Debates
https://doi.org/10.34024/prometeica.2023.27.14595
LOS RETOS PARA LA FILOSOFÍA, LA ÉTICA Y LA ANTROPOLOGÍA EN TIEMPOS DE PANDEMIA1
THE CHALLENGES FOR PHILOSOPHY, ETHICS AND ANTHROPOLOGY IN TIMES OF PANDEMIC
OS DESAFIOS DA FILOSOFIA, DA ÉTICA E DA ANTROPOLOGIA EM TEMPOS DE PANDEMIA
Andrés Escobar Vásquez
(Universidad Católica Luis Amigó, Colombia)
Jhon Edward Saldarriaga Flórez
(Universidad Católica Luis Amigó, Colombia)
jhon.saldarriagafo@amigo.edu.co
Recibido: 26/12/2022
Aprobado: 30/06/2022
RESUMEN
En este texto se desarrollará una temática problemática y dilemática en tanto que se hará una reflexión sobre los efectos de la pandemia para las personas. Se afirmará que esta pandemia ha dejado enfermedades por tratar y curar; estas enfermedades no son solo del cuerpo; nos ha dejado entender la necesidad de cuidado de sí como un cuidado también del otro. Por esto, planear y proponer algunas virtudes que orienten dicha búsqueda de sabiduría. El texto consta de seis partes donde se enmarcará la pandemia como el problema a abordar, luego se tratará el asunto de la acción humana y sus implicaciones para sí mismo y para el otro; estas acciones provienen de la autonomía y del cuidado de sí que requiere unas virtudes con las cuales se transforma a la persona y a la comunidad.
Palabras clave: pandemia. valores. filosofía. cuidado. acción.
ABSTRACT
In this text, a problematic and dilemmatic theme will be developed while a reflection will be made on the effects of the pandemic for people. It will be affirmed that this pandemic has left diseases to be treated and cured; these diseases are not only of the body; It has allowed us to understand the need to care for oneself as well as care for the other. Therefore, plan and propose some virtues that guide this search for wisdom. The text consists of six parts
1 El presente artículo de reflexión deriva del proyecto de investigación titulado “Filosofía y diálogo: Aventura y cura” del grupo de investigación filosofía y teología crítica, de la Facultad de Educación y Humanidades de la Universidad Católica Luis Amigó (Medellín, Colombia).
where the pandemic will be framed as the problem to be addressed, then the issue of human action and its implications for oneself and for the other will be discussed; These actions come from autonomy and self-care that requires some virtues with which the person and the community are transformed.
Keywords: pandemic, values. philosophy. care. action.
RESUMO
Neste texto será desenvolvido um tema problemático e dilemático ao mesmo tempo que se faz uma reflexão sobre os efeitos da pandemia para as pessoas. Afirmar-se-á que esta pandemia deixou doenças por tratar e curar; essas doenças não são apenas do corpo; permitiu compreender a necessidade do cuidado de si como cuidado também do outro. Portanto, planeje e proponha algumas virtudes que orientem essa busca pela sabedoria. O texto é composto por seis partes onde a pandemia será enquadrada como o problema a ser enfrentado, em seguida será discutida a questão da ação humana e suas implicações para si e para o outro; Essas ações advêm da autonomia e do autocuidado que requerem algumas virtudes com as quais a pessoa e a comunidade se transformam.
Palavras-chave: pandemia. valores. filosofia. cuidado. ação.
“¿Debemos seguir llamando «humanismo» a este «humanismo» que se declara en contra de todos los humanismos existentes hasta la fecha, pero que al mismo tiempo no se alza como portavoz de lo inhumano?”
Martín Heidegger. Carta sobre el humanismo
Con la pandemia COVID-19 el mundo humano (la cultura y las rutinas) cambiaron radicalmente, afectando en proporciones incalculables las vidas de las personas y las sociedades. la pandemia nos enfrentó a la enfermedad, la incertidumbre en el campo de la salud, la economía, lo laboral, la vida y la muerte; puso en jaque las certezas que el hombre tiene sobre sí y sobre el mundo que habita, llevando al ser humano a afrontar todas estas circunstancias de manera inerme en muchos aspectos. La pandemia ha traído grandes retos para la economía, la política, la tecnología, la educación, etc.; las ciencias sociales y humanas -la filosofía en particular- no escapan a ello, pues este malestar ha dejado múltiples problemas en las personas y las comunidades. Es por esto que se hace necesario y pertinente explorar y proponer modos alternativos de afrontamiento desde la filosofía, teniendo en cuenta su tradición -conceptos, métodos y autores-, también los aportes de su reflexión e investigación en los campos de la antropología filosófica y la ética para lograr que los malestares y las crisis emanadas del aislamiento, los cambios radicales de rutinas en lo social, laboral, familiar, económico, cognitivo, recreación, entre otras; la reciente conciencia de la enfermedad y la muerte como fenómenos inmanentes y permanentes en la vida humana, sean afrontados desde el autoconocimiento y la autogestión de los pensamientos, palabras y acciones.
Se desarrollará en primer lugar un breve y sencillo encuadre en la acción humana para comprender adecuadamente algunos elementos que conforman y propician el accionar humano. Luego se trabajará el problema de la autonomía en la circunstancia que ha afectado tan fuertemente a la humanidad, la pandemia COVID-19. Se procederá a plantear de manera sencilla la necesidad del cuidado de sí como un cultivo de la vida interior que alimenta la vida en común de la persona humana y por último cuáles son los valores que podrían ser vividos en el momento histórico actual -pandemia y post-pandemia-. Se espera que el abordaje de este tema genere una reflexión profunda sobre el ser humano, las circunstancias actuales y, de igual manera, los retos de la filosofía en la actualidad.
El ser humano es en, desde y para la acción, es decir, la acción define y orienta la humanidad de la persona y de la sociedad. En la acción se unifica el ser pues en ella confluyen los pensamientos, las palabras, las emociones, las sensaciones, los sentimientos, la historia, el conocimiento, la voluntad, la libertad, etc. En la acción se ven enfrentadas de manera paradójica dos realidades que le son propias a la persona humana, a saber, la interioridad y la exterioridad, es decir, el mundo íntimo y las circunstancias que le aquejan o le advienen; que se enfrentan en una dialéctica propia de la vida.
Es pertinente identificar que los actos humanos son precisamente humanos en la medida que son realizados por personas con las características propias que lo hacen humano. Cabe preguntar si algún acto realizado por una persona puede ser catalogado como no humano, ¿es posible hablar de una acción como no humana o sin humanidad? ¿Tiene sentido la vida humana sin la acción? La acción humana - como ya se ha mencionado- conjuga multiplicidad de elementos que la enriquecen y la posibilitan; en este aparte serán referidos algunos: la libertad, la voluntad, la decisión y la responsabilidad
La acción humana en el marco de la pandemia le ha presentado al ser humano una paradoja difícil de comprender, pues las circunstancia como la actual ponen al ser humano de carne y hueso en situaciones dilemáticas que le resultan graves, por ejemplo: la inminencia de la muerte por causalidad o por voluntad; la naturaleza está “determinada por la caducidad que viene precedida por la enfermedad, de modo que esta se torna causal natural de la muerte como algo inminente e inexorable del proceso mismo de la vida, una realidad natural es la muerte. Gracias a esta realidad; muchos la afrontan de diversas maneras: el miedo, la omisión del tema, el uso de la tecnología y los avances médicos para procurar dilatar el tiempo de la vida. Otro ejemplo es la incertidumbre que saca al ser humano de su zona de confort y lo conduce a un plano problemático de la cotidianidad; la pandemia trajo para muchos ruina económica, problemas en las relaciones familiares, pérdida de empleo, entre otros; estas circunstancias venidas de la pandemia repercuten de manera directa o indirecta en las acciones de las personas que, según se van haciendo repetitivas en la manera de enfrentarse a la realidad, se convierten en comportamientos que de algún modo deben ser abordados por el mismo ser humano a través de la filosofía y, posiblemente, otros campos del conocimiento.
En todo este marco de referencia de la acción resulta pertinente dedicar unas líneas a los elementos fundamentales para llegar a cualquier acción:
La voluntad es una facultad propia de la persona humana que se relaciona con la libertad, para Schopenhauer la voluntad domina todos los demás aspectos de la personalidad del individuo: conocimiento, sentimientos y dirección en la vida; es una fuerza, La voluntad, así, es una fuerza que obra sin motivo, irracionalmente; es como el motor ciego de la historia. Para Sartre la voluntad, en efecto, se pone como decisión reflexiva con relación a ciertos fines. La voluntad es elegir ser lo que quiera ser, de este modo, cada persona elige sus propios fines y se hace dueño y único responsable de sí. La voluntad es distinta a las pasiones, pues estas son pasajeras y superfluas, la voluntad refiere a proyecto y empresa (como lo dice en El ser y la nada, cuarta parte. Cap. I, l).
La libertad es una condición de posibilidad para que podamos actuar humanamente; es la capacidad de observar, comprender y decidir sobre múltiples opciones. Kant la define como "autonomía de la voluntad", es ella la que nos posibilita actuar desde nuestros deseos o convicciones más profundas o superficiales, para Sartre el "hombre es un ser condenado a la libertad". Podrían identificarse dos acepciones del concepto y de la experiencia de la libertad como los señala Bueno (1996)
La libertad negativa, suele denominarse libertad de; a la libertad positiva, se la conoce también como libertad para. La libertad positiva, sin embargo, es un concepto sumamente oscuro, puesto que no es fácil determinar qué es lo que pueda significar «capacidad para hacer algo por sí mismo (p. 239).
A todas estas, la libertad es también una paradoja pues resulta en una teoría que se busca y puede llegar a ser experimentada en la realidad. El ser humano está en la capacidad natural de hacer libremente lo que quiera, siempre y cuando pueda por tanto es una realidad con restricciones: la fuerza y el derecho.
La decisión, este término hace referencia a la elección que tomamos y que consideramos nos lleva a que una situación problemática sea definitivamente resuelta; es también claro que muchas de nuestras decisiones pasan por diversidad de filtros, pero el más común es la razón. La razón no es lo único, las emociones, las sensaciones del momento también cumplen esta función de filtro. Por nuestra naturaleza racional procuramos racionalizar esas decisiones haciendo análisis minuciosos de los pros y los contras, las justificaciones y las posibles consecuencias de tomarla. Estos análisis deben ser hechos teniendo en cuenta tres elementos: yo, los otros y las cosas (en el próximo video hablaré de esto con más amplitud).
Es necesario definir lo que entendemos por toma de decisiones. A nivel general, es el acto de elegir o seleccionar algo entre dos o más opciones, aspectos, situaciones o alternativas. Es un proceso mental en el cual se identifican las acciones o rutas que se habrán de tomar o seguir en la solución de un problema o en la consecución de un fin específico. Es tener libertad de elección, pues el discernimiento libre permite poner en juego los valores con los que nos identificamos y a partir de ello escogemos la mejor decisión.
Toda elección implica tomar una decisión. Conlleva un tipo definido de comportamiento en donde la elección tiene una finalidad con cierta intencionalidad, incluyendo valoraciones éticas específicas. (Mercado, 2013, p. 1-2)
La decisión es la resolución que será llevada a la acción; en el marco circunstancial de la pandemia, hubo decisiones tomadas por agentes sociales o instituciones que, en una postura utilitarista, procuraron el menor mal para el mayor bien a la mayor cantidad de personas posibles, esto dejó en descontento a muchos individuos por diversos motivos y tal descontento generó, a su vez, unos comportamientos que son producto de las decisiones libres y voluntarias de aquellos que deciden actuar en contravía de las directrices utilitaristas de los estados.
La acción es el hecho, lo que se hace. La acción no debe ser considerada en sí misma buena o mala, las acciones son sólo acciones, la bondad o maldad de estas se mide por sus consecuencias, por las repercusiones que representan para mi, los otros y las cosas. Hay quien ve y juzga las acciones por las intenciones, es decir, por el objetivo que tiene quien la ejecuta a la hora de hacer... pero... una acción es sólo eso, las cargas morales son posibles solo por el juicio que las personas o las comunidades hacen del acto de alguien. Si las acciones son producto de múltiples circunstancias, de igual modo los juicios que emitimos sobre estas.
Toda acción o realización de un acto, por simple o complejo que este sea, tiene de suyo consecuencias, estas son las repercusiones que la acción genera en las personas (yo, los otros) y en las cosas; ninguna acción queda aislada en el tiempo y en el espacio, siempre genera o deviene en algo más; son las consecuencias las que provocan los juicios sobre las acciones.
Somos responsables por la conciencia que tenemos de los otros, por reconocimiento que hacemos -previo o posterior a nuestras acciones- de los otros, es decir, ésta no es una iniciativa de la subjetividad en sí misma, es algo que desde afuera hace un llamado a mi conciencia al reconocimiento de algo que está fuera de mí. Por lo anterior Levinas nos habla del yo como otro, el otro es un espejo que me invita a mirar dentro de mí y a descubrir lo que Buber llama el "nosotros". La responsabilidad es un ejercicio de desplazamiento del yo al otro para hacernos un nosotros. Por esto, la responsabilidad tiene un tinte de CORRESPONSABILIDAD.
En tiempos como los que la humanidad enfrenta este asunto es un llamado a evaluar nuestras acciones, a identificar la fuente de estas y a comprender que lo que se hace siempre tiene repercusiones para algo o alguien además de mí...
La ilustración supuso el privilegio de la razón en el progreso de la humanidad, poniendo al ser humano en el centro de todo horizonte reflexivo. A este respecto, Kant proponía al movimiento ilustrado como una bandera del quehacer de cada ser humano en el mundo: “La ilustración es la liberación del ser humano de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía del otro” (Kant, 2018, p.25). A lo cual, prosigue con su célebre apotegma: “Sapere Aude”, es decir, “atrévete a pensar”.
El texto en cuestión (“¿Qué es la ilustración?”) supone uno de los textos más influyentes del filósofo de Königsberg, aún bien sea un texto orientado a la divulgación que a la contribución per se al sistema filosófico en construcción (el texto se publica en 1784, tres años después de la Crítica de la Razón Pura y cuatro años antes de la crítica de la Razón Práctica). En él se demarca el camino a seguir de la humanidad en tanto la búsqueda deóntica de la autonomía.
Este camino deóntico supone en una demarcación del medio, una emancipación. Supone un proyecto de la filosofía práctica en tanto exhorta a un ethos de la acción. Esta acción es de la autonomía, la cual tiene la amenaza constante de la culpabilidad, es decir, la incapacidad constante de servirse en la propia inteligencia: “¡Es tan cómodo no estar emancipado!” (Kant, 2018, p.25).
El proyecto moderno se encamina con la posibilidad de la razón, en álgido camino trazado por Descartes al establecer el principio fundamental de un sujeto racional:
Pero entonces ¿Qué soy? Una cosa que piensa ¿Qué es una cosa que piensa? Es decir, una cosa que duda, que concibe, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que también imagina y siente. No es en verdad poco si todas estas cosas pertenecen a mi naturaleza. Pero ¿por qué no le pertenecerían? ¿No soy acaso ese mismo que duda casi de todo, que sin embargo entiende y concibe ciertas cosas, que se asegura y afirma que sólo esas son verdaderas, que niega todas las demás (…)? (Descartes, 2011, 174).
Facultar al sujeto con la razón, es facultarlo de autonomía, es la distinción (marcada en la modernidad) del fundamento antropológico básico, a saber, que la razón es característica inherente a la condición humana, como ya lo expresaba Kant en “Comienzo presunto de la historia humana” (2018B, p. 60). Sin embargo, en ello existe un velo que supone un manto de confort a la condición, y esto es, ceder la razón en detrimento de la autonomía.
Efectivamente, la facilidad de ceder la razón supone un problema para el avance de la razón misma, en síntesis, de la idea de libertad (e incluso de la abstracción individual en la misma). Por ello, la exhortación Kantiana es a salir de aquello que él denominó “la minoría de edad”, es decir, una delegación de la razón a otro (Kant, 2018, p.25).
El proyecto ilustrado como el proyecto del rescate de la razón, demarcó un camino esencial para pensadores posteriores, quienes advirtieron la necesidad de la autonomía por encima de un yugo esclavizante del cual se sirve el confort para hacer nido, como amenaza a la humanidad misma, haciendo de sí una filosofía práctica. Tal es el caso de Marx, quién concebía al ser humano como un ser consciente y esa conciencia se representa en las formas de vida reales (1974, p. 26).
Marx evidencia un peligro para la razón, esto es, la falsa conciencia, la deformación de la realidad. En síntesis, la enajenación de la conciencia: Servirse de algo externo en detrimento de la propia conciencia. En esto, Marx y Engels ven el peligro del no reconocimiento de las causas reales (materiales) que soportan la condición humana y la realidad individual y colectiva, en favor de algo más (1974, P. 36).
Nietzsche, por otro lado, aparece en una orilla contraria a Kant, a quien pone en la decadencia, en “el agotamiento último de las fuerzas de la vida” (2007, p. 40). El pensamiento de Kant para Nietzsche se puede enmarcar en la primera transformación del espíritu: El camello. Así, el pensmaiento del filósofo de Köningsberg, sería un “espíritu de carga”: “¿Qué es pesado? Así pregunta el espíritu de carga, y se arrodilla, igual que el camello, y quiere que lo carguen bien. ¿Qué es lo más pesado, héroes?, así pregunta
el espíritu de carga, para que yo cargue con ello y mi fortaleza se regocije. ¿Acaso no es: humillarse para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la propia sabiduría? (Nietzsche, p. 14)
Por otro lado, el mismo Nietzsche aparece como contrario a Marx, en tanto este supone una transformación del espíritu posterior al camello (espíritu de carga), pero insuficiente, para aquello que representa la filosofía nietzscheana. Marx, equivale al espíritu del León:
Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa? Crear valores nuevos tampoco el león es aún capaz de hacerlo: Más crearse libertad para un nuevo crear, eso sí es capaz de hacerlo el poder del león. Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león. (Nietzsche, p. 15)
El pensamiento de Nietzsche desemboca en un crear, en una autonomía en detrimento de la hegemonía del deber, una autonomía de la afirmación. Es por esto que el niño representa el valor fundamental del pensamiento Nietzscheano, al compilar el fundamento del afirmar el Yo, la vida misma.
Las tres, suponen una exaltación de la autonomía como eje central y constitutivo del deber humano. Un Ethos de la acción al afirmar la autenticidad en detrimento de ceder la conciencia a lo otro (minoría de edad, alienación, decadencia, etc.).
La crisis provocada por la pandemia, permite la reflexión a partir de las categorías de emancipación. Podemos compaginar exhortación a salir de la minoría de edad a la mayoría de edad, de la falsa conciencia a la conciencia verdadera, del rebaño a la afirmación autónoma. En síntesis, a la independencia del sujeto.
El ser humano en tanto que es un ser racional, no está constreñido por el deber a leyes impuestas externamente, sino que, por el contrario, “está sometido a su propia legislación”. Esto lo constituye precisamente como ser racional y lo diferencia de otro tipo de seres vivos. Su voluntad, en tanto que es autónoma, se da su propia ley, por lo que el imperativo categórico, en su primera máxima, determina que el ser humano (en uno mismo y en los demás) debe tratarse siempre como un fin, nunca meramente como un medio. La autonomía significa una determinación inmediata de la razón. Solamente si la razón determina soberanamente la acción, se puede hablar de autonomía. La autonomía es un impulso espontáneo de la voluntad a establecer sus propias leyes en conformidad con las leyes universales (moral).
Así, la autonomía nos debe llevar a comprender que, en razón de la necesidad y las normas establecidas en común para satisfacer dichas necesidades, soy yo quien decido actuar conforme a esas normas y las apropio, de tal modo que ya no son impuestas desde el exterior, sino que soy yo quien se las establece para mi bien y el bien de todos.
La emergencia pública supone, no solo una muestra de colectividad permeada por la razón instrumental: Medios de comunicación. Sino la posibilidad de apertura a la autonomía de la razón mediante la exigencia del gobierno de sí en situación de crisis. Se fundamenta entonces el carácter de la autonomía de la razón como antídoto a la pandemia de la hiperinformación.
La autonomía entendida a nivel general como la autodeterminación naturalmente deviene en un ‘cuidado de sí mismo’ que, a su vez, proviene de la ‘inquietud de sí’, que en el lenguaje popular podría hacer referencia al ‘ocuparse de sí mismo’. Esto se convierte en meta y, al mismo tiempo, en camino, es decir, fácilmente el común de las personas pensará que es al punto de ocuparse de uno mismo donde debemos dirigir nuestra atención, esfuerzos, estrategias y lenguaje; esto resulta en una noción parcialmente cierta, sin embargo, es importante resaltar que esto es apenas el comienzo de un camino que parte del autoconocimiento entendido como práctica necesaria y compleja.
Conocerse a sí mismo y ocuparse de sí son ejercicios asociados a la autonomía, en una suerte de relación bilateral, a saber, en cuánto más la persona se autoconoce más posibilidades tiene de determinarse pues hay una claridad importante sobre sus potencialidades y sus límites, y por tanto, la autodeterminación resulta como algo natural dentro del proceso; aunque, al mismo tiempo, a mayor autodeterminación más autocuidado la persona debe tener pues se corre el riesgo de perderse en la propia voluntad, en los deseos y en la libertad que esclaviza y obnubila la razón. .
Toda esta temática tiene como centro de gravedad a la filosofía como una medicina para el cuidado de sí; sobre esto Epicuro (2007) afirma:
Vacío es el discurso del filósofo que no cura ninguna afección humana. En efecto, así como una medicina que no expulsa las enfermedades del cuerpo no es de utilidad alguna, tampoco lo es una filosofía si no expulsa la dolencia del alma (p. 117)
Es posible percibir en este fragmento una “terapéutica” propuesta por el autor para lo que en su época pudo denominarse “cuidado del alma” a partir de estrategias que procuran de diversas maneras dicho cuidado; las estrategias a las que se hace referencia son inferencias extraídas del contenido ‘entre líneas’, entre ellas están el desapego, la observación consciente y objetiva de la realidad, el cultivo de las virtudes, la moderación de las emociones y los placeres, etc.
Pero a todas estas ¿qué significa el dominio de sí? A esta pregunta el profesor Carmona (2008) afirma: “Hace referencia siempre a un manejo autónomo por parte del ser humano sobre su propia vida” (p. 60); El mismo autor explica sobre esto:
Cuidar de sí, cuidar del alma, cuidar del cuerpo, cuidar de la ciudad, cuidar de los otros; en última instancia, ocuparse como humano de lo humano tratando de superar su frágil condición, su limitada capacidad para alcanzar la plenitud (p. 60)
Con lo anterior se hace cada vez más evidente la posibilidad que desde la filosofía y con ella existe de una terapéutica centrada y fundada en “sí mismo”, no desde un egoísmo sino desde una razón universal, es decir, comprendiendo que el ‘cuidado de sí’ tiene una triple dimensionalidad: yo, el otro y lo otro. La realidad interior se encuentra y se enfrenta -en una lucha- a la o las realidades exteriores que circundan y afectan a cada ser humano. Por lo anterior, el cuidado de sí es un ejercicio de poner en el centro de la reflexión, el análisis, la interpretación y el juicio al ser humano mismo, es decir, a las personas en su más presente realidad.
El cura sui o cura de sí se impone en Séneca como un ejercicio de permanente retoma de las coordenadas que permiten volver al centro de sí mismo a pesar de los fuertes embates del mundo exterior; mundo de la cultura, y de la política, especialmente cargado de simulacros, de formalidades y de normas impuestas sin ningún espíritu, y donde la moral es autómata, pero no autónoma, donde elige el temor y el desconocimiento, que son apropiados por la masa en forma de ideología (Carmona, 2019, p. 165).
Como puede observarse en el texto citado, ‘el cuidado de sí’ resulta una lucha compleja y profunda, es decir, un combate constante de una interioridad que se desconoce a sí misma, que no tiene comprensión racional de sí y por esa razón procura agazaparse en la masa, proyectar la culpa de las decisiones a la realidad circundante o adveniente y que le teme enormemente a aquello que le muestra su propia fragilidad. El cuidado de sí es un camino de sabiduría que muchos anhelan, pero no todos están dispuestos a caminar, pues como se ha dicho implica un triple esfuerzo; sobre esto, Hadot (1998) menciona que:
2 En este punto se emplea la mayúscula en la palabra Hombre para hacer referencia a la generalidad del ser humano, no a la particularidad de los hombres. Aunque este uso apunta a los hombres en particular.
La sabiduría, según ese triple modelo definido por Marco Aurelio, como vimos antes: intentar desarrollar la objetividad de juicio, intentar vivir de manera justa y al servicio de la comunidad humana e intentar concienciarnos de nuestro papel como parte del universo (ejercitándonos a partir de la experiencia propia de sujetos concretos, viviendo y percibiendo) (p. 272)
A partir de este fragmento de Hadot podríamos pensar y reflexionar sobre la experiencia de pandemia por la que la humanidad está pasando y cómo moviliza a la humanidad hacia una conciencia de sí, los otros y las cosas.
La pandemia ha dejado en evidencia la limitada condición humana, referida a lo físico (cuerpo) y al alma (la psiqué que comprende las emociones, los sentimientos, los pensamientos, el lenguaje). Por lo anterior, la filosofía aparece en el panorama de un contexto enfermo y enfermizo como una medicina y una alternativa a la terapia pertinente y viable que presenta y propone un conjunto de prácticas, técnicas, ejercicios que hacen de este un arte que se adquiere por la práctica que tiene como punto de partida entenderse como una extensión simple de la naturaleza, de la razón universal en la que la vida y la muerte son la naturaleza dialéctica de la existencia.
La filosofía emerge entonces como un arte que procura la salud de la persona, del hombre de carne y hueso; pues estamos enfermos y cuidar de sí es el inicio del camino de sabiduría que puede llevar a la persona a salir de su estado de enfermedad. Al respecto el profesor Carmona (s.f.) afirma:
El cuidado de sí está relacionado también con la práctica médica, es decir, desde la filosofía, con el cuidado del alma: “Gracias al souci de soi, la filosofía y la medicina se vuelven metáfora la una de la otra y resulta como consecuencia una cierta objetivación de cada uno como enfermo.” El estoicismo tiene como premisa que, vistos desde el conjunto de lo social, todos estamos enfermos, con el agravante de que lo ignoramos o, incluso, tercamente insistimos en nuestro excelente estado de salud; el cuidado de la salud del alma parte de la claridad que tengamos de lo que significa estar sano y cuáles son sus parámetros. Somos enfermos en tanto nuestra vida está siendo regida por los deseos y no por la virtud, en tanto nos dominan las inclinaciones humanas y no la razón universal que todo lo rige (p. 3).
Pero el cuidado de sí no es un asunto de mero egoísmo, tiene una dimensión social y política importante, La pandemia ha dejado en individuos y comunidades heridas complejas de abordar y sanar, es por esto que la filosofía emerge como una alternativa terapéutica y a la terapia; sobre esto el profesor Carmona (s.f.) afirma:
El filósofo se asume como terapeuta, sabe del poder curativo de la palabra; en el ejercicio que le proporciona el diálogo intenta humanizar los argumentos que se desprenden de la razón universal, desde allí emprende el camino de la curación o de la búsqueda de la salud, detectando los falsos argumentos que legitima la fanática razón de la mayoría. Buscar la salud del alma es, al mismo tiempo, procurar la salud de la polis (p. 4).
La enfermedad a la que se hace referencia va en doble vía, es la ignorancia y el alejamiento de la virtud. Por lo anterior, resulta necesario dedicar unas líneas a reflexionar sobre algunas virtudes o valores que, a partir de este cultivo o cuidado de sí, podrían ser aplicables y aplicados para vivir y sobrevivir a la pandemia, y al cuidado de los otros en esta misma circunstancia.
La pandemia nos ha puesto entre dos posturas que parecen opuestas pero que deben ser complementarias, a saber: El bien como calidad de vida desde la economía y la vida y la dignidad desde la ética y las concepciones existencialistas.
Esta situación nos ha llevado a un aumento de la violencia familiar, la xenofobia, a evaluar política, económica y éticamente cuales son los valores de nuestra sociedad capitalista y neoliberal y cuáles deben ser de aquí en adelante. La privatización de la salud y el colapso del sistema que esto ha provocado, los intereses de algunos empresarios por no parar de producir por temor a la bancarrota y la necesidad imperiosa de sobrevivir de las clases menos favorecidas muestran un panorama complejo para la vida y
la dignidad humana. ¿Cuáles son los valores o virtudes que imperan en nuestra cultura y nuestra sociedad? el individualismo, la indiferencia, el consumismo, progreso, el placer y el bienestar son valores arraigados en ricos y pobres; estos nos han puesto en JAQUE, en esto radica nuestra ignorancia.
¿Cuáles son los valores o virtudes necesarios para superar la crisis actual y enfrentar la vida después de ella? Se han de proponer cinco (4), estas son: Reconocimiento, respeto, responsabilidad y solidaridad.
Se procurará desarrollar estas virtudes para lograr llevar a su comprensión de una manera clara y sintética.
Reconocimiento: “Reconocer al otro es admitir su singularidad, su diferencia, dejarlo ser quien es, renunciar a toda pretensión de dominio, pero también acompañarlo en su ser, es decir darse a él y crear vínculos de común unión (…), se trata a todo hombre como persona” (Hoyos, 2005, 110). El reconocimiento y la aceptación del otro en su persona y singularidad parten del previo concepto de que en este me conozco y reconozco a mí mismo en mi dignidad. Reconocer implica volver la mirada atenta y simple sobre el otro, sin los juicios que se convierten en sesgos prejuiciosos y, al mismo tiempo, observar lo que nos hace similares en la diferencia.
El respeto: Este término podría ser análogo a ‘atención’, ‘consideración’, y originalmente a ‘mirar de nuevo’, de allí que algo que merezca una segunda mirada sea algo digno de respeto. El reconocimiento es una consecuencia directa del respeto por la dignidad del otro, por la humanidad y la persona del otro. Toda acción humana –ética o política- recae sobre el mismo ser humano, bien sea sobre sí mismo o sobre otros, por esta razón dichas acciones deben estar fundadas inexorablemente en el respeto por sí y por el otro; fundar cualquier acto en la mirada respetuosa y que reconoce el ser humano como persona y como sujeto digno por ser humano.
La responsabilidad: La persona es el sujeto que actúa y, por tanto, nuestras acciones recaen de manera directa o indirecta sobre otros generando que “yo” sea responsable de “tu” y estas relaciones se dan en doble vía por eso hablamos de “nosotros”. Referirnos a “nosotros” no es solo una convención gramática o del idioma, es un ejercicio existencial y social; la responsabilidad debe convertirse en un imperativo ético como lo propone Hans Jonas en su texto “El principio de responsabilidad”. Más allá de pensar en la “permanencia de la vida humana” está pensar y actuar procurando mejorar las condiciones del ambiente social y natural, es allí donde considero debe operar de manera eficiente este imperativo, asumiendo a los otros y a las cosas como dignas y merecedoras de mi cuidado y atención; así la responsabilidad se conecta –a nuestro juicio- de manera directa con el cuidado (prevención) y la reparación.
La solidaridad: Es la manera eficaz de poner en funcionamiento las anteriores. “En este sentido, tanto la experiencia de la solidaridad como la del reconocimiento son modos de aprobación de la vida, es decir, dos formas que para nuestra conciencia histórica tiene el ethos. La acción conveniente, justa y oportuna para la convivencia responsable en el mundo” (Ruíz, 2002, 54). A mi juicio, la solidaridad no puede ser sin el reconocimiento, pues este es un prerrequisito para que la solidaridad se produzca y opere en la sociedad. El significado más profundo del término solidaridad es asumir la responsabilidad del otro, hacerse cargo del otro (…). El sentirse patria es amar a su gente y sentirse formando parte de ella (…). La preocupación por el medio ambiente, y por preservar un entorno habitable para las generaciones futuras, involucra esta opción por pensar la humanidad en términos de familia (Mifsud, 2002, 15).
La ética basada en valores y virtudes supone una responsabilidad con el otro y con uno mismo, en síntesis a la condición humana. Un tanto más en épocas extremas, como la pandemia, donde la humanidad misma necesita una retroacción para exaltar cada su ser.
Es por esto que, es necesario hacer una breve síntesis respecto a la autonomía, los valores y la razón; sobre esto cabe recordar a Immanuel Kant en la segunda máxima de su imperativo categórico: “obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio (p.42).
El valor de la dignidad humana es innegociable. El fundamento ético kantiano supone en la esencia humana un valor inconmensurable que debe ser respetado. Vale como reflexión final a la presente disertación, un rescate del valor de la humanidad enmarcada en una ética de la acción, a propósito de los tiempos que corren.
A modo de conclusión es importante resaltar algunos aspectos de lo ya expresado; La pandemia ha sido un suceso que al llegar a la vida humana generó algunas afecciones que resultan en posibles síntomas de enfermedades que, en la filosofía, están referidas al alma, sin embargo, en el presente texto se ha hecho referencia a la persona en lugar del alma humana. Al hacer referencia a las “enfermedades del alma” se precisa aclarar que no significa patologías -desde la concepción clínica-, más bien, se hace alusión a los malestares que la persona en su profunda intimidad siente y que generan perturbaciones que alteran su modo de pensar, sentir y actuar, que obnubilan la vista y la mente para percibir de manera serena y objetiva aquellos eventos o palabras que advienen de los otros o de las circunstancias. También cuando se alude a la persona se hace haciendo un especial énfasis en la dignidad de aquel que la filosofía, la ética y la antropología abordan volcando la mirada a su profunda humanidad con todo lo que ellos significan.
En segundo lugar, emerge en esta circunstancia la filosofía como una alternativa terapéutica desde el concepto y el ejercicio del “cuidado de sí”, que ha estado presente en la tradición y en la filosofía como un camino y ejercicio de sabiduría; cuidar de sí no sólo se trata de buscar el bienestar del cuerpo, se trata, más bien, conocerse, analizarse para comprender, comprenderse para comprender, y comprender para decidir qué, cómo, porqué y para qué se actúa; cuidar de sí tiene como thelos la virtud y felicidad.
Por último, pensar y ejercitarse en el cuidado de sí tiene repercusiones en la relación con los otros, es por esto que se proponen algunos valores que conjugan dichas prácticas en la vida cotidiana, estos valores son: la verdad, el reconocimiento, el respeto, la responsabilidad y la solidaridad. Como se ha dicho en el último aparte del texto, los valores a los que se ha hecho referencia son ejes fundamentales para que la humanidad del ser humano -de la persona- sea el eje transversal a partir del cual se dinamicen las acciones de las personas y de las sociedades, donde la persona sea fin y no simplemente un medio y, de este modo, poder minimizar los malestares existenciales o las enfermedades del alma producto de los fenómenos socio-culturales que a partir de la pandemia se agudizaron.
Como puede verse, a partir de todo lo anterior, emerge la necesidad de la filosofía como una alternativa terapéutica que se da en este marco, no solo del pasado, sino del presente y el futuro de cada hombre de carne y hueso. La filosofía aparece como una alternativa a la terapia procurando acompañar y aconsejar a las personas y la comunidades en el proceso de cuidar de sí a partir de un camino de autoconocimiento, este camino lleva a la virtud y a un vivir con mayor conciencia las circunstancias a las cuales se enfrentan para ser afrontadas de manera serena y objetiva sin alejarse de la sensibilidad y la razón propias de la humanidad del ser humano.
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