltan los procesos
materiales asociados a la producción capitalista y cómo ésta ordena el espacio
geográfico (Smith, 2008). No obstante, dicha posición también ha sido matizada
por diversas perspectivas, entre ellas marxistas (Herod, 2021).
Sobre las distintas definiciones, la geógrafa Cristina
Valenzuela (2021), para quien tanto el concepto de escala empleado como el
nivel elegido para realizar acciones o investigaciones conllevan el énfasis y
los sesgos propios de los sujetos, destaca cuatro concepciones: la escala como
tamaño, como nivel, como red y como relación. La primera es la propia de la
representación cartográfica. La escala como nivel “implica admitir que entre la
escala mundial y la puntual existen toda una gama de niveles, insertos unos en
otros, y asociados muchas veces a las divisiones políticas” (2021: 70). Local,
regional, continental podrían ser entonces ejemplos de escalas-niveles bajo
este formato, pero también se podría pensar en municipio, provincia, nación, o
también nacional, regional, global, entre otras jerarquías posibles. Por su
parte, la escala como red y como relación no parten de porciones del espacio,
sino que están relacionadas con los acontecimientos a nivel social. Por ello,
ambas concepciones tienen en cuenta las variables involucradas tanto en la
producción de los acontecimientos como en su impacto o realización. Por último,
la autora agrega que la complejidad del asunto se acrecienta en la
consideración de las escalas temporales, en donde se cruzan tiempos geológicos,
meteorológicos, biológicos, sociales, económicos, entre otros, con las
diferencias que cada uno trae.
En este trabajo analizaremos cómo se cruza la pregunta
acerca de las escalas en relación con el cambio climático desde nuestra
perspectiva. Con este fin, en una primera instancia indagaremos sobre los modos
en que ha sido mayormente conceptualizado el fenómeno del cambio climático en
lo que refiere a la presencia de diferentes escalas-niveles y al modo en que se
vinculan desde algunos documentos del Grupo Intergubernamental de Expertos
sobre el Cambio Climático (IPCC en sus siglas en inglés). Posteriormente, a los
fines de problematizar el modo en que se recuperan desde ciertos discursos las
escalas-niveles asociados al cambio climático, como así también qué rol juega
la estructuración jerárquica correspondiente indagaremos dos ejemplos: el caso
particular de las reforestaciones con pinos y eucaliptos tal como se ha dado en
el Cono Sur en las últimas décadas y el modo en que es presentado el trigo HB4
recientemente aprobado en Argentina. Ambas actividades fueron elegidas para el
análisis en tanto han sido presentadas en armonía con los objetivos de
mitigación y/o adaptación al cambio climático,
sugeridos por la agenda científica, particularmente la de
organismos internacionales tales como el IPCC, a la vez que se les han
señalado como problemáticos en términos ambientales (Acción por la
Biodiversidad, 2022; Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo
[AIFBN], 2021; Lara, 2021; Salinas, 2021; Trigo Limpio, 2021). En última
instancia, cerraremos con algunos señalamientos generales acerca de la relación
entre el cambio climático y el vínculo entre escalas-niveles, el reduccionismo
y sus implicancias en términos políticos.
2.
La
conceptualización del cambio climático y las escalas-niveles
Una de las
fuentes oficiales sobre el cambio climático es el IPCC. Compuesto por
científicos de todo el mundo, el grupo fue creado por el Programa de Ambiente
de las Naciones Unidas y la Organización Meteorológica Mundial en 1988. En
palabras del IPCC, el cambio climático puede ser comprendido como la
variación del estado del
clima identificable (por ejemplo, mediante
pruebas estadísticas) en las variaciones del valor medio y/o en la variabilidad
de sus propiedades, que persiste durante largos períodos de tiempo,
generalmente decenios o períodos más largos. El cambio climático puede deberse
a procesos internos naturales o a forzamientos
externos tales como modulaciones de los ciclos solares,
erupciones volcánicas o cambios antropógenos persistentes de la composición de la atmósfera o del uso del suelo. La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático (CMNUCC), en su artículo 1,
define el cambio climático como “cambio de clima atribuido directa o
indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera
global y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante
períodos de tiempo comparables”. La CMNUCC diferencia, pues, entre el cambio
climático atribuible a las actividades humanas que alteran la composición
atmosférica y la variabilidad climática atribuible a causas naturales. (IPCC,
2013: 188)
En términos funcionales, la explicación central del
cambio climático dada es el siguiente: la Tierra recibe radiación solar. Debido
a los denominados gases de efecto invernadero (GEI) -principalmente dióxido de
carbono (CO2),
también óxido nitroso (N2O) y metano (CH4), entre otros presentes en la atmósfera- parte de dicha radiación
queda atrapada dentro de la atmósfera terrestre. Ello provoca un aumento
en la temperatura media de la superficie del planeta y disminuye las
variaciones entre el día y la noche, entre otros aspectos fundamentales para la
existencia de la vida tal como la conocemos. El cambio climático se produce
entonces por un aumento en la cantidad de los GEI que ocasiona, entre otros
fenómenos, un incremento de la temperatura terrestre, aspecto por lo cual en
ciertos contextos aparece cierta sinonimia entre la noción de “cambio
climático” y “calentamiento global”.
El aumento del CO2 (por su concentración es el GEI más relevante)
está ligado a diferentes formas de producción industrial, la respiración de los
seres vivos, la descomposición orgánica, los incendios forestales, las
erupciones volcánicas. Sin embargo, entre ellas, las que mayor aporte realizan
al incremento de CO2 provienen de acciones
humanas. Ya en 1992 se aprobó la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático, un texto en el que se reconoce la existencia de un
calentamiento alimentado por la actividad antrópica, y en el que además se fija
el objetivo de mitigar esas emisiones, que no paran de crecer. Actualmente, el
registro marca alrededor de 420 partes por millón (ppm), una concentración de
CO2 mucho más alta que la de niveles
preindustriales (285 ppm) y de la cual se estima que la última vez que hubo
tal nivel fue hace algunos millones de años, mucho antes que el primer ser
humano estuviera de pie (Chen, 2021; Rae et al., 2021). Respecto a las
fuentes que lo producen, los registros suelen señalar la quema de combustibles
fósiles como la principal responsable. En este sentido, la quema de carbón
sigue siendo la causa principal, con casi el 40% del CO₂ expulsado, siguiéndole
el petróleo y el gas natural. Las predicciones marcan que si continúa este
curso de acción llegaremos a un aumento de la temperatura global de 3, 4 o 5
grados Celsius para fin de siglo, y eso tendrá consecuencias muy significativas
de diferente tipo. En sus últimos informes, el IPCC señaló que las emisiones de
CO2 respecto de
las emisiones de 2010 deben caer un 45% para 2030 y llegar a 0 en 2050 para no
exceder el límite de 1,5°C de aumento de temperatura y en un 25% para 2030 y
llegar a 0 en torno a 2070 si se quiere evitar sobrepasar los 2°C, temperaturas
señaladas como tope si se quieren prevenir los efectos más catastróficos del
calentamiento global (IPCC, 2018, 2019). En cuanto a la liberación de carbono
por países, está claro que los países considerados desarrollados -tales como
Estados Unidos o los pertenecientes a la Unión Europea- presentan la mayor
responsabilidad en términos históricos en la emisión de CO2 (Naciones Unidas, 1992), aunque también es
necesario marcar que el ascenso industrial de los últimos años de China y en
menor medida de India, los ubican entre los primeros puestos de la lista de
países con más emisiones (Crippa et al., 2019; Hickel 2020). A su vez,
se ha identificado que aproximadamente dos tercios de las emisiones
industriales de CO2 y CH4 pueden ser adjudicadas a emisiones de
solamente 90 empresas (Ekwursel et al., 2017; Licker et al.,
2019).
Pero así como la causa señalada del cambio climático es
principalmente la liberación de carbono a la atmósfera, los efectos que se
enlistan no se restringen sólo a un aumento de la temperatura planetaria sino
que se presentan múltiples y diversos. Por ejemplo, una de las consecuencias
más importantes es la acidificación de los océanos. Cabe recordar que los
océanos absorben alrededor de un tercio de las emisiones de CO2. Así, el aumento de la
captación de este gas de invernadero por los océanos ha tenido un gran efecto
en cuanto a la disminución del pH del agua. A su vez, la acidificación de las
aguas oceánicas perturba la fijación de carbonato de calcio (CaCO3) en los esqueletos o
armazones de conchas, erizos de mar, ostras y otras especies, provocando el
descenso de especies muy sensibles como erizos, moluscos y estrellas de mar, y
pone en riesgo a ecosistemas marinos como los arrecifes de coral, que son
vitales para la pesca, ya que funcionan como "cunas" de peces. Otra
de las consecuencias más referidas es el aumento del nivel del mar a nivel
global. El incremento de la temperatura tiene consecuencias en deshielos en los
casquetes polares y en glaciares, con lo cual aquellas regiones costeras
presentan riesgos de inundaciones y de quedar bajo el mar en cierto tiempo. A
su vez, se señala como otro de los efectos del cambio climático, un aumento de
las lluvias torrenciales, al igual que un incremento en las sequías. De igual
manera, en ciertas regiones se ha señalado que el cambio climático aumenta la
probabilidad de calor extremo, en otras, de frío extremo. Ciertamente, este
conjunto de situaciones da lugar a escenarios peligrosos tales como
inundaciones e incendios, entre otras consecuencias sociales como el aumento de
la desigualdad, pobreza, violencia de género, entre otras (IPCC 2019; Ministerio
de Ciencia, Tecnología e Innovación, 2021).
La explicación dada del cambio climático ubica a las
causas en la escala global y a las escalas o niveles regionales y locales en el
orden de los efectos. El aumento de CO2 y de temperatura es
global, las sequías o las inundaciones son regionales o locales. Probablemente
por ello es que las escalas-niveles regionales y locales suelen ocupar un lugar
menos preponderante en el discurso de IPCC en relación con los aspectos
globales, aunque se hace presente en diferentes espacios y proyectos. En uno de
sus documentos se señala:
La definición de
escala regional es difícil, ya que frecuentemente están implicadas diferentes
definiciones en distintos contextos. Por ejemplo, las definiciones pueden
basarse en consideraciones geográficas, políticas o fisiográficas, en
consideraciones de homogeneidad climática o en consideraciones de resolución de
modelos. Debido a esta dificultad, en este capítulo se adopta una definición
operativa basada en el rango de "escala regional" encontrado en la
bibliografía disponible. Desde esta perspectiva, la escala regional se define
aquí como la que describe el rango de 104
a 107 km2. El extremo superior del rango (107 km2)
también se denomina a menudo escala subcontinental, y en muchas zonas del
planeta puede darse una marcada inhomogeneidad climática dentro de las regiones
de escala subcontinental. Las circulaciones que se producen a escalas
superiores a 107 km2 (denominadas aquí "escalas
planetarias") están claramente dominadas por procesos e interacciones de
circulación general. El extremo inferior del rango (104 km2)
es representativo de las escalas más pequeñas resueltas por los modelos
climáticos regionales actuales. Las escalas inferiores a 104 km2
son referidas como "escala local". (IPCC, 2001: 588. La traducción es
nuestra)
La definición de escalas empleada por el IPCC responde claramente a una
estructura mereológica en la cual la escala planetaria incluye espacialmente a
la regional y ésta a su vez, a la escala local. A su vez, tal como explicita el
documento citado, el criterio por el cual la escala está definida responde a la
resolución de los modelos empleados en investigación meteorológica. Ciertamente,
los
fenómenos asociados a la crisis climática las diferentes escalas-niveles:
...el clima de una
región dada está determinado por la interacción de los forzantes y las
circulaciones que se producen en las escalas espaciales planetaria, regional y
local, y en una amplia gama de escalas temporales, desde una inferior a la
diaria hasta de múltiples decenios. Los forzantes a escala planetaria regulan
la circulación general de la atmósfera global. Ésta, a su vez, determina la
secuencia y las características de los fenómenos meteorológicos y los regímenes
meteorológicos que caracterizan el clima de una región. Integrados en los
regímenes de circulación a escala planetaria, los forzantes regionales y
locales y las circulaciones a mesoescala modulan la estructura espacial y
temporal de la señal climática regional, con un efecto que puede influir a su
vez en las características de la circulación a escala planetaria. Ejemplos de
forzantes a escala regional y local son los debidos a la topografía compleja,
las características del uso de la tierra, las masas de agua interiores, los
contrastes tierra-océano, los aerosoles atmosféricos, los gases radiactivamente
activos, la nieve, el hielo marino y la distribución de las corrientes
oceánicas. Además, la variabilidad climática de una región puede estar
fuertemente influenciada por patrones de teleconexión originados por anomalías
de fozantes en regiones distantes, como en los fenómenos de El Niño-Oscilación
del Sur (ENOS) y la Oscilación del Atlántico Norte (NAO)". (IPCC, 2001:
588. La traducción es nuestra)
Ciertamente,
aunque se le otorga mayor peso al nivel planetario, las escalas planteadas por
el IPCC interactúan entre ellas. No obstante, las interacciones son presentadas
en las explicaciones acerca de cómo es el clima de una región, pero no tanto
acerca de las causas y los efectos del cambio climático. Ahora bien, ¿qué
sucede cuando se indagan las actividades antrópicas que se presentan como
beneficiosas para el cambio climático y a la vez, problemáticas en términos ambientales?
Para comprender mejor esta situación analicemos a uno de los ejemplos que se
han discutido al respecto y cómo son conceptualizadas las escalas y el vínculo
entre ellas. Uno es, justamente, el caso de las reforestaciones con pino y
eucalipto que se dio en el Cono Sur. Vamos a ese ejemplo.
3.
Las
forestaciones para celulosa en el Cono Sur como modelo de promesas globales
Promesas de
árboles para mitigar el carbono
Veamos cómo
se expresa la complejidad entre escalas-niveles en el caso de las forestaciones
para exportar celulosa. El “modelo chileno” de la reforestación ha sido sin
dudas uno de los principales casos del mundo indagados en cuanto a sus efectos
masivos. Cabe recordar que la masificación de las plantaciones forestales en
Chile llegó de la mano del gobierno de Augusto Pinochet quien, con el fin de
impulsar el desarrollo forestal, estableció incentivos a la actividad a partir
del Decreto Ley nº 701 y designó a su yerno, Julio Ponce Lerou, a cargo de la
Corporación Nacional Forestal (CONAF), que desde entonces ejecuta las políticas
forestales. Desde que se aprobó el decreto en 1974 hasta diciembre de 2015, el
Estado de Chile aportó US$ 657.452.324 en bonificaciones (cálculo realizado
utilizando el tipo de cambio real) (CONAF, 2016: 10). El monto señalado
benefició ampliamente a grandes forestales, particularmente durante las
primeras dos décadas de vigencia del decreto: el Grupo ARAUCO y la Compañía
Manufacturera de Papeles y Cartones. ¿Pero qué vínculo dicen tener las grandes
forestales con el cambio climático? Una de las grandes empresas de incidencia
global, la empresa ARAUCO al respecto señala que:
existen dos formas
complementarias para reducir el aumento de la temperatura en nuestro planeta y
nosotros en ARAUCO llevamos largo tiempo trabajado con en ambas: impulsando
mejoras que nos han permitido reducir las emisiones de Gases de Efecto
Invernadero en nuestra operación y al mismo tiempo aumentando las capturas de
CO2 a través de nuestras plantaciones
y bosques nativos. (ARAUCO, 2019)
Luego agrega:
Los árboles
representan una de las estrategias más potentes para avanzar en mitigaciones al
Cambio Climático, dado que son la mayor infraestructura biológica del planeta y
los mejores captadores de CO2. No existe hoy en el mundo tecnología capaz de
replicar la fotosíntesis. Todos los árboles, sin distinción, nativos y
plantaciones, saben hacer su trabajo. La mejor forma de combatir el Cambio
Climático es con más naturaleza y potenciando la madera como el material del
futuro (ARAUCO, 2019)
Como se observa,
la lógica argumentativa presentada por ARAUCO se centra en una
conceptualización únicamente global y reducida a las emisiones de carbono. Dado
que las emisiones a la atmósfera por las actividades humanas siguen en aumento,
y que las plantas pueden capturar el CO2 y fijarlo en sus estructuras, el uso
de forestaciones es propuesto como herramienta de mitigación del cambio
climático. En este sentido, cabe señalar que la estrategia no es exclusiva de
la empresa, sino que en muchos países se fomentó la forestación como método
para disminuir el cambio climático. La Organización de las Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura (más conocida como FAO) ubica a la forestación
como una de las estrategias plausibles de mitigación del cambio climático,
aunque señalan que debe realizarse bajo una gestión mejorada y sostenible (FAO,
2022).
Sin dudas,
la estrategia aparece llana para atacar la causa principal del carbono. Sin
embargo, ¿qué se registra en los territorios y en investigaciones sobre las
forestaciones? Uno de los principales problemas ambientales que se señala es la
pérdida de bosque nativo, en gran medida reemplazado por plantaciones
forestales. Se ha detectado que los bosques nativos han disminuido un 19% en
los últimos 40 años y continúa haciéndolo. En una investigación publicada en Regional
Environmental Change, se destaca: “El modelo forestal chileno ha demostrado
tener éxito en la expansión de las plantaciones de árboles exóticos, pero hasta
ahora no ha sido compatible con la conservación y restauración de los bosques
nativos” (Miranda et al., 2017: 285. La traducción es nuestra). Se
agrega además que “Es imperativo diseñar una nueva política forestal para
asegurar la conservación de uno de los puntos de biodiversidad más singulares
del mundo” (Miranda et al., 2017: 285). La pérdida de bosque nativo y su
reemplazo por forestaciones presenta asociados una serie de problemas, entre
ellos, dos grandes fenómenos que se reconocen como riesgosos y con efectos
secundarios: incendios y desecación del suelo.
El fuego
El riesgo
de incrementar las chances de fuego fue abordado de diferentes modos en el caso
de las plantaciones con pinos y eucaliptos en Chile. Pinus radiata y Eucalyptus
globulus son especies no nativas de Chile de las que se ha señalado que
interactúan con el fuego y producen incendios de mayor impacto, más grandes e
intensos que los propios de la vegetación nativa ¿Por qué este tipo de
plantaciones incide en los incendios más que las especies autóctonas? La
respuesta está asociada a varios aspectos:
i) La
homogeneización del paisaje. Originalmente, el bosque nativo actuaba como
barrera natural del fuego. Este tipo de bosques son más húmedos y no suelen
quemarse a la misma velocidad o intensidad que una plantación forestal
(Contreras et al., 2018).
ii) También
se presentan las propias características inflamables de las especies plantadas.
El pino y el eucalipto son especies denominadas pirófitas, es decir, están
adaptadas al fuego y presentan características químicas que las hacen más inflamables
que otras especies (Gil Mora, 2020).
iii) Se
incluye además el incremento en la desertificación. Al respecto, la geógrafa
Pilar Cereceda refiere como causa directa de este proceso justamente a la
propagación de los incendios:
“Es un fenómeno provocado por el cambio
climático y un mal uso de suelo por parte de las forestales. Hay una
disminución de precipitaciones e intervención de vegetación, especialmente en
las montañas. El hecho de que la forestación sea de una sola especie, como
eucalipto y pino, trae problemas en los suelos y en la infiltración de las
aguas”. Cereceda explica además que, como consecuencia, estos incendios “van a
provocar mayor desertificación, porque se queman los microorganismos, los
insectos y toda la capa vegetal. Tenemos una pérdida de biodiversidad (Urquieta
y Barrios, 2017)
La
desecación del suelo
Fuertemente
asociado a las causas señaladas en el ítem anterior, aparece la desecación del
suelo, aspecto sumamente importante para la disponibilidad hídrica de las
cuencas. El doctor en geografía Pablo Sarricolea indica que las plantaciones
exóticas tienen mayor capacidad de desecar el suelo que los bosques endémicos:
“Muchos estudios
han documentado la reducción del rendimiento hídrico en las regiones en
expansión de las plantaciones forestales de rápido crecimiento, lo que revela
implicaciones políticas claras sobre el uso de la tierra. En Chile, se reportó
el efecto negativo de las plantaciones de Pinus
radiata y eucalipto sobre el balance hídrico en comparación con pastizales
y matorrales. Un estudio reciente documenta una relación lineal negativa entre
el caudal de los ríos y las plantaciones forestales, a diferencia de lo que
ocurre con los bosques nativos. (…) [Esto] evidencia que las plantaciones
consumen más agua que los bosques nativos, matorrales y pastizales, haciendo
que el suelo esté más seco, y el fuego se propague con mayor intensidad”
(Urquieta y Barrios, 2017).
A pesar de
que Serricolea refiere a estudios recientes, lo cierto es que ya desde hace
tiempo es conocido el rol negativo de las forestaciones sobre el balance
hídrico. Oyarzún y Huber (1999), quienes estudian particularmente el efecto de Pinus
radiata y Eucalyptus globulus en el sur de Chile concluyen:
Este
comportamiento en el consumo de agua de las plantaciones sugiere de que en el
largo plazo el decrecimiento en las reservas de agua del suelo puede tener
efectos negativos sobre el rendimiento hídrico de las cuencas hidrográficas con
extensivas plantaciones exóticas de crecimiento rápido. Esta situación tendrá
especial relevancia en aquellas regiones con escasas y/o moderadas
precipitaciones, ya que además del consumo por evapotranspiración hay que
considerar las pérdidas por intercepción, especialmente importantes en zonas
con escasas precipitaciones (Oyarzún y Huber, 1999: 43).
Escalas-niveles
con signos opuestos
En el caso
de las plantaciones de pinos y eucaliptos que se les asigna una buena
alternativa para mitigar al cambio climático global aparece rápidamente el modo
en que se oponen los signos correspondientes a las diferentes escalas-niveles.
Por un lado, la estrategia que promete que una plantación masiva de árboles con
fines industriales será capaz de tomar el carbono y así contribuir a bajar los
registros globales. Pero en términos regionales y locales las consecuencias
parecen haber sido desastrosas en términos ambientales. La combinación de un
consumo masivo de agua desecando los territorios junto con la propensión del
fuego sólo parecen multiplicarse problemas de las escalas-niveles inferiores a
pesar de las promesas globales. De manera sintética, la Declaración pública
de la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo (AIFBN) ante el
informe del IPCC manifesta: “se sigue profundizando el paradigma de la
forestación con especies de rápido crecimiento, sobre todo de especies
exóticas, como solución para almacenar carbono, cuando son altamente
consumidoras de agua y cuya gestión y explotación a tala rasa en grandes
extensiones genera impactos sociales, culturales y ambientales de gran
magnitud” (AIFBN, 2021).
La
jerarquización del cambio climático en niveles y el otorgamiento de un mayor
peso al nivel global, además de presentar conflictos con las escalas
inferiores, tampoco parece adecuarse a los fines de mitigación. En este sentido,
Amy Austin, investigadora del CONICET en el instituto IFEVA-FAUBA señala
respecto a esa práctica en la Patagonia argentina:
Uno de los
problemas que surgen al usar esta práctica tiene que ver con la naturaleza
misma del almacenaje de carbono en la madera y en la hojarasca, ya que —a
diferencia del suelo— se trata de compartimentos transitorios y vulnerables.
Distintos disturbios —como los incendios, por ejemplo— pueden hacer que este
carbono vuelva como CO2 a la
atmósfera, cuando lo deseable es que quede secuestrado en el ecosistema por
mucho tiempo (Roset, 2020)
De manera
que la forma de conceptualizar el problema ambiental y la consecuente solución
o remedio son deficientes precisamente para ayudar a resolverlo. Un aspecto
clave en este asunto parece ser precisamente el concepto de escala. En este
sentido, resulta evidente que la noción de escala considerada en aquellos que
señalan los problemas ambientales de las forestaciones es completamente
distinta a lo propuesto por el IPCC (ver más arriba en el texto), ni a lo
declamado por las empresas forestales. En estos casos, la región y los asuntos
locales no están definidos por los modelos meteorológicos, ni tampoco están
guiados únicamente por la gestión del carbono. Las cuencas hidrológicas, los
parches de biodiversidad, de bosque nativo forman parte de las definiciones de
las escalas en estas investigaciones. Ello, a su vez, no significa descartar lo
que sucede a nivel global, en tanto, por ejemplo, la preservación del bosque
nativo es importante en términos de secuestro de carbono. Más bien, estas
posiciones visibilizan la existencia de problemas ambientales a partir de
incorporar otros elementos en sus análisis y en las escalas consideradas, por
ejemplo, la participación del bosque nativo en otros entramados además del
global, en los ecosistemas que conforma, su vínculo con el suelo o con las
cuencas hidrológicas.
La tensión
entre una promesa global y efectos opuestos en los planos locales y regionales
complejizan la discusión en relación al cambio climático. El ejemplo analizado
de las expresa claramente esta tensión y agrega aspectos que tienen que ser
considerados para nuestros escenarios y estrategias productivas que se realizan
en nombre de un supuesto beneficio global. Con esta perspectiva, analicemos a
continuación el caso del trigo transgénico HB4 recientemente aprobado en
Argentina.
4.
El trigo HB4
El origen
del trigo HB4
El trigo es
uno de los cereales emblemáticos de Argentina, siendo una de las claves tanto
en términos de la alimentación de su población como de su propia matriz
exportadora. Por su parte, la tecnología HB4 fue patentada por una empresa de
capitales nacionales denominada Bioceres y en palabra de sus impulsores: “HB4®
nace a partir del descubrimiento del gen que le otorga al girasol su capacidad
de tolerar la sequía y la sanidad, por parte de investigadores del CONICET.
Bioceres, obtuvo la licencia para desarrollar y transferir la biotecnología en
especies de interés agronómico para que los distintos cultivos modificados muy
pronto alcancen el mercado” (Bioceres, s.f.).
Actualmente, en Argentina ya se comercializa la soja con dicha tecnología.
En el caso
particular del trigo, Bioceres realizó un acuerdo con dos instituciones
estatales de mucho prestigio: el Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y técnicas (CONICET) y la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
Conviene citar el modo en que es narrado los términos del acuerdo en las
palabras de unas de las instituciones involucradas:
Cabe destacar que
en 2004 el CONICET y la UNL patentaron una construcción genética que contenía
el gen de girasol Hahb-4 y lo licenciaron a la empresa argentina Bioceres
conformando una alianza pública privada exitosa. Según Chan: “Ellos tienen un know how y una posibilidad que nosotros no
tenemos desde nuestro punto de vista científico, primero que son agrónomos y
empresarios y nosotros somos biólogos moleculares e investigadores. El manejo
de plantas a campo y en laboratorio requiere conocimientos distintos. Además, y
muy importante, tienen el conocimiento y experiencia en gerenciamiento
empresarial que los científicos carecemos” (Patrone y Targovnik, 2019)
Junto con
la supuesta resistencia a stress hídrico, la planta presenta la
resistencia a glufosinato de amonio, un herbicida que ha sido señalado por su
alta toxicidad en diferentes instancias. Sin embargo, los protagonistas han
repetido que dicho herbicida sólo se presenta como marcador. En palabras de la
investigadora responsable Raquel Chan:
Lo que hacemos en
el laboratorio es transformar una bacteria, y esa bacteria agregarla a la
planta. Es un proceso muy complejo e ineficiente: una de cada mil plantas, con
suerte, es transformada, y solo unas pocas de las que sobreviven tienen el gen
que se le agregó a la planta. La única forma de seleccionar a las que tienen el
gen es tirándoles algo que solo resistan las que tienen esa construcción
genética. El gen HahB4 es muy difícil de ver, entonces se les tira “basta”, que
es un glufosinato más fino, y se mueren todas las que no tienen esa
construcción genética. De las mil, queda una, dos o tres. Sin la resistencia al
herbicida el trabajo llevaría unos cinco años más y sería mucho más costoso.
Siempre se usa algún marcador de selección. En otras plantas usamos resistencia
a antibióticos. Le tenemos que poner eso al principio porque la técnica te lo
exige, si no es casi inviable. No es algo que haya inventado yo. (Villamil,
2020)
El trigo
HB4 y la promesa frente al cambio climático
¿Qué
vínculo tiene el trigo HB4 con el cambio climático desde el discurso de
aquellas personas e instituciones que lo han generado y promueven su aprobación
y comercialización? En la página de la UNL se señala:
“En lotes de
producción y ensayos a campo llevados a cabo durante los últimos 10 años, las
variedades de trigo HB4 mostraron según los informes de INDEAR [BIOCERES]
mejoras de rendimiento que en promedio rondaron el 20 por ciento en situaciones
de sequía. La incidencia de este fenómeno ha aumentado su frecuencia en el
contexto del cambio climático global, afectando cada vez más la estabilidad de
los sistemas de producción agrícolas.” (UNL, 2020)
A su vez,
desde el CONICET se indica que:
En este contexto,
a la escasez de alimentos y a las consecuencias del cambio climático se le suma
que los cultivos más importantes a nivel mundial -soja, trigo, arroz y maíz-
tienen un crecimiento inferior con respecto a lo que aumenta la población
mundial. “Hay que desarrollar tecnologías para que no lleguemos a un momento en
el que haya guerras por la comida”, sostiene la doctora Raquel Chan,
investigadora superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET), directora del Instituto Agrobiotecnológico del Litoral
(IAL, CONICET-UNL) y profesora titular de la Universidad Nacional del Litoral
(UNL). (Patrone y Targovnik, 2019)
Así, el
cambio climático y los efectos señalados en la segunda sección de este artículo
parecen dar la promoción al propio producto tecnológico. De este modo, frente a
una menor disponibilidad de agua por el aumento en la intensidad y frecuencia
de las sequías por el cambio climático, se presenta un transgénico capaz de
mantener la producción a pesar de los problemas ambientales.
La promesa
del rendimiento alto a pesar de las condiciones ambientales, no es el único de
los aspectos que involucra al cambio climático. Otro de los asuntos se alinea
con lo desarrollado en la sección anterior y la promesa de disminuir el carbono
a escala global. Por ejemplo, María Beatriz Giraudo,
titular de la Asociación de Productores en Siembra Directa (AAPRESID) en la Cumbre del Clima en París dice: “[La
siembra directa] tiene como
objetivo alcanzar el estándar más alto para disminuir las emisiones de gases de
efecto invernadero a la atmósfera, la menor utilización de combustibles fósiles
y el mayor secuestro o acumulación de carbono en el suelo”. Luego agrega: “Además
de ser un balance mucho más positivo en la emisión de gases de efecto
invernadero, existe la certeza de mantener los suelos mucho más fértiles para
contribuir al equilibrio con la seguridad alimentaria” (AAPRESID, 2015).
El modelo
de los agronegocios, la captura de carbono y la argentinidad
Tal como el
caso de las forestaciones, el trigo HB4 ha recibido numerosas críticas en
términos ambientales. Muchas de ellas se corresponden con apreciaciones
negativas ya realizadas al modelo agrario basado en organismos genéticamente
modificados, herbicidas contaminantes y peligrosos para la salud humana
(glifosato principalmente) y siembra directa, de las cuales existe una extensa
bibliografía (Vicente, Acevedo, Vicente, 2020). En este sentido, la propuesta
de trigo HB4 se plantea a pesar de haberse extendido
el nexo que se ha dado en Argentina en las últimas décadas entre la aprobación
de los transgénicos, el corrimiento de la frontera agrícola en Argentina y los
procesos de deforestación que llevaron a que Argentina se ubique entre los
países que más ha deforestado en los últimos años. Otras críticas que vale la pena mencionar a los fines de este trabajo
son las enumeradas por Walter Pengue: “Estos problemas ambientales se reflejan
en una importante pérdida de nutrientes y degradación de suelos, la destrucción
de hábitats, el aumento en las exportaciones de agua virtual, la aparición de
nuevas plagas, enfermedades y malezas tolerantes y resistentes como el sorgo de
alepo, sumados a la deforestación en varias ecorregiones” (Pengue, 2009: 157).
A su vez, tal como se indicó
anteriormente, el trigo HB4 presenta el gen de resistencia a glufosinato de
amonio lo cual también ha sido objeto de críticas en tanto habilita el uso de
dicho herbicida en el campo. A pesar de que se ha defendido la incorporación de
la resistencia a glufosinato en términos de metodología y no para su empleo en
el campo, lo cierto es que no sólo la presencia del gen habilita su uso, sino
que Bioceres ha recomendado la utilización de la tecnología HB4 con glufosinato
para la obtención de mejores rindes (Naturaleza de derechos, 2021). El glufosinato
de amonio es un herbicida de comprobada toxicidad, prohibido en Europa por la
Autoridad Alimentaria de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés)
por sus riesgos hacia mamíferos y para otros organismos (EFSA, 2005) y del cual
también se ha reconocido su posible daño en el desarrollo de anfibios y ratones
(Lajmanovich et al., 2014; Watanabe & Iwase, 1996).
El discurso promotor del trigo HB4
presenta una estructura similar al caso analizado de los pinos y eucaliptos, en
donde sólo se consideran efectos parciales a nivel global sin incorporar otros
efectos locales y regionales. La publicidad de Bioceres resalta al respecto:
“HB4® abre un nuevo capítulo en la historia de la agricultura. Una agricultura
mejor preparada para los desafíos climáticos” (Bioceres, s.f.). Asimismo, al
igual que en el caso anterior, las críticas ambientales no toman el concepto de
escala referente a la resolución de la circulación atmosférica, sino que
incorporan otros elementos en su consideración del espacio, qué sucede con el
suelo, con las ecorregiones, con los organismos que viven en las distintas
zonas.
Un aspecto adicional para este caso es
que los desacoples entre escalas-niveles también se reconocen en otra cuestión
vinculada con la emisión de
carbono. Se trata de un discurso que se sostiene en una reivindicación de lo
nacional, aun cuando el producto está dirigido hacia un modelo agroexportador
fuertemente a disposición del mercado internacional. El acento en la
argentinidad parte de tratarse de un vínculo de todas instituciones de bandera
argentina, situación empleada para ubicar al producto como un logro de la
“ciencia argentina” (Grupo Bioceres 2021). Pero además de este aspecto
publicitario, se le pretende imprimir un acento “soberano”, a partir del cual la
tecnología nos brindaría mayor capacidad de decisión, entre otros asuntos,
frente a la agenda de orden global. Al respecto, Pedro Peretti, referente del
sector agrario, resalta en una nota titulada “Trigo HB4: Estado o Monsanto esa
es la cuestión” para un diario de tirada nacional: “El descubrimiento y la
patente son enteramente estatales: SI, 100% estatales. (…) ¿Qué tal? No fue
creación de una institución privada: es fruto del trabajo científico y técnico
nacional, “amo” absoluto de la patente. ¿Será por eso que molesta tanto a
algunos?” (Peretti, 2022). Más adelante agrega: “¿justo a estos dos eventos
íntegramente nacionales y estatales (…) le vamos a negar la aprobación? (…)
Obviamente no. O sea que nosotros tumbamos nuestras patentes, que son propiedad
de todo el pueblo argentino, y dejamos funcionar las de las multinacionales”
(Peretti, 2022). Resulta interesante que en este asunto se incorpore la escala
nacional, con los elementos políticos que ello involucra, en oposición a la
globalidad del discurso climático, ahora sí con su dimensión política.
5.
Cierre: cambio
climático y las escalas
En una primera aproximación, el cambio climático presenta
una definición de carácter global. Su causa principal, la emisión de gases de
efecto invernadero, se presenta con una homogeneidad que involucra a la Tierra
como un todo y cuyas manifestaciones se registran en todo el planeta. Un
análisis de los escritos del IPCC permite a su vez reconocer las
escalas-niveles inferiores, dimensiones regionales y locales, entendidos estos
a partir de su tamaño asociado a los modelos climáticos. Dado el menor peso
otorgado a dichos niveles resulta pertinente ver su vínculo con el modo en que
efectivamente es configurado el cambio climático desde el propio IPCC y la
exacerbación no sólo del aspecto global, sino en cuanto a la prevalencia de las
causas, entre las cuales se señala principalmente a los gases de efectos
invernadero, dada por los gases de efectos invernaderos. Esta acentuación de
una única gran causa, parece también asumir diferentes formas de reduccionismo,
en donde quizás la más evidente sea la de una reducción explicativa. Aquí no
parece haber mayores conflictos entre niveles, pero la pregunta por aquellas
actividades antrópicas que son justificadas a nivel global pero señaladas como
problemáticas ambientalmente, abre a un escenario distinto en cuanto a la
relación entre las distintas escalas.
En este sentido fueron presentados los casos de las
plantaciones forestales y del trigo HB4. En ambos se presentan semejanzas evidentes.
En principio puede verse que en ambas se apela a la configuración del cambio
climático como promoción de esas prácticas. Para ello, apelan a la
configuración global, avalada científicamente por organismos
tales como el IPCC, mencionando que podrían desempeñar un papel
positivo en la disminución de gases de efecto invernadero. No es centro aquí si
eso realmente se cumple, pues por ejemplo debiera preguntarse su acción sobre
los bosques nativos en ambos casos. Lo que nos interesa dados nuestros objetivos
es la omisión total de las otras escalas regionales y locales, en las que en
ambos casos parecen actuar con una fuerte incidencia socioambiental. El cambio
climático es pues, como problema ambiental, conceptualizado con una fuerte
estructura jerárquica, similar a la propuesta por el IPCC, en la cual el ámbito
global no sólo explica los fenómenos a nivel regional y local, sino que también
tiene un mayor grado de existencia que los niveles inferiores. Por lo tanto,
parece asumir un escenario de tipo reductivo, tanto epistémico como ontológico,
desde las escalas-niveles regionales y locales, a las globales. La presencia de
escenarios reductivos frente a la promoción de este tipo actividades
productivas, puede explicarse de manera directa por tratarse de emprendimientos
que buscan básicamente la acumulación de capital y que pueden enmarcarse de lo
que se ha marcado como green-washing: la práctica de las empresas
de exhibirse públicamente como protectoras del ambiente, pero que en su
actividad lo dañan sistemáticamente (Watson, 2016). Sin dudas, los aspectos
señalados también pueden ser considerados para otros proyectos productivos en
los que se ocultan los daños ambientales producidos en función de supuestos
beneficios ambientales globales.
Otro aspecto sumamente interesante es el cambio en la
forma de conceptualización de los problemas ambientales en quienes realizan
críticas a los dos proyectos productivos. Sin dudas, el mayor peso está dado a
nivel regional o local más que el global, pero en ningún caso omiten este
último ámbito. A su vez, las escalas regionales o locales están dadas por las
cuencas o los ecosistemas u otros recortes analíticos, pero que en todo caso no
responde a la jerarquía espacial del cambio climático del IPCC o de los
proyectos productivos. De manera asociada, las explicaciones de las posturas
críticas no presentan como única variable la gestión del carbono, más bien las
causas señaladas presentan un carácter múltiple (Acción por la Biodiversidad,
2022; Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo [AIFBN], 2021;
Lara, 2021; Salinas, 2021; Trigo Limpio, 2021). Estos puntos de vista pueden
entrar en diálogo con otras perspectivas de las ciencias, en las
cuales las escalas-niveles mantienen relaciones no reduccionistas. Por ejemplo,
una tesis ontológica sistémica, tal como la caracteriza Carolina Inés García
(2020) para la disciplina ecológica, podría ser un punto de partida
interesante, en el cual, en lugar de reemplazar ciertos niveles por otros, se
enfatizan las relaciones entre ellos.
El acento de lo global frente a lo regional y local puede
tener asociado otro elemento no menor en función de la discusión más general.
Tal como plantean Andares y col. (2017) esta forma de globalidad tiene asociada
principalmente cierta pretensión homogeneizadora. Esta idea homogeneizadora ha
sido objeto de políticas activas para prevenir nuevos incendios. Por ejemplo,
el denominado “Proyecto Mosaico”, impulsado en Sierra de Gata en Extremadura,
España, es una iniciativa que sigue dicha línea y que tomó forma luego de un
gran incendio en la zona (Cantero, 2016). Esencialmente, este proyecto busca
diseñar una estrategia participativa de prevención de incendios basada en
actividades agrícolas, ganaderas y forestales que gradualmente recuperen un paisaje
diverso, habitado y con menor riesgo: un paisaje en mosaico. En oposición, la
homogeneización sea también una de las claves de las prácticas productivas
asociadas a las forestales y a los vegetales transgénicos. Cabe aquí el
interrogante final acerca de qué se trata la similitud en cuanto a la
prevalencia de dichas reducciones, desde los abordajes profesionales como en
cuanto actividades económicas que asumen tanto la gran escala como la
homogeneidad.
El señalamiento de una única causa y la pretensión homogeneizadora
actúan de manera conjunta para proveer una solución tecnológica al cambio
climático. Si el problema es visto como una única causa (el exceso de CO2 a nivel global),
pareciera un problema abordable por una o múltiples tecnologías que actúan
reduciendo, mitigando, secuestrando o gestionando de alguna manera la
circulación de carbono. Este escenario a su vez, es solidario con aquellos
países de mayor capacidad productiva que venden, “transfieren” su tecnología al
resto de los países, de esta manera continuando o profundizando su dependencia
en relación a ellos. Las críticas expuestas, que enfatizan la multicausalidad e
invitan a considerar numerosos elementos en el entendimiento de los problemas
socioambientales, muestran que para un adecuado tratamiento del ambiente es
preciso dejar de lado la pregunta por las tecnologías salvadoras y avanzar en
un modo de vivir que realmente pueda hacer frente a los desafíos presentes y
futuros.
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Reseñas
https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14727
LA AFECTIVIDAD EN LA ESCUELA
Reseña del libro: Kaplan, Carina (2022). La
afectividad en la escuela. Paidós. CABA. ISBN:
978-950-12-0456-8
AFFECTIVITY
AT SCHOOL
Book review: Kaplan, Carina (2022). Affectivity at school. Paidós. Caba. ISBN: 978-950-12-0456-8
AFETIVIDADE NA ESCOLA
Resenha do livro: Kaplan, Carina (2022). Afetividade na escola. Paidós. Caba. ISBN: 978-950-12-0456-8
Daniel Román
March
(Universidad
Nacional de Mar del Plata, Argentina)
roman_march@hotmail.com
Recibido: 05/01/2023
Aprobado: 27/02/2023
Este libro, según dice la autora, surge
en el escenario de la pandemia como un acto de resistencia frente al dolor
social. Y esa idea es un hilo conductor en sus distintas obras. También es
importante destacar, en un nivel más general, que forma parte de la colección
Educación de editorial Paidós, dirigida por Rosa Rottemberg.
En la introducción ya nos adelanta de
qué tratará este escrito a partir de dos ideas poderosamente empáticas y
objetivamente descriptivas: “Las escuelas las hacemos personas que latimos, que
buscamos abrigo y que fabricamos sueños” y “educar es conmoverse, afectarse,
comprometerse, poner el cuerpo y el corazón”.
En tanto ciudadanos/as, estamos
obligados/as a internalizar que el Otro importa y existe, y como manifestación
de eso es que debemos poner en acción una escucha activa.
En tanto educadores/educadoras y
aquellos/as que vemos en la profesión docente un acto de servicio y compromiso
social, nos sentimos interpelados de principio a fin con cada uno de los tres
ejes o capítulos en los que se divide el libro. Y en cierto modo, nos sentimos
acompañados en ese dolor injusto que experimentamos junto a nuestras y nuestros
estudiantes en la cotidianeidad de las instituciones y sus aulas.
En esta obra hay conversaciones,
inquietudes, vivencias y desafíos tácitos y explícitos, que nos invitan a
re-pensar nuestras prácticas docentes y áulicas desde un enfoque
amoroso/afectivo que tenga en cuenta a las y los estudiantes en su dimensión
más humana y profunda. Por ello, uno de los objetivos de la autora, es
conceptualizar las emociones en el campo educativo.
Ahora bien, esta tarea de poner en
marcha una pedagogía humanizadora sobre la base de la ética del cuidado,
requiere problematizar una serie de elementos, que todos juntos, configuran,
construyen, moldean e hilvanan el quehacer docente y el oficio de estudiante.
En el primer capítulo titulado “La
mirada amorosa”, encontramos un desglose de esa idea, que tiene la forma de una
declaración de principios éticos:
-Un espacio para la ternura, donde se
resalta la importancia de las relaciones afectivas para el desarrollo
bio-psico-social. Esos vínculos van forjando nuestra existencia y nos ligan con
nuestra propia condición humana. Desde ese enfoque, la vida escolar es un
entramado de experiencias que se tejen entre docentes y estudiantes. Y sobre
esto, Kaplan, sostendrá dos afirmaciones importantes: “una educación que pone foco en la ternura puede aproximarnos a
cimentar vínculos de cooperación que confronten con los valores de competencia
e individualismo que suelen premiarse en las sociedades en que vivimos” (p.16)
y “la escuela puede funcionar como esa amarra imprescindible para no navegar a
la deriva, es decir, como una suerte de anclaje socio-existencial” (p.23/24)
-El vínculo emocional, donde gravitan
dos ideas fundamentales como “el orden
social es fundamentalmente de naturaleza afectiva y se inscribe progresivamente
como formas de ver y sentir” (p.29). Y, además, aparece nuevamente el tema
de la amorosidad como el motor de las relaciones en la escuela. Y ese amor es
una forma de reconocimiento, de entrega, de mirar al prójimo, a ese Otro que
nos constituye como personas y más precisamente como educadoras y educadores.
-Las heridas a reparar, en esta parte,
la autora vuelve sobre una de sus tesis ya mencionadas en otros libros: “la escuela, bajo ciertas condiciones, puede
ayudar a reparar las heridas sociales” (p.34). El desarrollo de la misma
trae aparejado un desafío: “cómo promover
el bienestar emocional de todos los sujetos que conforman la comunidad
educativa.”(p.35). Ahora bien, esa idea se va desenvolviendo y se encuentra
en relación con otras como la justicia, el reconocimiento, el cuidado y la
autoestima.
El siguiente capítulo, que lleva como
título “La justicia afectiva”, es una invitación a pensar en un horizonte
promisorio y se divide en:
-Hacia una pedagogía humanizadora, donde
se expone la tesis según la cual las emociones y los sentimientos estructuran
el lazo social. Respecto a eso la autora menciona diversos ejemplos sobre la
emoción que siente un/una docente cuando advierte que sus estudiantes han
logrado avances en sus aprendizajes. En ellos se advierte que en el hacer/ser
educativo hay compromiso afectivo mutuo.
-La educación de la sensibilidad, nos
muestra la interesante relación entre los estudios sociológicos de Norbert
Elías y la sociología constructivista de Pierre Bourdie, que se deriva en la
necesidad de establecer, recuperar o resignificar la importancia de las
emociones en el sistema educativo.
A continuación, en el tercer capítulo,
se plantea “El lenguaje de las emociones”, es decir, una fenomenología de la
subjetividad herida, y se divide en:
El amor, el dolor social, el sentimiento
de soledad, la humillación, el sentimiento de inferioridad, la vergüenza y el
miedo. Todos esos sentimientos se analizan a la luz de otra tesis central, “la trama escolar se compone de vínculos
afectivos y de tensiones incesantes, entre procesos de visibilización e
invisibilización” (p.73). En cierto modo, podríamos decir que todos esos
sentimientos son formas de “no ver al otro” con los ojos de la empatía y la
justicia social.
A modo de cierre,
es necesario decir que a través de sus páginas, este escrito nos invita a una
introspección, a reflexionar seria y responsablemente sobre la vocación de
enseñar en momentos difíciles y colmados de carencias de todo tipo.
Si buceamos en
la etimología de la palabra vocación llegamos hasta la raíz indoeuropea wekw-, de la cual provienen también voz,
evocar, invocar, provocar y vocabulario. Todo esos sentidos están contenidos en este libro y en ellos
se sintetiza la propuesta de cada una de las obras de Carina Kaplan.
Entonces, para
quien le interese la educación, quien inicie una formación académica, quien
esté trabajando en docencia y quien esté por culminar su trayectoria docente,
es un texto ineludible e inevitable para poner en cuestión los tiempos que
corren. Quien se disponga a la lectura, va a
encontrar allí la respuesta a la pregunta ¿por qué el amor es importante para
la educación?
https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14848
Pasado
interactivo: Memoria e historia en el videojuego
Reseña del libro: VENEGAS RAMOS, Alberto. (2020). Pasado Interactivo:
Memoria e historia en el videojuego. Segunda edición.
España. Sans Soleil Ediciones. ISBN: 9788412157819
Interactive
Past: Memory and history in the video game
Reseña del
libro: Venegas Ramos, Alberto. (2020). Interactive Past: Memory and history in
the video game. Second edition.
Spain. Sans Soleil Ediciones. ISBN:9788412157819
Passado Interativo: Memória e história no videogame
Resenha do livro: Venegas
Ramos, Alberto. (2020). Passado Interativo: Memória e história no videogame.
Segunda edição. Espanha. Sans Soleil Ediciones. ISBN:9788412157819
Florencia Mauna
(Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina)
florrrmauna@gmail.com
Recibido:
20/02/2023
Aprobado: 01/03/2023
La emergencia de los
llamados Game Studies ha incorporado un horizonte de problemas teóricos
que aboga por la comprensión de nuevos medios expresivos vinculados a la
tecnología y lo audiovisual, a la vez que se nutren de espacios de reflexión
interdisciplinares como la historia y la historiografía. Es dentro de este
marco dónde Venegas Ramos Alberto proyecta sus reflexiones en estas áreas
tratando de entender cómo la relación con el pasado puede identificarse en su
incorporación al espacio de discusión sobre el videojuego.
El ensayo
titulado Pasado Interactivo: Memoria e Historia en el videojuego es
fruto de años de investigación y divulgación por parte de Ramos. Licenciado en
Historia por la Universidad de Extremadura y Doctor por la Universidad de
Murcia, posee una larga trayectoria analizando cuál es el grado de autenticidad
con la que el videojuego representa el pasado y, cómo esas memorias contenidas
en los escenarios video lúdicos se relacionan con el presente. Trabajando desde
las luces y sombras de la historia, Ramos cosecha aquello sembrado en su grupo
y proyecto de investigación “Historia y Videojuegos 2.0” demostrando la
importancia del mismo como medio de percepción y consciencia histórica.
Haciendo uso de
producciones como Call of Duty, Medal of Honor, Battlefield, Assassin’s
Creed, entre otros títulos importantes de la industria, Ramos aborda la
capacidad de la imagen y la narrativa de los videojuegos para analizar el
presente y comprender, de esta forma, cómo recordamos el pasado. El estudio del
videojuego histórico no sólo le permite emplear los escenarios video lúdicos a
manera de testimonio, sino también en forma de documentos históricos en sí
mismos. En este sentido, proyecta el análisis del videojuego conforme a la
memoria, es decir, “una representación colectiva del pasado forjada en el
presente” (Ramos: 2020, p.22) y que le es más que útil para analizar cuáles son
los mensajes e imágenes del pasado que se extraen del videojuego y de qué
manera se integra la memoria a su narrativa. El autor anticipa esta temática en
la introducción del ensayo:
El estudio del
videojuego histórico es, por lo tanto, esencial dada su relevancia para
entender nuestra forma de relacionarnos con el pasado en el presente; para su
empleo como testimonio y documento histórico; para examinar el uso que
gobiernos e instituciones realizan de la memoria y su representación; para
entender los procesos de reificación del pasado el cual, desinfectado, limado y
blanqueado, se convierte en un retrolugar que articula una memoria estética que
puede convertirse en global. (Ramos: 2020, p.20)
Ramos entiende
que el campo de la memoria es amplio, y, por lo tanto, divide su obra en tres
ejes temáticos: el estudio sobre el videojuego histórico, las formas de la
memoria en el videojuego y los objetivos de esa memoria.
Por consiguiente,
el primer capítulo se dedicará de manera general a visibilizar la importancia
del videojuego a manera de medio para la comunicación social y forma de
memoria. Dentro de este marco, Ramos rescata por qué la cultura visual es la
forma predilecta de comunicación de masas en el mundo contemporáneo, y que, en
consecuencia, este medio se transformó en uno de los materiales primarios para
la representación histórica del pasado. Ante esto, el historiador del presente
adquiere una nueva tarea: evaluar y criticar la adaptación del pasado de estos
escenarios video lúdicos. Así, el autor toma a los videojuegos bélicos para
ejemplificar cómo el contenido de los mismos se encuentra en estrecha relación
con la forma en la que percibimos un momento histórico como lo es el de la
Segunda Guerra Mundial.
El jugador no sólo
refuerza sus ideas preconcebidas sobre el momento histórico representado, sino
que también consolida una serie de creencias generales contenidas en dicha obra
[…] representaciones, valores e ideas que calan en la
imaginación del jugar y modifican su entendimiento del ayer asociándolo a lo ya
visto en otras obras populares. (Ramos: 2020, p.41)
Así mismo, en
contra de la perspectiva historiográfica que tiende a pensar el videojuego al
igual que la historia, Ramos afirma fervientemente que el eje de análisis se
debe centrar en la influencia que ejerce el videojuego histórico en un
imaginario social y cómo este repercute en la percepción colectiva del pasado.
Es decir, ahondar en el mismo como una forma de memoria que representa un
acontecimiento histórico pero que está siempre mediado o recordado por la
subjetividad de sus desarrolladores.
La siguiente
parte, y la más extensa del libro, retoma la temática sobre la sustancialidad
de la imagen del videojuego para proponer un análisis inicial a partir de
cuatro tipos de memoria: oficial, colectiva, individual y estética. En palabras
de Ramos, la memoria oficial es la que se divulga por las instituciones de un
gobierno y, en dónde se presentan distintos momentos históricos de una forma
mediatizada y comercial. Este va a ser el caso de los videojuegos ambientados
en el “Salvaje Oeste” como Red Dead Redemption o en la Segunda Guerra
Mundial como lo es Call of Duty WWII. En ambos títulos se presentan
acontecimientos que rompen con la pretensión de verdad histórica para dar paso
a una representación de una memoria selectiva que, no gratuitamente, suele
coincidir con un discurso favorable a intereses particulares. En consecuencia,
Ramos rescata cómo el videojuego se convierte en una herramienta que puede
usarse para promocionar imágenes y discursos en dónde la inclusión de elementos
históricos reales crea el marco de referencia sobre el cual el jugador
interpreta la historia.
En cuanto a la
memoria colectiva, el autor recuerda cómo se suele representar el pasado
mediante un grupo en concreto, este es el caso de 1979 Revolution: Black
Friday. Este videojuego posibilita la experiencia de percibir la revolución
iraní como protagonistas. El elemento interactivo es sumamente importante
porque es en la vivencia en primera persona dónde se pueden ver los elementos
reales del acontecimiento: discursos, fotografías, filmaciones y carteles que
ligan la representación video lúdica a la intención de fidelidad hacia los
hechos presentados. Sin embargo, para Ramos este tipo de memoria está
caracterizada por la forma en que estos acontecimientos son recordados, es
decir, el punto de vista que adquiere el jugador en la construcción de sentido.
En el caso de 1979 Revolution: Black Friday es el exilio, la clase media
iraní y la política liberal reformadora.
La memoria
individual se corresponde con el discurso de los testigos y participantes de
los hechos narrados. Partiendo de una idea subjetiva, estos testimonios en
forma de videojuego se basan en experiencias personales para conformar un
relato que cause impacto y que, a su vez, aporte información sobre el desarrollo
de los acontecimientos ligados a la experiencia individual. En este sentido,
Ramos menciona títulos cómo Path Out, sobre el exilio en Siria, Attentat:
1942, que narra la ocupación Nazi en la República Checa y Bury me my
love, la historia real de una sobreviviente del conflicto sirio, recatando
la importancia de este tipo de videojuegos como fuentes documentales de
estudio.
El último tipo es
la memoria estética. Para Ramos es aquí donde los escenarios video lúdicos
buscan la verosimilitud a través de la repetición de imágenes y discursos que
se asemejen con otros productos ambientados en el mismo contexto histórico. Sin
embargo, una de las críticas que sobrevuela este tipo de memoria es la falta de
rigurosidad histórica. Esto es lo que el autor nota en entregas como Medal
of Honor, videojuego pionero en mitificar la guerra no solamente por la
modelización estética de la mismo sino porque es esa misma estética la que
luego va a ser replicada y compartida a manera del escenario bélico predilecto
a la hora de elegir un videojuego de guerra. Medal of Honor es sólo un
ejemplo, entre los tantos que menciona Ramos, de cómo se crea un pasado
estético en dónde el discurso histórico es provisto por las instituciones que
aportan los recursos para que estos títulos puedan ser producidos y vendidos en
masa.
Finalmente, Ramos
se ocupa de tratar de responder a la pregunta sobre ¿cuáles son los objetivos
de la memoria en los videojuegos? En otras palabras, ¿Por qué deberíamos
recordar por este medio digital? Es así como distingue la memoria literal de la
memoria ejemplar. Ramos argumenta que en juegos como Red Dead Redemption el
pasado se transforma en una especie de teatro de la memoria dónde la tendencia
es representar mitos, en este caso sobre el “Salvaje Oeste”, de la forma más
literal posible. Sin embargo, este es un uso literal de la memoria que se
entiende más a manera de homenaje a aquello que fue y no como una herramienta
para el presente. Así mismo, escenarios como los que plantea This War of
Mine, un juego sobre los refugiados del conflicto bélico de Bosnia,
extrayendo perfiles de diarios y testimonios de personas reales trasforma la
memoria del videojuego en un ejemplo de advertencia para el presente.
A lo largo de la
obra Ramos presenta distintas maneras en las cuales la memoria interactúa con
el pasado y el presente por medio del videojuego. Si bien el autor enfatiza en
la diferencia entre las nociones de historia y memoria, estas se encuentran
entrelazadas por el deber del recuerdo. Las ficciones históricas dentro de los
videojuegos no sólo pueden ser producciones en masa hechas para el
entretenimiento, sino que también hay títulos dónde se recupera el pasado y se
obliga al jugador a reflexionar sobre el ayer para transformar su pensamiento
sobre el presente. Aunque muchas veces la estética esté condicionada por cierta
construcción representativa de intereses, muchas otras es el mensaje lo que se
conserva como importante.
Pasado
Interactivo: Memoria e historia en el videojuego constituye de este modo un análisis fundamental
para la temática de los Game Studies en general y especialmente para el
análisis histórico que busca entender cómo la relación con el pasado puede
incorporarse al espacio de discusión sobre el videojuego. El libro presenta una
oportunidad para reflexionar sobre la compatibilidad entre el carácter lúdico
de las modelizaciones históricas y las formas de memoria que encontramos en
ellos. Ya sea construyendo o reconstruyendo acontecimientos históricos, el
aporte de Ramos es sumamente interesante ya que no sólo se trata de cómo
entendemos el pasado, sino de cómo podemos relacionarlos con el presente,
tomando a los videojuegos a manera de medio para hacer uso de nuestro deber
para recordar críticamente estas entregas.
Editorial –
Dosier
https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14873
LOS OTROS BORGES
A modo de introducción, un estado de la
cuestión de los estudios sobre Borges
THE OTHER
BORGES
By way of introduction, a state of the art of studies on Borges
OS OUTROS BORGES
A título de introdução, um estado da arte dos estudos
sobre Borges
La literatura de
Borges, felizmente, sigue siendo un objeto de indagación no solo para
especialistas en el campo de las letras, sino también para filósofos,
matemáticos, físicos, músicos, cineastas y teólogos, entre otros. Si importara
preguntarse por las causa de esta vigencia y de esta amplitud, una de ellas, la
más tangibles, tendría que ver con sus lecturas y preferencias, dado que Borges
fue un curioso lector de todos los temas y a, al mismo tiempo, supo incorporar
esas lecturas en su escritura, dejando rastros en algunas ocasiones,
ocultándolos con astucia, en otros. Otras causas, sin duda, obedecen al orden
del efecto de lo estético que se torna más difícil de explicar en pocas líneas.
Este número de la revista Prometeica, que junto con José María Gil hemos
tenido el gusto de editar, recopila trabajos de especialistas en la obra de
Borges que aceptaron el desafío de abordar, desde diferentes ángulos, el
siempre fructífero cruce entre filosofía y literatura en su escritura y en la
conformación de su figura de escritor.
Si bien esta
imbricación entre literatura y filosofía fue detectada y estudiada en Borges
desde los inicios de su crítica (Barrenechea, Rest, Almeida, entre los más
valiosos), atribuyéndosele incluso muchas veces la clasificación de escritor
metafísico que contribuyó a que las nuevas generaciones lo leyeran como un
escritor alejado de su contexto de producción y su entorno más inmediato,
considero que en 2010, a partir de la publicación de Borges, libros y
lecturas, de Laura Rosato y Germán Álvarez, se produce una bisagra. En
efecto, recordemos que este libro recopila y encuadra muchas de las anotaciones
que Borges realizara en sus libros de consulta que luego donaría a la
Biblioteca Nacional y que hoy constituyen el acervo del Centro de Estudios y
Documentación Jorge Luis Borges de esa institución. A partir de ese momento,
mucho de las aproximaciones a las fuentes utilizadas por Borges, que antes se
basaban en especulaciones ˗valiosas, en muchos casos˗, comenzaron a tener una
sólida base material. Rosato y Álvarez aciertan al describir el método de
lectura de Borges, que se convertiría en método de trabajo en tanto un gran
número de las citas recortadas y anotadas en las contraportadas y colofones de
los propios libros, fueron y son pasibles de ser detectadas en muchos de sus
escritos. De ese modo, esa retroalimentación entre lectura y escritura, ese lugar
que ya desde la dedicatoria de Fervor de Buenos Aires otorga al lector
un lugar de mayor privilegio que el del escritor, comienza a hacerse más
tangible.
Cada vez estamos
más cerca de poder describir el modo en que Borges produjo sus textos, es
decir, de imaginarnos no solo el decorado y los elementos de su laboratorio,
sino también el montaje de sus textos. En ese sentido, otro hito dentro de los
estudios sobre Borges está dado por la monumental investigación emprendida también
hacia 2010 por Daniel Balderston, director del Borges Center de la University
of Pittsburgh, quien ya ha publicado varios libros que describen lo que dio en
llamar El método Borges, en donde expone los resultados de sus estudios
sobre los manuscritos y otros materiales, desde una perspectiva en la que se
advierte, más que en ninguna otra, sus años de trabajo y estudio de la obra de
este autor y la lectura atenta y respetuosa de lo que hacen los críticos en
todo el mundo.[13] En ese sentido, la revista Variaciones Borges,
fundada por Iván Almeida y Cristina Parodi en 1994 en Dinamarca y que Balderston
dirige desde 2005, constituye un lugar de privilegio para propiciar y mantener
viva la discusión.
Poco después, y a
partir del propio evento en donde se dio a conocer públicamente el libro Borges,
libros y lecturas en la Biblioteca Nacional en agosto de 2011, comienza a
tomar forma la investigación sobre las conferencias de Borges, que hoy en día
ya devino una reflexión sobre su oralidad en tanto incorpora otro tipo de
discursos como las clases, los cursos y otro tipo de materiales. Voy a
detenerme un poco más en este aspecto porque permite establecer conexiones con
algunos de los trabajos incluidos en este número.
Es precisamente
en un libro de filosofía donde Borges deja sentada la huella que dará inicio a
esta investigación. Me refiero a las anotaciones que el escritor dejó en el
libro Schopenhauers Leben de Wilhelm Gwinner:[14]
Anotaciones de Borges en Schopenhauers Leben
de Wilhelm Gwinner (1949-1952) Esta nómina de 24
conferencias fue el punto de partida para una pesquisa que, al momento, lleva
relevadas más de 300 charlas, entre cursos, conferencias y otras intervenciones
orales, solamente en el período temporal recortado, dando cuenta de la
importancia de la producción oral en el conjunto de la obra del autor. Dado que
se trata de un objeto evanescente en tanto no hay registros audiovisuales de
este período de las primeras charlas, el trabajo de investigación se propone
como una reconstrucción que permite evocar la oralidad a partir de sus huellas
encontradas en archivos.
A partir de este
imbricado itinerario que Borges intercala con los extractos del libro que le
interesa subrayar, en 2015 formalizamos una investigación que permitió demostrar
que, entre 1949 y 1955, el ex-auxiliar de una biblioteca municipal se convirtió
en un exitoso orador que recorrió las provincias argentinas y viajó asiduamente
a Montevideo para dictar cursos y conferencias sobre los temas más diversos:
literatura gauchesca, inglesa, norteamericana, alemana, budismo, pensadores
místicos, literatura fantástica, entre otros. El período coincide con su etapa
de polémica contra el peronismo y con su reflexión sobre el lugar del escritor
en la sociedad. Los resultados de este trabajo, que exceden ampliamente el
trazado de un itinerario e involucran el armado de redes intratextuales,
intelectuales, ideológicas, así como abren infinitas posibilidades de análisis
que ojalá sean aprovechadas por otros investigadores, se encuentran exhibidos y
son constantemente actualizados en el sitio del Centro de Documentación Jorge
Luis Borges: http://centroborges.bn.gob.ar/. Además, forma parte de la vasta información que recopila el Borges Center
de la Universidad de Pittsburgh en su página web: https://www.borges.pitt.edu/talks-borges
Este trabajo nos
revela una nueva faceta del escritor que lo humaniza en muchos aspectos, en
tanto muestra que trabajaba intensa y sistemáticamente para ganarse la vida,
viajando a distintos rincones del país (Gualeguay, Nogoyá, Resistencia,
Santiago del Estero, Tucumán, Bahía Blanca, Azul, Olavarría, dentro de la
extensa lista). Por otro lado, permite poner en relación los textos que Borges
estaba escribiendo al mismo tiempo, a partir de lecturas que realizaba en los
trenes y que utilizaría tanto para preparar charlas, escribir cuentos, ensayos
y sus colaboraciones para diarios y revistas. Por último, muestra la fuerza
polémica de su oralidad, que se convirtió en un modo de intervenir
políticamente contra el peronismo gracias a la red de instituciones que
patrocinaron sus visitas y el público asistente que lo recibía de manera
entusiasta.
A medida que
siguen apareciendo conferencias y materiales que permiten reconstruirlas, como
es el caso del archivo del Colegio de Estudios Superiores que hemos localizado
de manera reciente, resulta cada vez más evidente la necesidad de posar nuestra
atención en ellos para considerar la obra “completa” de Borges. Basta pensar,
por un lado, en la vasta cantidad de textos que nacerían como conferencias y
que luego de varias modificaciones, se convertirían en artículos para diarios o
revistas y, eventualmente, pasarían a integrar libros (el caso de Otras
inquisiciones es uno de los más emblemáticos); también los que se
convertirían en libros, tales como Borges, oral (1979) y Siete noches
(1980); o las conferencias dadas en universidades norteamericanas. Además,
textos como Antiguas literaturas germánicas o Qué es budismo
tuvieron su origen en cursos ofrecidos en este período.
La riqueza de los
materiales y las líneas de investigación que se han desarrollado en la última
década deja entrever un panorama más que promisorio. Durante los primeros días
de julio, el equipo de investigación que dirijo en la Universidad Nacional de
Mar del Plata (Argentina), integrado por investigadores y becarios del CONICET
y denominado “Escritura e invención”, se reunió con Daniel Balderston durante
tres intensas jornadas de trabajo con el objetivo de dar cuenta del estado de
nuestras investigaciones, revisar y discutir ideas e interrogantes surgidos a
la luz de estos avances y delinear algunas proyecciones futuras para el estudio
de la obra de Borges. El trabajo conjunto permitió detectar los aspectos sobre
los que hay que avanzar durante los próximos años, tales como: identificación
de los manuscritos que corresponden a clases o a conferencias, armado de series
textuales que incluyan notas de trabajo, presentaciones orales, transcripciones
y versiones publicadas. El trabajo realizado durante estos días, que será
continuado ahora en los primeros días de abril en la University of Pittsburgh,
muestra el germen de lo que creemos podrá ser el futuro de los estudios sobre
Borges: “colaborativos, multidimensionales y de base digital” (Lizalde y
Fitzgerald 2022: 14).
Si bien hasta el
momento el equipo logró reconstruir mucho del habla de Borges a partir de los
diarios que cubrieron, en numerosas ocasiones, la mayoría de estos eventos,
resulta interesante señalar otro hito en la historia de esta investigación,
como es la reciente donación de cuadernos de Borges en la Michigan State
University que pertenecían al profesor Donald Yates. Ese material contiene
muchas de las notas que Borges utilizó a modo de partitura para sus
conferencias. Una primera aproximación a estos nuevos materiales fue realizada
en los trabajos de Variaciones Borges en sus números 52 y 54, por un
equipo internacional de trabajo dirigido por Daniel Balderston, integrado por
investigadores especializados en los distintos aspectos que Borges abordó en sus
charlas. Dada la gran cantidad de notas marginales que contienen estos
cuadernos de notas, es posible comenzar a concretar el objetivo de reconstruir
la biblioteca consultada por el escritor para la realización de esta obra oral
y de muchos de sus escritos. De ese modo, el método obligadamente especulativo
que se manejaba hasta ahora para estudiar las fuentes de Borges, comienza a
cambiar a partir de esta evidencia material que ofrece un nuevo desafío
metodológico que arrojará resultados más concretos. Estos son algunos de los
últimos movimientos del campo que lo mantienen, afortunadamente, muy activo y
con grandes posibilidades de introducir resultados tangibles y de impacto. Aunque
más adelante me referiré en detalle a los trabajos incluidos en este número,
quiero señalar ahora que los artículos de Daniel Fitzgerald y Marina Martín se
inscriben dentro de esta perspectiva.
Ya contamos
entonces con un vasto itinerario que nos permitieron reconstruir los archivos
de periódicos e instituciones patrocinantes de las charlas. También tenemos
acceso a muchos manuscritos que contienen el esqueleto de esas charlas. Si bien
desde los orígenes de esta investigación sabíamos que sería sumamente difícil
encontrar transcripciones de esas conferencias (recordemos que, como ha
demostrado Balderston, Borges no escribía a máquina), luego de estos años
sondeando distintos archivos, hemos encontrado algunas que nos permitirán
constatar muchas de las hipótesis esbozadas hasta el momento. Se trata de
cursos dictados entre 1950 y 1951, así como de las clases que Borges dictara en
Mar del Plata en 1966, en su rol de profesor en la Universidad Católica a cargo
de la cátedra de literatura inglesa y norteamericana. Gracias a la generosidad
del grupo de estudiantes que tuvo el privilegio de asistir a ese curso y a la
meticulosidad de Celia Pérez Mathiasen, quien atesoró durante todos estos años
las transcripciones realizadas por el grupo de estudiantes, contamos ahora con
una de las valiosas piezas del rompecabezas que contribuyen a completar y
caracterizar cada vez mejor el panorama de la oralidad de Borges.
Y luego de este
paneo, me permito volver a los trabajos de este número para poder así
analizarlos en este marco y dar cuenta de sus más valiosos aportes.
Este número especial
de Prometeica está integrado por nueve artículos, dos reseñas y un
diálogo de una tarde de invierno en la Villa Victoria de Mar del Plata con
Daniel Balderston, cuya desgrabación estuvo a cargo de Sol Martincic.
Los trabajos dan
cuenta de una amplia variedad de metodologías y perspectivas. Así, el primer
trabajo, “Esa mudez de los libros”, de Dardo Scavino, propone, desde una mirada
semiótica, un vínculo novedoso en tanto rastrea afinidades de la obra de Borges
con Heidegger y Levi Strauss. Partiendo de la tesis del nominalismo del autor,
que toma de Jaime Rest, Scavino traza un inteligente recorrido que abarca
centros nodales de la poética de Borges, como la teoría de la metáfora, y
consigue caracterizar la “orientación hermenéutica y semiótica” particular que
Borges le imprime a su proyecto y que lo acerca a dos autores contemporáneos
con los que no es tan frecuente relacionarlo. El autor indaga, además, los
modos de apropiación de ideas ajenas, así como su reverso, es decir, el uso de
textos de otros para exponer ideas propias. De este modo, demuestra que, a
partir de estos diálogos, Borges expone sus diferencias y afinidades con varios
filósofos o teólogos contemporáneos, aun sin que hayan sido citados de manera
directa. Este trabajo ofrece un recorrido profundo y, al mismo tiempo, completo
de los diálogos y las omisiones del autor con las principales corrientes
filosóficas con una atinada matización de acuerdo con los períodos de
producción y sus diferentes etapas de escritura.
Una perspectiva
similar se observa en el artículo de Iván Almeida, que cierra el número, “La
ilustre incertidumbre” es un capítulo del flamante libro homónimo publicado por
el Borges Center de la University of Pittsburgh, cuyo autor y editores nos
permitieron reproducir. En este trabajo, el “ilustre” filósofo aborda de manera
cabal los vínculos entre literatura y filosofía y los modos en los que Borges
se apropia de los discursos de la filosofía, llegando incluso a sistematizar
sus procedimientos de escritura. Su análisis de los modos en los que Borges
utiliza la enumeración caótica y el estilo adversativo constituyen el hallazgo
de conceptualizar una sintaxis de la cita que contribuye a cimentar el “estilo”
Borges (me gusta mucho que no rehúya esa noción). En el marco de esas apropiaciones
y usos discursivos, la concepción no enunciativa de la filosofía es el punto
que le permite emparentarlo con Wittgenstein, iluminando así otro vínculo que
no había sido tan explorado por la crítica.
Siguiendo con los
vínculos intertextuales, la contribución de Leonardo Pitlevnik, “Acerca de la
función de argumentar y juzgar a partir de ‘Los teólogos’”, se inscribe en el
fructífero campo de cruce entre discurso literario y jurídico. A partir
nuevamente del despliegue de una perspectiva semiótica, en este trabajo se
analiza el cuento como un discurso inscripto dentro de los discursos sociales.
En tal sentido, se pone el foco en las afinidades con el discurso judicial en
tanto comparten la condición de relatos que encaran modos de abordar y resolver
conflictos sociales. Esa indagación de Borges por el modo en que se cimenta el
orden social es deudora, sin dudas, de la pionera definición de política que
ofrece Sarlo en sus clases recopiladas en Borges, un escritor en las orillas
(1993). La actualización que realiza Pitlevnik demuestra que esta dimensión
discursiva de su obra sigue dando lugar a debates que interpelan a la sociedad
actual.
Otro lugar desde
el cual pensar la literatura como discurso social es el que proponen José María
Gil y Jonás Bergonzi en su “Lectura en voz alta y comentada para enseñar (a
disfrutar) a Borges”. Los autores narran aquí su experiencia en el aula y
proponen, a partir del estudio de un caso, una manera de compartir lecturas con
los estudiantes de escuela secundaria trazando un puente comunicativo por medio
de la voz. Además de los medulosos aportes del trabajo de campo, un plus de
este trabajo está dado precisamente por la riqueza de la oralidad, de la cual,
tal como comenté más arriba, Borges fue un gran estudioso y cultor. El arte de
la oralidad no le fue dado a Borges de manera natural, tal como atestiguan sus
allegados cuando recuerdan sus primeros pasos como conferencista. Quizás por
eso se convertirá en una de sus labores más queridas por el autor con el correr
del tiempo. El rol de profesor será para él como una especie de consagración,
además de una actividad que le proporcionó mucho placer. Y es en este sentido
que encuentro una afinidad muy fuerte entre el modo de acercar los textos que
proponen aquí los autores y el modo muy personal desplegado por Borges en sus
clases para compartir lo que Barthes llamaría el placer del texto con sus
estudiantes. Así, cuando Gil y Bergonzi hablan de leer en voz alta, evocan
indirectamente los célebres momentos en los que Borges recitaba poemas o
pasajes enteros de sus textos favoritos y compartía sus lecturas con ese tono
conjetural tan propio con diferentes audiencias. En ese sentido, la figura del
“orador-trovador” que los autores encuentran para caracterizar la experiencia
de enseñanza es asimilable también a la labor del Borges profesor.
Y si de ahondar
en la oralidad se trata, el aporte de Daniel Fitzgerald, “Return to the Voice”,
resulta invaluable en tanto se aproxima al modo en el que Borges cimenta su
relación con los oyentes a partir del concepto de “conversación”. Este trabajo
se inscribe en el proyecto arriba comentado que se propone reconstruir la
oralidad del autor. En este sentido, enfatiza que solo a partir de la oralidad
se arma el rompecabezas de la obra de Borges, que es la hipótesis general de
nuestra investigación. En este caso, a partir del estudio de los manuscritos inéditos de las clases sobre
Oscar Wilde, Fitzgerald arma una porción del rompecabezas mostrando que
el ensayo “El culto de los libros” es una síntesis de retazos desplegados en
clases ofrecidas en el Colegio Libre de Estudios Superiores en 1950, una de las
principales instituciones que le darían cobijo luego del conflicto que lo dejó
cesante de su cargo de bibliotecario auxiliar en la Biblioteca Miguel Cané. La
riqueza de este trabajo se advierte también en que el autor no solo reconstruye
el itinerario de sus lecturas a partir de las referencias marginales en sus
manuscritos, sino que explora el camino de sus ideas, de cómo procesó y
sintetizó esas lecturas, incorporándolas en su discurso.
El mismo método
le imprime solidez a la lectura de Marina Martín, titulada “Borges en diálogo
con la Ilustración”, en tanto esta estudiosa ha indagado los manuscritos
vinculados con el tema que aborda: el diálogo de la obra de Borges con los
filósofos de la Ilustración (Berkeley, Hume, Jonathan Swift, Kant y Leibniz).
En la misma línea de Scavino y Almeida, que develan ricos vínculos
intertextuales con la filosofía, Martín explora cruces con algunas de las
principales corrientes de las teorías del conocimiento que subyacen a textos
vertebrantes como “Postulación de la realidad”, “Nueva refutación del tiempo” y
“Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, entre otros.
La pregunta sobre
si Borges fue un filósofo o si vampirizó el discurso filosófico para sus
ficciones es retomada en la contribución de Mercedes Giuffre en su “El Oriente
en Jorge Luis Borges”, en donde ofrece un paneo del complejo vínculo de
atracción de la literatura del autor con Oriente. Y en ese recorrido, subyace
su particular mirada que opta por la segunda alternativa opción, es
decir, que elige leer el intertexto con el pensamiento oriental como una fuente
de su imaginación. El trabajo ofrece valiosos datos sobre el modo en el que
Borges llega a estas fuentes, así como reflexiones sobre la manera en que éstas
incidieron en su experimentación genérica. El análisis parte de cuentos y
antologías y permite extraer inferencias sobre la intervención de Borges en la
construcción de un nuevo canon literario.
Por último, me
centraré en dos contribuciones que se centran en los modos en que es o puede
ser leída la obra de Borges. En primer término, el trabajo de Miguel Ángel
Petrecca, “Ningún lugar es un lugar. Borges en la poesía china contemporánea”,
aborda el estudio de la recepción de la producción del escritor argentino en un
grupo de poetas chinos contemporáneos que pertenecen a la llamada “tercera
generación”. El diálogo resulta fructífero porque se trata de un grupo cuyos inicios
coinciden en gran medida con los comienzos del proceso de apertura en China y,
concretamente, con la introducción de Borges en el país asiático en los noventa.
Estos poetas protagonizaron debates sobre el vínculo de la poesía china y la
poesía occidental, la tradición y el lugar de la poesía china en sistema de la
poesía mundial, cuestiones que, como sabemos, ocuparon un lugar central en las
disquisiciones de Borges. Este enfoque se centra en la recepción de su obra y
su figura, en tanto en los poemas analizados se advierte tanto la
intertextualidad cuanto el afán de representar aspectos vinculados con la
mítica figura del escritor. El trabajo llama a la lectura no solo por el
interés que genera el objeto recortado, sino por la sensible lectura de los
poemas y por la meticulosidad de su escritura.
El aporte de
Rogelio Laguna y Martín Iraizos López, “Borges y el pos/trans humanismo”,
destaca por la novedad del enfoque. En efecto, si bien ˗como reconocen los
autores˗ ya hay trabajos dedicados esta la relación, éste se centra en revisar
viejos temas desde una nueva mirada. Me refiero a volver a discutir el
“humanismo” de Borges no solo desde este siglo, sino desde esta nueva mirada
que vuelve a interrogar sobre los límites del concepto de lo humano en diálogo
con lo que no lo es. Y resuena así ese lugar desde el que casi ninguna lectura
sobre Borges puede liberarse, que es la de asignarle el lugar de precursor.
Para demostrar esta hipótesis del Borges precursor del trans/pos humanismo, los
autores analizan el famoso tema del doble, pero imbricado con la noción de
cuerpo, de lo que emerge una nueva manera de leer tópicos transitados como la
ceguera, a la que el propio Borges le imprime sentidos inexplorados hasta el
momento en su escritura.
Agradezco
profundamente a José María Gil por la invitación a colaborar en este número
monográfico y por su compañerismo generoso. También a Daniel Balderston, quien,
además de permitirnos publicar su charla en la Villa Victoria con los editores
de este número, nos sugirió muchos de los nombres de sus colaboradores. Por
último, a ellos por confiar en nosotros, por su profesionalismo y por los
diálogos enriquecedores.
Referencias
Lizalde, O. y
Fitzgerald, D., (2022). “De clases, conferencias y manuscritos. Proyecciones
para estudiar a Borges”, Variaciones Borges, No 54, pp. 3-18.
Rosato, L. y
Álvarez, G., (2017). Borges, libros y lecturas, Biblioteca Nacional:
Buenos Aires.
Mariela
Blanco
(Universidad
Nacional de Mar del Plata - CONICET, Argentina)
Artículos - Dosier
https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14773
ESA MUDEZ DE LOS LIBROS
tHAT MUTENESS OF THE BOOKS
essa MUDEZ DOS LIVROS
Dardo Scavino
(Université de Pau
et des Pays de l’Adour, France)
Recibido: 25/01/2023
Aprobado: 27/02/2023
RESUMEN
Además de
considerar a la metafísica como una “rama de la literatura fantástica”, Borges
fue desarrollando su propia filosofía a lo largo de sus ensayos, sus poemas y
sus cuentos. Y lo hizo discretamente, atribuyéndoles sus tesis a otros autores.
Jaime Rest habló alguna vez del nominalismo del escritor argentino, pero en
este nominalismo Borges introdujo una orientación hermenéutica y semiótica que
lo emparenta con dos de sus contemporáneos: Martin Heidegger y Claude
Lévi-Strauss.
Palabras clave:
filosofía. nominalismo. hermenéutica. semiología.
ABSTRACT
In addition
to considering metaphysics as a "branch of fantastic literature,"
Borges developed his own philosophy throughout his essays, poems, and stories.
And he did it discreetly, attributing his thesis to other authors. Jaime Rest
once spoke of the nominalism of the Argentine writer, but in this nominalism,
Borges introduced a hermeneutical and semiotic orientation that related him to
two of his contemporaries: Martin Heidegger and Claude Lévi-Strauss.
Keywords:
philosophy. nominalism. hermeneutics. semiology.
RESUMO
Além de considerar a metafísica como um "ramo da literatura fantástica", Borges desenvolveu sua própria filosofia ao longo de ensaios, poemas e contos. E o fez discretamente, atribuindo suas teses a outros autores. Jaime Rest já falou do nominalismo do
escritor argentino, mas, neste nominalismo, Borges introduziu uma orientação hermenêutica
e semiótica que o relacionou a dois de seus contemporâneos: Martin Heidegger e Claude Lévi-Strauss.
Palavras-chave: filosofia. nominalismo. hermenêutica. semiologia.
1.
Introducción
El Diccionario de
la Real Academia define la palabra plagio como el acto de “copiar en lo
sustancial obras ajenas, dándolas como propias”. Y aunque resulte difícil saber
con precisión a qué está haciendo referencia con el adjetivo sustancial,
podemos conjeturar que no se trata sólo de copiar literalmente los textos de
otros sino también sus ideas. Alguien puede apropiarse las ideas de alguien sin
reproducir sus textos. Pero como lo demostró Borges con su “Pierre Menard,
autor del Quijote”, también puede copiar literalmente un texto de otro y
plantear ideas diferentes. Y esto, curiosamente, por el hecho mismo de “dar el
texto como propio”, es decir, por el hecho de situarlo en coordenadas
históricas alejadas del original. Bastó con que Pierre Menard estampara su
firma al pie de algunos fragmentos del Quijote, para que su
significación se modificara: esos fragmentos dejarían de ser leídos como textos
de un soldado español del siglo XVII para pasar a ser leídos como textos de un
intelectual francés del siglo XX. Dos textos homónimos no son necesariamente
sinónimos, ni dos textos sinónimos, homónimos.
Borges recurrió
muchas veces a las ideas de filósofos, teólogos y hasta matemáticos para
escribir textos propios: “La Biblioteca de Babel” se inspira en el atomismo de
Leucipo; “El jardín de senderos que se bifurcan”, en la teoría de los mundos
posibles de Leibniz; “Tema del Traidor y del Héroe”, en la armonía
preestablecida del mismo autor alemán; “El Aleph”, en los números transfinitos
de Georg Cantor; “Esse est percipi”, en el idealismo de Berkeley, y así
sucesivamente. Pero el argentino también utilizó textos ajenos para exponer, a
la inversa, ideas propias, como si una “divina modestia” le impidiera
atribuirse su autoría. Del mismo modo que Menard repetía literalmente algunos
pasajes del Quijote, pero esta repetición ponía en evidencia sus
diferencias con Cervantes, Borges repite los textos de varios filósofos o
teólogos y revela de esta manera su diferencia con ellos. Y así como la
“versión” del francés nos permite comprender que era contemporáneo de Friedrich
Nietzsche y William James, las glosas que Borges propuso de algunos filósofos
del pasado nos permiten comprender que fue un contemporáneo de pensadores como
Heidegger o Lévi-Strauss.
2.
El
río de Heráclito
La “cita
predilecta” de Borges (2012: 9) pertenece a Heráclito de Éfeso: “Nadie se baña
dos veces en el mismo río”. Para su autor, se trataba de una ilustración
acuática de un principio de su pensamiento: “Todo fluye”. Heráclito sugería que
no hay nada permanente, o por lo menos así solía entenderlo la tradición
filosófica que no cesó de contraponerlo a Parménides de Elea. Pero si conocemos
ese fragmento, se debe a que Aristóteles lo recogió en el Libro Gama de su Metafísica,
donde recordaba que un discípulo de Heráclito, el ateniense Cratilo, le
reprochaba a su maestro el complemento “dos veces”: “él estimaba que no
podíamos hacerlo ni siquiera una vez” (Aristóteles, 1987: 143). Aristóteles
citaba este fragmento con el propósito de contestar las consecuencias
escépticas de la filosofía heracliteana: “La entidad que cambia, cuando cambia,
les da a estos filósofos una razón para descreer de su existencia” (Ibid.).
Si todo cambia, si nada permanece, no podemos hablar de nada. Y por eso Cratilo
había optado por callarse y se contentaba con responder “moviendo el dedo” (Ibid.).
Desde la perspectiva de Aristóteles, estos pensadores no se daban cuenta de que
si decían que “algo cambia”, estaban presuponiendo que la cosa, aunque
cambiara, seguía siendo la misma: de otro modo, ni siquiera habrían podido
decir que cambia. Lo invariable no es solamente lo opuesto de lo variable sino
también la condición para que podamos hablar de sus variaciones.
Cuando decimos
que “Sócrates envejeció”, estamos presuponiendo que sigue siendo el mismo que
en otro tiempo fue joven porque, si no fuera así, ni siquiera podríamos decir
que envejeció. Sin este presupuesto, el Sócrates joven y el viejo, el sano y el
enfermo, el vivo y el muerto, serían personas distintas que solo compartirían,
por casualidad, el mismo nombre. Es lo que pensaban, de hecho, los filósofos
megáricos: Sócrates no puede envejecer porque si dejara de ser joven, dejaría
de ser el mismo Sócrates. Es lo que pensaría también Funes, el megárico
oriental, a quien le parecía abusivo llamar con el mismo nombre al perro visto
de frente y al perro visto de costado. Desde la perspectiva megárica había un
Sócrates joven y otro viejo, uno vivo y otro muerto, uno visto de frente y otro
visto de costado. Y por eso todo cambio era ilusorio: solo había profusión de
entidades diferentes e inmutables.
Entre los
partidarios de Heráclito (todo cambia) y Parménides (nada cambia), Aristóteles
escogió una tercera vía: Sócrates seguía siendo el mismo, y no otro, a pesar de
sus alteraciones, de modo que podía envejecer, enfermarse y hasta morir sin
dejar de ser quien era. A eso que sigue siendo lo mismo a pesar de las
variaciones lo llamó “substancia”, y a las variaciones, “accidentes”. Para los
realistas medievales, esta substancia no era algo material, dado que la materia
se alteraba. Su naturaleza sólo podía ser espiritual. Así, cuando Francisco de
Quevedo escribe los poemas de su Heráclito cristiano, también piensa que
“todo fluye” o, más precisamente, que todo acaba por arruinarse como los muros
de Roma. Pero cuando piensa que “todo fluye”, solo incluye en este “todo” a los
seres materiales, no a los espirituales. Su Heráclito era cristiano: lo real,
lo permanente, era, para Quevedo, lo espiritual o lo divino. Y por eso su más
célebre soneto, “Amor constante más allá de la muerte”, concluye diciendo a
propósito de sus “médulas”: “Polvo serán, más polvo enamorado” (1996: 480). El
español oponía la materia degradable y el espíritu inmarcesible.
A estos
realistas, los nominalistas les replicarían que esa presunta substancia
imperecedera es, en realidad, un flatus vocis (Panaccio, 2012): no solo
porque no existe, y el nombre carece de referente, sino también porque aquello
que sigue siendo lo mismo a pesar de sus variaciones, eso que nos permite
contar la historia de las alteraciones de Sócrates, es el propio flatus vocis.
Se trata de un nombre vacío porque el contenido, lo que se dice sobre Sócrates,
no se encuentra en el nombre mismo sino en la diversidad de predicados. Cuando
a lo largo de un discurso o un relato repetimos el nombre Sócrates,
cuando contamos cómo envejeció, se enfermó o se murió, suponemos que nos
referimos a un solo y mismo individuo. Los nombres o los pronombres no se
refieren a ninguna de las cualidades de la cosa sino a la “cosa misma”, es
decir, a la cosa que sigue siendo la misma a pesar de sus mudanzas.
Los nominalistas
introducen así dos novedades: la substancia es un presupuesto del discurso y,
como consecuencia, un presupuesto de alguien. Alguien está poniendo allí,
debajo de los cambios accidentales, esa substancia constante más allá de la
muerte, y de cualquier alteración, y está haciéndolo por el mero hecho de
hablar acerca de algo o de alguien. La substancia es espiritual, sí, pero no se
trata de un espíritu divino sino humano. Los hablantes y los oyentes, los
autores y los lectores empiezan a asumir a partir de ese momento un
protagonismo ignorado por el realismo medieval. Para este, las cosas tenían una
substancia independientemente de si alguien las estaba pensando o no. Porque si
las cosas no tuvieran esa substancia fija e inmutable, no podríamos hablar de
ellas ni, como consecuencia, pensarlas. El nominalismo invirtió esta relación:
es porque la pensamos, o porque discurrimos sobre ellas, que las cosas siguen
siendo las mismas, o que Roma, a pesar de sus metamorfosis y sus ruinas, sigue
siendo la misma Roma. Quevedo tenía razón: “A Roma misma en Roma no la hallas”
(1996: 244), dado que esa mismidad no se percibe en ningún lado. La Roma
imperecedera, la Roma eterna, no se encuentra en sus murallas, por más sólidas
que sean. Pero tampoco, respondería un nominalista, en algún “quieto arquetipo”
celestial. Roma sigue siendo la misma porque nosotros, los hablantes, utilizamos
el mismo nombre y porque describimos sus mutaciones como si le hubiesen
sucedido a una sola y misma ciudad desde los tiempos de Rómulo.
La clave del
nominalismo se encuentra en ese “como si”: la substancia es una ficción del
lenguaje, pero una ficción imprescindible en el momento de hablar de las
mudanzas de algo. El nominalismo preparó así la revolución copernicana de la
filosofía: lo inmutable, lo imperecedero, lo eterno más allá de las variaciones
accidentales, es un presupuesto de esas criaturas perecederas que somos los
seres humanos. Hume y Kant son los herederos de esta revolución: para el
escocés, la substancia es un producto de nuestra imaginación; para el prusiano,
una categoría de nuestro entendimiento. Para ambos, ponemos esa substancia allí
porque no la percibimos cuando observamos las cosas. Y como ambos piensan que
no existe algo que no afecte nuestros sentidos, la substancia no existe.
Hacemos como si existiera, para llegar a hablar acerca de algo porque cualquier
discurso está constituido por frases con sujeto y predicado. Podríamos decir,
por supuesto, envejeció, se enfermó o se murió pero estos
verbos no constituirían ni un discurso ni un relato. Para que estos existan,
tenemos que suponer que remiten a un solo y mismo sujeto: Sócrates. Pero esto
tiene que suponerlo a la vez el hablante y el oyente: el lenguaje, con sus
nombres, se vuelve aquí fundamental. Sin él, no compartiríamos esa ficción.
Presuponemos que se trata del mismo Sócrates porque todos lo llamamos así,
porque todos hacemos como si, debajo de esas cualidades cambiantes, y por el
hecho de referirnos a él con un solo y mismo nombre, hubiese siempre un solo y
mismo individuo. Aunque nuestro relato cuente la historia de un individuo real,
debe presuponer, para existir, esa ficción de mismidad. ¿Podríamos decir, con
Jaime Rest (2009), que Borges era un nominalista?
Conocemos la
respuesta del propio Borges en “De las alegorías a la novela” (1996b): la
modernidad es el vasto triunfo del nominalismo sobre el realismo medieval, lo
que significa que lo real, para nosotros, no son las substancias espirituales,
presuntamente eternas o inmutables, sino los muy visibles y tangibles seres
individuales y cambiantes, a quienes seguimos llamando con un solo y mismo
nombre como sucede con Roma. Para los realistas medievales, al contrario, esa
materia sensible carecía de realidad porque formaba parte de la vanitas
mundana. Lo real era lo inteligible. Todo aquello que los realistas medievales
situaban en el cielo de las ideas o del pensamiento divino, desde las esencias
metafísicas a los valores morales, se encuentra, para nosotros, en los
lenguajes humanos. Ya no nos preguntamos qué es la justicia, el amor o el ser,
porque esto supondría que en el pensamiento divino se encuentran esos “quietos
arquetipos” y que estamos en condiciones de elevarnos hasta ellos para
encontrar definiciones universales y necesarias acerca de cualquier cosa. Nos
preguntamos más bien qué significan los vocablos justicia, amor o
ser, y sabemos que estas definiciones lingüísticas, humanas y hasta
populares, no cesan de variar con el paso de los años y con los cambios de
lugar: los pueblos no tienen las mismas concepciones de la justicia, del amor y
del ser, e incluso un mismo pueblo alberga posiciones muy disímiles acerca de
esas cuestiones. El nominalismo sustituyó, por un lado, la substancia por el
nombre y, por el otro, la definición de la cosa (su esencia) por la definición
de esos nombres (sus significaciones).
3.
Lectura
fluida
Como lo planteó
Rest, y como lo sugirió Umberto Eco, Borges fue un nominalista, a la manera
Guillermo de Ockham. “En el nombre rosa”, es verdad, “está la rosa” y
“todo el Nilo en la palabra Nilo” (Borges 1996a: 129), pero no por las
razones que Platón invoca en el Cratilo, donde suponía que los sonidos
de las palabras estaban secretamente vinculados con las cosas que nombraban,
sino porque, gracias al nombre, la rosa sigue siendo la misma flor desde su
brote hasta su marchitamiento y el Nilo sigue siendo el mismo río a pesar del
discurrir continuo de sus aguas. En la época moderna, no obstante, el conjunto
de los nominalistas es tan amplio que no nos dice mucho sobre Borges. Habría
que determinar qué posición defendió en el interior del conjunto, y para eso
tendríamos que regresar a su interpretación singular de la sentencia de
Heráclito.
A lo largo de su obra, Borges repitió en varias oportunidades que el río de
este filósofo era una metáfora del libro aunque no haya en esta sentencia, ni
entre los otros fragmentos de Heráclito, nada que justifique semejante
interpretación. Pero Borges se apropia esta cita así y la convierte en el
centro de su metafísica. “Cada vez que leemos un libro”, dice, “el libro ha
cambiado, la connotación de las palabras es otra”, y esta alteración tiene
lugar a fortiori entre distintos lectores: el Hamlet leído por
Coleridge, Goethe o Bradley no es la misma obra de teatro (1996d: 205), como
sucede con el Martín Fierro leído por Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas y
Ezequiel Martínez Estrada. Como cualquier otra entidad del universo, nosotros
también cambiamos, solía recordar Borges, de modo que cuando nos zambullimos de
nuevo en la lectura de algún texto, lo interpretamos de otro modo. Borges señalaría
algunos años más tarde que según Juan Escoto Erígena las Escrituras encerraban
“un número infinito de sentidos” comparable “con los tornasoles del plumaje del
pavo real” (1996c: 247), y algo similar habría planteado un misterioso “cabalista
español”: Dios había redactado la Biblia “para cada uno de los hombres de
Israel”, por lo que había “tantas Biblias como lectores de la Biblia” (Ibid.).
“Cabe pensar que estas dos sentencias”, agrega, “la del plumaje tornasolado del
pavo real de Escoto Erígena, y la de tantas Escrituras como lectores del
cabalista español, son dos pruebas, de la imaginación celta la primera y de la
imaginación oriental la segunda”, pero, aun así, son exactas “no sólo en lo
referente a la Escritura sino en lo referente a cualquier libro digno de ser
releído” (Ibid.).
Una biblioteca, en efecto, es como “un gabinete mágico en el que hay muchos espíritus hechizados” que “despiertan cuando los llamamos”. “Mientras no abrimos un libro” escribe
parafraseando a Emerson, “ese libro, literalmente, geométricamente, es un volumen, una cosa entre las cosas”,
pero “cuando lo abrimos, cuando
el libro da con su lector, ocurre el hecho estético” (2012: 9). Hasta para un
mismo lector este libro cambia, “ya que cambiamos, ya que somos (para volver a mi cita predilecta) el
río de Heráclito, quien
dijo que el hombre de ayer no es el hombre de hoy y el de hoy no será el de mañana”. “Cambiamos
incesantemente y es dable afirmar
que cada lectura de un libro, que cada relectura, cada recuerdo de esa relectura, renuevan el texto”. Y
por eso, concluye Borges, “también el texto es el cambiante río de Heráclito” (Ibid.). Esto no
significa, por supuesto, que cada lector cambie las palabras o las frases en su
aspecto gráfico, o eventualmente sonoro, eso que Saussure hubiese llamado el
plano del significante. El cambio se producía en el plano del significado.
En un artículo de 1937 dedicado a unos ensayos de Paul Valéry –en el que
anticipó brevemente el argumento de “Pierre Menard”–, Borges explicó el
fenómeno de la fugacidad del sentido a propósito de un verso de Cervantes: “¡Vive
Dios, que me espanta esta grandeza!” El verbo espantar era sinónimo de asombrar
en el siglo XVII y de asustar en el XX, de manera que este verso había
conocido una mudanza comparable a la del río de Heráclito. El significante
seguía siendo el mismo; su significado, no. Había homonimia, pero no sinonimia.
Borges suponía incluso en aquella escueta reseña sobre los cursos del francés que
“el tiempo y sus incomprensiones y distracciones colaboran con el poeta muerto”
(1996d: 454), apreciación, y provocación, que va a repetir dos años más tarde a
propósito del Quijote de Menard. Poco importa, sin embargo, que estos
textos se hayan mejorado o no: lo importante es que siguen siendo los mismos y
otros. Así, en un pasaje del Vathek, aquella novela gótica del
orientalista William Beckford, alguien le vende a un califa una cimitarra
ornada con caracteres exóticos que un día significan “soy la menor maravilla de
una región donde todo es maravilloso y digno del mayor príncipe de la tierra”,
y al día siguiente “Ay de quien temerariamente aspira a saber lo que debería
ignorar” (1996b: 133). No había ninguna magia en los caracteres de la
cimitarra: solo mudaban sus significaciones.
No sabemos a qué se refería Heráclito exactamente con la metáfora del río,
pero a partir de Aristóteles, la metafísica occidental extrajo de esta
sentencia una escisión entre lo permanente y lo cambiante: la substancia y los
accidentes, el nombre y los predicados, aquello de lo que hablamos y lo que decimos
sobre él. Para Borges, en cambio, la sentencia de Heráclito alude a la
diferencia entre el símbolo y su interpretación o entre significante y
significado. A esto se refiere incluso cuando sostiene que Kafka “creó” a sus
precursores. No está insinuando, por supuesto, que los textos de Melville o de
Hawthorne sufrieron una alteración gráfica sobrenatural después de la
publicación de La metamorfosis y El proceso. Está sugiriendo que
después de haber leído esos textos, interpretamos Bartleby o Wakefield
de manera diferente. Dentro del nominalismo general, Borges introduce una
orientación semiótica: sustituye la distinción entre nombre y predicado por la
diferencia entre significante y significado. A la fugacidad de la materia, los
nominalistas le oponían la permanencia del nombre. A la fugacidad de la
significación, Borges le opone la permanencia del significante. Para los
nominalistas, el problema era la relación del nombre con su referente; para
Borges, la relación del nombre con sus intérpretes.
De esto se infiere que “la obra que perdura”, la obra que atraviesa las
diferentes épocas históricas, “es siempre capaz de una infinita y plástica
ambigüedad; es todo para todos, como el Apóstol; es un espejo que declara los
rasgos del lector y también un mapa del mundo” (1996b: 92). Borges estaba
haciendo alusión así a Pablo de Tarso, quien se había vuelto “judío con los
judíos”, “débil con los débiles” y “todo para todos, para salvarlos a todos” durante
sus periplos evangélicos (1 Corintios 9, 22). Aunque disientan
entre sí a la hora de interpretar la correspondencia paulina, las diferentes
iglesias cristianas se ven reflejadas en ella y consultan esas epístolas como
si fueran un mapa infalible para orientarse en la vida. Borges va a encontrar
esta misma idea en una carta de Bernard Shaw: “Yo comprendo todo y a todos y
soy nada y soy nadie” (1996b: 153). “De esa nada”, comentaba, “tan comparable a
la de Dios antes de crear el mundo, tan comparable a la divinidad primordial
que otro irlandés, Juan Escoto Erígena, llamó Nihil”, “Bernard Shaw
edujo casi innumerables personas, o dramatis personae” (Ibid.). Algo
semejante había planteado un biógrafo de William Shakespeare: el dramaturgo
inglés también “se parecía a todos los hombres, salvo en lo de parecerse a
todos los hombres” porque “íntimamente no era nada, pero era todo lo que son
los demás, o lo que pueden ser” (Borges, 1996b: 141). Como el Dios de la teología negativa, la obra de Shakespeare
albergaba todas las variantes de la humanidad porque todas las variantes de la
humanidad se veían reflejadas en el espejo de su obra.
Del mismo modo que Borges convertía la sentencia de Heráclito en una
metáfora de los textos, convierte la teología negativa de Dionisio Areopagita o
Escoto Erígena en una teoría del significante: un significante puede significar
muchas cosas porque, por sí mismo, no significa nada muy preciso. De un
significante sólo podemos asegurar que significa algo: está por verse qué
exactamente. Ninguna interpretación agota las significaciones de un “símbolo”,
declaraba en 1937 a propósito de las “parábolas” de H.G. Wells. El argentino
las compara con el célebre acertijo que Sófocles le atribuyó a la Esfinge:
“¿Cuál es el animal que tiene cuatro pies en el alba, dos al mediodía, y tres
en la tarde?” Percibimos inmediatamente que la solución, “el hombre”, “es
inferior al mágico animal que deja entrever la pregunta y a la asimilación del
hombre a ese monstruo y de setenta años a un día y del bastón de los ancianos a
un tercer pie” (1996a: 325). Algo similar sucedía en “La secta del Fénix”, ese
cuento en el que Borges narra la historia de una extraña cofradía adepta a un
ritual secreto que le permite perpetuarse: a medida que avanzamos en la
lectura, nos damos cuenta de que la secta es la humanidad, y la ceremonia
furtiva, el coito, pero esta solución es igualmente inferior a la enigmática
liturgia que nos propone aquel cuento.
En abierta oposición con el ultraísta que había sido, y para quien la
creación de metáforas y símbolos caracterizaba a los poetas, el Borges de la
madurez entiende que “el número de fábulas o de metáforas de que es capaz la
imaginación de los hombres es limitado”, pero “esas contadas invenciones pueden
ser todo para todos, como el Apóstol” (1996b: 185). En sus años mozos, Borges
se representaba la metáfora como la sustitución de un significante por otro, y
pensaba que el lector debía “adivinar” cuál era el significante suplantado. Las
poesías y los cuentos tenían, o debía tener, la estructura de un acertijo. Más
tarde, pensará que cualquier significante puede convertirse en metáfora si los
lectores presuponen que está sustituyendo a otro, silenciado. Borges suplanta
el enigma por la plasticidad: primero pensaba que los autores inventaban esas
adivinanzas sucintas que serían las metáforas; luego entenderá que las inventan
los lectores.
4.
Una
literatura inagotable
Pero Borges no
ignoraba que, con su vindicación de los equívocos de la escritura, y con su
defensa de la “plasticidad” del significante, estaba entrometiéndose en un
antiguo debate de la filosofía europea. Hacia el final del Fedro,
Sócrates había narrado “una fábula egipcia contra la escritura” y comparado a
las letras “con figuras pintadas ‘que parecen vivas, pero no contestan una
palabra a las preguntas que les hacen’” (1996b: 111). El argentino conjetura entonces que Platón inventó el diálogo
filosófico “para atenuar o eliminar” esa “mudez de los libros” (1996d: 198), aunque
siguió desconfiando de esas “figuras pintadas” susceptibles de caer en manos de
lectores que las tergiversen o malinterpreten. Borges mismo suponía que, por su
carácter escrito, cualquier libro mantiene un “diálogo infinito” con sus diversos
lectores. Aunque sean mudas, aquellas “figuras pintadas” responden las
preguntas de los distintos lectores porque las respuestas son los “ecos” de los
diversos intérpretes. Así, las palabras amica silentia lunae “significaban
ahora la luna íntima, silenciosa y luciente”, pero aludían en la Eneida al
“interlunio, la oscuridad que permitió a los griegos entrar en la ciudad de
Troya” (1996b: 151). Cuando Homero hablaba del “vinoso mar” (Borges 2012: 15),
estaba reproduciendo un epíteto habitual en ese entonces, pero a nosotros nos
suena como una audaz metáfora ultraísta. La literatura “no es agotable, por la
suficiente y simple razón de que un solo libro no lo es” (1996b: 151). Ese
“diálogo infinito” no es sino una variante de aquella “infinita y plástica
ambigüedad” de la escritura. Borges estimaba incluso que si hubiese logrado
saber cómo habrían de leer sus textos en el año dos mil, “sabría cómo será la
literatura del año dos mil” (Ibid., 152). El libro mismo es el libro
mudo. Cuando empieza a hablar, no cesa de diferir de sí, a la manera del río.
Jugando con la
ambivalencia del verbo francés entendre (oír y entender), Derrida
insistiría en denunciar el fonocentrismo de la metafísica occidental: esta
supone que, cuando oímos a alguien, entendemos directamente lo que dice. A
estar con él, este fonocentrismo se remontaría al mencionado Fedro de
Platón, y habría persistido en la metafísica occidental, a tal punto que esta
vindicación de la voz sobre la escritura no sería sino la metafísica misma
(Derrida, 1972). Pero más que oponer la ambigüedad de la escritura y la
precisión de la oralidad, Platón oponía el autor el ausente y el presente: este
se encontraba en condiciones de responder a las diversas preguntas para evitar
la tergiversación de su palabra. “Huérfana” de su autor, le explica Sócrates a
Fedro, la “mudez de la escritura” se prestaba a los equívocos más
extravagantes. Y por eso, dice Borges, Platón trató de conjurar estas derivas
imitando, cuando escribía, los diálogos de su maestro.
No deja de
resultar curioso, en este aspecto, que un pensador como Jacques Rancière haya
recurrido a ese mismo pasaje del Fedro para convertir a Borges en un
heredero de Platón, y que invocara nada menos que “Pierre Menard, autor del Quijote”
para corroborar este aserto (1998: 111). El autor de La palabra muda
pareciera confundir a un autor que, a la manera de Poe, controla minuciosamente
cada elemento de su texto, con un autor que, a la manera de Platón, trata de
fijar la significación de sus términos para evitar tergiversaciones. Gracias al
meticuloso trabajo de Daniel Balderston (2021) con los manuscritos de Borges,
sabemos que el argentino trataba de no dejar ningún detalle al azar durante la
redacción de sus cuentos y sus poemas. Sabemos también que, como cualquier
filósofo, Platón ponía un especial empeño en definir sus conceptos y que el
artificio de sus diálogos servía en buena medida para justificar la precisión
de estas definiciones. Pero Borges entendía que el minucioso control de la
construcción poética o narrativa se efectuaba, entre otras cosas, para
favorecer sus indefiniciones. Para él, la voz no debía controlar la escritura
sino al revés: a cualquier autor le bastaba con lanzar su escritura al mundo y
esas “pinturas mudas” van a ponerse a parlotear. A él no le preocupan las
posibles tergiversaciones debido a que no hay una significación originaria: en
el origen no hay un significado fijo, o un concepto, sino un significante “plástico”.
Así, Nathaniel
Hawthorne nos habla de una “grieta” que es “la boca del Infierno ‘con vagos
monstruos y con caras atroces’ y también el horror esencial de la vida humana y
también el Tiempo, que devora estatuas y ejércitos, y también la Eternidad, que
encierra los tiempos”. “Es un símbolo múltiple”, nos explica Borges, “un
símbolo capaz de muchos valores, acaso incompatibles”, como el Tiempo y la
Eternidad. “Para la razón, para el entendimiento lógico, esta variedad de
valores puede constituir un escándalo, no así para los sueños que tienen un
álgebra singular y secreta, y en cuyo ambiguo territorio una cosa puede ser
muchas” (1996b: 63). Por eso Borges lamentaba que Hawthorne hubiese “dañado”
algunas de sus narraciones con “el deseo puritano de hacer de cada imaginación
una fábula”, error estético que “lo inducía a agregarles moralidades y a veces
a falsearlas y deformarlas” (Ibid., 62). En un apunte de 1836, el
norteamericano imagina el argumento de una serpiente alojada en el estómago de
un hombre y alimentada por él a pesar de los tormentos que le inflige. Habría
bastado con presentar muy llanamente esta idea y Hawthorne nos hubiese ofrecido
un relato formidable. Pero agobiado por la gravosa moral de sus ancestros
puritanos, el norteamericano se sintió obligado a “revelar” la significación de
la parábola: “Podría ser un emblema de la envidia o de otra malvada pasión” (Ibid.,
68). “En Hawthorne”, comenta Borges, “siempre la visión germinal era verdadera;
lo falso, lo eventualmente falso, son las moralidades que agregaba en el último
párrafo o los personajes que ideaba, que armaba, para representarla” (Ibid.,
72). Un texto es verdadero, desde la perspectiva borgesiana, cuando, al revés
de lo que pretendía Platón, no conjura la “plasticidad” del significante sino
que la favorece, y por eso no hay que confundir en sus textos lo misterioso y
lo plástico: un misterio puede resolverse, como en la novela policial, después
de una minuciosa interpretación de los indicios; la plasticidad del
significante no nos revela tanto lo que pensaba su autor como lo que pensaban
sus intérpretes.
Borges, como se
sabe, era un aficionado de los relatos policiales en el estilo de Poe o
Chesterton, porque esta literatura ilustraba un principio mallarmeano que el
argentino defendió en un ensayo de 1932: “El arte narrativo y la magia”. En
literatura, declaraba, hay que callar el tema del poema o la narración y
sugerirlo a través de figuras para proporcionarle al lector el placer de
adivinarlo. La literatura era un sofisticado acertijo. Es por este motivo que
algunos años más tarde, en “El pudor en la historia”, Borges celebra un texto
de Snorri Sturluson en el que el historiador islandés contaba cómo el rey
Harald de Inglaterra se las arregló para amenazar solapadamente a su adversario
noruego: en lugar de decirle que lo mataría, le anuncia la cesión de “seis pies
de tierra inglesa y, como es alto, uno más” (Ibid., 163). Sabemos que el tema de “El jardín de
senderos que se bifurcan” es el tiempo porque Ts’ui Pên había omitido
sistemáticamente esta palabra y la había remplazado por metáforas y paráfrasis,
como lo haría Borges con el coito en “La Secta del Fénix”. Con el paso de los
años, este ideal se modificó: ya no se trataría de escribir un texto para que
un puñado de lectores, más avezados que otros, adivinara la solución sino un
texto en el que cada lector la imaginara y ninguna fuera más acertada que otra.
Cualquier texto literario debía ser “un símbolo múltiple”, “un símbolo capaz de
muchos valores, acaso incompatibles”. Cualquier texto literario debía parecerse
a un sueño.
5.
Los
ecos de un nombre
En su “Historia
de los ecos de un nombre”, Borges reconstruyó el largo periplo de uno de esos
significantes “plásticos”: Soy el que soy. “El sentencioso nombre de Dios,
el nombre que, a despecho de constar de muchas palabras, es más impenetrable y
más firme que los que constan de una sola, creció y reverberó por los siglos”
(1996b: 19). La conjunción “más impenetrable y más firme” resume perfectamente
la idea: la permanencia de un significante es directamente proporcional a su
opacidad: oscuro, incomprensible, susceptible de múltiples interpretaciones, es
una especie de “espejo enigmático” en el sentido de San Pablo (Scavino, 2013).
La “firmeza” de un significante −la misma que los realistas medievales le
atribuían a la substancia imperecedera− depende de su hermetismo. Aunque se
trata de una simulación del hermetismo: ese significante no tiene un
significado oculto; no tiene ninguno en particular y puede, como consecuencia,
asumir muchos. William Shakespeare, por ejemplo, introduce en una comedia “a un
soldado fanfarrón y cobarde, a un miles gloriosus que ha logrado, a
favor de una estratagema, ser ascendido a capitán” (1996b: 21). La trampa se
descubre, el soldado es degradado públicamente “y entonces Shakespeare
interviene y le pone en la boca palabras que reflejan, como en un espejo caído,
aquellas otras que la divinidad dijo en la montaña: Ya no seré capitán, pero
he de comer y beber y dormir como un capitán; esta cosa que soy me hará vivir”
(Ibid.). Gracias a estas palabras, el soldado deja bruscamente “de ser
un personaje convencional de la farsa cómica y es un hombre y todos los hombres”.
Estas mismas palabras reaparecen en los últimos días de Jonathan Swift, cuando,
enfermo de cuerpo y alma, repite “Soy lo que soy, soy lo que soy”. Borges
conjetura entonces que Swift sentía que estas palabras significaban “Seré
una desventura, pero soy” o “Soy una parte del universo, tan inevitable
y necesaria como las otras” o incluso “Soy lo que Dios quiere que sea,
lo que me han hecho las leyes universales, y acaso Ser es ser todo”.
El significante “soy el que soy” es, como consecuencia, uno de aquellos
“símbolos múltiples”, capaces “de muchos valores, acaso incompatibles” (Ibid.,
22).
Borges propone
entonces que la historia universal sea entendida como “la historia de unas cuantas
metáforas”, a la manera de la famosa “esfera de Pascal” (1996b: 16). Esta
esfera también tuvo sus diversos “ecos”: el ser de Parménides, la divinidad de
Platón, el universo de Bruno y la naturaleza en Pascal. La infinitud de esta
esfera equivalía a la “rotura de las bóvedas estelares” en los textos del sacerdote
italiano, pero setenta años después, en los fragmentarios Pensamientos
del jansenista francés, “no quedaba un reflejo de ese fervor y los hombres se
sintieron perdidos en el tiempo y el espacio” (Ibid., 17). Pascal no interpreta
esa esfera infinita como la metáfora de una liberación del hombre del “mundo
cerrado” medieval sino como la figura de “un laberinto y un abismo” (Ibid.,
18) que lo dejan desamparado en un “universo infinito” donde el cielo ha dejado
de estar “arriba” y el infierno “abajo”. Cada una de las interpretaciones de
aquella “esfera” era el “eco de un nombre” que nos legó ese reservorio de
significantes que es el archivo o la biblioteca, vale decir, el pasado.
La historia del
pensamiento o de la cultura no es la invención de nuevas metáforas, como
pensaba el joven colaborador de Proa o Martín Fierro, sino la
historia de las nuevas interpretaciones de algunas viejas figuras: “Empezaré la
historia de las letras americanas con la historia de una metáfora; mejor dicho,
con algunos ejemplos de esa metáfora” (Ibid., 58). Se trata, en este
caso, de la comparación del sueño con un teatro, y los primeros ejemplos que
Borges evoca no provienen de los escritos de autores americanos sino de dos
españoles: el “Sueño de la muerte” de Francisco de Quevedo y “Varia
imaginación” de Luis de Góngora:
El sueño, autor de representaciones,
en su teatro sobre
el viento armado,
sombras suele vestir de bulto bello. (Ibid.)
Las historias de
un significante “ambiguo” o “plástico” pueden extenderse incluso hasta relatos
enteros. En “Diálogos del asceta y el rey”, Borges recuerda la anécdota,
seguramente ficticia, de la desdeñosa respuesta de Heráclito a la invitación
del rey Darío. Esta historia se parece como dos gotas de agua al relato del
encuentro entre Alejandro de Macedonia y Diógenes el Cínico recogida en las Vidas
de los grandes filósofos por Diógenes Laercio, y el argentino la compara
con una novela hindú, Preguntas de Milinda, donde aparecía una escena
similar cuyos protagonistas eran el asceta que no tiene nada y el poderoso que
lo tiene todo (“el cero”, comenta Borges, y “el infinito”). La misma historia
se repite en China entre el emperador y un sacerdote budista, o en Noruega,
entre el rey Olaf Tryggvason, recientemente convertido al cristianismo, y un
viejo músico que le cuenta la historia de la muerte del dios Odín. “Fuera de su
virtud”, concluía Borges, “que puede ser mayor o menor, los textos anteriores,
diseminados en el tiempo y en el espacio, sugieren la posibilidad de una
morfología (para usar la palabra de Goethe) o ciencia de las formas fundamentales”
(Ibid., 303). Estas formas, que Vladimir Propp había estudiado apenas
unos años antes en la Universidad de Leningrado, le permitían conjeturar a
Borges que existe una reducida cantidad de metáforas cuyas significaciones
cambian con el paso de los años, y el desplazamiento de un pueblo a otro, pero
también un reducido número de fábulas cuyos protagonistas varían. El mismo
principio que pareciera fundamentar la metafísica borgeana aparece en este
artículo: un mismo símbolo, o un mismo relato, y una multiplicidad de
variaciones.
A esos
significantes “plásticos” Lévi-Strauss los había llamado, por esos años,
“flotantes” y son los mismos que cualquier filósofo pretende conjurar cuando
define sus conceptos (el significante “flota”, justamente, sobre las cambiantes
aguas de los significados). El significante flotante es “una simple forma o,
más exactamente, un símbolo en estado puro y, como consecuencia, susceptible de
verse cargado con cualquier contenido simbólico”, y es “la servidumbre de todo
pensamiento finito (pero también la promesa de todo arte, de toda poesía, de
toda invención mítica y estética)” (Lévi-Strauss 1950: XLIX-L). Borges
comparaba esos significantes con la divinidad de la teología negativa;
Lévi-Strauss los compararía con el mana sagrado de las culturas
polinesias. El Nihil de Escoto Erígena era, para el argentino, una
metáfora de estos significantes plásticos; el mana sería, para el
etnólogo, un significante “con valor simbólico cero” (Ibid.). Borges
aseguró incluso en “El culto de los libros” que, para nosotros, estos se
volvieron “sagrados” y por eso consideramos su quema como un intolerable
sacrilegio: no tanto por la esfumación del objeto de papel, como por el peligro
de extinción de una singularidad significante. Parafraseando una vez más a
Emerson, podría decirse que el sacrilegio no consiste en quemar el volumen
cerrado sino en privar a los lectores del libro abierto.
Estos
significantes que la filosofía siempre buscó domesticar constituyen el alimento
predilecto de los textos literarios: “La música, los estados de felicidad, la
mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos
lugares”, escribía el argentino, “quieren decirnos algo, o algo dijeron que no
hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una
revelación, que no se produce, es quizá el hecho estético” (1996b: 15). Borges
repite esta reflexión a propósito de la llanura convertida en significante: “Hay
una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo”, escribe en “El
fin”, nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo
entendemos, pero es intraducible como una música…” (1996: 544). “He sospechado
a veces que el significado”, explicaba en una de sus conferencias, es “algo que
se le añade al poema” porque “sentimos la belleza de un poema antes incluso de
empezar a pensar en el significado”, como ocurre con “Las dos rosas rojas de la
luna” (Two red roses across the moon) en un
poema de William Morris: “Hay versos que, evidentemente, son hermosos y no
tienen sentido”, proseguía Borges. “Podríamos decir que en este caso el
significado es la imagen ofrecida por las palabras; pero para mí, por lo menos,
no existe una imagen clara” (Ibid.). Algo similar podría decirse a propósito
de aquel verso de Góngora, “sombras suele vestir de bulto bello”: este nos
fascina antes de comprender la significación precisa de la frase (como
planteaba Borges a propósito de aquel verso de Cervantes, aquí también el
cambio de la significación del sustantivo sombras contribuyó a mejorar
los versos: para un lector del siglo XVII se trataba de espectros, dado
que estaba refiriéndose a las imágenes oníricas; para un lector contemporáneo,
se trataría más bien de tinieblas, interpretación que vuelve menos
trivial la imagen). Pero más allá del significado, diría Borges, “existe el
placer de las palabras, y del ritmo de las palabras evidentemente, de la música
de las palabras”. Esta belleza no se encuentra solamente en el ritmo y los
sonidos sino en aquella “inminencia de una revelación” que podemos encontrar en
los “espejos enigmáticos” de San Pablo o en la historia del unitario Pedro
Salvadores: “Como todas las cosas, el destino de Pedro Salvadores nos parece un
símbolo de algo que estamos a punto de comprender” (1996b: 373).
La diferencia
entre la mismidad del significante y la variedad de significados, o entre la
mudez de los libros y sus diversas lecturas, puede parecer escandalosa “para la
razón, para el entendimiento lógico” característicos de la filosofía y la
ciencia. Borges llega a esta conclusión, no obstante, a través de argumentos
filosóficos: hay un pensamiento onírico o poético en el que una cosa puede ser
a la vez la misma y otra, pero este pensamiento no existiría sin aquella
diferencia entre significante y significado. Como ocurría, desde la perspectiva
de Freud, con el “doble sentido antitético” de las “palabras primitivas”, un
mismo significante puede asumir significados opuestos (Freud 1978: 143). Cuando
la razón y el entendimiento lógico tratan de evitar los malentendidos y las
tergiversaciones a través de sus definiciones precisas de los términos, están
tratando de expulsar de su polis a los poetas y los soñadores. Alguien
podría replicarnos con la propia reflexión de Borges sobre Quevedo: se trataba
de un poeta y por eso “juzgarlo un filósofo, un teólogo” sería “un error que
pueden consentir los títulos de sus obras, no el contenido” (1996d: 134). Solo
que, a diferencia del español, Borges no cesó de teorizar esa “ambigüedad” de
la palabra poética, de modo que tenemos dos Borges: uno que teoriza sobre esta
ambigüedad y que, como filósofo, trata de definir sus conceptos y de
multiplicar los ejemplos con el propósito de evitar malentendidos; el otro que,
como poeta, alienta la “plástica” ambigüedad de la escritura y asocia la
literatura con los “símbolos múltiples” susceptibles “de “muchos valores, acaso
incompatibles”, como sucede en los sueños.
6.
El
gabinete mágico
La diferencia
entre el significante y los significados explica también otro de los grandes
tópicos del pensamiento borgesiano: la idea de un pasado creado retroactivamente.
Esta idea se encontraba ya en “Fundación mitológica de Buenos Aires”, y Borges
solía explicarla recordando el capítulo IX de The Analysis of Mind en el
que Bertrand Russell propuso el experimentum mentis de un planeta
“creado hace pocos minutos, provisto de una humanidad que ‘recuerda’ un pasado
ilusorio” (1996a: 520). Borges volvería a evocarla en un pasaje de “Tlön Uqbar,
Orbis Tertius” a propósito de los hrönir, esos objetos que los
individuos creen hallar y que en realidad “crean”, o ponen allí, con sus
mentes: “La metódica elaboración de hrönir (dice el Onceno Tomo) ha
prestado servicios prodigiosos a los arqueólogos. Ha permitido interrogar y
hasta modificar el pasado, que ahora no es menos plástico y menos dócil que el
porvenir” (Ibid., 524). Esta “plasticidad” del pasado se parece a la
“plasticidad” de los escritos susceptibles de muchas interpretaciones. Y no es
casual que así sea: para Borges, como para cualquier historiador, el pasado se
conserva en un archivo compuesto de documentos tan “plásticos”, tan “púdicos” o
tan “mudos” como cualquier otra escritura. De modo que un documento histórico
también es “un espejo que declara los rasgos del lector y también un mapa del
mundo” (1996b: 92).
En “La otra
muerte”, Borges imaginaba que Dios había modificado el pasado de Pedro Damián,
un militar que se había acobardado en la batalla de Masoller y al que todos
terminan recordando como un valiente en el momento de su muerte. Borges se
había inspirado en un teólogo mencionado por Dante en su Comedia, Piero
Damiani, quien aseguraba que Dios, por su omnipotencia, poseía la capacidad de transformar
el pasado (1996a: 690). Pero recordaba también a P.H. Gosse, quien, con el
propósito de conciliar creacionismo y darwinismo, no tuvo mejor idea que
proponer un Dios creador, al mismo tiempo, de Adán y de las diversas especies
que precedieron a ese primer homo sapiens. Recordó igualmente a Oscar
Wilde para quien “arrepentirse es modificar el pasado” (1996b: 85) y, en
repetidas oportunidades, al idealista George Berkeley para quien ese pasado
puede llegar a ser un sueño que estamos teniendo ahora. Pero estas especulaciones
metafísicas, que le suministraron argumentos para sus relatos fantásticos, solo
pierden su significación sobrenatural cuando aluden al universo de la escritura:
Wakefield o Bartleby son, para nosotros, dos hrönir
inducidos por la lectura de Kafka, mientras que en el Martín Fierro
Lugones, Rojas y Martínez Estrada encontraron hrönir diferentes. La
historia no es solamente la sucesión de actos y pensamientos humanos que dejan
trazas escritas: es también la sucesión de interpretaciones de esas trazas,
interpretaciones que no cesan de “modificar el pasado” a la manera de Kafka.
Hay historia
porque la mudez de los significantes, o de las huellas dejadas por las acciones
y pensamientos humanos, son susceptibles de muchas interpretaciones. Si esas
trazas abandonaran sus reticencias, si dijeran todo sin callar nada, no habría
necesidad de interpretarlas, y los historiadores se limitarían a exponer los
documentos del pasado. Hay historia, en consecuencia, por el mismo motivo que
hay literatura: porque los significantes, lacónicos, silencian sus significados.
Hay historia porque el pasado perdura en los escritos y porque esos escritos y
ese pasado no cesan de metamorfosearse con las diversas lecturas. Hay historia,
en definitiva, por el mismo motivo que hay sueños en donde una cosa puede ser
la misma y otra, o donde un mismo significante puede contener significaciones
disímiles (y algo de este onirismo pareciera insinuarse en el vocablo hrönir
de Tlön). Si la historia se parece al río de Heráclito, no se debe solamente a
que las épocas cambian sino también a que cambia ese pasado presuntamente
inexorable. Una vez más, Borges reinterpreta los textos de Damiani, Berkeley y
Russell acerca de la alteración del pasado, y los convierte en teorías de la
interpretación o de la creación retrospectiva de precursores. ¿Y no sería
finalmente lo que él mismo hizo con su “cita predilecta”? Borges también creó a
sus precursores y entre ellos se encuentra Heráclito de Éfeso, apodado el
Oscuro.
Por eso no habría
que confundir el heraclitismo de los significantes con el atomismo de las
letras. Bastaría con recordar, para ello, la sesgada polémica de Borges con el
científico alemán Kurd Lasswitz. Este había calculado, recordémoslo, las
dimensiones de una biblioteca que registrara “todas las variaciones de los
veintitantos símbolos ortográficos” (Ibid., 151). En el prólogo de Ficciones
(1996a: 446), el argentino reconoció que había escrito “La biblioteca de Babel”
después de haber leído “La biblioteca universal” del matemático alemán, pero recordó
también que ambos se habían inspirado en el atomista Leucipo de Mileto. Como
ocurría con Heráclito, conocemos las ideas de este filósofo jónico a través de
las citas de otros pensadores. Aristóteles, una vez más, evocó una analogía
propuesta por Leucipo en su tratado Acerca de la generación y la corrupción:
del mismo modo que “las tragedias y las comedias” estaban compuestas “por las
mismas letras” (Aristóteles 1987: 143), los diversos entes del universo estaban
compuestos por las múltiples combinaciones de los mismos átomos. Cuatro siglos
más tarde, Lucrecio retomaría la analogía de Leucipo para afirmar en De
rerum natura que esos “cuerpos comunes a todas las cosas” eran “como las
letras [elementa] de las palabras”: del mismo modo “que en mis versos
ves diseminadas letras comunes a muchas palabras”, le explicaba a su lector, esos
corpúsculos indivisibles son “comunes a muchas cosas” (1962: 28). La línea
entre lo invariable y lo variable pasaba para los atomistas por la diferencia
entre los átomos y sus compuestos, es decir, entre los indivisibles y los
divisibles. Como no podían dividirse ni, como consecuencia, descomponerse, los
átomos eran unidades materiales imperecederas o eternas, mientras que los
cuerpos visibles y divisibles que esos corpúsculos componían no cesaban de
armarse y desarmarse. La flor traída del futuro por el protagonista de The
Time Machine, explicaba Borges, estaba compuesta por átomos que “ahora
ocupan otros lugares y no se combinaron aún” (1996b: 22), y nada impediría que algún
día esos mismos átomos volvieran a encontrarse para componer la misma flor. Algo
semejante ocurre con los libros. Una máquina que combinara al azar las letras
del español podría producir, después de un número desmesurado de intentos, el Quijote.
Esta novela aparecería, como se dice, de vuelta, y a esto se refiere Borges
cuando rememora la vieja idea del eterno retorno de lo mismo.
Tanto Lasswitz
como Borges destacaban, aun así, el hecho de que la mayoría de los libros de
esa “biblioteca universal” no significaban nada en absoluto, como ocurría con
la mera sucesión de letras del alfabeto o con las variaciones del orden de las
letras de un generador de anagramas. Solo en algunos casos, muy raros, esas
letras se combinan de manera que nosotros, sus lectores, reconocemos en ellas
segmentos significantes, por la sencilla razón de que las letras no son, de por
sí, significantes. A diferencia de los significantes, justamente, las letras no
se traducen. Cuando pasamos de un alfabeto a otro, se transliteran. Las letras
se mantienen idénticas a sí mismas sin importar en qué lugar de una combinación
se las coloque (en AB y en BA la A y B siguen siendo las mismas letras). Las
significaciones de los signos lingüísticos, por el contrario, cambian en
función de sus posiciones: por mencionar solo algunas ocurrencias, el sonido /a/
significa “femenino” al final del adjetivo roja, “tercera persona del
singular” al final del verbo canta, “negación” al principio de adjetivos
como amoral o asocial, pero también “verbalización” en casos como
acobardar o aleccionar.
Cuando ideó su
idioma analítico, John Wilkins se vio obligado a atribuir significaciones
precisas a las letras del alfabeto latino y lo hizo teniendo en cuenta sus
posiciones en una secuencia. Como explica Borges, a quería decir animal,
ab mamífero, abo carnívoro, etc. (1996b: 103). Para que asumieran
ese valor, Wilkins tuvo que proponer una tabla de equivalencias, y para que su
idioma fuera universal, esas equivalencias tenían que ser aceptadas por la
totalidad de los humanos y mantenerse inmutables a lo largo de los siglos. En
las lenguas naturales, en cambio, este diccionario no cesa de variar, como
ocurrió, sin ir más lejos, con el vocablo espantar. A diferencia de las
letras, los significantes nunca son idénticos a sí mismos: aun cuando
pronunciemos esas letras y las hagamos, como consecuencia, hablar, no nos dicen
lo que significan. Las letras pertenecen, para Borges, al dominio de las
identidades. Los significantes, al dominio de las equivalencias. La
combinatoria de letras ABCD es idéntica a la combinatoria ABCD y difiere de
XYZA, aunque la letra A siga siendo, en ambos casos, la misma, como ocurre con
el átomo de oxígeno en la composición de la molécula de agua (H2O) o
de dióxido de carbono (CO2). Esta identidad de las letras no se
modifica con el paso de los siglos. El significante espantar, en cambio,
equivalía a asombrar en los poemas de Cervantes, y a asustar en
nuestros días. Las letras se repiten como lo mismo; los significantes se
repiten como lo diferente. Si Pierre Menard hubiese querido escribir un Quijote
que significase lo mismo que el Quijote de Cervantes, tendría que haber
escrito otro texto, es decir, una combinatoria de letras totalmente diferente,
y Borges sugiere que tendría que haber hablado de “estaciones de
aprovisionamiento de nafta” en lugar de ventas y tabernas (Ibid., 54).
La sentencia de Heráclito es una metáfora adecuada acerca de la significación
de los libros, pero no acerca de las combinaciones de letras: el agua de ese río
es siempre la misma porque, entre dos zambullidas, la molécula de agua sigue
estando compuesta por la misma combinatoria de átomos, es decir, H2O.
Y por eso la imagen de la reencarnación pitagórica o budista, a la que recurre Borges
en un ensayo sobre el vínculo entre el poeta Omar Khayyán y su traductor
inglés, Edward FitzGerald, alude a este “tránsito del alma por muchos cuerpos”
(Ibid., 82) y no corresponde a la repetición de una misma combinatoria
de letras o de átomos sino a una equivalencia de las significaciones: una
traducción repite lo que dice un texto, pero lo hace en otros términos.
Cuando Borges
asegura que la literatura “no es agotable, por la suficiente razón de que un
solo libro no lo es”, y a que una “literatura difiere de otra, ulterior o
anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída” (1996b: 151), está
poniendo en entredicho la perspectiva atomista: una composición de letras puede
repetirse, pero esta repetición no va a generar la misma obra porque esta no
depende solamente de la combinación de caracteres sino también, y sobre todo,
de las diferentes interpretaciones. La biblioteca, para él, no es la
combinatoria de átomos de Lasswitz sino el “gabinete mágico” de Emerson. Lo
inmutable, para los atomistas, eran los átomos, y lo mutable sus combinaciones;
lo inmutable, para Borges, son los significantes y lo mutable sus significados.
La flor de Wells va a marchitarse irreversiblemente, y este marchitamiento tan
lamentado por los poetas no sería, desde la perspectiva de Leucipo y Lucrecio,
sino la descomposición de esa efímera coalición de átomos. Pero los propios
átomos no se marchitan. Y tampoco los significantes, aunque sean composiciones
de letras. El significante flor va a perdurar aunque algún día el
español se convierta en lengua muerta. Sus significaciones, por el contrario,
no van a cesar de variar. ¿Se trata del órgano sexual de una planta? ¿De la
élite de un país? ¿De su juventud? ¿De un elogio o una galantería? Algo similar
podría decirse de los libros. Estos pueden destruirse, por supuesto, pero los
copistas, los bibliotecarios o los editores van a perpetuar, pública o
clandestinamente, la mismidad de esos significantes −la mismidad “sagrada” de
esos significantes− para que sus lecturas sigan variando.
7.
Conclusión
La metafísica de
cualquier autor se reconoce sobre todo por la división que establece entre lo
mismo y lo diferente, lo inmutable y lo mutable, lo permanente y lo variable,
lo perdurable y lo fugaz. Para los realistas medievales, esta línea pasaba
entre la substancia y los accidentes; para los nominalistas, entre el nombre y
sus predicados; para los atomistas, entre los átomos y sus compuestos; para
Borges, entre los textos y sus interpretaciones. Pero Borges empieza a defender
estas posiciones hacia finales de los años treinta. Porque antes, cuando
promovía el nacionalismo y el antiguo culto del coraje, cuando estaba fascinado
con los cuchilleros suburbanos, su metafísica no era todavía esa. Los poetas
griegos ya sabían que los héroes no eran inmortales porque poseían un alma (la psychē
no era, para ellos, una entidad inmaterial sino un soplo que partía con el
estertor postrero). Se volvían inmortales porque los pueblos seguían contando
sus hazañas muchos siglos después de que sus cuerpos se descompusieran o sus
átomos se separaran. El héroe se volvía inmortal porque gracias a los cantos
que contaban sus hazañas, alcanzaba la “gloria imperecedera”. La tenue línea
metafísica pasaba, para el joven Borges, entre la palabra y la materia. Es el
motivo por el cual, algunos años más tarde, en su poema sobre el tango,
escribió acerca de los cuchilleros del pasado:
Esa ráfaga, el tango, esa diablura,
Los atareados años desafía;
Hecho de polvo y tiempo, el hombre dura
Menos que la liviana melodía…
Aunque concluyera diciendo:
…que sólo es tiempo. El tango crea un turbio
Pasado irreal que de algún modo es cierto,
El recuerdo imposible de haber muerto
Peleando, en una
esquina del suburbio. (1996b: 357)
Estos versos
resumen, después de todo, el argumento de “El Sur”: el joven letrado que,
fascinado con la literatura gauchesca, quería morir en un duelo de puñales
mientras atardecía en la llanura y terminaría muriendo (supuestamente) en una
cama de hospital del centro de la ciudad mientras soñaba ese duelo. En “El
Sur”, Borges pondría en entredicho ese culto del coraje estrechamente vinculado
con el nacionalismo lugoniano y el “criollismo algo voluntario” de sus años
juveniles, ese mismo culto que las huestes de Hitler y Mussolini habían
revivido para terminar precipitando a la humanidad en la guerra más letal que
conoció. Con este culto, Borges se deshizo igualmente de la escisión entre la
inmortalidad poética y la mortalidad corporal. La gauchesca y el tango
“crearon” el “turbio pasado irreal” de los argentinos, es decir, un pasado
soñado por los lectores de esa poesía o los oyentes de esas letras. No hay un
pasado que perduró gracias a esos textos. Hay un pasado creado
retrospectivamente por los lectores o auditores de esos textos.
Estas poesías y
canciones van a perdurar, pero sus interpretaciones no van a cesar de
transformarse. Borges nos advierte: somos finitos porque poseemos un cuerpo
mortal y porque nuestras interpretaciones nos sitúan, como a Menard, en un
lugar y una época. El cuerpo de Borges no pereció en 1938 cuando, después de
haberse golpeado la cabeza con la arista de un postigo, una septicemia lo
postró durante semanas en un hospital porteño. Su “criollismo algo voluntario”,
sí. Y esta manera de entender la finitud emparenta al argentino con la
filosofía de su contemporáneo alemán, Martin Heidegger, para quien el Dasein,
el “ser-en-el-mundo”, era una interpretación precisa de la realidad. Si algo
caracteriza a una buena parte de la filosofía del siglo XX es que los sujetos
son, antes que nada, intérpretes e intérpretes situados en un mundo histórico.
Borges puede citar a Platón, a Spinoza, a Leibniz o a Berkeley, pero su
filosofía pertenece al siglo XX y, de muchas maneras, no cesó de pensar esta
finitud.
Un intérprete, no
obstante, es alguien que también habla o escribe, y desde el momento en que lo
hace, desde el momento que les ofrece sus interpretaciones a los demás, se
expone a las interpretaciones ajenas sin posibilidad alguna de objetarlas.
Nuestras interpretaciones son finitas pero nuestros decires infinitos, sobre
todo si los futuros intérpretes no cesan de atribuirles las significaciones más
dispares. Borges alcanzó ese estatuto que él mismo le atribuía a San Pablo,
Shakespeare o Cervantes: pocas obras, en efecto, se han convertido en el centro
de un catálogo bibliográfico tan descomunal, pocas han merecido una cantidad
tan extensa de comentarios, exégesis y glosas. Si “la obra que perdura”, “es
siempre capaz de una infinita y plástica ambigüedad”, si “es todo para todos,
como el Apóstol”, si “es un espejo que declara los rasgos del lector y también
un mapa del mundo”, no cabe la menor duda de que la obra de Borges alcanzó esa
inmortalidad.
Referencias
Aristóteles
(1983). Acerca de la generación y la
corrupción. Gredos. Madrid.
Balderston, D. (2021). El método Borges. Ampersand. Buenos Aires.
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Scavino, D.
(2013). Borges y Bloy. Variaciones Borges. 36. 321-325.
https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14776
Acerca de
la función de argumentar y juzgar a partir de “Los Téologos”
ON THE
FUNCTION OF ARGUING AND JUDGING ON THE BASIS OF “THE THEOLOGIANS”
SOBRE A FUNÇÃO DE ARGUMENTAR E JULGAR A PARTIR DE “OS TEÓLOGOS”
Leonardo
Pitlevnik
(Universidad
de Buenos Aires, Argentina)
Recibido: 25/01/2023
Aprobado: 28/02/2023
RESUMEN
Palabras clave:
Borges. literatura. justicia. argumentos. ley.
ABSTRACT
The story
"The theologians", by Borges, can be read from an axis of opposites
that are confused, of truths that, when falsified, are once again considered
such, put at the service of maintaining an order in which the characters vary
from accusers to victims. From this perspective, the story allows us to consider
different variables that cover the modes of argumentation in judicial matters,
the different ways of resolving disputes, the role of judges and their place
within the system in which they operate, the concept of truth in the penal
system and the question of how social violence is neutralized or conflicts
which are solved in a community. In order to develop this analysis, I will
begin with a brief description of the story with special emphasis on the way in
which the characters advance within a normative scaffolding built in pursuit of
the persecution of those who put their faith at risk in a fabric of
accusations, trials, and death sentences. Then I will briefly review how the
trial system that communities have chosen to manage their conflicts of a criminal
nature has been built to date, and I also consider who are able to judge and
apply punishment. I will try, based on the descriptions of the story itself, to
present the forms of foundation and, where appropriate, the manipulation of
argumentative tools and the way in which the notion of truth plays or not a
central role in the administration of justice.
Keywords:
Borges. literature. justice. arguments. law.
RESUMO
A história “Os Teólogos”, de Borges, pode ser lida a partir de um eixo de opostos que se confundem, de verdades que, ao serem falsificadas, são novamente consideradas como tais, colocadas a serviço da manutenção de uma ordem em que os personagens variam de acusadores a vítimas. A partir dessa perspectiva, a história permite pensar sobre diferentes variáveis que abrangem os modos de argumentação em matéria judicial, as diferentes formas de resolver os litígios, o papel dos juízes e seu lugar dentro do sistema em que atuam, o conceito de verdade em o sistema penal e a questão de como a violência social é neutralizada ou os conflitos resolvidos em uma comunidade. Para esta análise, iniciarei com uma breve descrição da história com especial ênfase na forma como as personagens avançam dentro de um andaime normativo construído em busca da perseguição daqueles que colocam em risco a sua fé num tecido de acusações, julgamentos, e sentenças de morte. Em seguida, farei uma breve revisão de como foi construído até hoje o sistema de julgamento que as comunidades escolheram para administrar seus conflitos de natureza criminal e quem são essas pessoas designadas para julgar e aplicar a punição. Procurarei, com base nas descrições da própria história, apresentar as formas de fundamentação e, se for o caso, a manipulação das ferramentas argumentativas e a forma como a noção de verdade desempenha ou não um papel central na administração da justiça.
Palavras-chave: Borges. literatura. justiça. argumentos. direito.
1. Introducción
El relato “Los
téologos” publicado primero en 1947 en Los Anales de Buenos Aires[15] y luego en Ficciones, en 1949,
puede ser leído a partir de un eje de contrarios que se confunden, de verdades
que falseadas vuelven a ser consideradas tales, puestas al servicio del
mantenimiento de un orden en el que los personajes varían de acusadores a
víctimas.
A partir de
esa perspectiva, el relato permite pensar diferentes variables que abarcan los
modos de argumentación en materia judicial, las distintas formas de resolver
los litigios, el rol de los jueces y su lugar dentro del sistema en el que operan,
el concepto de la verdad en el sistema penal y la cuestión de cómo se
neutraliza la violencia social o se resuelven los conflictos en una comunidad.
Para el
análisis que propongo, comenzaré por una descripción breve del relato escogido
con especial énfasis en el modo en el que los personajes avanzan dentro de un
andamiaje normativo construido en pos de la persecución de quienes ponen en
riesgo su fe en un tejido de acusaciones, juicios y sentencias de muerte.
Luego
revisaré brevemente cómo se ha construido hasta hoy el sistema de juzgamiento
que las comunidades han elegido para gestionar sus conflictos de naturaleza
penal y quiénes son aquellas personas que resultan designadas para juzgar y
aplicar un castigo. Intentaré, a partir de las descripciones del propio relato,
presentar las formas de fundamentación y, en su caso, de manipulación de las
herramientas argumentales y el modo en que la noción de verdad juega o no un
rol central en la administración de justicia.
La función de
juzgar es conceptualizada en las sociedades modernas como una instancia
independiente e imparcial; una concepción que, ciertamente, sólo puede ser
entendida en una dimensión mítica en la medida que quienes juzgan son también
actores políticos o piezas que de alguna manera responden a una idea de
preservación del orden en el que actúan. Esa idealizada ajenidad no puede
significar una absoluta prescindencia respecto de intereses o sesgos marcados
por la misma pertenencia a esa comunidad que impone el juzgamiento. En ese
sentido, el freno a la violencia que se propone desde el derecho penal no es un
cierre proveniente del exterior, sino que también puede ser pensado como parte
de una cadena de violencia, que en “Los teólogos” se muestra de modo evidente.
Otra ficción histórica a la que acudiré a partir de las reflexiones del relato
escogido es la tragedia de Orestes, un modelo que desde la literatura ha sido
reiteradamente analizado como representación de un sistema de justicia capaz de
poner fin a la violencia.
El cuento de
Borges funciona a lo largo de este trabajo como punto de partida para la
reflexión sobre cada una de las cuestiones tratadas que giran en torno a la
idea de verdad, la gestión del conflicto social, y la función de quienes
juzgan. Los personajes del cuento acusan y se defienden, acuden a los jueces en
busca de una determinación de aquello que deba ser tenido por verdadero y de la
eliminación de quienes atenten en su contra. Ambos terminan devorados por el
fuego de un castigo que ellos mismos alimentan.
2.
Aureliano
y Juan de Panonia
El cuento se
inicia con la referencia a la destrucción del Imperio Romano de Occidente en
manos de los hunos y se desarrolla, luego, durante el período de la baja Edad Media.
Un tiempo en el que, señala Bel Villada, la iglesia católica lucha por llenar
el vacío en un escenario europeo post-imperial, para lo cual se dedica a
neutralizar toda corriente que pudiera disputarle el poder en Europa, Asia Menor
y Norte de África. La destrucción inicial por el fuego del monasterio y su
biblioteca de parte de los bárbaros anuncia esa misma destrucción por el fuego
que los personajes imponen a los demás y que también caerá sobre ellos (Bell
Villada, 1989: 168).[16]
Refiere el cuento
en su comienzo que San Agustín había refutado a Platón cuando este mencionaba
la repetición cíclica en el futuro de sus clases en Atenas. El fuego de los
hunos que pretendió destruir las ideas escritas en los libros de la biblioteca
volvió cenizas la obra del obispo de Hipona, con excepción de la cita que él
cuestionaba. De ese modo, sin el texto donde constaba la crítica agustiniana,
el pensamiento de Platón quedó como pensamiento de quien lo refutaba.
Tiempo después,
un grupo de heresiarcas, los anulares o monótonos, elevarían ese pensamiento a
categoría de dogma.
Los teólogos del
relato eran quienes, en el combate contra las herejías, se encargaban de
brindar argumentos para acusar y fundar las condenas. El cuento se centra en
Juan de Panonia y Aureliano, dos estudiosos que compiten silenciosamente. El
primero, describe la herejía de los monótonos con maestría y provoca con ello
que Euforbo, su líder, y los libros que él había escrito terminen destruidos
por el fuego. Tiempo después, con el surgimiento de una nueva herejía, -la de
los histriones- el segundo descubre que sostiene algo de lo que su contrincante
había descripto como ortodoxo y verdadero en su ataque a los monótonos. Le
basta, entonces, con hacer alusión a esta concordancia del pensamiento de su
rival para que con los histriones caiga también en desgracia Juan, a quien
ahora le toca ser quemado en la hoguera con su obra. El relato termina con el
peregrinar solitario de Aureliano, consciente de haber sido quien llevó al
suplicio a su adversario. Muere, finalmente, abrasado por el fuego de un rayo.
Quizás -se dice en el cuento- ante los ojos de Dios ambos contendientes se
confundirán en uno solo.
El relato acude a
algunos de los ejes que la crítica ha señalado ya en la obra de Borges. El
duelo entre dos personajes; la identidad de víctima y victimario; la resignificación
de un texto o de un acto, por el contrario; los ciclos condenados a reiterarse;
la lucha entre las letras y las armas; el fuego como infierno, destrucción e
instrumento para anular al pasado.
A Juan de Panonia y Aureliano una tensión los domina, una lucha por ser
más que el otro.[17] “Aureliano no escribió
una palabra que inconfesablemente no propendiera a superar a Juan. Su duelo fue
invisible; si los copiosos índices no me engañan, no figura una sola vez el
nombre del otro en los muchos volúmenes de Aureliano que
atesora la Patrología de Migne”, dice el texto. Aureliano “quería superar a
Juan de Panonia para curarse del rencor que éste le infundía, no para hacerle
mal”, dice después (Borges, 2021(1): 852-3).
El duelo se desarrolla, principalmente, a partir de la conciencia o el
temor de Aureliano a la superioridad de Juan. Quizás fue justamente esa
admiración la que hizo que, al responder a la segunda herejía, recordara de
memoria la frase de Juan que luego lo condena.
Para que todo esto tenga lugar, el relato necesita de un escenario donde
se desarrolle el duelo, un teatro en el que ambos rivales cumplen el rol de
acusadores que compiten entre sí. Lo que Aureliano hace con Juan al
denunciarlo, es aquello que hicieron antes ambos con Euforbo para que muriera
abrasado por el fuego con el que la iglesia (como antes los hunos) destruían a
quienes juzgaba riesgosos para su fe.[18] La misma pira
encendida; los mismos troncos húmedos para más sufrir; las obras de quien es
calificado como hereje, entregadas a las llamas junto con su cuerpo.[19]
Es en ese juego de acusaciones, juicios y condenas que se centra el
análisis que aquí se propone. Se tratan, este tipo de actos, de temas que no
resultan completamente extrañas a las ficciones de Borges. Así, por ejemplo, en
“El hombre en el umbral” se describe a un jurado de subalternos y desplazados
presidido por un loco que juzga, sentencia y ejecuta al tirano; en “Deutsches
Requiem” un tribunal vencedor ha condenado al pelotón de fusilamiento al
subjefe de un campo de concentración por los crímenes cometidos; en “Tema del
traidor y del héroe”, un tribunal revolucionario dicta una sentencia que debe
ser representada con un guion teatral para garantía de la revolución.
Sobre el modo en que esa estructura de decisiones judiciales encauza lo
que ocurre en “Los teólogos” es que girarán las próximas páginas.
3. Juicios y sentencias
Los modelos de
solución de conflictos dentro de las comunidades han variado a lo largo de la
historia: el mensaje oculto de los dioses, ordalías, suertes, jueces
profesionales, jurados.
Menciona René
Girard que las sociedades que no han desarrollado un sistema judicial se ven
sometidas a la amenaza de la venganza permanente que es suplantada por el
sacrificio y el rito. La lógica sacrificial, dice, desvía hacia una víctima
relativamente indiferente la violencia que amenaza con herir a sus miembros,
protegiendo así a la comunidad de su propia violencia. El sistema judicial
tiene, en este sentido, una eficacia curativa inigualable en el modo de poner
freno a lo que sería un círculo vicioso de violencia que escalaría de manera
interminable. Racionaliza la venganza, la aísla, la limita, la convierte en una
técnica de curación y, secundariamente, de prevención de mayor violencia (Girard,
2005: 12-28). Pensado desde la perspectiva ofrecida por Girard, se puede decir
que no es la decisión racional lo que lleva a la imposición de un castigo, sino
la necesidad del castigo lo que requiere de vías o caminos que lo legitimen.
La ordalía, la
lucha, la fuente de autoridad, la indagación, el juicio justo son formas de
lidiar con esa violencia social que necesita ser encauzada. No hay orden social
en el que no persista la violencia, pero a su vez, solo sobrevive en la medida
que pueda ser purgada, drenada, encauzada de algún modo.
A lo largo del
libro La verdad y las formas jurídicas,
Foucault sostiene que las prácticas judiciales y los modos de resolver
conflictos definen los tipos de subjetividad, las formas de saber y, en
consecuencia, las relaciones entre las personas y la verdad. Edipo Rey
representa la búsqueda de una solución mediante la indagación sobre el pasado.
El antiguo derecho germánico, en cambio, recurre a la disputa entre individuos,
familias, o grupos, sin otro tercero que quien vigila la regularidad de la
contienda. La verdad es irrelevante porque es la fuerza la que por transacción
o lucha define al vencedor. En el derecho feudal el conflicto se resuelve
mediante una prueba sujeta a determinado tipo de normas; de allí las ordalías y
los juicios de Dios. Más tarde, la acumulación de poder hacia la segunda mitad
del siglo XII -mucho después de ese momento inicial en que tiene lugar el duelo
entre Aureliano y Juan de Panonia-, el delito es considerado una vulneración a
la figura del rey que delega en los procuradores su persecución. La infracción
se vuelve una de las grandes invenciones del pensamiento medieval. Señala
Foucault que en ese momento se inicia la confiscación del procedimiento
judicial, para lo cual se recurre a un modelo de gestión administrativa en la
indagación. De eso se trata el sistema inquisitorial. El poder político utiliza
las formas de su propia gestión administrativa para resolver conflictos
penales: pregunta para llegar a la verdad. La técnica se cristaliza en la disputatio que Foucault define como un
ritual de enfrentamiento de dos adversarios que utilizaban las armas verbales,
los procesos retóricos y las demostraciones basadas esencialmente en el
principio de autoridad. Cuantos más autores se citan, mayores posibilidades de vencer.[20]
Con la
declinación del medioevo las disputatio se volvieron puro formalismo y
fueron objeto de fuertes críticas por los humanistas (Magnavacca, 2013: 229-230).
Borges instala esta suerte de mecanismo formal ya mucho antes, en los inicios
de la edad media cuando pareciera que es Aureliano quien lo reconoce cuando
percibe su propia argumentación como ejercicio vacío. Se lee en el relato que
en su respuesta a la primera de las herejías se deja llevar “por la fabricación
de silogismos y la invención de injurias, por los nego y
los autem y los nequaquam” (Borges, 2021(1): 852).
La práctica
argumentativa descripta en “Los téologos” no es más que un juego de lucimiento
y prestidigitación, una especie de hipertrofia del razonamiento característico
de ciertos debates que se darán luego en el fin del medioevo. Sea mediante
razonamientos breves o construcciones barrocas, el modo en que Juan y Aureliano
combaten a los herejes es mediante citas de autoridad o derivaciones que pueden
llevar a una conclusión o a la contraria. La verdad de aquello que se afirma
surge de una vaga referencia bíblica o de lo que tal o cual santo dijo en algún
momento de su vida y que se acomoda a la finalidad buscada. Es en función de
ese modelo que la doctrina de los ciclos es falsa porque Mateo cuestiona el
orar de los gentiles mediante repeticiones o porque Plinio dice que no hay dos
caras iguales en el universo; ambos, mientras tanto, defienden la cuadratura de
la tierra por referencia al tabernáculo. Como contrapartida, los histriones
recurrieron a Mateo y la epístola a los Corintos para fundar sus proposiciones.
Se trata de “hacerle decir” al texto aquello que necesita afirmar quien lo trae
a la discusión. Menciona Magnavacca, como característica de este tipo de
disputas medievales la búsqueda constante de cita de autores prestigiosos no
tanto por el valor intrínseco de su afirmación sino para asegurarse que la
tradición legitime su propia tesis. Derivado de auctor, “la palabra
“auctoritas” alude a la credibilidad de una tesis o afirmación determinada,
validez que emana precisamente del prestigio de quien es o ha sido su autor” (Magnavacca,
2013: 246-247).
Toda la
argumentación parece girar en torno a la apropiación de un texto, a
incorporarlo a las propias filas para que Cicerón, Mateo, una epístola o
Plinio, digan aquello que cada cual afirma. Como se trata de aquello que
fundará una condena, se trata de convencer a los jueces. Señala Magnacavva que
en el marco de la alta edad media, con pobrísimas condiciones de lectura, dificultades
para desciframiento
escritos antiguos que en general se hallaban incompletos y analizados fuera de
contexto, la proporción de analfabetismo, la posibilidad de tergiversar los
términos era muy alta (Magnavacca, 2013: 247-8).
El discurso de
los teólogos se centra, de algún modo, en esas prácticas de esgrima argumental,
una idea de verdad sometida principalmente a los intereses de quien lee.
Aparece inicialmente en esa cita de Agustín que en verdad representaba aquello
que negaba, en el carácter herético de un texto que antes había sido
representación de la ortodoxia.[21]
Esa
ridiculización de un razonamiento llevado a la hipertrofia no dista demasiado
de algunas discusiones jurídicas reconocibles hasta hoy (aunque con
consecuencias menos inflamables). No es inusual que la posición de jueces y
doctrinarios deriven de lo que un legislador dijo en un debate parlamentario o
en hacer explotar el carácter polisémico de un vocablo capaz de disparar
múltiples interpretaciones posibles y determinar arbitrariamente el modo de
aplicación de una norma.[22] Las decisiones judiciales suelen recurrir
a la cita de autores como una suerte garantía de verdad que funciona de escudo
para repeler eventuales cuestionamientos. De ese modo, aquello que la ley
establece queda desplazado a referencias sobre lo que tal o cual autor dice que
debe entenderse de las palabras de esa ley, que se vuelve así pobre,
insuficiente, necesitada de que se le provea de un sentido que parece no ser
capaz de contener por sí sola.
En el duelo entre
ambos teólogos, en la medida en que todo razonamiento es un instrumento para
probar lo que ya desde el inicio se sabe que será dado por cierto, la lucha
entre Juan y Aureliano es solo por vencer al otro, solo por determinar cuál de
los dos será elegido para prender la llama de la hoguera que indefectiblemente
consumirá al que deba ser condenado. Son meros actores de reparto en el rito
sacrifical que Girard describe. Aureliano sabe al momento de aludir a Juan que
esa será su acusación y la sentencia de muerte. No importa lo que Juan diga
ante el Tribunal, la condena es segura. Cuanto más lúcido se muestre, más fuego
suma a su hoguera.
4.
Los
que juzgan
Las personas a
quienes se les asigna el rol de juzgar deben tener la capacidad de hacer
efectiva esa decisión. Históricamente, el ejercicio del poder era identificado
con el de juzgar. El Código de Hammurabi habría sido en verdad una colección de
criterios de decisión del rey babilónico para ser acatadas en casos similares,
más que leyes surgidas desde el inicio con el fin de regir de manera general la
vida social (Bottero, 1992: 161-169). En Éxodo 18 se narra una separación entre
juzgadores y aquél que ejerce el poder, fundada solamente en fines prácticos
cuando le es advertido a Moisés que le resultará imposible sentarse a juzgar
todas las cuestiones litigiosas de los judíos en su tránsito por el desierto.[23] La figura de quien gobierna y juzga se
corresponde con los juicios de Salomón, o con la imagen del rey Luis IX de
Francia impartiendo justicia bajo un roble en el bosque de Vincennes. Sancho
Panza, en la novela de Cervantes, gobierna en la ínsula de Barataria mediante
actos que son, esencialmente, la resolución de litigios. Sus tres primeras
intervenciones son decisiones judiciales luego de las cuales, sale a recorrer
la localidad que cree le ha sido adjudicada y resuelve entuertos siguiendo los
consejos que le había dado don Quijote: descubrir la verdad, no cargar con el
rigor de la ley al delincuente, doblar la vara de la justicia solo con el peso
de la misericordia (Cervantes, 2000: 869-871).
La pretensión de
que los conflictos deban ser resueltos por sujetos capaces de desactivarlos o
minimizar la violencia social requiere, cuando no se recurre al ejercicio de la
mera fuerza, de una mixtura de autoridad, confianza y racionalidad en la
decisión, no necesariamente en las mismas dosis. De la autoridad deriva la
obediencia a sus decisiones, de la confianza que esa obediencia no sea impuesta
solo por la fuerza y de la racionalidad la posibilidad de contrastar los
motivos de la decisión que adoptan. Es diverso el modo en que se entrelazan
estas variables debido a que los diferentes sistemas los privilegian o mixturan
en función de los valores sociales dominantes en cada uno. Los jurados no dan
fundamento a sus veredictos de modo que solo puede saberse qué es lo que
decidieron, pero no cuál fue el procedimiento o las razones por las que
llegaron a esa conclusión. Su racionalidad es derivada de la confianza en el
sistema de elección y de la deliberación como procedimiento en la toma decisión
en base a la idea de que un cúmulo de personas se encuentra en mejores condiciones
que unas pocas para decidir lo ocurrido.
La idea de un
órgano independiente que decide en base a argumentos y prueba es propia de las
repúblicas liberales tributarias del iluminismo y el pensamiento clásico
liberal.[24] Para Hume, por ejemplo, sin la
administración de justicia “no puede existir paz entre los congéneres, ni
seguridad, ni mutuas relaciones” (Hume, 2011: 70) Es propio de la naturaleza de
las personas el desvío en razón de sus debilidades y son los jueces quienes
tienen la función de “adoptar decisiones equitativas, castigar a los
transgresores, corregir el fraude y la violencia, y obligar a la gente, por
reacia que sea, a tener en cuenta sus reales y permanentes intereses” (Hume,
2011: 71) Refiere, así, que no es posible vivir en una sociedad civilizada “sin
leyes y magistrados y jueces, que eviten los abusos del fuerte sobre el débil,
del violento sobre el justo y equitativo” (Hume, 2011: 417).
En El Espíritu de las leyes Montesquieu, el
creador del paradigma de la división de poderes, sostiene que no hay libertad si
el poder de juzgar no está bien deslindado del poder legislativo y del poder
ejecutivo. Su separación del primero impide que éste disponga arbitrariamente
de la libertad y la vida de los ciudadanos y del segundo, impide al juez tener
la fuerza de un opresor. Los jueces, según Montesquieu, deben provenir del
pueblo, su función debe ser periódica -no deben conformar una clase o
profesión- y deben ser designados según la ley disponga formando tribunal por
escaso tiempo conforme lo exija la necesidad (Montesquieu, 1845: 189-91).
La idea de jueces
independientes e imparciales sigue constituyendo hoy la estructura central de
las democracias occidentales y su enunciación se expandió y aparece, prácticamente,
en toda declaración universal de derechos.
En el juicio ante
esos jueces a los que se exige independencia e imparcialidad, se llega a una
sentencia que fija una verdad productora de efectos sobre las personas.
Remedando a Girard, ese tercero extraño a las partes interesadas e investido
con la potestad de decidir, es quien previene las venganzas y las penas
privadas.
Para Ferrajoli
(un autor varias veces citado por la Corte Suprema de la Nación cuando analiza
las garantías procesales penales), a diferencia de los otros poderes del
Estado, el judicial se legitima en función de la verdad de sus aserciones. Es,
según el autor, el principio de verdad y no el de autoridad, el fundamento de
la actividad de los jueces, razón por la cual, éstos no deben depender de los
intereses de las mayorías. Refiere que la libertad está protegida por el modo
en que los jueces llegan a la verdad en el juicio (Ferrajoli, 1995: 537-549).
El acto de
decidir contiene verdad, poder de decisión y funcionalidad de aquello que esa decisión
produce. La decisión judicial tiene como objetivo el poner fin a un conflicto
que, en las democracias modernas, se basa en la búsqueda de la verdad a partir
de procesos respetuosos de los derechos de quienes se encuentran involucrados.
Se trata de una verdad instrumental, no de una indagación meramente histórica.
La función de quien interviene en un conflicto es la de ponerle fin o
neutralizarlo; busca la verdad para, a partir de ello, dictar una regla que
obligue o absuelva a alguien, siempre en función de lo funcional que es esa
verdad con relación al litigio propuesto.
El objetivo
central no es el de escribir la historia. De allí cierta reiterada referencia a
las diferencias que una reconstrucción del pasado tiene en el orden judicial
con respecto al trabajo de un historiador. Los jueces (que deben respetar
ciertas reglas para llegar a un conocimiento válido, que deben inclinarse por
la absolución en caso de duda, por ejemplo) deben gestionar o minimizar la
violencia de un conflicto que afecta la convivencia entre las personas. La
verdad es un presupuesto, pero no su objetivo último. Basta observar en los
procedimientos consensuados (el llamado plea bargaining, en el derecho
norteamericano, los cierres de causas fundados solo en el consenso se las
partes, los juicios abreviados que en la práctica importan acuerdos de dar por
probado determinado hecho) para concluir en que la agencia judicial se contenta
con procesar los conflictos, más que por la verdad que se deriva de sus
decisiones. [25]
Que la verdad sea
un presupuesto de la administración de justicia depende del modelo de Estado
que se promueva. Parece evidente que desde la perspectiva de un estado de
derecho, si las decisiones judiciales no tuvieran relación alguna con la verdad
de los hechos en la que se basan, nos encontraríamos ante una sociedad
perversa, demente o totalitaria: no tendría relevancia si es cierto o no
aquello por lo que se condena o absuelve a una persona. Esto no implica
necesariamente la exclusión de toda lógica en otro tipo de procedimientos, pues
si la justicia se adjudicara a la suerte, se sostendría no en la racionalidad
de la decisión sino en la racionalidad de una decisión anterior que depositó en
el azar la llave para resolver las cuestiones. Cuando se sortean préstamos
hipotecarios o los jurados de un juicio o el tribunal que debe intervenir, solo
podrían alegarse cuestiones relativas a la transparencia o al sistema del
sorteo.[26] Pero no hay otra racionalidad que el
azar, otra autoridad que la no intervención de una decisión humana basada en
las circunstancias propias de cada caso.
Quizás para
pensar sobre la relación entre racionalidad funcional de la decisión y búsqueda
de la verdad, sirva volver a uno de los casos que le tocara decidir a Sancho
Panza y que fuera retomado por Borges en más de una oportunidad. Se narra en la
segunda parte del Quijote, durante el
tiempo en que Sancho fue puesto a cargo de la ínsula de Barataria, que en una
comarca se exigía a quien atravesaba un puente que jurara a dónde iba y con qué
propósito. Si decía la verdad se lo dejaba pasar, pero si mentía se lo colgaba
de una horca allí dispuesta a ese efecto. Le tocó decidir a Sancho el caso de
un hombre que juraba que había llegado hasta ahí para ser ahorcado, lo que
complicaba la decisión: si lo ahorcaban habría dicho la verdad, si lo dejaban
seguir habría mentido. Borges analiza el caso y concluye que no hay dilema real
sino una confusión entre jurar y mentir. El viajero juraba que había llegado
hasta ese lugar con ese objetivo y si era cierto, se lo debía dejar pasar.
Borges, en “Dos antiguos problemas” parece frustrado con esta “deplorable
consumación” por lo que en ese mismo texto propone otro caso, una variante que
efectivamente impediría llegar a una solución consistente (Borges, 2001: 92-94).[27]
Sin embargo, lo
que, a Sancho, al Estado y a los jueces, les importa (a diferencia de Borges),
es que sí se ponga fin al litigio. Incluso es tan esencial para la ley, que la
paralización de una resolución es tenida como un delito; el código penal
castiga al juez que se niega a juzgar por oscuridad, insuficiencia o silencio
de la ley.[28]
Para decidir,
Sancho no se detiene a indagar sobre el significado literal de las
proposiciones; sino que lo hace desde la funcionalidad de aquello que debe
resolver. Encontrándose tan a la par las razones para colgarlo y para dejarlo
pasar, decide “que le dejen pasar
libremente, pues siempre es alabado más el hacer bien que mal” (Cervantes,
2000: 937). O queda inmóvil ante la paradoja o brinda una solución que
ponga fin a una disputa. Lo primero seduce a Borges, lo segundo es lo que
indefectiblemente debe ser resuelto para evitar la parálisis.
5.
El
orden judicial o frenar la violencia desde adentro
Las sociedades
modernas se constituyen y sostienen en base a un discurso racional. Las que
basan su estructura en la fuerza, hacen victorioso al más fuerte; las que
apuntan a la acumulación del poder, deciden por quién esté más cerca de aquél
que lo detente.[29] Conforme se mencionara, se puede ser
ganador en un juicio porque se tiene razón, porque se tiene más fuerza o porque
los dioses, el destino o el azar han demostrado estar de su lado.
La idea de un
juez imparcial y ajeno al conflicto, derivado de la división de poderes
desarrollada en párrafos anteriores es uno de los pilares de las repúblicas
modernas. Hay sin embargo, cierto exceso interpretativo en el mito de esta
ajenidad. Los jueces no dejan de ser parte de un sistema cuya continuidad
controlan, cuyo cauce preservan. Su vocación de independencia es un ideal
regulatorio respecto de una disputa determinada, que no prescinde de la
evidencia de su pertenencia, ni puede negar que los criterios en función de los
cuales se decide son aquellos que sostienen el entramado social en el que
actúan. En ese sentido, refiere Shapiro que los jueces son actores políticos y
sus decisiones importan una toma de posición en conflictos de intereses, en el
ejercicio del poder, en la adopción de políticas públicas. La independencia o
la ajenidad a la política, al menos sin la admisión de esta perspectiva, es una
alegación falsa. Señala Shapiro que los tribunales son un espacio político, al
que acuden los actores en busca de sus objetivos. Señala también el autor
mencionado que tendemos a ocultar las acciones políticas de los jueces, bajo un
ropaje de discurso legal, un discurso que se autodefine como objetivo, formal,
ajeno a los intereses de las partes (Shapiro, 2002: 19-54).
Borges escribe en
“Nota sobre (hacia) Bernard Shaw” que una literatura difiere de otra, ulterior o
anterior, “menos por el texto que por la manera de ser leída”. Agrega luego “si
me fuera otorgado leer cualquier página actual -ésta, por ejemplo- como la
leerán el año 2000 yo sabría cómo será la literatura del año 2000” (Borges,
2021(2), 133-4). Esta especie de don, es también una condena. No se trata de
tener la capacidad de leer conforme la época en la que se vive, sino de estar
condenados a leer en función de esa época. Ocurre con un libro, una escena, un
caso, el modo en que se valor lo justo y lo injusto.
Los jueces son
parte de ese sistema al que -además-, sostienen y conservan. Operan como
válvulas reguladoras de las contradicciones que, seleccionadas mediante el
aparato de justicia, se intenta neutralizar o atenuar. Allí donde uno mata a
otro, donde alguien atenta contra el derecho de un tercero, los jueces
determinan en el caso concreto los límites de lo permitido y la necesidad de
una sanción. Siendo agentes del propio sistema, participan de sus mismos
vaivenes. No como terceros que deciden desde un afuera ilusorio, sino como ese
lector del año 2000 condenado a leer en función del momento y el escenario en
que lo hace. Es un afuera del conflicto, pero no un afuera del sistema.
Pero como el
sistema no es un esquema estático sino en movimiento que también protagonizan
los jueces a veces de manera conservadora y otras, ampliando las posibles
respuestas admisibles hacia el interior, su propia actividad puede moverse en
ese límite poroso que define al sistema que ellos mismos representan. Cuando en
1857, en el caso Dred Scott la corte norteamericana niega la libertad de un
esclavo que había vivido en un estado abolicionista (lo que para algunos fue
incluso uno de los disparadores de la guerra civil) o cuando la Corte argentina
decide en 1929 que las mujeres no tienen derecho a voto (Fallo Lanteri de
Renshaw) y en 1985 que el divorcio es un derecho constitucional (fallo Sejean
vs. Zak) parece evidente que no se limitan a ser meros actores imparciales
destinados a resolver un litigio, sino activos operadores, ya sea para mantener
el statu quo o para modificarlo.
La inserción de
los jueces en el orden del que participan vuelve difícil reconocer aquello que
luego puede resultar evidente en función de un contexto que ha cambiado (o
dicho lo mismo en otro orden, nos resultará en el futuro evidente aquello que
hoy no podemos ver).
Al preguntarse
acerca de si los jueces nazis eran independientes, por ejemplo, menciona García
Amado, que quizás ellos se veían de ese modo y nuestra discrepancia se base en
un cambio histórico en los sistemas valorativos. Refiere el autor que “también
nuestros Estados actuales usan el poder judicial para defenderse contra los
ataques a sus instituciones y sus fundamentos; y que tampoco nosotros
apoyaríamos al juez que en sus sentencias busca imponer su sentido personal de
justicia por encima de esa orientación general de la política estatal, como
pretendemos que hubieran hecho los jueces bajo el nazismo” (García Amado, 1991:
353).[30]
Leo Katz menciona
el caso de un juez de Alemania Oriental que, mientras ejerció la magistratura
aplicó penas inusualmente desproporcionadas, pero legalmente vigentes en la
República Democrática a los testigos de Jehová que se rehusaban a hacer el
servicio militar. Narra Katz que el juez, consciente del sistema opresivo del Este
finalmente escapa hacia occidente y, ya en la república federal, termina siendo
procesado por haber participado de ese mismo sistema opresor. El autor se
pregunta si algún día, los jueces norteamericanos serán llamados a dar cuenta
de las penas que imponen a la gran masa de ciudadanos encarcelados en ese país,
si en el futuro deberán responder por la exorbitancia de los tiempos de prisión
que deben pasar los condenados en el sistema norteamericano (Katz, 2014: 103-126).
El caso, de alguna manera remeda la mención que Borges hace un antepasado de
Nathaniel Hawthorne juez en los procesos de hechicería de 1692, en los que
ahorcaron a 19 mujeres y que fue severo y sincero en su conducta y conjetura
que el martirio y la sangre derramada, por esas mujeres, aunque no lo generara
arrepentimiento, “dejó una mancha en él. Una mancha tan honda que debe perdurar
en sus viejos huesos” (Borges, 2021(2): 52). Hawthorne pedía ahora perdón por
aquello por lo que no había pedido su antepasado juez. Por algo que, quizás, ese
antecesor no había percibido.
6.
Orestes y
la construcción de un orden judicial
Suele afirmarse,
que ese modelo de traspaso de la venganza sin fin a la administración de
justicia se ve representado en Las Euménides, la última parte de la Orestíada de Esquilo. Allí, se traza la
cadena de asesinatos que comenzaría con la muerte de Ifigenia en manos de su
padre, Agamenón; sigue la de éste en manos de su esposa, Clitemnestra, quien
luego es asesinada por su hijo, Orestes, que huye para no sufrir el castigo. La
última de las tres obras lleva el nombre de las Euménides, seres provenientes
de las tinieblas que persiguen al personaje en fuga. La función de las
Euménides es castigar el mal, acosar a quien actuó contra la ley, pues si no se
hace justicia todos tendrán licencia para delinquir y “la muerte andará suelta”
(García Amado, 1991: 399). Palas Atenea interviene obligando a la constitución
de un Tribunal para proteger a la ciudad. Se lleva adelante el juicio contra
Orestes que finaliza en absolución y la consecuente negociación con las
Euménides a quienes se les ofrece beneficios para que abandonen su persecución.
La sentencia y la
negociación que la hace posible, en este caso, tejen una solución que no pasa
por descubrir la verdad de lo sucedido. La sentencia no necesita saber qué
ocurrió, sino imponer un orden. No es un decir relevante por lo que afirma o
niega del pasado, sino por el escenario que funda mediante el acuerdo de
quienes se hallaban enfrentados. El dios de la palabra desactiva la cadena de
venganzas a partir de la negociación.[31]
¿Cómo está
conformado este tribunal de jueces que deciden la condena de Juan en la
hoguera? El cuento nos dice que el juicio ocurre poco después de que un
herrero, siguiendo la enseñanza de los histriones, cargara sobre los hombros de
su hijito una gran esfera de hierro que terminó matándolo. El horror provocado
por la noticia impuso “intachable severidad” a los jueces ante quienes Juan no
solo no se retractó, sino que persistió en una versión que había combatido a
los monótonos, pero hoy era tenida como exposición de una nueva herejía. “Los
jueces ni siquiera oían lo que los arrebató alguna vez”, dice el relato (Borges,
2021(1): 856). Después de tres días y tres noches, lo condenaron a morir.
¿Quiénes son esos
jueces que aún no son la inquisición que aparecerá varios siglos más tarde? Tal
vez no se trate de un puñado de hombres infames, o personajes a los que ni
siquiera les importa la suerte de aquellos que sufren las consecuencias de sus
decisiones. Quizás son funcionarios eclesiales que no saben, no están seguros,
que tienen miedo, que temen que ellos mismos sean confundidos en su propia duda
con los heresiarcas cercanos a la ortodoxia. Puede que, como el abuelo de
Hawthorne, se sientan comprometidos con su tiempo, que defienden la puridad de
la fe, convencidos del daño que producen aquellos que la debilitan a la iglesia
robándole creyentes y sembrando en la duda a otros tantos, quizás se vean
obligados a condenar a Juan por temor a ser considerados herejes ellos mismos.[32]
El tribunal es en
el cuento, de algún modo, un personaje que empuja la historia hacia el destino
de los teólogos, ambos ortodoxos y herejes, ambos victimarios y víctimas. Como
al Minotauro, es al tribunal a quien se le ofrece víctimas propiciatorias. Los
jueces se alimentan del material que les traen Juan y Aureliano. Los doctos estudiosos
de los textos divinos acuden a él, indicando mediante intrincados argumentos y
citas de citas, quiénes son los que se apartan del camino; el secretario
enemistado con Juan, que el relato menciona, facilitará la tarea; la muerte del
hijo del herrero propiciará el castigo más cruel.
Un ejemplo afín
puede obtenerse del personaje del Duque en El mercader de Venecia, aquél
que, si quisiera, podría detener el drama que se desarrolla entre el
prestamista y los “hijos de familia” de la ciudad italiana.[33] Pero resulta que él mismo dice
estar sometido a las reglas que rigen la ciudad. Una legalidad que necesita que
los negocios se lleven adelante, que los contratos se cumplan. Cuando Shylock
pretende llevarse la libra de carne de Antonio, el Duque no impone una solución
distinta que la pretendida por el prestamista pues, conforme lo refiere el
propio Antonio “él no puede negar el curso de la ley; y dado el privilegio que
los extranjeros gozan aquí en Venecia, si eso se les negara, se haría la
justicia del estado un descrédito, y el comercio y provecho de la ciudad
dependen de todas las naciones” (Shakespeare, 2004: 193). Explica de ese modo
porque la autoridad no hará nada para detener el reclamo. Luego Porcia,
confirmará que la intervención de Duque para salvar al deudor es imposible, “no
hay poder en Venecia para modificar un decreto instituido. Va a quedar
registrado como un mal precedente y siguiendo ese ejemplo numerosos abusos
caerán sobre el estado. No se puede hacer eso” (Shakespeare, 2004: 229).
7.
Resolver
y ordenar
Los teólogos se
valen de la ley que destruye a Euforbo, luego a Juan y finalmente a Aureliano.
La obra de Juan, como le había ocurrido antes a la de Platón a través de San
Agustín, sobrevive a las llamas sólo en aquellos párrafos que cita su adversario.
Y los jueces del tribunal, aquéllos que no soportaron que Juan fuese más
inteligente que ellos, que no quisieron reconocer que el discurso que
castigaban era aquél que se había mostrado como verdadero tiempo antes,
condenan para así cumplir su rol de salvaguardar o fortalecer el poder que los
coloca en el atrio, que les provee la facultad de sostener un orden que los
incluye.
En ese contexto,
la sentencia, ese decir verdadero que la palabra veredicto indica, no viene
como un Deus ex machina a poner un orden en un escenario trágico, sino
que es un segmento más de ese entramado que incluye a jueces, fiscales y
personas acusadas.
El relato se
aprovecha, además, de su ubicación en el tiempo y el espacio, una Europa
disgregada en la cual la iglesia se construía como eje de poder y las luchas se
libraban en un escenario de desconfianza en el cual -como el propio cuento lo
menciona-, la herejía más peligrosa es la que resulta difícil discriminar. La
palabra deja de ser una herramienta para ordenar la realidad y se vuelve un
mecanismo para negarla. En lugar de ocupar un rol reparador del conflicto, es
ella ahora su portadora, reproduce aquello que estaba llamada a neutralizar.
Aureliano sabe
que abre las puertas a la ejecución de Juan. Pero quienes deciden no escuchar
sus alegatos y firman la condena de muerte son los jueces del tribunal, movidos
por la muerte del hijo del herrero. Algo parecido es lo que Borges describe que
habría movido al abuelo de Hawthorne a dictar la condena de muerte y por lo que
muchas décadas después su nieto intentó una disculpa.
Qué se espera de
los jueces, qué función cumplen, cuáles son las perspectivas desde las que
pueden ser vistos como uno de los eslabones de una cadena de violencia o como
instrumentos de regulación para una convivencia mejor. El dilema de la decisión
judicial, al menos desde el punto de vista que el relato nos permite indagar,
parece encontrarse en ese espacio intermedio, en ese fil, que Sancho describía
al dictar sentencia respecto del viajero en el puente, en el que guarda el
orden normativo, resuelve como tercero en un litigio, pero es, a su vez, parte
de un sistema que lo ubica en el lugar de decidir.
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RETURN TO THE VOICE
Borges’s
classes on Oscar Wilde (1950)
retorno a la voz
Las clases de Borges sobre Oscar Wilde (1950)
retorno à voz
As aulas de Borges
sobre Oscar Wilde (1950)
Daniel
Fitzgerald
(Universidad
Nacional de Mar del Plata - CONICET, Argentina)
Recibido: 25/01/2023
Aprobado: 25/02/2023
ABSTRACt
This
article studies the unpublished manuscripts for the classes on Oscar Wilde that
Jorge Luis Borges gave in the Colegio Libre de Estudios Superiores between July
and August 1950. The first section shows outlines Borges’s work as a lecturer
in this period and shows how a class centered on Wilde’s speech gave rise to
the essay “Del culto de los libros” (1951). The second and third sections argue
that the defense Borges mounts of Wilde’s work involves two lines of approach,
the relation of Wilde’s speech to his work and a survey of aesthetic
justifications of evil. These two lines converge in Borges’s reading of
Schopenhauer and Wilde. The fourth section studies Borges’s notes on “The
critic as artist”, where Wilde calls for a “return to the voice”. What this
might involve is discussed in light of the work of Walter Ong (2012) and the
reading of pragmatism elaborated by Bruno Bosteels (2007). The last section
traces the echoes of these notes in “La muralla y los libros”.
Keywords:
Borges. Wilde. Ong. orality. pragmatism.
resumen
Este artículo
estudia los manuscritos inéditos de las clases sobre Oscar Wilde que dictó
Jorge Luis Borges en el Colegio Libre de Estudios Superiores entre julio y
agosto de 1950. La primera sección muestra un esbozo de la labor docente de
Borges en este período y muestra cómo una clase centrada en el discurso de
Wilde dio lugar al ensayo “Del culto de los libros” (1951). Las secciones
segunda y tercera argumentan que la defensa que hace Borges de la obra de Wilde
involucra dos líneas de abordaje, la relación del discurso de Wilde con su obra
y un estudio de las justificaciones estéticas del mal. Estas dos líneas
convergen en la lectura que Borges hace de Schopenhauer y Wilde. La cuarta
sección estudia los apuntes de Borges sobre “The critic as artist”, donde Wilde
reclama un “retorno a la voz”. Lo que esto podría implicar se discute a la luz
del trabajo de Walter Ong (2012) y la lectura del pragmatismo elaborada por
Bruno Bosteels (2007). La última sección rastrea los ecos de estas notas en “La
muralla y los libros”.
Palabras clave: Borges. Wilde. Ong. oralidad. pragmatismo.
RESUMO
Este artigo estuda os manuscritos inéditos das aulas sobre Oscar Wilde que Jorge Luis Borges deu no Colégio Libre de Estudios Superiores entre julho e agosto de 1950. A primeira seção mostra um esboço do trabalho docente de Borges nesse período e mostra como uma aula centrada sobre o discurso de Wilde deu origem ao ensaio "Del culto de los libros" (1951). A segunda e terceira seções argumentam que a defesa de Borges da obra de Wilde envolve duas linhas de abordagem, a relação do discurso de Wilde com sua obra e um estudo das justificativas estéticas do mal. Essas duas linhas convergem na leitura que Borges faz de Schopenhauer e Wilde. A quarta seção estuda as notas de Borges sobre “The critic as artist”, onde Wilde clama por um “retorno à voz”. O que isso pode implicar é discutido à luz da obra de Walter Ong (2012) e da leitura do pragmatismo elaborada por Bruno Bosteels (2007). A última seção traça os ecos dessas notas em “A parede e os livros”.
Palavras-chave:
Borges. Wilde. Ong. orality. pragmatismo.
I
It was
probably on the morning of August 4th, 1950, when Jorge Luis Borges sat down to
write his homage to Alberto Gerchunoff, who had died in March that year, titled
“El estilo de su fama”. The date appears at the
bottom of the manuscript, and that evening he was due to speak at a banquet
organised by the Sociedad Argentina de Escritores (SADE).[34] Increased access to Borges’s
working papers, complemented by a much clearer picture of the itinerary of the
classes and public lectures he gave during the 1940s and 50s, along with the
increased access to many of his manuscripts, has meant that we are now in a
much better position to understand the relation between Borges’s work as a
lecturer and his writing. The common factor here is his reading, and as Daniel Balderston
has shown in How Borges wrote (2018), in this period before he
lost his sight the manuscripts change visibly as they begin to incorporate
lists of references in the left and upper margins that register the provenance
of ideas and phrases in his lecture notes, stories, essays, and even poems
(2018: 27; 2022: 33). How does Borges use these sources? What might this tell
us about his reading, writing, and speaking in this period?
In “El
estilo de su fama”, initially published in Davar
31-32-33 in April 1951 and included as the prologue to Retorno a Don
Quijote that same year, Borges argues that Gerchunoff’s style betrays his
renown as a man of letters, for he had more of the oral maestros of old, like Pythagoras, Socrates and Jesus, who regarded
the written word as a second-rate placeholder for speech (2001: 43). Equally
comfortable in either form, according to Borges, Gerchunoff’s books flow like
his conversation even as his speech enjoyed the generosity and unerring
precision proper to writing (2001: 43). This extends to his reading, according
to Borges; unlike peninsular devotees of Cervantes, who treat his work like “un
melancólico museo de palabras arcaicas”, Gerchunoff's essays dwell on the range
of voices, local and foreign, high and low, that Cervantes sought out “con oído
de músico callejero” (2001: 43).
Besides the
odd clarifying phrase, the manuscript of the prologue reveals relatively few
false starts; for example, “nuestro querido amigo” is substituted for
“Gerchunoff”. This may be due to the fact that the text shares many references
and phrases with the notes Borges was preparing at the same time for a course
in the Colegio Libre de Estudios Superiores (CLES) on the life and work of
Oscar Wilde.[35] There were four classes in all: 1.
“La juventud de Wilde” (July 24th), 2. “Wilde, poeta” (July 31st), 3. “La vida
oral de Wilde” (August 14th), and 4. “El proceso, la cárcel, la soledad, la
muerte en París” (August 21st), where Wilde, too, would emerge as a
contemporary oral maestro.
Written on
an overflow page towards the end of the copybook, the notes for the second
class conclude with an outline of the third: “La Odisea y Mallarmé, Platón, San Agustín
(siglo IV), Cervantes y los papeles rotos de las calles. Wilde: “la única embriaguez
verdadera es la que da la conversación”. Testimonio de Shaw. Hábito de las
parábolas. El pecador condenado al infierno. La versión oral era superior a la
versión escrita” (Borges, 1950b: 107). The annotation takes up the thread of the
prologue to Gerchunoff’s essays on Don Quijote. Most notable, however,
is that already in the first sentence of this jotting we have the building
blocks of “Del culto de
los libros” (1951). It
would be published in La Nación on July 8th, 1951, but here they already
constitute approximately a third of the published essay. Here is how the notes for the third
lecture begin:
En el octavo
libro de la Odisea, se dice que los dioses tejen desdichas para que a las
futuras generaciones no les falta algo que cantar [left margin: Odyssey
(Lang) 133; Degeneration 103?]. La profesión de fe de Mallarmé Tout aboutit,
*au monde, existe pour aboutir à un livre (Todo tiende a, o
culmina en, un libro) parece expresar la misma teleología, o justificación,
estética [left margin: Salammbô XI], pero la del griego corresponde a
una época en que la palabra es oral y la del francés a una época en que la
palabra es escrita. Para nosotros, un libro, cualquier libro, es un objeto
digno de reverencia; ya Cervantes, que tal vez no escuchaba todo lo que decía
la gente, leía hasta “los papeles rotos de las calles.” [left margin:
Quijote 39] Pitágoras, sin embargo, deliberadamente no escribió nada; Platón
dijo con sorna que los libros son como las figuras pintadas, que “parecen
vivas, pero no contestan una palabra a las preguntas que les hacen”, e inventó
el diálogo para atenuar ese inconveniente. [left margin: Gomperz I 99;
Five Dialogues 282] Para nosotros, la palabra escrita es un fin; para los
antiguos, fué un sucedáneo de la palabra oral. El arte de leer en voz baja (de
pasar silenciosamente del signo en el papel al concepto) es relativamente
moderno; en el siglo IV, San Agustín aun pudo maravillarse de que San Ambrosio
leyera solo y en silencio, “pasando la vista por encima de las páginas,
penetrando su alma en el sentido, sin decir palabra ni mover la lengua.” [left
margin: Confesiones I 112; Confesiones I 113] San Agustín conjeturó que
leía de esa extraña manera para que los oyentes presentes no le pidieran
explicaciones de algún pasaje oscuro, o “por conservar la voz, que se le tomaba
con facilidad.” [left margin: Confesiones I 228] Los comentadores
advierten que, en los primeros siglos, era costumbre leer en común, por la
escasez de los códices, y leer en voz alta, para entender mejor lo que se leía,
porque no había signos de puntuación, ni siquiera división de palabras. Se dice
que Aristófanes de Bizancio, bibliotecario del museo de Alejandría, inventó los
signos de puntuación: un punto, a diversas alturas de la línea. [left margin: E. Br. XVII
622, II 501] Wilde opinó. (Borges, 1950b: 71)
Although a
draft of “Del culto de los libros” is to be found later in the same copybook as
the notes for the classes on Wilde (Borges, 1950b: 111-115, 121), it was
probably not written until shortly before it was published in La Nación on
July 8th, 1951. This is suggested by the references there to Caesar
and Cleopatra by Bernard Shaw, on whom Borges was then giving a three-class
course in the CLES.
Most of the
references that would fill out this passage in the published version are
already to be found in the Wilde manuscript, however. On a facing page, we
find, from top to bottom, quotations on Pythagoras from Gomperz’ Greek thinkers (1901), from Inge’s The
philosophy of Plotinus (1928),
the gospel’s warning not to throw pearls before swine (Matthew 7:8), and the
quotation from section 28 of Plato’s Timaeus
that will also appear in the
published version: “Es dura tarea descubrir al hacedor y padre de este
universo, y una vez descubierto, es imposible declararlo a todos los hombres”
(Borges, 1951c: 1). The references to Bacon and Thomas Browne on nature
as book are found on a separate overflow page (1950b: 105). The references to
the Quran, Carlyle and León Bloy that would round out the published essay would
only be included later.
“Del culto
de los libros” skips
through history to a vertiginous conclusion. It is worth noting, in this
regard, that while each figure, each movement, is glossed or summarised in a
few lines, nearly all of these references can be traced to classes Borges had
given in the previous year or so. While the juxtaposition of Homer and Mallarmé
already appears in the note on Whitman he published in Anales de Buenos Aires 13 (1947: 41; Blanco, 2020), another
reference to the treatment of time in the Odyssey is included in the
notes for the class “El problema del tiempo” (August 2nd, 1950) just
three pages earlier in the same copybook. “Degeneration 103” refers to the work
by Max Nordau, on whom Borges delivered a lecture to the SADE on August 8th,
1949. The references to Saint Augustine can be found in notes for a class on
Plotinus (June 17th, 1949), where Borges undertakes a survey of
philosophical justifications of evil (1949). The class on Plotinus formed part
of the course “Grandes pensadores místicos”, in which Léon Bloy also featured
(September 9th, 1949) and just a few weeks later Borges would be
discussing the Quran in his lectures on the Kabbalah in Santiago del Estero and
Tucumán. Of course, Borges had been familiar with Kabbalah and, indeed, all
these writers and thinkers for many years; nevertheless, we now have a clearer
idea of where and when these acquaintances were renewed.
It might be
argued that these lecture notes do not offer so much we couldn't have got from
the published work. Indeed, in the third class, we will find much of “Sobre
Oscar Wilde” (Borges, 1946), published in Anales
11 three years earlier. For example, Borges compares Wilde to the Lugones of Los crepúsculos del jardín, praises the
simplicity of his syntax and quotes Alfonso Reyes, as he does there; he even
makes a note to cite the concluding comparison with Chesterton from his own
article at the close of the fourth class (1950b: 71). He also cites Wilde’s
version of Plato’s fable about the magnets from the Ion, which had featured in “Museo” in Anales 9 and would
reappear in “El escritor argentino y la tradición” (1950b: 71; 1974: 273).
Nevertheless, the cumulative process of “préstamos íntimos”, as Alonso Estenoz
styles them (2021: 237), from prologue to class to newspaper essays, may have
heightened the need to institute the system of references so as to bring more
“method” to the manuscripts (Balderston, 2018: 27). There is an acceleration in
the round of cross-references, of junctions and hard-left turns. With one class
following another, the pace quickens; texts seem to begin in media res, as if
we have come into class half an hour late and a discussion is already in full
flow. Borges’s published work, Alonso Estenoz points out, can seem as if it had
been conceived in a flash; little might we suspect many grew, or were plucked,
from extended reflections on a particular author (2021: 237).
II
Above all,
what is immediately striking is the focus of “La vida oral de Wilde”. If the
first class discusses his formative influences, the second, his poetry, and the
fourth, The Picture of Dorian Gray
and his time in prison, one might expect the third to take up his plays. The Importance of Being Earnest and Salomé are mentioned in passing,
certainly, but the bulk of the class addresses speech. Wilde is set alongside
Diderot, Voltaire, Doctor Johnson, “y entre nosotros, Gerchunoff y Macedonio
Fernandez” (1950b: 71). His stories, plays and epigrams bubbled over from his
conversation, “un desbordamiento, un exceso” (1950b: 73), pieced together from
party pieces. Examples pepper the numerous biographies and recur irrepressibly
throughout the lecture notes: “The English country gentleman galloping along
after a fox—the unspeakable in pursuit of the uneatable” (Borges, 1950b: 75;
Woodcock, 1949: 139). Many commentators, friends and acquaintances, however,
have maintained that Wilde indulged this gift for speaking, doing great harm to
his published work. Woodcock, in particular, makes the contrast between Wilde
the author and Wilde the speaker the cornerstone of his discussion:
Nor can
there be much doubt that he was a greater talker than writer. The only amazing
thing is that a man with such qualities of improvisation, of happy imagery, of
the ready concretisation of abstractions into hard images, should have been so
unoriginal a poet and, with a few exceptions, so undistinguished a fiction
writer. As Arthur Symons has remarked, his personality was “certainly more
interesting than any of his work.” (1949: 191).
Borges,
however, will mount a vigorous defence of Wilde in the face of those who argue
he is intriguing in spite of his ultimate failure as an artist. Wilde was successful in “la obra feliz, claro está, no en la
trágica vida” (1950b:
71). He will approach this
apparent disjunction in two converging lines. One is through the relation of
his speech to his writing; the second, through the question of evil.
Borges
concedes that the prose poems Wilde published are less successful than those
his friends remember. Indeed,
his own translations condense them even further: “Parábola del pecador
condenado por dios al infierno que dice: ‘No puedes mandarme al infierno,
porque siempre he vivido en el infierno’ y después cuando quieren mandarlo al
cielo, ‘No puedes mandarme al cielo, porque nunca he podido imaginarlo’” (1950b:
71; Woodcock, 1949: 182). Nevertheless, rather than being a sign of incapacity, he attributes this
to a combination of Wilde’s “haraganería e indiferencia” and the fin-de-siècle
context, in which Wilde felt obliged to adopt “un estilo decorativo, recargado de adornos mitológicos” (Borges,
1950b: 73, 71). Likewise, Borges stresses Wilde’s dislike of the illustrations done
for Salomé by Aubrey Beardsley, describing him as “el prototipo del
decadente”, and he goes on to distance Wilde from the play itself, saying he
was given to parodying it in conversation (1950b: 73). Indeed, in every dispute
except the fateful decision to sue the Marquess of Queensbury, Borges argues
that Wilde was in on the joke. When he is lampooned in a operetta Patience,
Wilde sits up front and laughs along with everyone else (1950b: 53). Borges
makes a similar argument in relation to Wilde’s poetry. He states that Hesketh
Pearson may be the best biographer of Wilde but is not the most judicious
critic; rather, he prefers Holbrook Jackson’s characterisation of “The Sphinx”,
whereby the poem’s baroque excess is consciously deployed (74; Borges, 1950b:
63). Other criticisms are elided. The notes feature several references to
Nordau’s Degeneration (1895), but only to the period, not his
condemnation of Wilde’s “misplaced sententiousness” (322). Borges does quote
Yeats’s judgement that Wilde “tricked and clowned to draw attention to himself”
but, for the rest, indulged in the same flaws that mar Victorian verse (1950b:
63; 1936: vi). Undeterred, on an overflow page, Borges proceeds to praise Wilde’s
poetry for its “artesanía
perfecta”:
Son acaso
ejercicios, pero son ejercicios emocionados, que a veces encuentran el tono
oral. Este, por ejemplo, en el que declara que no le importan los fanáticos del
anarquismo y añade luego, como si pensara en voz alta:
... and yet, and yet
These Christs that die upon the barricades,
God knows it I am with them, in some things.
(Borges, 1950b: 103; Wilde, 1948: 693)
Even Chesterton, who finds Wilde a strain, won't
grudge that this is a very “sound sonnet” (1913: 222).[36]
On the one
hand, then, in this second lecture Borges argues consistently for the merits of
Wilde’s verse; on the other, he presents Wilde as curiously above any fault
that may be attributed to him due to his “invulnerable inocencia” (1946: 46), of
which his spontaneous speech would appear to be a manifestation. What unites
both these aspects is what Borges refers to as the true oral tone.
III
Given the
sweep of “Del culto de los libros”, which ends with the world conceived of as a
book where we are the characters, one might almost pass over the fact that the Odyssey
and Mallarmé are juxtaposed in the first sentence as, thirty centuries apart, each
proposed “una justificación estética de los males” (1951b: 1). The book is “mágico”,
“incesante”, yet the world of sound, whether of Homeric song or of a time when
voice was preeminent and writing “un sucedáneo de la palabra oral”, has been
left behind (Borges, 1951b: 1). The problem of evil invokes questions of free
will and determinism, which are discussed in terms of fate throughout the
second-class Borges gives on Wilde.
The class opens
with an aphorism by Terence: “Habent sua fata libelli”, all
books run their fate (Borges, 1950b: 61). His second-century treatise on verse
exemplified each poetic metre in the metre itself, combining form and content.
Yet the aphorism on the fate of books has become an example of that same
method, Borges comments wrly, since it is the only line by Terence that is ever
cited. Literary fame also varies from country to country in curious ways,
Borges continues, in that an author considered a minor figure in the country of
their birth may be lionised elsewhere, or vice versa (1950b: 61).[37] The historical period in which a
writer works will also have an effect, as will a particular author’s attitude
with respect to the weight of that tradition. This prepares the way for the
defence of Wilde’s literary reputation that we looked at in the last section.
At the end
of the second class, however, separated from the discussion of “The Ballad of
Reading Gaol” by a diagonal line, the question of fate develops into a survey
of justifications of evil. The first is the “justificación cosmogónica” of the Gnostics,
according to which the world was created by a deficient god. Here Borges transcribes
the brief translation he had made for the class on Plotinus from the 1911 Encyclopaedia
Britannica article on Basilides (III, 479). Next come three aesthetic justifications
of evil. The first is from the Enneads (III, Il, 12), once more transcribed
from the class on Plotinus, where life’s hardships are comparable to the slaves
and rustic extras in a tragedy (Inge, 1928; Borges, 1949). Then comes Kierkegaard’s
parable about the sorry fate of the person condemned to being the touch of
cinnamon that adds flavour to the dish of life: “Humanly speaking, what a
painful thing to be thus sacrificed, to be the little pinch of spice!” (Lowrie,
1944: 260); and, from The City of God, Saint Augustine’s argument that
even hellfire has a mesmerizing beauty: “¿qué objeto hay mas hermoso y apacible
a la vista q. el fuego ardiente vivo y resplandeciente?” (1922: 345).[38] The next three explanations, the “justificación
escénica”, come from the stage: Plotinus, this time by way of Giuseppe Faggin’s
translation, compares death to an actor who changes costume (1945: 209); from Lionel
Barnett’s translation of the Bhagavad-Gita comes Krishna’s assurance that “Nunca
no he sido, nunca no has sido, nunca no serán estos príncipes” (1920: 88); and,
from Hiriyanna’s The essentials of Indian philosophy, the Sankhyam
doctrine of the self as a spectator, not an actor (1949: 115).[39] Finally, the last justification is
provided by Robert Latta’s edition of The Monodology. Leibniz defends
evil on the basis of variety, asking whether a library made up solely of copies
of Virgil could be considered more reasonable, no matter how splendidly they were
bound (1898: 348; Cámpora, 2021). This may not be true, Borges notes, but is “menos
frívola que las anteriores” (1950b: 101). The survey of views has been in vain,
it seems, yet once more we can appreciate the cross-pollination the classes
foment and get a sense of the commitment to research, with new editions
replacing old. Moreover, lists are such a common feature of Borges’s essays and
stories, and appear to be a favourite method for exploring, rather than proving
a question.
The last
justification of evil belongs to Wilde, however, just below the Leibniz quote:
Now it seems
to me that love of some kind is the only possible explanation of the
extraordinary amount of suffering that there is in the world. I cannot conceive
of any other explanation. I am convinced that there is no other, & that if
the world has indeed, as I have said, been built of sorrow, it has been built
by the hands of love, because in no other way could the soul of man, for whom
the world was made, reach the full stature of its perfection. (Borges, 1950b:
101; Woodcock, 1949: 93).
This is
followed by a couplet from “The Ballad of Reading Gaol”: “How but through a
broken heart / May Lord Christ enter in?” (Wilde, 1916: 301). Both of these
quotations date from the period following Wilde’s release from prison. We might
read them, then, in light of the reference at the end of the fourth class to
Schopenhauer’s “Transcendent speculation on the apparent deliberateness in the fate
of the individual” (2014), which Borges had published as “Fantasía metafísica”
in Anales 11, the same issue as “Sobre Oscar Wilde” (1950b: 79). This
fragment on the relation between dreams, omens and fatalism is another variant
on the stage metaphors above. Schopenhauer postulates that just as every night
each of us secretly acts as the anonymous stage manager of our own dreams, so
fate can appear to us as an external force when, in truth, it is our will that
has been pulling the strings (1946: 56). Since, as Iván Almeida points out,
this makes it difficult to see what could distinguish a voluntary act from an
involuntary one, it follows that those acts thought of as involuntary are also chosen;
undaunted by the apparent contradiction, Schopenhauer asserts that culpability
is entailed by the bare fact of existence (2004: 123). Borges will repeatedly
adopt this kind of argument, Almeida argues, especially when it comes to
reviewing the lives of authors, such that the involuntary vicissitudes of the
lives of Hawthorne, Wilde, Werfel and Poe are read as choices made with regard
to their future work (2004: 124). In terms of Borges’s reading of Wilde, it is
tempting to look at this from the other side; that is, if Wilde comes to recognise
that sorrow is necessary for love, he nevertheless remains the bearer of that “inocencia
invulnerable” Borges (1946: 64), both thwarted and sustained by his will.
Indeed, the confluence is quite fitting, for Almeida concludes that both Schopenhauer
and Borges are less concerned with the task of demonstration than in promoting
a circular, adversative pattern of reading where the second sparks off the
first (2004: 108). Whether conceptual or figurative, he argues, what both understand
by philosophy is an task whereby human perplexities are projected and modulated
until they strike the right tone (Almeida, 2004: 109).
IV
This
exploration of tone and fate in the second class is extended in the third
through a series of quotations from Wilde’s “The critic as artist” on two separate
overflow pages. Given the number, here we will only look at the first. Most
likely, the first annotations were those on the page facing the passage that
would be reworked into “Del culto de los libros”, as “Wilde opinó” has been
crossed out and continued here (Borges, 1950b: 70). The dialogue has begun with
Ernest’s complaint that art today is weighed down by criticism, a problem
unknown “in the best days of art” (Wilde 1948: 952). At which point his friend
Gilbert shoots back that it is absurd to imagine that the culture that
perfected the critical spirit had nothing to say about art, and that, indeed,
Even if not
a single fragment of art-criticism had come down to us from Hellenic or
Hellenistic days, it would be none the less true that the Greeks were a nation
of art-critics, and that they invented the criticism of art just as they
invented everything else. (Wilde, 1948: 955).
Gilbert
goes on to argue that since the “fatal” introduction of printing, there has
been a tendency to privilege the eye over the ear, whereas for the Greeks “The
voice was the medium, and the ear the critic” (Wilde, 1948: 956). Then comes
the passage that is cited in Borges’s notes, paraphrased at first and then, in
a shakier hand and using a different edition, transcribed:
Wilde opinó
que la ceguera de Homero es un mito artístico, destinado a significar q. el
poeta es siempre un vidente, q. ve con los ojos del alma y no con los del
cuerpo [left margin: Works 956], “building his song out of music,
repeating his each line over & over again to himself, till he has caught
the secret of its melody [left margin: Works (Collins) III 284 283],
chaunting in darkness the words that are winged with music... It was to his
blindness, as an occasion, if not as a cause, that Milton owed much of the
majestic movement & sonorous splendour of his later verse. When M. could no
longer write, h. began to sing ... Yes, writing has done much harm to writers.
We must return to the voice.” (1950b: 70; Wilde, 1948: 956).[40]
A telling detail
here is that Borges misquotes Wilde’s phrase. He writes “words winged with music"
in place of “words winged with light”, which undermines the antithesis.
Perhaps, when he began to transcribe, the image of the word “music” stuck in
his mind; or perhaps it continued to ring out.
Yet what would
it mean “to return to the voice”? We could relate it to Borges’s claim that
Wilde was given to speaking in parables because he did not think abstractly
(1950b: 71). Alonso Estenoz (2021) certainly has grounds to doubt this, but we
should take into account that next to this remark Borges has inserted “cf. Coleridge
y los sueños”, and in class given the following year, he makes the same remark
about Kafka, again on the basis that he composed parables. In this former case,
famously, Coleridge saw the palace of Kubla Khan in a dream but when he went to
write out his vision, he was interrupted by a visitor and the image of the
dream poem vanished; the words of the poem could not be recovered as the poem
had not been conceived abstractly (Borges, 1974: 642).
Regarding
Wilde and Kafka’s affinity for the parable, we might turn to the discussion in
Walter Ong’s Orality and literacy of primary orality, which is
characterized as involving situational rather than abstract thinking. In this
context, instead of describing a character as “blameless”, Homer would use an
epithet dense with poise and presence that could be rendered something like
“beautiful-in-the-way-a-warrior-ready-to-fight-is-beautiful” (Parry, 1973, as
cited by Ong, 2012: 49). The situational dimension of orality derives from the
fact that the ear has a different relation to space and time. As Wilde’s
Gilbert condemns “the fatal introduction of printing” (1948: 956), so Ong
argues that the technology of writing has fostered the powerful illusion of
autonomy, of being an unobserved observer (2012: 77). Long after alphabetic
writing had broken up words, sound events, into phonemic units, Ong states,
manuscript culture in medieval Europe remained highly oral, with texts read
aloud and theses defended in disputations; then, the assembly line of the
printing process, when letters preexist the words they will form, made words things,
commodities (2012: 116). Print
accounts for part of the horror of “La biblioteca de Babel”, where the secrets
sought after in books are not imagined to have been written by anyone and where
no-one writes a word: “Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo
humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano
garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior:
puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas” (Borges, 1974:
466). Moreover, the
distance of print allows for a heightened sense of control, of a contained
system at one’s command, Ong argues (2012: 102). Likewise, Borges criticises
systems of combinatory logic in “Nota sobre (hacia) Bernard Shaw” precisely
because they see arts and metaphysics as exhaustible (1951c: 1). Yet a book is
not an “ente incomunicado”, Borges argues, but “un diálogo infinito” (1951c:
1). Wilde’s image of the blind seer explores a corollary of these aspects in
that it celebrates the productive redundancy and contingency of sound: “When I
pronounce the word ‘permanence’, by the time I get to the ‘-pence’, the
‘perma-’ is gone, and has to be gone” (Ong, 2012: 32). Unlike the endlessly
repeating Virgils that Leibniz imagines, Wilde’s seer performs repetition with
no mind for closure. This coincides with the “aesthetic of the fragment” that
governs Borges’s work, as Daniel Balderston has shown: “the idea that the unfinished,
messy, self-contradictory draft, with its plethora of variants, is for him an
ideal literary text” (2018: 210).
Wilde,
Kafka and Borges are, of course, men of letters; yet the “return to the voice” may
be seen in terms of the residual orality Ong attributes to “verbomotor cultures”,
literate peoples who retain a largely oral lifestyle (2012: 67). Here attitudes
and ideas “depend significantly more on effective use of words, and thus on
human interaction and significantly less on non-verbal, often largely visual
input from the ‘objective’ world of things” (Ong, 2012: 67). This distinction between graphic and
verbomotor perception was also made by Julio A. Como in his lecture on “La
oralidad de Wilde” delivered in Buenos Aires in this same period: “el primero
imagina mentalmente sus ideas como el ojo las ve, es decir, en
perspectiva; en cambio, el verbomotor, lo ve geométricamente. Ve un cubo
no en perspectiva, sino por todos sus lados” (1955: 169). As in Ong’s phenomenology of sound,
Como’s figure is decentred. The efficacy of words is important for the
verbomotor because sound, arising in a particular time and place, is an event:
“something is going on” (Ong, 2012: 32). In answer to our question, then, the
simulacrum of orality enjoined by Oscar Wilde’s call to “return to the voice”
would attend to reading and writing as an event, in its spontaneous
context-rich suggestiveness, contingency and capacity for dialogue.
Of course,
all language is analytic insofar as, in naming, it breaks into units what
William James called the “big blooming buzzing confusion of life” (James, 1977:
234, as cited in Bosteels, 2007: 137). The technology of writing sharpens
words’ distinctness, however, while residual orality is more attuned to context
(Ong, 2012: 102, 105). Or, we might say with William James, to its efficacy: “The
truth of an idea is not a stagnant property inherent in it. Truth happens
to an idea. It becomes true, is made true by events. Its verity
is in fact an event, a process: the process namely of its verifying itself, its
veri-fication,” (1975: 97, as cited in Bosteels, 2007: 144). According
to Bosteels, in a world without universals pragmatism proceeds by a series of
speculative conjectures upon conjectures elaborated provisionally, whose worth
is assessed by their efficacy (2007: 145). It could be argued that the
inventive, speculative, makeshift, event-based conjectures of pragmatism
constitute the process, the “backwards loop”, as Bosteels (2007) puts it, by
which the voice of Kafka “crea a sus precursores” (Borges, 1951d: 1).
After all, Kafka’s voice, the timbre and mood of his writing, is the tonic that
sounds for Borges among the apparently disparate authors: “creí reconocer su
voz, o sus hábitos, en textos de diversas épocas” (1951d: 1). Yet once it’s
discovered, he continues, they are changed by our reading: “nuestra lectura de
Kafka afina y desvía sensiblemente nuestra lectura” (Borges, 1951d:1; cf.
Balderston, 2018: 36). Note that Borges uses a musical term, afinar, to
tune; that is, Kafka’s voice is also the key to which, once we have read him,
our reading tunes other works, and is the tune it makes them play. Likewise,
now we might say that these lecture notes on Oscar Wilde can be heard in “Kafka
y sus precursores”.
V
These notes
will become part of the aggregative process of Borges’s writing and speaking. “Nota sobre (hacia) Bernard Shaw” is
one example. In this essay, Borges denies that a book is an inert, mute thing
and highlights that the words “amica silentia lunae significan ahora la
luna íntima, silenciosa y luciente, y en la Eneida significaron el interlunio,
la oscuridad que permitió a los griegos entrar en la ciudadela de Troya”
(1951c: 1). This essay
came out of the printer’s less than two weeks after “Del culto de los libros”.
One intriguing detail in the manuscript is that the clause with amica
silentia lunae is rewritten three times; the second time, Borges omits the
name of Virgil, as in the published version, and adds “que Wilde solía repetir”
(1951a). He is referring to a passage from Frank Harris’s biography that is
referenced in the notes for the fourth class on Wilde: “You remember those
words of Vergil, Frank— per amica silentia lunae— they always seem to me
indescribably beautiful; the most magic line about the moon ever written... I
love that ‘amica silentia.’ What a beautiful nature the man had who could feel
‘the friendly silences of the moon’” (1930: 329). For us, it’s fitting,
likewise, that an image of distant yet intimate silence is the one Borges
chooses to illustrate the dialogic capacity of literature and how words speak
differently through the ages.
Finally,
among the notes for the lecture on Wilde’s poetry come a series of quotations
by Walter Pater, Arthur Schopenhauer and Fritz Mauthner:
Walter
Pater, en 1877, escribiò que todas las artestodo arte ...
constantemente aspira a la condición de la música, ya q. ésta es el único arte
en el q. es posible una forma pura*[left margin: Benson: Pater
43; upper margin: *music is the only art which makes its appeal
through pure form].... Cf. Schopenhauer: “la música es una objetivación de la
voluntad, tan inmediata como el mundo”; cf. Hanslick: “la música es un lenguaje
que podemos hablar y comprender, pero no traducir... En la música no hay una
oposición de fondo y de forma.” [left margin: W. als W. und V. I, 340; Mauthner 3, 85] (Borges,
1950b: 61).
In his
biography of Pater, A.C. Benson (1906) describes Pater’s famous 1873 esssay on
Leonardo as a “musical fantasia” (42) and, on this basis, links it to an essay
on the “School of Giorgione” from a few years later where Pater addresses music
directly:
“All Art,”
he says in an italicised sentence, showing that he is laying it down as an
established maxim, “constantly aspires towards the condition of music,”
because music is the only art which makes its appeal through pure form, while
all other art tends to have the motive confused by the matter, by the subject
which it aims at reproducing. “Music, then, and not poetry, as is so often
supposed,” he adds, “is the true measure of perfected art.” (1906: 43).
This is the
passage Borges would cite about months after these classes in the equally
famous close to “La muralla y los libros”: “ya Pater, en 1877, afirmó que todas
las artes aspiran a la condición de la música, que no es otra cosa que forma”
(1950c: 1).[41] The emphatic italics of Pater’s maxim are
alleviated by the single verb “afirmó”. Indeed, art may aspire to pure form
but, as we saw earlier with Schopenhauer, if music objectifies the will,
dissonance remains integral to the world of appearances. Mauthner makes a
similar argument in favor of adjectival beauty in the entry on schön
that Borges cites from the third volume of the Wörterbuch der Philosophie
(1923). Following the line by the composer Hanslick, Mauthner laments that the
various attempts to establish a science of aesthetics ended up substantivising
beauty, thus degrading it. Art became a deity, and its interpreters, priests
(86). What he's arguing against, however, is not the merging of art and
religion: “I don't place religion that high. Art is not that deep” (86; my
translation). What they have in common is that beauty has been
substantivized and religion has been confused with revealed religion:
the only
aesthetic sensations that fully correspond to the dead definitions of scholarly
aesthetics are of a religious nature and would have to be dealt with in a free
system of science under the heading of religion if we wanted to keep the word.
Not just listening to Bach's St. Matthew Passion or looking at a Gothic
cathedral, which are definitely part of the phenomena of a specific religion,
no. Also the sight of the storming sea or the starry sky, the experience of a
great thunderstorm or a mighty waterfall, the return of spring, the reading of
a deeply moving poem: all this serves a religious mood, a mood of fear or
reverence, like all of these perhaps historically has helped generate the
religions. (Mauthner,
1923: 87; my translation)[42]
The mood, the
enumeration, the evocation of prosaic beauty, all recall the lines that follow
the reference to Pater in “La muralla y los libros”: “La música, los estados de
felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos
crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no
hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una
revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético” (1950c: 1). To Mauthner’s discussion of the
history of aesthetics, Borges adds his own tentative definition. Where Borges
departs is, firstly, of course, in his prose, which dispenses with adjectives
such as mighty or deeply, and condenses the extended
analogy to religion in the Wörterbuch to one word, revelación. Secondly,
the hecho estético arises here as voice, albeit one we might not hear.
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https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14766
Lectura
en voz alta y comentada para enseñar (a disfrutar) a Borges
READING
ALOUD AND COMMENTED TO TEACH (TO ENJOY) BORGES
LEITURA EM VOZ ALTA E COMENTADA PARA ENSINAR (A desfrutar) BORGES
José María
Gil
(Universidad
Nacional de Mar del Plata, Argentina)
Jonás
Ezequiel Bergonzi Martínez
(Universidad
Nacional de Mar del Plata, Argentina)
jbergonzimartinez@abc.gob.ar
Recibido: 24/01/2023
Aprobado: 28/02/2023
RESUMEN
En la primera
parte de este trabajo se busca explicar por qué tanto la figura personal de
Jorge Luis Borges como su propia obra han generado alguna clase de recelo o
“miedo”. Las prevenciones de orden político hacia su persona, por un lado, y
las complejas relaciones entre la dificultad y disfrute que surgen en el
tratamiento sus textos, por el otro, son dos dimensiones interconectadas que
participan en la configuración de una representación cultural sobre Borges en
su propio país, Argentina. Como un método para vencer “el miedo a Borges”, en
la segunda parte se muestra cómo muy diversas y heterogéneas producciones de la
cultura popular pueden llegar a ser vías de acceso para empezar a tratar temas
de su obra. En la tercera parte, que es el núcleo de este trabajo, se presenta
el desarrollo una investigación que recurrió a un capítulo de la serie de
dibujos animados “Los Simpson” como vía de acceso a un texto de Borges. Los
resultados ofrecen evidencia empírica a favor de las dos hipótesis evaluadas.
En primer lugar, una tarea preparatoria con una producción de la cultura
popular parece favorecer la comprensión global. En segundo lugar, la lectura en
voz alta y comentada parece favorecer no sólo la comprensión en general sino
también el disfrute de los textos.
Palabras clave:
Borges. enseñanza. lectura. preparación. disfrute.
ABSTRACT
The first
part of this work seeks to explain why both the personal figure of Jorge Luis
Borges and his own work have generated some kind of suspicion or
"fear". The political prejudices towards his person, on the one hand,
and the complex relationships between the difficulty and pleasure that arise in
the treatment of his texts, on the other, are two interconnected dimensions
that participate in the configuration of a cultural representation of Borges in
his own country, Argentina. As a method to overcome "the fear of
Borges", in the second part it is shown how very diverse and heterogeneous
productions of popular culture can become access routes to start dealing with
themes of his work. In the third part, which is the core of this work, we
expose the development of a reseatch project that used a chapter of the cartoon
series "The Simpsons" as a way of accessing a text by Borges. The
results offer empirical evidence in favor of the two hypotheses evaluated.
First, a preparatory task around a production of popular culture seems to favor
global understanding. Secondly, reading aloud with commentary seems to favor
not only general comprehension but also enjoyment of the texts.
Keywords:
Borges. teaching. reading. preparative task. enjoyment.
RESUMO
A primeira parte deste trabalho procura explicar por que tanto a figura pessoal de Jorge Luis Borges quanto sua própria obra geraram algum tipo de desconfiança ou “medo”. Os pré-julgamentos políticos com sua pessoa, por um lado, e as complexas relações entre a dificuldade e o gozo que surgem no tratamento de seus textos, por outro, são duas dimensões interligadas que participam da configuração de uma representação cultural de Borges em seu próprio país, a Argentina. Como método para superar “o medo de Borges”, na segunda parte mostra-se como produções tão diversas e heterogêneas da cultura popular podem se tornar vias de acesso para começar a tratar de temas de sua obra. Na terceira parte, que é o cerne deste trabalho, é apresentado o desenvolvimento de uma investigação que utilizou um capítulo da série de desenhos animados “Os Simpsons” como forma de acessar um texto de Borges. Os resultados oferecem evidências empíricas a favor das duas hipóteses avaliadas. Primeiro, uma tarefa preparatória com uma produção de cultura popular parece favorecer a compreensão global. Em segundo lugar, a leitura em voz alta com comentários parece favorecer não apenas a compreensão geral, mas também a apreciação dos textos.
Palavras-chave: Borges. ensino. leitura. preparação. prazer.
1.
Introducción:
por qué perderle el miedo a Borges
1.1.
Del
miedo a la persona
De Jorge
Luis Borges puede decirse que es un escritor consagrado, aun glorioso. Pero,
como él mismo sugiere “la gloria es una incomprensión y quizá la peor” (Borges,
1941b: 450). Ahora bien, por diversas y complejas razones, tanto su obra como
su persona no dejan de causar a veces alguna sensación de recelo, o “miedo”.
Empecemos
por el miedo a “la persona de carne y hueso”. De ella se predican,
especialmente en Argentina, calificativos y descripciones que parecen ubicarlo
definitivamente del lado opuesto a la corrección política o la sensibilidad
social: “gorila”, “vende-patria”, “enemigo del pueblo”, “oligarca”, “escritor
de la derecha”, “elitista”, “adulador de los gobiernos militares”.
En el país
de Borges, la palabra “gorila” evoca no sólo el significado “anti-peronista”,
sino otros significados poco halagüeños como “anti-popular”, “anti-nacional”,
“anti-patria” y, con todo ello, “insensible a la pobreza”. En ese sentido
algunos militantes le cantaban a Perón “qué pasa, qué pasa, / qué pasa, General,
/ que está lleno de gorilas / el gobierno popular” (Trucco Dalmas, 2019: 196).
En efecto,
a Borges se lo incluye comúnmente en el conjunto de los “gorilas”, como
“connotado de la especie” (sic) (Retamozo
y Schuttenberg, 2016: 2). Así,
por ejemplo, se lo caracteriza como “el gorila Borges, el conservador
Borges, el escritor de la derecha más rancia” y se ha llegado a sugerir que el
cuento “La lotería en Babilonia” (Borges, 1941d) “podría funcionar como una
queja ante la irrupción de la democracia” (Mitidieri, 2020: 83).
Semejantes
caracterizaciones pueden entenderse por ejemplo en función de “L’illusion
comique” (1955). Allí, Borges considera que la “dictadura” de Perón se erigió
en dos historias abominables, que tuvieron “desdén por los prosaicos escrúpulos
del realismo”:
…una, de índole criminal, hecha de
cárceles, torturas, prostituciones, robos, muertes e incendios; otra, de
carácter escénico, hecha de necedades y fábulas para consumo de patanes (Borges, 1955: 9).
En el cuento “La fiesta del monstruo”
(1947), escrito en colaboración con Adolfo Bioy Casares, Borges se había
burlado del supuesto modo de hablar, de pensar y de actuar de los partidarios
del “monstruo”/Perón, quienes salvajes y cobardes lapidan a un joven
intelectual judío.
Así las
cosas, si se aceptara que el peronismo es la única doctrina nacional y popular en virtud de la cual pueda
lograrse justicia social, entonces sería esperable que todo crítico o refutador
del peronismo fuera estigmatizado como “gorila”. Por ello, a Borges,
su fanatismo
antiperonista -y su anticomunismo a partir de la Revolución Cuba- sumados a su
desdén por personajes y manifestaciones populares, como Carlos Gardel, el tango
y el fútbol, le valieron numerosos detractores, muchos de los cuales llegaron a
cuestionar la validez de su literatura (Salas, 1994: 248).
La línea de
ataque más dura contra la persona de Borges parece suponer que el peronismo no
forma parte de las estructuras de poder. Entonces, dicha línea presenta a
Borges como un autor que trabaja al servicio del poder mismo, como el escritor interesadamente
“más reverenciado por el aparato cultural oficial (…) por sus opiniones
políticas”; debido a ello “escritores de similar o superior talento han sido
denigrados o silenciados por el compromiso que asumieron con su pueblo”
(Scheines, 2016: 2). En este sentido, David Viñas llegó a afirmar lo siguiente:
“si me apuran, digo que Walsh es mejor que Borges” (Aulicino y Muleiro, 2004).
Tal vez
deba reconocérsele a Borges, como a cualquier otro mortal, el derecho a no
ejercer el peronismo o incluso a ejercer el anti-peronismo. Sólo una vocación
totalitaria de partido único, inaceptable en una sociedad abierta y libre, es
lo que justificaría condenar como irremediable “gorila”, “clasista” o “cipayo”
a quien no sea peronista.
Con todo,
también debe reconocerse que Borges incurrió, como casi toda persona, en
acciones reprobables, y que esas acciones permiten de algún modo entender el
recelo o el “miedo” que su figura provoca. Es verdad que, por ejemplo, aceptó
viajar a Santiago para recibir un doctorado honoris causa de la Universidad de
Chile y que allí “honró al dictador Pinochet, al que saludó personalmente y
cubrió de loas un día de 1976” (Labarca, 2011: 223).
Para peor,
ese mismo año también elogió al dictador argentino Videla y apoyó con
entusiasmo al golpe de estado que había derrocado a Estela Martínez, viuda de
Perón. El azar difícilmente no rija la última oración del prólogo a La moneda de hierro (de 1976):
Me sé del
todo indigno de opinar en materia política, / pero tal vez me sea perdonado
añadir que descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística
(Borges, 1976: 121-122).
No sería
justo olvidar aquí algunos posibles atenuantes. En primer lugar, Borges parece
haber estado movido por su cerrado anti-peronismo. Sus más severos críticos
podrán decir con razón que lo movió el resentimiento. Pero también es verdad
que jamás fue parte activa de las sangrientas dictaduras de los setenta de
Argentina o Chile. Tampoco se benefició con cargo alguno ni buscó prebendas o
privilegios. Cuando se hicieron públicos los crímenes de lesa humanidad
cometidos por la dictadura militar argentina, Borges los condenó de forma
enérgica. En ese contexto, por ejemplo, las Madres de Plaza de Mayo valoraron
la comprensión que tuvo Borges para con su causa (Bonafini, 2010: 69).
También
debería recordarse que antes de 1983, la democracia (en tanto forma de vida,
sistema de gobierno, dispositivo electoral) no era un patrimonio de la cultura
argentina como sí lo es hoy. Por ejemplo, varias organizaciones políticas de
principios de los años setenta empleaban la expresión “trampa electoral”
(González Canosa, 2018: 164-165; Iazzetta, 2018: 42) con el fin de denostar el
proceso de elecciones libres y abiertas. Más aún, los seis golpes de estado
liderados por las fuerzas armadas entre 1930 y 1976 son un poderoso indicador
de que la interrupción del orden constitucional era un procedimiento de rutina
en la vida política y cultural argentina. Las palabras de Borges a favor de los
genocidas y en contra de la democracia son abominables, pero deberían
entenderse en un contexto cultural y político que no podía resultarle ajeno.
Por otro lado, ese proclamado descreimiento en la democracia no implica de
ningún modo que Borges respaldara a una dictadura sangrienta, sistema contra el
cual siempre mostró repugnancia, por ejemplo en sus condenas al nazismo
(Borges, 1952a, 1952b, 1952c).
Así y todo,
aquel doctorado honoris causa de 1976 no pudo no dejar dolorosas cicatrices,
porque además tampoco hubo “ninguna expresión en que Jorge Luis Borges haya
condenado más tarde a Pinochet o dado consuelo a sus víctimas, como las que
tuvo cuando supo los detalles de la actuación de los militares argentinos”
(Labarca, 2011: 224).
De esta forma, por haber incurrido en “aberrantes extravagancias, tales
como manifestar su apoyo a Pinochet o a los militares argentinos” se han
presentado analogías acaso brutales, por ejemplo “una breve comparación entre
Jorge Luis Borges y Heidegger” (Borón 2001: 8). Sin embargo, la sola idea de
esta comparación parece una desmesura y su mismo autor termina por admitir que
Borges “a diferencia de
Heidegger” no tiene nada que ver con el fascismo ni con las
dictaduras genocidas
(Borón, 2001: 8).
En
conclusión, al menos tres ejemplos permiten entender por qué en el imaginario
cultural argentino se le llegó a tomar recelo, o miedo, a la figura de Jorge
Luis Borges: (1) su acérrimo anti-peronismo (es decir, su condición de
“gorila”); (2) sus declaraciones a favor de los regímenes militares de Argentina
y Chile en 1976; (3) su comentario irónico contra la democracia (“curioso abuso
de la estadística”).
1.2.
Del
miedo a la obra
No sólo la
biografía provoca recelo, o miedo, sino también su propia obra. Es que un poema
o un cuento de Borges parecen estar escritos para lectores con alguna vocación
literaria o filosófica bastante definidas.
Algunos
ejemplos pueden llegar a servir para dar cuenta de por qué se cree, con buenas
razones, que la obra de Borges es “difícil”. En efecto, sus textos son todo un
desafío en la enseñanza de la lengua o la literatura en el nivel secundario. De
hecho, “las relaciones entre la dificultad y el goce aparecen en toda discusión
sobre la lectura escolar pero especialmente cuando se trata de Borges”
(Piacenza, 2016: 11).
Con el
objetivo de aliviar esa dificultad por medio de conexiones con textos
conocidos, los cuentos suyos que más se han elegido para la escuela media son
los relatos gauchescos “El fin” (1944c) y “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”
(1949), que mantienen un evidente cruce intertextual con el Martín Fierro (Centurión, 2016).
La
desafiante complejidad de los textos de Borges justifica también los esfuerzos
de, entre otros, los docentes de español como lengua extranjera y de los
divulgadores. Así, por ejemplo, los estudiantes chinos de español tienen “la
convicción uniforme de que [Borges] se trata de un autor muy difícil de leer,
por no decir imposible para ellos” (Alcoholado Felstrom, 2011: 19).
En el país
de Borges, la posibilidad de llegar a leer sus textos justifica la redacción de
“un manual de instrucciones para orientarse (o extraviarse sin culpas) en una
literatura” (Pauls, 2019: 77).
Así las
cosas, parece que también la obra de Borges produce “miedo”. Para comprender y
disfrutar sus cuentos, poemas y ensayos, hace falta reconocer y conectar
variados conceptos. Ese reconocimiento y esa conexión son difíciles de lograr
porque requieren no sólo conocimientos previos, sino también la capacidad de
establecer relaciones.
Por
ejemplo, los límites mismos entre la literatura y la filosofía en Borges pueden
considerarse felizmente difusos. Un ensayo, un cuento, un poema suyo casi
siempre puede leerse, también, como una tesis filosófica. Tómese como ejemplo,
el soneto “El mar” (Borges, 1964).
El mar
Antes
que el sueño (o el terror) tejiera
mitologías
y cosmogonías,
antes
que el tiempo se acuñara en días,
el
mar, el siempre mar, ya estaba y era.
¿Quién
es el mar? ¿Quién es aquel violento
y
antiguo ser que roe los pilares
de
la tierra y es uno y muchos mares
y
abismo y resplandor y azar y viento?
Quien
lo mira lo ve por vez primera,
siempre.
Con el asombro que las cosas
elementales
dejan, las hermosas
tardes,
la luna, el fuego de una hoguera.
¿Quién
es el mar, quién soy? Lo sabré el día
ulterior
que sucede a la agonía.
¿De qué se
trata todo esto? La primera estrofa sugiere que el mar es anterior a la
humanidad misma, concretamente, anterior a las explicaciones sobre el mundo en
general (las mitologías) y a las explicaciones sobre su origen (cosmogonías).
Tanto unas como otras fueron elaboradas (“tejidas”) por la imaginación, por el
miedo, por la creatividad, por los sueños (o las pesadillas). Lo cierto es que,
al igual que la medición del tiempo (“que se acuña en días”), son muy
posteriores al mar. En conclusión, antes de todo ello,
“el mar, el
siempre mar, ya estaba y era”.
En este
verso, además, el mar adquiere status no sólo de entidad que perdura (nombrado
obviamente por el sustantivo mar),
sino también de una cualidad cambiante porque recibe la modificación del
adverbio siempre.
Por su
parte, la segunda estrofa personifica vagamente al mar y evoca alguna
identificación con la persona que lo contempla. El mar es un “ser” que, además
de “antiguo” (eso lo sabemos de la primera estrofa) resulta “violento” porque
erosiona (“roe”) las bases mismas la tierra (sus “pilares”). La naturaleza
difusa y elusiva de su ser se revela en la paradoja de que el mar es “uno y
muchos mares”, no solo por su inmensidad, sino también por los destinos que lo
atraviesan. Así por ejemplo, “abismo” evoca la profundidad del mar en sí, y
también, quizá, los naufragios y el fondo en el que terminan las naves
hundidas.
La tercera
estrofa evoca una poderosa interacción entre el sujeto que percibe y el objeto
percibido, entre cualquier persona y el mar. En efecto, cada vez que una
persona ve el mar, aunque ya lo conozca, experimenta la sensación de verlo por
primera vez. Después de todo, los fenómenos elementales como los atardeceres,
la luna, el fuego y el mar nunca dejan de impresionarnos hondamente.
Los últimos
dos versos pueden interpretarse como una conclusión o una síntesis: Preguntar
por la identidad del mar es como preguntarse por uno mismo.
Luego, la
respuesta ofrecida en la última oración puede interpretarse al menos en dos
sentidos.
El primero
de esos sentidos es que directamente no hay respuesta para la pregunta acerca
de la identidad del mar y de la nuestra propia.
El otro
sentido es que después de la muerte (de la “agonía”) se ingrese en una
dimensión en la que sí haya una respuesta para eso y quizá para todo. Allí
entenderemos que en realidad no hay tiempo, sino eternidad. Descubriremos que
lo que desde nuestra conciencia humana resulta pasado, presente y futuro (una
línea sucesiva) es otra cosa, que en verdad ocurre y se percibe de forma
simultánea. Con John W. Dunne (1932), a Borges le gusta creer que “en la muerte
aprenderemos el manejo feliz de la eternidad. Recobraremos todos los instantes
de nuestra vida y los combinaremos como nos plazca” (Borges, 1952e: 649), en
tarea feliz e incesante, nos ayudarán Dios y nuestros amigos y el mismo Borges.
1.3.
Brevísimo
balance
En esta
sección se ha tratado de mostrar que en efecto hay motivos para entender por
qué tanto la trayectoria personal de Borges como su obra provocan alguna clase
de recelo o “miedo”. Esas dos dimensiones están de alguna forma interconectadas
y participan en la configuración de una representación cultural.
Este
trabajo se centrará de aquí en más en los textos de Borges y, de manera
especial, en cuestiones fundamentales sobre su enseñanza en la escuela media.
2.
La
cultura popular como vía de acceso a la obra de Borges
El soneto
“El mar” puede contar como un ejemplo de la vasta y apasionante complejidad de
los textos de Borges. Por eso constituyen un desafío para los lectores; su
interpretación, como hemos visto, requiere muchos supuestos y asociaciones.
Pero tal vez precisamente por eso vale la pena el esfuerzo de involucrarse con
su obra. En efecto, si su obra fuera fácil de entender, no tendría la densidad
conceptual ni la polisemia que tiene. En otras palabras, si su obra fuera fácil
de entender, no constituiría un desafío; si su obra fuera fácil de entender, no
produciría el entusiasmo y el placer que produce.
A pesar de
su complejidad (y su consecuente dificultad), los textos de Borges no son en
ningún modo inaccesibles. En el caso de la escuela secundaria, los potenciales
lectores son adolescentes. Como es de esperar, y sin que esto constituya una
desvalorización, la gran mayoría de esos potenciales lectores adolescentes no
tiene especial predilección por la literatura. Así y todo, la escuela secundaria
enfrenta la obligación de brindar una enseñanza literaria de calidad al menos
por tres razones.
1.
Hay
estudiantes que sí tienen una clara vocación literaria. Muchos de ellos
elegirán destinos que tendrán que ver directa o indirectamente con la
literatura. Es posible que este conjunto de estudiantes sea una minoría, pero
la planificación educativa también debe contemplar las aspiraciones y las
necesidades de las minorías.
2.
Hay
estudiantes que nunca serán conscientes de su posible vocación literaria al
menos que tengan la oportunidad de enfrentarse con textos literarios para
disfrutar. En ese sentido, el sistema educativo tiene la obligación de mostrar
las diferentes áreas del conocimiento para darles a los adolescentes la
oportunidad de entrar en contacto con aquello que puede llegar a ser vocación.
Dicho de otro modo, es probable que muchos adolescentes jamás descubran que
tienen una vocación literaria si no se les enseña literatura.
3.
La
mayoría podrá tener la oportunidad de confirmar que no tiene vocación literaria.
El objetivo de mínima con los integrantes de este grupo seguramente mayoritario
es llegar a lograr que experimenten algún placer con la lectura o que
desarrollen la capacidad de entender por qué la literatura es valiosa para la
gente que sí tiene vocación literaria.
Una
estrategia plausible para empezar a enseñar los textos de Borges puede ser la
de mostrar las conexiones entre su obra y algunas manifestaciones de la cultura
popular. Después de todo, un noble y útil objetivo de los docentes es ayudar a
que lo difícil resulte accesible. Si aquello que los docentes deben enseñar
fuera fácil o trivial, no haría falta el trabajo docente o no valdría la pena
aprender lo que los docentes enseñan.
Para dar un
primer ejemplo, las historietas de Inodoro Pereyra, obra del dibujante y
escritor argentino Roberto Fontanarrosa, pueden ser una agradable vía de acceso
a los textos de Borges. Inodoro es un gaucho ocurrente y locuaz que incurre en
acciones y expresiones que supuestamente representan estereotipos argentinos.
Por ejemplo, en una ocasión, ante unos investigadores que estudian “el complejo
de superioridad argentino”, Inodoro retruca de la siguiente manera: “Güeno. No
es un complejo, es una virtú”.
En el
diálogo con los investigadores llega a presentarse como “crítico meteorológico”
y para impresionarlos se despacha con el siguiente comentario:
La tormenta
de anoche: Floja iluminación de los relámpagos, yuvia repetida, escenografía
pobre y pésimo sonido de los truenos en otro fiasco de esta puesta en escena de
Tata Dios. Una típica propuesta de verano, liviana, pasatista, pa’ un público
poco exigente.
Inodoro
también recomienda no darles importancia a las palabras de Martín Fierro, a
quien considera “puro verso”, “un invento de las revistas”. Hacia el final de
la conversación, cuando los investigadores le preguntan si quiere agregar algo,
Inodoro responde:
¿Quién soy
yo pa’ opinar, aparcero? Tengo la humildá de los grandes,
Esta
respuesta final mueve a la risa porque Inodoro antes ha opinado sobre varios
temas, incluso de la supuesta calidad de una tormenta. Uno de los
investigadores concluye que “no hay argentino pequeño”.
De esta
manera, las historietas de Inodoro Pereyra involucran una reflexión a veces
explícita sobre ese estado de ánimo más o menos continuo que significa en
efecto ser argentino. A partir de ellas puede accederse a los breves y
conceptualmente densos ensayos políticos de Borges, entre los cuales podrían
destacarse por ejemplo “Nuestro pobre individualismo” (Borges, 1952a), “Dos libros”
(Borges, 1952b) y “Anotación al 23 de agosto de 1944” (Borges, 1952c).
Al
estereotipo del argentino vanidoso puede agregarse que, para Borges, el
argentino por lo general carece de conciencia moral, aunque no de conciencia
intelectual:
…pasar por
un inmoral le importa menos que pasar por un zonzo. La deshonestidad, según se
sabe, goza de veneración general y se llama “viveza criolla”. Me siento
profundamente argentino. Soy argentino de un modo indefinible, inescrutable.
Ser argentinos es sentir que somos argentinos (Peicovich, 2006: 116).
Así y todo
hay, por contrapartida, al menos dos virtudes que, según Borges, salvan a los
argentinos. Una de esas virtudes es la gran pasión argentina, la amistad.
Borges sugiere que aunque desprecian el bien común y el deber cívico, los
argentinos la practican con fervor.
Los films
elaborados en Hollywood repetidamente proponen a la admiración el caso de un
hombre (generalmente, un periodista) que busca la amistad de un criminal para
entregarlo después a la policía; el argentino, para quien la amistad es una
pasión y la policía una mafia, siente que ese “héroe” es un
incomprensible canalla (Borges, 1952a: 659).
La otra
virtud argentina es una vocación irrenunciable por la libertad, más allá de que
pueda ser en parte una azarosa consecuencia de “nuestro pobre individualismo”.
El más
urgente de los problemas de nuestra época (ya denunciado con profética lucidez
por el casi olvidado Spencer) es la gradual intromisión del Estado en los actos
del individuo; en la lucha con ese mal, cuyos nombres son comunismo y nazismo,
el individualismo argentino, acaso inútil o perjudicial hasta ahora, encontrará
justificación y deberes (Borges, 1952a: 659).
Hay
entonces una doble vía que va de la autocrítica implacable hasta el orgullo indulgente.
En efecto, por un lado se critican el exceso de conciencia intelectual y el
individualismo. Sin embargo, por el otro, se reconoce que esos defectos
nacionales se ven compensados por el culto de la amistad y la vocación por la
libertad. Ese fervor por la amistad y la libertad permite que un argentino
concluya por ejemplo que “nadie, en la soledad central de su yo, puede anhelar
que el nazismo triunfe” (Borges, 1952c: 728).
También esa
sensibilidad por las aspiraciones genuinas del individuo da lugar a que Borges,
a comienzos de la década de 1940, se manifieste a favor de la libertad sexual.
En una corrosiva nota sobre una versión cinematográfica de la novela de
Stevenson Dr. Jeckyll and Mr. Hyde, a
Borges le parece ridículo que se identifique al mal con la concupiscencia o la
infidelidad.
Yo afirmaría
que la ética no abarca los hechos sexuales, si no los contaminan la traición,
la codicia, o la vanidad (Borges, 1941f: 258).
Otra ruta
de acceso a la obra de Borges a partir de la cultura popular puede llegar a ser
el fútbol (que por cierto no era una de sus predilecciones). De hecho, el
fútbol es un fenómeno cultural de magnitud y trasciende por mucho la práctica
del juego en sí. Una de las tantísimas facetas a considerar puede ser la
estructura organizativa de los campeonatos. En relación con este tema, se ha
dicho que la arquitectura del fútbol argentino “no sólo es como la Ley
kafkiana, también se parece al Infierno de Dante” porque las probabilidades de
ascender para los equipos del interior del país en las categorías más humildes
son sorprendentemente bajas, en algún caso menores a 0,02 (Gil y Gil, 2008:
67).
Ahora bien, en sus reflexiones sobre
Chesterton y los diversos destinos, Borges analiza dos parábolas opuestas. La
primera está en el cuento “Ante la Ley”, de Franz Kafka. Borges la resume así:
Es la
historia del hombre que pide ser admitido a la ley. El guardián de la primera
puerta le dice, que adentro hay muchas otras y que no hay sala que no esté
custodiada por un guardián, cada uno más fuerte que el anterior. El hombre se
sienta a esperar. Pasan los días y los años, y el hombre muere. En la agonía pregunta:
‘¿Será posible que en los años que espero nadie haya querido entrar sino yo?’.
El guardián le responde: ‘Nadie ha querido entrar porque a ti sólo estaba
destinada esta puerta. Ahora voy a cerrarla’. (Borges, 1952d: 696).
La otra
parábola corresponde a Pilgrim’s Progress,
de John Bunyan:
La gente
mira codiciosa un castillo que custodian muchos guerreros; en la puerta hay un
guardián con un libro para escribir el nombre de aquel que sea digno de entrar.
Un hombre intrépido se allega a ese guardián y le dice: ‘Anote mi nombre,
señor.’ Luego saca la espada y se arroja sobre los guerreros y recibe y
devuelve heridas sangrientas, hasta abrirse camino entre el fragor y entrar en
el castillo. (Borges, 1952d: 696).
Al comparar
explícitamente estas dos parábolas, Borges sugiere que el universo tiene un
orden inaccesiblemente complejo, acaso abrumador. Para sobrellevarlo, podemos
fabricar pesadillas como las de Kafka o sueños gloriosos como el de Bunyan.
La
arquitectura teratológica del fútbol argentino evoca el relato “Ante la Ley”,
porque los equipos del interior se encuentran en una situación parecida a la
del campesino que siempre espera. Sin embargo, también podría evocar el camino
del peregrino de Bunyan. La tensión entre las dos parábolas permite entender nuestra condición individual y social. ¿Nos
resignaremos a esperar ante la Ley para que nos dejen entrar? ¿O nos animaremos
a pelear de alguna forma para abrirnos paso?
En
síntesis, muy diversas y heterogéneas producciones de la cultura popular pueden
llegar a ser vías de acceso para empezar a tratar temas de la (inmerecidamente
temida) obra de Borges. Las historietas de Fontanarrosa permiten empezar a
tratar la idiosincrasia argentina, mientras que la estructura del fútbol
argentino puede permitirnos llegar a las parábolas de Kafka y Bunyan.
En
la sección que sigue no sólo se desarrollará esta idea a partir de otro ejemplo
sino que también se mostrará cómo esa idea dio lugar a una investigación con
resultados visibles.
3.
Borges
en el aula: una experiencia con un dibujo animado como vía de acceso
En este
apartado se presentará el desarrollo de un trabajo de investigación que
recurrió a una obra de la cultura popular como vía de acceso a un texto de
Jorge Luis Borges.
3.1.
Materiales
y métodos
Hay una
sorprendente conexión entre el relato “Tema del traidor y del héroe” (Borges,
1944a) y el episodio 144 de la séptima temporada de Los Simpson: “Lisa la iconoclasta”, de 1996. La conexión es en
efecto asombrosa porque ambas historias presentan estructuras narrativas
análogas. El capítulo completo está disponible aquí: https://vimeo.com/527461134.
En el
cuento de Borges, el historiador Ryan descubre que un antepasado suyo, héroe de
Irlanda, ha sido también traidor a la causa de la independencia. En los
dibujitos animados, Lisa descubre que el venerado fundador de su pueblo,
Jebediah Springfield, ha sido además un pirata asesino, un tramposo y un
traidor. La Tabla 1 presenta una comparación de ambas estructuras narrativas.
Tabla 1.
Comparación de la estructura narrativa de “Tema del traidor y del héroe”, de
Borges, y “Lisa la iconoclasta”.
Tema del
traidor y del héroe (1941) |
Lisa la
iconoclasta (1996) |
El joven historiador Ryan
investiga la vida de su antepasado, el héroe de Irlanda Fergus Kilpatrick. |
La aplicada alumna de primaria
Lisa Simpson investiga la vida del fundador de su pueblo, Jebediah
Springfield. |
Los documentos que descubre
demuestran que Kilpatrick luchó por la independencia de su país pero que también
conspiró contra ella. |
Los documentos que descubre
demuestran que Springfield fue un pirata asesino y que también intentó matar
a George Washington. |
Ryan decide no revelar la verdad y
escribe un libro dedicado a la gloria de Kilpatrick. |
Lisa decide no revelar la verdad y
da un discurso breve y conciliador ante el pueblo. |
Como es de
prever, se registran matices entre ambas historias. En el cuento de Borges,
Ryan entiende que la revelación de la infamia de Kilpatrick no tendría mayor
sentido porque en Irlanda ya ha quedado establecido que él murió como un héroe,
y eso es lo que necesitan creer sus compatriotas para sostener la identidad
nacional. Después de todo, el orden general mundo es el resultado de una
conjura, pero todos somos parte sustancial de esa conjura. O, dicho de una
forma más shakesperiana, el universo es una obra de teatro en la que todos
somos sus actores.
Por su
parte, en el episodio de Los Simpson,
Lisa comprende que la historia estrictamente falsa de Jebediah Springfield
(según la cual fue un valiente y abnegado pionero) “tiene valor”, porque
inspiró y seguirá inspirando a las personas en los nobles fundamentos del
coraje y la libertad.
En
síntesis, la analogía estructural de los dos relatos puede servir no sólo como
una vía de acceso a la obra de Borges, sino también como un medio para estudiar
las conexiones entre ella y las producciones de la cultura popular.
En este
sentido, no es impertinente establecer otras conexiones con esta serie de
dibujos animados, que ha llamado la atención de filósofos de muy diversas
orientaciones (Irwin, Conard & Skoble, 2001). Para dar apenas otros
ejemplos, el episodio 150 de la temporada 7 de Los Simpson, “La maldición del pez del infierno” (también de 1996),
incluye un fragmento en el que hay una clara referencia a la metodología de los
asesinatos de “La muerte y la brújula” (Borges, 1944b). Un sicario latino traza
con un compás, sobre un plano de Springfield, el esquema por medio del cual
llevará a cabo el asesinato a Abe Simpson, el abuelo de Lisa. La situación es
cómica porque el sicario dice, con marcado acento hispano, que matar a un
hombre es una tarea delicada y precisa como una movida en el ajedrez, pero de
inmediato irrumpe en el geriátrico de Abe con una ametralladora. He aquí la escena:
Fernando Vidal tries to kill Abe Simpson.
El episodio
121 de la temporada 5 de Los Simpson
es acerca del festival internacional de cine de Springfield. Homero, que forma
parte del jurado, quiere votar por la película más absurda: “Man getting hit by
football”, traducida como “La bola en la ingle”. Para justificar su elección,
Homero dice que la obra “funciona en muchos niveles” [“it works at so many
levels”]. La idea de que el significado está en el lector, o en el espectador,
es una de las ideas fundamentales del cuento de Borges “Pierre Menard, autor
del Quijote” (1941b). Por cierto, la
elección de Homero resulta graciosa porque prefiere la película más ridícula
antes que la conmovedora obra del borracho del pueblo, Barney Gumble. He aquí
los fragmentos con las dos películas: Football In The Groin, Barney Gumble, a short film
En esta
línea no es impertinente valorar las conexiones entre la obra de Borges y los
productos culturales con los cuales los adolescentes pueden estar en contacto.
Para quienes gusten de las series de plataformas en línea puede ser de interés
que en la renombrada tira Better Call Saul hay un cruce intertextual evidente en
el décimo episodio de la primera temporada, “Marco”, de 2015. En efecto,
mientras pergeña una de sus estafas en su Cicero natal, Jimmy Mc Gill dice que
cierto príncipe nigeriano ha sido retenido con cargos falsos por “la dictadura Orbis Tertius Ecuatorial”
En nuestra investigación
se ha trabajado con el capítulo “Lisa la iconoclasta” como vía de acceso a
“Tema del traidor y del héroe”. El proyecto surge en el seno de una
institución de lo que muchos denominan un barrio “periférico” de Mar del Plata,
la ciudad marítima más importante de Argentina. Decir “periférico” supone de
alguna manera un conjunto de prejuicios que, aún puertas adentro del aula y
desde las subjetividades individuales, condiciona las dinámicas de la
institución. Hablar, por lo tanto, de aquello que por distancia, circunstancias
o pobreza no pertenece al canon de lo mal llamado “céntrico” implica la
construcción a priori de un conjunto
de preconceptos que necesariamente convocan nuevas miradas, formas otras de
habitar los espacios institucionales desde la voz propia y contingente, desde
una mirada “interpelada por la emergencia y la intervención pública” (Suárez,
2014: 14). En este sentido, dicha mirada también es una demanda de las
carencias de esos chicos que desde la mal llamada periferia cuestionan, junto al docente, los postulados clasistas en
una impostergable búsqueda de un constructo identitario propio, una
reivindicación social en la consolidación de oportunidades reales, de futuros
posibles.
De manera concreta, los cursos elegidos para llevar a
cabo esta investigación fueron quinto y sexto año del ciclo superior de la
Escuela Secundaria Nº 66, de Mar del Plata. Ambos cursos tienen la
particularidad de ser los únicos de su división. La Escuela 66 es en efecto un
colegio relativamente pequeño, cuyos últimos años se unifican debido a la merma
de matrícula que se va dando a medida que se avanza en el trayecto escolar.
Ambos cursos (quinto y sexto) están compuestos por algo menos de treinta
estudiantes cada uno. Dichos estudiantes, en su gran mayoría residen en zonas
aledañas y provienen de la Escuela de Educación Primaria Nº 28 “Víctor Mercante” , que funciona en el edificio.
Por este motivo los estudiantes se conocen desde muy pequeños. La dinámica que
esto gesta dentro del aula da muestras de una comunidad sólida, sin mayores
conflictos que los propios de la edad y el contexto social.
Sin embargo, puertas afuera, las cuestiones referentes
a la cotidianeidad suelen complejizarse mucho más. No discurriremos sobre este
aspecto en el presente escrito, pero es oportuno reconocer que hay cuestiones
que se entienden en función de lo que acontece en el espacio escolar como
institución íntimamente relacionada y condicionada por la comunidad, tal como
lo explica Da Rocha (2019), para quien la corporeidad de cada integrante de la
comunidad educativa propone un ejercicio específico con su entorno, no ya como
meros asistentes pasivos a un espacio institucionalizado, sino como generadores
de la escuela misma. Así, la escuela se configura como un entorno
re-significado a partir de su presencia, sus costumbres, su campo de
interpretación e identificación.
Este trabajo empezó con una tarea de contextualización
consistente en una charla debate sobre lo realizado en el año, las lecturas
abordadas (Borges incluso) y las dificultades manifiestas. Asimismo, se
introdujo la novedad del proyecto en tanto posibilidad de continuidad
institucional como vector de motivación más allá de una cuestión cuantitativa,
sin hacer foco en una calificación posible, sino en las posibilidades que tal
trabajo conjunto brindaba al grupo y a la escuela. Esto último resultó en un compromiso
a priori manifiesto incluso desde el
primer momento de implementación de la investigación: el día uno el aula estuvo
llena desde la primera hora, cosa que no venía sucediendo con anterioridad, ya
que estos cursos manifestaban un alto nivel de ausentismo y de entradas fuera
de hora.
Cabe destacar que dicho nivel de compromiso se mantuvo
durante toda la experiencia, como así también la participación de la gran
mayoría, incluso de aquellos que habían decidido “dejar la materia” por su bajo
rendimiento durante el año. Mayormente, los estudiantes no hicieron uso de
elementos distractores como el teléfono móvil (problema complejo del día a día
en el aula) y se estimularon las producciones escritas y la interacción oral,
aun a pesar de sus propios prejuicios y “vergüenzas”. Incluso luego de
finalizado el proyecto, algunos de los estudiantes mantuvieron la dinámica
abordada, lo cual permitió que se retomaran actividades sin completar y otras
cuestiones afines al cierre de ciclo, características de ese momento del año
escolar.
En este contexto, deben consignarse los siguientes
métodos y materiales:
·
Se
trabajó con la enseñanza de textos de Borges en dos aulas diferentes durante
tres semanas en los horarios habituales de la materia Literatura con la
presencia del docente responsable.
·
La
coordinación de las actividades estuvo a cargo de un investigador externo y del
mismo docente.
·
Se
manejó la hipótesis de que una tarea preparatoria favorece la comprensión
global.
·
En
consonancia con Daniel Pennac (1993, 2008), se manejó la hipótesis de que la
lectura en voz alta y comentada a cargo de un docente es una estrategia que
favorece no sólo la comprensión sino también el posible disfrute de los textos
literarios.
·
La
lectura en voz alta incluyó pausas para ofrecer explicaciones, responder
preguntas y efectuar comentarios. Por ello se habla de “lectura en voz alta y
comentada” (y no sólo de “lectura en voz alta”). Dicha lectura estuvo
principalmente a cargo del investigador externo, quien fue percibido como otro
docente más por parte de los estudiantes, no sólo por el trabajo de aula sino
también por la preparación llevada a cabo por el docente regular.
·
Los
estudiantes siguieron la lectura en voz alta con la pantalla de computadoras
personales provistas por el colegio, y en algún caso con sus propios teléfonos
celulares.
·
(Como
ya se ha dicho) se trabajó en dos cursos diferentes de la Escuela Secundaria Nº
66 de Mar del Plata.
·
Un
curso es sexto año, el último de la escuela media, con estudiantes que
mayormente tienen 17 ó 18 años.
·
El
otro curso corresponde a quinto año, el anteúltimo de la escuela media, con
estudiantes que mayormente tienen 16 ó 17 años.
·
En
sexto año se trabajó con dos textos de Borges, en el siguiente orden de
presentación: “La muerte y la brújula” y “Tema de traidor y del héroe”. No se
recurrió a ninguna manifestación de la cultura popular como vía de acceso a
estos cuentos.
·
En
quinto año también se trabajó con dos textos de Borges: “Tema de traidor y del
héroe” y “Las ruinas circulares”. En este caso, antes de la lectura de “Tema de
traidor y del héroe” los estudiantes vieron el capítulo de Los Simpson “Lisa la iconoclasta”.
·
En
ambos casos se les pidió a los estudiantes que escribieran un resumen de “Tema
del traidor y del héroe” después de haberlo leído y comentado en clase.
·
Los
estudiantes escribieron los resúmenes como una tarea en clase, que fue
corregida, calificada, devuelta y comentada.
·
El
esquema que sigue permite visualizar de forma elemental las diferentes formas
de trabajo con los estudiantes de quinto y sexto.
|
Quinto año |
Sexto año |
“Lisa la iconoclasta” |
Sí |
No |
“Tema del traidor y del héroe” |
Sí |
Sí |
El objetivo
de la investigación era empezar a evaluar no sólo los resultados de la lectura
en voz alta y comentada sino también evaluar la incidencia del trabajo previo
con una manifestación de la cultura popular como vía de acceso. Para ello se
les pidió a los estudiantes que escribieran un resumen de los cuentos leídos.
En este trabajo resulta pertinente el análisis de las producciones de los
estudiantes de quinto y sexto a partir de su lectura de “Tema del traidor y del
héroe”.
3.2.
Resultados.
Análisis de los datos
Como se ha
señalado, objetivo primordial de esta investigación era evaluar los resultados
de la lectura en voz alta y comentada y, en directa relación con ello, la
incidencia del trabajo previo con una manifestación de la cultura popular como
vía de acceso a un texto de Borges.
Así, se
analizó la pertinencia y la calidad de los resúmenes escritos por los
estudiantes. De manera concreta, se consideraron “aprobados” o “correctos” los
trabajos que pudieron dar cuenta de la coherencia global del cuento leído, es
decir, de la coherencia del texto como un todo (Van Dijk, 2019). Se corrigieron
también la puntuación, la sintaxis y la ortografía, y aunque los errores no se
contemplaron negativamente para el concepto general de “aprobado” o “correcto”,
sí se contemplaron para la determinación de la nota final de cada trabajo.
De forma
puntual, si el resumen hace referencia explícita al menos a dos de los
siguientes tres núcleos narrativos se lo considera “aprobado” o “correcto”:
1.
Se
investiga la vida del héroe.
2.
Se
descubre que el héroe fue (también) un traidor.
3.
No
se revela al público que el héroe fue (también) un traidor.
Este
criterio se sostiene en que así se da buena cuenta de la estructura narrativa
de “Tema del traidor y del héroe”.
Tal como se
sugirió, para la nota final da cada trabajo se contemplaron positivamente la
puntuación, la sintaxis, la ortografía y también las referencias a otra
información pertinente o comentarios personales dignos de valoración.
Se
transcriben a continuación cuatro trabajos aprobados de estudiantes de sexto
año. Se consigna un nombre de fantasía del estudiante, el curso, la fecha de
producción del trabajo y la calificación asignada con un concepto asociado.
Ejemplo 1. Candela, sexto año, 4/10/2022, nota: 10,
concepto: excelente.
Ryan quiere
escribir una biografía de su bisabuelo Fergus Kilpatrick, héroe irlandés,
conspirador, asesinado antes de la rebelión soñada por él. Fue asesinado en un
teatro pero los hechos parecen ser repetitivos. Ryan encontró paralelismos con
las historias de Shakespeare: Macbeth y Julio Cesar. Luego descubre que James
Alexander Nolan, compañero de Kilpatrick, traducía las principales obras de
Shakespeare y la muerte de Kilpatrick fue una recreación de estas obras porque
en realidad el supuesto héroe era el traidor
Ejemplo 2: Priscilla V, sexto año, 4/10/2022, nota: 7,
concepto: aceptable
Ryan
investiga la historia de bisabuelo, el héroe Kilpatrick. El redacta una
biografia de Kilpatrick. El héroe irlandés fue asesinado en un teatro. en la
ropa hallaron una carta donde se hablaba del asesinato y la traición planeada.
Ejemplo 3: Mora, sexto año, 4/10/2022, nota: 7, concepto:
aceptable.
Esta brebe
historia llamada “tema del traidor y del Heroe.” trata de una persona que se
llamaba Ryan. este personaje queria saber más hacerca de su antepasado (1940:
Presente).
Kilpatrick,
(bisabuelo de Ryan) era un heroe , el líder ya que nuestro mal llamado héroe
era el que apuñala por la espalda a sus fieles seguidores.
Ejemplo 4: Priscilla F, sexto año, 4/10/2022, nota: 7,
concepto: aceptable.
Esta
historia o cuento comienza en 1824, un pais oprimido y tenaz, irlanda, el
narrador llamado Ryan cuyo bisabuelo era el reconocido Fergus Kilpatrick, amado
por todos o la mayoría, sin saber lo que en realidad era.
Kilpatrick
fue un conspirador, un secreto y “glorioso” capitán de conspiradores, casi como
moises. Ryan empieza con la biografia del bisabuelo pero las cosas no le
cierran. Por qué lo mataron en un teatro? Dónde está el asesino? por qué la
policía no hizo nada? Se da cuenta que se empiezan a repetir o a compartir hechos
de otras religiones o edades.
Más allá de
las particularidades de cada texto, los cuatro ejemplos antes transcriptos
merecen estar “aprobados” porque logran dar cuenta de la coherencia del texto
como un todo. En mayor o menor medida, todos identifican que el historiador
Ryan se dedicó a investigar la vida de Fergus Kilpatrick y que descubrió que
ese héroe fue también un traidor. Es de destacar que en ninguno de los
resúmenes de los alumnos de sexto año se hizo explícito que el historiador
decide no publicar su descubrimiento.
Hay datos
cuantitativos que, a pesar de ser muy elementales, ofrecen información valiosa
sobre los resultados obtenidos. En efecto, 17 (diecisiete) estudiantes de sexto
asistieron al día de clase en el que se les pidió un resumen sobre “La muerte y
la brújula” y “Tema del traidor y del héroe”. Hubo 11 presentaciones sobre el
primer cuento, de las cuales 8 estuvieron aprobadas. Por su parte, 7
estudiantes presentaron el resumen del segundo relato y 5 de esos trabajos
estuvieron aprobados. La Tabla 2 permite visualizar estos datos cuantitativos
elementales.
Tabla 2: Resultados de los resúmenes escritos por los
estudiantes de sexto año
Resúmenes de “La muerte y la brújula” |
Resúmenes de “Tema del traidor y del héroe” |
||
Presentados |
Aprobados |
Presentados |
Aprobados |
11 |
8 |
7 |
5 |
65% |
47% |
41% |
30% |
Se
transcriben continuación cuatro trabajos aprobados de diferentes estudiantes de
quinto año. Aquí también se consigna un nombre de fantasía del estudiante, el
curso, la fecha de producción del trabajo y la calificación asignada con un
concepto asociado.
Ejemplo 5: Uriel, quinto año, 6/10/2022, nota: 9,
concepto: muy bueno
Lisa la iconoclasta
Lisa
descubre que el fundador de Springfield, Jeremías Springfield, es una farsa.
Era un pirata y no un héroe como todos creían. Al descubrir eso quiere sacar a
la luz la verdad pero al ver que su mentira inspiraba al pueblo decidió no
hacerlo.
Tema del traidor y del héroe
Ryan, un
investigador, descubre que Kilpatrick era un traidor y así como Lisa decide
callar la verdad para mantenerlo como un héroe.
Ejemplo 6: Lucas, quinto año, 6/10/2022, nota: 8,
concepto: bueno.
Lisa la iconoclasta
En este
capitulo era el aniversario y Lisa se pone a investigar sobre Jeremias y cuando
se pone a hablar sobre lo que fue Jeremias decide decir que Jeremias era bueno
por la razón que veia a feliz al pueblo.
Tema del traidor y del héroe
En el
“traidor y el héroe”, pasa algo similar. Ryan investiga la muerte de
Kilpactrick y encontramos había sido todo preparado pero decide no decir nada
así no se “destapa la olla”
Ejemplo 7: Luz, quinto año, 6/10/2022, nota: 10, concepto:
excelente.
Lisa la iconoclasta
Era la fecha del Aniversario del pueblo de Springfield y Lisa deside
investigar sobre el fundador del pueblo, Jeremías, y descubre que no es el
héroe que todos creían, pero deside no revela la verdad para no arruinar la
imagen que tenia el pueblo de él, porque los inspiraba a ser buenas personas.
Tema del traidor y del héroe
Cuenta una
historia similar en la que se descubre que el “héroe” en realidad era un
traidor pero deciden no revelar su identidad para no arruinar la revolución,
pero igual lo ejecutan pera hacen pasarlo por un asecinato.
Ejemplo 8: Agustina, quinto año, 6/10/2022, nota: 10,
concepto: excelente
Lisa la iconoclasta
En el
bicentenario de Springfield Lisa tiene la tarea de investigar a Jeremías, el
Héroe fundador, en medio de su investigación descubre por qué el fundador no
tenía una historia de su pasado. Jeremías era un pirata asesino. A intentar
decirle esto a la ciudad e intentar demostrarlo, en el momento de decirlo al
pueblo se dio cuenta que arruinaría la ilución e inspiración que la ciudad
encontraba en éste falso héroe.
Tema del traidor y del héroe
Jorge Luis
Borges es el autor. Comienza contando quienes lo inspiraron. La historiacuenta
que Ryan era descendiente del héroe Kilpatrick, quien fue asesinado en un
teatro antes de la rebelión de irlanda. Ryan descubre que Kilpatrick era un
conspirador y que en vez de ser asesinado su ejecución fuera un instrumento
para la rebelión e inspirar al pueblo. Así en los libros de historia quedó como
un héroe. Quien hizo ésto se inspiró en la literatura. Ryan nota las
similitudes entre historia y literatura.
En los
resúmenes escritos por los alumnos de quinto año se manifiesta una mayor
homogeneidad. La Tabla 3 muestra que todos ellos entregaron su trabajo y que
además la inmensa mayoría de esos trabajos estuvieron “aprobados”.
Tabla 3. Resultados de los resúmenes escritos por los
estudiantes de quinto año
Resúmenes de “La muerte y la brújula” |
Resúmenes de “Tema del traidor y del héroe” |
||
Presentado |
Aprobado |
Presentado |
Aprobado |
18 |
17 |
18 |
17 |
100% |
94% |
100% |
94% |
A
continuación, la Tabla 4 exhibe las notables diferencias entre los resultados
del resumen entre los estudiantes de quinto y sexto. Como puede advertirse, la
proporción de trabajos aprobados en quinto es mucho mayor que la proporción de
sexto.
Tabla 4.
Comparación cuantitativa elemental de las producciones de los alumnos de 5º y
6º
|
Resúmenes
“Tema del traidor y del héroe” |
|||
Presentados |
Porcentaje |
Aprobados |
Porcentaje |
|
Sexto año Sin
actividad preparatoria |
7/17 |
41 |
5/17 |
30 |
Quinto año Con
actividad preparatoria |
18/18 |
100 |
17/18 |
94 |
Estas
diferencias permiten sugerir que la actividad previa con el capítulo de Los Simpson debe haber tenido alguna
incidencia en la producción de los resúmenes. En la sección que sigue se
presenta una breve discusión sobre el asunto y una discusión algo más extensa
sobre las derivaciones de esta investigación.
3.3.
Discusión:
la importancia de la lectura en voz alta y comentada
Parece
haber alguna evidencia empírica a favor de las hipótesis evaluadas.
I.
En
primer lugar, los datos son consistentes con la hipótesis según la cual la
tarea preparatoria favorece la comprensión global. En este sentido, los datos
elementales de la Tabla 4 ponen de manifiesto que en el grupo de estudiantes
más jóvenes que vieron el capítulo de Los Simpson hubo una clara tendencia a
escribir textos que dan buena cuenta de la estructura global de “La muerte y la
brújula”. Por otro lado, en el grupo de estudiantes que no vieron ese capítulo
se observaron mayores dificultades.
II.
En
segundo lugar, también puede sugerirse que los datos observados son
consistentes con la hipótesis de que la lectura en voz alta y comentada
favorece no sólo la comprensión sino también el posible disfrute de los textos
literarios.
Desde
luego, no deben descartarse las prevenciones sobre la motivación, la edad, los
rendimientos individuales o las expectativas de los estudiantes. Por ejemplo,
puede suponerse que haya un mayor esfuerzo por parte de los estudiantes de
quinto que por parte de los estudiantes de sexto. De hecho, estos últimos se
encontraban a pocos meses de terminar con su asistencia obligatoria a la escuela media, mientras que los
primeros habrían de cursar un año más de la asignatura con el mismo docente que
participó en esta investigación. Así y todo, parece difícil no atribuirle algún
valor a la actividad preparatoria ante resultados tan manifiestamente
distintos, en especial cuando se tiene en cuenta que los mejores resultados se
corresponden con el grupo de estudiantes más jóvenes. .
La buena predisposición de los estudiantes y el grado
de motivación que se logró durante las clases parecen también confirmar la
viabilidad de la una teoría de la lectura en voz alta en aula. En este sentido,
merecen destacarse unas cinco cuestiones.
1.
En
el aula, la lectura en voz alta y comentada contribuye a combatir la idea de la
lectura como imposición. De algún modo, la lectura en voz alta conecta a los
adolescentes con lo que experimentaron en la infancia, cuando el adulto era un
narrador a quien escuchaban con atención y placer. Esa atención y ese placer,
al menos por momentos, parecen haberse logrado en esta experiencia. Si hubo
algún estudiante que se distrajo momentáneamente con su teléfono, entonces,
parafraseando a Daniel Pennac (1993: 26) pudimos haberle dicho:
¡Mirá que si seguís así no te leo el cuento, eh!
Para los adolescentes, un libro es un objeto
pesado y contundente. Como dice justamente Pennac (1993: 14), el libro es “la
materialización del tedio”. Tanto en el aula de quinto como en la de sexto, el
grueso volumen verde de las Obras
Completas de Borges causó impresión y en los dos cursos hubo quienes
preguntaron, no sin espanto, si para ser profesor había que leer “todo eso”.
Pero, cuando los alumnos advirtieron que de ese
libro provenía el cuento que se les estaba leyendo, los resquemores contra el
libro empezaron a desvanecerse. Leerles a los estudiantes en clase es una forma
de estimular precisamente las ganas de leer porque parece evocarles la época
para ellos remota de su niñez en la que seguramente tenían ganas de aprender a
descifrar los signos que para sus mayores representaban sonidos y, con ellos,
palabras.
Pennac sugiere que nadie
se cura del todo de esa metamorfosis que es aprender la lectoescritura. “Nadie
sale indemne de semejante viaje” (Pennac, 1993: 30). Esta investigación permite
sugerir que, más allá de la creencia justificada de que a la mayoría de los
adolescentes no le gusta leer, el placer de la lectura no es tan difícil de
recuperar.
En conclusión, la lectura en voz alta y
comentada estuvo fuertemente conectada al placer de leer.
2.
Buena
parte del trabajo con la lectura en voz alta y comentada puede explicarse en
términos de los amigables conceptos de Daniel Pennac. En efecto, las
actividades de la materia Literatura pueden sustentarse en la gratuidad y en la
libertad de cualquier aprendizaje cultural. De este modo, Pennac (1993: 40)
exalta la actividad de simplemente
Leer.
En voz alta.
Gratuitamente.
El
docente que lee en voz alta no inculca un saber, comparte lo que sabe. Tiene algo
de trovador y también de padre que comparte con sus hijos la lectura cuando
ellos se van a dormir. Quien lee en voz alta nos eleva a la altura del libro, quien lee en voz alta
“da de leer”.
En
conclusión, el culto a los libros es tributario de la lectura en voz alta, una
forma de la oralidad.
3.
Es
casi inevitable que los adolescentes digan que no les gusta leer. Demasiadas
palabras, demasiadas páginas, demasiados libros. Por contrapartida, resulta
sorprendente el respeto con el que permiten que se les lea y, en especial, la
atención que muchos les prestan a las palabras escritas en una hoja o en el
texto de la pantalla. Este fenómeno nos pone otra vez en contacto con la doctrina
optimista de Pennac (1993, 2008), para quien no hay nada de milagroso en que
los adolescentes experimenten el placer de la lectura en el aula, porque éste
no desparece en la adolescencia. Apenas está escondido por culpa de un miedo
secreto y antiguo: el miedo a no entender. Con demasiada frecuencia, los
adolescentes terminan olvidando lo que es un libro y todo lo que tiene que
ofrecerles. Han olvidado por ejemplo que un cuento, antes que nada, cuenta una
historia, y que puede ser escuchado o leído como los cuentos que alguna vez les
contaron en la niñez.
Y, por otro lado, ya hemos visto en la sección
1.2 que Borges sí nos puede llegar a exponer ante el abismo de la
incomprensión. Pero el docente, después de todo, podrá elegir el noble destino
de evitar la soledad y la vergüenza del alumno que no entiende y que por ello
se siente perdido en un mundo donde todos los demás entienden o parecen
entender.
Solo nosotros [los docentes] podemos sacarlo de aquella cárcel, estemos
o no formados para ello (Pennac, 2008: 23).
En conclusión, la lectura en voz alta de un
cuento de Borges recupera el placer de disfrutar una buena historia. (De hecho,
los chicos de quinto aplaudieron con genuina espontaneidad el final de “Las
ruinas circulares”).
4.
Además del miedo a no entender también debe vencerse el
miedo a la extensión: “¡el libro visto como una amenaza de eternidad!” (Pennac,
1993: 89). El imponente volumen verde de las Obras Completas de Borges irrumpió como si hubiera sido un bloque
de cemento listo para ser sujetado a las piernas de los alumnos con una cadena.
Sin embargo, de esa concreción salen historias que los entretienen. (Repitamos
que en quinto año aplaudieron de forma genuina y espontánea el final de “Las
ruinas circulares”). Fervoroso militante de la lectura en voz alta, Pennac se
anima a hacer las siguientes estimaciones:
El tiempo ya no es el tiempo, los minutos se deshacen en segundos y se
han leído cuarenta páginas antes de que haya pasado la hora. El profe va a
cuarenta por hora. O sea 400 páginas en diez horas. ¡A razón de cinco horas de
lengua por semana, podría leer 2.400 páginas en un trimestre! ¡7.200 por año
escolar! ¡Siete novelas de 1.000 páginas! ¡En cinco horitas de lectura semanal
únicamente! (Pennac, 1993: 89).
Aunque muy inspiradores, los cálculos de Pennac
parecen desaforadamente optimistas, por no decir inviables. En principio, no
parece que la lectura en voz alta y comentada de cuarenta de páginas de Borges
pueda desarrollarse en una sola hora.
Sin embargo, sobre la base de nuestra
investigación sí pueden ofrecerse las siguientes estimaciones, más adecuadas a
la evidencia empírica, pero nada decepcionantes:
·
5
páginas en una hora
·
15
páginas por semana (en 3 horas de lectura por semana)
·
60
páginas por mes (en 4 semanas)
·
540
páginas en un ciclo lectivo de 9 meses de clase
Si restamos las horas de las actividades y las
evaluaciones, pueden quedar algunas horas menos. Sólo para dar una idea
aproximada, Cien años de soledad
tiene unas 360 páginas y Ficciones
tiene cerca de cien. En un ciclo lectivo de sexto podrían leerse y comentarse
en clase estos dos libros completos y aún quedaría tiempo para unos cuantos
poemas y ensayos breves, además de las actividades orales y escritas y las
evaluaciones.
En conclusión, la lectura en voz alta no sólo
permite superar los recelos contra la extensión de los textos sino también
aprovechar de forma óptima el tiempo de las clases.
5.
La
lectura en voz alta y comentada “llenaba perfectamente el volumen de las
clases” (Pennac, 1993: 66). Los estudiantes perciben casi de inmediato, desde
el momento en que lo ven entrar, si el docente “vive” su clase. Como alumnos,
todos lo hemos experimentado de algún modo: “la profe” recién entra y está
absolutamente acá, se nota por cómo mira, cómo saluda, cómo se sienta, cómo
toma posesión del escritorio (si lo hay), cómo agarra el libro. El docente que
está de forma plena en el aula no se distrae por miedo a las reacciones de los
alumnos, no se encoge, no cae en ningún extremo (no adopta una actitud
vigilante ni tampoco una actitud defensiva), no se pierde en comentarios
irrelevantes. Va a los suyo de una, la clase existe de inmediato.
Después de todo, los buenos docentes sienten
pasión por comunicar lo que enseñan. Y todos los estudiantes, aun los menos
aplicados y los menos atentos, advierten si su “profe” tiene esa pasión. La
enseñanza de los textos de Borges nos desafía como docentes. Borra toda idea de
que se pueda enseñar sin dificultades. Nos obliga a prudencia pedagógica en
función de la cual a todos los alumnos (incluso a los más aventajados) hay
enseñárselo casi todo, desde la necesidad misma de aprender
En conclusión, la lectura en voz alta y
comentada no sólo permite transmitir de forma ejemplar la pasión por lo que uno
hace, sino que obliga al docente a revitalizar el modo mismo de enseñar.
Así, para
enseñar los textos de Borges, entonces, no parece necesario leer lo mucho y
valioso que se ha escrito acerca de
Borges. No. Basta con leer los textos originales
de Borges. Para promover el placer de la lectura y transmitir el respeto a los
libros no hacen falta los comentarios, las críticas o las biografías. En el
aula, no nos preocupemos de lo que se ha dicho sobre Borges, leamos a Borges.
Y, si queremos seguir su amable consejo, que se trate de ver en la lectura “no
una obligación sino un goce”, que se lea “buscando una felicidad personal, un
goce personal, que es el único modo de leer”.
Es decir, yo
aconsejaría ante todo la lectura y la lectura hedónica, la lectura del placer,
no la triste lectura universitaria hecha de referencias, de citas, de fichas.
(Wullicher, 1978, 11m48seg. La secuencia sobre el placer la lectura puede verse
en este link: https://www.youtube.com/watch?v=5vZOOSgjTno).
En
síntesis, la lectura en voz alta y comentada conecta a los adolescentes con
textos que vale la pena la leer y puede llegar a ser medio para que
experimenten el merecido y feliz placer de la lectura.
4. Conclusiones
Como
sugiere Ana María Machado (2007), si el chico jamás ve a un adulto leyendo,
entonces difícilmente llegue a leer. Después de todo, el lenguaje no es un
fenómeno puramente natural sino que se configura de forma plena en el contexto
de la cultura. Si nadie enseña, nadie aprende.
Por otro
lado, leemos para que lo escrito nos transforme. También para despertar el
conocimiento y la fantasía que todo texto encierra. Leemos para despertar la
vida presente en un libro que no es tal si junta polvo en una biblioteca
olvidada. El buen lector, el lector competente, todo lo cuestiona, y es por
ello que la lectura ha sido tantas veces desestimada desde el poder, por su
condición intrínsecamente renovadora y subversiva, por el conocimiento y la
imaginación que promueve. El libro uno de nuestros mejores amigos porque ayuda
a formar personas libres, entusiastas, capaces de discutir internamente con
cada texto y abrir un nuevo camino al pensamiento y a las ideas de su propio
espíritu.
¿Por qué no
se lee, entonces? Porque la lectura ha perdido la batalla contra los gigantes
del utilitarismo pedagógico, contra la manipulación canónica funcional a una
literatura utilitarista, despojada de su fin último que es el goce. Ya no se
promueve la lectura placentera: ya no leemos para aprehender nuestra realidad
circundante. Leemos simplemente para aprender. Algo. Y al final, no aprendemos
más que a aburrirnos leyendo (Carreter, 2000).
En
consonancia con Borges, la lectura debe ser construida como una experiencia
satisfactoria en la que el mediador provoca el deseo de seguir leyendo. Elegir
y construir estas puertas-trampas, mundos posibles de la literatura, puede ser
el objetivo primario e incluso el fin último del docente de literatura. Es un
pasaje de ida. Lo demás se construye por en la práctica diaria.
Volver
sobre las dinámicas del aula es discurrir sobre la forma en que el espacio
físico es habitado por cada uno de sus integrantes. El intercambio en términos
de hospitalidad (Yedaide et. al., 2019) que se gesta entre cada uno de sus
integrantes necesariamente convoca un ejercicio de análisis respecto de sus
implicancias en términos de buenas prácticas (Gerbaudo, 2013), una de las
cuales puede ser la lectura en voz alta y comentada que se ha desplegado en
esta experiencia, en aulas reales de Literatura del ciclo superior de la
educación secundaria.
En este
contexto, nuestra investigación permite sugerir que las actividades
preparatorias en torno a una producción de la cultura popular favorecen la
comprensión global de un texto de Borges. De manera especial, también permite
sugerir que la lectura en voz alta y comentada es un recurso tan antiguo como
eficaz, no sólo para enseñar sino también para promover el placer por la
lectura misma. En definitiva, la lectura debería ser una de las formas de la
felicidad.
Referencias
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Felstrom, A. (2011). Herramientas
morfosintácticas para afrontar la lectura. Caso práctico: ‘Parábola del
palacio’ de Borges. SinoELE. 5.
17-40.
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J. y Muleiro, V. (2004). Viñas de ira. Revista Ñ, 26/06/20004. Recuperado de: https://www.clarin.com/literatura/davis-vinas-antologia-n_0_S1Vr76djPQg.html
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EL ORIENTE EN JORGE LUIS BORGES: CHINA
THE EAST
IN JORGE LUIS BORGES: CHINA
O ORIENTE EM JORGE LUIS BORGES: CHINA
Mercedes
Giuffré
(Consejo Argentino
para las Relaciones Internacionales,
Centro de Estudios
de Corea y China,
Universidad Nacional
de Mar del Plata, Argentina)
Recibido: 25/01/2023
Aprobado: 28/02/2023
RESUMEN
Se despliegan
aquí algunas notas que permiten empezar a entender las notables conexiones
entre el pensamiento chino y la obra de Borges. También se ofrecen algunas
consideraciones laterales sobre los vínculos con otros aspectos de las culturas
de Oriente Medio. En general, se intenta mostrar que conceptos fundamentales
del pensamiento chino entran en poderosa armonía con la literatura, y aun con
lo que puede considerarse una filosofía, de Borges.
Palabras claves: Borges. China. Medio Oriente. metafísica. sueño.
ABSTRACT
Some notes
which are displayed here will probably allow us to begin to understand the
remarkable connections between Chinese thought and the work of Borges. Some
side considerations on links to other aspects of Middle Eastern cultures are
also provided here. In general, this article tries to show that fundamental
concepts of Chinese thought come into powerful harmony with the literature, and
even with what can be considered a philosophy, of Borges.
Keywords: Borges. China. Middle East. metaphysics. dream.
RESUMO
Apresentam-se aqui alguns apontamentos que nos permitem começar a compreender as ligações notáveis entre o pensamento chinês e a obra de Borges. Algumas considerações secundárias sobre conexões para outros aspectos das culturas do Oriente Médio também são oferecidas. De modo geral, procura mostrar que conceitos fundamentais do pensamento chinês entram em poderosa sintonia com a literatura, e mesmo com o que se pode considerar uma filosofia, de Borges.
Palavras-chave: Borges. China. Oriente Médio. metafísica.
sonho.
El Oriente
La mano de
Virgilio se demora
sobre una tela
con frescura de agua
y entretejidas
formas y colores
que han traído
a su Roma las remotas
caravanas del
tiempo y de la arena.
Perdurará en un
verso de las Geórgicas.
No la había
visto nunca. Hoy es la seda.
En un atardecer
muere un judío
crucificado por
los negros clavos
que el pretor
ordenó, pero las gentes
de las
generaciones de la tierra
no olvidarán la
sangre y la plegaria
y en la colina
los tres hombres últimos.
Sé de un mágico
libro de hexagramas
que marca los
sesenta y cuatro rumbos
de nuestra
suerte de vigilia y sueño.
¡Cuánta
invención para poblar el ocio!
Sé de ríos de
arena y peces de oro
que rige el
Preste Juan en las regiones
ulteriores al
Ganges y a la Aurora
y del haiku que
fija en unas pocas
sílabas un
instante, un eco, un éxtasis;
sé de aquel
genio de humo encarcelado
en la vasija de
amarillo cobre
y de lo
prometido en la tiniebla.
¡Oh mente que
atesoras lo increíble!
Caldea que
primero vio los astros.
Las altas naves
lusitanas; Goa.
Las victorias
de Clive, ayer suicida;
Kim y su lama
rojo que prosiguen
para siempre el
camino que los salva.
El fino olor
del té, el olor del sándalo.
Las mezquitas
de Córdoba y del Aksa
y el tigre,
delicado como el nardo.
Tal es mi
Oriente. Es el jardín que tengo
para que tu
memoria no me ahogue.
Borges, en La rosa profunda,
1975 (1989: 114)
Hay rasgos
que caracterizan al pensamiento chino que también se hacen presentes en la obra
de Borges. Por ejemplo, el pensamiento chino y la obra de Borges privilegian lo
que podríamos llamar la intuición razonada antes que el conocimiento directo o
indirecto de las cosas, que Russell denominó respetivamente acquaintance y knowledge of (1905). Ambos parecen manifestar tendencia a la
sabiduría intuitiva y no a la ciencia racional; ambos parecen fundir al hombre
con el universo antes de afirmar la individualidad. En el pensamiento chino y
en Borges casi nada, en efecto, se ajusta cómodamente al racionalismo moderno
de Occidente y su fe en el conocimiento científico. Borges deconstruye,
transforma y vuelve a construir, reformula una serie de variables y sus finales
se abren en múltiples opciones. Juega con el tiempo, con el espacio. Convoca
lugares y tiempos simultáneos.
En este
sentido se ha llegado a sugerir que, por ejemplo, en el “Jardín de senderos que
se bifurcan” se adelanta a una explicación de la física cuántica y al concepto
mismo de hipertexto (Rojo, 2013). Los senderos que sus textos proponen conforman
lo que denominaríamos hoy una forma especie de Internet literaria. También los
finales abiertos son propios del estilo de Borges y la manera de escribir de
los chinos, cuyos cuentos breves se remontan a los orígenes de la historia.
En efecto,
la obra de Borges y la civilización china tienen innumerables conexiones: el
esplendor del amarillo (distintivo del emperador chino), los seres fantásticos,
los tigres, los mundos paralelos, la evocación de espíritus, los diversos ritos,
los espejos (que en sus comienzos eran considerados mágicos y funcionaban como recipientes
de agua que fueron dando lugar a magníficos ejemplares de bronce).
Uno de los
temas filosóficos comunes por excelencia a China y Borges es el particular
abordaje del tiempo, desde Zhuangzi a Wu Cheng’en, Hume y Berkeley. Antes de
Einstein, para el concepto de tiempo imperaba la noción de linealidad promovida
por Newton, quien sostenía que el tiempo es el mismo para todo el universo.
Esto fue de algún modo desconfirmado con la introducción de la teoría de la
relatividad a principios del siglo XX.
El tiempo
es una de esas palabras maestras que aparecen a intervalos constantes en la
obra de Borges; para Borges el tiempo no es un fenómeno lineal en el que los
minutos suceden a los segundos y las horas a los minutos. Acaso sólo hay
eternidad y, como él dice, cada momento contiene toda la eternidad. Por ello
Borges sugiere que la continuidad del tiempo es una ilusión de nuestra
conciencia, y allí resuenan las palabras de Einstein.
En su
análisis del tiempo Borges recurre a las teorías divergentes de Berkeley y
Hume. Sobre la base de su célebre esse
est percipii, Berkeley construye un principio activo que invariablemente
percibe. Así, hay dos entidades en el tiempo y en el espacio: O se es un
perceptor o se es una cosa percibida. Estamos pues, como sugieren las historias
chinas de la Antología de la literatura
fantástica, ante un mundo de impresiones evanescentes, un mundo sin materia
ni espíritu que pueda ser objetivo ni subjetivo.
Dicho sea
de paso, hay siete cuentos breves de autores chinos en la conocida Antología de la literatura fantástica
editada por Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo. Esas historias son las que
siguen: Chuang Tzu (Zhuangzi), “Sueño de la mariposa” (158-159); Liehtsé, “El
ciervo escondido” (276-277); Niu Chao, “Historia de zorros” (305-306); de la
dinastía T’ang: “El encuentro” (404-406); Tsao Hsue-Kin (Cao Xueqin, de Sueño del Aposento Rojo): “El espejo de
viento-y-luna” (406-407) y “Sueño infinito de Pao Yu” (407-408); Wu Ch’eng En:
“La sentencia”(435-436).
Por otro
lado, en esa antología hay además cuatro historias chinas recolectadas por
destacados sinólogos. Ellas son: Herbert Allen Giles (de Confucionism and its rivals, 1915), “El negador de milagros” (202);
Richard Wilhelm (de Chinesische
Volksmaerchen, 1924), “La secta del loto blanco” (433-434); G. Gerald
Willoughby-Meade, “Los ciervos celestiales” y “La protección por el libro”
(434-435). Merecen mención también dos historias de la orientalista
especializada en el Tibet, Alexandra David-Neel: “Glotonería mística” y “La
persecución del Maestro” (166-167);
En lo que concierne
al tiempo, estamos pues en un mundo sin la arquitectura ideal del espacio ni el
tiempo uniforme absoluto de los Principia
de Newton. Estamos en un no desesperante pero sí incansable laberinto (Almeida,
2022: 151), en un caos, en un sueño. La escala de perplejidad y transmutación
de estas ideas sorprende en el conocido final de “Nueva refutación del tiempo”,
donde se dice que el tiempo es la sustancia de la que estamos hechos, un río
que nos arrebata y que nosotros somos ese mismo río.
Bien se
sabe que China constituye, con India, una de las culturas más antiguas. El
nombre “China” proviene del sánscrito “Cina”, derivado del nombre de la
dinastía china “Qin” pronunciado “Chin”, y al cual los persas trasladaron como
“Cin” a lo largo de la Ruta de la Seda. Ya en la época del emperador Xuanzong
(712-756) China era el país más grande, más poblado y más próspero del mundo.
Los romanos y los griegos ya la habían conocido como “Seres”, es decir, la
tierra de donde viene la seda
Borges
estaba al tanto de esa información. Ni la previsible ceguera, que le llegó
alrededor de 1955, fue obstáculo para los viajes literarios que siempre lo
impulsaron a escribir sobre China o personajes chinos en muchos de sus cuentos
y ensayos. Su aproximación a Oriente fue una búsqueda de lo recóndito, de lo desconocido,
de otros mundos. La milenaria sabiduría oriental, discreta, paciente y
concentrada, encarnada en el taoísmo y en el budismo, forjó un imán de
atracción para Borges.
El Oriente
cuenta además con un elemento fundamental: el factor sorpresa, clave de
atracción para la curiosidad insaciable. Pero, como explica el mismo Borges, le
interesaba menos el “exotismo, horrenda palabra” que la investigación de ideas
originales sobre el tiempo y el orden general del mundo (Borges, 1986: 260).
Esta
lejanía geográfica no fue obstáculo para el espíritu inquieto que Borges
conservó intacto hasta su muerte. Tornielli (2001: 5) no sólo recuerda que
durante sus últimos días en Ginebra llegó a tomar clases de idioma árabe, sino
que también imagina cómo pudo haber sido esa experiencia:
En aquella
mañana ginebrina de 1986, cuando vivía sus últimos días, Borges habrá tenido
tiempo para aprender unos pocos fonemas del idioma árabe. ¿Interrogó quizás a
su profesor sobre las palabras Zahir, al-Moqanna, al-Motásim? ¿Tuvo el tiempo
suficiente para reconocer el rotundo sonido de las consonantes, intentó
pronunciarlas? Por breve que fuera, tomó algún contacto con el idioma del Corán
y de Averroes. Sintió sin duda, en la delicada penumbra de la ceguera, un tenue
vértigo. En minúscula escala, estaba superando una barrera. La mezquita y el
arco, el agua del Islam, los viejos símbolos, estaban más cerca. Sintió tal vez
la emoción del creyente frente al objeto de culto.
Hasta sus
últimos días, hacia el Oriente (Medio), fue leal a su deseo de conocimiento:
Deseo que
esta biblioteca sea tan diversa como la no saciada curiosidad que me ha
inducido, y sigue induciéndome a la exploración de tantos lenguajes y tantas
literaturas (Borges, 1988: 5).
Ocurre que
Borges logró enlazar en el mundo de las letras las líneas filosóficas del
pensamiento oriental y occidental.
Sí, he
dedicado muchos años al estudio de la filosofía china, especialmente al
taoísmo, que me han interesado mucho y también he estudiado el budismo. He
estado también muy interesado por el sufismo. De modo que todo eso ha influido
en mí, pero no sé hasta dónde. He estudiado esas religiones, o esas filosofías
orientales como posibilidades para el pensamiento o para la conducta, o las he
estudiado desde el punto de vista
imaginativo para la literatura. Pero yo creo que eso ocurre con toda la
filosofía (Alvarado Tenorio, 2014).
Se
percibía, con justicia, como un lector que disfrutaba con fervor el placer de
los libros: “Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir;
yo me jacto de aquellos que me fue dado leer, dije alguna vez” (Borges, 1985:
5). Sabemos de las múltiples indagaciones de Borges sobre Oriente por sus
propias citas y referencias. El desconocimiento de las lenguas orientales fue
de algún modo compensado por las obras de autores tan diversos como Richard
Burton, Franz Kuhn, Gustav Weil, Edgar Fitzgerald, Coleridge, Kipling, Schopenhauer, Alexandra David-Neel,
Arthur Waley o Heinrich Hackmann (quien publicó la Chinesische Philosophie en 1927). A ello se agregan las lecturas de
las Upanishads, la Biblia, las Mil y una Noches, el I Ching,
el Tao Te King y variados estudios
sobre el budismo, el taoísmo y el sufismo.
Es que, como dice Eco, Borges “parece haberlo leído
todo (e incluso más, dado que ha reseñado libros inexistentes)” (1990, 156),
muchas veces amparado en el sustrato de diversas ediciones de su tan querida Enciclopedia Británica. Entre esas
copiosas lecturas resulta inevitable la mención de la novela por entregas de
Cao Xueqin, Sueño
en el pabellón rojo, 紅樓夢/红楼梦, Hóng lóu mèng. Los pareados con los que empieza la novela
evocan con fuerza el interés que siempre manifestó Borges por esas “ilustres
incertidumbres” que constituyen la metafísica:
假作真時真亦假,
無為有處有還無。
Si lo falso
se toma como la verdad, entonces la verdad se hace falsa.
Si de la
nada nace el ser, entonces el ser permanece en la nada.
Pero fue a
través de la lectura de Schopenhauer gracias a quien, a los dieciséis años,
descubrió el budismo, el hinduismo y el taoísmo. Años después, en Buenos Aires,
la Historia de la filosofía de
Deussen (discípulo de Schopenhauer) reforzó su conocimiento de la filosofía
china. En una entrevista que le hizo Osvaldo Ferrari, Borges señala que los
chinos y los indios ya lo han pensado todo:
Leyendo esos
libros, el de Müller y el de Deussen, llegué a la conclusión de que todo ha
sido pensado en la India y en la China. Todas las filosofías posibles, desde el
materialismo hasta las formas extremas del idealismo, todo ha sido pensado por
ellos. Pero ha sido pensado de un modo distinto, de manera que desde entonces
nos hemos dedicado a repensar lo que ya había sido pensado en la India y en la
China. (Ferrari, 1985: 95-96)
De modo que
yo tengo el mayor respeto y el mayor amor por la filosofía de la India, sobre
todo, y por la de la China (Ferrari, 1985: 317)
Cuando se rastrean
las investigaciones sobre China en la Argentina aparecen datos tan
sorprendentes como valiosos. Por ellos sabemos que Borges conoció la obra del
escritor Lin Yutang (1942, 1944a, 1944b) que visitó Argentina en dos
oportunidades, en 1957 y 1962, y llegó a congregar más de mil personas en un
encuentro del Teatro San Martín de Buenos Aires (Bioy Casares, 2006: 92).
Asimismo,
el filósofo Vicente Fatone dio variadas conferencias en las que expuso sus
investigaciones sobre el budismo nihilista (Fatone, 1941). Borges y Fatone
frecuentaban ambos el medio intelectual porteño de la época y participaron
juntos en diversas actividades (Santos, 2010). Precisamente, una de las
conferencias de Fatone en 1940, quien fue uno de los pocos intelectuales
argentinos que viajó a Oriente antes de 1940, versaba sobre “El conocimiento
del Lejano Oriente en el Siglo XIX (Gasquet, 2015: 431).
También es digna de mención la obra de Bernardo
Kordon, quien a partir de sus numerosos viajes a China publicó varios trabajos
sobre el Imperio del Centro. Aunque no hay registros explícitos del contacto de
su obra con la de Borges, debe reconocerse que Kordon fue transmisor de
numerosos cuentos fantásticos chinos, en los que aparecen la magia, los
fantasmas y otros aspectos de lo sobrenatural (Kordon, 1976). La lectura de sus obras en Argentina declinó de un
modo comparable a la fe que Kordon llegó a tener en el maoísmo.
Bien
conocido es el vínculo entre Borges y María Rosa Oliver, mediado por Victoria
Ocampo y la revista Sur. Oliver viajó
a China en 1953 y a su regreso publicó el libro Lo que sabemos hablamos. Testimonios sobre la China de hoy, en
colaboración con Norberto Frontini. Aunque ofrece datos interesantes, el libro
fue objeto de duras críticas de parte de Borges (Bioy Casares, 2006: 447).
Lo cierto
es que el interés por la literatura y la cultura de China se ponen de
manifiesto desde por lo menos la década de 1930 en sus numerosos y variados
textos publicados no sólo en Sur,
sino también en El Hogar, La Nación y Crítica. Por ejemplo, la historia de la viuda Ching, pirata, es una
de las historias particulares que componen la Historia Universal de la Infamia.
El cuento
“El jardín de senderos que se bifurcan” es valorable como relato policial, como
ensayo metafísico sobre el tiempo, como elaboración cuidadosa del concepto de
hipertexto, como anuncio de la teoría física de los universos paralelos de Hugh
Everett. Sobre este último aspecto se ha dicho que es el único caso en que una
idea literaria anuncia una teoría científica (Rojo, 2013). El cuento, además,
evoca el abismal caos de personajes e historias múltiples de Sueño en el pabellón rojo.
En el
ensayo “La muralla y los libros”, incluido en Otras inquisiciones, de 1952, Borges analiza cómo Shi Huangdi
establece la dinastía Qin, entre -221 y -206, para dar inicio a la era imperial
que se mantendrá por más de dos milenios, hasta 1912. La construcción de la
muralla y la quema de los libros se interpretan como el abuso grandioso y
patético de re-fundar la historia y como el anhelo, también patético, de
construir barreras mágicas contra el espacio y, peor aún, contra el tiempo.
Por otro
lado, las narraciones breves, con un estilo conciso y escueto evocan también el
estilo de los cuentos y fábulas chinas, que por su contenido fantástico se han
ganado el mote de prodigiosos en el imaginario popular mundial. Por paradójica
contrapartida, el espíritu realista del pueblo chino, su pragmatismo, su dócil
filosofía tan distinta en su forma a la seriedad casi agobiante de los
pensadores occidentales, atrajeron el fervor cognitivo de Borges.
En efecto,
el estilo breve de los cuentos populares es muy aceptado en China, país
acostumbrado a los relatos inmediatos y fabulosos desde tiempo inmemorial. En
este sentido, el estereotipo de cuento chino es el chéngyú, 成语, “frases hechas” que por lo general
constan de cuatro caracteres y presentan una breve historia. Los chéngyú se
usaron ampliamente en chino clásico y todavía son comunes en la escritura china
vernácula y en la oralidad.
Los cuentos
de Borges, por su estilo conciso, por su densa brevedad, resultaron de interés
para los lectores chinos (Alcoholado Felstrom, 2011). Sus relatos se empezaron
a difundir en China en 1979 y desde entonces han gozado de aceptación y en 1999
se publicaron las obras completas (Yu, 2018).
Poderosamente
vinculados a China están por ejemplo el ensayo “El idioma analítico de John
Wilkins”, en el que se hace referencia a la célebre enciclopedia de ficción Emporio celestial de conocimientos benévolos,
y “El sueño de la mariposa”, de Zhuangzi (Chuang Tzu), publicado en la Antología de la literatura fantástica.
La calidad
estimulante de la enciclopedia china apócrifa fue exaltada por Michel Foucault,
a quien se le ocurrió escribir Les mots
et les choses gracias a ella: “Ce livre a son lieu de naissance dans un
texte de Borges”.
Este libro
nació de un texto de Borges. De la risa que sacude, al leerlo, todo lo familiar
al pensamiento —al nuestro: al que tiene nuestra edad y nuestra geografía—,
trastornando todas las superficies ordenadas y todos los planos que ajustan la
abundancia de seres, provocando una larga vacilación e inquietud en nuestra
práctica milenaria de lo Mismo y lo Otro (Foucault, 1990: 9).
El lenguaje
(un sistema estático), para Borges, no se corresponde en absoluto con las cosas
(en permanente movimiento y cambio), y por tanto no es del todo adecuado para
describir el mundo. Un proyecto monumental como el de John Wilkins, aunque
condenado al fracaso por ser tan arbitrario como las lenguas ya vigentes, es digno
de candor o condescendencia. El artificio de hacer coincidir letras con
categorías es tan ingenioso como paupérrimo. Para crear un lenguaje perfecto,
que dé cuenta de cómo es el universo, tendríamos que conocer antes el universo.
Y el universo es algo que no conocemos.
Ya vimos
que Foucault admite con entusiasmo haberse inspirado en la enciclopedia china
de Borges, que lo divierte, lo desconcierta y lo desafía. De hecho, considera
que Borges es capaz de deconstruir y trastocar “todas las superficies y planos
que aplacan la frondosidad de los seres a nuestros ojos, haciendo que nuestra
práctica milenaria del Mismo y el Otro se tambalee y se inquiete durante mucho
tiempo” (Foucault,
1990: 11).
La
curiosidad de Foucault se ve estimulada por este fantasioso catálogo. La imposibilidad
de tal ordenamiento es de un tipo particular, ya que a cada una de las entradas
se le puede dar un significado específico, e incluso las que cobijan seres
fantásticos están legitimadas por su propia designación de “fabulosas”. Con
ello no se introduce ninguna monstruosidad o extrañeza: la imposibilidad en
cuestión no es la de la proximidad de estas entradas en el papel, ya que cada
una está aislada de las demás, sino la de la serie alfabética que las vincula
entre sí. Se elimina el lugar donde podrían estar juntos, la “mesa de
operaciones”, dice Foucault, al espacio que acoge los elementos de la lista. El
único lugar real en el que pueden coexistir es aquel en que, con un acto de
creación, Borges los consigna: “el no-lugar del lenguaje”. Además, la presencia
en ella de la entrada “incluido en la presente clasificación” revela otra
imposibilidad, la de determinar una relación estable de contenido dentro de la
clasificación.
Según
Foucault, ese desconcierto que provoca la risa al leer a Borges es similar al
“profundo malestar de aquellos cuya lengua está destruida: haber perdido el
elemento común al lugar y al nombre” (Foucault, 1990: 13). Surgen así las
preguntas en torno a las cuales se desarrolla la obra: ¿cuál es ese elemento
común?, ¿según qué criterios de identidad y similitud hemos distribuido y unido
tantas cosas diferentes e iguales en el mundo?, ¿qué es esta coherencia -de la
que es fácil comprender inmediatamente que no está determinada por una
concatenación a priori y necesaria, ni impuesta por un contenido inmediatamente
sensible? Ciertamente, esta coherencia proviene de un entorno cultural, y el
objetivo del estudio de Foucault es, ante todo, anular este entorno, para
identificar y analizar “la experiencia desnuda del orden y sus modos de ser”
(Foucault, 1990: 14).
Desde Las palabras y las cosas, entonces, se
ha considerado a la enciclopedia china de referencia como una pura invención de
Borges. Pero, de hecho, no es totalmente así, sino más bien su versión burlesca
de descripciones que Borges ha encontrado en la Enciclopedia Británica. El Emporio
celestial de conocimientos benévolos de Borges, tal vez, no habría
alcanzado la notoriedad de la que ahora goza, si Michel Foucault no lo hubiera
utilizado como punto de partida para meditar sobre “las palabras y las cosas”.
Desde entonces muchos investigadores han tratado de deslindar hasta qué punto
Borges “inventó” esta enciclopedia tan extraña escudriñando las obras de Franz
Kuhn, a las que se refiere Borges como la fuente de la que habría extraído la
descripción de la mentada enciclopedia china. En “El idioma analítico de John
Wilkins”, este filósofo intenta construir un lenguaje cuyas expresiones describan
sus referentes con un sistema en apariencia muy simple donde divide el universo
en categorías divisibles a su vez en especies.
Esas
ambigüedades, redundancias y deficiencias recuerdan las que el doctor Franz
Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de
conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los
animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c)
amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h)
incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j)
innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (1)
etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas (Borges,
1974:708).
La
improbabilidad de esta clasificación es hilarante, y bastaría ese “etcétera”
para establecer un entendimiento entre autor y lector sobre la matriz irónica
que la inspira, sobre un tipo de ironía que juzga pero no niega, al contrario,
refuerza la certeza de su existencia; sin embargo, el lector desmonta esa
certeza y cree que todo es una ficción cómica hecha pasar por verdadera. Como
si Borges pusiera de manifiesto que a veces es divertido jugar con la
“l’illusion comique”, con la grata “suspensión de la incredulidad”.
Tal vez sorprenderá saber que las enciclopedias chinas
existieron realmente, aunque debe observarse que la forma en que se conservan
no se corresponde exactamente con la de Borges. Las “enciclopedias chinas” o lèishū (類書),
en efecto existieron y
datan de la dinastía Song (960-1280). Eran una compilación de los textos más
antiguos, apreciados y utilizados por los eruditos para preparar las
competiciones imperiales del mandarinato o para llevar a cabo ciertas misiones.
Desde el año 1000 aproximadamente, estas colecciones tradicionales han
transmitido un enfoque epistemológico específico para explorar los
acontecimientos y los fenómenos. A partir de mediados del siglo XIII, bajo el
imperio mongol, se desarrollaron nuevos tipos de enciclopedias, algunas de las
cuales, debido a la expansión de la imprenta, la alfabetización y la cultura
del libro impreso, alcanzaron un gran número de lectores. Debe aclararse que
estas lèishū (類書) no eran equivalentes perfectos de
las enciclopedias occidentales, sino un corpus de documentos que los
especialistas podían consultar con frecuencia.
Así las
cosas, el Emporio celestial de conocimientos benévolos no es una
invención que surge de la nada. No sin algo de conciencia de ello, Borges
produjo la transformación de un tema que ya tenía una existencia milenaria. Su
desconcertante taxonomía adopta el tono de una impecable escrupulosidad
filológica e histórica, lo que permite erigirse en unos de los casos más
representativos del fino humor y de la ironía de Borges, los cuales permiten
jugar con la idea de que de verdad hubo una “cierta enciclopedia china”
estudiada por el Doctor Kuhn, aunque en el fondo nos demos cuenta de que no la
hubo (Balderston, 1996).
Otra fuente
china que es casi ubicua en la obra de Borges es el “El sueño de la mariposa”.
El brevísimo relato del filósofo del siglo –IV Zhuangzi, que aparece por
ejemplo en la Antología de la literatura
fantástica (con el nombre de Chuang Tzu), puede interpretarse como un referente a
partir del cual Borges desarrolla varios de los ensayos y cuentos que giran
alrededor del tiempo, la duplicidad, la simultaneidad y los universos
paralelos, en definitiva, alrededor de la idea de que todos y cada uno nosotros
puede ser el sueño de otro, como en “Las Ruinas Circulares”.
Chuang Tzu soñó que era una mariposa.
Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era
una mariposa y estaba soñando que era Tzu (Borges, Bioy y Ocampo, 1990:
158-159).
“El Sueño de una Mariposa”, del
pintor Lu Zhi (c. 1550)
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Libro_de_Zhuangzi
Uno de los libros que Borges se llevó de Ginebra
después de su paso por esa ciudad en su adolescencia fue Chuang Tzu, mystic moralist and social reformer, de 1889), escrita por Herbert
Giles. El relato sobre el sueño de la mariposa que aparece en ese libro es
objeto de numerosos y variados análisis y aparece también en otra antología, Cuentos breves y extraordinarios, de
Borges y Bioy Casares. Esta historia despertó en Borges múltiples inquietudes,
que replicó en muchos otros cuentos dando alas a su desbordante imaginación y a
su constante preocupación por el significado de la palabra, por lo que fluye,
la problemática del tiempo, la oposición sueño-realidad, la perenne
constitución rítmica del Universo, todas cuestiones fundamentales de la
filosofía china (Granet,
1959: 84-85).
Zhuangzi enseñaba que la iluminación proviene de la
comprensión intuitiva de que todo es uno y de que el Tao es ilimitado y las
palabras no pueden describirlo. Decía que las palabras son como una red de
pesca: una vez atrapado el significado, hay que olvidarse de las palabras, al
igual que la red sólo sirve para atrapar al pez, pero puede dejarse de lado una
vez que se ha atrapado al ansiado pez. Pensaba que el mundo es cambiante y que
es necesario aprender a adaptarse. Es inevitable no asociar esta idea con tesis
fundamentales de la literatura (de la filosofía) de Borges: “un hombre es todos
los hombres”, “yo soy los otros”, “nadie sabe quién es”.
En la última versión de la doctrina idealista, la de
Hume, se sostendría que en el momento del sueño no existía Zhuangzi, ni la cama
en la que soñaba, ni siquiera la habitación oscura que lo cobijaba, sino sólo
los colores del sueño y la dudosa certidumbre de ser una mariposa. Hablar de
sujeto soñador y objeto soñado sería una duplicación innecesaria para Hume,
como lo es según Borges la asignación de una coordenada temporal al suceso
ocurrido. De hecho, ¿qué sentido tiene una determinación cronológica para un
sueño?
Además, dada la fama proverbial del sueño del filósofo
chino en su propia tierra, no es imposible que un individuo que lo leyera
soñara una noche que era Zhuangzi soñando que era una mariposa, y que este
nuevo sueño replicara perfectamente el anterior. Pues bien, estos dos momentos
son idénticos y parece obligatorio considerarlos el mismo instante. Después de
siglos, en la sucesión de instantes, se produciría un largo pliegue que lo
aniquilaría. ¿No sería ese hipotético soñador uno solo con Zhuangzi (o lo que
sabe de él)? La negación de ambas condiciones es imposible: pues la repetitividad
inherente a cada una de nuestras experiencias vitales es evidente, mientras que
es necesario conceder la posibilidad de que algunos momentos de la existencia
de un hombre (que puede no percibir como repeticiones) sean de hecho idénticos
a algunos momentos de la vida de otro hombre, que vivió incluso milenios antes.
Asumiendo esta doble imposibilidad, se deduce que el tiempo no puede
conformarse de ninguna manera como una sucesión lineal de instantes. A lo largo
de “Nueva refutación del tiempo” (un título oximonórico que evoca estas
duplicaciones y paradojas), Borges reelabora de varias formas su argumentación
de que el tiempo no existe o, de un modo más sutil, que eso que concebimos como
tiempo no es un atributo inherente al mundo físico sino a nuestra conciencia.
Después de haber hecho la corrección a la doctrina
idealista y con el añadido de su argumento original, el pensamiento de Borges
sobre el tiempo puede resumirse, quizá, por medio de conceptos de que
Schopenhauer despliega en El mundo como voluntad y
representación: La forma de la apariencia de la voluntad es sólo el
presente, no el pasado ni el futuro. El pasado y el futuro no existen sino por
el concepto y el encadenamiento de la conciencia, sujeta al principio de la
razón. Lo único que existe es en efecto el presente.
Se disuelve así la concepción del tiempo como sucesión
de instantes compartidos por todos los seres, que debe dar paso al concepto más
adecuado de “presente eterno”, absolutamente ajeno a los demás presentes. Esta
disolución, que sumada a lo que ya sabemos del caótico cosmos borgeano, puede
parecer nihilista o pesimista, es en realidad “desesperación aparente y
consuelo secreto”:
And yet,
and yet. . . Negar
la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son
desesperaciones aparentes y consuelos secretos. Nuestro destino (a diferencia
del infierno de Swedenborg y del infierno de la mitología tibetana) no es
espantoso por irreal; es espantoso porque es irreversible y de hierro. El
tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me
arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el
tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo,
desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges (Borges, 1974:
771).
Borges dice
en el epílogo de Otras Inquisiciones
que encontró en su espíritu una tendencia a estimar las reflexiones filosóficas
y religiosas a partir de su valor estético, e interpreta esa tendencia a favor
de un escepticismo esencial. Aún así, sin dejar de entender lo que dice, no
podemos dejar de creer en el conocimiento cuando discernimos un profundo motivo
filosófico en todos sus cuentos, diálogos, poemas, milongas… La propia
tendencia de su prosa lo une tanto a la filosofía como a la literatura.
La madurez
teórica de Borges surgió tal vez en la profundidad con la que interpretó la
praxis literaria. Así se presentan dos grandes temas filosóficos abordados por
Borges. Uno de ellos es el tiempo, una constante en la metafísica desde
Aristóteles. El segundo es el yo, la conciencia individual, que ha aparecido
quizá más recientemente. En el tratamiento de ambos temas surge con mayor
claridad ese cosmos borgesiano que es un laberinto inconmovible y carente de
certezas.
Si se
considera entonces el problema del yo, de la conciencia individual, que tanto
le importaba a Borges en paralelo con el orden general del universo, nos
topamos aquí con el punto de partida y el punto de apoyo fundamental de todo
escéptico: la clausura dentro de su propia conciencia. Pero lejos está Borges
de quedarse encerrado allí, porque promueve un concepto de cultura inspirador:
como un sistema de conocimientos destinado a calmar la angustia provocada por
la condición existencial del escéptico.
Estas notas
pueden retomar el punto en el que empezaron. Hay al menos tres rasgos muy
interconectados entre sí que son comunes a la cosmovisión del pensamiento chino
y a los textos de Borges. En primer lugar está la orientación hacia la cultura
general y no hacia el ordenamiento de los valiosos contenidos informativos en
disciplinas diversas. En segundo lugar, está la tendencia a la sabiduría intuitiva
y holística y no a la fe en la correspondencia directa entre las expresiones
lingüísticas y el mundo. En tercer lugar está la orientación a fundir a la
persona con los otros y con el universo en general por encima del anclaje en la
persona individual.
Sin dejar
de ser analítico y racional, como Schopenhauer o Spinoza, Borges de algún modo
está en armonía con estos conceptos fundamentales del pensamiento chino:
Un orden único
preside la vida universal, pero se realiza concretamente por el Acuerdo, que no
se expresa abstractamente por la ley. La naturaleza y el orden de la naturaleza
están en Armonía (Granet, 1959: 20).
En esta
línea, también están subyacen las conexiones con la recurrente noción de
Armonía de Confucio y la eterna tensión entre el yin y el yang (que a su vez
evocan el corsi e ricorsi de Vico).
Con respecto a la concepción del tiempo y del espacio, Granet ha dicho que para
la cosmovisión china el tiempo y el espacio “no son concebidos como dos medios
homogéneos aptos para alojar conceptos abstractos” (Granet, 1959: 78) sino que
se representan como “un conjunto de agrupamientos concretos y diversos, de
sitios y de ocasiones” (Granet, 1959: 66). Lo que hay, en efecto es “un
Espacio-Tiempo concreto forma la trama de un universo infinito” (Granet, 1959:
119). En definitiva, nos movemos “en un mundo de símbolos hecho de
correspondencias y oposiciones que basta, cuando se quiere obrar o comprender,
con hacerlo funcionar” (Granet, 1959: 99).
Así las
cosas, Borges deconstruye, transforma y vuelve a construir, nos entrega una
serie de historias que se abren a infinitos decursos y finales. Él los toma e
intuye misteriosamente a muchos (no a todos) porque juega con el tiempo, con el
espacio, convoca lugares y tiempos simultáneos, como en el “Jardín de senderos
que se bifurcan”.
Para
decirlo de nuevo, los senderos que fatiga en sus propios textos proponen
también lo que denominaríamos hoy una forma de Internet literaria. La propuesta
de finales o continuaciones siempre abiertos parece tan propia del estilo de
Borges como del estilo de los cuentos chinos, cuyos orígenes se remontan al
albor de la historia.
Borges
escribió alguna vez así, sobre esta forma recorrer los senderos:
María Kodama
y yo hemos errado por el globo de la tierra y del agua. Hemos llegado a Texas y
al Japón, a Ginebra, a Tebas y ahora para juntar los textos que fueron
esenciales para nosotros, recorreremos las galerías y los palacios de la
memoria, como San Agustín escribió (Borges, 1988: 5).
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https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14771
NINGÚN LUGAR ES UN LUGAR
Borges en la poesía china contemporánea
NO PLACE
IS A PLACE
Borges in Contemporary Chinese poetry
NENHUM LUGAR É um LUGAR
Borges
na poesia chinesa contemporânea
Miguel Ángel
Petrecca
(Beijing
Language and Culture University, China)
Recibido: 25/01/2023
Aprobado: 28/02/2023
RESUMEN
El presente
trabajo analiza la relación entre Borges y la poesía china contemporánea, y más
concretamente la poesía de la llamada “tercera generación”, partir de una serie
de poemas centrados sobre la figura del escritor argentino. Insertos dentro de
lo que ha sido descrito como una especie de subgénero en la poesía
contemporánea, el de los “poemas conmemorativos de los grandes maestros
occidentales”, estos ofrecen una buena perspectiva desde la cual analizar la
construcción de la imagen de Borges y la relación que los poetas chinos
establecen con esa imagen. Tras una breve introducción y un segundo punto en el
cual introduciremos brevemente algunas características de la poesía china contemporánea,
en el tercer apartado presentaremos sucintamente la recepción de la obra de
Borges en China y entre los poetas chinos, antes de pasar, en el último punto,
al análisis de cuatro poemas que vehiculizan, entre otras, cuestiones sobre el
rol del poeta y de la poesía y sobre la oposición entre lo local y lo
universal.
Palabras clave:
Borges. poesía china contemporánea. tercera generación. World Poetry. poemas conmemorativos.
ABSTRACT
This paper
analyzes the relationship between Borges and contemporary Chinese poetry, and
more specifically the poetry of the so-called "third generation",
based on a series of poems which focus on the figure of the Argentine writer.
Inscribed within what has been described as a kind of subgenre in contemporary
poetry, that of "poems commemorating the great Western masters", they
offer a good perspective to analyze the construction of the image of Borges and
the relationship that Chinese poets establish with that image. After a brief
introduction and a second point in which we will briefly introduce some
characteristics of contemporary Chinese poetry, in the third section we will
present the reception of Borges' work in China and among Chinese poets, before
moving on, in the last point, to the analysis of four poems which raise, among
others, questions about the role of the poet and of poetry and about the
opposition between the local and the universal.
Keywords: Borges. chinese contemporary poetry. third generation. World Poetry. commemorative poems.
Resumo
Este artigo analisa a relação de Borges com a poesia chinesa contemporânea, mais especificamente a poesia da chamada “terceira geração”, a partir de uma série de poemas centrados na figura do escritor argentino. Inseridos no que tem sido descrito como uma espécie de subgênero da poesia contemporânea, o dos "poemas comemorativos dos grandes mestres ocidentais", estes oferecem uma boa perspectiva para analisar a construção da imagem de Borges e a relação que os poetas chineses estabeleceram com essa imagem. Após uma breve introdução e um segundo ponto em que apresentaremos brevemente algumas características da poesia chinesa contemporânea, na terceira seção apresentaremos brevemente a recepção da obra de Borges na China e entre os poetas chineses, antes de passar para o último ponto, para a análise de quatro poemas que trazem, entre outras, questões sobre o papel do poeta e da poesia e sobre a oposição entre o local e o universal.
Palavras-chave: Borges. poesia chinesa contemporânea. terceira geração. Poesia do Mundo. poemas comemorativos.
1. Introducción
El presente
trabajo se propone estudiar la relación entre Borges y la poesía china
contemporánea a partir del relevamiento y análisis de una serie de poemas que
tienen como tema la figura del escritor argentino. No es nuestro objetivo, en
ese sentido, evaluar concretamente la influencia de su literatura en la poesía
china contemporánea, sino más bien analizar la imagen que surge de la lectura
de estos poemas y la relación que los poetas mismos establecen con esa imagen,
o la forma en que la insertan en su discurso poético. En su artículo
“Transcultural Translation/Transference in Contemporary Poetry”, Yang Xiaobin
ha mostrado cómo la escritura de poemas acerca de o en memoria de los “maestros
literarios occidentales” es una tópico común de la poesía china contemporánea,
un subgénero en sí mismo, dentro del cual es posible encontrar poemas dedicados
a una larga lista de poetas que incluyen, entre otros, Marina Tsvetaeva, Ossip
Mandelstalm, Holderlin, Sylvia Plath, Charles Baudelaire o Ezra Pound. Borges
es, junto con Neruda y en menor medida Lorca, tal vez el único escritor de
lengua hispana que figura dentro de esta lista, y la cantidad de poemas que le
han sido dedicados lo coloca entre las figuras más recurrentes. Yang Xiaobin
apunta que, dado el desequilibrio en la relación entre China y Occidente desde
el siglo XIX, esta conexión poética debe ser entendida menos como un diálogo
equilibrado que como un intento de traducción del imaginario artístico
occidental en el contexto chino. Los poetas chinos, señala, no están
simplemente homenajeando a sus maestros literarios o intentando emular su
estatus cultural:
They are
also expressing their own experiences of contemporary China, experiences that
are to some degree comparable to those of their foreign counterparts. In other
words, this poetic genre represents a desire for cultural translation that
converts the non-native authoritative voices into distinctive indigenous voices
with Chinese accents (Yang, 2009: 43).
Yang Xiabin analiza
este fenómeno a la vez como traducción y como transferencia (en el sentido
psicoanalítico) cultural y lo relaciona con el proceso de occidentalización
iniciado a partir del fin del maoísmo y el comienzo del proceso de apertura y
reforma. En la década del ochenta, explica, la cultura occidental, y
especialmente la cultura occidental moderna, era considerada como una suerte de
cura para la enfermedad china, en la estela de los traumas dejados por la
Revolución Cultural. Los poemas dedicados a Borges que veremos aquí fueron
escritos y publicados durante la década del noventa, en un contexto ligeramente
distinto, marcado, entre otras cosas, por la aceleración del proceso de
modernización y el ingreso a la economía de mercado de la sociedad china, el
auge de la cultura de masas y la consecuente crisis del rol del poeta y de la
poesía. La persistencia de este género de poemas conmemorativos, incluso en la
actualidad, muestra, sin embargo, que las premisas que facilitaron su
surgimiento siguen en pie.
Vale la pena
aclarar de entrada que nuestro corpus no sólo estará limitado a la poesía china
escrita en China continental (dejando de lado por tanto, principalmente,
Taiwán), sino que además se restringirá fundamentalmente, dentro de la poesía
china continental, a los poemas escritos por poetas de la llamada “tercera
generación” (di san dai shiren 第三代诗人) o “poetas post-menglong”, es decir,
aquellos que empezaron a escribir a comienzos de los ochenta en la estela de
los poetas “menglong” (朦胧) u “oscuros”. Las razones para esta limitación
tienen que ver con la búsqueda de cierta perspectiva y unidad. Se trata, en
efecto, de una generación en actividad de manera continua desde hace ya más de
cuarenta años, y es también aquella cuyos comienzos coinciden en gran medida con
los comienzos del proceso de apertura en China y, concretamente, la
introducción de Borges en el país asiático. Asimismo, esta generación ha estado
atravesada por debates intensos sobre el vínculo de la poesía china y la poesía
occidental, sobre la tradición o sobre el lugar de la poesía china en sistema
de la poesía mundial, cuestiones muy presentes también en la reflexión de
Borges sobre la literatura, y a la luz de las cuales es posible también pensar
la relación entre el escrito argentino y la poesía china contemporánea.
Nos
concentraremos sobre cuatro poemas, todos ellos escritos durante la década de
los noventa, a sabiendas sin embargo de que esta selección está lejos de agotar
la lista de poemas “a Borges” o “sobre Borges” escritos por los poetas de esta
generación. Por este motivo, en anexo daremos una lista ampliada que permita
tener también una visión más cabal de este fenómeno.
2. La poesía china contemporánea
La poesía china
contemporánea tiene su punto de partida en la década del setenta y sus orígenes
remontan a los años turbulentos de la Revolución Cultural. Si los diversos
movimientos que sacudieron el campo intelectual y artístico chino durante el
periodo maoísta, desde la campaña de rectificación de 1942 o el movimiento
antiderechista de 1957 hasta el Gran Salto Adelante de 1958, contribuyeron a
reducir cada vez más el espacio autónomo del arte y la literatura, el inicio de
la Revolución Cultural en 1966 supuso no sólo la desaparición de cualquier
resto de autonomía, sino también el cierre de lo que podía considerarse un
campo literario. En otras palabras, durante este periodo, y más concretamente
durante los años 1967-1971, como observó Fokkema en 1973, la escena literaria y
poética china se encontró completamente desierta (Fokkema, 2003: 602). Y, sin
embargo, fue entonces, en un momento en que las condiciones para la producción
literaria eran más desfavorables que nunca, cuando la reconstrucción del mundo
poético chino comenzó a insinuarse a través del advenimiento de una literatura
subterránea (dixia wenxue 地下文学), o más precisamente, un espacio para la
producción y circulación de textos literarios más allá de la esfera pública y
oficial.
Como explica
Maghiel Van Crevel, esta escena subterránea había empezado a surgir alrededor
de los primeros años de la década de 1960, vinculada estrechamente a los
cambios en el clima político a finales de la década de 1950. En primer lugar,
las catastróficas consecuencias del Gran Salto Adelante habían socavado el
poder de Mao y sacudido la confianza de los intelectuales y escritores,
haciéndolos más receptivos a las influencias heterodoxas; en segundo lugar, la
pérdida de parte del poder de la facción maoísta a favor de la facción
pragmática había llevado a una relajación del control político sobre la esfera
intelectual y cultural. El caos de la Revolución Cultural no hizo sino reforzar
las condiciones para el desarrollo de esta escena clandestina, profundizando el
escepticismo hacia el Partido y relajando aún más el control sobre los “jóvenes
instruidos” (zhiqing 知青) que eran su epicentro. El acceso a los
“libros de tapas amarillas” (huangpishu 黄皮书) también contribuyó a que la poesía madurada en
este espacio alternativo se desarrollara al mismo tiempo en una dirección que
se apartaba radicalmente de las líneas impuestas por la estética ortodoxa (Van
Crevel, 1996). Estos libros eran en su mayoría obras occidentales que habían
sido traducidas a partir de la década de 1960 como “material de referencia
interna” (neibu cailiao 内部材料), es decir, material originalmente
destinado a circular dentro del ámbito restringido de los funcionarios del
partido. El caos de la Revolución Cultural había contribuido a la dispersión y
circulación de esta literatura prohibida entre los “jóvenes instruidos”, que la
aprovecharía para crear poesía al margen de la oficial. En este sentido, como
señala Yu Yang (2009), la escritura clandestina de la época de la Revolución
Cultural está muy vinculada a la influencia de la literatura modernista
occidental tal y como aparecía en estos “materiales de consulta interna.” Vale
la pena señalar, sin embargo, que todo indica que la literatura de Borges,
todavía sin traducir en ese entonces, no formaba parte de esa bibliografía
clandestina.
El fin del
periodo maoísta y la relativa apertura que siguió a la llegada al poder de Deng
Xiaoping crearon posteriormente las condiciones para que esta producción
heterodoxa saliera a la luz. La aparición de la revista Jintian 今天 (Hoy)
en diciembre de 1978 marcó la transición a esta nueva etapa. Lanzada por jóvenes
poetas que habían participado activamente en los primeros momentos de la
Revolución Cultural y que luego habían sido enviados de vuelta al campo como
“jóvenes instruidos”, la revista fue la primera publicación literaria no
oficial que apareció en China. Representa, pues, un momento emblemático en la
historia no sólo de la poesía china, sino también de la literatura china del
nuevo período. Jintian fue efectivamente, como señala Van Crevel, la
pieza fundamental en la formación de un espacio literario no oficial. Para los
jóvenes poetas significó, en primer lugar, el paso de un modo de circulación a
pequeña escala, con manuscritos distribuidos de mano en mano, a otro en el que
los textos se reproducían ahora mecánicamente y se distribuían sólo fuera de los
círculos de conocidos (Van Crevel, 1996). Después de 1983, estos poetas,
tachados de “menglong” u “oscuros” por sus detractores, dejaron de
existir como grupo y la novedad de su poesía tendió a disminuir. En parte
porque sus rasgos más distintivos habían empezado a ser imitados en todas
partes, y en parte porque, aunque había sido uno de los blancos de la “Campaña
contra la contaminación espiritual” (Qingchu jingshen wuran 清除精神污染) que recorrió el país entre 1983 y 1984,
la poesía menglong se estaba institucionalizando.
Más importante
aún fue la aparición de toda una nueva generación para la que los poetas menglong,
en virtud de su institucionalización y su posición emergente en el centro del
campo literario, se habían convertido en el adversario a combatir y vencer.
Estos poetas, a menudo denominados “la nueva ola de la poesía” (xin shichao
新诗潮), “los
poetas postmenglong” (houmenglong shiren 后朦胧诗人), o "los poetas de la tercera
generación" (di san dai shiren 第三代诗人) eran, en cuanto a su experiencia generacional,
bastante distintos de sus predecesores inmediatos, ya que, en general, habían
nacido en la década de 1960 y, por tanto, no habían vivido realmente los años
de la Revolución Cultural, que habían sido una experiencia decisiva para
aquellos. El humanismo y el heroísmo característicos de la poesía de los poetas
menglong, así como su antagonismo con el poder (la alteridad política),
ya no estaban a la orden del día. Los jóvenes poetas que surgieron en forma de
grupos y sociedades de poesía en los campus universitarios de todo el país
exploraban un modo de expresión más poético en sentido formal y más cercano a
la vitalidad de la experiencia individual tanto en sus motivos como en su
sensibilidad. La idea de la poesía pura (chunshi 纯诗) se convierte así en el principal objetivo y
fuerza de esta nueva generación, que toma como consignas el llamamiento al
“retorno a la poesía misma” (huidao shige benshen 回到 诗歌自身) y el llamamiento a “volver a la
lengua" (huidao yuyan 回到 语言).
La poesía post-menglong,
a diferencia de la de sus predecesores, no puede reducirse a una escuela o
poética concreta. Las diversas etiquetas utilizadas (post-Menglong, “poetas de
tercera generación”, etc.) incluyen un amplio abanico de grupos, tendencias y
voces individuales que, en conjunto, constituyen una nueva multiplicidad. Los
65 grupos que figuran en la “Gran Exposición de Grupos Poéticos Modernistas
Chinos de 1986” (Zhongguo shitan 1986 xiandai shi qunti dazhan 中国诗坛1986现代诗群体大展), organizada por el poeta y crítico Xu Jingya 徐敬亚, hablan a las claras de esta
multiplicidad. No obstante, en medio de esta gran diversidad se aprecian dos
tendencias principales, hacia 1985-1986: por un lado, lo que los críticos
llamaron “la corriente de la vida” (shenghuo liu 生活流); por
otro, la de los poetas influidos por la “escuela de la búsqueda de las raíces”
(xungen pai 寻根派).
A partir de 1987,
el campo poético inicia un proceso de reestructuración que anticipa algunos de
los desarrollos de los años 90. A medida que la tendencia xungen
desaparece, surge en escena otro grupo de poetas con énfasis en ciertos
principios estéticos (“orden” 秩序, “control” 节制) y la
reivindicación del carácter intelectual del poeta. Reunidos primero en torno a
la revista Tendencia (Qingxiang 倾向),
fundada por los poetas Xi Chuan 西川, Chen Dongdong 陈东东 y
Laomu 老木, estos poetas forman el primer núcleo de lo que
en la década de 1990 se convertiría en el campo de la poesía intelectual (zhishifenzi
shiren 知识分子诗人). Su
aparición anticipa la reconstitución del campo de la poesía a partir de la
oposición entre dos bandos opuestos: el de los “poetas intelectuales” antes
mencionados y el de los “poetas minjian” (民间诗人) o “populares”. El enfrentamiento entre estos dos
grupos llegará a su clímax a fines de la década del noventa, con el estallido
de una polémica violenta que girará, entre otras cuestiones, en torno a la
acusación lanzada por los poetas minjian a los poetas “intelectuales”
sobre su dependencia de la poesía occidental. Los cuatro poetas cuyos poemas
leeremos más adelante en este artículo se encuentran, en mayor o menor medida,
asociados a la tendencia “intelectual.”
3. Borges en China
Lo dicho para la
evolución de la poesía en el período maoísta se aplica naturalmente, en
términos generales, para la traducción. Como explica Lou Yu, en el período que
va de 1949 a 1979, y especialmente a partir del estallido de la Revolución
Cultural, la traducción estuvo dominada por factores ajenos al campo literario,
y la elección de la casi la totalidad de las obras traducidas estuvo
determinada por afinidades políticas e ideológicas.
Es recién a
partir del comienzo del proceso de apertura y reforma, en 1979, cuando se
produce la entrada masiva de la literatura extranjera en China, basada esta vez
en criterios no ideológicos, lo que cambiará radicalmente la faz de la escena
literatura china. En ese marco, las primeras traducciones de Borges, más
específicamente de su narrativa, empiezan a circular rápidamente en China. Así,
en febrero de 1979, cuatro cuentos traducidos por Wang Yangle 王央乐 (“El jardín de senderos que se bifurcan”,
“El Sur”, “El evangelio según San Marcos” y “Tigres azules”[43]) son publicados en la revista Literatura
y Arte extranjero (Waiguo wenyi 外国文艺).
La aparición de
las primeras traducciones de su poesía tiene lugar dos años más tarde, con la
publicación de un puñado de poemas en la revista Literatura mundial (Shijie
wenxue 世界文学). Se trata de “Despedida”, “Arte poética”, “Oda
escrita en 1966”, “El oro de los tigres” y “El ciego”. Mientras que habrá que
esperar hasta mediados de los noventa para la recopilación en libro de una
parte de su poesía, una antología de sus cuentos, traducidos por Wang Yangle,
ve la luz ya en 1984.
Más allá de la
influencia visible que la narrativa de Borges tendrá sobre la emergente
narrativa china de vanguardia, influencia que la crítica ha analizado
abundantemente y que los mismos narradores se han ocupado de reivindicar, un
poema de Wang Ziliang, “La lluvia de julio en Pekín” (Beijing qiyu zhi yu 北京七月之雨),
publicado en 1985 en el tercer número del Períodico de poesía (Shikan
诗刊) sirve como indicio de la circulación y lectura
de este libro, en forma muy temprana, más allá del círculo restringido de los
narradores.
El colectivo 19 me salpica agua de lluvia
mojándome el bolso
en cuyo interior guardo un ejemplar de los cuentos de Borges
十九路车溅起一片雨水
湿了我的挎包
里面有博尔赫斯的小说集
Según el poeta Xi
Chuan, de hecho, entre mediados o fines de los ochenta y comienzos de los
noventa una pequeña fiebre de lectura de Borges habría atravesado el mundo
intelectual chino, incluyendo el ambiente poético. “Las tres grandes
influencias de ese momento en China”, recuerda Xi Chuan, “eran Borges, Joyce y
García Márquez. Varios escritores chinos, como Ma Yuan y Ge Fei, recibieron la
influencia de Borges.”
当时对中国影响非常大的人,号称“三斯”,博尔赫斯、乔伊斯和马尔克斯。一些中国的作家,像马原、格非,都受到博尔赫斯的影响.
Wang Jiaxin es el
primero, entre los poetas, en discutir en un ensayo la poesía de Borges. En su
texto “Waiguo xiandai shi zhaji 外国现代诗札记” [Poesía extranjera moderna. Notas de lectura],
de 1989, dedica una breve sección al poema de Borges “El otro tigre”, como
punto de partida para una reflexión sobre la creación poética. El poeta, dice
Wang Jiaxin, muestra ahí la búsqueda de un “tercer tigre”, diferente al tigre
de carne y hueso y al tigre de palabras, pues estos dos no pueden satisfacer
del todo el deseo profundo del hombre. Este tercer tigre “existe sólo en la
fantasía del corazón” (只存在于心灵梦想中的) y “está casi al margen de cualquier
posibilidad de expresión” (几乎是不可表达的) (Wang Jiaxin, 1989: 69).
Otros poetas,
como Xi Chuan, Ouyang Jianghe, Ge Mai, escribirán sobre Borges en sucesivos
ensayos, y las huellas de su lectura están presentas también en los poemas de
la época. Ejemplo de esto es el poema “Entre el chino y el español” (Hanying
zhi jian 汉英之间) de Ouyang Jianghe, de 1989
En la
pronunciación del habla local,
en el dialecto unido como un cristal,
en la fusión entre lengua moderna y
antigua
mi boca era una ruina circular,
mis dientes se hundían en el vacío
sin encontrar el hueso.
在本地口音中,在团结如一个晶体的方言
在古代和现代汉语的混为一谈中,
我的嘴唇像是圆形废墟,
牙齿陷入空旷
没碰到一根骨头。(Ouyang Jianghe,
2013: 20)
Si se trata de
una simple alusión al cuento “Las ruinas circulares”, y no puede tomarse por
tanto como señal de una influencia profunda, sí que se sugiere cierta confianza
en un conocimiento compartido, que les permitiría a los lectores detectar el
guiño intertextual. La aparición también de los primeros poemas dedicados a
Borges, sobre los que hablaremos en la siguiente sección, sugieren lo mismo.
Sin embargo, según Xi Chuan, para mediados y finales de la década de los
noventa la fiebre borgeana había pasado.
Si seguías leyendo a Borges los demás podían pensar que
estabas fuera de moda. El período de la lectura de Borges ya había quedado
atrás. Que a un autor se le ocurriera mencionar delante de otro autor el nombre
de Borges podía ser un motivo de “pérdida de imagen.” Nosotros estamos
leyendo a tal y tal. ¿Cómo puede ser que sigas leyendo a Borges?
你再说博尔赫斯的话别人会觉得你已经过时了,这一段对博尔赫斯的阅读已经过去了。一个作家如果跟别人谈博尔赫斯,都变成一件丢脸的事,我们都读谁谁谁了,你怎么还在读博尔赫斯? (Xi Chuan, 2014)
Más allá de la
afirmación de Xi Chuan, es innegable que entre mediados y fines de la década de
los noventa la circulación de la obra de Borges en China, lejos de detenerse,
se acelera y se amplía. Un año clave, en ese sentido, es el de 1999, cuando
tiene lugar la publicación de las Obras completas en cinco tomos (uno de
cuentos, dos de poesía, dos de ensayos), proyecto que sólo se verá superado con
el vasto plan de publicación de sus obras completas en cuarenta volúmenes,
lanzado en 2015 por la editorial Shanghai Translation Publishing House.
Como señala Wu
Hao (2015), la discusión sobre el impacto de Borges en la literatura china se
ha centrado mayormente en la cuestión de su influencia sobre la narrativa
china, mientras que casi no se ha prestado atención a la importancia que puede
haber tenido para los poetas chinos. Esto puede estar relacionado, en primer
lugar, con la cuestión de la circulación de la poesía de Borges durante los
primeros años de su entrada en China, ya que la primera publicación en libro de
sus poemas, como ya hemos dicho, tuvo que esperar hasta 1996[44].
Antes de esa
fecha, el conocimiento de la poesía de Borges estaría limitado al que pudieran
obtener a partir de poemas sueltos publicados en diferentes revistas, lo cual
implica que, para muchos, su imagen como narrador primaba sobre su imagen como
poeta.[45] Xi Chuan también señala en el texto ya
citado la diferencia entre la recepción de Borges entre los poetas y los
narradores. Para Xi Chuan Los narradores chinos influenciados por Borges se
habrían limitado simplemente a adoptar los “trucos” del autor argentino, es
decir, lo que Xi Chuan llama ahí “la estructura de cajas chinas” de los cuentos
de Borges, entendido como una alternativa a la forma de narración lineal.
Leyendo a Borges,
dice Xi Chuan, los narradores chinos habrían descubierto de golpe una
alternativa a la narrativa realista, decimonónica, que había constituido hasta
ese momento el modelo principal. Para los poetas, en cambio, la lectura de
Borges ofrecía otra cosa.
Los poetas entendieron
a Borges más desde un nivel espiritual, la relación de Borges con la
civilización, su relación con la cultura, con las cosas del pasado, y asimismo
la actitud de Borges hacia el trabajo literario, por ejemplo el hecho de que
fuera “una persona que cuenta sílabas.” En la poesía china las sílabas no
importan, porque para empezar el chino no es una lengua fonética (拼音文字), lo cual no quiere decir que carezca de
musicalidad; pero esa actitud de Borges hacia el trabajo, quizás resulta una
gran inspiración para los poetas. Asimismo, su forma de observar la realidad,
su interés por el misticismo, su interés por el universo, su comprensión del
continente americano, cómo entendía finalmente la literatura.
诗人可能更多地从精神层面上理解博尔赫斯,博尔赫斯跟文明之间的关系,他跟文化的关系,跟过去的东西,还有博尔赫斯的工作态度,比如他说自己是一个“计算音节的人”。中国人写诗无所谓音节不音节——首先汉语也不是拼音文字,虽然它有音乐性——但博尔赫斯的那种工作态度本身,对于诗人或许就很有启发。而且博尔赫斯观照实际的方式,他对于神秘主义的兴趣,对于宇宙的兴趣,他理解的南北美洲,他究竟怎么理解文学,这些事情可能诗人会更感兴趣。如果一个人并不明确认为自己是诗人或者是小说家,他也可能两者都接受,但是如果你有明确的身份感,可能对博尔赫斯接受上就会有这样的不同。(Xi Chuan, 2014)
Sobre esta cuestión
volveremos en el punto siguiente.
4.
5. Identificación y distancia
En su artículo
“Borges como héroe cultural” (作为 “文化英雄”的博尔赫斯) Teng Wei señala que el proceso de
recepción de Borges en China estuvo marcado por una cierta descontextualización
y deshistorización de su figura, concomitante con la construcción de la imagen
del escritor como un “sabio ciego” (mangsheng 盲圣) aislado de todo marco concreto. En cierto
sentido, según Teng Wei, esta sacralización (shenhua shi shuxie 神话式书写) de la figura de Borges está
estrechamente vinculada a la forma en que los intelectuales han tendido a
imaginarse y autoconstruirse a sí mismos a partir de la década del noventa. Si,
frente a la realidad social de comienzos de la década de esa década, la
ostentación del ideal de la “literatura pura” (chun wenxue 纯文学) y “no oficial” (fei guanfang 非官方) era antes que nada un mecanismo de
defensa, en el proceso de despolitización que marcó los años siguientes, la
“literatura pura” y “no oficial” se convirtieron en “un criterio de valor
superior, una profunda expresión de narcisismo moral colectivo” (超越性的价值标准, 并催生出浓郁的、集体性的道德自恋) mientras que “todo lo no oficial, lo
antisistema, todo lo que sostiene el arte puro, la literatura pura, es heroico,
todo lo que se opone es vulgar.” (非官方、反体制、坚持纯学术、纯文学的就是英雄,反之就是小人). (Teng Wei, 2006: 61).
En el caso de la
poesía, la década del noventa, como hemos sugerido antes, estuvo marcada por
una puesta en crisis de la figura y el rol de la poesía, en el contexto de de
una sociedad que se modernizaba y entraba en la economía de mercado a pasos
agigantados. La “despolitización” mencionada por Teng Wei, en la medida en que
suponía la relajación del control ejercido sobre la esfera del arte y la
literatura y la recuperación de un espacio autónomo, no era necesariamente
vista como algo negativo. La crisis del rol del poeta está, en ese sentido, más
estrechamente vinculada con la cuestión de la emergencia de una sociedad que
parecía condenar el discurso poético a la obsolescencia y la intrascendencia.
Como señala Maghiel Van Crevel, en contraste con la década del ochenta,
caracterizada a veces como una época de oro de la poesía, la década siguiente
has seen
poetry keeping afloat in a maelstrom of consumerism, entertainment, new media
and popular culture, as marketization, commodification, commercialization and
indeed moneyfication (...) sweep through all the spheres of life, including
elite practices in literature and art.” (Van Crevel, 2008: 14).
Las observaciones
de Teng Wei acerca de la imagen de Borges como héroe cultural pueden
relacionarse asimismo con la existencia en la poesía china contemporánea de un
“culto de la poesía”, para usar la expresión de Michelle Yeh, quien lo define
como
the
phenomenon and the concomitant discourse in the 1980s and 1990s that bestows
poetry with religious significance and cultivates the image of the poet as a
high priest of poetry (Yeh, 1996: 52-53).
También Yeh
relaciona la existencia de este culto de la poesía con la marginalización de la
poesía, acentuada en la década del noventa, y el hecho de que
the
avant-garde is increasingly read only be a small audience, including poets
themselves, aspiring poets (often college students), and a select groups of
sinologists and China watchers (Yeh, 1996: 59).
La imagen que
surge de ese “culto a la poesía” evoca la idea de martirio, sacrificio, el
destierro, y se encarna en una serie de figuras que funcionan como una especie
de genealogía o panteón poético en cuyo centro se puede ubicar la figura de
Haizi, un poeta de la “tercera generación” cuyo suicidio en 1989 fue vivido
como un emblema y cuya figura fue cobrando a partir de ese fin trágico una
estatura simbólica y legendaria.
Los poemas
conmemorativos de los “maestros occidentales”, de los que hemos hablado ya al
comienzo de este artículo, funcionan también dentro de esta lógica de panteón
asociada al culto de la poesía. De los poemas a Borges que hemos seleccionado
hay al menos dos que funcionan claramente dentro de esta lógica. Se trata de
los poemas de Zhang Shuguang y Huang Canran, ambos escritos durante la década
del noventa, y en los cuales se esboza una misma imagen de Borges cuyo punto
central es la ceguera como emblema de un destino trágico y a la vez
excepcional.
Veamos primero el
poema de Zhang Shuguang.
博尔赫斯
张曙光
无法知道你的手杖,镌刻着
怎样的话,当漫步在花园的交叉小径
或伫立凝听玫瑰永恒的秘密
梦见老虎,在一片石上寻觅神迹
白昼在你的眼中消逝,而夜晚闪烁
像不死鸟的毛羽—
哦,荷马,但丁,弥尔顿或你
为着你们说出了某种神谕
一种惩罚,抑或一种无上的奖励—
夺取眼中的光明,以使另一种火更加明亮地
燃在心里?当周围的幻景远远逃遁,那些书
飞旋的沙子,那架旋转的楼梯,将引你到
哪一个梦里?起风了,你的手平静地垂下
手杖像一块墓碑,在你生命的尽头竖起。
Borges
Zhang Shuguang
No tengo forma
de saber qué palabras
se encuentran
grabadas en tu bastón,
cuando paseás
por el jardín de senderos que se bifurcan,
o te parás a
escuchar el misterio eterno
de un rosa.
Soñás con tigres, buscás el milagro en una piedra
El día se esfuma
de tus ojos, y la noche
brilla como las
plumas de un pájaro inmortal
Ah, Homero, Dante, Milton o vos,
para ustedes un
decreto divino fue pronunciado,
una forma de
castigo, o premio inigualable tal vez-
que la luz de
los ojos te fuera arrebatada
para que otro
fuego brillara de manera aun más brillante
en el corazón?
Cuando los espejismos alrededor retroceden,
la arena
arremolinada de esos libros, el torbellino de esa escalera
hacia qué
libros te lleva? Sopla viento, tu mano cuelga tranquila
El bastón,
igual que una lápida, se yergue al término de tu vida.
El poema está incluido dentro de una serie titulada “Retratos a mano alzada
de los grandes maestros” (Dashi de sumiao 大师的素描), que incluye poemas dedicados a W.B.
Yeats, R.M. Rilke, Ezra Pound, W.H. Auden, T.S. Eliot, Robert Lowell, Boris
Pasternak, John Ashbery y Joseph Brodsky, una lista donde se constata la fuerte
presencia de autores del canon poético angloamericano y la ausencia de
cualquier figura china, lo que habla a las claras de la identificación del
poeta con la tradición occidental.
También vale la
pena notar que se trata de poetas, lo que sugiere que también Borges se inserta
en calidad de poeta dentro de este pequeño panteón personal. El poema comienza
con una mención al bastón de Borges en la que vale la pena detenerse. Nos
tomaremos aquí la licencia de suponer que no se trata de cualquier bastón, sino
de aquel bastón de origen chino que Borges habría adquirido en Nueva York, y
que es también el objeto del poema de Borges “El bastón de laca”, incluido en
el poema La cifra (1981)[46]. Funcionaría, en ese sentido, como un
vínculo implícito entre el poeta chino y Borges, y utilizo adrede la palabra
“vínculo” porque es también la que aparece en el poema de Borges, en la
reflexión acerca del significado para él de ese bastón, y concretamente en el
vínculo misterioso que el escritor establece a través suyo con su creador. A
través del bastón, Borges imagina no sólo el artesano sino también China misma,
de la misma forma que, a través del bastón, o del vínculo imaginario que el
bastón permite establecer entre Borges y China, el poeta chino puede
legítimamente imaginar a Borges. El vínculo en ambos casos funciona sobre la
base del desconocimiento: el de Borges, que en su poema dice no saber “si (el
artesano) vive aun o si ha muerto”, y el de Zhang Shuguang que declara no poder
saber “qué palabras están grabadas en tu bastón.” Atravesado por una serie de
alusiones explícitas a cuentos (“el jardín de los senderos que se bifurcan”,
“el libro de arena”), poemas o símbolos propios de la literatura de Borges (la
rosa, el tigre, el sueño), el poema coloca a Borges en un serie que evoca un
linaje distinto del que esbozan los nombres de poetas modernos y contemporáneos
de la serie de “Retratos” en la que se inserta su poema. En efecto, dentro del
poema, Borges es colocado en una genealogía casi atemporal, con Milton, Homero
y Dante, donde sólo el nombre de Dante, el único no aquejado por la ceguera,
desentona ligeramente. La genealogía en sí es borgesiana, en la medida en que
son nombres frecuentemente citados por Borges, por lo cual puede sumarse a la
lista de alusiones que atraviesan el poema, junto con la mención al “decreto
divino” y la ceguera, que recuerda en cierta forma el “Poema de los dones”,
aunque el tono más bien trágico o exaltado contrasta con la ironía del poema de
Borges y con el llamado de este a no rebajar “a lágrima o reproche.” Mientras
que en el poema de Borges el contraste, una ecuación de suma cero, es entre
“los libros” y “la noche”, en el de Zhang Shuguang, entre la genialidad
creativa y la ceguera (la noche), entendida esta como el precio a pagar por la
primera. La interrogación en el centro del poema de Zhang Shuguang es
claramente retórica y disfraza apenas la certeza del poeta acerca de la validez
de esa ecuación trágica.
Más allá de estas
diferencia, el texto de Zhang Shuguang puede entenderse como un poema no sólo
sobre Borges sino también “a la manera de.” Algo similar puede verse en el otro
poema, “La ceguera de Borges”, de Huang Canran, donde lo primero que llama la
atención, sin embargo, es el paso de la tercera a la primera persona.
博尔赫斯的失明
这是上帝的考验,还是玩笑?
他赋予我黑暗和四壁的书本,是因为
我不理解吗 ? 还是知道得太多了?
我被劫持在两个答案之间,在黑暗
和书本之间,惟有阅读黑暗之书-
这也许就是答案,只是幽默得有点过分。
耶稣弯身在沙上写字,没有人知道内容,
但有人因此而醒悟,良心得以不被泯灭。
我却越老越糊涂,始终解不开这个死结;
我自己布置迷宫,自己设计交叉小径,
自己却进不去- 文字在黑暗中放亮,
触手可摸,却不为触摸它们的手所理解。
La ceguera
de Borges
Huang Canran
¿Es una prueba de Dios o una broma?
Si me dio a la vez la oscuridad y los libros,
¿es por qué no entiendo? ¿O por saber demasiado?
He quedado bloqueado entre estas dos respuestas, entre
la noche y los libros, apto sólo para leer el libro de la
oscuridad.
Tal vez esta sea la respuesta, sólo que la broma es
demasiado pesada.
Nadie sabe qué escribió Jesús inclinado sobre la arena,
pero algunos, gracias a esto, despertaron a la verdad,
y así la conciencia no fue aniquilada.
Yo, sin embargo, cada vez más viejo y más confundido,
me encuentro incapaz de desatar este nudo.
Yo mismo creé el laberinto, yo mismo esos senderos que se
bifurcan,
pero no puedo entrar: las letras brillan en la oscuridad,
al alcance de la mano, ilegibles para la mano que las
toca.
Aquí la referencia al “Poema de los dones” es mucho más explícita, y el
poema mismo funciona como una reescritura a partir del dilema planteado al
comienzo del texto de Borges, del cual Huang Canran toma casi literalmente el
verso “me dio a la vez los libros y la noche”. En el poema de Huang Canran la
figura de Borges es en cierto sentido más trágica, porque la pregunta no es ya,
como en Zhang Shuguang, la máscara retórica detrás de la cual se esconde una
certidumbre exaltada acerca del sufrimiento como precio a pagar por la creación
poética, sino algo que atraviesa todo el poema sin encontrar ninguna salida
afirmativa, y que está asociada en definitiva, simbólicamente, a la oscuridad
en la que se encuentra el poeta.
En el poema de
Huang Canran, la figura trágica de Borges aparece investida de un carácter casi
bíblico, como sugiere de entrada la pregunta del primer verso, donde a la broma,
que puede remitir a la “ironía” del Dios del “Poema de los dones”, se le suma
la idea de la “prueba”, que sugiere, menos que un Dios irónico, uno cercano al
del Antiguo testamento. Esta pregunta, que, como decimos, no se responde
explícitamente, es también una pregunta sobre el sentido, pues si se trata de
una “prueba” puede postularse que existe un sentido (si es “una broma”, en
cambio, el sufrimiento es absurdo).
La segunda
pregunta que aparece en la primera estrofa (“¿es por qué no entiendo? ¿O por
saber demasiado?”) sugiere la idea de “castigo”, más cercana por tanto a “la
prueba” bíblica que a la “broma”, y por eso parece decantarse por la
posibilidad de darle un sentido a la ceguera: el castigo, como en el contrapaso
dantesco, estaría asociada estrechamente al tipo de culpa, quedando nada más
por determinar si la oscuridad que implica la ceguera sería un símbolo de la
imposibilidad de acceder al conocimiento (“¿es por qué no entiendo?”) o, por lo
contrario, de su demasía (“o por saber demasiado”). Tampoco esa segunda
pregunta, a su vez, recibe una respuesta certera, pues está condicionada por la
duda (“tal vez”) y por el intento de reunir los contrarios, implícito en la
idea de “leer el libro de la oscuridad”: la “lectura”, asociada inicialmente al
conocimiento, se aplica a “la oscuridad”. De ahí que en seguida esta respuesta
sea descartada como una broma, volviendo de esa manera a la pregunta inicial.
La temática del conocimiento y la lectura es continuada en seguida, en otra
referencia bíblica, aunque aquí pasamos del dios del Antiguo Testamento
(propio de “la prueba”) al Jesús del Nuevo Testamento.
Como en el poema
de Zhang Shuguang, donde el poeta comenzaba interrogándose acerca de las
palabras grabadas en el bastón de Borges, es aquí cuestión también de un texto
que se nos señala y a la vez se nos escamotea. Volviendo entonces brevemente al
poema de Zhang Shuguang, vale la pena señalar ahora que, aunque nuestra
traducción asigna literalmente al yo poético el desconocimiento sobre lo que
está escrito en el bastón, el texto chino, por la ausencia de un sujeto
explícito, admite las dos lecturas. Es decir, es también Borges el que no puede
saber lo que está grabado en su bastón, imposibilidad que podría entenderse en
relación con su ceguera o su desconocimiento del chino. Visto desde este punto
de vista, y teniendo en cuenta que el bastón es comparado, al final del poema,
con la lápida, el desconocimiento se vuelve más significativo: es su propio
epitafio lo que el escritor ignora.
En el poema de
Huang Canran, la alusión, naturalmente, es a la escena del evangelio de Juan en
el cual, colocado por los fariseos frente a la obligación de emitir un juicio
respecto de una mujer adúltera, Jesús se inclina sobre la arena para escribir
unas palabras, antes de responder: “el que esté libre de pecado que tire la
primera piedra.” El desconocimiento, la imposibilidad de saber qué dicen esas
palabras escritas está ligado en el poema a la cuestión de la fe, o de la
salvación por la fe, ya que se nos dice que “algunos”, gracias a estas palabras
no leídas, “despertaron a la verdad”, sugiriendo una vía de redención
totalmente ajena al conocimiento o a la lectura que sería su vehículo. Esta fe,
sin embargo, está fuera del alcance del Borges del poema, quien no puede de
ninguna forma resignarse a quedar afuera del “laberinto” creado por él mismo,
es decir, de la literatura.
Estos dos poemas
que venimos de analizar pueden ponerse en serie con uno de Xi Chuan, poeta de
la misma generación, al que ya hemos hecho alusión en el punto anterior. Lo
primero que debe señalarse es que, a diferencia de lo que sucede en los dos
textos ya analizados, Borges aparece aquí exclusiva e indudablemente en calidad
poeta. Esto es lo que se desprende del título, pero nótese además que en el
poema de Xi Chuan, a diferencia de lo que ocurre en los de los otros dos, no
hay alusiones a la narrativa de Borges, algo que incluso, aunque en menor
medida, estaba presente en el poema de Huang Canran, con la referencia a “los
senderos que se bifurcan” de la última estrofa. Esto apunta, por un lado, a la
propia autoafirmación de Xi Chuan como poeta y a un mejor conocimiento de la
obra de Borges, ya que Xi Chuan había traducido años atrás, del inglés, un
libro de entrevistas y, como sugiere el título (“releyendo”), tenía un trato
con la poesía de Borges más intenso que el habitual entre los otros poetas
chinos de su generación; por el otro lado, nos recuerda también la diferencia
que aquél marcaba en cuanto a la recepción de Borges entre los poetas y los
narradores. Mientras que para estos, Borges había funcionado esencialmente como
una fuente de trucos y técnicas literarias, los poetas habían sobre todo
asimilado de él su “espíritu”. El ejemplo dado por Xi Chuan para explicar lo
que entendía como “espíritu” o “actitud” remitía a la relación de Borges con la
métrica y subrayaba la rigurosidad en el manejo de los materiales. Una
rigurosidad que corresponde bien, por otro lado, a la figura del “poeta
intelectual” con la que se identifica Xi Chuan.
重读博尔赫斯诗歌
——给Anne
这精确的陈述出自全部混乱的过去
这纯净的力量,像水笼头滴水的节奏
注释出历史的缺失
我因触及星光而将黑夜留给大地
黑夜舔着大地的裂纹:那分岔的记忆
无人是一个人,乌有之乡是一个地方
一个无人在乌有之乡写下这些
需要我在阴影中辨认的诗句
我放弃在尘世中寻找作者,抬头望见
一个图书管理员,懒散地,仅仅为了生计
而维护着书籍和宇宙的秩序
Releyendo la poesía de Borges
Xi Chuan
A Anne
Esta afirmación precisa sale de la totalidad del pasado
caótico
Esta fuerza pura, como el ritmo de la canilla que gotea
va anotando los hiatos de la historia
Por haber tocado la luz de las estrellas dejé la noche a
la tierra
La noche lame las grietas de la tierra: esa memoria
bifurcada
Nadie es una persona, Ningún Lugar es un lugar
Alguien que es Nadie escribe en Ningún Lugar
estos versos que debo descifrar en la sombra
Abandono la búsqueda del autor en el mundo de polvo,
levanto la cabeza
Negligentemente, un empleado de la biblioteca, por un
simple salario
protege los libros y el orden del universo.
El poema comparte
con los otros la presencia de imágenes relacionadas con la luz y la sombra
(oscuridad), aunque la cuestión de la ceguera está, por lo menos a primera
vista, ausente, o al menos en un segundo plano.
Debemos observar,
en primer lugar, que el texto de Xi Chuan se sitúa en un espacio intermedio
entre los otros dos, en lo que respecta al funcionamiento de los pronombres y
su relación con la figura de Borges. Si el poema de Zhang Shuguang era un
retrato en tercera persona y el de Huang Canran un monólogo donde el poema
asumía la voz del escritor argentino, en este caso tenemos una indecisión
deliberada. El título nos hace pensar que se trata de las reflexiones de Xi
Chuan sobre o a partir de la poesía de Borges, algo que confirman los primeros
tres versos, donde las imágenes giran en torno a la oposición entre caos y
orden (precisión) para definir, según parece, esa poesía. Sin embargo, en el
verso siguiente, que supone la aparición explícita de la primera persona en el
poema (“Por haber tocado la luz de las estrellas dejé la noche a la tierra”),
las cosas son menos claras. Si la ausencia de marcas de discurso indirecto nos
induce a pensar que no hay un cambio de persona, el contenido mismo del verso
sugiere la irrupción de otra voz que identificaríamos con la de Borges. La
misma indecisión o indeterminación se aplica a la segunda aparición de la
primera persona, en el segundo verso de la segunda estrofa. ¿Quién lee y quién
escribe ahí? ¿Se trata de Xi Chuan leyendo en la penumbra la poesía de Borges
o, como sugeriría la idea misma de penumbra, entendida como ceguera, de la voz
de Borges lector? ¿Y quién, a continuación, levanta la cabeza (abandonando, se
entiende, la lectura), para mirar la escena de alrededor, en lo que resulta ser
una biblioteca?
Ninguna respuesta
es totalmente satisfactoria. La indeterminación es, en realidad, explicitada y
tematizada en esa segunda estrofa, desde el momento en que se nos dice que
quien escribe es “Nadie”, en “Ningún Lugar”. Hay que señalar, asimismo, que los
términos utilizados por Xi Chuan aquí (“Nadie” “无人”, literalmente “ninguna persona”, y, especialmente,
“ningún lugar” wu you zhi xiang 乌有之乡) pueden leerse en clave taoísta. El
primero de ellos, es cierto, podría apuntar también a la figura de Odiseo, tan
cara a Borges, y al episodio de Polifemo, pero el segundo tiene un origen
concreto en el primer capítulo del Zhuangzi, libro, no está de más
recordarlo, bien conocido por Borges, que más de una vez hace referencia en su
obra al episodio en que Zhuangzi sueña ser una mariposa y al despertarse no
sabe si fue un sueño que tuvo o si es una mariposa que sueña ser Zhuangzi. “Wu
you zhi xiang”, la expresión usada por Xi Chuan y traducida como “Ningún
Lugar”, deriva así de “wu he you zhi xiang 无何有之乡”, expresión que, en dicho capítulo del
Zhuangzi, hace referencia a un lugar inexistente[47].
Propongo que se
entienda, en este contexto, de la misma manera que el “Nadie”, en el sentido de
una búsqueda de lo universal que tiende a borrar la distancia entre el autor y
el lector, entre el lugar de producción y el lugar de recepción, entre el
centro y la periferia, es decir, como una representación idealizada del espacio
de la literatura mundial. Cuando en seguida leemos que el “yo” abandona “la
búsqueda del autor en el mundo de polvo”, debemos entender, en ese sentido, que
el autor permanece fuera del mundo, en una especie de no man’s land
arquetípico. De hecho, podemos decir que esta universalización de la figura de
Borges no es exclusiva del poema de Xi Chuan sino que forma parte también de
las premisas que subyacen a la construcción de la imagen de Borges en los otros
poemas, según una lógica que nos recuerda la observación de Teng Wei sobre la
recepción descontextualizada de Borges y la figura del “sabio ciego”.
En el poema de Xi
Chuan, sin embargo, una tensión se establece entre ese impulso universalizador
y el anclaje del poema en una tradición local, sugerido por la mediación del
léxico taoísta y la referencia a Zhuangzi. Asimismo, este anclaje está dado por
la escenificación del acto de lectura, donde, después de “abandonar la búsqueda
del autor en el mundo de polvo”, el lector del poema levanta la cabeza para
mirar alrededor, es decir, al mundo que lo rodea (el mundo de polvo), y
encuentra en la figura banal del empleado un extraño paralelo de la figura de
Borges. El final del poema, de hecho, vuelve a la idea del comienzo, pues el
empleado de la biblioteca funciona, sin saberlo él mismo, como un garante del
orden del universo, de la misma forma en que la “afirmación precisa” surge del
“caos del pasado”, “anotando”, es decir, explicando, glosando, los hiatos de la
historia. La figura del empleado puede verse no sólo en paralelo sino también
en contraste con la de Borges, último eslabón en la cadena de oposiciones que
atraviesa el poema: orden y caos, luz y oscuridad, alto (estrellas) y bajo
(tierra), el “Ningún lugar” vs. el mundo de polvo, lo puro (“fuerza pura”) y lo
impuro (“por un salario”).
El último poema
que me gustaría analizar se diferencia de los tres ya vistos pues lo que en él
se enfatiza y se tematiza es la distancia y contradicción entre los contextos,
que impide la identificación con la figura de Borges. En oposición tajante al
“Ningún Lugar es un lugar” del poema de Xi Chuan, Sun Wenbo sugiere más bien
aquí que el lugar importa.
博尔赫斯
和我骑着自行车在我的城市的街道上行驶,
望着那些大大小小的店铺招牌,拥挤的行人,
我想到这里的一切和博尔赫斯的阿根廷
是不一样的。我知道我永远不可能像他写诗。
他的职业决定了他对丰富的隐喻的热爱。
他只要坐来,在幽暗的办公室里翻开书,
就能发现虚构在时间中的位置,他懂得
在对阅读的持续讨论中,找到事物的钥匙。
把肉体的根基建立在书籍上,并对它的神秘
给予词汇的限制,使一座城市在文字中
比在时间中更热情。没有人能像博尔赫斯,
他走在布宜诺斯艾利斯,其实是走在书页上。
我想象着模仿他的模样,但我的城市
以对物质的坚定的信任拒绝了书籍,
我行走在大街上,找不到进入书页的门,
而时间在流逝,在店铺招牌和行人的脸上。
1993
Borges
Sun Wenbo
Borges y yo avanzamos en
bicicleta por las calles de mi ciudad,
mirando los carteles, de
diferentes tamaños, de las tiendas, la multitud,
se me ocurre que todo esto no
tiene nada que ver con la Argentina
de Borges. Sé que nunca podré
escribir poesía como él.
Su vocación decidió su pasión por
la riqueza metafórica.
Basta que se siente, que hojee un
libro al azar en la oficina a oscuras,
para que descubra el lugar de la
ficción dentro del tiempo, sabe
encontrar la clave de las cosas
en la discusión continua sobre la lectura.
Sentar las bases de lo viviente
en los libros, y darle a su misterio
la restricción de las palabras,
hacer que una ciudad se vuelva
más ardiente en las letras que en
el tiempo. Nadie como Borges.
Cuando el anda por Buenos Aires
de hecho anda sobre las páginas de un libro.
Imagino imitar su manera, pero mi
ciudad, con su confianza
sólida en las cosas materiales
rechaza los libros.
Andando por la calle no encuentro
una puerta que permita entrar a los libros.
Y el tiempo se escurre, sobre las
caras en la multitud y los carteles de las tiendas.
De la misma
manera que Huang Canran en su poema reescribe en cierta forma el “Poema de los
dones”, Sun Wenbo toma también como punto de partida un texto de Borges,
“Borges y yo” en este caso, retomándolo con fines ligeramente paródicos. Vale
la pena recordar que ese texto también comienza, aunque en seguida derive hacia
otra parte, con una perspectiva urbana y la imagen del autor paseando por una
Buenos Aires antigua. El poema de Sun Wenbo funciona como un vaivén permanente
entre la figura imaginada (anclada aquí, cosa ausente en los otros poemas, a un
contexto específico: Buenos Aires, Argentina) y el contexto real en el que se
mueve el poeta chino, y sobre el que todo intento de proyección de la figura
borgesiana resulta fallido.
La
incompatibilidad entre los dos contextos es, en parte, imaginaria, ya que su
conocimiento del contexto borgeano es también de ese orden. En otras palabras,
su imagen de ese otro contexto es una proyección de su lectura de Borges, y en
ese sentido se trata también, se puede decir, de “ningún lugar”, o, en todo
caso, es un lugar antes que nada literario. Sun Wenbo sugiere que esa Buenos
Aires imaginada, ese “ningún lugar”, tiene también un correlato real, y que se
trata, por tanto, de una proyección, el fruto de una alquimia literaria por la
cual “una ciudad” se vuelve “más real en las letras” que en la realidad. El
problema, entonces, es que el lugar en el que se mueve cotidianamente el poeta
chino, a diferencia de ese “ningún lugar” imaginario, es no sólo tenazmente
real sino también antitético con respecto a su contraparte borgeana.
Sun Wenbo se
declara incapaz de realizar la transmutación literaria que le adjudica a
Borges, es decir, de hacer que “una ciudad se vuelva más ardiente en las letras
que en el tiempo”, achacando la culpa de esta incapacidad a la “confianza
sólida en las cosas materiales” de su ciudad, es decir, a su materialismo a
ultranza. “Tiendas”, “carteles”, “multitudes”: decir que los elementos que
destaca Sun Wenbo en su paneo urbano son ferozmente antipoéticos, sin embargo,
es menos adecuado que decir que son ferozmente antiborgesianos.
Por eso, si el
poema de Sun Wenbo puede leerse, por un lado, como registro de la
transformación acelerada que tiene lugar en China a comienzos de los noventa, y
concretamente, como ya hemos señalado en un punto anterior, del ingreso a la
economía de mercado en la vida social, que pone en crisis el rol del poeta y de
la poesía, por el otro también supone un posicionamiento y un llamado a
escribir a partir del propio contexto.
Hay que notar, en ese sentido, que Borges
aparece en el poema, luego de la imagen inicial del paseo en bicicleta,
encerrado en “una oficina oscura”, hojeando “un libro al azar”, y que, se nos
dice en seguida, cuando “anda por Buenos Aires de hecho anda sobre las páginas
de un libro.” Que Sun Wenbo declare, por lo tanto, renunciar a “imitar la
manera de Borges” es, antes que la confesión de un fracaso, una declaración de
principios y el esbozo de una poética.
Conclusión
Tal como se
planteó en la introducción, nuestro objetivo en este trabajo era analizar la
imagen de Borges en la poesía china contemporánea a partir de una serie de
poemas que tienen como centro la figura del escritor argentino, y que forman
parte, como hemos visto, de una especie de subgénero de la poesía china
contemporánea, el de los “poemas conmemorativos a los grandes maestros
occidentales.” Nos hemos concentrado, por las razones ya expuestas, en los
poetas de la “tercera generación”, y concretamente en cuatro poemas escritos
durante la década de los noventa, momento bisagra en la historia de la poesía
china reciente, marcado por cambios importantes en el campo poético y por una
puesta en crisis del rol del poeta y la poesía en el marco más amplio de la
sociedad.
Los cuatro poemas
que hemos elegido suponen modulaciones diferentes y a la vez relacionadas de la
obra y la figura de Borges.
El primero de
ellos encarna de manera cabal esa imagen de Borges como el “sabio ciego” que ya
fuera señalada críticamente por Teng Wei en su artículo sobre la recepción de
Borges en China, y se inserta a la vez, de manera muy clara, dentro de lo que
Michelle Yeh ha llamado el “culto a la poesía” característico de la escena
poética china desde mediados y fines de la década del ochenta. La figura de
Borges funciona, en ese sentido, como un símbolo de la relación necesaria entre
creación y sufrimiento que a su vez supone un mecanismo tácito de legitimación
de la propia voz poética. Hemos hecho notar, por otro lado, que el poema en
cuestión se inserta, en el libro de donde proviene, dentro de una serie de
poemas conmemorativos cuyos nombres esbozan un canon enteramente occidental, lo
que habla las claras del deseo de identificación e inserción dentro de una
cierta tradición global.
En los dos poemas
que hemos analizado a continuación estos temas están presentes todavía pero de
una manera más sutil. Así, en el primer caso, en el poema de Huang Canran,
donde aparece igualmente el motivo de la ceguera, el tono interrogativo que
atraviesa todo el poema puede leerse también como una puesta en crisis del
discurso religioso sobre la poesía. En el caso del poema de Xi Chuan, en
cambio, se pone en juego y en tensión el tema de la identificación con la figura
de Borges, entendido como encarnación de una cierta tradición deseada y
deslocalizada. Este juego y esta tensión, por un lado, se encuentran
escenificadas en el juego con las voces del poema, esto es, en el paso entre la
primera y la tercera persona y la imposibilidad de determinar quién habla en el
poema; por el otro, son tematizadas a través de la idea según la cual “Ningún
Lugar es un Lugar” y “Nadie (ninguna persona) es una persona”, que pueden
leerse como una explicitación de las condiciones de recepción de la poesía de
Borges en China.
Finalmente, en el
polo opuesto del primer poema de la serie nos encontramos con el de Sun Wenbo,
en donde se pone en escena la dificultad o incluso imposibilidad del proceso de
identificación y de traducción, a partir, fundamentalmente, del peso y los
límites impuestos por el contexto propio. La figura de Borges funciona ahí,
entonces, no como un polo deseado sino como un emblema que permite esbozar,
antitéticamente, una poética propia fundada en la aceptación en las condiciones
de producción y en el anclaje en lo local.
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Anexo.
Lista no exhaustiva de poemas sobre Borges en la poesía china contemporánea
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Bai Hua 柏桦. “Boerhesi,
rensheng ru meng —— yin du Boerhesi 《zuihou de duihua》er
zuo 人生如梦. ——因读博尔赫斯《最后的对话》而作”
[Borges, la vida es sueño— A partir de la lectura de sus Últimos diálogos]
(2019).
Bai Hua 柏桦. “Faxian shengin—— Boerhesi zai riben de huiyi 发现声音. ——博尔赫斯在日本的回忆” [El descubrimiento del sonido. Un recuerdo de Borges en
Japón] (2022).
Duo Duo 多多.
“Boerhesi” 博尔赫斯
[Borges].
Huang Canran 黄灿然. “Boerhesi de shiming 博尔赫斯的失明” [La ceguera de Borges]. (1998)
Li Sen 李森.
“Boerhesi” 博尔赫斯 [Borges]
(2008)
Ma Yan 马雁.
“Boerhesi zai Chengdu de yinmi shenghuo博尔赫斯在成都的隐秘生活” [La vida
secreta de Borges en Chengdu] (2001).
Ouyang Jianghe 欧阳江河.
“Boerhesi de laohu博尔赫斯的老虎”
[El tigre de Borges] (2019).
Sun Wenbo 孙文波.
“Boerhesi 博尔赫斯” [Borges].
Yu Jian. “Du 《Boerhesi
shixuan》 读《博尔赫斯诗选》” [Leyendo
una Antología poética de Borges]
Xi Chuan 西川.
“Chongdu Boerhesi shige重读博尔赫斯诗歌”
[Releyendo la poesía de Borges] (1997).
Zhou Zan 周瓒 盲诗人博尔赫斯如是说 [El poeta
ciego] (2006).
Zhu Yongliang朱永良.
“Boerhesi dui ziji yisheng de zongjie博尔赫斯对自己一生的总结” [Borges hace un resumen de su vida].
https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14787
BORGES EN
DIÁLOGO CON LA ILUSTRACIÓN
BORGES IN
DIALOGUE WITH THE enlightenment
BORGES EM DIÁLOGO COM o ILUMINISMO
Marina Martín
(College of St. Benedict. St. John’s University, United States)
Recibido:
30/01/2023
Aprobado:
28/02/2023
RESUMEN
El tema aquí propuesto rebasa los límites de un ensayo por centrarse en un
escritor tan erudito y enciclopédico como Borges. Pero no se trata de una
excepción, en realidad cualquier propuesta sobre su obra suele afrontar el
mismo riesgo. Con esta idea en mente, mi ensayo intenta dar un resumen de los
puntos de encuentro que Borges mantiene con algunos representantes de la
Ilustración, como Berkeley, Hume, Jonathan Swift, Kant y Leibniz. En este
sentido mi enfoque bosqueja un derrotero epistemológico al adentrarse en
teorías del conocimiento que, refutando postulados metafísicos y teológicos,
instalan la vida humana, como diría José Isaacson, en la pendiente interminable
de la pregunta.
Palabras clave: Borges. erudición. enciclopedia. Ilustración.
metafísica.
ABSTRACT
The topic proposed here goes beyond the limits of an
essay because it focuses on a writer as erudite and encyclopedic as Borges. But
it is not an exception. In fact, any proposal about his work usually faces the
same risk. With this idea in mind, my essay tries to give a summary of the
meeting points that Borges maintains with some representatives of the
Enlightenment, such as Berkeley, Hume, Jonathan Swift, Kant and Leibniz. In
this sense, my approach outlines an epistemological course by delving into
theories of knowledge that, refuting metaphysical and theological postulates,
install human life, as José Isaacson would say, on the endless slope of the
question.
Keywords: Borges. erudition. encyclopedia. Enlightenment. metaphysics.
RESUMO
O tema aqui proposto
extrapola os limites de um ensaio porque se debruça sobre Borges, um escritor
erudito e enciclopédico. Mas não é exceção, na verdade qualquer proposta sobre
sua obra costuma correr o mesmo risco. Com essa ideia em mente, meu ensaio
tenta fazer uma síntese dos pontos de encontro que Borges mantém com alguns
representantes do Iluminismo, como Berkeley, Hume, Jonathan Swift, Kant e
Leibniz. Nesse sentido, minha abordagem traça um percurso epistemológico ao
mergulhar em teorias do conhecimento que, refutando postulados metafísicos e
teológicos, instalam a vida humana, como diria José Isaacson, na ladeira sem
fim da questão.
Palavras-chave:
Borges. erudição. enciclopédia. Iluminismo. metafísica.
1.
Sapere
aude
Si seguimos
acudiendo a las enciclopedias por su inagotable utilidad; si añadimos la
dedicación a las no menos laberínticas bibliotecas, ramificando su saber en
múltiples direcciones; si anclamos la metafísica en las bases epistemológicas
de Berkeley, de Hume, de Kant, y valoramos la ironía o la parodia que las
lentes de Edward Gibbon y de Jonathan Swift aplican sobre la historia o sobre
una civilización imaginaria; si nos dejamos perder por las lenguas y costumbres
de Tlön… Y si, en definitiva, la búsqueda de conocimientos concluye en las
perplejidades del aprendizaje, no resultará extraño entrever los caminos de la
Ilustración. Fundamentos no faltan. Pero si explorar el estrecho vínculo que
Borges guarda con el Siglo de la Luces se antoja poco razonable, dada su
amplitud, igualmente desatinado es el reducido enfoque en su obra. Divisamos,
en cualquier caso y de alguna manera, vanas pretensiones. Tal es la encrucijada
que nos depara una producción volcada en el saber; tal es la paradoja en la que
nos instala la escritura de Borges, incomparable tejido de intrincadas y
eruditas alusiones. Volvemos, ciertamente, a los tiempos de la Ilustración,
esta vez con un marcado espíritu universalista, que nos subyuga y nos pierde. Detectamos
también el rastro de Don Quijote: Cuanto más ardua la meta, más tentadora –y
mayor el descalabro. Cabe, pues, emular el encono de Pierre Menard, el destino
irreal que el protagonista de este relato se impone.[48]
Porteño y
ciudadano del mundo, hombre de letras con educación y experiencias esparcidas
por Buenos Aires, Suiza, Italia, España… Borges cruza fronteras geográficas y
cronológicas sin dificultad, sintiéndose en terreno familiar, “at home
with English, French, German, Italian, Portuguese, Anglo-Saxon, and Old Norse”
(Steiner, 1987: 119). Latiendo bajo los protagonistas de sus ficciones, ya sea
en la Córdoba de Averroes, en la Alemania nazi, o en el Uruguay de Fray Bentos,
por ejemplo, la concisa recreación de un ambiente transporta la lectura a los
parajes especulativos de la metafísica, de la Cábala, de la semiótica, de la
matemática, de la crítica literaria, o de la teología, por nombrar los casos
más prominentes. Y es, precisamente, la ramificación de su bagaje cultural, tan
profundo como erudito, lo que lleva en su obra un sello inequívoco de
inclusión, que caracteriza su fama enciclopédica: “This universality and
desdain of an achor is directly reflected in Borges’ fabled erudition” (Steiner,
1987: 120).
Los puntos de
encuentro que Borges mantiene con la Ilustración comportan una afinidad íntima
y familiar con los filósofos británicos, pero no de manera excluyente. En lo
que respecta a su obra, ya sea en la ficción, en la lírica, en la ensayística,
o en el cruce de géneros literarios, Berkeley y Hume son de manera latente o
explícita puntos de referencia esenciales y permanentes. Recordemos igualmente
el vínculo, casual o no, que su admirado Macedonio Fernández sostenía con estos
filósofos, especialmente con Hume por su escepticismo y por el cuestionamiento
de la personalidad. Por otro lado, su mismo padre, dentro y fuera de las
inolvidables tertulias con Macedonio, nutre su educación con el análisis de la
mente, con el enfoque psicológico y, en última instancia, con la desintegración
de la conciencia a la que conduce la aplicación sistemática de una formula tan
simple como devastadora: Esse est percipi. Segura y eficiente, la navaja
de Ockham lleva al racionalismo de la Ilustración a cuestionar con argumentos
de la razón la validez de la razón misma.[49] La apuesta por aceptar un destino
paradójico, nada huidiza en Hume, reaparece y revive en Borges sin temor,
disponiéndose esta vez a llevar el principio de Berkeley a sus últimas
consecuencias, cueste lo que cueste.
El Siglo de la
Razón vuelve, irónicamente, su aguijón contra sí mismo. Sabemos que las luces
de su sueño desembocan, ya en el dominio del Romanticismo, en monstruos
que acaparan las últimas producciones de Goya; o en los tormentosos vericuetos
de la mente forjados en la ficción de Edgar Alan Poe, tan apreciada por Borges.[50] Pero la caída en la angustia, o en
sus abismos, de alguna manera parece escapar el talante de los Ilustrados; la
entonación de su escritura es otra.
Sabemos, por
ejemplo, que en Hume la irrupción del contrasentido, ese callejón sin salida
que inquieta célebres páginas de su Treatise, o que resurge en su
primera Enquiry, es remitente. Imposible dejarse llevar por la supuesta
clarividencia del principio cartesiano. Una vez asumida la deficiencia y
falibilidad de la razón, dicha facultad termina paradójicamente volviéndose
contra sí misma. Pero, aun así, aun sabiendo que la mente debe contentarse con
incertidumbres, meras conjeturas y tentativas invariablemente provisionales, un
temple de aceptación e ironía ilumina, de todos modos, la obra de Hume.
Sabemos que si el
despertar de un sueño dogmático lleva a Kant a reconocer el
confinamiento de la razón también ve en él la oportunidad de explorar
estructuras apriorísticas que posibilitan la cognición.[51] Aunque la realidad nouménica yace más
allá de nuestro lenguaje y de nuestra mente, el paradigma de la lógica, o la
matemática –intereses en nada ajenos a Borges–, sin embargo, sigue siendo para
el metódico filósofo de Königsberg un faro de luz y estabilidad. Tampoco
sucumben a la desesperación las obras de Gibbon, o de Swift –menos aún las
esperanzadas teologías de Berkeley, o de Leibniz. Cabe entonces preguntar,
teniendo en cuenta las luces, las paradojas o el humor de la Ilustración, dónde
se ubica la voz de Borges. ¿Qué sentido tiene atreverse a saber desde
una postura profundamente escéptica? ¿No es acaso una labor estéril?
Aun siendo
consciente de “la vanidad que aguarda todas las fatigas del hombre”, Pierre
Menard se embarca en una empresa “de antemano fútil’ (Borges, 1989(1): 450). Y
lo es no ya por su compleja búsqueda, sino por su inviabilidad. A juzgar por la
obra de Hume, y posteriormente por la de Wittgenstein e incluso por la de Kant
mismo, ese final es precisamente el destino de la metafísica. Menard, máscara
de Borges en la parodia que se hace de su escritura en los manuscritos, en la
variedad de sus intereses, y en el despliegue de humor que muestra este relato,
simboliza tal destino: “Mi propósito es meramente asombroso”, confiesa (Borges,
1989(1): 447); tan irreal e imposible como soñado… Pero: “El término final de
una demostración teológica o metafísica –el mundo externo, Dios, la causalidad,
las formas universales– no es menos anterior y común que mi divulgada novela”
–objeta con ironía (Borges, 1989(1): 447). La resonancia del Eclesiastés tiene,
sin duda, un impacto significativo en Borges. Su sabiduría, convertida
en antídoto para infundadas pretensiones, puede escucharse en la voz de Menard
al delatar tales fatigas como “vanas”. También se denuncian en la voz de un
joven Hume, quien no vacila en revelarlas como “sophistry and illusion”[52]. Pero Hume, pensador ilustrado y
admirador del método que Newton aplica a la ciencia, no está en realidad por la
tarea de lanzar a las llamas ningún volumen, por muy salvaje que parezca su
demolición. Alejada de extremismos y con profundo interés en la filosofía, su
voz se decanta a lo largo de su obra por la ironía y, en definitiva, por la
aceptación del vigor que impone la naturaleza en su curso, abriéndose paso más
allá de la duda pirrónica:
Nature, by an absolute and uncontroulable necessity has determin’d us to
judge as well as to breathe and feel” (Hume, 2004: 123).
Berkeley, en su calidad de obispo, y
sobre todo como creyente, se distancia de toda postura que cuestione de manera
total la competencia de la razón:
But,
perhaps, we may be too partial to ourselves in placing the fault originally in
our faculties, and not rather in the wrong use we make of them… We should
believe that God has dealt more bountifully with the sons of men than to give
them a strong desire for that knowledge which he had placed quite out of their
reach (Berkeley, 1975: 46).
Éste es uno de
los puntos en los que Hume y Borges se distancian de la doctrina de Berkeley,
admirada por los dos expresamente.
Una vez que la
razón pone en tela de juicio su propia función y queda inmersa en la
perplejidad bajo el peso de la duda; una vez que dinamita las creencias vitales
más básicas, la luz de sus cuestionamientos, sin embargo, por muy brillante y
coherente que ésta sea, sucumbe a la fuerza de la naturaleza. Se reconoce por
tanto que, aun dando prioridad a las ciencias exactas y sin dejar de valorar el
método experimental, la duda universal acabaría con todo si no fuera inviable.[53] Por muy coherente que sea la
refutación del mundo externo, de la identidad personal y, finalmente, del
tiempo –según añade Borges siguiendo la fórmula epistemológica de Berkeley y de
Hume; por muy poderosos que sean sus argumentos, su lógica no puede
convencer. Destino irónico. ¿Seguiremos viendo gigantes en molinos de viento, o
construyendo castillos en el aire? Si se hace insostenible probar la existencia
de un mundo externo, de un yo y, a su vez, de una sucesión temporal, igualmente
quiméricas son las ideas platónicas o las pruebas de la existencia de Dios. No es de extrañar que el célebre
filósofo escocés ridiculice, a pesar del poder eclesiástico de su tiempo, la
fabricación fantasiosa de la teología: “The knights-errant who wandered about
to clear the world of dragons and of giants never entertained the least doubt
with regard to the existence of monsters” (Hume, 2002: 149). La falta de cuestionamiento y de análisis
termina revelando la ingenuidad de dogmatismos o de aspiraciones infundadas.[54] El espíritu ilustrado dibuja, en
cualquier caso, la huella del libre pensador con el rechazo de toda autoridad
que no sea el ejercicio de la crítica, incluso cuando ésta se vuelve hacia sí
misma.
Siguiendo tal
línea de pensamiento, y manteniendo tanto su espíritu moderado como su ironía,
crece en Borges el énfasis en la ficción como elemento constitutivo de
nuestra vida. Ficción… o sueño. Tal reducto ontológico pertenece también a las
ciencias, valiosos paradigmas de esfuerzo y utilidad. Imposible es, a su vez,
discernir entre el mundo especulativo y la fantasía. Tras revisar la colección
de ensayos incluidos en Otras inquisiciones, Borges admite en el
“Epílogo” su inclinación por “estimar las ideas religiosas o filosóficas por su
valor estético y aun por lo que encierran de singular y maravilloso” –hecho que,
como él mismo confiesa, es indicio de “un escepticismo esencial” (Borges,
1989(2): 153). Se trata, en realidad, de una creencia que, de manera latente o
explícita, surca toda su obra. Así, por ejemplo, descubrimos que, en el
ficticio planeta, en Tlön, la metafísica es una “rama de la literatura
fantástica” ya que la búsqueda de la verdad, o incluso de su versión más
humilde –i.e., la verosimilitud–, carece de sentido (Borges, 1989(1): 436). Su
valor es predominantemente estético. Consciente de sus limitaciones, la
búsqueda de conocimientos pervive potenciándose, esta vez… en la
pregunta, en su progresiva suspensión. Tlön, en juegos de parodias y reflejos,
en entramados de referencias intertextuales que dialogan con las doctrinas de
Berkeley y de Hume, termina devolviéndonos nuestro perfil. El anclaje del
conocimiento se desvanece, a la vez que el vacío se abre al asombro, a la magia
–atroz o maravillosa– del infinito.
2.
La
búsqueda del diálogo
En las breves
páginas manuscritas sobre Hume archivadas en Michigan State University (MSU) Borges
elogia el escepticismo de este filósofo de la siguiente manera: “Hume parece
ignorar o desdeñar las posibilidades patéticas de la doctrina escéptica; muchos
entenderán que esa falta de patetismo es una pobreza. Yo no lo entiendo así; yo
miro con nostalgia esa moderación tan civilizada, de la que nuestro siglo está
desterrado –quizá definitivamente” (Borges, s.f). Impresionante observación. No
es extraño hallar en estas reflexiones un tono de resignada entereza y mesura. Difícil
encontrar el patetismo de posturas extremas en la Ilustración, incluso dentro
del dominio del escepticismo; difícil a su vez hallarlo en Borges quien, dentro
de sus vastos intereses, no duda en dialogar con el pensamiento ilustrado y
coincidir con su espíritu. Ante
el absurdo –o el abismo– de una situación incomprensible, mejor optar por la
ironía, el temple de una aceptación tan moderada como heroica.
Tampoco le falta
tiempo a Kant para señalar en el Prólogo de la primera edición de su Crítica
de la razón pura el entramado de perplejidades en el que incurre el destino
de la metafísica. De
hecho, cabe asumir que su voz sintoniza aquí plenamente con la de Borges:
“Human reason has this peculiar fate that in one species of its
knowledge it is burdened by questions which, as prescribed by the very nature
of reason itself, it is not able to ignore, but which, as transcending all its
powers, it is also not able to answer” (Kant, 1965: 7).[55] Afín a esta descripción es el carácter metafórico del objetivo que se
impone Pierre Menard. Kant mismo habla de “desconcierto”, de
“perplejidad” (Verlegenheit) cuando intenta explicar el estado en el que
cae inevitablemente la razón en temas de metafísica. Somos en este caso y,
necesariamente, caminantes sin camino; buscamos una meta que sabemos imposible
de antemano, pero a la que no podemos renunciar.
También
argentino, como Borges, y universal, el escritor José Isaacson plasma
admirablemente estas ideas en La realidad metafísica de Franz Kafka, o
en Poemas del conocer.[56] El vuelo de la razón, según señala
Kant, no para porque las preguntas nunca cesan, ni tampoco las caídas en “la
oscuridad y en contradicciones” –Dunkelheit und Wiedersprüche– (vii).
Y es la lucha, según él, la que define invariablemente este vuelo: “El campo de
batalla de estas interminables controversias se llama metafísica”.[57] Y éste, quizá más que ningún otro,
es el laberinto de perplejidades en el que la obra de Borges se pierde… con
devoción.
Sabemos que
“Tlön” es una mina de referencias filosóficas. La alusión explícita a Berkeley,
a Hume y a Schopenhauer en nada es fortuita ya que sus doctrinas son, como se
configura después en “Nueva refutación del tiempo”, bases fundamentales donde
se asienta su propia crítica y epistemología. Averiguamos –y apreciamos con
humor cómplice– que en el supuesto planeta la idea del plagio no tiene
sentido y que, además, “es raro que los libros estén firmados” ya que la pluralidad
de yoes es una ilusión, siendo todas las obras producción de un solo autor
“intemporal… y anónimo” (Borges, 1989(1): 439). Bajo una complicidad que
dialoga con Hume, y posteriormente con Schopenhauer, vuelve a latir en el texto
la presencia de Kant, esta vez con el espíritu de sus antinomias, recurriendo
de esta manera a uno de los pasajes más emblemáticos de la Crítica de la
razón pura. Averiguamos, por tanto, que los volúmenes de naturaleza
filosófica en Tlön “contienen la tesis y la antítesis, el riguroso pro y contra
de una doctrina” pues “[u]n libro que no encierra su contralibro es considerado
incompleto” (Borges, 1989(1): 439). Golpe de humor magistral. Cabe suponer que
estos pasajes de la primera Crítica de Kant, lejos de ser un interés
añadido, conforman temas periódicos y fundamentales en Borges, y que en última
instancia se vinculan con su interés en el pensamiento de la escuela eleática.
Cruzando siglos y
comarcas, el espíritu universalista de Borges apuesta por el diálogo, por un
conocimiento transformado en pesquisa, en pregunta. Atreverse a saber es llevar
la lectura precisamente a ese dominio, al intercambio de ideas que busca e
inquiere de continuo por los anaqueles de la biblioteca. Esta actitud marca
completamente su obra. Y su vida. La amistad forjada con Cansinos Assens y,
después, las veladas con Macedonio y con su padre llenan su juventud de
diálogos que le acompañarán el resto de sus días. “Prefería el tono
interrogativo, el tono de modesta consulta, a la afirmación magistral”, escribe
en un apunte dedicado a la memoria de Macedonio (Borges, 1989(4): 53). Tales
características pueden verse en sus propios escritos, así como en las múltiples
conferencias que dio a lo largo y ancho de sus viajes.
Sabemos que la
apertura al sapere aude nos lleva en Borges a la valoración del diálogo,
que juzga como el legado más importante de la antigua Grecia.[58] Bajo su lente cabe concebir este
lema de la Ilustración desde una postura cautelosa y crítica, sosteniendo que
el aprendizaje, en sintonía con el espíritu de la Cábala, es más afín a la interpretación
que al descubrimiento propiamente dicho.[59] Lejos de una propuesta apodíctica o
axiomática; lejos del confort tan deseado de un punto de partida cartesiano,
primario y fundacional, el saber se convierte en pregunta, en intercambio de
ideas, en diálogo; y el cuestionamiento, a su vez, en lente. Se avanza en la
medida que se formulan preguntas que garantizan tal avance. Pero el carácter de
provisionalidad es inevitable. En última instancia –a la luz del escepticismo
humeano, así como de posturas filosóficas del siglo XX– la voz narrativa de
“Tlön” no duda en advertir que en ese planeta se sabe que “un sistema no es
otra cosa que la subordinación de todos los aspectos del universo a uno
cualquiera de ellos” (Borges, 1989(1): 436). De nuevo, tal juicio dista de ser
un resorte casual de esta fábula, al contrario, es fruto de un escepticismo que
subyace en toda la obra de Borges. Coincidiendo plenamente con esta postura, y
aceptando las limitaciones inherentes al lenguaje y a la cognición, un célebre
pasaje del ensayo “El idioma analítico de John Wilkins” nos seguirá recordando
que “la imposibilidad de penetrar el esquema divino del universo no puede, sin
embargo, disuadirnos de planear sistemas humanos, aunque nos conste que éstos
son provisorios” (Borges, 1989(2): 86).
Con el título La
ilustre incertidumbre Iván Almeida recoge sus ensayos sobre Borges y la
filosofía en un volumen publicado por el actual Borges Center,
institución que él mismo fundó con Cristina Parodi en Dinamarca. El título no
deja de ser acertado, no sólo por las visiones de esta colección sino también
por su sintonía con el enfoque que aquí nos ocupa. Con la expresión del título
se hace referencia al poema “La fama” en el que Borges declara “conocer las
ilustres incertidumbres que son la metafísica” (Almeida, 2022: 5). Observemos
que tal verso “encierra un doble oxímoron”, advierte Almeida, ya que por un
lado se da la fusión del “conocimiento” con su contrario, i.e.,
“incertidumbres”; y éstas, por otro lado, son calificadas como “ilustres” o lo
que es lo mismo “esclarecedoras”, según su etimología latina (Almeida, 2022: 5).
A tal advertencia se añade otra no menos importante: La expresión “ilustre
incertidumbre” viene a ser un reflejo atenuado de la inspirada por Nicolas de
Cusa en su De docta ignorantia (1440), enfatizando la supuesta ruptura
con la lógica aristotélica y su principio de no-contradicción (Almeida, 2022: 6).
Tema fundamental en Borges, la coexistencia de polos opuestos sella,
verdaderamente, toda su obra: Late en la fascinación por las paradojas
eleáticas, por las antinomias kantianas y, configurando el destino irónico de
su refutación del tiempo, late también en su propia adopción del escepticismo
ilustrado de Hume. En verdad, la respuesta que este filósofo da a Berkeley –tan
apreciada y citada por Borges– es médula de la ficción crítica en “Tlön, Uqbar,
Orbis Tertius” y, a su vez, extrapolando el campo literario, es del todo
esencial en “Nueva refutación del tiempo”, quizá la obra más importante de su
ensayística. La valoración del sapere aude llega en este caso a ser
inseparable del diálogo como origen del razonamiento, de la duda y de la
incertidumbre que anida irremediablemente en la perplejidad.
3.
4.
“La
estética de Berkeley”
En el “Prólogo” a
la edición de su Obra poética, 1923-1977 Borges declara, primeramente,
que dicho prólogo podría denominarse “la estética de Berkeley” pues “aplica a
las letras el argumento que éste aplicó a la realidad” (Borges, 1985: 21). Según
la doctrina del filósofo irlandés se hace necesario advertir que “[e]l sabor de
la manzana está en el contacto de la fruta con el paladar, no en la fruta
misma” (Borges, 1985: 21). De igual manera, cabe observar que la poesía no se
halla en la serie de símbolos registrados en las páginas de un libro sino “en
el comercio del poema con el lector”. El énfasis en la subjetividad –en el esse
est percipi, o en el concepto de perception (Hume) o Vorstellung
(Schopenhauer)– es un punto de partida fundamental, aunque éste conduzca en
última instancia a la desintegración de la conciencia.
En segundo lugar,
coincidiendo simbólica e implícitamente con la refutación humeana del yo
y con el anonimato de los libros en Tlön, concluye Borges dicho prólogo con una
observación no menos sugestiva. Con ella, y restando protagonismo al valor
personal de su lírica, declara: “Pero toda poesía es misteriosa; nadie sabe del
todo lo que le ha sido dado escribir. La triste mitología de nuestro tiempo
habla de la subconciencia o, lo que aun es menos hermoso, de lo subconsciente;
los griegos invocaban la musa, lo hebreos el Espíritu Santo; el sentido es el
mismo” (Borges, 1985: 22).
Si tras la lente
de Schopenhauer tomamos en cuenta esta segunda declaración no es difícil
comprobar que tal creencia, identificable con una postura panteísta, se esparce
a lo largo de sus ensayos. Así, por ejemplo, Borges alude a este sentido
ecuménico del arte trayendo a colación, precisamente, a otra figura
significativa de la Ilustración, como es Edward Gibbon. Y lo hace en el ensayo
“La postulación de la realidad”, citando extensamente fragmentos de la obra de
este historiador y valorando su estilo, especialmente la eficacia con la que su
escritura cómplice activa el papel de la conciencia. Se aprecia aquí el
complejo nudo de implicaciones que la obra de Gibbon suscita: “Los ricos hechos
a cuya póstuma alusión nos convida, importaron cargadas experiencias,
percepciones, reacciones; éstas pueden inferirse de su relato, pero no están en
él” (Borges, 1989(1): 218). El autor
propone así un juego de datos organizados con rigor, pero su “animación
eventual queda a cargo nuestro” (Borges,
1989(1): 218). Fundamental es el contacto en la lectura; el
proceso donde se forja la realidad; ser es ser percibido. Centrando,
de este modo, el punto de partida en el dinamismo de la conciencia, la
apreciación de esta narrativa cómplice –presente en sus primeros escritos como
en sus gustos cinematográficos y en sus reseñas sobre cine– es un hecho que le
acompañará siempre. Las notas sobre Gibbon en “La postulación de la realidad” (Discusión
1932), así como las declaraciones en el “Prólogo” a su Obra poética
1923-1977, subrayan en el proceso de escritura-lectura “la estética de
Berkeley”, por un lado, y la visión del arte como una obra ecuménica, por otro.
Aunque poderosamente implícito, tal énfasis modela el papel estructural que la
ironía tiene en “Pierre Menard” (1939).
Cabe señalar
también en Borges la asociación del sentido ecuménico del arte con lo
que él denomina el “método clásico” en la escritura; método que, además de
Gibbon, es supuestamente “el observado siempre por Voltaire, por Swift, por
Cervantes” (Borges, 1989(1):
218). Pero advierte, a su vez, que con la denominación de clásico o romántico
está aludiendo principalmente a dos “arquetipos de escritor”, más que a un
periodo histórico determinado. Por tanto, aun relacionando el modelo clásico
con escritores de la Ilustración, en modo alguno lo hace de manera exclusiva a
tal periodo. El denominador común de este paradigma en la historia vendría a
identificarse, ante todo, con la creencia de que “una vez fraguada una imagen,
ésta constituye un bien público” pues para el concepto clásico, “la pluralidad
de los hombres y de los tiempos es accesoria, la literatura es siempre una
sola” (Borges, 1989(1): 219).
Más tarde, en
1961, en Edward Gibbon: Páginas de historia y de autobiografía, con
selección y prólogo a su cargo, vuelve a confirmar su aprecio por el “buen
sentido y la ironía” de una obra que él considera “inmortal”, además de
“clásica”, como es la de este historiador (Gibbon, 1961: 70). Así pues, se
llega al interés de Borges en la Ilustración por muchos caminos. Tarde o
temprano sus páginas –incluyendo las manuscritas– vierten un profundo
conocimiento que, mayormente centrado en la filosofía, acapara también
curiosidades, detalles biográficos, costumbres y debates de la época.
Quizá el vínculo más significativo que Borges mantiene
con la Ilustración es su interés en Berkeley, Hume, Kant y Leibniz. Pero, sobre
todo, son las figuras de Berkeley y de Hume las más relevantes porque no sólo
hace suyas y adopta con pleno convencimiento sus posturas, sino que las lleva
también a sus últimas consecuencias. “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” (1940) y
“Nueva refutación del tiempo” (versión a: 1944; versión b: 1946) cobran
especial importancia. En la comprensión de estas obras capitales juegan
Berkeley y Hume un papel medular. Si “Tlön” dista de ajustarse meramente a la
ficción y de ser un artificio erudito e ingenioso, “Nueva refutación”, por su
parte, traspasa con creces los límites de una pieza literaria centrada en
reflexiones y preferencias filosóficas. Y lo hacen ambos textos ilustrando
tanto la función de una propuesta epistemológica, como –especialmente “Nueva
refutación”– las consecuencias que de ella se derivan. Bien sea a través de la
ficción, o del ensayo, o de la combinación simbiótica de estos géneros, la
aplicación de la fórmula de Berkeley a los datos de la conciencia se asienta
necesariamente en un análisis epistemológico y nutre su crítica en él. Sapere
aude. ¿Por qué no llevar un principio a sus últimas consecuencias? Cabe
seguir su lógica y dar paso a tal audacia, aunque irónicamente resulte en la
inestable desintegración de la conciencia revelada en la refutación del yo y de
la sucesión temporal, que Hume y Borges llevan a cabo respectivamente. El mundo
externo, la identidad personal y el tiempo –postulados fundamentales de la
metafísica– se desvanecen dentro de una competencia ejercida en el seno de la
filosofía.
El diálogo
intertextual de “Tlön” se despliega en múltiples referencias que, concebidas
bajo un complejo entramado de ironías, desembocan en el dominio de una
revelación abierta al menos a una sola certeza: la perplejidad; o al encuentro
de un camino mental y lingüístico sin salida. El complejo nudo de referencias
intertextuales alude en ocasiones a sucesos históricos, o bien se decanta
específicamente por críticas filosóficas. De esta manera, y dentro del contexto
de las herejías –tema predilecto en Borges–, la alusión histórica a los ataques
que recibió la doctrina inmaterialista de Berkeley se trasluce aquí en una
crítica reveladora, reflejando su inversión –su doble paródico– en el
heresiarca de Tlön que postulaba el materialismo. G. J. Warnock recoge en sus
estudios la burla que este filósofo tuvo que afrontar en su tiempo: “The
reception of the Principles distressed and astonished Berkeley… Some thought
he was insane” –declara (Warnock, 1975: 33). Pero añade que, a pesar de su
acertada crítica al concepto, asumido por Locke, de una misteriosa sustancia
externa, la propuesta de una ontología inmaterialista es ahora, como entonces,
“exceedingly eccentric” (Warnock, 1975: 34). Ése es, en definitiva, el destino
que corre el heresiarca de esta ficción. Tras un juego de espejos paródicos, se
apunta en “Tlön” que entre las doctrinas de ese planeta “ninguna ha merecido
tanto escándalo como el materialismo” (Borges,
1989(1): 437). Y, de hecho, informa la voz narrativa: “los más no la
entendieron” (Borges, 1989(1): 437).[60]
Aparece de nuevo
la respuesta de Hume a su admirado Berkeley, que Borges juzga crucial. Según
ella, la doctrina inmaterialista, aun siendo expuesta con lógica impecable por
su “autor ingenioso”, no deja de ilustrar “las mejores lecciones del escepticismo”:
But that all
his arguments, though otherwise intended, are, in reality, merely sceptical,
appears from this, that they admit of no answer and produce no conviction”
(Hume, 2002: 155).
Es justo la cita
crucial que aparece traducida en “Tlön”. El énfasis en cursiva viene de Hume
mismo. Pero tal observación aparece, discretamente, en una nota marginal de la
última sección de su primera Enquiry. Quizá por esta razón ha pasado
desapercibida con más frecuencia de la necesaria. Borges, sin embargo, no sólo
honra esa respuesta calificándola de “educada y mortal” sino que además instala
su protagonismo en el corazón de su propio escepticismo (Borges, 1989(1): 217).[61]
Si en “La
postulación de la realidad” la discreta y “mortal” respuesta de Hume abre dicho
ensayo, su inclusión en “Tlön” emerge como parte esencial de la
epistemología del supuesto planeta. Si en los manuscritos de MSU surge aislada,
como un pasaje críptico, en el centro de una página encabezada por notas sobre
Gibbon y seguida de comentarios finales sobre Hume y los filósofos
nominalistas, en “Nueva refutación” su presencia sutil y poderosa cobra una
función medular. Borges, verdaderamente, hace aquí suya la respuesta de Hume de
principio a fin, volviendo así a honrar la lógica de Berkeley, pero
reconociendo a la vez su destino irónico, dada su completa inviabilidad: “Tal
es, en las palabras de su inventor, la doctrina idealista. Comprenderla es
fácil; lo difícil es pensar dentro de su límite” (Borges, 1989(2): 138).
“Nueva refutación
del tiempo” incorpora la respuesta de Hume a Berkeley señalando desde un
principio la ligera burla del título. Se trata, en suma, de la aceptación
de un destino irónico. Aun minando la idea de una sucesión temporal siguiendo
la fórmula de Berkeley, la creencia en el tiempo queda intacta; por muy
convincente que sea su refutación, de ninguna manera puede ser ésta viable
porque los parámetros de nuestra cognición, y de nuestro lenguaje, lo impiden:
“tan saturado y animado de tiempo está nuestro lenguaje que es muy posible que
no haya en estas hojas una sentencia que de algún modo no lo exija o lo
invoque” (Borges, 1989(2): 135)
Lejos de ser accidental,
la referencia a Hume no se demora en “Nueva refutación del tiempo”. Con ella se
abre, precisamente, la “Nota preliminar” del ensayo, advirtiendo con humor que,
publicada “al promediar del siglo XVIII, esta refutación (o su nombre)
perduraría en las bibliografías de Hume y acaso hubiera merecido una línea de
Huxley o de Kemp Smith” (Borges, 1989(2): 135). Pero publicada ya en 1947,
sigue añadiendo con humor, no deja de ser “la anacrónica reductio ad
absurdum de un sistema pretérito o, lo que es peor, el débil artificio de
un argentino extraviado en la metafísica” (Borges, 1989(2): 135). Artificio o
no, este ensayo tiene un valor primordial en la producción de Borges. En lo que
respecta a su vínculo con los filósofos del siglo XVIII queda aquí de manifiesto
el continuo diálogo que con ellos mantiene; diálogo que, además, se extiende a
un amplio estudio de monografías, de ediciones críticas, y análisis
filosóficos.
Dentro de la
vasta bibliografía centrada en Hume, Kemp Smith –uno de los críticos citados en
“Nueva refutación”– representa un importante punto de inflexión, sobre todo a
la hora de interpretar la doctrina naturalista del filósofo escocés. Huxley es
otro de los comentaristas que Borges estudia con detenimiento, como muestran
los manuscritos de MSU. Pero estos ejemplos no son, en modo alguno, los únicos.
En realidad, cabe prescindir de la propuesta visión de este ensayo como “mero
artificio” de reflexiones extraviadas. Al parecer, es todo lo contrario. El
análisis y las reflexiones que lo componen se ramifican en vertientes
filosóficas abiertas al estudio. Una de ellas presenta lecturas de Hume –sin
duda pioneras, pero también legítimas– que posibilitan un enlace, guardando las
diferencias, con la doctrina de Schopenhauer. Otra vertiente, no menos
sugerente, alude al papel que desempeña en su refutación el principio de los
indiscernibles de Leibniz, tema presente de principio a fin en sus escritos y
que, dada su naturaleza, supera los límites del presente estudio.
Valga señalar
que, en la aceptación de un destino deconcertante e ilusorio, la obra de Borges
brilla con la luz y el temple del “Poema de los dones”. Ante la perplejidad de
una situación insostenible, mejor optar por la ironía; mejor apreciar el valor
del sueño. Por absurdo o paradójico que el destino sea, preferible es la
aceptación, o si queremos, preferible es rendirse al asombro que Kafka divisa
en la antesala –tan imposible como infinita– de la esperanza.
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https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14841
BORGES Y EL POST/TRANS-HUMANISMO
BORGES AND
POST/TRANS-HUMANISM
BORGES E O
POST-TRANS-HUMANISMO
Rogelio Laguna
(Universidad
Nacional Autónoma de México, México)
Martín Iraizos López
(Universidad
Nacional Autónoma de México, México)
Recibido:
14/02/2023
Aprobado:
09/02/2023
RESUMEN
En este artículo
se analiza cómo se manifiestan el post-humanismo y el trans-humanismo en la
obra de Borges. Se postula aquí que en la narrativa breve de Borges no sólo se
manifiesta una reacción post-humanista contra el antropocentrismo imperante en
la modernidad. También aparecen destellos poderosos de un trans-humanismo en
virtud del cual se piensa en la inmortalidad y en la ampliación de las
facultades cognitivas y espirituales de los seres humanos de un modo sumamente
original porque excluye la necesidad de los avances tecnológicos más
sorprendentes.
Palabras
clave: Borges. post-humanismo. trans-humanismo. antropocentrismo. tecnología.
ABSTRACT
This
article analyzes how post-humanism and trans-humanism are manifest in the work
of Borges. It is postulated here that Borges’ short narrative not only
manifests a post-humanist reaction against the prevailing anthropocentrism in
modernity. There are also powerful glimpses of a trans-humanism under which
immortality and the expansion of the cognitive and spiritual faculties of human
beings are thought of in a highly original way because it excludes the need for
the most amazing technological advances.
Keywords:
Borges. post-humanism. trans-humanism. anthropocentrism. technology.
RESUMO
Este artigo analisa como o pós-humanismo e o transumanismo se manifestam na obra de Borges. Postula-se aqui que a curta narrativa de Borges não apenas manifesta uma reação pós-humanista contra o antropocentrismo vigente na modernidade. Há também vislumbres poderosos de um transumanismo sob o qual a imortalidade e a expansão das faculdades cognitivas e espirituais dos seres humanos são pensadas de forma altamente original porque exclui a necessidade dos mais espantosos avanços tecnológicos.
Palavras-chave: Borges. pós-humanismo. transumanismo. antropocentrismo. tecnologia.
[Y]o digo que si
un día se llega a saber lo que
ocurre después de
la muerte, la mitad de la literatura
y de la filosofía
quedarán invalidadas.
J.L. Borges
(tarde de un miércoles 24 de julio de 1957)
Introducción
Borges y el
posthumanismo es un tema que ya ha sido tratado de manera pluralista, y
justificada en Cy-Borges, memories of the posthuman in the work of Jorge
Luis Borges. (Callus & Herbrechter, 2009). En esa compilación se
dibujan las aristas y los indicios “posthumanos” en la narrativa breve de
Borges.
Hasta el
día de hoy, las portadas de libros en torno al posthumanismo suelen sugerir una
cuestión de ciencia ficción aplicada: extraterrestres, representaciones del
ciberespacio, personas cableadas, y así. Antes de siquiera abrir la primera
página tenemos la evocación de lo humano en tanto ese dios prostético.
En el año
2009 (fecha en la que se publicó Cy-Borges) el posthumanismo todavía se
disputaba en las generalidades, objetivos, y lo más importante, demarcaciones
de este nuevo género. Actualmente los tropos del perfeccionamiento del ser
humano mediante aparatos y tecnología son más bien ubicados en el
transhumanismo (Braidotti, Hlavajova, 2018: 380).
Tanto el
trans-humanismo como el post-humanismo son propuestas teóricas que buscan
responder preguntas como estas: ¿qué es el ser humano?, o bien, ¿qué puede
llegar a ser el ser humano?, ¿cómo se relaciona lo humano con lo no-humano?
Es
innegable que la aparición de inteligencias artificiales nos cuestiona nuestra
humanidad, pero a la par nuestra hay un reconocimiento a nivel teórico en donde
la humanidad se ha polemizado debido a nuestra relación con otras especies y se
disputa la neutralidad de la noción de “humano”. Ambos neologismos, trans-humanismo
y post-humanismo, comparten inquietudes, aunque con motivaciones que siguen
definiéndose.
Frente a
estos sueños de lo humano la verdadera antigüedad somos nosotros, no los
neandertales, ni el Génesis, menos aun los personajes homéricos, puesto que vamos
muy atrás de la increíble humanidad que el propio ser humano ha imaginado para
su futuro. De esa manera interesante, Jorge Luis Borges está en la condena
anacrónica de mostrársenos siempre pionero, completando cualquier
atemporalidad, completando ese espejo deformado de precedentes.
Así, las
preguntas post-humanas y trans-humanas se manifiestan en su literatura años
antes de que se meramente concibieran en ámbitos académicos. Lo mismo ocurre
con las vanguardias por existir, para las cuales Borges es un a priori.
Buena parte
de este artículo discurrirá en torno a la precisión conceptual, a las
distinciones y las diferencias, a la especulación, y entreabrirá el camino a un
Borges humanista e interlocutor con las ensoñaciones de este siglo.
A
las espadas, los laberintos, es decir, lo humano
Cy-Borges
busca los
paralelismos trazados desde los cuentos borgesianos hacia los ideales
post/transhumanistas. Así, por ejemplo, “Funes
el memorioso” es la inquietud de recordar y almacenarlo todo de una
forma acaso similar a la de una computadora. “El inmortal” juega con en ese tópico recurrente de la ciencia
ficción de lo que ocurre luego de prolongar la vida más allá de un período
convencional de un siglo.
Hay otros
cuentos que nos aproximan a los conceptos asociados a las matemáticas y las
ciencias informáticas, la “reflexividad” en “Las ruinas circulares”, la materialidad de lo traducible entre
medios en “Pierre Menard, autor del
Quijote”.
Premeditados
por el “El Aleph” y “La Biblioteca de
Babel” tenemos el infinito y tal vez Internet. La hipertextualidad y la
virtualidad están exploradas por varios cuentos como “El jardín de senderos que se bifurcan”, “Tlön, Uqbar, Orbis
Tertius” y “El Intruso”
(Sasson-Henry, 2009).
A propósito
de Kafka, Borges ha dicho que cada escritor crea a sus precursores, y el Borges
post/transhumanista no es diferente en ello. Pero ¿de cuál tema exactamente es
precursor Borges? Para responderlo desviemos la mirada hacia Zoltan Istvan, el
dos veces candidato a la presidencia de los Estados Unidos. La principal
apuesta de Istvan es el transhumanismo, que se puede sintetizar en términos
claramente políticos: “El transhumanismo es un movimiento que usando la ciencia
y la tecnología busca cambiar radicalmente al ser humano y su experiencia. Su
meta principal es entregar y adoptar un mundo utópico tecno-optimista” (Lee,
2016: 524).
En el vasto
campo de la literatura borgesiana no damos con el ímpetu ni la promesa
tecnológica. No obstante, y volviendo a nuestro interlocutor ex-candidato
presidencial, tenemos una ilustre incertidumbre metafísica con la cual podemos
dar un paso atrás, dotar de coherencia al proyecto transhumanista con Borges.
Producto del deseo de inmortalidad, Zoltan Istvan (Ibidem) se interesa
en el trans-humanismo. Inductivamente trasladamos ese deseo a la generalidad de
la humanidad. Bajo el signo tecno-utópico se maquillan nuestros anhelos más
primigenios, más humanos, y es Borges quien entiende estas exaltaciones y
fábulas en tanto pionero de nuestras dudas prometeicas.
Adecuar con
cierta dificultad a Jorge Luis Borges a los delirios cibernéticos es una
ansiedad presagiada en la antología de Cy-Borges. Esa ansiedad está
resumida en la siguiente oración: “Borges es un posthumanismo, sin tecnología
(Callus, 2009: 33). Y ciertamente lo es, al menos en una primera impresión. Si
nos acercamos al posthumanismo anhelando naves espaciales, artilugios en color neón,
y un mundo estilo Matrix o Johny Mnemonic, entonces hemos iniciado
con el pie incorrecto, porque el posthumanismo cuestiona principalmente el
papel del ser humano frente a lo no-humano. Aunque ciertamente E.T. y Terminator entrarían en esta categoría, las relaciones manifiestas
del posthumanismo son dualismos más tangibles, en los cuales participan la
naturaleza, lo animal, lo muerto.
Aquí surgen
dudas por ausencia. ¿Por qué no hay menciones tecnológicas en Borges? La
respuesta es que en el reino de lo especulativo caben tres alephs, de igual
modo, por ausencia, existe el mismo alboroto en la gente que cuestiona su nula
producción de novelas. Es una posibilidad fuerte que Borges hubiera tomado con
desdén nuestro post-humanismo y nuestro trans-humanismo, como lo sugiere
también su desprecio por las palabras nuevas. De hecho llegó a sugerir que el
tiempo le había enseñado algunas astucias como eludir los sinónimos, los
hispanismos, los argentinismos… Este desdén incluye para él ramas como la
sociolingüística y psicolingüística, las cuales —dice— no son disciplinas sino
meros neologismos (Borges, 2005: 277-278) y de ser disciplinas serían
hipotéticas (ibidem).
Ajena a las
fabulaciones que podría tener Borges sobre cualquier nueva corriente, hay una
duda reptante en el presente ensayo: ¿Qué de post/trans humanismo hay en
Borges? Para responder esta pregunta asumimos que estas dos teorías no dependen
directamente de la tecnología.
Con
post/trans humanismo referimos a un marco teórico postestructural heredado del
reconocimiento en que los no-humanos ejercen su poder sobre los humanos y
dentro de los grupos sociales. Estas visiones siguen siendo categorías amplias
sin un origen único en el mundo académico, que abarcan desde la cibernética
hasta la filosofía continental, solapándose con los estudios sobre animales,
estudios medioambientales y los nuevos materialismos. Pero, como hemos
declarado líneas atrás, la relación a explorar es con lo no-humano.
¿Por qué
surge el post/trans humanismo? La emergencia de esta visión se debe a que,
aunque la expresión “humano” evoca ya una imagen renacentista, un hombre de
Vitrubio si se desea, “lo humano” no es neutro ni incluyente, es un término que
genera binomios con un término que se privilegia sobre el otro: hombre/mujer,
natural/cultural, oriente/occidente, mente/cuerpo… Post-humanismo y
trans-humanismo buscan la degradación de estos binomios junto a la de la
supremacía que presupone la inclinación hacia uno. Cuando esta degradación
ocurre, la arena política crece. Ecología, queerismo, feminismo, antirracismo,
post-colonialismo, nombres para lo “otro” humano aparecen, por ende, nuestros
actores políticos pueden ser animales, insectos, bacterias, el planeta mismo.
En pocas palabras, son un fenómeno de convergencia que critica el ideal
universal del hombre racional, sumado al rechazo al predominio de una especie
frente a otra (Ferrando & Braidotti, 2019: xiv).
Pero
entonces, ¿qué es lo humano? Consideremos la vía negativa. No es ni universal
ni ánthropos, ni mejor, ni peor… Hay
sujetos transversales (encarnados e integrados, no unitarios) relacionales y
afectivos, vinculados de forma colaborativa a una red material de agentes
humanos y no humanos. Pero, ¿qué nos puede decir Borges al respecto? A sus 80
años Borges dio una serie de conferencias en Cambridge, era el tramo final de
su vida, pero podemos encontrar huellas de una noción que va en este sentido de
redefinición de lo humano:
AUDIENCE: Is
the story “Funes the Memorious” autobiographical?
BORGES: Yes.
It is. It is meant as a metaphor for insomnia (Borges, Barnstone, 1982: 76).
Páginas
atrás declara,
BORGES: I
wonder if I have created any characters. I don’t think so. I am always writing
about myself, using different myths (Ibidem).
Ante estos
comentarios podemos imaginar transhumanistamente que Funes el Memorioso es un
prefacio al deseo contemporáneo de almacenar información estilo big data. Como la escritura borgeana es
autobiográfica según declara él mismo, Funes en su calidad de obra abierta
puede ser visto como aquel almacenamiento obsesivo de información que, al menos
para su autor, es insomnio. Funes es Jorge Luis Borges sin poder conciliar el
sueño, un malabarismo mental desde la cama ante el miedo de ir olvidando de uno
en uno cada cosa de la habitación, parece un hecho tan insólito como evidente,
y por ello trivial, pero quien escribe es Borges:
I am puzzled
by the fact of my existing, of my existing in a human body, of my looking
through eyes, hearing through ears, and so on. And maybe everything I have
written is a mere metaphor, a mere variation on that central theme of being
puzzled by things. In that case, I suppose, there’s no essential difference
between philosophy and poetry (Ibíd, 1982: 17).
Y en el
fondo, nos dice el pasaje, lo que hay es un cuerpo humano, el cuerpo de Borges,
porque un escritor es primero y antes que todo un cuerpo (de acuerdo a
Nitetzsche). En los nuevos materialismos, desde Karen Barad hasta Elena Grosz,
el cuerpo es conceptualizado carente de dualidades, es dado en tanto una
transformación en la cual su común antípoda, la mente, se halla relacionada y
constituida una de otra. La aparición del cuerpo como relevante para los nuevos
materialismos se explica porque se le asocia raza, sexualidad, etnicidad,
cuestiones que ahora resultan indisociables de la política. Por otro lado, el
cuerpo nos interroga sobre el valor de las demás especies. Lo humano bajo una
lógica de predominancia de la razón, de la mente, y tal vez lenguaje, define su
anverso (no-humano) como la carencia de estos atributos, canónicamente el logos
es una cuestión propia de la especie humana, y aunque sería descabellado
argumentar sobre la capacidad de los cangrejos para realizar ecuaciones
diofánticas, es todavía más complicado argumentar que carecen de cuerpo los
animales y las plantas, hay cuerpos humanos, y cuerpos no-humanos dotando
finalmente de un terreno en común.
Otro punto
relevante del pasaje es la mención de que esencialmente no hay diferencia entre
filosofía y poesía nos dice Borges, una diferencia ya descreída por el
romanticismo, por un segundo Heidegger, por cualquier poeta. Finalmente ambas
voces filosofía y poesía son una expresión del cuerpo. El posthumanismo en
Borges se ocupa de su cuerpo, de problemas en apariencia menores. Tomemos un
motivo reiterativo borgeano, la ceguera. Esta se nos presenta con exacta o tal
vez mayor relevancia que el infinito, y los juegos autorreferenciales de su
escritura. La ceguera nos recuerda Borges en Veinticinco de agosto, 1983 (Borges
1977), “es una forma de soledad” y, la ceguera es descrita “como un lento
atardecer de verano” en El Otro (Borges 1977), debemos advertir la
negación de la casualidad, en estos dos cuentos donde ocurre la ceguera, la
trama es el doble, un Borges aleccionando a un Borges pasado, es apotropaico,
la ceguera no es la niebla, no es lo trágico, no es mala fortuna.
Hemos aquí
introducido otro tropo, “el doble” quien de acuerdo a Borges comenzó con esta
fascinación luego de su lectura de Der Golem, el tratarlo
posthumanisticamente nos aleja de la lectura predada de considerar al doble
como más verosímil que aquello de lo que se ha doblado. Gyurko (1976) incluso
antes de Baudrillard, el argentino conjura la revitalización cuando se expurga
la realidad, y cuenta da de ello en la lectura del doble en Borges, el doble es
un yo que trasciende. El yo en los cuentos de Borges suele comenzar con un
autor que penosamente recorre su vida hacia el pasado, en Borges y Yo,
deduce la vanidad de su juventud, en El Otro, es Borges charlando con un
yo que le antecede por varios decenios, sin embargo lo contrario ocurre en Veinticinco
de Agosto, 1983, y esta es una curiosidad que debe ser señalada, Veinticinco…
es el último cuento que escribió, precisamente en 1983, 3 años previo a su
fallecimiento. De ser catalogado en cuestiones de edad es su cuento de mayor
madurez, irónicamente es en este escrito final, donde describe el punto de
vista desde un Borges mucho más joven,[62] nuestro Borges se encontrará en la habitación
de su hotel con un Borges en cama quien anuncia su muerte por su silencio, por
su falta de réplica. Lanin A. Gyurko considera no solo esta muerte en la
escritura de Borges, sino todas, en especial los homicidios como muertes
simbólicas del autor, si toda escritura es autobiográfica, entonces sí.
En la
lectura común del doble, es el doble quien, a la manera de Dios y el hombre en La
Esencia del Cristianismo de Feuerbach, demuestra cada incapacidad nuestra.
Nosotros no podemos saberlo todo, Dios sí, nosotros no podemos estar en todas
partes, Dios sí. La razón de la existencia del doble es porque lo que era único
en primer lugar era incapaz, insuficiente. En el thriller The Double
(2013) inspirado con algunas vaguedades por el título homónimo de Dostoievski,
nos presenta a Jesse Eisenberg ser opacado por un ser humano exactamente igual
que él, pero mejor, traslademos el motivo a una referencia clásica, William
Wilson es sugerente no porque el yo trascendido sea más capaz y una versión
perfecta del yo, sino porque revela el núcleo de la existencia personal en una
entidad doblegada a nosotros, pero en sentido pulsional, el doble puede ser
interpretado aquí en tanto el Ello, con lo cual sería más nosotros que nosotros
mismos.
Volviendo a
Borges, en sus palabras ficcionales o no, nos muestra una versión protésica de
nosotros (y de sí mismo), es decir de lo humano. Hagamos el ejercicio mental,
de considerar el doble, pero de la especie, un doppelgänger generalizado, otra especie que habita otra tierra, y
en esa tierra B, somos mejores, porque en la proposición cotidiana dualista,
cuando se antepone el uno y su doble, el doble es la expresión fidedigna,
verdadera. Otto Ranke mencionaba que la aparición del doble (en sentido psicológico)
era la manifestación del miedo a morir, a pesar de haber dos “yo’s” implica un
narcicismo irreconciliable. En pluma de Borges: “Spinoza entendió que todas las
cosas quieren perseverar en su ser […] Yo he de quedar en Borges, no en mí (si
es que alguien soy) (1967)” una noción coloquial nos guiaría hacia el otro
Borges, narrativamente, hacia el segundo Borges al que se le hace mención en el
texto y nunca el primero, puesto, si nos quedáramos con el primero careceríamos
de ambigüedad, de sorpresa, de trama, llamémosle; otro, doble, hiperrealidad,
Matrix, sueño, etc., el redoblamiento en la esfera dualista se inclina hacia su
exceso. Siendo parcos, en Matrix la
película transcurre por encima de la realidad oficinista y mundana, transcurre
en su doble.
Formulémoslo
como pregunta, ¿Por qué Borges emplea el recurso del doble?, es atractivo, pero
el porqué argumental nos revela que el doble es una cuestión de interés de
todos, se seguiría de ¿por qué es atractivo el recurso del doble? Nuestra
inclinación hacia lo doble se lee en un Borges que crea un doble a razón de ser
otro, miedo, trauma, predilección de lo virtual.
Borges
escribe: “En vano quiero distraerme del cuerpo, y del desvelo de un espejo incesante”
“Viví hechizado, encarcelado en un cuerpo y en la humildad de un alma.”, “¿Qué
es la longevidad? Es el horror de ser en un cuerpo humano cuyas facultades
declinan” “Soñará [alguien] un mundo sin la máquina y sin esa doliente máquina,
el cuerpo (Borges, 1985).” En tenor parecido a El Informe Brodie¸ no
desoigamos al post/trans humanismo de Borges, pues, puede lucir como
postulaciones incongruentes, bestiales, de Apemen, de Yahoos, y al igual que
ellos barbaros, adivinamos que la poesía tiene raíz divina, pero contrario a
ellos, descreemos que el alma sobreviva al cuerpo. En miras del dualismo
corporal con inclinación platónica encontramos las fabulaciones del cuerpo
transhumanista, tecnológico, prostético, aquel que sobrevive a las catástrofes,
que en lugar de dedos tiene herramientas y sus ojos se comportan como
telescopios, mitologías a la Black Mirror,
donde el cuerpo alcanza límites nuevos, y estos tienen un anverso perverso
usualmente. Una vez más este es el cuerpo transhumano, que, en la búsqueda
perpetua del perfeccionamiento, la ceguera borgeana es un error. A pesar de su
predilección por el alma, el cuerpo en Borges es posthumano, puesto él no
escribió un cuento en vena de H. G. Wells, donde un aparato le devolvía la
visión, mejor aún, una fabulación donde ahora podía ver lo que ocurría en todas
partes del mundo, Borges es fantástico, mas no ciencia ficción.
Hagamos una comparación, la ceguera, o cualquier cuestión que adolecería un
cuerpo en el transhumanismo es tratado para una mejora (a veces igualación) del
estado anterior humano, así es como nace Alex Murphy en RoboCop, y Steve Austin en The
Six Million Dollar Man, adquiriendo habilidades sobrehumanas luego de
perder el cuerpo, esto no está limitado al ámbito de mejoras en capacidades
físicas, también hay beneficios en el terreno de lo legal. En la historia Przekładaniec
de Stanisław Lem, el protagonista, Harry Jones, es análogo a la barca de Teseo,
solo que este va cambiando su cuerpo parte a parte por prótesis robóticas,
amasando una deuda enorme con la compañía a cargo de realizar tales operaciones,
sin embargo, al final se disputa si la compañía puede demandarlo, ¿Harry Jones
al haber cambiado tanto puede ahora tener el estatuto de máquina?, ¿pueden
demandar a una máquina?, el cuerpo de Borges solo augura, envejece, recuerda,
acepta, pues como lo menciona en aquel cuento dedicado a la memoria de H.P.
Lovecraft “el hombre olvida que es un muerto que conversa con muertos (Borges,
1977).”
El relato borgeano, aunque aparentemente alejado de la tecnología,
pertenecería al estilo de Octavia Butler, Ursula K. Le Guin tal vez, autoras
emblemáticas para el posthumanismo, ellas junto con Donna Haraway, nos muestran
que la ciencia ficción es un modo de conciencia del mundo. En vena similar, J.
G. Ballard consideraba que la ciencia ficción lidiaba primordialmente con el
espacio interior, aquí tenemos un segundo punto de convergencia posthumano, el
mundo.
Lidia Ponce de la Vega (2020) ha dedicado un ensayo a los tigres en Borges,
en efecto hay un cuento y un par de poemas dedicados a estos animales, además
de referencias regadas a lo largo de las antologías editadas por él. “En mi
vida siempre hubo tigres (Borges, 1986)”. Esta línea es la que comienza su
divagación titulada Mi último tigre su afección hacía estos felinos y no
otros es intencional. Borges prefiere las rayas a las manchas. La línea que
sigue Ponce de Vega es la siguiente, en dos estrofas del poema El oro de los
tigres, Borges escribe sobre su encuentro con el tigre de bengala, “Detrás
de los barrotes de hierro, Sin sospechar que eran su cárcel (Borges,
1972).” La postura posthumanista de
Borges indica con su comentario lo que se le había sido negado a lo no-humano:
el mundo. Los animales, heideggerianamente, son pobres de mundo, un siglo antes
eran casi máquinas, aunque hubo posturas rescatables al respecto como el de
Uexküll, un biólogo estoniano de inicios del siglo pasado, a quien recién hemos
vuelto la mirada y mostrado su influencia en figuras como Deleuze. Borges en Mi
último tigre es anecdótico, nos cuenta de un jardín zoológico llamado Mundo
Animal, en este conoció un amigo, Cuttini, un tigre de carne y hueso que
apestaba, y lamió la cara Borges. Una encina no es más real que las formas del
sueño, que los tigres que inundaban las páginas que había devorado Borges
siendo niño, pero ese tigre, lo percibieron sus sentidos, tuvo una relación
háptica.
El lenguaje
le da a Borges otro rasgo post-humanista, viene a ser una especie de
inmortalidad. Al final de su vida Borges extraña las caras, el goce de los
libros, las aves, las lunas de oro, se refugia en el verso, así lo describe en On His Blindness (1985), a la par, en la
suerte de entrada ficticia al Epilogo de sus Obras Completas, menciona que “se ignorará la fecha de su muerte
(Borges, 2017: 3)” debido al desuso de los diarios. Rescatemos la frase de
Callus, “Borges sin tecnología”, pero tal vez, reconsiderándolo, esto no podría
encontrarse más lejos de la verdad. Borges fue campeón de una tecnología: la
escritura. El enredo es debido a que la tecnología nos resuena todavía al
último celular, a vida de silicio, a viajes al espacio, cuando el lápiz, su manejo
y presión de entre los dedos, no ha dejado de ser tecnología, de esto da fe la
antropología de Marcel Griaule (1997), en Dieu d'eau. Entretiens avec
Ogotemmêli, a su fallecimiento, los Dogon (etnia que lo acogió por varios
años) lo enterraron con lo que les pareció del antropólogo lo más emblemático y
motivo de asombro, su lápiz. Cuando portaba este instrumento los Dogon solían
guardar silencio o actuar distinto, pues temían él pudiera dejar testimonio en
papel, un miedo primigenio que ocurre con las cámaras hoy en día. Entonces
podemos redondear, antes de mudarnos al ciberespacio, y elucubrar sobre las
cuestiones extraterrestres, ¿entendemos lo que es lo humano?, ¿la inquietud que
nos atraviesa no es la misma de la finitud teológica que mencionábamos arriba?,
¿no es desencanto por el mundo moderno el tener mayor curiosidad por los sables
laser que por nuestra relación con las hormigas?
Conclusión.
Al final no resulto ser una anécdota sino un cuento
Borges es
una huella para el cambio en nuestra postura, es tomar el cuerpo, los ojos, y
teorizarlos no para ver más allá en esa realidad aumentada en continua
profecía, sino para crear una teoría de la ceguera, los sueños, de las
mitologías inexistentes. Llegar a Marte sería igual de sugerente que llegar al centro
de nosotros mismos. Estamos mediados con lo xenomorfo por eso humano que
actualmente nos relaciona con los tigres es decir, lo insólito decantado en un
par de cosas ordinarias, en un tiempo contemporáneo que requiere cada vez más
de avances, de otros modelos realizadores de una infinidad de aparatosas
novedades, por su parte, las ficciones borgeanas nos son ya ilimitadas, la
lectura ha cambiado poco en forma, pero las numerables letras en el Aleph
parecen renovarse a cada lectura, por cada generación, por cada individuo, por
cada vez. Con alivio, con humor, con terror, que los androides no cuentan
ovejas eléctricas al dormir.
“Ningún escritor real ha tratado
de ser contemporáneo (Borges: 2014: 55).” Y el presente ensayo ha pretendido
encontrar un Borges post/transhumanista, loable por supuesto. Una similitud ha
sido encomendada a Carlos Enrique Abraham (2005), quien dedica una centena
larga de páginas a Jorge Luis Borges y la ciencia ficción, su hipótesis es
doble, por un lado, apuesta a un inconsciente ideológico, a caballo entre el
irracionalismo romántico y la racionalidad secular cuyo germen podría ser la
narrativa breve en ese entrecruce ficcional, sumado, que Borges no sería Borges
sin Wells, menos sin Poe. La cientificción padece de una fortuna similar al
trans y posthumanismo, nos encontramos frente a hipótesis autoriales, a
temporalidades paradójicas, que si bien no son movimientos cuya referencia de
primera mano sea Borges, al menos sí, podemos verterlo en una elucidación sobre
una claridad por venir, ya que, como prologaba
el argentino en Crónicas Marcianas (Borges, 1977b: 25), su
interludio con ciencia se encuentra sugestionado por el porvenir de lo posible,
por la fascinación angustiosa presentada en el crepúsculo del anthropos, puesto, debajo de cualquier
tecno-utopía nos encontramos con variaciones y aventuras monstruosamente
humanas. La definición de lo humano, eso sí, se mantiene abierta.
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Debates
- Dosier
https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14846
lA ILUSTRE INCERTIDUMBRE
BORGES, WITTGENSTEIN
the
illustrious uncertainty
Borges, Wittgenstein
a ilustre incerteza
Borges,
Wittgenstein
Ivan
Almeida
(Centro Borges, United States)
Recibido:
18/02/2023
Aprobado:
26/02/2023
RESUMEN
Aunque fueron contemporáneos, Borges y Wittgenstein nunca se conocieron, ni se
citaron, ni se leyeron. Pero hay poderosas afinidades y conexiones entre ambos. Por ejemplo, al
fin del Tractatus Wittgenstein entiende que hay que
callar precisamente ahí porque se ha llegado a un punto en el que conceptual se subordina a lo poético. La idea de
que la naturaleza estética del mundo no puede representarse por medio del
lenguaje también es característica de Borges. El mar, los atardeceres, la llama
de una hoguera, por ejemplo, son la inminencia de una revelación que nunca se
produce, son el hecho estético. La obra de Wittgenstein es estrictamente
filosófica y al mismo tiempo literaria. Esa proposición parece verdadera
también para el caso de la obra de Borges.
Palabras clave:
Borges. Wittgenstein. lenguaje. literatura. filosofía.
ABSTRACT
Although
they were contemporaries, Borges and Wittgenstein never met, quoted, or read.
But there are powerful affinities and connections between the two. For example,
at the end of the Tractatus Wittgenstein understands that one must remain
silent precisely there because a point has been reached in which the conceptual
is subordinated to the poetic. The idea that the aesthetic nature of the world
cannot be represented through language is also characteristic of Borges. The
sea, the sunsets, the flame of a bonfire, for example, are the imminence of a
revelation that never occurs, they are the aesthetic fact. Wittgenstein's work
is strictly philosophical and at the same time literary. This proposition seems
true also for the case of Borges's work.
Keywords:
Borges. Wittgenstein. language. literature. philosophy.
RESUMO
Embora fossem contemporâneos, Borges e Wittgenstein nunca se encontraram, citaram ou leram. Mas existem afinidades e conexões poderosas entre os dois. Por exemplo, no final do Tractatus, Wittgenstein entende que é preciso calar justamente ali porque se chegou a um ponto em que o conceitual está subordinado ao poético. A ideia de que a natureza estética do mundo não pode ser representada por meio da linguagem também é característica de Borges. O mar, o pôr do sol, a chama de uma fogueira, por exemplo, são a iminência de uma revelação que nunca ocorre, são o fato estético. A obra de Wittgenstein é estritamente filosófica e, ao mesmo tempo, literária. Essa proposição parece verdadeira também para o caso da obra de Borges.
Palavras-chave: Borges. Wittgenstein. linguagem. literatura. filosofia.
1. Borges-Wittgenstein en contrapunto
Borges
y Wittgenstein, siendo contemporáneos, nunca se conocieron, ni se citaron, ni
se leyeron. Sin embargo, si hay un filósofo que se aproxima a la visión de la
filosofía que tiene Borges, ese es Wittgenstein. No se puede, esta vez, hablar
de influencia, sino más bien, para citar a uno de ellos, de “aires de familia”.
Quizás sea provechoso comenzar estas páginas mostrando lo que, profunda o
anecdóticamente, une y separa a estos dos seres extraordinarios.
Wittgenstein
está considerado como el más grande filósofo del siglo XX. Borges, en cambio, con un bagaje mucho más nutrido de
lecturas filosóficas, se consideraba a sí mismo como “simplemente un hombre de letras que convierte sus
propias perplejidades y ese respetado sistema de perplejidades que llamamos
filosofía en formas de literatura” (Borges, 1969: IX)[63]
Ambos
autores compartieron el escrúpulo por la palabra justa, aunque los dos eran
levemente tartamudos. A Wittgenstein le llevó más de siete años escribir las
setenta páginas del Tractatus, es decir, diez páginas por año,
confirmando así aquella idea de Thomas Mann, según la cual “un escritor es
alguien al que escribir le cuesta más que a cualquier otra persona” (Mann, 1903: 70)[64]
Ambos revindicaban explícitamente la filosofía de Schopenhauer y hasta
aspiraban a imitar su estilo. También los unía la íntima adhesión a Spinoza, y
su visión del mundo sub specie aeternitatis.
Ambos
coincidían en venerar a Brahms. Wittgenstein, desde su profundo conocimiento de
la música, admiraba “la
fuerza musical del pensamiento en Brahms”,[65] en quien consideraba que la música había
llegado a su punto final.[66] Por su parte, Borges, genio incomparable
de la musicalidad textual, se confesaba, tal vez con razón, un “intruso” en los
jardines de la música. Dedicó, sin embargo, a Brahms, además del título de uno
de sus mejores cuentos, un poema en el que
afirma la superioridad de la música sobre la poesía:
Mi servidumbre es la palabra impura,
vástago de un concepto y de un sonido;
ni símbolo, ni espejo, ni gemido,
tuyo es el río que huye y que perdura.
(“A Johannes Brahms”, Borges, 1989(3): 139)
Wittgenstein
consideraba la ética como la más alta de las dimensiones del hombre, pero la
situaba fuera de lo que el lenguaje puede decir, del lado de la “mística”.
Paralelamente, Borges compartía su exaltación de la ética pero prefería no
hacerla intervenir en la literatura (Borges, 1989(1): 202, 195); su cuento “El
soborno” es una extrapolación narrativa de lo que él llama “la obsesión ética
de los americanos del norte” (Borges, 1989(3): 72). Como contrapartida, “pensaba que el valor es una de las pocas virtudes
de que son capaces los hombres”, y cultivó una distante admiración por el
coraje.
Sobre el tema del
coraje, Wittgenstein podría ser leído como un personaje de Borges. Participó
como voluntario en las dos guerras mundiales. En la primera resultó herido y
fue hecho prisionero por los italianos. En la segunda, ya como ciudadano
inglés, se alistó como ayudante de enfermería en un hospital militar de
Londres. Sin embargo, según testimonio de su hermana Hermine, no fue el amor
por la patria lo que lo llevaba a los frentes de guerra, sino la necesidad de
enfrentarse con la muerte para finalmente descubrir quién era (cf. Hermine
Wittgenstein, 1981: 3). Borges, tal vez, le hubiera dedicado una milonga.
Borges detestaba
a Rabindranath Tagore, mientras que Wittgenstein leía en voz alta poemas de
Tagore para desbaratar las conversaciones del Círculo de Viena. A los dos los
unía la afición por los relatos policiales.
Borges, “simple
hombre de letras”, tenía una relación apasionada y lúdica con la filosofía. En
cambio, la relación de Wittgenstein, el filósofo, con la filosofía era mucho
más severa. Hasta llegó a imaginarse pasando a la posteridad como el hombre que
acabó con la filosofía occidental, y comparándose con aquél que quemó la
biblioteca de Alejandría.[67] Pero se mostraba entusiasta con la
literatura. A su ex-alumno Norman Malcolm, que le enviaba regularmente desde
Estados Unidos la revista de relatos policiales Street & Smith, le
agradecía en estos términos:
Sus revistas son
maravillosas. Que la gente pueda leer Mind[68] pudiendo leer Street & Smith
es algo que me supera. Si la filosofía tiene algo que ver con la sabiduría,
ciertamente no hay ni una pizca de ella en Mind, y bastante a menudo, en
cambio, en los relatos policiales. (Malcolm, 2001: 107)[69]
Si se hubieran
conocido, tal vez se habrían evitado. Pero ya hace lustros que sus textos se
frecuentan cada día en la mesa de trabajo de
los que no pueden prescindir de la lectura de ninguno de los dos.
Borges declara
conocer la metafísica, que está hecha de “ilustres incertidumbres”.
Wittgenstein le hubiera respondido: “La incertidumbre es la oscilación del
concepto. Jugamos con un útil elástico, pero ese es nuestro juego”
(Wittgenstein, 1989: 243).[70]
2.
De la
afirmación a la mención
Wittgenstein y
Borges coinciden en pensar la filosofía como una actividad desligada de la
enunciación y demostración de doctrinas. Su idea prototípica sería el juego que
se establece hacia el inicio del cuento “Los teólogos”, con el incendio de una
biblioteca monástica causado por la invasión de los hunos:
Ardieron
palimpsestos y códices, pero en el corazón de la hoguera, entre la ceniza,
perduró casi intacto el libro duodécimo de la Civitas Dei, que narra que Platón enseñó en Atenas que, al cabo de
los siglos, todas las cosas recuperarán su estado anterior, y él, en Atenas,
ante el mismo auditorio, de nuevo enseñará esa doctrina. El texto que las
llamas perdonaron gozó de una veneración especial y quienes lo leyeron y
releyeron en esa remota provincia dieron en olvidar que el autor sólo declaró
esa doctrina para poder mejor confutarla. (Borges, 1989(1): 550).
El texto platónico, citado por San Agustín sólo para
ser refutado, pierde en el incendio las comillas que lo convertían en cita, y
aparece siendo, para los lectores, una afirmación agustiniana.
Ese
esquema narrativo, iniciado ya en “Pierre Menard”, muestra la naturaleza vulnerable de toda cita. Poner o sacar comillas, extender, como
Pierre Menard, o Suárez Miranda, la correspondencia entre lo dicho y lo citado,
hacer de un territorio un mapa o de un mapa un territorio, sospechar, como en
“Tema del traidor y del héroe”, que las palabras pronunciadas pueden ser ecos
ocultos de un Shakespeare no nombrado, descubrir que un soñador demiurgo es a
su vez producto de otro soñador, son otras tantas ilustraciones de una misma
apuesta: aplanar los niveles de inclusión.
En su ensayo de 1939 “Cuando la ficción vive en la ficción”, Borges
sostiene que los textos que interpolan otros textos, en vez de aumentar, por
oposición, su propio efecto de realidad, hacen “que la realidad nos parezca
irreal” (Borges,
1989(4): 434), lo cual tiene, como consecuencia, una nivelación de las jerarquías
enunciativas. Así, en las diversas ramificaciones de los cuentos de Las mil
y una noches, “el efecto (que debió ser profundo) es superficial, como una
alfombra persa” (Borges,
1989(4): 433).
Para Wittgenstein,
“el límite del lenguaje se manifiesta en la imposibilidad de describir el hecho
que corresponde a una frase (su traducción) sin repetir la misma frase” (Wittgenstein, 1977: 27).[71]
Tomemos como
ejemplo “Del rigor en la ciencia”. Este texto se presenta como una cita. No hay
comillas, pero los puntos suspensivos del inicio, el uso de la anáfora “En
aquel Imperio” y la referencia a una fuente bibliográfica lo presentan como un
fragmento de un texto cuyo enunciador es diferente del que firma toda la obra.
Pero al mismo tiempo toda la cita de Suárez Miranda coincide, palabra por
palabra, con el texto de Borges. El aquí y el allá se confunden, como el mapa
se confunde con el imperio. Este caso extremo de una cita que se expande hasta
los confines del texto que la engloba da lugar a una sospecha que está en la
raíz de la búsqueda de la intertextualidad: ¿qué pasaría si todo lo que hay en
un texto no fuera más que una cita, una cita múltiple de la que se han
eliminado las huellas de la diferencia? ¿Y si esto no fuera más que un caso
extremo de un hecho universal que nos permitiera, retrocediendo del todo a las
grandes unidades, luego a las pequeñas, ver al final que toda escritura es un
acto de citación? Esta es la impresión que deja el texto de Borges, que inicia
con mayúsculas la mayoría de los sustantivos (“la Inclemencia del Sol y de los
Inviernos”), como si se tratara de nombres “propios”, es decir, propiedad de
otro texto.
Esos juegos de
extrapolaciones son los que permiten desprender enunciados (por ejemplo, los de
la filosofía) de su apropiación locucionaria. Una cita sin comillas es lo que
los lingüistas llaman una “mención” (Sperber & Wilson, 1981: 303). Se dice
que su función es “ecoica”, en la medida en que el locutor la expresa como un
eco de otra voz. Al desenclavar un enunciado de su apropiación locucionaria, es
posible darle diferentes usos, inclusive para hacerle decir lo contrario de su
contenido (es el caso de la ironía).
La maniobra de
Borges consiste en trabajar narrativamente los enunciados filosóficos como
simples “menciones”, desenclavados de todo acto de veredicción. Por eso es que acepta el “oscuro
encanto” de “doctrinas probablemente falsas” que abundan en la historia de la
filosofía (“Quevedo”, Borges, 1989(2): 39). Por eso,
también, a diferencia de los católicos argentinos que creen en un mundo
ultraterreno, pero no se interesan en él, Borges afirma “conmigo ocurre lo contrario: me interesa y no creo” (Borges, 1989(1): 281).
Hay, sobre ese
tema, dos textos de Borges, uno jocoso y otro trágico, que se responden como
dos caras de una misma moneda. El primero es un pasaje, aparentemente baladí,
del cuento “El otro”. Allí, el Borges joven le dice al Borges viejo: “Padre
siempre con sus bromas contra la fe. Anoche dijo que Jesús era como los
gauchos, que no quieren comprometerse, y que por eso predicaba en parábolas” (Borges, 1989(3): 13).
El segundo texto
es una trágica justificación a contrario de la broma del primero. En el
cuento “El Evangelio según Marcos”, el riesgo de “comprometerse” con la
literalidad de un texto religioso llega a su paroxismo en el destino del
estudiante Baltasar Espinosa, quien muere crucificado por los peones de la
estancia Los Álamos después de haberles leído el Evangelio de San Marcos (Borges, 1989(2): 450).
3. La razón prosódica
Por su parte,
Wittgenstein decía,
en el Tractatus, que afirmar o negar un enunciado no cambia en nada su
significación (1961: 4.0621).[72] La existencia no agota la
realidad: “la realidad está constituida por la existencia y la inexistencia de
los estados de cosas”
(Wittgenstein, 1961: 2.06).[73] Por eso, comprender una proposición no es
lograr adscribirla a una realidad actual, sino “saber qué pasaría si fuera
cierta” (Wittgenstein, 1961: 4.024).[74] Por eso, más tarde, constatará que “La
filosofía recoge continuamente un material de proposiciones sin preocuparse de
su verdad o falsedad” (Wittgenstein,
1964: 90).[75]
Ahora
bien, tradicionalmente la filosofía ha sido concebida como un sistema de
proposiciones que afirman o niegan hechos o visiones del mundo. Las disputationes
de los escolásticos buscaban demostraciones racionales para afirmaciones
transcendentes, y quienes las afirmaban pensaban estar hablando de verdades
objetivas. Luego vino Descartes, de cuya filosofía decía Voltaire, no sin una
cierta admiración, que estaba construida como una novela ingeniosa, verosímil
pero falsa:
Por eso, su
filosofía no pasó de ser una novela ingeniosa y, como máximo, verosímil para
los filósofos ignorantes de aquella época […] pero no es exagerado decir que
era estimable incluso en sus errores. Si se equivocó, lo hizo al menos con
método y consecuencia (Voltaire, 1879: 131)[76]
Detrás
de ese sarcasmo asoma una observación bastante justa. En efecto, Descartes
inaugura una forma de concebir la filosofía no como una indagación fundamental
de lo real, sino como un método para sondear la forma en que lo real se hace
inteligible. La ratio cognoscendi suplanta para él la ratio essendi
de los antiguos (Gueroult, 1953: 26). Por eso se puede decir que la filosofía
es una especie de ficción, porque lo que importa, a partir de allí, es menos el
orden de los seres que la trama conceptual (el orden de las razones) que vuelve
a los seres pensables. La apuesta de Borges es que la filosofía no está para
deslindar lo verdadero de lo falso, sino para recorrer los territorios en
contradicción, como se recorren dos hemistiquios de un verso. No hay acto de
veredicción sino un simple ordenamiento prosódico de perplejidades:
Me basta con decir
que si en algo soy rico, es más en perplejidades que en certidumbres. Un colega declara desde su
cátedra que la filosofía es el entendimiento claro y preciso. Yo la definiría
como la organización de las perplejidades esenciales del hombre (Burgin, 1970: VII).[77]
De
allí, la conclusión del cuento “Los teólogos”: un hereje y un ortodoxo, que se
han combatido durante toda la vida, mueren y descubren que, para Dios, eran una
única persona. De la misma manera que los lectores ulteriores del texto salvado
del incendio de la biblioteca ya no pueden saber si es algo que San Agustín
afirma o si lo cita para refutarlo.
Esa
noción no enunciativa de la filosofía fue propuesta por primera vez en forma
explícita por Wittgenstein:
La
filosofía no es una doctrina sino una actividad. Una obra filosófica consiste
esencialmente en elucidaciones. El resultado de la filosofía no está en
producir “enunciados filosóficos”, sino en esclarecer enunciados. (Wittgenstein,
1961: 4.111-4.112)[78]
Existe,
pues, una especie de “razón prosódica” de la filosofía que coincide con una
cierta melodía del pensamiento. Wittgenstein y Borges fueron sin duda maestros
en este arte. La razón prosódica funciona como sobreseimiento de la razón
especulativa y semántica. Es lo que hace que a veces se prefiera un sinónimo en
vez de otro, es la razón que rige la distribución de ideas en un pensamiento,
más allá de la jurisdicción de la lógica. Es la arquitectura que asume la
metafísica de la perplejidad.
El sobreseimiento de la razón especulativa hace que tanto la obra de
Wittgenstein cuanto la de Borges, se estructuren en torno a formas de tipo
prosódico, en donde lo que se muestra desborda lo que se dice. El Tractatus
de Wittgenstein, como veremos, desarrolla un recorrido poético que lo lleva
hasta su propio silenciamiento.
Menos dramáticamente, Borges reconoce su tendencia “a estimar las
ideas filosóficas y religiosas por su valor estético” (Borges, 1989(2): 153), y hasta llega a decir de una teoría: “Ante una tesis tan
espléndida, cualquier falacia cometida por el autor, resulta baladí” (Borges,
1989(2): 27).
Sus
ficciones desenclavan doctrinas y conceptos de su matriz enunciativa, para
convertirlos en figuras regidas por criterios literarios. Lo importante, en su
caso, es convertir las creencias en simples citas, y hacerlas conversar entre
ellas, sin tomar partido.
4. Yuxtaposición
y pliegue
Para
dar una trama a sus elucidaciones conceptuales, Borges no elige formas argumentativas
sino poéticas, creando así, una vez más, un efecto de transversalidad
epistemológica. Whitman y Shakespeare serán sus modelos. Del primero heredará
el estilo acumulativo, del segundo, el estilo adversativo.
4.1. La prosodia acumulativa (Whitman)
Las acumulaciones
de Whitman sirven para emparentar heterogeneidades, para reunir en un nuevo
espacio lo disparate y hasta lo incompatible. Prolongando sus implicaciones,
presuponen el sobreseimiento de la idea de un universo homogéneo y postulan
universos alternativos.
Leo Spitzer
inventó, para ese fenómeno, la etiqueta “enumeración caótica”. Primero lo
aplicó al poeta español Pedro Salinas,[79] y lo generalizó más tarde en su célebre
estudio: “La enumeración caótica en la poesía moderna”, que acabó
convirtiéndose en la referencia imprescindible sobre el tema.[80]
Spitzer recuerda
que la publicación de Leaves of Grass es contemporánea al nacimiento en
Estados Unidos, de los así llamados department stores, que acumulan en
un espacio grandioso los objetos más heteróclitos. Y eso le hace afirmar que
Whitman
acerca
violentamente unas a otras las cosas más dispares, lo más exótico y lo más
familiar, lo gigantesco y lo minúsculo, la naturaleza y los productos de la
civilización humana, como un niño que estuviera hojeando el catálogo de una
gran tienda y anotando en desorden los artículos que el azar pusiera bajo su
vista; pero un niño que, siendo además sabio y poeta, extrajera poesía y
pensamiento de una lista de áridas palabras; un niño genial, con el genio
verbal de un Víctor Hugo (Spitzer, 1961: 258).
La enumeración
caótica es ambivalente:
reagrupa el mundo,
sea destruyendo su física, sea recreando una nueva por medio del pensamiento.
De todas las maneras, ella rechaza lo que existe, presentando las partes del
todo como contingentes y accidentales, esparciéndolas, desmenuzándolas,
diseminándola (Spitzer, 1961: 206).
Esta última cita,
que está referida a la obra de Pedro Salinas, nos permite volver a Borges.
Los ejemplos de
enumeración whitmaniana en Borges son incontables. Pero tres textos son
particularmente ejemplares porque contienen, además, su propia justificación.
El primero es “El idioma analítico de John Wilkins”, de Otras
inquisiciones. Allí figura la vertiginosa taxonomía de animales de la
enciclopedia china, que provocó la risa (y el libro) de Michel Foucault.[81]
Esta es su justificación:
[…] notoriamente
no hay descripción del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es
muy simple: no sabemos qué cosa es el universo […]. Cabe ir más lejos; cabe
sospechar que no hay universo en el sentido orgánico, unificador, que tiene esa
ambiciosa palabra (Borges, 1989(2): 86)
El segundo es la
interminable anáfora de “El Aleph”.[82] Como en el caso anterior, la larga
enumeración produce un socavamiento de la idea de “universo”. El universo que
allí se fragua es “inconcebible”, y el narrador llora por la paradójica
situación de haberlo visto (Borges, 1989(1): 626).
El tercer texto,
“Alguien sueña” es la menos estudiada, y la más larga[83] y audaz de las tres anáforas. El sujeto
que sueña allí es el tiempo, que en el último verso “ha soñado a Alguien que lo
sueña” (mayúscula en el texto).
De esa forma, se origina un ciclo cerrado de sueños, que es otra forma de
fabricar universos postizos. Allí coexisten “el mar y la lágrima”, “los griegos
que descubrieron el diálogo y la duda”, “Walt Whitman, que decidió ser todos
los hombres, como la divinidad de Spinoza”, y hasta su interna justificación:
“Ha soñado la enumeración que los tratadistas llaman caótica y que, de hecho,
es cósmica, porque todas las cosas están unidas por vínculos secretos” (Borges, 1989(3): 467-68).
La posibilidad de
inventar universos provisionales implica, a contrario, que la noción
misma de universo es arbitraria: “esas cosas incompatibles que sólo por razón
de coexistir llevan el nombre de universo” (“There Are More Things”, Borges,
1989(3): 33).
Esta suspensión
del postulado de un universo rígido tiene sus implicaciones en cuanto al
ordenamiento de las teorías filosóficas: mencionarlas, no es aprobarlas, es
hacerlas entrar en nuevos ordenamientos, rehacer universos parciales como el
que compone la yuxtaposición de las lágrimas y el mar.
En una nota al poema “Aquel”, de La cifra, Borges encomia el valor
de la “enumeración caótica”: “De esa figura, que con tanta felicidad prodigó
Walt Whitman, sólo puedo decir que debe parecer un caos, un desorden, y ser
íntimamente un cosmos, un orden” (Borges, 1989(3):: 338).
4.2.
4.3. La prosodia adversativa (Shakespeare)
La enumeración
whitmaniana trabaja sobre el eje paradigmático de los conceptos. Pero “todo lenguaje es de índole
sucesiva” (“Nueva refutación del tiempo”, Borges, 1989(2): 142); el discurso dinamiza necesariamente los conceptos
sobre el eje sintagmático, produciendo recorridos de transformación.)
Las
aproximaciones de Borges a la filosofía asumen, en este caso, la prosodia
adversativa propia a los sonetos de Shakespeare. En más de un tercio de ellos, se opera una estructura de
autocorrección mediante el uso de las partículas adversativas but y yet.
Shakespeare
es tan consciente de esta sobreabundancia de adversativas en su poesía, que
llega a autoparodiarse en una escena de su comedia The Two Gentlemen of Verona (II, 1):
Silvia. Perchance you think too much of so much
pains?
Valentine. No, madam; so it stead you, I will write,
Please you command, a thousand times as much;
And yet–
Silvia. A pretty period! Well, I guess the sequel;
And yet I will not name it– and yet I care not.
And yet take this again– and yet I thank you-
Meaning henceforth to trouble you no more.
Speed. [Aside]And yet you will; and yet another
“yet” (Shakespeare, 1966: 112-20)[84]
De esta
forma, la unidad discursiva
se pliega en dos partes que se oponen entre sí, pero sin abolirse, produciendo un
efecto de oscilación, como cuando las mismas piezas de un caleidoscópico
configuran dibujos distintos con solo hacerlas girar.
El and yet
de Borges, reduplicado, aparece explícitamente en su “Nueva refutación del tiempo”.
De la misma manera que Whitman yuxtapone las figuras, Borges yuxtapone
aquí los conceptos. Toda la primera parte del ensayo se presenta, pues, como
una acumulación de referencias al idealismo filosófico, Berkeley, Hume, Schopenhauer,
etc. para luego sobrepasar a cada uno de éstos por una refutación absoluta del
tiempo:
Hume ha
negado la existencia de un espacio absoluto, en el que tiene su lugar cada
cosa; yo, la de un solo tiempo, en el que se eslabonan todos los hechos. Negar
la coexistencia no es menos arduo que negar la sucesión.
Niego,
en un número elevado de casos, lo sucesivo; niego, en un número elevado de
casos, lo contemporáneo también. El amante que piensa Mientras yo estaba tan feliz, pensando en la fidelidad de mi amor, ella
me engañaba, se engaña: si cada estado que vivimos es absoluto, esa
felicidad no fue contemporánea de esa traición; el descubrimiento de esa
traición es un estado más, inapto para modificar a los “anteriores”, aunque no
a su recuerdo. La desventura de hoy no es más real que la dicha pretérita
(Borges, 1989(2): 140).
Esta
nueva acumulación whitmaniana de negaciones aparece como una posición (casi)
apodíctica. Pero allí no acaba el ensayo. En el penúltimo párrafo aparecen los
síntomas de la perplejidad, bajo la forma de una refutación de los propios
argumentos:
And yet, and yet… Negar la sucesión temporal,
negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y
consuelos secretos. Nuestro destino (a diferencia del infierno de Swedenborg y
del infierno de la mitología tibetana) no es espantoso por irreal; es espantoso
porque es irreversible y de hierro. El tiempo es la substancia de que estoy
hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que
me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el
fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges
(Borges, 1989(2): 149).
El
filósofo profesional se pregunta entonces cuál es la teoría de Borges sobre el
tiempo: si sólo fuera la última, la primera debería ser suprimida, y si sólo
fuera la primera, al ensayo le sobra un párrafo.
La
realidad es que Borges no expone aquí una teoría del tiempo, sino del “tempo”
que rige el orden interno de los conceptos sobre el tiempo; una poética del
paisaje filosófico, que le permite ir saboreando con distancia cada posición y
explorando sus consecuencias hasta el absurdo. La “Nueva refutación del tiempo”
puede leerse hacia adelante o hacia atrás, y siempre quedará, como eje
conductor, la posición de la resignada adversativa inglesa: And yet, and yet…
Lo que
Borges desearía (desesperación aparente y consuelo secreto) es que “el
lenguaje” no tuviera temporalidad, para –como el Dios de “Los teólogos”, en ese
paraíso “donde no hay tiempo” (Borges,
1989(1): 556)– poder confundir las dos
posiciones en una sola. Pero “todo lenguaje es de índole sucesiva”, y sólo la
prosodia que da la partícula adversativa puede paliar el deseo de contemplación
simultánea.
Así se
va esbozando una idea de filosofía sin afirmación. Si retomamos la idea de
Wittgenstein, según la cual decir “yo creo que (p)” es lo mismo que decir “p”,
Borges se esfuerza por resolver los paréntesis de la fórmula primera,
exponiendo “p” sin acto de afirmación, como una simple mención o cita, digna de
ser explorada. O, mejor aún, trabaja dentro de los paréntesis, ficcionalizando
el acto enunciativo. Para este tipo de aproximación a la filosofía, el
semiótico Floyd Merrell ha encontrado la fórmula “unthinking thinking”,
es decir, un “pensar que no va acompañado por un proceso de pensamiento (Merrell, 1991: x),[85]
y lo explicita así:
Los conceptos metafísicos, las construcciones matemáticas, las creencias
religiosas, las alusiones a los mitos e incluso a las cosmologías, pueden
aparecer en una frase solo, por suerte, para ser impugnados unas pocas frases
después. En consecuencia, el lector necesita rellenar amplios vacíos para apreciar las conexiones que se
sugieren. Es decir, hay que hacer una lectura particular, ya que el texto puede
ser objeto de una multiplicidad de lecturas. (xii)[86]
5. Wittgenstein: el
cuadro y la escalera
En Wittgenstein también funciona como elemento estructurante la retórica
del and yet. La alternancia entre yuxtaposición y sobreseimiento,
cristaliza en las metáforas del “cuadro” (Bild) y de la “escalera” (Leiter).
Según el Tractatus, el lenguaje es un cuadro del mundo, de modo que
los límites del mundo determinan lo que el lenguaje puede decir. Pero, por otra
parte, el discurso mismo que afirma esta limitación, y que por lo tanto viola
los límites que determina, funciona como una escalera que hay que derribar después
de haberla utilizado, para “ver” lo que hay detrás de lo que se puede decir.
Esta es solo la primera de las vacilaciones del Tractatus,
estructuradas secretamente por el and yet shakespeariano.
La segunda consiste en afirmar, en el prólogo, que el libro está escrito
sólo para “deleitar” a los lectores que lo comprendan[87] y por otra parte
proclamar que se trata de la solución “intocable y definitiva” de todos los
problemas de la filosofía.[88]
Luego viene una tercera
vacilación en la que, resignadamente, menosprecia la solución definitiva que
acaba de revindicar: “el valor de este trabajo consiste, en segundo lugar, en
mostrar cuán poco se ha hecho cuando se han resuelto estos problemas” (Wittgenstein, 1961:4).[89]
Pero la gran vacilación está en
el contenido mismo de lo que Wittgenstein considera la solución definitiva de
los problemas de la filosofía: la delimitación rigurosa entre lo que el
lenguaje puede decir y lo que puede sólo mostrar.[90] En el Tractatus, esta delimitación se hace
desde adentro mismo del lenguaje, como un encaminamiento hacia la frontera de
lo indecible.
La filosofía, según el Tractatus,
no puede decir nada fuera de la descripción del mundo, es decir que no puede
decir nada filosófico. Pero a través y por encima de lo que dice, el lenguaje
de la filosofía “muestra” lo indecible. El acto de mostrar a través del
lenguaje es esencialmente poético. Wittgenstein va todavía más allá: “Sólo se
puede hacer filosofía poetizando (dichten)”(Wittgenstein, 1977: 53).[91]
Puede decirse,
entonces, que el Tractatus es un “poema” lógico-filosófico de setenta y
tres páginas. Su propio autor no dudaba en calificarlo así: “La obra es
estrictamente filosófica y al mismo tiempo literaria” (Wittgenstein, 1960:
33).[92]
Está planeado como una
configuración de aforismos, verdaderas “sentencias” que tienden a imponerse
apodícticamente sin ningún procedimiento de demostración. Cada aforismo lleva una indicación numérica que
consiste en una cifra del 1 al 7, seguida de un punto y de un número compuesto
de una hasta cinco cifras. Los números que siguen al punto son comentarios, o
comentarios de comentarios. El lector puede reconocer en todo momento el puesto
que ocupa cada enunciado en el conjunto, así como del nivel de dependencia y de
distancia lógica con respecto a los demás enunciados. Así, el número 4.1212
sigue al 4.1211, pero, al menos en principio, es un comentario a 4.121, que es
un comentario a 4.12, que es un comentario a 4.1, que es un comentario a 4. Los
aforismos más comentados son el 2 y el 4, mientras que el 7 contiene un solo
aforismo, sin subdivisiones, dando una impresión de que el tratado se
interrumpe antes del final esperado. Por lo tanto, un poco como Rayuela
de Cortázar, la lectura puede realizarse de diferentes maneras. La primera
consiste en leer todo el libro de forma lineal desde el nº 1 al nº 7,
incluyendo todos los aforismos subordinados; esa lectura tiene la forma de una
escalera que culmina en el penúltimo aforismo y calla en el último. La segunda,
llamada “en árbol”, comienza leyendo sólo las 7 proposiciones capitales, luego
retoma las proposiciones subordinadas, hasta alcanzar, en cada parte, la más
alejada del comienzo. Lo que salta a la vista en esta segunda forma de leer es
que los siete aforismos capitales establecen, a pesar de la distancia, un
sistema de correspondencias muy cercano al de la composición poética:
1. El mundo es todo lo que ocurre.[93]
2. Lo que ocurre, el
hecho, es la existencia de estados de cosas.[94]
3. La imagen lógica de los hechos es el pensamiento.[95]
4. El pensamiento es la proposición con
sentido.[96]
5. La proposición es una función de verdad de
las proposiciones elementales.[97]
6. La forma general de una función de verdad es
7. Aquello de lo que no se puede hablar, hay que
callarlo.[99]
Aún quien no comprendiera el alcance filosófico de esas sentencias puede
observar que su distribución sigue una determinada prosodia. Expresamente he
resaltado gráficamente ciertas expresiones, para mostrar que, a pesar de la
distancia dentro del libro, se produce entre ciertos pares de aforismos un
juego de eco o de rimas conceptuales,
semejante a la figura retórica de la anadiplosis, en los que el
predicado de una sentencia es retomado como sujeto de la siguiente (Granger,
1990: 126).
Sería, inclusive, posible descubrir, en ese sistema de redundancias, algo
así como una distribución de temas en estrofas:
La primera estrofa (aforismos 1 y 2), trata de lo
que está más allá del lenguaje, es decir, del mundo (primer gran
tema del Tractatus).
La segunda estrofa (aforismos 3 a 6) trata el tema
central del Tractatus, los límites del lenguaje.
La tercera estrofa consta de una sola frase, donde el estilo aforístico
cede al acto directivo: callar. Y allí, súbitamente, calla el texto.
El proyecto del Tractatus es
mostrar, al hablar de los límites del lenguaje, el camino de su propia
autoanulación. Si el lenguaje se concibe como una imagen del mundo, el propio Tractatus se concibe como una escalera, que lleva al lugar desde el que se
ve el mundo, y luego deja de servir. Así lo propone explícitamente el penúltimo
de los aforismos, el que precede a la orden de callar:
Mis proposiciones son esclarecedoras cuando el que me comprende las
reconoce, al final, como desprovistas de sentido, cuando, pasando a través de
ellas, por encima de ellas, ha logrado sobrepasarlas (en otros términos, tiene
que tirar la escalera después de haberla usado para subirse).
Tiene que superar esas proposiciones para ver correctamente el mundo (Wittgenstein 6.54).[100]
De allí la operatividad decisiva de la última proposición. Según la lógica
implacable del Tractatus, habría que
esperar que se desarrollara en sub-proposiciones. Y, sin embargo, el libro
acaba allí, creando una grieta en el sistema. Después de esas
instrucciones, Wittgenstein proclama la necesidad del silencio y en
consecuencia interrumpe el Tractatus:
“Aquello de lo que no se puede hablar, hay que callarlo” (Wittgenstein, 1961: 7).[101] El Tractatus debe callar precisamente ahí,
porque ha llegado a los límites de lo que se puede decir.
En este choque se da un proceso de sumisión de lo conceptual a lo poético.
El Tractatus se presenta como una
obra deliberadamente incompleta, como una sinfonía inacabada, realizando en sí
mismo la “liquidación” (cumplimiento y fracaso) del discurso trascendental
justo en el momento en que termina de enunciarlo.
Lo que el tratado muestra, juega a la reductio ad
absurdum de lo que él mismo dice.
Sin embargo, Wittgenstein no suprime el Tractatus, ni siquiera lo borra,
simplemente lo “tacha”, como algo dicho y negado al mismo tiempo, como la
censura o la Verneinung freudiana,
que atrae la atención sobre lo denegado. No por nada varios lustros más tarde,
en el prefacio de sus Investigaciones filosóficas, que ofrecen una
hipótesis radicalmente opuesta a la del Tractatus,
Wittgenstein propondrá una lectura conjunta de las dos obras.
Veamos cómo deconstruye la retórica de yuxtaposición y
ruptura (Wittgenstein, 2009: 4):
Ruptura:
En efecto, cuando hace dieciséis años volví a ocuparme
de filosofía, tuve que reconocer graves errores en lo que había publicado en
ese primer libro.[102]
Yuxtaposición adversativa:
Pero hace cuatro años tuve la ocasión de releer mi
primer libro (el Tractatus
Logico-philosophicus) y de explicar sus pensamientos. De repente me pareció
que deberían ser publicados aquellos viejos pensamientos junto con los nuevos:
que éstos sólo podían lograr su enfoque correcto sobre el trasfondo de mi
antiguo modo de pensar.[103]
La filosofía aparece así como un acto poético en que
las contradicciones no deben ser sancionadas sino recorridas. El Tractatus de Wittgenstein, aunque
sobrepasado, permanece dentro del proyecto de las Untersuchungen como un and yet shakespeariano. El tempo de la prosodia une los dos libros
más allá de las contradicciones lógicas.
6. De Wittgenstein a Borges
Borges también acude a ese procedimiento de
auto-neutralización enunciativa. No sólo en ciertos relatos –como en el caso de
“Funes el memorioso”, que es la historia de un hombre incapaz de olvidar,
narrada por un narrador particularmente propenso al olvido (cf. Stewart, 1996)–
sino también en algunos de sus ensayos. Su refutación del tiempo, por ejemplo,
se presenta como una “Nueva refutación del tiempo”, lo cual produce, desde el
título, la doble negación neutralizadora: negar “nuevamente” el tiempo, es
reducir al absurdo la propia tentativa de negación del tiempo. Borges mismo
teoriza en estos términos la performatividad del título:
Una palabra sobre el título. No se me oculta que éste
es un ejemplo del monstruo que los lógicos han denominado contradictio in adjecto, porque decir que es nueva (o antigua) una
refutación del tiempo es atribuirle un predicado de índole temporal, que
instaura la noción que el sujeto quiere destruir. Lo dejo, sin embargo, para
que su ligerísima burla pruebe que no exagero la importancia de estos juegos
verbales. Por lo demás, tan saturado y animado de tiempo está nuestro lenguaje
que es muy posible que no haya en estas hojas una sentencia que de algún modo
no lo exija o lo invoque (Borges, 1989(2): 135).
La “Nueva refutación del tiempo” es la yuxtaposición
de dos versiones de un mismo artículo, lo cual tiende a mostrar que la
disposición de las ideas es más elocuente que su afirmación. Borges justifica
esta opción en términos que recuerdan la introducción de Wittgenstein a las Philosophische Untersuchungen:
El primer artículo (A) es de 1944 y apareció en el
número 115 de la revista Sur; el
segundo, de 1946, es una revisión del primero. Deliberadamente, no hice de los
dos uno solo, por entender que la lectura de dos textos análogos puede
facilitar la comprensión de una materia indócil (Borges, 1989(2): 135).
La seducción del concepto (perplejidad y entonación)
En una nota de 1957 sobre Montaigne y Walt Whitman,
Borges se complace imaginando a Montaigne mientras relee un texto
particularmente aburrido de Plutarco. Y continúa:
A esta comprobación trivial se agregaría otra, que
le causó una leve sorpresa; le gustaba leer y seguir leyendo esas cosas no
interesantes. Estas cosas me agradan, reflexionó, porque las escribe
Plutarco, porque las pronuncia la voz llamada Plutarco. Montaigne había
comprendido que el griego no era sólo un maestro y una doctrina, sino una
entonación individual a la que se había acostumbrado, un hombre y su diálogo. (tr 3: 37-38)
Con esa observación, Borges nos introduce a la idea de “entonación”. Se
trata de un efecto de lenguaje que parasita en cierto modo su función de
“decir” y llega a convencer como convence una obra de arte. Es análogo al
“mostrar” de Wittgenstein pero orientado al registro de la seducción:
Dios dice que la luz sea y la luz fue. De ahí se llegó a la conclusión de
que el mundo fue creado por la palabra luz
o por la entonación con que Dios dijo la palabra luz. Si hubiera dicho otra palabra y con otra entonación, el
resultado no habría sido la luz, habría sido otro. (“La cábala”, oc
3: 269)
Flaubert pensaba
que hay un modo de decir cada cosa y que es deber del escritor descubrir ese
modo único. Postuló, además, una armonía preestablecida de lo eufónico y de lo
exacto y se maravilló de que la palabra justa fuera, invariablemente la
musical. (Leopoldo Lugones, occ 505).
Yo diría que lo más importante de un autor es su entonación (“El libro”, Borges, 1989(4): 170)
[Macedonio] opinaba que la poesía está en los caracteres, en las ideas o en
una justificación estética del universo; yo, al cabo de los años, sospecho que
está esencialmente en la entonación, en
cierta respiración de la frase. (“Macedonio Fernández”, Borges, 1989(4): 57)
Sabemos lo que [Dante] opina no por lo que dice sino por lo poético, por la
entonación, por la acentuación de su lenguaje. (“La Divina Comedia”, Borges, 1989(3): 212)
En mi corta experiencia de narrador, he comprobado que saber cómo habla un
personaje es saber quién es, que descubrir una entonación, una voz, una
sintaxis peculiar, es haber descubierto un destino. (“La poesía gauchesca”, Borges, 1989(1): 181)
Quizá la historia universal es la historia de la diversa entonación de
algunas metáforas. (“La esfera de Pascal”, Borges,
1989(2): 16)
Puede ocurrir que una idea no esté respaldada por ninguna argumentación,
que no pueda ser demostrada, que no responda, en fin, a ningún parámetro de los
que se requieren para que un enunciado sea epistemológicamente válido y, sin
embargo, simplemente “funciona”.
“Hay veces –dice Wittgenstein– en que lo que
llamamos ‘comprender una frase’ tiene más semejanza de lo que se piensa con la
comprensión de una frase musical” (1958:
167).[104]
Eso lo lleva a proponer una verdadera prosodia del
discurso filosófico: “A veces una frase sólo puede entenderse cuando se la lee
en el tempo correcto. Todas mis
frases deben ser leídas lentamente” (Wittgenstein, 1977: 112).[105]
Esta preocupación puede ser asociada a la que
tenía Borges por la poesía: “La entonación y la acentuación son lo principal,
cada frase debe ser leída y es leída en voz alta” (“La Divina Comedia”, Borges,
1989(3): 209).
Wittgenstein llega, incluso, a atribuir a la prosodia
el valor equivalente al de una argumentación:
Considera que a veces uno se convence de la rectitud
de un punto de vista por su simplicidad
o su simetría, es decir que es eso lo que lleva
a adherir a dicho punto de vista. Se dice entonces simplemente algo como “así
debe ser”. (Wittgenstein, 1972: 14)[106]
Una herejía, con un poco de swing, puede llegar a
ser mucho más inspiradora que un dogma. Las doctrinas filosóficas son abordadas
por Borges como temas y voces de un contrapunto. La forma global puede ser la
de un ensayo, de un poema o de un cuento, pero la matriz será musical. Lo que
importa en cada “tema” es que se convierta en voz de una polifonía. Por eso es
que generalmente desconcierta el final de sus composiciones.
La organización clásica del contrapunto y de la fuga conoce esos compases
de inflexión, que los músicos del barroco llamaban “stretto” (o Engführung en
la terminología de Bach). El stretto es,
en el arte de la fuga, el momento en que la distancia entre las voces se va
reduciendo y, poco a poco, lo que se perseguía, imitaba e invertía se va
superponiendo para llegar a modular en un acorde final. Es a la vez un clímax y
una disolución. Son los compases de una reconciliación inestable.
Si observamos el final de muchos de sus cuentos,
veremos claramente que Borges practica un esfumarse de las contradicciones, el
héroe también resulta traidor, el narrador no recuerda si dice la verdad o
miente, el santo y el hereje resultan ser una misma persona.
Esta práctica del stretto se
observa también en ensayos como “Nueva refutación del tiempo”, en el que la
adversativa shakespeariana and yet permite
poner en contrapunto dos ideas contrarias, anulando, por la cadencia misma del
texto, el prometido proyecto de ofrecer una refutación.
La refutación no tendrá lugar, tampoco habrá demostración. Sólo queda la
“oscilación del concepto” que acepta la hospitalidad de la literatura.
Convertir las perplejidades de la filosofía en “formas de la literatura” es
otra forma de mirarla “sub specie aeterni”. En Borges la superación se hará hacia la creación artística. En
Wittgenstein, esa mirada superadora se orientará hacia la paciente y obstinada
elucidación. Lo expresa admirablemente en Vermischte Bemerkungen:
Me parece que, además del trabajo del artista, hay otra forma de captar el
mundo sub specie aeterni. Es –creo–
el camino del pensamiento que sobrevuela, por así decirlo, el mundo y lo deja
tal cual, observándolo en vuelo desde lo alto. (Wittgenstein, 1977: 18)[107]
Y añade: “En la carrera de la filosofía, gana el que puede correr más
despacio. O el que llega último a la meta” (Wittgenstein, 1977: 71).[108]
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Entrevistas
– Dosier
https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14888
Una tarde con Borges
Conversación
con Daniel Balderston
An
afternoon with Borges
Conversation with Daniel Balderston
Uma tarde
com Borges
Conversa
com Daniel Balderston
Sol Martincic
(Universidad
Nacional de Mar del Plata, Argentina)
solmartincic@gmail.com
Recibido: 01/03/2023
Aprobado: 01/03/2023
Daniel Balderston, director del Borges Center de la
University of Pittsburgh y de la revista Variaciones Borges, ofreció una
conferencia titulada “Una tarde con Borges” en la Villa Victoria Ocampo de la
ciudad de Mar del Plata el 6 de julio de 2022. Luego de exponer su estudio
sobre los manuscritos del escritor, el Dr. Balderston tuvo un intercambio con
los especialistas e interesados en Borges allí presentes. El encuentro fue
presentado y estuvo coordinado por Mariela Blanco y José María Gil, ambos
investigadores de CONICET y docentes de la Universidad Nacional de Mar del
Plata. Esta transcripción recupera el intercambio posterior a la charla.
José María Gil: Seguimos
con esta tarde con Borges. En esta instancia de la reunión que estamos teniendo
acá tan gratamente, vamos a pasar a la parte de las preguntas.
Daniel
Balderston: Pero primero,
ustedes.
J.M.G: Sí, primero,
para fortuna de ustedes, voy a hacer una única pregunta. Bueno, Daniel
contestará, después también Mariela y luego pasaremos a las preguntas del
público. Y mi pregunta sería la siguiente, si es posible: Mariela mencionaba la
página del Centro Borges que es espectacular, y que se puede conocer muy
fácilmente y que simplemente googleando van a encontrar la dirección (https://www.borges.pitt.edu/). Ahí, una de las cuestiones que se tiene
en cuenta es la pregunta precisamente ¿por qué Borges? Bueno, una de las
respuestas que da o una de las pistas que da es el argumento de los fundadores
del Centro Borges, que decían, a mediados de la década del ’90, que lo que
caracteriza a Borges es que es al mismo tiempo un filósofo de la poesía y un
poeta de la filosofía. Y también señalan que, en todos sus textos,
prácticamente, hay alguna clase de reflexión ontológica y que muchos de sus
textos, directamente, hasta se pueden interpretar como un tratado. La pregunta
en relación con esto es si se puede dar algún ejemplo o alguna consideración
acerca de porqué a Borges se lo puede considerar un filósofo de la poesía o un
poeta de la filosofía o un poeta filosófico.
D.B.: Eso fue sin duda la afirmación de Iván
Almeida, que es filósofo y semiótico. Vive en Francia ahora, se jubiló, se
jubilaron de Dinamarca, él y Cristina Parodi. Y hay mucho escrito sobre la
filosofía de Borges o las ideas filosóficas de Borges. Yo creo que estoy un
poco en el otro bando ahí y que pienso que Borges utilizó todas las cosas que
iba leyendo y de una variedad asombrosa, lecturas de muchísimas cosas desde la
cultura popular y las noticias, hasta tratados en alemán de filosofía y
religión, etc. Gran parte de las lecturas académicas, digamos, de Borges las
hace en alemán. Eso lo hemos podido comprobar últimamente con estos cuadernos
(referidos en la conferencia). Entonces, antes se pensaba que esas lecturas
eran en inglés, pero muchísima lectura de filosofía, antropología, teología,
etc., era en alemán. Lo que sí yo diría es que Borges tenía, bueno, esa
habilidad para transformar ideas en relatos. Piensen en la relación, por
ejemplo, entre “La biblioteca total”, que es un ensayo que publica en el ‘39 en
El Hogar sobre la idea de una biblioteca total por combinación de letras
aleatoria, y el cuento que escribe un par de años después, donde narra la
experiencia de esa biblioteca desde un bibliotecario que está ahí preso, ha
vivido y va a morir en un hexágono o en un pozo de esa biblioteca.[109] Es decir, toma una idea de Kurd Lasswitz de una
biblioteca total y lo convierte en relato. Y en este ensayo “Del culto de los
libros”, yo creo que lo notable es también cómo va trazando ideas sobre los
libros desde la Biblia hebrea, el Corán, los griegos, hasta nuestros días,
hasta Carlyle, Léon Bloy y Mallarmé. Pero sabe dramatizar en medio de eso la
importancia de la lectura a través de su breve resumen del incidente de
Ambrosio de San Agustín. Es decir, la idea de hacer, trabajar, de convertir
ideas en relato, tal vez también el ejemplo más difícil y más importante es “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”,
donde está trabajando con grandes ideas de la filosofía, pero desde la angustia
de alguien que ha ayudado a destruir un mundo muy perverso de una conspiración
de letrados que están transformando el mundo en una pesadilla en la postada del
´47 en el texto del ´40, Hacer eso con esas tradiciones filosóficas es muy
diferente de lo que haría un filósofo de practicar en un tratado sistemático
esa idea de la relación entre la percepción y la realidad, todo eso que venía
de parte de Hume en ese cuento. Pero en el relato está contado desde la soledad
y la angustia, y sabiendo que el mundo de su infancia se está echando a perder
y que él, Borges, tiene parte de la culpa de eso porque con Bioy habían
descubierto ese artículo sobre Uqbar y después, con ayuda de varios amigos,
habían ido descubriendo el resto de la enciclopedia de Tlön. Y cuando eso pasa a la cultura popular a través
de los diarios y la radio, el mundo se convierte en algo espantosísimo. Está
escribiendo eso en el ‘40, el mundo era un espanto, proyectando eso siete años
hacia el futuro, donde el espanto del ‘40 se ha triplicado, se ha vuelto
absolutamente invivible. Entonces, creo que sí, las lecturas de todo tipo, no
solo de filosofía. Cervantes dice que leía los pedacitos de papel en la calle;
Borges era un poco así, si uno comienza a mirar la cantidad de referencias a
cuestiones de la inmediatez del momento y cosas que obviamente venían de sus
lecturas de los periódicos y de su atención. En el final de “El milagro
secreto” hay fechas muy precisas, “Abenjacán el Bojarí, muerto en su
laberinto”: los dos chicos, Unwin y Dunraven, cansados de una vida sin
aventuras han venido a un lugar de Cornwall la tercera o la última semana del
verano de 1914. Deja al lector recordar que el asesinato del archiduque fue una
semana después. Ese tipo de precisión lo hace con sus lecturas filosóficas, con
sus lecturas teológicas, pero también con sus lecturas del diario. Y por eso yo
creo que es interesante pensar “Del culto de los libros” como su respuesta a
tal eslogan, al panorama que se tiene en frente.
Mariela Blanco: Para
cerrar esta etapa de preguntas que teníamos planeadas con José María, antes de
darle el micrófono al público, tengo dos que tienen que ver con volver con lo
que dijiste en tu comentario y que planteaste en forma de pregunta. Dijiste
algo así como “no sé si Borges tenía un método”, me gustaría que volvieras
sobre ese tema. Luego de tu exposición tan minuciosa en donde lográs
sistematizar varios procedimientos a partir de sus manuscritos, parecería que
sí. Entonces, la pregunta sería por esa respuesta en interrogación sobre el
método, y la segunda es por qué pensás que anotaba tanto como se ve ahí
prolíficamente en el manuscrito que mostraste.
D.B.: Ok.
Bueno, comienzo con la segunda parte. Las anotaciones comienzan a aparecer a
veces en los años ’30, muy de vez en cuando, pero la proliferación de las
fichas bibliográficas en los manuscritos comienza en el ‘49 y termina en el ‘55
cuando deja de poder leer. En esos años sabía que estaba perdiendo la vista y
su madre ya comienza a servir de amanuense. En algunos de los cuadernos que
hemos visto hay páginas donde Borges comienza a escribir y después la letra se
va agrandando y haciendo un poco más borrosa y después sigue la mamá. Es decir,
que hay una necesidad de fijar las referencias, las lecturas, porque sabía que
iba a perder la vista, porque sabía que iba a necesitar de otros para seguir su
labor. En el caso del manuscrito que le regala a Alicia Jurado sobre el
budismo, eso lo escribe él. Los apuntes son letra de él en el ‘51, pero a base
de eso, veinte años después, con ella escribe Qué es el budismo, uno de
esos manuales, es decir, que ella usó el manuscrito del ‘51 para convertirlo
después en un libro de coautoría con él, donde ella puso la parte del budismo
zen y algunos de sus otros entusiasmos que no había mencionado Borges en las
conferencias del ‘51. Es decir, que hay una necesidad de fijar en papel la
investigación porque sabía y también dicen siempre que antes del ‘49 no se
atrevía a hablar en público. La conferencia que da en Montevideo en el ‘45
“Aspectos de la literatura gauchesca” la escribe, pero le pide a José Pedro
Díaz que la lea.
En el ‘45 estaba
aterrado de hablar en público. Lo mismo sucedió con “El desagravio a Borges” y
la cena de la SADE. Él no leyó sus textos. A partir del ‘49 comienza a hablar
en público y obviamente nunca paró de hablar si pensamos en la cantidad de
conferencias y entrevistas del Borges ciego. Pero este período es muy
importante porque de repente podemos documentar sus lecturas, cómo utilizo esas
lecturas, ahora… método, yo diría que hay como métodos idiosincrásicos diversos
que discuto bastante en el libro de Ampersand,[110] pero que yo no lo podría reducir a un método. Por
ejemplo, un ejemplo muy estúpido, pero usa a veces la X mayúscula en el margen
izquierdo para inserción, a veces para tachadura y otras veces, para tachadura
o inserción. La misma letra significa las dos cosas contrarias y hay una en los
manuscritos importantes del período central del ‘39 al ‘53. Hay una
proliferación de posibilidades, a veces hasta quince para escoger una palabra,
a veces cinco o seis versiones de una cláusula, y no necesariamente escoge la
última. Es decir que vierte sobre la página todo lo que se le ocurre. Una
especie de asociación de ideas, pero sólo podemos vislumbrar el texto publicado
en las segundas versiones. En las primeras versiones, en un par de casos he
contado palabras y de las primeras versiones pasa un 10 o un 15% de las
palabras a las versiones finales. Las segundas versiones pasan de repente a un
90 o 95%. Es decir, que el proceso de poner muchísimas posibilidades y después
ir escogiendo forma parte de su, digamos, método de trabajo. Pero nadie lo
reconocería como método. Por eso me molesto un poco con el hecho de que los
cartesianos hayan insistido en que haya un método, cuando yo no estoy nada
convencido de que es un método coherente. Yo creo que es, hay prácticas que desde
los textos de los manuscritos de la indeterminación de los ‘20 hasta la
ceguera, él dice en todas las entrevistas: “Después de la ceguera comencé a
escribir en versificación regular y en rima porque era más fácil componer y
dictar de una vez”. Ustedes van a ver que la pobre de Leonor Acevedo de Borges
tuvo que anotar muchas versiones de ese poema antes de que hubiera un poema
pulido. Es decir, que hay mucha mentira en eso de tener un método claro de
ciego sabio. Otra pregunta…
M.B.: Sí, estaba la
pregunta de Ángel (Chiatti).
Ángel: Sí, vuelvo un poco atrás, lo que decías
respecto de ideas filosóficas que mencionaba José María, con eso producía
relato, es decir, literatura. Y a mí siempre me asombró la cantidad de lectores
implícitos que generó Borges. Y yo creo que justamente es porque a partir de
distintos discursos y distintas disciplinas, ha producido literatura con eso.
Si uno sabe este discurso y lo importante es eso, como el caso de Heisenberg en
el ‘27 enuncia el principio de indeterminación y Borges ya lo glosa y lo cita
en el ‘29, dos años después. Una curiosidad increíble. O “Nueva Refutación del
tiempo”, ahí está el nuevo concepto de espacio-tiempo.
D.B.: Sí, dos ejemplos más. Alberto Rojo ha
venido trabajando y tiene un libro, Borges y la física cuántica,[111] con el hecho de que “El jardín de senderos que se
bifurcan” del ‘41 anticipa por dieciséis años la hipótesis Everett de la física
cuántica de los multiversos, y Everett y sus compañeros se enteran unos años
después. Hay una tesis de mediados de los ‘60, donde ya ponen epígrafes de
Borges de “Senderos” para fortalecer la tradición. Pero Borges había anticipado
esto en “La lotería en Babilonia” y tengo un artículo sobre esto. Hay una frase
que dice “Nadie hasta ahora ha esbozado, una teoría general de los juegos”. Eso
es año ‘41. Theory of games and Economic Behavior es del ‘44. Es posible
que esté lanzando ideas que sabemos que llegan a ser ideas importantes en los
campos más diversos. Pero no en forma sistemática. Yo creo que son como
pequeñas digresiones y ramas que resultan ser importantes para los grandes
pensadores de la física cuántica, de la teoría de los juegos. Obviamente, ahora
para la informática y los multiversos y etc., etc., pero yo creo que esas
intrusiones no necesariamente se desarrollan o no se desarrollan de forma
sistemática en la obra de Borges; son destellos que otra gente se encarga de
desarrollar con o sin un conocimiento de lo que es Borges.
M.B.: ¿Alguna otra
pregunta, comentario? ¿Martín (Pérez Calarco)?
Martín: Estaba viendo las anotaciones y demás y me vino
esta idea, esta cosa que ya quedó como una especie de lugar común de decir
“Borges no era un erudito” y la falsificación y demás ¿no? Y, sin embargo, el
tipo de trayectoria que es como lector ¿no?, las fuentes con las que trabaja,
por ahí hay como otra alternativa a la idea de erudito, no una forma armónica
ni estable de erudición, pero sí hay una trayectoria muy singular, yo veo como
una especie de erudición, podemos pensar, ecléctica y acaso irreverente.
D.B.: Sí, yo hace muchos años ya que escribí y
publiqué mi tesis en relación al cambio en el ‘85.[112] En el ‘86
publiqué un índice a la obra de Borges que es la base del Finder ´s Guide
actual en el sitio de Borges (https://www.borges.pitt.edu/finders-guide). Ya en el ‘86 había llegado a la conclusión de
que el lugar común de decir que había muchos libros y autores y títulos
apócrifos era porque la gente no sabía investigar. No sabía encontrar que había
fuentes. Ahora, esa intuición mía, yo no tenía necesariamente la base para
decir la edición tal, tal y tal página, segundo párrafo, esto. Eso lo hemos
podido hacer en los últimos dos o tres años gracias a estos cuadernos. Antes de
eso, había de vez en cuando, alguien descubría alguna cita invisible. Silvia
Molloy en Las letras de Borges[113] dice que cuando estaba traduciendo algo
de H.L. Mencken en sus años mozos, se topó con una cita en Mencken de Pilgrim's
Progress, de John Bunyan que aparece algo de la sangre
que se corre entre los dedos o algo así que aparece en “Biografía de Tadeo
Isidoro Cruz”.
Yo estudié el
manuscrito de “El hombre en el umbral” que comienza con una cita equivocada de
Juvenal y con la declaración de que no va a haber interpolaciones de Kipling. Y
en el manuscrito, en el margen, está la cita de Juvenal bien y se está burlando
del inglés que tiene pretensiones de latinista y él sabe mejor latín que el
interlocutor inglés y sabe, esconde un verso de Kipling en la descripción del
loco que ejecuta al oficial británico corrupto. Es decir que los manuscritos
nos dan pistas, pero ya sabíamos que había muchísimas citas escondidas. Mi
ejemplo favorito, porque fue supongo que el primero que descubrí, es el final de
“El inmortal” eso de “palabras, palabras, palabras
desplazadas, palabras de otros”, es decir, la idea de que el manuscrito de
Cartaphilus fue un plagio es a la vez un plagio por parte de Borges de Joseph
Conrad de un prólogo muy famoso. Está traduciendo un texto de Conrad y
poniéndolo como defensa de plagio. Es decir que esa cuestión de la erudición,
bueno, ninguno de nosotros es suficientemente erudito para manejar todos estos
campos del saber, pero sí podemos comenzar a entender los mecanismos y eso tal
vez lo que hemos hecho con Mariela y con Emron Esplin y con otros es descubrir
a alguien que sabe de filosofía, del pensamiento sufí y quienes podrían
trabajar con la investigación en Borges de las sagas islandesas y la poesía
escandinava, etc., etc. Eso no puede ser un trabajo individual. En el
libro de ensayos que hice circular entre el público, María Celeste Marín, de la
Sorbona Nueva, y yo hicimos una edición crítica de un
manuscrito inédito de seis clases del ’52, tendría que ser una edición crítica
de Borges, ¿no?[114]
Y si miran las páginas de texto que hay y la cantidad de notas, más quince
páginas de manuscrito, pasan a ochenta y cinco páginas en la versión
publicada. Ese tipo de trabajo de estudiosos es lo que todavía nos espera
y que no se puede hacer. No se puede hacer bien o de forma total, porque…hay
momentos que envidio a mis compatriotas que trabajan sobre Whitman y Dickinson,
por ejemplo, porque las obras están libres y uno desearía que el señor Borges
hubiera muerto en 1880 en vez de 1986. Pero bueno, es como otro poder. Pero
necesita ese tipo de aparato crítico. Recomiendo mucho un libro que
publicamos en el centro Borges que se llama Borges Bioy en contexto,
de Cristina Parodi, de nuevo, hay una versión PDF muy barata y también una
versión en papel que hizo el aparato crítico de una edición que es imposible
hacer, ¿no?[115] Y ellos habían dicho,
Iván Almeida y Cristina Parodi, en un ensayo en Variaciones Borges,[116]
que lo que realmente necesitaríamos hacer es una especie de aparato crítico
así, donde las obras completas se pudieran poner en un hueco en el medio y
tenerlo de referencia. Creo que es lo que estamos comenzando a vislumbrar ahora
en 2022.
M.B.: Es como una especie de
acompañamiento para leer una obra que se hace muy difícil, que es la de la de
Borges y Bioy porque sale, digamos, del común de la obra que estamos
acostumbrados quizás con Borges.
Oyente: ¿Borges aún guarda sorpresas para usted?
D.B.: Oh, sí, constantemente. No, por eso estoy
…bueno…. comencé a frecuentar a Donald Yates, el coleccionista cuyos papeles
están ahora en la Michigan State University como en el 2014. Yo iba una vez al
año por varios días. Tenía la segunda versión del manuscrito de “El Inmortal”,
etc. muchas cosas, pero yo estoy convencido ahora de que él pensaba vivir unos
veinticinco o treinta años más, porque como siempre, me deparaba una sorpresa
por visita. Había todavía programadas muchas visitas futuras que no se pudieron
realizar porque murió, pero ahora en equipo estamos viendo eso. Es un
rompecabezas maravilloso porque los manuscritos, cuadernos, las referencias cruzadas, el
descubrimiento de las ediciones precisas que consultó que, en muchísimos casos,
no son las mejores ediciones… muchísimas veces. Borges era un hombre sin
demasiados recursos, entonces, si tenía un libro de William Blake, era una
selección popular de la prosa y verso de William Blake, no eran las grandes
ediciones de Blake, ni de Swift, ni de Flaubert, etc. Entonces, para comenzar a
entrar en esa materia, estos papeles han resultado absolutamente claves. Bueno,
también soy docente. Entonces, cada vez que vuelvo a enseñar, digamos, a ver,
“Abenjacán el Bojaría, muerto en su laberinto” descubro algo más. Son textos
donde hay capas y capas y capas y capas. Y a veces uno siente algo y se da
cuenta seis meses después que es lo que le estaba dando cosquillas. Y a veces,
por otra lectura que nada que ver, como dijo el señor Ángel ahí al fondo. A
veces, la revelación de un pequeño secreto está en una lectura que uno está
haciendo como Molloy, traduciendo a H. Mencken, que a su vez es muy difícil.
Por eso también es muy importante el libro de Cristina Parodi, porque demuestra
que tanto del lado de Bioy como del lado de Borges había un interés increíble
en las nimiedades de la cultura popular. ¿Alguna? Todavía una pregunta más.
Oyente: -No sé si se puede...
D.B.: - Sí, adelante, por favor.
Oyente: Escuchándolo… digamos, también esta
cuestión de no parecer que tuviera metodología y estos cambios que produce en
las versiones, ¿tal vez no sería una forma de él mismo no saber dónde, de no
saber cómo usarlo, que él mismo quería decir?
D.B.: Sí, yo dije eso hace muchos años en un
análisis del ensayo “La muralla y los libros”. Comencé a anotar la
cantidad de veces que decía, "tal vez", “acaso”, “puede ser”,
"Estuve leyendo el otro día", todo como ocurrencias.
Oyente: Y los
reportajes también.
D.B.: -
Sí, y yo creo que eso también tiene que ver con su fama posterior,
radial, televisiva, entrevistas, etc., ese titubeo no es exactamente una
costumbre nacional y no era exactamente el tipo de discurso que había en el
‘49, ‘50, ‘51, ‘52. Es decir que yo creo que el titubeo como ... como
estrategia.
Oyente: - ¿Era un recurso?
D.B.: - Como algo que tenía que ver con su
manera de ser. También da una clave para entender por qué sus textos se abren a
múltiples lecturas, a lecturas desde distintas disciplinas. Esa incertidumbre
radical que se ve en las primeras versiones pasa todavía a las versiones
publicadas y sigue revisando después de publicarlo, también. Hay un capítulo del
libro sobre eso. Pero yo creo que lo que Molloy en su libro, Las letras de
Borges, llama del vaivén, de una cierta cuestión como de algo borroso, que
no se puede fijar. Es parte de lo que hace que la obra sea tan interesante y
que sea susceptible a tanta lectura nueva. Todavía en 2022, digamos, hay una
bibliografía crítica abundante y, sin embargo, yo creo que los del equipo de
Mariela y yo, y algunos otros en el mundo, sentimos que estamos recién
comenzando. No es que todo esté dicho, no está dicho casi nada de lo que
se podrá decir.
Oyente: -Gracias.
J.M.G.: Muy
bien. Tenemos tiempo para una pregunta más o algún comentario, si
quieren.
M.B: A propósito de que se habló del libro de
Cristina Parodi, quería un poco volver a esa relación con Bioy Casares,
y me parece que es una buena oportunidad para emplazar a Borges en Mar de
Plata.
D.B.: En esta casa, sí.
M.B.: Claro, eso, para saber, como para que pensemos, ya
que estamos acá sentados, en el vínculo con quien los presentara, es decir, Victoria.
Y algo creo que también de los tonos del ensayo, de los tonos del decir, me
parece que también se puede pensar en relación con Victoria y no solamente para
el ensayo.
D.B.: Y el contraste con Victoria.
M.B.: Claro.
D.B.: Uno de los grandes poemas iniciales,
“Arrabal”, dice en la dedicatoria inicial “a Guillermo de Torre por
contraste". Después borra eso, el “por contraste". Guillermo de Torre
pasará a ser su cuñado. Pero yo creo que...
M.B.: Pero creo que, como en
la vida misma, podríamos decir que esas relaciones complejas son las más ricas.
Entonces, eso es lo que voy a comentar, no solamente el contraste, como estás
diciendo, sino después este nuevo lugar que le hemos encontrado también a
Victoria como la promotora de un Borges oral. Es decir, sabemos que por estos
estudios de las conferencias que hemos venido impulsando, que Victoria además
de haber ocupado el lugar que ocupó en Sur y haber albergado la
escritura de Borges en el proyecto editorial de la revista, en la editorial en
sí misma, Borges como traductor también, hizo mucho para que Borges comenzara a
ser tanto profesor como conferencista.
D.B.: Y ganarse la vida con eso, porque entre el
‘49 y el ‘55 no tenía otra ocupación.
M.B.: Y son los años en que
el contraste se diluye porque, digamos, muchas de las prédicas políticas las
van a compartir con tonos distintos. Bueno, ¿te parece que falta hacer un
estudio sobre Borges y Victoria?
Oyente: Te lo iba a proponer. Ameritaría que en
Villa Victoria ustedes organizaran un encuentro Borges-Victoria.
M.B.: Bueno, creo que podemos
tomarlo.
Oyente: Convocar a las musas… convocar a las musas.
D.B.: Muy bien. Y también sentir los rumores de
lo que se decía aquí enfrente...[117]
J.M.G.: Creo que la hemos
pasado magníficamente, despedimos a Daniel Balderston con este aplauso.
Referencias
Balderston, D. (1985). El precursor
velado: R. L. Stevenson en la obra de Borges. Editorial Sudamericana.
Buenos Aires.
Balderston, D. y Martín, M. (2019). Ensayos. Jorge Luis Borges. Borges Center. Pittsburgh.
Ivan
Almeida & Cristina Parodi (2000) "Editar a Borges". Borges Studies Online. On line. J. L. Borges
Center for Studies & Documentation. Internet: 07/04/00
(http://www.borges.pitt.edu/bsol/eab.php).
Molloy, S. (1999). Las letras de Borges y otros ensayos. Beatriz Viterbo. Rosario.
Parodi,
C. (2018). Borges Bioy en contexto. Borges Center. Pittsburgh.
Rojo, A. (2013). Borges y la
física cuántica. Siglo XXI. Buenos Aires.
Reseñas
- Dosier
https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14902
Lo marginal es lo más bello: Borges en sus
manuscritos
Reseña del libro: Balderston, Daniel.
(2022). Lo marginal es lo más bello. Borges en
sus manuscritos. Buenos Aires: Eudeba. ISBN 9789502332628
THE
MARGINAL IS THE MOST BEAUTIFUL: BORGES IN HIS MANUSCRIPTS
Book review: Balderston, Daniel. (2022). The
marginal is the most beautiful. Borges
in his manuscripts. Buenos Aires: Eudeba. ISBN 9789502332628
O MARGINAL É o MAIS BELo: BORGES EM SEUS MANUSCRITOS
Resenha
do livro: Balderston, Daniel. (2022). O marginal é o mais bonito. Borges em seus manuscritos. Buenos Aires:
Eudeba. ISBN 9789502332628
Sol Martincic
(Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina)
Recibido:
04/03/2023
Aprobado: 08/03/2023
Volver a leer a
Borges desde sus manuscritos
En 1980
Jorge Luis Borges recibió el premio Cervantes y, citando a Alfonso Reyes, dijo
que hay que “escribir y publicar para no pasarse la
vida corrigiendo los borradores” (Borges, 2007); esta afirmación resulta
oportuna para leer el último trabajo de Daniel Balderston: Lo marginal es lo
más bello. Borges en sus manuscritos. En primer lugar, el estudio del
director del Borges Center de la University of Pittsburgh viene a demostrar el
arduo proceso de escritura que caracteriza la producción de Borges a través de
un minucioso análisis de diversos manuscritos de poemas, cuentos y ensayos. Por
otro lado, establece diálogos permanentes con el trabajo que él mismo viene
realizando hace años, en el cual cada publicación mira hacia atrás y hacia los
costados para agregar, refutar o dialogar con conclusiones tanto ajenas como
propias.
La estructura del volumen da cuenta de
la amplitud que caracteriza la investigación, ya que se encuentra articulada a
partir del vínculo con el trabajo How Borges wrote, publicado por
Balderston en el año 2018 por University of Virginia Press, un estudio sobre
una selección de un grupo de aproximadamente ciento sesenta manuscritos.[118] En la primera sección, titulada “Después de El método
Borges”, el autor se centra en materiales recientes, donados en 2019 a la
Michigan State University tras la muerte de Donald Yates. Los nueve artículos
del apartado estudian diversos materiales; algunos se centran en manuscritos de
poemas, otros de ensayos, cuentos e incluso, el que cierra el apartado,
demuestra cómo “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” y “La noche cíclica” pueden ser leídos en diálogo al compartir las mismas
lecturas filosóficas, lo cual es demostrable desde las referencias bibliográficas
en el margen izquierdo de los manuscritos. Es decir que las relaciones que
suelen realizarse a partir de puntos de contacto encuentran, a partir de este
trabajo, huellas materiales verificadas.
La diversidad también se presenta en las
características de los materiales trabajados, ya que no siempre se trata de un
análisis sobre manuscritos completos; por ejemplo, una página y media del
manuscrito de “Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto” se traduce en un
ensayo de catorce carillas. En otro caso, se cuenta con el manuscrito completo
de nueve páginas que permite leer el proceso de escritura de “Nuestro pobre
individualismo”, primero denominado “Viejo hábito argentino”, un material que
cuenta incluso con ilustraciones del autor que permiten ver su calidad como
dibujante. El artículo dedicado a las copias en limpio, generalmente escritas
en la página de haber de libros de contabilidad, viene a demostrar que no
existe tal copia definitiva, sino versiones que se van puliendo, pero que
incluso siguen siendo reescritas después de ser publicadas.
Los diversos materiales tratados van
encontrando una clasificación entre aquellos primeros borradores repletos de
posibilidades, los segundos ya más despejados y las “copias en limpio”. En
todos los casos, ya sea tanto un fragmento pequeño como un manuscrito completo,
un primer borrador o una versión más próxima a la definitiva, el análisis de
Balderston encuentra información nueva allí donde parecía ya estar todo dicho.
Tal es el caso del análisis del manuscrito de “El fin”, probablemente uno de
los cuentos más reconocidos del escritor, que exhibe la profunda investigación
en diversas fuentes que realizaba Borges para componer “detalles
circunstanciales”. En todos los casos, las conclusiones permiten caracterizar
no solo el proceso de escritura del autor, sino también identificar, por
ejemplo, los tiempos reales entre la composición y la publicación o las
lecturas que estaba realizando en el momento.
Uno de los aspectos más relevantes de
esta primera sección tiene que ver con el diálogo directo entre los textos y la
coyuntura política que se expone en diversos ensayos. Balderston ya pensaba en
este sentido (Balderston, 1990), pero desde estos materiales, establece, por
ejemplo, la red de relaciones rastreable a partir de un poema dedicado a su
bisabuelo ˗“Página para recordar al coronel Suárez, vencedor en Junín”˗ y como
esto no solo le permite escribir su propia tradición sino referirse al contexto
político del momento donde el peronismo era el motivo de su preocupación. Esta
misma línea sigue, por ejemplo, el análisis del manuscrito de “Nuestro pobre
individualismo” o “Anotación al 23 de agosto de 1944”. Balderston no dialoga
solamente con sus trabajos anteriores, sino también completa y nutre sus
análisis con aportes de otros autores. En este último ejemplo, el ensayo se
propone como un complemento de un texto del crítico peruano Víctor Vich
publicado en Variaciones Borges, la revista que dirige desde 2005.
En la segunda sección, “Hacia El
método Borges”, se encuentran los artículos que han quedado fuera de
aquella publicación. En este grupo se halla, por ejemplo, un detallado examen
de cuatro manuscritos de Historia universal de la infamia, primer
volumen de cuentos, que curiosamente no presentan fichas bibliográficas en el
margen izquierdo. Estas últimas son las protagonistas del trabajo que da nombre
al libro, centrado en la importancia de esas anotaciones marginales que
funcionan como pistas de un tesoro a descubrir y terminan siendo protagonistas
desde el margen.
Por último, Balderston logra incluso
establecer una lectura de la caligrafía de Borges desde sus propios textos al
detenerse en una referencia presente en “Pierre Menard, autor del Quijote” que logra homologar ciertos aspectos
de la letra de Borges y Menard. Este último capítulo, “Borges en el mundo, el
mundo en Borges” logra sintetizar, luego de los numerosos ejemplos analizados
en los diversos manuscritos, la imposibilidad de circunscribir la obra del
escritor argentino en un solo plano entre lo local y lo global, lo nacional y
lo universal; su escritura -reescritura- presenta un sistema de usos y
apropiaciones cuyo centro está desplazándose continuamente y, por ende, está en
todas partes.
Frecuentemente
los estudios críticos buscan presentar una lectura acabada capaz de
consolidarse como una verdad absoluta en el campo intelectual. Existen,
también, afortunadas excepciones en las cuales una investigación pone a la
vista un verdadero proceso, sus avances, actualizaciones, rectificaciones y
vuelve a pensar su objeto valiéndose del diálogo con lo anteriormente pensado
por uno/a y por otros/as.
Daniel
Balderston vuelve sobre sus propios pasos (o trazos) para hacer de su
investigación un verdadero work in
progress sobre el maestro del mismo. En el
desarrollo no intenta ocultar el proceso en pos de un resultado final y
absoluto, sino que muestra una apertura que, al leerse, parece estar apenas
recién empezando. Balderston utiliza las siguientes palabras de Borges: “El
concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión o al cansancio”
(86) y, en verdad, parece estar realizando un guiño autorreferencial. Por esta
característica es que se trata de un objeto crítico que no puede ser pensado
individualmente, sino como parte de un proceso de análisis constante, en
movimiento que parece no conocer punto final. Podría pensarse como un libro para ser entendido en
gerundio ya que está publicando y volviendo sobre lo publicado, pensando,
leyendo y releyendo al escritor argentino más leído desde materiales nuevos y
así demostrando que sobre la obra de Jorge Luis Borges, por fortuna, aún queda
mucho por decirse.
Referencias
Borges, J. (2007). Textos
recobrados 1956-1986. Emecé. Buenos Aires.
Balderston, D. (2021). El método
Borges. Ampersand. Buenos Aires.
Balderston, D. (1990). ¿Fuera de
contexto? Referencialidad histórica y expresión de la realidad en Borges.
Beatriz Viterbo. Rosario.
https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14842
La ilustre incertidumbre. Ensayos sobre Borges y la filosofía
Reseña del libro: Iván Almeida. (2022). La ilustre incertidumbre. Ensayos sobre Borges y la filosofía. Pittsburgh: Centro
Borges - Universidad de Pittsburgh. ISBN: 0990729273
ESSAYS ON
BORGES AND PHILOSOPHY
Book review: Iván Almeida. (2022). The illustrious uncertainty. Essays on Borges and philosophy. Pittsburgh: Borges Center - University of Pittsburgh. ISBN: 0990729273
ENSAIOS SOBRE BORGES E FILOSOFIA
Resenha do livro:
Iván Almeida. (2022). A ilustre incerteza.
Ensaios sobre Borges e filosofia. Pittsburgh: Centro Borges - Universidade de Pittsburgh. ISBN: 0990729273
José María Gil
(Universidad
de Mar del Plata – CONICET, Argentina)
josemaria@gilmdq.com
Recibido: 15/02/2023
Aprobado: 04/03/2023
En un poema de La
cifra (1981), Borges sugiere que una de las varias causas de su fama sería
la de “conocer las ilustres incertidumbres que son la metafísica”. Iván Almeida
encuentra allí un feliz título pare este libro de dieciséis ensayos en los
cuales despliega una “mirada primordialmente filosófica” de la obra de Borges
(p. 5).
Los dieciséis capítulos pueden leerse a
favor de la tesis de que esa obra es (también) una filosofía. Por ello se
presenta una reseña individual de cada uno de ellos.
1. “Filosofía y ficción”. La diferencia entre
la literatura y la filosofía de Borges no sólo es difusa, sino también
innecesaria. En definitiva, las invenciones de la filosofía no son menos
fantásticas que las del arte. Arquetipo y caso de un pensamiento racional y
crítico, Borges también admite que en el origen mismo de la filosofía están la
poesía y los relatos, con todas sus metáforas. No parece, entonces, que la
práctica de la filosofía deba (ni pueda) desligarse de la función estética.
2. “Borges en clave de Spinoza”. La obra de
Borges puede entenderse (también) a partir de la descolocación que promueven
sus oxímoros. La tesis de que un hombre es todos los hombres (o sus variantes
de que yo soy los otros o de que nadie es alguien) pueden interpretarse como
una derivación del escándalo provocado por Spinoza en el siglo XVII. Además,
Borges aplica la metodología de ir contra la corriente en grandes temas. Por
ejemplo, presenta la salvación desde la figura de Judas o al laberinto desde la
perspectiva del Minotauro. En esta misma línea, determinismo y libertad no son
incompatibles. Por un lado, el Universo es eterno y está prefijado; el tiempo
una ilusión de la conciencia humana. Por el otro, nuestro yo cotidiano y
temporal, que persevera en su ser, no puede no creer en el libre albedrío.
3. “El Schopenhauer de Borges”. Tan profundo
es el reconocimiento a Schopenhauer que en su Autobiografía Borges dice que si tuviera que elegir a un solo
filósofo lo elegiría a él, porque sus palabras están cerca de expresar el
enigma del universo. En el Schopenhauer de Borges, los extremos aparentemente
incompatibles entran en una dialéctica virtuosa. Todo sucede por una única vez,
y eternamente. Quien lee el Quijote,
crea el Quijote. Al mismo tiempo soy
y no soy. Así, Borges termina ejerciendo un “schopenhauerismo” radicalizado:
Sugiere que su admirado filósofo sabía muy bien que un pensador es tan ilusorio
como un enfermo o un mendigo. Agrega que también sabía que él era otra cosa,
profundamente.
4.
“La
ilustre incertidumbre (Borges, Wittgenstein)”. Aunque fueron contemporáneos, Borges y Wittgenstein “nunca se
conocieron, ni se citaron, ni se leyeron” (p. 69). Pero hay poderosas
afinidades y conexiones entre ambos.
Por ejemplo, al fin del Tractatus Wittgenstein entiende que hay que
callar precisamente ahí porque se ha llegado a un punto donde lo conceptual se subordina a lo poético. La idea de
que la naturaleza estética del mundo no puede representarse por medio del
lenguaje también es característica de Borges. El mar, los atardeceres, la llama
de una hoguera, por ejemplo, son la inminencia de una revelación que nunca se
produce, son el hecho estético. Almeida sugiere que la obra de Wittgenstein es
estrictamente filosófica y al mismo tiempo literaria. Esa proposición parece
verdadera también para el caso de la obra de Borges.
5. “Modificar el pasado (De Borges a Dante)”.
Tres versos del canto V del Paraíso inspiran a Borges para mostrar que la
literatura tienen la capacidad de modificar el orden temporal de los hechos. En
un sentido más densamente metafísico, el poder de modificar el pasado radica en
la eternidad, la percepción inmediata y simultánea de lo que (para los humanos)
fue, es y será. En efecto, para Dios, que es eterno, son irrelevantes (o
inexistentes) las diferencias entre ser y haber sido, o entre ser y no ser. La
sucesión temporal y el principio de no contradicción son particularidades
(acaso errores) de la conciencia humana, no rasgos del universo.
6. “La circularidad de las ruinas
(Variaciones cartesianas)”. En este ensayo se buscan huellas de las Meditaciones metafísicas en “Las ruinas
circulares”. Borges promueve una perspectiva novedosa de la teoría de la
certidumbre. Desde Descartes hasta Putnam, esta teoría funciona en un escenario
fijo, porque considera la posibilidad de estar engañados (por ejemplo, a causa
de un genio maligno). Sin embargo, la teoría de la certidumbre nunca contempló,
hasta Borges, la posibilidad de engañar. El sujeto de conocimiento ya no es
potencial víctima de engaño, es quien engaña; ya no es el sueño de otro, sino
quien sueña.
7. “Laberintos para vivir”. La imagen del
laberinto evoca el insondable orden del universo, y con él, el infinito. La
admiración por “laberintos verbales” como Don
Quijote o Ulysses lleva a Borges
a encarar la construcción de laberintos originales, complejísimos y simples a
la vez, como la línea recta divisible hasta el infinito. Quien vive en el
inevitable laberinto borgesiano no está postergado ni inmóvil como un personaje
de Kafka. Sabe que vive en el laberinto, con la resignada pero tranquila
conciencia de que no se puede salir de ahí, como el narrador de “La Biblioteca
de Babel”. Nunca encontraremos un hilo. Y si lo encontráramos, seguramente lo
perderíamos en esas palabras se llaman
filosofía o en la mera y simple felicidad.
8. “Moneda de una sola cara, las cosas.
(Rudimentos de semiótica borgesiana)”. Un verbo predilecto de Borges es el poco
frecuente “amonedar”: El mago de “Las ruinas circulares” encara un proyecto
“mucho más arduo [...] que amonedar el viento sin cara”. La poderosa significación de la moneda puede
ejemplificarse con el Zahir, que depara a su dueño la visión simultánea de las
dos caras, la “visión oximórica” que tiene Dios de los términos para nosotros
contradictorios o incompatibles. Y otra vez, como ocurre con el tiempo mismo,
la idea de que la moneda tiene dos caras, la idea de que hay opuestos, es una
particularidad (acaso un error) de la conciencia humana, no un rasgo del
universo.
9. Conjeturas y mapas (Kant, Peirce, Borges y
las geografías del pensamiento). Kant y Peirce desarrollan, cada uno a su
manera, teorías pasionales de la razón. De este modo, la abducción serena el
pensamiento cuando éste se ve perturbado por un hecho anómalo: Si aparecen
restos fósiles de peces en pleno continente, surge la explicación de que el mar
cubría ese territorio en otra era geológica. De manera comparable, tenemos el
hecho anómalo de que el universo es eterno: Todo lo que fue, es y será, en
realidad ya está hecho. Con pasión racional, Borges propone una abducción
metafísica: El libre albedrío es una ilusión necesaria. Así las cosas, el
conjeturador de Borges es un baqueano, no un rastreador. Las investigaciones de
un rastreador como Holmes requieren hipótesis realistas, aunque poco
interesantes. Las de Lönnrot, baqueano (de la literatura y la filosofía) exigen
en cambio que las hipótesis sean más interesantes que la realidad visible.
10. “Bienaventuranzas apócrifas y hereje
fidelidad”. Los “Fragmentos de un evangelio apócrifo” pueden entenderse en
relación con las éticas de Jesús, Spinoza, Swedenborg y Blake. Esas éticas en
principio diversas terminan formando un conjunto armonioso, cuya síntesis
podría ser alguno de los versos de Blake: “ver todo un Mundo en un grano de
arena”. La reducción del infinito a un único punto del universo (como el aleph
de Daneri) involucra no sólo una perspectiva metafísica sino también una
perspectiva ética. Así, el pobre y el rico podrán ser igualmente felices, pero
no por ser (o por no ser) pobre o rico: “Feliz el pobre sin amargura o el rico
sin soberbia”. No es irrelevante aquí que la inteligencia también sea una
obligación moral. Se incluye un apéndice con las correspondencias entre los
“Fragmentos de un evangelio apócrifo” y las bienaventuranzas de Jesús.
11. “Celebración del apócrifo en ‘Tlön, Uqbar,
Orbis Tertius’”. La multiplicación abrumadora de propiedades que en las lenguas
de Tlön pueden llegar a representar los sustantivos de las lenguas humanas,
evoca explícitamente a Meinong, “ese anti-Occam por excelencia”. Para dar
cuenta de la realidad de lo mental, Meinong sugiere que todo lo pensable existe
de algún modo. Si los objetos, como la manzana de Berkeley, son meros cúmulos
de propiedades, entonces los paquetes de propiedades del mundo “externo” no se
diferencian de los paquetes de propiedades “pensados”. Un cuadrado redondo es
en efecto cuadrado y redondo, y además es existente. De forma previsible, no se
aplica aquí el principio de no contradicción. Los lectores acaso puedan
concluir que hay una encarnación de la teoría de Meinong que habita
honorariamente el hemisferio boreal de Tlön: Irineo Funes, el memorioso.
12. “‘El Congreso’ o la narración imposible”. El Congreso mundial es (como “La Secta del Fénix” o el mismo proyecto de “Tlön”) una conjura universal de la que todos formamos parte. En este relato que no puede terminar de contarse es clave el problema de la representación: El Congreso nunca termina de realizarse porque cada cosa es idéntica a sí misma pero también representa a otra. En términos de la totalidad y el infinito, aparece la cuestión de si un grupo inevitablemente reducido puede representar la infinitud de lo representable. Por añadidura, la idea misma de infinito es una idea-límite: Permite toda posibilidad de representación y significados, pero también se erige en entidad representable. En definitiva, el Congreso podrá hacerse cuando todos seamos parte de la memoria del Universo. Cuando cada cosa deje de ser ella misma para ser ella y todas las demás. Cuando cada cosa sea todo, y viceversa.
13. “El final de la espera”. Hay dos historias en el cuento “La
espera”. La primera es la de una reclusión voluntaria en el marco de una trama
policial. La segunda, un duelo de tinte acaso unamuniano entre el personaje y
su propio narrador. Así las cosas, “El
episodio del enemigo” sirve para entender cómo funcionan e interactúan esas dos
historias. En este relato más breve, el personaje Borges termina diciendo que
puede hacer una cosa para evitar que “su enemigo” lo mate: despertarse. Por su
parte, en la primera historia de “La espera”, Villari (el perseguido) parece
decirle a su perseguidor que puede volver a soñarlo. En la segunda historia de
“La espera”, suena la voz victoriosa del autor que le dice a su personaje:
“Puedo hacer otra cosa: borrarte”. El análisis evoca, entre muchas otras, las
originales y perturbadoras evocaciones para el problema de la incertidumbre.
14. “Arte poética”. Se parte aquí de un lúcido
análisis lingüístico de los verbos en infinitivo que definen la poesía en “Arte
Poética”. Dichos verbos no evocan acciones, sino procesos mentales: “mirar”,
“recordar”, “saber”, “sentir”, “ver” y
“convertir”, que en este caso
significa “interpretar” [“convertir el ultraje de los años /en una música, un rumor y
un símbolo”]. Hacer y leer poesía es, entre otras cosas, rondar en torno
al tiempo, que es como un río, que siempre cambia y está “hecho de tiempo y
agua. De forma oximórica, ese río también es siempre el mismo, y no cambia. En
el soneto “Son los ríos”, Borges reescribe, en primera persona del plural, los
mismos temas: “Somos el tiempo. Somos la famosa / parábola de Heráclito el
Oscuro”. La identificación final entre la poesía y el ser humano, ese “ser el
poema”, es posiblemente el aporte más sustancial a las “artes poéticas” y a la
filosofía del arte.
15. “Goethe y la trastienda de ‘El pudor de la
historia’”. En este ensayo se expone algún desliz de Borges que, lejos de
arruinar su obra, favorece el ejercicio de la relectura y del espíritu crítico.
Ocurre que Borges declaró varias veces que no estimaba mucho a Goethe. Del Fausto llegó a decir que era un
“vacilante y misceláneo drama”. Sin embargo, sí valoraba un verso de Goethe
cuyo significado es “lo cercano se aleja” y al que reprodujo de forma errónea
como Alles nahe werde fern. Almeida
advierte que la morfosintaxis de esa cita incorrecta es más argentina que
alemana. Por ejemplo, la tercera persona singular del presente del indicativo
de werden es wird y no werde (que está
subjuntivo). Los inusuales errores de “El pudor de la historia” tal vez sirvan
para profesar el ejercicio de la indulgencia pregonado en los evangelios
apócrifos. En un giro más bien fantástico o metafísico, que no busque tanto el
conocimiento como el asombro, esos errores adquieren un rango intencional,
están ahí para hacernos entender el funcionamiento del universo tal como se
explica en “Los avatares de la tortuga”: Nosotros, la indivisa divinidad que
opera en cada uno de nosotros, soñamos el universo. Lo soñamos resistente,
misterioso, ubicuo y firme en el tiempo. Sin embargo, permitimos tenues y
eternos intersticios de sinsentido para saber que es falso.
16. “La ciudad como paradigma”. Se retoma aquí
el vínculo nada explícito entre Borges y Wittgenstein. En un comentario del Ulysses, Borges sugiere que bien podemos
decir que conocemos una ciudad aunque sin implicar que hemos estado en todas y
cada una de sus calles. Por su parte, Wittgenstein compara al lenguaje con una
ciudad antigua, hecha de callecitas, plazas, casas viejas, nuevas y
remodeladas, de suburbios con calles más regulares y barrios homogéneos. En
definitiva, la ciudad es un paradigma porque las ciudades son muchas, pero cada
una es única. Joyce creía que si podía
llegar al corazón de Dublín podría llegar al corazón de todas las ciudades del
mundo. Después de todo, en Dublín está el mundo, y viceversa.
Con probada
erudición y desafiante creatividad, los dieciséis ensayos de Iván Almeida nos
invitan a creer que la obra de Borges puede disfrutarse como una vasta y
elaborada filosofía.
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[1] No debe
perderse de vista que siempre estamos hablando de un sujeto colectivo y no de
un sujeto individual. En este respecto, siempre estaremos implicando un dominio
intersubjetivo (para profundizar en la noción de “intersubjetividad”, véase:
Arnold-Cathalifaud, 2000, Echeverría, 2009, di Pasquo et al. 2021b).
[2]Aquí se debe mencionar, que diferentes representacionalismos admiten
diferentes grados de injerencia que el sujeto puede tener sobre el objeto. Con
todo, en estos casos parece prevalecer la idea de que el objeto, efectivamente,
tendría una estructura última y definida que sería independiente de esa
capacidad que tiene el sujeto de representarse dicha estructura. Dicho de otra
manera, se seguiría apelando a una instancia “supra-humana” portadora de
ciertas propiedades que le serían intrínsecas (Ibañez, 2001 y 2005).
[3] Como ejemplo de estas interacciones recíprocas, entre la especie humana y
el ecosistema, se puede mencionar como el uso de combustibles fósiles aumenta
la concentración del óxido gaseoso de nitrógeno (N2O y NO2) y de azufre (SO2)
en la atmósfera. Este incremento altera, en las zonas cercanas a la
contaminación, los ciclos biogeoquímicos de nitrógeno y de azufre los cuales, a
su vez, afectan importantes componentes bióticos del ecosistema (Odum y
Barrett, 2006).
[4] Aquí es importante distinguir ciertas discusiones que se han dado al seno
de la ecología, en torno al establecimiento de los límites de sus unidades de
estudio, tal como los límites de un ecosistema. En estas discusiones se admite
que dichas unidades pueden variar en función de los criterios utilizados por
quien investiga (sean estos criterios funcionales o topográficos); funcionando
aquí, el investigador o investigadora, como la variable relativizadora. Con
todo, estas discusiones de orden más metodológicas que epistemológicas, no
ponen en duda la idea de que ciertos fenómenos ecológicos ocurren en el
ecosistema como sucesos de la naturaleza y no, como percepciones
intersubjetivas de un determinado grupo humano que configura una naturaleza
posible (di Pasquo et al. 2021b).
[5] Con la noción de “investigación experta”, hacemos referencia a todas
aquellas personas que manejan el conocimiento ecológico en el contexto de las
problemáticas ambientales, usualmente, quienes provienen de la ecología, la
biología, las ciencias ambientales, la ingeniería forestal, la agronomía, entre
otras.
[6]Se entiende que consideramos a los
integrantes de un dúo co-autores, de todas maneras, no es ocioso recordar los
criterios para clarificar quién puede ser incluido dentro de una coautoría, de
editorial Elsevier y del Comité Internacional de Editores de Revistas Médicas
(originalmente grupo de Vancouver): 1) haber hecho una contribución
significativa a la concepción, diseño y ejecución de la investigación por
ejemplo en cuanto al aporte de datos y su análisis; 2) participar de la redacción
del artículo o la revisión crítica con aporte de contenido intelectual, y
aprobar su forma final; 3) poseer la capacidad y responsabilidad de defender
públicamente el trabajo. Para Elsevier es suficiente el cumplimiento efectivo
de uno de los requisitos, el CIERM (actualizado a 2017) indica que deben
cumplirse los tres.
[7]La cienciometría utiliza las nociones de
grado de incrustamiento y heterogeneidad nodal para analizar estos aspectos de
las redes sociales de los científicos. Grado de incrustamiento refiere a la
variedad e intensidad de los vínculos, el equilibrio entre vínculos fuertes y
débiles produce redes más íntegras que combinan los beneficios de la confianza
con la exposición a información novedosa, gestada o circulada en ambientes externos
y fundamental para el descubrimiento de oportunidades. Heterogeneidad nodal
pretende especificar el grado de diversidad de dichos vínculos en cuanto a las
ubicaciones socio-institucionales y geográfico-espaciales involucradas.
[8]Desde el ámbito de la literatura y la
enseñanza de la escritura Hanif Kureishi aporta una interesante síntesis de
estos elementos: “Querés ver cómo trabajan otros -¿y por qué no?- dejar que te
cambien. […] la colaboración es como la amistad o la escritura; sólo podés
arrancar con una vaga idea de adónde vas. Un poco después, si tenés suerte,
empezás a ver si hay o no hay al frente un destino que merece la pena. […]
¿Cómo sería, entonces, cometer errores, decir cosas locas, tener extrañas ideas
delante de otra persona? ¿Se te impondrá el otro o te forzará a un compromiso,
o viceversa? ¿Te sentirás liberado por ellos o se despertarán nuevos miedos? ¿Y
qué miedos pueden ser? El desafío de la colaboración es encontrar el proceso en
el que los dos pueden ser tontos sin ningún miedo; ver si su unión es una
dilución o una expansión de sus capacidades combinadas. Lo que querés es que el
otro te sorprenda, no que te limite. Ninguno de los dos quiere perder tiempo
persiguiendo una idea que no sea interesante.” (Soñar y contar. Reflexiones sobre
escritura y política. Buenos Aires, Anagrama, 2004, pp. 265-6).
Complementariamente
la antropología filosófica de Peter Sloterdijk nos permite profundizar la
referencia inicial a Tomasello. Su teoría parte de la observación de que el
hombre, como producto evolutivo con índice de espontaneidad más alto, es
afectado por influjos simpatéticos de otros seres vivos, sino bajo el cual se
produce su entrelazamiento con complementadores y promotores. Su concepto de
esfera como invernadero o burbuja de sentido explica la necesidad humana de
construir, en base a afinidad de creencias y esfuerzo, un entorno generativo y
protector del que a su vez surgen inspiraciones comunes. Las esferas apoyan la
capacidad de autodisfrute y brindan inmunidad anímica. Los dúos en términos de
Sloterdijk son microesferas, que reparten resonando sobre dos socios una
identidad común, a expensas de una tensión permanente entre entrega y
autonomía, y de la cesión de una parte de esta última, a cambio de los
numerosos dones que se obtienen. (Sloterdijk, Peter. Esferas III. Madrid,
Siruela, 2009. Cfr. esp. 47 y 287).
[9]“Hemos definido este constructo en
términos del conjunto de conocimientos adquiridos durante el curso vital y
vinculado al funcionamiento intelectual alcanzado, siendo la historia cognitiva
reorganizada continuamente a través de experiencias de aprendizaje individual y
colectivo.” (Monchietti y Lombardo 2006).
[10]Sobre este punto, advertimos algunos
desvíos como formas incompletas y en algunos casos “primitivas” pero todavía
ubicadas en los límites de nuestro desarrollo; las publicaciones de un
etnógrafo y un pintor o de un botánico y un ilustrador pueden pensarse como
antecedentes históricos y contextualizadores de esos casos de desvío. Otro
ejemplo es la publicación de diálogos, en los que a veces interviene la tercera
voz de un editor, moderador u organizador, como en Respuestas. Por una
antropología reflexiva de Bourdieu y Wacquant, resultante de un seminario
(México, Grijalbo, 1995). O como en el collage de reflexiones sobre nuestro
tema de Kathleen Yansey y Michael Spooner, que a través de diferentes
tipografías se propone producir un efecto multivocal a la vez que
desafiar los límites del artículo académico: “A Single Good
Mind: Collaboration, Cooperation, and the Writing Self”. College Composition
and Communication, 49, 1, 1998, pp. 45-62.
[11]En la sociedad de la transparencia, las
tecnologías de la información inciden en la rápida difusión y almacenamiento de
lo producido sin pausa, a la par que la disponibilidad de la información tiende
a sustituir a la verdad y nos expone a nuevos riesgos por la relativización del
concepto de protección de datos. La abundancia incluye no sólo mayor
disponibilidad de resultados y publicaciones que cuando los medios eran
analógicos, sino que también multiplica la circulación de resultados
pseudo-científicos o falsos, por ejemplo por haber sido manipulados para
cumplir con un objetivo fijado de antemano. Esta diseminación de
pseudoinformación inestructurada y velozmente perecedera se encuentra fomentada
no sólo por la compulsión a la publicación inmediata, sino por la proliferación
de revistas, especialmente aquellas que incluso ostentando buena indización y
factor de impacto, transgreden el sistema double-blind, la utilización de grillas
de arbitraje claras, o los plazos de evaluación.
[12] La cursiva es mía.
[13] Cfr. Balderston, D., (2018) How
Borges wrote, University of Virginia Press: Charlottesville; traducido al
español en 2021como El método Borges, Ampersand: Buenos Aires; y en 2022 su Lo
marginal es lo más bello, EUDEBA: Buenos Aires.
[14] En portadilla: firma de Jorge Luis Borges, 1949,
Buenos Aires, y notas manuscritas. «257: Fast jeden Contact... || 118: Das
Leben ist eine Sprache... || En 1949, he hablado en Buenos Aires, en el Rosario,
en Córdoba, en el Azul, en Olavarría, en La Plata, en Montevideo, en Lomas de
Zamora, en Santiago del Estero, en Tucumán y en Bahía Blanca. || En 1950, en
Buenos Aires, en La Plata, en San Fernando, en Resistencia, en Posadas, en la
Universidad de Montevideo. || 277: “Buddha, Eckhart und ich...” || 216 ... happen to dwell together
in this grey one of mine...|| 387: die Natur ist dämonisch, nicht göttlich. ||
393: ein reines intellectualles Gewissen. || 344 ... den isoterischen Namen
Âtma... || 119: Pantheismus. Cf. P. und P., II, 104. || 251 ... in alten
Briefen und Notenheften... || 246: ein gelehrter Einsiedler, kein Asket,
geschweige denn ein Heiliger. || 267: Wenn er zu Zeiten sich unglücklich
gefühlt... || 27: Selbstmord
des Vaters. || 397: Je voudrais savoir ce quíl pense de nous autres... || 82: Bonaparte ist nur ein
gewaltiger Spiegel des Willens zum Leben. || 102 ... nein, Sie wären nicht
da... (Goethe) || 103 ... dass auch dieser Saiten hatte, die Keinen Ton gaben.
|| 63: das Sophisma mentiens. || 102: cogitor ergo cogito (Baader). || 332 ...
in diesem von Jugend auf melancholischen Thiere... || En 1951, en Buenos Aires, en Montevideo, en La
Plata, en Castelar, en Chivilcoy. || En 1952, en Buenos Aires, en Córdoba, en
Paraná, en Nogoyá, en Gualeguay, en Gualeguaychú, en Montevideo, en San Antonio
de Areco.» (Rosato y Álvarez 2017, p.173-174, subrayado mío).
[15] Año II, nro 14. 50-56
[16] Bell Villada menciona que el relato se
ubica en el siglo VII, en un tiempo en el que las lecturas principales eran Agustín,
Orígenes y autores grecorromanos, con una iglesia católica que se imponía
ocupar el vacío dejado por el Imperio Romano (1989: 164). Las referencias a la
invasión de los hunos y la mención al segundo concilio de Constantinopla
permiten pensar que se trata del siglo VI. En todos los casos, se trata de un
tiempo anterior al establecimiento de los tribunales de la inquisición.
[17] El duelo aparece en numerosos relatos de
Borges. Incluso en dos de los nombres de sus cuentos: “El duelo” y “El otro
duelo”. Los personajes de “Los teólogos” tienen un especial parecido a
Roemerstadt y Kubin, los personajes de la novela “Los enemigos” de Hladik en el
relato “El milagro secreto”. Allí, dos personajes enfrentados se confunden
entre sí y “el delirio circular” dice el relato “interminablemente vive y
revive” en uno de ellos (Borges, 2021(1): 510)
[18] Igual que la iglesia a la que servían
Juan y Aureliano, el cuento señala que los hunos prendían fuego lo que
encontraban, “temerosos de que las letras encubrieran blasfemias contra su
dios, que era una cimitarra de hierro” (Borges, 2021(1): 851)
[19] Borello señala que la descripción de la
ejecución de Juan de Panonia fue tomada por Borges de la descripción que
Menéndez y Pelayo hace de la ejecución por la hoguera de Miguel Servet por
Calvino (1995: 179). No parece improbable si se tiene en cuenta que en el
último párrafo de “El arte de injuriar”, fechado en 1933, Borges refiere que
Miguel Servet dijo a los jueces que condenaron a la hoguera que seguirían
discutiendo en la eternidad (Borges, 2021(1): 423).
[20] Magnavacca refiere que el procedimiento
del saber escolástico primero consistió en ceñirse a los autores que se les
atribuía autoridad, luego la meditatio, la glosa explicativa y la exposición y
la sententia que intentaba sintetizar la comprensión del texto. Las diversas
exposiciones interpretativas derivaron en la disputatio, el debate público
entre polemistas (ya en el siglo XIII). Un defensor tomaba el silogismo que
otro impugnaba concedía, negaba, distinguía con variables diversas. Dice
Magnavacca que, durante la argumentación, siempre con matrices silogísticas,
solían intercalarse, por ambas partes, precisiones semánticas, peticiones de
ejemplos, declaración y refutación de sofismas, negación de supuestos, etc. (Magnavacca,
2005: 229-230; 397-8).
[21] El peligro no reside en la herejía
singular que toma por sorpresa a la ortodoxia, sino en la herejía que siempre
puede identificarse como ortodoxia. La herejía que la ortodoxia no puede ver
venir, finalmente, es la herejía homónima, la herejía que resulta en una
ortodoxia de nombre solamente. Es la herejía alojada dentro de la propia
ortodoxia. En otras palabras, el peligro radica en la imposibilidad de decidir
si la ortodoxia es una herejía y viceversa. Es un problema de decisión, de
juicio y, dado que la decisión de herejía también implica una sentencia, es un
problema de justicia (Johnson, 2012: 150)
[22] Señala Hörnle (2021) que en Alemania, por
ejemplo, se sigue recurriendo para fundamentar el castigo a teorías de Hegel o
Kant, a pesar de que la estructura del Estado y el modo de concebir los
derechos constitucionales y la intervención del Estado es absolutamente
distinta. La cita de autoridad, dice la autora, se debe a una mixtura de un
excesivo respeto a un canon establecido, la importancia del idealismo alemán en
la historia cultural del país y la preferencia en la filosofía alemana de la
hermenéutica por sobre el pensamiento analítico (Hörnle , 2021: 7). Debo la
cita a Agustín De Luca cuya
lectura atenta enriqueció en contenido del texto.
[23] Moisés se
sentaba durante horas a juzgar los conflictos que el pueblo le traía. Su suegro
le puso en evidencia que se trataba de una tarea que superaba su capacidad, le
aconsejó que fijara cuáles eran las reglas que debían seguir y, luego, le
aconsejó: “elige de entre el pueblo hombres capaces, de piedad probada, hombres
honrados e incorruptibles, y ponlos al frente del pueblo como jefes de mil, de
ciento, de cincuenta y de diez. Que ellos administren justicia al pueblo en todo momento y
que te presenten a ti los asuntos más graves. Pero en los asuntos de menor
importancia, que decidan ellos. Así aligerarás tu carga, pues ellos la
compartirán contigo” (Éxodo, 18: 17-23)
[24] Las citas anteriores y posteriores pueden
no tener fin. Así, Platón, en la Apología
de Sócrates: “en esto consiste la excelencia el juez, como la del orador,
por su parte, en decir la verdad” (Platón, 1988: 33). Agrega más adelante que
“el juez no ocupa su sitial para hacer de la justicia un favor, sino para
discernir lo justo, y ha prestado juramento de no hacer favor a quien le
parezca sino de administrar justicia de acuerdo con las leyes (Platón, 1988: 72).”.
En el Critón se lee: “¿o crees que es
posible que subsista y no se hunda una ciudad en la que los fallos judiciales
carecen de fuerza y cualquiera los invalida y destruye? (Platón, 1998: 52)
[25] Una enorme cantidad de procesos penales
son derivados a formas abreviadas y de consenso destinadas a poner fin la
intervención del estado en el conflicto; no a comprobar lo ocurrido. A tal
punto es así que, por ejemplo, en el llamado procedimiento Alford en los EEUU,
el imputado expresa que, aunque no crea que sea culpable, acepta la declaración
de culpabilidad para obtener el beneficio de la negociación con la fiscalía y
la reducción del delito.
[26] Para una discusión sobre el valor
democrático e igualitario de los sorteos ver Van Reybrouck (2016: 44ss.).
[27] Borges vuelve a la escena de Sancho en
una reseña a un libro (“Edyard Kasner and James Newman: Mathematics and the
Imagination (Simon and Schuster”). Dedica unos párrafos a los silogismos
dilemáticos o bicornutos, donde dos posibilidades se excluyen e implican al
mismo tiempo que en los teólogos, forman parte de las estrategias argumentales
de Aureliano (Borges, 2021(1): 559).
[28] Art. 273 del Código penal
[29] Me refiero al
modelo teórico. Excede la propuesta de este trabajo un análisis empírico acerca
de si el uso de la razón puede ser pensado, en verdad como un discurso de quien
tiene más poder y hace de la razón un instrumento renovado de lo que antes era
el garrote.
[30] Agrega que “nuestros regímenes poseerían
mayor legitimidad, pero ¿cómo afrontar la objeción de que no podemos saber realmente si nuestras convicciones son las justas?
(García Amado, 1991: 353).
[31] La trilogía de Esquilo ha sido
frecuentemente tomada como modelo de constitución de una administración de
justicia capaz de poner fin a un conflicto. Bohmer (2010) refiere que “el
círculo trágico de la violencia se detiene cuando las partes dejan de lado los
monólogos para aceptar el diálogo reglado, cuando la ley no es solo el texto
sino que se convierte en una práctica argumental compartida, en un proceso para
generar decisiones con capacidad de ser obedecidas, autoridad eficaz, derecho”
(Bohmer, 2010: 136-7). También se ha sostenido que la Orestiada no solo importa la construcción de un sistema de
justicia, sino también la de un sistema que somete a las mujeres a un orden
patriarcal (Gewirtz, 1988). Se ha señalado, también, que el armado de un
progreso legal no importa automáticamente el progreso social, pues aquél
refuerza los sistemas sociales de dominación que perjudican a las mujeres, las
clases trabajadoras y los pobres (Njoya, 2020).
[32] No es inusual que los tribunales
sostengan una posición y luego la contraria. Un caso en el que esta
reconversión de lo que lo tribunales consideran de una manera para luego decir
lo contrario puede verse en el famoso fallo Gramajo que llegó a la Corte Federal
procedente del Tribunal Oral en lo Criminal Nacional Nro. 9. Primero, en el
fallo Sosa, el tribunal había declarado la inconstitucionalidad de la pena de reclusión
por tiempo indeterminado para los casos de multirreincidencia. La Corte revocó
porque entendió que trataba de una medida de seguridad y no de una pena. Luego,
en Gramajo, el tribunal declaró la inconstitucionalidad de la medida de
seguridad (que antes había considerado pena). La causa llegó a la Corte, la
cual determinó que en verdad era una pena y como tal inconstitucional;
justamente lo que el mismo tribunal inicial había dicho al comienzo cuando su
decisión fue revocada. (Pitlevnik, 2007: 128).
[33] Recurro aquí al estudio de
Zaffaroni sobre el delito de “circunvención de incapaces”, una figura penal
surgida en Francia para penar a los “judíos usureros y corruptores” que
comprometían el capital de las “buenas familias”. Es decir, un tipo penal
antijudío que venía a intervenir de un modo que el Duque de Venecia había
rechazado (Zaffaroni, 1996: 21-25).
[34] The dates, locations, and
organisers of all the classes and courses Borges taught in this period can be
found at www.centroborges.bn.gob.ar/conferencias. Directed by Dr. Mariela C. Blanco,
this project is a collaboration between the Biblioteca Nacional Mariano Moreno
and the Universidad Nacional de Mar del Plata.
[35] The manuscripts for this course
consist of 18 pages replete with bibliographic references. As such, they are
far too extensive and detailed for a complete account to be given here. Alfredo
Alonso Estenoz (2021) has given an engaging overview of the course in Variaciones
Borges 52. The pages in question come immediately after the notes for
“Antiguas Literaturas Germánicas”, a course delivered in the CLES between May
and July 1950, and amidst the notes for lectures on the art of fiction, titled
“Problemas de la novela”, delivered simulataneously with the first two classes
on Oscar Wilde.
[36] While it is possible this is the line Borges alludes to in the close of “Nueva
refutacion del tiempo” (1947), Almeida (1996) makes a good case for this
pattern deriving from the adversatives found in Shakespeare’s sonnets – via
Petrarch, arguably. Since he is referenced in these notes, a more immediate
possibility, as much for Wilde as for Borges, are the following lines from
Edward Fitzgerald’s translation of La vida es sueño, which is closer in
theme and tone to the close of Borges’s essay: “And yet, and yet, in these our
ghostly lives, / Half night, half day, half sleeping, half awake, / How if our
waking life, like that of sleep, / Be all a dream in that eternal life / To
which we wake not till we sleep in death?” (Calderón de la Barca, 1910: 56)
[37] This theme is developed in “El
coronel Ascasubi”, published in the first edition of Sur and later incorporated
into “La poesía gauchesca”. Leandro Bohnhoff (2020) reconstructs the genesis of
this essay/lecture.
[38] The references to Kierkegaard and Saint Augustine have been studied by
Magdalena Cámpora (2021) as they also feature in notes for a 1949 class on
Voltaire and/or Samuel Johnson. While those jottings are somewhat chaotic, the
neatness here suggests they have been transcribed. Blanco (2021) compares the use
Borges makes of his lecture notes to a musical score
[39] The Faggin and Barnett references are transcribed from the manuscript
for the class Borges gave on Sankhyam and the Vedanta on April 3, 1950, as part
of the course on Buddhism in the CLES. This manuscript has been published in Alicia
Jurado’s Borges, el budismo y yo (2011) and Sonia Betancort’s Oriente
no es una pieza de museo (2018).
[40] Most of the references in these notes are to G.F. Maine’s one-volume
edition, The Works of Oscar Wilde (1948). The reference for the section
Borges transcribes here, however, is to a multivolume edition of Wilde’s works
yet to be identified. Both were published by Collins. One theory for the change
of edition could be that the annotations were made in preparation for the
classes Borges gave on Wilde in Montevideo in October 1950.
[41] A manuscript for this essay was published in Ensayos (Borges,
2018), edited by Daniel Balderston and María Celeste Martín. There is
considerable rewriting of the conlcusion; however, since it is at least a
second draft, no references figure in the margins (Borges, 2018: 41). Alonso
Estenoz (2021) highlights that among the notes for the fourth lecture on Wilde
come a tentative series of hypotheses that recall the second-last paragraph
(233).
[42] The passage in Mauthner reads: „Die
einzigen ästhetischen Empfindungen, welche den toten Definitionen der gelehrten
Ästhetik ganz entsprechen, sind religiöser Art, müßten in einem freien Systeme
der Wissenschaften unter der Rubrik Religion abgehandelt werden, wenn wir das
Wort beibehalten wollen. Nicht nur das Anhören der Bachschen Matthäus-Passion
oder der Anblick eines gotischen Doms, die ja durchaus zu den Erscheinungen
einer bestimmten Religion gehören, Nein. Auch der Anblick des stürmenden Meeres
oder des gestirnten Himmels, das Erleben eines großen Gewitters oder eines
gewaltigen Wasserfalls, die Wiederkehr des Frühlings, das Lesen eines tief
bewegenden Gedichts: all das dient einer religiösen Stimmung, einer Stimmung
der Furcht oder Ehrfurcht, wie all das vielleicht historisch die Religionen
erzeugen geholfen hat“ (1923: 87). For Borges’s reading of Mauthner, see Dapía
(2006).
[43]No incluimos aquí las traducciones
publicadas en Taiwán y Hong Kong.
[44]De nuevo, vale la pena señalar que en
Taiwán se publicó ya en 1984 un libro que incluía también poemas de Borges (波赫士诗文集),
pero según Wu Hao este libro durante mucho tiempo no estuvo accesible en China.
[45]Según el poeta He Xiaozhu: “En aquel
entonces sabíamos que Borges era también poeta, pero durante muchos años sólo
pudimos leer de manera dispersa algunas algunos poemas en revistas, por lo cual
naturalmente la impresión que nos daban no alcanzaba a la de sus cuentos.”
那时候我们也知道博尔赫斯同时还是一个诗人,但很多年来,我们只是从杂志上零星地读到一些他的诗歌,其印象当然不及他的短片小说。这种翻译和出版上的疏忽使得我们在很长时期,都将博尔赫斯当成以为小说家看待 (Citado en Wu Hao, 2015: 117).
[46]La anécdota del bastón era conocida a través del diplomático chino Huang
Zhiliang, quien había visitado a Borges en su casa en Buenos Aires en 1981.
[47]Estos dos términos encuentran un relevo, en seguida, en
“mundo de polvo” (尘世), que, en la terminología budista y taoísta, alude al
“mundo de los hombres” o la “realidad mundana.”
[48] Según los valiosos y pacientes estudios
llevados a cabo por Mariela Blanco y su equipo de investigación, sabemos que
Borges dio un curso titulado “Panorama del siglo XVIII” en el Instituto de
Estudios Superiores de la Asociación Argentina de Cultura Inglesa, en el
año 1951. Ver información en las páginas de http://centroborges.bn.gob.ar (Blanco, s.f.).
[49] Borges ve reflejada la incidencia del
principio nominalista de Ockham en Berkeley, y la juzga predominante en la
filosofía británica. Tal visión aparece explícitamente en las páginas
manuscritas archivadas en la biblioteca de Michigan State University: “El
nominalismo (cf. Guillermo de Ockham: Entia non sunt multiplicanda praeter
necessitatem) predomina en Inglaterra: Locke, Berkeley… heredan, sin
saberlo, la tradición del nominalismo inglés” (Borges, s.f.). Según las
investigaciones realizadas por Mariela Blanco y su colaborador Daniel
Fitzgerald, Borges impartió un curso titulado “Los filósofos ingleses",
organizado por el Instituto de Estudios Superiores de la Asociación
Argentina de Cultura Inglesa, en 1954. Información disponible en http://centroborges.bn.gob.ar
[50] Curiosamente, la voz narrativa en “Pierre
Menard” alude a las aficiones literarias de este personaje: “devoto de Poe, que
engendró a Baudelaire, que engendró a Mallarmé, que engendró a Valéry”,
aficiones también de Borges, sin olvidar las diferencias que con ellos
mantiene.
[51] Kant realiza esta famosa confesión en el Prefacio a
su Prolegomena to Any Future Metaphysics (publicada
dos años después de la aparición de la primera edición su KRV: “I openly
confess: it was the objection of David Hume which first, many years ago
interrupted my dogmatic slumber” (Kant, 1950: 8).
[52] Se trata de la famosa conclusión,
celebrada por los especialistas en Hume, que cierra An Enquiry Concerning
Human Understanding, donde se afirma que, si un volumen supera los límites
de las ciencias exactas, o empíricas, mejor sería condenarlo sin lamentos: “Does
it contain any abstract reasoning concerning quantity or number? No. Does it contain any
experimental reasoning concerning matters of fact and existence? No. Commit
it then to the flames, for it can contain nothing but sophistry and illusion”
(Hume, 2002: 165).
[53] “But a Pyrrhonian” -confiesa Hume-
“must acknowledge, if he will acknowledge anything, that all human life must
perish were his principles universally and steadily to prevail. All discourse,
all action would immediately cease”. Pero, añade: “so fatal an event is very
little to be dreaded. Nature
is always too strong for principle” (Hume, 2002: 160).
[54] La obra póstuma de Hume, Dialogues
Concerning Natural Religion –apreciada por Borges en “La busca de
Averroes”, o explícitamente en publicaciones y en páginas manuscritas– revela,
con su intrigante Philo, una ironía devastadora de las pruebas teleológicas. A
pesar de ser un personaje polémico en la bibliografía dedicada a Hume, Norman
Kemp Smith, crítico de Hume citado por Borges en “Nueva refutación”, ofrece un
valioso estudio introductorio en su edición de los Dialogues,
identificando a Hume con Philo. Borges apoya esta identificación en sus notas
manuscritas sobre Hume (Borges, s.f.).
[55] Mi énfasis va en cursiva: Die
menschliche Vernunft hat das besondere Schicksal in einer Gattung ihrer
Erkenntnisse: dass sie durch Fragen belägstig wird, die sie nicht abweisen
kann, denn sie sind ihr durch die Natur der Vernunft selbst aufgegeben, die sie
aber auch nicht beantworten kann, denn sie übersteigen alles Vermögen der
menschlichen Vernunft (Kant, 1900: 6).
[56] “Soy el
que pregunta” es el verso que abre esta colección, instalando toda la obra con
el primer poema –“La pregunta destruye el Jardín”– en un plano bíblico y
metafísico. El concepto isaacsoniano de encuentro, inspirado en el
pensamiento de Martin Buber, compagina bien con Borges al ser concebido
simbólicamente como espacio epistemológico, sede de la relación y del
intercambio. Véase José Isaaacson y la poética del encuentro.
[57] Der Kampfplatz dieser endlosen
Streitigkeiten heisst nun Metaphysik (Kant, 1900: 6).
[58] Ver, por ejemplo, las confesiones que
hace en el “Prólogo” al volumen de diálogos recogidos por Osvaldo Ferrari.
[59] Libros escritos no para ser entendidos
sino interpretados (Borges, 1989(4):166).
[60] Con brevedad y gran transparencia, Borges
idea un diálogo entre Locke, Berkeley y Hume en los manuscritos de MSU. Dichas
páginas trazan aquí una continuidad de pensamiento, que corre implícita en
“Tlön” y está presente en “Nueva refutación.”
[61] Daniel Balderston subraya la importancia
de lo periférico y marginal en Borges como esencial en su obra (2018: 3).
[62] De acuerdo al dueño del hotel donde se
hospeda
[63] “I have no message. I am neither a
thinker nor a moralist, but simply a man of letters who turns his own
perplexities and that respected system of perplexities we call philosophy into
the forms of literature”.
[64] “ […] daß ein Schriftsteller ein Mann
ist, dem das Schreiben schwerer fällt, als allen anderen Leuten”.
[65] “Die musikalische Gedankenstärke bei
Brahms” (Wittgenstein, 1977: 50).
[67] Escribe en su diario del 7 de febrero de
1931: “Wenn mein Name fortleben wird dann nur als der Terminus ad quem
der großen abendländischen Philosophie. Gleichsam wie der Name dessen der dir
Alexandrinische Bibliothek angezündet hat” (Wittgenstein, 1997: 63-64) [Si mi nombre perdura, será entonces
sólo como el terminus ad quem de la gran filosofía occidental. Como el nombre del que incendió la
biblioteca de Alejandría].
[68] La más prestigiosa revista de filosofía
de la época.
[69] “Your mags are wonderful. How
people can read Mind if they could
read Street and Smith beats me. If
philosophy has anything to do with wisdom there’s certainly not a grain of that
in Mind, and quite often a grain in
the detective stories”.
[70] “Die Unsicherheit ist […] das Schwanken
des Begriffes. Aber das ist unser Spiel –wir spielen es mit einem elastischen
Werkzeug”.
[71] “Die Grenze der Sprache zeigt sich in der
Unmöglichkeit, die Tatsache zu beschreiben, die einem Satz entspricht (seine
Übersetzung ist), ohne eben den Satz zu wiederholen”.
[72] “Die
Sätze “p” und “∼p”
haben entgegengesetzten Sinn, aber es entspricht ihnen eine und dieselbe
Wirklichkeit” [Las proposiciones “p” y “∼p” tienen sentido opuesto pero les corresponde una
sola y misma realidad].
[73] “Das Bestehen und Nichtbestehen von
Sachverhalten ist die Wirklichkeit”.
[74] “Einen Satz verstehen, heißt, wissen was
der Fall ist, wenn er wahr ist”.
[75] “die
Philosophie sammle fortwährend ein Material von Sätzen, ohne sich um ihre Wahr-
oder Falschheit zu kümmern”.
[76] “Alors
sa philosophie ne fut plus qu'un roman ingénieux, et tout au plus vraisemblable
pour les philosophes ignorants du même temps […] mais ce n'est point trop dire
qu'il était estimable même dans ses égarements. Il se trompa, mais ce fut au
moins avec méthode et de conséquence en conséquence”.
[77] “It is enough
for me to say that if I am rich in anything, it is in perplexities rather than
in certainties. A colleague declares from his chair that philosophy is clear
and precise understanding; I would define it as that organization of the
essential perplexities, of man”.
[78] “Die Philosophie ist keine Lehre, sondern
eine Tätigkeit. Ein philosophisches Werk besteht wesentlich aus Erläuterungen.
Das Resultat der Philosophie sind nicht ‘philosophische Sätze’, sondern das
Klarwerden von Sätzen”.
[79] “El conceptismo interior de Pedro Salinas”,
de 1940, publicado como saludo de bienvenida al poeta, que asumía la cátedra de
español en la Universidad John Hopkins (Spitzer, 1961).
[80] Ambos estudios aparecen ahora reunidos en
el volumen Lingüística e historia literaria.
[81] Michel Foucault (1966: 8) observa que la
clasificación de la enciclopedia china no contiene ningún animal monstruoso o
impensable. Lo único impensable es la serie alfabética (a, b, c, d) que los
une.
[82] Cf. el magistral estudio de Balderston (2012):
“The Universe in a Nutshell”.
[83] Cuarenta veces, la anáfora “Ha soñado”,
contra treinta y ocho “vi” en “El Aleph”.
[84] Silvia.
–¿Creéis, por ventura, que os ha costado un trabajo excesivo? / Valentín.
-No, señora; si ello os causa complacencia, mandad y escribiré mil veces otro
tanto. Y sin embargo... / Silvia. –¡Un lindo período! Bien adivino lo
que sigue. / Y sin embargo no lo diré. Y sin embargo me es indiferente. / Y sin
embargo tomad esto otra vez. Y sin embargo os lo agradezco. / No volveré a
importunaros más. / Speed. - (Aparte.) Y sin embargo lo harás, y todavía
[yet] otro “sin embargo”.
[85] “[…] thinking without there being any accompanying process of thought”.
[86] “Metaphysical concepts, mathematical constructs,
religious beliefs, allusions to myth and even cosmologies, may enter the
picture in one sentence only to be, apparently felicitously, impugned a few
sentences later. As a result, the reader must fill in spacious gaps in order
to appreciate the connections being suggested. That is to say, one must supply
a particular reading, for the text can be given a multiplicity of readings.”
[87] “Dieses Buch wird vielleicht nur der
verstehen, der die Gedanken, die darin ausgedrückt sind –oder doch ähnliche
Gedanken– schon selbst einmal gedacht hat. – Es ist also kein Lehrbuch.–
Sein Zweck wäre erreicht,
wenn es einem, der es mit Verständnis liest, Vergnügen bereitete” (Wittgenstein, 1961: 2) [Tal vez solo
comprenda este libro quien haya ya pensado los mismos pensamientos que en él se
expresan, u otros parecidos. No se trata, pues de un manual de enseñanza. Su
objetivo quedaría cumplido si procurara delectación al lector que lo
comprendiera].
[88] “Dagegen scheint mir die Wahrheit der
hier mitgeteilten Gedanken unantastbar und definitiv. Ich bin also der Meinung,
die Probleme im Wesentlichen endgültig gelöst zu haben” (Wittgenstein, 1961: 4) [Por otra parte, la verdad de los pensamientos
aquí comunicados me parece intocable y definitiva. Mi opinión es que, en lo esencial, he resuelto los
problemas en forma definitiva].
[89] “so besteht nun der Wert dieser Arbeit
zweitens darin, daß sie zeigt, wie wenig damit getan ist, daß die Probleme
gelöst sind”.
[90] Así lo expresa en una carta a Bertrand
Russell, escrita el 19 de agosto de 1919 desde su cautiverio en Monte Cassino:
“The main point is the theory of what can be expressed (gesagt) by propositions
–i.e. by language– (and, which comes to the same, what can be thought) and what
can not be expressed by propositions, but only shown (gezeigt); which, I
believe, is the cardinal problem of philosophy” (Wittgenstein, 1974: 71) [Lo
esencial reside en la teoría de lo que puede ser expresado (gesagt) por
proposiciones –es decir, por el lenguaje– (y, lo que viene a ser lo mismo, lo
que puede ser pensado) y lo que no puede ser expresado por proposiciones, sino
sólo mostrado (gezeigt); lo cual, creo, es el problema cardinal de la
filosofía].
[91] “Philosophie dürfte man eigentlich nur dichten”.
[93] “1 Die Welt ist alles, was der Fall ist”.
[94] “2 Was der Fall ist, die Tatsache, ist
das Bestehen von Sachverhalt”.
[95] “3 Das logische Bild der Tatsachen ist
der Gedanke”.
[96] “4 Der Gedanke ist der sinnvolle Satz”.
[97] “5 Der Satz ist eine Wahrheitsfunktion
der Elementarsätze”.
[98] “6 Die allgemeine Form der
Wahrheitsfunktion ist:
[99] “7 Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen”.
[100] “Meine Sätze erläutern dadurch, dass sie der,
welcher mich versteht, am Ende als unsinnig erkennt, wenn er durch sie auf
ihnen über sie hinausgestiegen ist. (Er muss sozusagen die Leiter wegwerfen,
nachdem er auf ihr hinaufgestiegen ist.) / Er muss diese Sätze überwinden, dann
sieht er die Welt richtig”.
[101] “Wovon man nicht sprechen kann, darüber
muß man schweigen”.
[102] “Seit ich nämlich vor 16 Jahren mich
wieder mit Philosophie zu beschäftigen anfing, mußte ich schwere Irrtümer in
dem erkennen, was ich in jenem ersten Buche niedergelegt hatte”.
[103] “Vor vier Jahren aber hatte ich
Veranlassung, mein erstes Buch (die Logisch-Philosophische Abhandlung) wieder
zu lesen und seine Gedanken zu erklären. Da schien es mir plötzlich, daß ich
jene alten Gedanken und die neuen zusammen veröffentlichen sollte: daß diese
nur durch den gegensatz und auf dem hintergrund meiner ältern denkweise ihre
rechte beleuchtung erhalten könnten”.
[104] “What we call ‘understanding a sentence’ has, in many cases, a much
greater similarity to understanding a musical theme than we might be inclined
to think”.
[105] “Manchmal kann ein Satz nur verstanden
werden, wenn man ihn im richtigen Tempo liest. Meine Sätze sind alle langsam zu
lesen”.
[106] “Bedenke, daß man von der Richtigkeit
einer Anschauung manchmal durch ihre Einfachheit, oder Symmetrie überzeugt
wird, d.h.: dazu gebracht wird, zu dieser Anschauung überzugehen. Man sagt dann
etwa einfach: ‘So muß es sein’”.
[107] “Nun scheint mir aber, gibt es außer der
Arbeit des Künstlers noch eine andere, die Welt sub specie aeterni einzufangen.
Es ist –glaube ich– der Weg des Gedankens, der gleichsam über die Welt
hinfliege und sie so läßt, wie sie ist – sie von oben vom Fluge betrachtend”.
[108] “Im Rennen der Philosophie gewinnt, wer
am langsamsten laufen kann. Oder: der, der das Ziel zuletzt erreicht”.
[109]
Se refiere a “La biblioteca de Babel”.
[110] Balderston, 2021.
[111] Rojo, 2013.
[112] Balderston, 1985.
[113] Molloy, 1999.
[114] Balderston y Martín, 2019.
[115] Parodi, 2018.
[116] Ivan Almeida & Cristina Parodi, 2000.
[117] En referencia a Villa Silvina, la
casa de la hermana de Victoria, que compartió con su esposo, Adolfo Bioy
Casares.
[118]Edición en español El método Borges.