Artículos - Dosier


https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.26.14841

 

 

BORGES Y EL POST/TRANS-HUMANISMO

BORGES AND POST/TRANS-HUMANISM

BORGES E O POST-TRANS-HUMANISMO


Rogelio Laguna

(Universidad Nacional Autónoma de México, México)

rogeliolaguna@filos.unam.mx


Martín Iraizos López

(Universidad Nacional Autónoma de México, México)

mi.zos.444@gmail.com


Recibido: 14/02/2023
Aprobado: 09/02/2023

 

 


RESUMEN


En este artículo se analiza cómo se manifiestan el post-humanismo y el trans-humanismo en la obra de Borges. Se postula aquí que en la narrativa breve de Borges no sólo se manifiesta una reacción post-humanista contra el antropocentrismo imperante en la modernidad. También aparecen destellos poderosos de un trans-humanismo en virtud del cual se piensa en la inmortalidad y en la ampliación de las facultades cognitivas y espirituales de los seres humanos de un modo sumamente original porque excluye la necesidad de los avances tecnológicos más sorprendentes.


Palabras clave: Borges. post-humanismo. trans-humanismo. antropocentrismo. tecnología.


ABSTRACT

This article analyzes how post-humanism and trans-humanism are manifest in the work of Borges. It is postulated here that Borges’ short narrative not only manifests a post- humanist reaction against the prevailing anthropocentrism in modernity. There are also powerful glimpses of a trans-humanism under which immortality and the expansion of the cognitive and spiritual faculties of human beings are thought of in a highly original way because it excludes the need for the most amazing technological advances.

Keywords: Borges. post-humanism. trans-humanism. anthropocentrism. technology.


RESUMO

Este artigo analisa como o pós-humanismo e o transumanismo se manifestam na obra de Borges. Postula-se aqui que a curta narrativa de Borges não apenas manifesta uma reação pós-humanista contra o antropocentrismo vigente na modernidade. Há também vislumbres

poderosos de um transumanismo sob o qual a imortalidade e a expansão das faculdades cognitivas e espirituais dos seres humanos são pensadas de forma altamente original porque exclui a necessidade dos mais espantosos avanços tecnológicos.


Palavras-chave: Borges. pós-humanismo. transumanismo. antropocentrismo. tecnologia.


[Y]o digo que si un día se llega a saber lo que
ocurre después de la muerte, la mitad de la literatura
y de la filosofía quedarán invalidadas.

J.L. Borges (tarde de un miércoles 24 de julio de 1957)


Introducción

Borges y el posthumanismo es un tema que ya ha sido tratado de manera pluralista, y justificada en Cy-Borges, memories of the posthuman in the work of Jorge Luis Borges. (Callus & Herbrechter, 2009). En esa compilación se dibujan las aristas y los indicios “posthumanos” en la narrativa breve de Borges.

Hasta el día de hoy, las portadas de libros en torno al posthumanismo suelen sugerir una cuestión de ciencia ficción aplicada: extraterrestres, representaciones del ciberespacio, personas cableadas, y así. Antes de siquiera abrir la primera página tenemos la evocación de lo humano en tanto ese dios prostético.

En el año 2009 (fecha en la que se publicó Cy-Borges) el posthumanismo todavía se disputaba en las generalidades, objetivos, y lo más importante, demarcaciones de este nuevo género. Actualmente los tropos del perfeccionamiento del ser humano mediante aparatos y tecnología son más bien ubicados en el transhumanismo (Braidotti, Hlavajova, 2018: 380).

Tanto el trans-humanismo como el post-humanismo son propuestas teóricas que buscan responder preguntas como estas: ¿qué es el ser humano?, o bien, ¿qué puede llegar a ser el ser humano?, ¿cómo se relaciona lo humano con lo no-humano?


Es innegable que la aparición de inteligencias artificiales nos cuestiona nuestra humanidad, pero a la par nuestra hay un reconocimiento a nivel teórico en donde la humanidad se ha polemizado debido a nuestra relación con otras especies y se disputa la neutralidad de la noción de “humano”. Ambos neologismos, trans-humanismo y post-humanismo, comparten inquietudes, aunque con motivaciones que siguen definiéndose.


Frente a estos sueños de lo humano la verdadera antigüedad somos nosotros, no los neandertales, ni el Génesis, menos aun los personajes homéricos, puesto que vamos muy atrás de la increíble humanidad que el propio ser humano ha imaginado para su futuro. De esa manera interesante, Jorge Luis Borges está en la condena anacrónica de mostrársenos siempre pionero, completando cualquier atemporalidad, completando ese espejo deformado de precedentes.


Así, las preguntas post-humanas y trans-humanas se manifiestan en su literatura años antes de que se meramente concibieran en ámbitos académicos. Lo mismo ocurre con las vanguardias por existir, para las cuales Borges es un a priori.

Buena parte de este artículo discurrirá en torno a la precisión conceptual, a las distinciones y las diferencias, a la especulación, y entreabrirá el camino a un Borges humanista e interlocutor con las ensoñaciones de este siglo.

A las espadas, los laberintos, es decir, lo humano


Cy-Borges busca los paralelismos trazados desde los cuentos borgesianos hacia los ideales post/transhumanistas. Así, por ejemplo, “Funes el memorioso” es la inquietud de recordar y almacenarlo todo de una forma acaso similar a la de una computadora. “El inmortal” juega con en ese tópico recurrente de la ciencia ficción de lo que ocurre luego de prolongar la vida más allá de un período convencional de un siglo.


Hay otros cuentos que nos aproximan a los conceptos asociados a las matemáticas y las ciencias informáticas, la “reflexividad” en “Las ruinas circulares”, la materialidad de lo traducible entre medios en “Pierre Menard, autor del Quijote”.


Premeditados por el “El Aleph” y “La Biblioteca de Babel” tenemos el infinito y tal vez Internet. La hipertextualidad y la virtualidad están exploradas por varios cuentos como “El jardín de senderos que se bifurcan”, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” y “El Intruso” (Sasson-Henry, 2009).

A propósito de Kafka, Borges ha dicho que cada escritor crea a sus precursores, y el Borges post/transhumanista no es diferente en ello. Pero ¿de cuál tema exactamente es precursor Borges? Para responderlo desviemos la mirada hacia Zoltan Istvan, el dos veces candidato a la presidencia de los Estados Unidos. La principal apuesta de Istvan es el transhumanismo, que se puede sintetizar en términos claramente políticos: “El transhumanismo es un movimiento que usando la ciencia y la tecnología busca cambiar radicalmente al ser humano y su experiencia. Su meta principal es entregar y adoptar un mundo utópico tecno-optimista” (Lee, 2016: 524).


En el vasto campo de la literatura borgesiana no damos con el ímpetu ni la promesa tecnológica. No obstante, y volviendo a nuestro interlocutor ex-candidato presidencial, tenemos una ilustre incertidumbre metafísica con la cual podemos dar un paso atrás, dotar de coherencia al proyecto transhumanista con Borges. Producto del deseo de inmortalidad, Zoltan Istvan (Ibidem) se interesa en el trans-humanismo. Inductivamente trasladamos ese deseo a la generalidad de la humanidad. Bajo el signo tecno-utópico se maquillan nuestros anhelos más primigenios, más humanos, y es Borges quien entiende estas exaltaciones y fábulas en tanto pionero de nuestras dudas prometeicas.


Adecuar con cierta dificultad a Jorge Luis Borges a los delirios cibernéticos es una ansiedad presagiada en la antología de Cy-Borges. Esa ansiedad está resumida en la siguiente oración: “Borges es un posthumanismo, sin tecnología (Callus, 2009: 33). Y ciertamente lo es, al menos en una primera impresión. Si nos acercamos al posthumanismo anhelando naves espaciales, artilugios en color neón, y un mundo estilo Matrix o Johny Mnemonic, entonces hemos iniciado con el pie incorrecto, porque el posthumanismo cuestiona principalmente el papel del ser humano frente a lo no-humano. Aunque ciertamente E.T. y Terminator entrarían en esta categoría, las relaciones manifiestas del posthumanismo son dualismos más tangibles, en los cuales participan la naturaleza, lo animal, lo muerto.


Aquí surgen dudas por ausencia. ¿Por qué no hay menciones tecnológicas en Borges? La respuesta es que en el reino de lo especulativo caben tres alephs, de igual modo, por ausencia, existe el mismo alboroto en la gente que cuestiona su nula producción de novelas. Es una posibilidad fuerte que Borges hubiera tomado con desdén nuestro post-humanismo y nuestro trans-humanismo, como lo sugiere también su desprecio por las palabras nuevas. De hecho llegó a sugerir que el tiempo le había enseñado algunas astucias como eludir los sinónimos, los hispanismos, los argentinismos… Este desdén incluye para él ramas como la sociolingüística y psicolingüística, las cuales —dice— no son disciplinas sino meros neologismos (Borges, 2005: 277-278) y de ser disciplinas serían hipotéticas (ibidem).


Ajena a las fabulaciones que podría tener Borges sobre cualquier nueva corriente, hay una duda reptante en el presente ensayo: ¿Qué de post/trans humanismo hay en Borges? Para responder esta pregunta asumimos que estas dos teorías no dependen directamente de la tecnología.

Con post/trans humanismo referimos a un marco teórico postestructural heredado del reconocimiento en que los no-humanos ejercen su poder sobre los humanos y dentro de los grupos sociales. Estas visiones siguen siendo categorías amplias sin un origen único en el mundo académico, que abarcan desde la cibernética hasta la filosofía continental, solapándose con los estudios sobre animales, estudios medioambientales y los nuevos materialismos. Pero, como hemos declarado líneas atrás, la relación a explorar es con lo no-humano.

¿Por qué surge el post/trans humanismo? La emergencia de esta visión se debe a que, aunque la expresión “humano” evoca ya una imagen renacentista, un hombre de Vitrubio si se desea, “lo humano” no es neutro ni incluyente, es un término que genera binomios con un término que se privilegia sobre el otro: hombre/mujer, natural/cultural, oriente/occidente, mente/cuerpo… Post- humanismo y trans-humanismo buscan la degradación de estos binomios junto a la de la supremacía que presupone la inclinación hacia uno. Cuando esta degradación ocurre, la arena política crece. Ecología, queerismo, feminismo, antirracismo, post-colonialismo, nombres para lo “otro” humano aparecen, por ende, nuestros actores políticos pueden ser animales, insectos, bacterias, el planeta mismo. En pocas palabras, son un fenómeno de convergencia que critica el ideal universal del hombre racional, sumado al rechazo al predominio de una especie frente a otra (Ferrando & Braidotti, 2019: xiv).


Pero entonces, ¿qué es lo humano? Consideremos la vía negativa. No es ni universal ni ánthropos, ni mejor, ni peor… Hay sujetos transversales (encarnados e integrados, no unitarios) relacionales y afectivos, vinculados de forma colaborativa a una red material de agentes humanos y no humanos. Pero, ¿qué nos puede decir Borges al respecto? A sus 80 años Borges dio una serie de conferencias en Cambridge, era el tramo final de su vida, pero podemos encontrar huellas de una noción que va en este sentido de redefinición de lo humano:


AUDIENCE: Is the story “Funes the Memorious” autobiographical?


BORGES: Yes. It is. It is meant as a metaphor for insomnia (Borges, Barnstone, 1982: 76).


Páginas atrás declara,


BORGES: I wonder if I have created any characters. I don’t think so. I am always writing about myself, using different myths (Ibidem).


Ante estos comentarios podemos imaginar transhumanistamente que Funes el Memorioso es un prefacio al deseo contemporáneo de almacenar información estilo big data. Como la escritura borgeana es autobiográfica según declara él mismo, Funes en su calidad de obra abierta puede ser visto como aquel almacenamiento obsesivo de información que, al menos para su autor, es insomnio. Funes es Jorge Luis Borges sin poder conciliar el sueño, un malabarismo mental desde la cama ante el miedo de ir olvidando de uno en uno cada cosa de la habitación, parece un hecho tan insólito como evidente, y por ello trivial, pero quien escribe es Borges:


I am puzzled by the fact of my existing, of my existing in a human body, of my looking through eyes, hearing through ears, and so on. And maybe everything I have written is a mere metaphor, a mere variation on that central theme of being puzzled by things. In that case, I suppose, there’s no essential difference between philosophy and poetry (Ibíd, 1982: 17).


Y en el fondo, nos dice el pasaje, lo que hay es un cuerpo humano, el cuerpo de Borges, porque un escritor es primero y antes que todo un cuerpo (de acuerdo a Nitetzsche). En los nuevos materialismos, desde Karen Barad hasta Elena Grosz, el cuerpo es conceptualizado carente de dualidades, es dado en tanto una transformación en la cual su común antípoda, la mente, se halla relacionada y constituida una de otra. La aparición del cuerpo como relevante para los nuevos materialismos se explica porque se le asocia raza, sexualidad, etnicidad, cuestiones que ahora resultan indisociables de la política. Por otro lado, el cuerpo nos interroga sobre el valor de las demás especies. Lo humano bajo una lógica de predominancia de la razón, de la mente, y tal vez lenguaje, define su anverso (no-humano) como la carencia de estos atributos, canónicamente el logos es una cuestión propia de la especie humana, y

aunque sería descabellado argumentar sobre la capacidad de los cangrejos para realizar ecuaciones diofánticas, es todavía más complicado argumentar que carecen de cuerpo los animales y las plantas, hay cuerpos humanos, y cuerpos no-humanos dotando finalmente de un terreno en común.


Otro punto relevante del pasaje es la mención de que esencialmente no hay diferencia entre filosofía y poesía nos dice Borges, una diferencia ya descreída por el romanticismo, por un segundo Heidegger, por cualquier poeta. Finalmente ambas voces filosofía y poesía son una expresión del cuerpo. El posthumanismo en Borges se ocupa de su cuerpo, de problemas en apariencia menores. Tomemos un motivo reiterativo borgeano, la ceguera. Esta se nos presenta con exacta o tal vez mayor relevancia que el infinito, y los juegos autorreferenciales de su escritura. La ceguera nos recuerda Borges en Veinticinco de agosto, 1983 (Borges 1977), “es una forma de soledad” y, la ceguera es descrita “como un lento atardecer de verano” en El Otro (Borges 1977), debemos advertir la negación de la casualidad, en estos dos cuentos donde ocurre la ceguera, la trama es el doble, un Borges aleccionando a un Borges pasado, es apotropaico, la ceguera no es la niebla, no es lo trágico, no es mala fortuna.


Hemos aquí introducido otro tropo, “el doble” quien de acuerdo a Borges comenzó con esta fascinación luego de su lectura de Der Golem, el tratarlo posthumanisticamente nos aleja de la lectura predada de considerar al doble como más verosímil que aquello de lo que se ha doblado. Gyurko (1976) incluso antes de Baudrillard, el argentino conjura la revitalización cuando se expurga la realidad, y cuenta da de ello en la lectura del doble en Borges, el doble es un yo que trasciende. El yo en los cuentos de Borges suele comenzar con un autor que penosamente recorre su vida hacia el pasado, en Borges y Yo, deduce la vanidad de su juventud, en El Otro, es Borges charlando con un yo que le antecede por varios decenios, sin embargo lo contrario ocurre en Veinticinco de Agosto, 1983, y esta es una curiosidad que debe ser señalada, Veinticinco… es el último cuento que escribió, precisamente en 1983, 3 años previo a su fallecimiento. De ser catalogado en cuestiones de edad es su cuento de mayor madurez, irónicamente es en este escrito final, donde describe el punto de vista desde un Borges mucho más joven,1 nuestro Borges se encontrará en la habitación de su hotel con un Borges en cama quien anuncia su muerte por su silencio, por su falta de réplica. Lanin A. Gyurko considera no solo esta muerte en la escritura de Borges, sino todas, en especial los homicidios como muertes simbólicas del autor, si toda escritura es autobiográfica, entonces sí.


En la lectura común del doble, es el doble quien, a la manera de Dios y el hombre en La Esencia del Cristianismo de Feuerbach, demuestra cada incapacidad nuestra. Nosotros no podemos saberlo todo, Dios sí, nosotros no podemos estar en todas partes, Dios sí. La razón de la existencia del doble es porque lo que era único en primer lugar era incapaz, insuficiente. En el thriller The Double (2013) inspirado con algunas vaguedades por el título homónimo de Dostoievski, nos presenta a Jesse Eisenberg ser opacado por un ser humano exactamente igual que él, pero mejor, traslademos el motivo a una referencia clásica, William Wilson es sugerente no porque el yo trascendido sea más capaz y una versión perfecta del yo, sino porque revela el núcleo de la existencia personal en una entidad doblegada a nosotros, pero en sentido pulsional, el doble puede ser interpretado aquí en tanto el Ello, con lo cual sería más nosotros que nosotros mismos.


Volviendo a Borges, en sus palabras ficcionales o no, nos muestra una versión protésica de nosotros (y de sí mismo), es decir de lo humano. Hagamos el ejercicio mental, de considerar el doble, pero de la especie, un doppelgänger generalizado, otra especie que habita otra tierra, y en esa tierra B, somos mejores, porque en la proposición cotidiana dualista, cuando se antepone el uno y su doble, el doble es la expresión fidedigna, verdadera. Otto Ranke mencionaba que la aparición del doble (en sentido psicológico) era la manifestación del miedo a morir, a pesar de haber dos “yo’s” implica un narcicismo irreconciliable. En pluma de Borges: “Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser […] Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy) (1967)” una noción coloquial nos guiaría hacia el otro Borges, narrativamente, hacia el segundo Borges al que se le hace mención en el texto y nunca el primero, puesto, si nos quedáramos con el primero careceríamos de ambigüedad, de


1 De acuerdo al dueño del hotel donde se hospeda

sorpresa, de trama, llamémosle; otro, doble, hiperrealidad, Matrix, sueño, etc., el redoblamiento en la esfera dualista se inclina hacia su exceso. Siendo parcos, en Matrix la película transcurre por encima de la realidad oficinista y mundana, transcurre en su doble.


Formulémoslo como pregunta, ¿Por qué Borges emplea el recurso del doble?, es atractivo, pero el porqué argumental nos revela que el doble es una cuestión de interés de todos, se seguiría de ¿por qué es atractivo el recurso del doble? Nuestra inclinación hacia lo doble se lee en un Borges que crea un doble a razón de ser otro, miedo, trauma, predilección de lo virtual.


Borges escribe: “En vano quiero distraerme del cuerpo, y del desvelo de un espejo incesante” “Viví hechizado, encarcelado en un cuerpo y en la humildad de un alma.”, “¿Qué es la longevidad? Es el horror de ser en un cuerpo humano cuyas facultades declinan” “Soñará [alguien] un mundo sin la máquina y sin esa doliente máquina, el cuerpo (Borges, 1985).” En tenor parecido a El Informe Brodie¸ no desoigamos al post/trans humanismo de Borges, pues, puede lucir como postulaciones incongruentes, bestiales, de Apemen, de Yahoos, y al igual que ellos barbaros, adivinamos que la poesía tiene raíz divina, pero contrario a ellos, descreemos que el alma sobreviva al cuerpo. En miras del dualismo corporal con inclinación platónica encontramos las fabulaciones del cuerpo transhumanista, tecnológico, prostético, aquel que sobrevive a las catástrofes, que en lugar de dedos tiene herramientas y sus ojos se comportan como telescopios, mitologías a la Black Mirror, donde el cuerpo alcanza límites nuevos, y estos tienen un anverso perverso usualmente. Una vez más este es el cuerpo transhumano, que, en la búsqueda perpetua del perfeccionamiento, la ceguera borgeana es un error. A pesar de su predilección por el alma, el cuerpo en Borges es posthumano, puesto él no escribió un cuento en vena de H. G. Wells, donde un aparato le devolvía la visión, mejor aún, una fabulación donde ahora podía ver lo que ocurría en todas partes del mundo, Borges es fantástico, mas no ciencia ficción.


Hagamos una comparación, la ceguera, o cualquier cuestión que adolecería un cuerpo en el transhumanismo es tratado para una mejora (a veces igualación) del estado anterior humano, así es como nace Alex Murphy en RoboCop, y Steve Austin en The Six Million Dollar Man, adquiriendo habilidades sobrehumanas luego de perder el cuerpo, esto no está limitado al ámbito de mejoras en capacidades físicas, también hay beneficios en el terreno de lo legal. En la historia Przekładaniec de Stanisław Lem, el protagonista, Harry Jones, es análogo a la barca de Teseo, solo que este va cambiando su cuerpo parte a parte por prótesis robóticas, amasando una deuda enorme con la compañía a cargo de realizar tales operaciones, sin embargo, al final se disputa si la compañía puede demandarlo, ¿Harry Jones al haber cambiado tanto puede ahora tener el estatuto de máquina?, ¿pueden demandar a una máquina?, el cuerpo de Borges solo augura, envejece, recuerda, acepta, pues como lo menciona en aquel cuento dedicado a la memoria de H.P. Lovecraft “el hombre olvida que es un muerto que conversa con muertos (Borges, 1977).”


El relato borgeano, aunque aparentemente alejado de la tecnología, pertenecería al estilo de Octavia Butler, Ursula K. Le Guin tal vez, autoras emblemáticas para el posthumanismo, ellas junto con Donna Haraway, nos muestran que la ciencia ficción es un modo de conciencia del mundo. En vena similar, J.

G. Ballard consideraba que la ciencia ficción lidiaba primordialmente con el espacio interior, aquí tenemos un segundo punto de convergencia posthumano, el mundo.

Lidia Ponce de la Vega (2020) ha dedicado un ensayo a los tigres en Borges, en efecto hay un cuento y un par de poemas dedicados a estos animales, además de referencias regadas a lo largo de las antologías editadas por él. “En mi vida siempre hubo tigres (Borges, 1986)”. Esta línea es la que comienza su divagación titulada Mi último tigre su afección hacía estos felinos y no otros es intencional. Borges prefiere las rayas a las manchas. La línea que sigue Ponce de Vega es la siguiente, en dos estrofas del poema El oro de los tigres, Borges escribe sobre su encuentro con el tigre de bengala, “Detrás de los barrotes de hierro, Sin sospechar que eran su cárcel (Borges, 1972).” La postura posthumanista de Borges indica con su comentario lo que se le había sido negado a lo no- humano: el mundo. Los animales, heideggerianamente, son pobres de mundo, un siglo antes eran casi máquinas, aunque hubo posturas rescatables al respecto como el de Uexküll, un biólogo estoniano de

inicios del siglo pasado, a quien recién hemos vuelto la mirada y mostrado su influencia en figuras como Deleuze. Borges en Mi último tigre es anecdótico, nos cuenta de un jardín zoológico llamado Mundo Animal, en este conoció un amigo, Cuttini, un tigre de carne y hueso que apestaba, y lamió la cara Borges. Una encina no es más real que las formas del sueño, que los tigres que inundaban las páginas que había devorado Borges siendo niño, pero ese tigre, lo percibieron sus sentidos, tuvo una relación háptica.

El lenguaje le da a Borges otro rasgo post-humanista, viene a ser una especie de inmortalidad. Al final de su vida Borges extraña las caras, el goce de los libros, las aves, las lunas de oro, se refugia en el verso, así lo describe en On His Blindness (1985), a la par, en la suerte de entrada ficticia al Epilogo de sus Obras Completas, menciona que “se ignorará la fecha de su muerte (Borges, 2017: 3)” debido al desuso de los diarios. Rescatemos la frase de Callus, “Borges sin tecnología”, pero tal vez, reconsiderándolo, esto no podría encontrarse más lejos de la verdad. Borges fue campeón de una tecnología: la escritura. El enredo es debido a que la tecnología nos resuena todavía al último celular, a vida de silicio, a viajes al espacio, cuando el lápiz, su manejo y presión de entre los dedos, no ha dejado de ser tecnología, de esto da fe la antropología de Marcel Griaule (1997), en Dieu d'eau. Entretiens avec Ogotemmêli, a su fallecimiento, los Dogon (etnia que lo acogió por varios años) lo enterraron con lo que les pareció del antropólogo lo más emblemático y motivo de asombro, su lápiz. Cuando portaba este instrumento los Dogon solían guardar silencio o actuar distinto, pues temían él pudiera dejar testimonio en papel, un miedo primigenio que ocurre con las cámaras hoy en día. Entonces podemos redondear, antes de mudarnos al ciberespacio, y elucubrar sobre las cuestiones extraterrestres, ¿entendemos lo que es lo humano?, ¿la inquietud que nos atraviesa no es la misma de la finitud teológica que mencionábamos arriba?, ¿no es desencanto por el mundo moderno el tener mayor curiosidad por los sables laser que por nuestra relación con las hormigas?


Conclusión. Al final no resulto ser una anécdota sino un cuento

Borges es una huella para el cambio en nuestra postura, es tomar el cuerpo, los ojos, y teorizarlos no para ver más allá en esa realidad aumentada en continua profecía, sino para crear una teoría de la ceguera, los sueños, de las mitologías inexistentes. Llegar a Marte sería igual de sugerente que llegar al centro de nosotros mismos. Estamos mediados con lo xenomorfo por eso humano que actualmente nos relaciona con los tigres es decir, lo insólito decantado en un par de cosas ordinarias, en un tiempo contemporáneo que requiere cada vez más de avances, de otros modelos realizadores de una infinidad de aparatosas novedades, por su parte, las ficciones borgeanas nos son ya ilimitadas, la lectura ha cambiado poco en forma, pero las numerables letras en el Aleph parecen renovarse a cada lectura, por cada generación, por cada individuo, por cada vez. Con alivio, con humor, con terror, que los androides no cuentan ovejas eléctricas al dormir.


“Ningún escritor real ha tratado de ser contemporáneo (Borges: 2014: 55).” Y el presente ensayo ha pretendido encontrar un Borges post/transhumanista, loable por supuesto. Una similitud ha sido encomendada a Carlos Enrique Abraham (2005), quien dedica una centena larga de páginas a Jorge Luis Borges y la ciencia ficción, su hipótesis es doble, por un lado, apuesta a un inconsciente ideológico, a caballo entre el irracionalismo romántico y la racionalidad secular cuyo germen podría ser la narrativa breve en ese entrecruce ficcional, sumado, que Borges no sería Borges sin Wells, menos sin Poe. La cientificción padece de una fortuna similar al trans y posthumanismo, nos encontramos frente a hipótesis autoriales, a temporalidades paradójicas, que si bien no son movimientos cuya referencia de primera mano sea Borges, al menos sí, podemos verterlo en una elucidación sobre una claridad por venir, ya que, como prologaba el argentino en Crónicas Marcianas (Borges, 1977b: 25), su interludio con ciencia se encuentra sugestionado por el porvenir de lo posible, por la fascinación angustiosa presentada en el crepúsculo del anthropos, puesto, debajo de cualquier tecno-utopía nos encontramos con variaciones y aventuras monstruosamente humanas. La definición de lo humano, eso sí, se mantiene abierta.

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