https://doi.org/10.34024/prometeica.2022.25.14060


LÍMITES ELUSIVOS DE LA FILOSOFÍA Y LA LITERATURA EN BORGES

ELUSIVE LIMITS OF PHILOSOPHY AND LITERATURE IN BORGES

LIMITES INATINGÍVEIS DA FILOSOFIA E DA LITERATURA EM BORGES


José María Gil

(Universidad de Mar del Plata, Argentina)

josemaria@gilmdq.com


Recibido: 11/07/2021

Aprobado: 28/07/2022


RESUMEN

En este artículo se tratará de justificar por qué la obra de Borges tiene un profundo valor filosófico. Para defender esta tesis se desarrollarán cuatro argumentos íntimamente conectados entre sí. En el primer inciso se ejemplificará cómo un poema y un cuento pueden interpretarse como textos argumentativos que despliegan tesis metafísicas y gnoseológicas. Luego, a partir de un contraejemplo de la cultura del fútbol, se tratará de mostrar que los enunciados de Borges se caracterizan por su “densidad conceptual”. En el tercer inciso se recurre a la lingüística relacional (y en menor medida a la lingüística de corpus) para explicar cómo funciona una característica saliente del estilo de Borges: el adjetivo descolocado. Este análisis de base lingüística da pie a que también se explique con mayor hondura y precisión de qué se trata la densidad conceptual presentada en el apartado anterior. A continuación, en el cuarto apartado, se muestra cómo dos relatos policiales funcionan en un nivel que trasciende la complejidad narrativa, uno como una tesis cosmológica y el otro como una tesis política. Por último, se presentan conclusiones sobre los límites elusivos o difusos de la literatura y la filosofía.


Palabras clave: Borges. literatura. filosofía. descolocación. conocimiento.


ABSTRACT

This article will try to justify why Borges’ work has a deep philosophical value. To defend this thesis, four intimately connected arguments will be developed. In the first section, it will be exemplified how a poem and a story by Borges can be interpreted as argumentative texts that display metaphysical and epistemological theses. Then, starting from a counterexample of football culture, it will be explained that Borges’ statements can be characterized in terms of their “conceptual density”. In the third section, relational linguistics (and to a lesser extent corpus linguistics) are used to explain how a salient feature of Borges’ style works: the des- collocated adjective. Such linguistic-based analysis allows for a more in-depth and precise explanation of what the conceptual density presented in the previous section is about. Next, in the fourth section, it is shown how two police stories work on a level that transcends narrative complexity, one as a cosmological thesis and the other as a political thesis. Finally, the article presents a conclusion on the elusive or diffuse limits of literature and philosophy.


Keywords: Borges. literature. philosophy. des-collocation. knowledge.

RESUMO


Este artigo tenta mostrar por que a obra de Borges tem um profundo valor filosófico. Para defender esta tese, serão desenvolvidos quatro argumentos intimamente ligados. Na primeira seção, será exemplificado como um poema e um conto de Borges podem ser interpretados como textos argumentativos que apresentam teses metafísicas e epistemológicas. Em seguida, a partir de um contraexemplo da cultura do futebol, tentará mostrar que os enunciados de Borges se caracterizam por sua “densidade conceitual”. Na terceira seção, a linguística relacional (e, em menor medida, a linguística de corpus) é usada para explicar como funciona uma característica marcante do estilo de Borges: o adjetivo descolado. Essa análise de base linguística permite uma explicação mais aprofundada e precisa do que se trata a densidade conceitual apresentada na seção anterior. A seguir, na quarta seção, mostra- se como dois contos policiais de Borges funcionam em um nível que transcende a complexidade narrativa, um como tese cosmológica e outro como tese política. Finalmente, é apresentada uma conclusão sobre os limites intangíveis ou difusos da literatura e da filosofia.


Palavras-chave: Borges. literatura. filosofia. deslocamento. conhecimento.


  1. Entre la literatura y la filosofía

    Una de las varias razones por cuales la obra de Jorge Luis Borges se suele ubicar en lo más alto de la valoración literaria es, curiosamente, su agudeza filosófica. Por ejemplo, para dar cuenta del valor y de la pertinencia de su obra, los fundadores del “Centro Internacional Borges” destacan que “es un agudo filósofo de la poesía y un poeta de la filosofía” (Almeida y Parodi, 1995). Puede decirse sin exagerar que no hay cuento, poema o ensayo de Borges que no sea un “enigma ontológico” o que no pueda interpretarse como una tesis filosófica. De su obra en su conjunto se ha llegado a decir que “la literatura puede concebirse como filosofía” (Agassi, 1970).


    Elogiado aun como la “figura paradigmática del sabio” (Balderston 2017: 64), consagrado en una tradición que se inicia en Aristóteles y se continúa con él mismo hasta nuestros tiempos (Wiñazki, 2021), a Borges se lo sigue valorando por la copiosa creatividad tanto de su literatura como de su filosofía (Lema Hincapié, 2011).


    En efecto, la obra de Borges ha inspirado desarrollos sobre las más diversos temas filosóficos, por ejemplo, el nihilismo teórico y el nihilismo práctico (Gingerich, 2009), la ficción de la posibilidad (Ziarek, 2009), la propuesta de una anti-filosofía (Bosteels, 2009), la tensión entre el tiempo pasajero y la identidad perdurable (Johnson, 2012), la afinidad con hallazgos de la neurolingüística (Gil, 2013), la ética del coraje ante la inexorabilidad del cambio (Misseri, 2013), la anticipación de una teoría física (Rojo, 2013), la anticipación de problemas fundamentales de la filosofía analítica (Dapía, 2016), la naturaleza relacional de los conceptos (Thomas, 2018), las reinterpretaciones de la filosofía china (Zhu, 2019), la concepción relacional y no sustantiva del tiempo (Álvarez Toledo, 2021), la metafísica de la contingencia (Gannuscio, 2021).


    En este contexto, la conocida tesis de que (como en el planeta Tlön) la filosofía es una rama de la literatura fantástica cobra “sentido, pertinencia y actualidad filosóficas en la obra de Deleuze”, para quien la filosofía no sólo busca provocar y sorprender, sino también desplegar un minucioso “trabajo sobre la lengua” (Cherniavsky, 2012: 129).

    En efecto, Borges logra forjar una “alianza novedosa” entre la literatura y la filosofía (Fernández, 2002: 98). A modo de ejemplo, se puede ofrecer un breve análisis filosófico-literario para entender que el soneto “Everness” (1964) puede leerse, entre muchos otros sentidos, como un poema filosófico o como filosofía poética.

    Everness


    Sólo una cosa no hay, es el olvido

    Dios que salva el metal, salva la escoria Y cifra en su profética memoria

    Las lunas que serán y las que han sido.


    Ya todo está, los miles de reflejos Que entre los dos crepúsculos del día Tu rostro fue dejando en los espejos Y los que irá dejando todavía.


    Y todo es una parte del diverso Cristal de esa memoria, el universo. No tienen fin sus arduos corredores


    Y las puertas se cierran a tu paso. Sólo del otro lado del ocaso

    Verás los arquetipos y esplendores.


    El poema trata de la eternidad (de “Everness”), la cual se identifica con el universo entero, la memoria de Dios. Todo se salva (todo se graba) en esa memoria. En otras palabras, nada se olvida, ni siquiera las mínimas y para nosotros imperceptibles variaciones de un solo rostro en un solo espejo.

    Un sentido fundamental de la eternidad (de “Everness”) es que ella constituye una especie de negación del tiempo tal como lo percibimos los humanos. En efecto, la eternidad es la existencia simultánea de lo que nosotros llamamos pasado, presente y futuro. Entonces, si el universo es eterno, lo que será (el futuro), ya ha sido. Dicho de otro modo, la memoria de Dios, el universo entero, ese inconcebible “cristal diverso” es la percepción simultánea de lo que fue, lo que es y lo que será.


    Así y todo, aunque constituye “un enigma ontológico”, el poema no deja de ser hondamente lírico. Por ejemplo, los últimos dos versos evocan una emotividad fuerte porque invitan a que los lectores nos conectemos con nuestro propio final, es decir, “el ocaso”, después del que podremos de algún modo experimentar la eternidad, cuando veamos los “arquetipos” platónicos. La conciencia individual será una parte de la conciencia universal o, dicho de otro modo, la visión de la conciencia individual y la visión de la conciencia universal serán lo mismo (Holloway, 1977: 633). Más aún, esta peculiar oscilación entre el análisis filosófico y la emotividad poética es un potencial motivo de disfrute.


    Precisamente por casos como este, Borges mismo ha dicho que su propio estilo se corresponde con una “poesía intelectual”, lo cual es una especie de oxímoron, porque el intelecto (la vigilia) piensa por medio de conceptos, mientras que la poesía (el sueño) lo hace por medio de imágenes (Borges, 1981: 291). El soneto “Everness” constituye pues un grato ejemplo de poesía filosófica y de filosofía poética.

    Por su parte, el cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” (1941a) puede contar como otro ejemplo arquetípico de la “literatura como filosofía”. Se trata de un cuento fantástico que parece un ensayo filosófico, o tal vez de un ensayo filosófico que adopta la forma de un cuento fantástico.


    A mediados del relato se sabe que el planeta Tlön es la nota (en apariencia ficticia) de una enciclopedia. Ese planeta es congénitamente idealista, así que allí la tesis de que los objetos existen independientemente de la percepción de un individuo (lo que llamaríamos “realismo”) es un escándalo o una locura. En efecto, el realismo es inconcebible para los tlönianos como para nosotros los terrícolas es en algún punto inconcebible la idea misma de eternidad (de “everness”). Para explicar el realismo a sus congéneres, un heresiarca de Tlön elaboró el sofisma de las nueve monedas de cobre:


    El martes, X atraviesa un camino desierto y pierde nueve monedas de cobre. El jueves, Y encuentra en el camino 4 monedas, algo herrumbradas por la lluvia del miércoles. El viernes, Z descubre tres monedas en el camino. El viernes de mañana, X encuentra dos monedas en el corredor de su casa. El heresiarca quería deducir de esta historia la realidad -id est, la continuidad- de las nueves monedas recuperadas. Es absurdo (afirmaba) imaginar que cuatro de las monedas no han existido entre el martes y el jueves, tres entre el

    martes y la tarde del viernes, dos entre el martes y la madrugada del viernes. Es lógico pensar que han existido -siquiera de un modo secreto, de comprensión vedada a los hombres- en todos los momentos de esos tres plazos. (Borges, 1941a: 437).


    Varias lenguas de Tlön ni siquiera podían formular esta paradoja. La mayoría de la gente de ese planeta no la entendía. Los “defensores del sentido común” argumentaron que la paradoja era sólo una falacia verbal inspirada en la combinación temeraria de dos neologismos inaceptables: los verbos “encontrar” y “perder”, que presuponen la identidad de la primera y de las últimas nueve monedas. Recordaron, por ejemplo, que sustantivos como “hombre”, “moneda”, “jueves”, “lluvia” apenas tienen valor metafórico. Para los tlönianos, la existencia se define en la mente de un individuo que percibe.


    Un umbral perduró mientras lo visitaba un mendigo y se perdió de vista a su muerte. A veces unos pájaros, un caballo, han salvado las ruinas de un anfiteatro (Borges, 1941a: 440).


    Los humanos, en cambio, a causa de nuestros sistemas perceptivos (por ejemplo, a causa de la visión) damos por supuesta la persistencia de los objetos. Por ello seguramente hay sustantivos en todas las lenguas de la Tierra, pues por medio de los sustantivos se hace referencia a los conceptos de objetos presuntamente duraderos. Por el contrario, para los “tlönianos” es inconcebible que una moneda siga existiendo o que sea “una misma moneda” si no hay nadie que tenga conciencia de ella. La frase “una misma moneda” involucra el sinsentido de la persistencia de los objetos en Tlön. La noción misma de “objeto” resulta allí inconcebible.


    Entonces, los sistemas cognitivos de la gente de Tlön cuentan como un contraejemplo de los sistemas cognitivos humanos. A los nativos de ese mundo no les está permitido conocer el universo en términos del realismo, pero a nosotros no nos está permitido conocer el universo independientemente de él.


    Por un lado, la ficción titulada “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” vale como un análisis metafísico y gnoseológico que inspira, entre otras, las siguientes preguntas: ¿Qué es eso que nos atrevemos a llamar “mundo real”?, ¿hasta qué punto nuestros sistemas cognitivos son lo suficientemente buenos para conocer ese mundo?


    Por otro lado, el cuento vuelve sobre sí mismo en la medida que exhibe un juego artístico con las ideas que expresa:

    Los metafísicos de Tlön no buscan la verdad, ni siquiera la verosimilitud: buscan el asombro. Juzgan que la metafísica es una rama de la literatura fantástica. (Borges, 1941a: 440).


    Y el relato fantástico en su conjunto mueve a ese asombro que buscan los metafísicos de Tlön.


    En conclusión, de algún modo Borges hace un uso (literario) de la metafísica, de la gnoseología y aun de la filosofía de la mente para tejer una ficción. Sin embargo, esa ficción no deja de desplegar un análisis filosófico que puede ser revelador. En efecto, el trabajo de Borges puede valer también como filosofía en la medida que nos invita a cuestionar, en la tradición de Sócrates, lo que creemos que ya sabemos.


    Por ejemplo, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” muestra que nuestro propio sistema de conocimiento nos hace incapaces de concebir una discontinuidad acaso “esencial” de lo que hay fuera de nuestra mente. La “existencia” o la “persistencia” de los objetos es un producto de nuestro cerebro, que no sólo se orienta a segmentar partes de la realidad, sino también a asumir la identidad en el tiempo de las partes resultantes. En efecto, los seres humanos tendemos a asumir de forma natural, automática e inconsciente, que la identidad continua de (por ejemplo) una pelota de un período de tiempo a otro es una propiedad inherente de esa pelota. El cuento de Borges ilustra cómo esa supuesta propiedad de la pelota de seguir siendo pelota de un momento a otro es más bien una proyección de nuestros sistemas de conocimiento, y no una cualidad esencial de eso que “está ahí” y llamamos “pelota”.


    Así las cosas, un poema o un cuento de Borges invitan al análisis filosófico. Esa es una de las razones por las cuales sus textos son tan difíciles de abordar en la enseñanza de la lengua o la literatura en el

    nivel secundario. De hecho, “las relaciones entre la dificultad y el goce aparecen en toda discusión sobre la lectura escolar pero especialmente cuando se trata de Borges” (Piacenza, 2016: 11). Por esa dificultad, que también constituye un reto, los textos suyos que más se han elegido para la escuela media son los relatos gauchescos “El fin” (1944b) y “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz” (1949), que mantienen un evidente cruce intertextual con la tradición de Martín Fierro (Centurión, 2016).


    La desafiante complejidad de los textos de Borges justifica también los esfuerzos de, entre otros, los docentes de español como lengua extranjera y de los divulgadores. Así, por ejemplo, los estudiantes chinos de español tienen “la convicción uniforme de que [Borges] se trata de un autor muy difícil de leer, por no decir imposible para ellos” (Alcoholado Felstrom, 2011: 19). En el país de Borges, la lectura de sus textos se puede juzgar tan ardua que justifica la redacción de “un manual de instrucciones para orientarse (o extraviarse sin culpas) en una literatura” (Pauls, 2019: 77).


    En conclusión, para comprender y disfrutar los cuentos, los poemas y los ensayos de Borges parece necesario reconocer conceptos muy variados y establecer conexiones entre ellos. Y algunas de esas conexiones dan lugar, como vimos, a planteos filosóficos.


    El reconocimiento de conceptos y el establecimiento de conexiones son procesos cognitivos complejos, que requieren no sólo el manejo de supuestos previos sino también la capacidad de establecer relaciones (Lamb, 1999, 2005, 2016a). En el próximo inciso se tratará de empezar a mostrar en qué consiste uno de los rasgos característicos del estilo filosófico-literario de Borges, la densidad conceptual. Para dar cuenta de este rasgo característico se partirá de una comparación con el estilo de un destacado actor de la cultura del fútbol. Aunque parezca discordante, la comparación no sólo quiere ser ilustrativa sino que también busca evocar de algún modo las conexiones que algunos textos de Borges mantienen con la cultura popular, desde “las inscripciones en los carros” en los arrabales (Borges, 1930) hasta las producciones cinematográficas difundidas a escala masiva, como King Kong (Borges, 1933).


  2. Un estilo filosófico-literario: Primeros ejemplos de la densidad conceptual


    La desafiante complejidad de los textos de Borges conlleva posibles dificultades para la interpretación, al menos para los lectores “no especializados”. Ahora bien, la complejidad y la posible dificultad no se explican en función de una sintaxis intrincada, ni de oraciones largas, ni de un estilo rebuscado o verboso. Tampoco provienen de esa búsqueda innecesaria de precisión que puede llamarse pedantería.


    Consideremos un caso que va en el sentido contrario al de Borges. El estilo rebuscado, barroco, pedante, se registra en el habla de algunos periodistas deportivos y entrenadores de fútbol, por ejemplo, en el de Marcelo Bielsa, director técnico de la selección argentina de fútbol ganadora de la medalla de oro en las olimpíadas de Atenas 2004 y también entrenador de varios importantes equipos sudamericanos y europeos.


    No resulta impertinente considerar su caso, porque Marcelo Bielsa es un director técnico consagrado. Se le han dedicado trabajos de diversa naturaleza, en los cuales se tratan no sólo su sistema de juego y estilo de conducción, sino también sus ideas acerca de la ética y sus flamígeros ataques a los medios de comunicación de varios países (Senosiain, 2009; Iutch, 2011; Rojas Rojas, 2016).

    Ahora bien, en no pocas ocasiones Bielsa emite enunciados marcadamente verbosos y pedantes para expresar ideas que parecen bastante elementales y que podrían expresarse por medio de enunciados más escuetos. Recordemos que “verboso” alude aquí el estilo en el que se usa una cantidad manifiestamente excesiva de palabras, mientras que por medio de la palabra “pedante” se hace referencia al estilo que busca una precisión o una erudición que no vienen al caso.


    A continuación, en la columna izquierda de la Tabla 1 se presentan tres ejemplos de declaraciones de Bielsa. Por medio de esos ejemplos se trata de mostrar cómo se expresan conceptos relativamente simples con un estilo que recién se llamó “verboso y pedante”.

    Por otra parte, en la columna derecha se presentan alternativas escuetas para mostrar que esos conceptos en efecto podrían haberse transmitido sin verbosidad ni pedantería.

    Tabla 1. Tres ejemplos de enunciados verbosos que expresan conceptos relativamente simples y sus alternativas escuetas.


    Enunciado verboso de Marcelo Bielsa

    Posible alternativa escueta y simple

    “Si hay fuerzas desparejas el fútbol no es tan estricto en cuanto a la posibilidad de vaticinar”. [17 palabras]

    Comúnmente gana el equipo que tiene mejores jugadores. [8 palabras]

    “La tentación de obturar todos los caminos de llegada del rival también significa multiplicar la cantidad de pelotas de las que van a disponer”. [24 palabras] Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=rdFqtSf3T7g, a los 2minutos y 40 segundos.

    Un equipo que ataca deja espacio para que lo contraataquen. [10 palabras]

    “Dentro de las virtudes que exige el oficio de ser futbolista, hay una que es muy importante, que es saber capitalizar los efectos de una sucesión de resultados a favor. En ocasiones genera confianza y eso permite que fluyan más fácilmente las capacidades colectivas e individuales y en ocasiones genera comodidad y el jugador se aburguesa y cree que va a seguir sucediendo lo mismo no aportando todo lo que hasta ese momento se aportó. Eso lo sabemos lo que conducimos, los que opinan y los que protagonizan. El oficio y la experiencia de los jugadores es lo que permite que lo ideal sea que lo suceda”. [107 palabras] Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=xTIxJTNpwD4.

    Lo ideal, cuando hay una buena racha, es que el jugador trabaje en la autoestima y la unión del grupo. Lo peor que puede pasarle es creer hizo todo bien y que ya no es necesario seguir trabajando duro [39 palabras].



    Las expresiones alternativas de la derecha revelan conceptos muy básicos y triviales acerca del fútbol. Por ejemplo, cualquier aficionado sabe que el equipo que cuenta con mejores futbolistas tiene más probabilidades de ganar, o que el juego ofensivo le permite al rival contar con espacios libres para contragolpes.

    La Tabla 1 intenta mostrar entonces que el palabrerío y la oscuridad pueden generar la ilusión de que se están comunicando ideas novedosas o de valía cuando en verdad se expresan lugares comunes. Se trata de un ejercicio lingüístico-filosófico que permite ilustrar una contracara del estilo de Borges. En efecto, podría decirse que de algún modo el estilo de Borges es completamente opuesto a un estilo verboso y pedante. Una característica sobresaliente de ese estilo es lo que aquí se propone llamar “densidad conceptual”.

    La densidad conceptual puede interpretarse como un fenómeno comunicativo y cognitivo en virtud del cual un sintagma promueve el establecimiento de una conexión entre dos o más conceptos de un modo que no estaban conectados antes en el sistema de conocimiento de una persona. En el próximo apartado se explicará cómo se inscribe esta definición en el marco de la teoría lingüística de redes relacionales (Lamb, 1999, 2005, 2006, 2013, 2016a, 2016b).


    Consideremos ahora la densidad conceptual de Borges por simple oposición a Bielsa. El entrenador, veíamos, usa comúnmente muchas palabras para evocar lugares comunes. Por contrapartida, Borges, con pocas palabras, en oraciones más bien breves, en las que no hay subordinadas dentro otras subordinadas, evoca una multiplicidad de conceptos. Así, para Borges, el tema general de la obra entera de Kafka es el siguiente:


    [L]a insoportable y trágica soledad de quien carece de un lugar, siquiera humildísimo, en el orden del universo (Borges, 1952: 659).

    En 18 palabras Borges sintetiza la obra entera de un gran escritor. El beneficio de la brevedad tiene un costo placentero para los lectores. Lleva a pensar que los textos de Kafka representan personas que en un determinado momento descubren con desesperación que no son parte de un sistema al que los demás sí pertenecen.

    De este modo, en La Metamorfosis, Gregor Samsa despierta convertido en insecto. Genera repugnancia o lástima. Incapaz de trabajar, ya no produce ingresos. Muere y la familia experimenta alivio porque se siente liberada de su carga. En el cuento “Ante la Ley”, un campesino vacilante pasa la vida entera ante la puerta del edificio al que desea entrar, sin hacer nada que le sirva para traspasar a los temibles guardianes. Muere sin saber qué hay del otro lado, pero sí se entera un poco antes de que la puerta que no traspasó había estado reservada exclusivamente para él. La novela El Proceso desarrolla esa misma historia de un modo más extenso, más profundo, y más agobiante.


    En conclusión, al menos tres textos (y acaso todos los de Kafka) están muy bien representados en las dieciocho palabras con las que Borges resume su obra entera.

    La densidad conceptual parece en efecto una característica sobresaliente de los textos Borges. En ellos no hay, por ejemplo, descripciones extensas. Para tomar sólo un caso, en el cuento “La muerte y la brújula” (1944a), el narrador no se extiende en la descripción de cierta quinta que visita el detective. Simplemente dice:

    Lonnrot avanzó entre los eucaliptos, pisando confundidas generaciones de rotas hojas rígidas (Borges, 1944a: 504).


    La metáfora “confundidas generaciones de rotas hojas rígidas” evoca abandono y con ello, tal vez, apartamiento y soledad. Las hojas que cayeron de los árboles a lo largo de diferentes otoños son como de diferentes “generaciones”, se han mezclado en el suelo (están “confundidas” unas con otras). Además están secas (“rígidas”) y “rotas”. Hasta podemos imaginar su crujido bajo los pasos del detective. El abandono, el apartamiento, la soledad son precisamente las sensaciones que experimenta el detective mientras recorre esa quinta.

    Consideremos otro ejemplo en el que Borges “usa pocas palabras” para evocar una amplia y compleja variedad de significados. En el cuento “El fin” (1944b), Borges tampoco se extiende en el análisis de las relaciones sociales y familiares. Sólo dice:


    Un chico de rasgos aindiados (hijo suyo tal vez) entreabrió la puerta” (Borges, 1944b: 519; el subrayado no está en el original).


    Lo que está subrayado entre paréntesis, como al pasar, promueve muchas inferencias sobre la vida rural del pasado, pero el relato sigue y, por así decirlo, el cerebro del lector se queda trabajando para tratar de asignar significado. ¿Cómo es posible que el chico que abrió la puerta fuera tal vez hijo del pulpero?

    Para una persona de cualquier medio urbano, el vínculo con el padre puede ser un aspecto definitorio de la identidad. Aquí, en el campo, en la llanura gaucha del siglo XIX, ese vínculo se torna en algo casi insignificante. La paternidad y la filiación no involucraban los compromisos y los proyectos de hoy. Las personas crecían de otra manera. No hay exaltación ni crítica en estas observaciones, pero sí hay una fina sensibilidad que permite llegar a percibir que en ciertos contextos las relaciones sociales y familiares son muy diferentes de lo que podemos presuponer. El adverbio “tal vez” promueve todas estas evocaciones, y quizá muchas más.


    En la próxima sección se tratará de ver cómo funciona el adjetivo descolocado, otra característica saliente del estilo de Borges. Para ello se recurrirá a la teoría de redes relacionales y, en menor medida, a la lingüística de corpus.

  3. Un estilo filosófico-literario: El adjetivo descolocado y algo más sobre la densidad conceptual


    Otro rasgo característico de Borges es el adjetivo que descoloca. La “colocación” en lingüística es “la tendencia a co-aparecer” (Gil, 2001: 258). Por ejemplo, el adjetivo “lactal” se coloca de forma coherente con “pan”. El buscador Google funciona como un buen método auxiliar para lo que se conoce desde hace décadas como lingüística de corpus. Si se busca la palabra “lactal”, aparecen cerca de 793.000 resultados y, en las primeras páginas de dichos resultados, el adjetivo “lactal” aparece invariablemente ubicado, es decir “colocado”, junto a “pan”.


    Para dar otro ejemplo de colocación, en la tercera y última de las declaraciones de Bielsa (Tabla 1), las siguientes palabras, que son del ámbito del fútbol, entran en vínculos de colocación: “futbolista”, “resultados”, “jugadores”, “conducimos”, etc. La colocación contribuye a la coherencia y previsibilidad de un texto en el que predomina la función informativa.


    Por el contrario, Borges (como buen artista) busca des-colocar y crea textos imprevisibles. Consideremos apenas tres ejemplos del primer párrafo de “Las ruinas circulares” (Borges, 1941b: 451).

    Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche.

    Hacia la medianoche lo despertó el grito inconsolable de un pájaro. Buscó en la muralla dilapidada un nicho sepulcral.

    Las oraciones son cortas, pero, como veremos, de una gran densidad conceptual. ¿Cómo es eso de que la noche es “unánime”, como una votación? Tal vez porque la noche es como una sola, porque tiene “una sola ánima”, entonces parece muy cerrada, muy oscura.

    ¿Por qué será que el grito del pájaro es “inconsolable”? Quizá por el desagrado o por la vaga sensación de tristeza que provoca despertarnos antes de tiempo, en la oscuridad.


    ¿Y qué puede llevarnos a decir que una muralla estaba “dilapidada”? Acaso se trataba de una muralla que se había hecho con esfuerzo, pero ya no servía como tal, o de una muralla que había perdido buena parte de sus piedras (es decir, de sus “lápidas”).

    Las respuestas aquí ofrecidas son interpretaciones vagas o parciales. Obviamente podría haber otras, acaso más sutiles o creativas. Lo interesante es que Borges siempre nos entusiasma a pensar un poco más, a construir significado. De hecho, Borges inspira al lector, le muestra que no existe eso que puede llamarse “el significado de un texto”. En todo caso, el texto permite evocar significados en la mente de la persona que lee. Dicho de otro modo, el significado aparece cuando el lector efectúa una interpretación creativa.

    Para la lingüística de tradición relacional (cuyos grandes precursores son Saussure y Hjelmslev) el sistema lingüístico es precisamente una red de relaciones (Halliday, 2013, 2014; Lamb, 2006, 2013, 2016a, 2016b). Esa vasta red de relaciones ofrece a sus usuarios la posibilidad de elegir recursos léxicos y gramaticales para expresar los significados que necesitan comunicar. En este sentido, el sistema lingüístico es también un sistema de opciones.


    En este ámbito, las redes relacionales sirven para representar la estructura lingüística y las opciones que toma un hablante o un escritor. Debe destacarse que la hipótesis general de que el sistema lingüístico es una red de relaciones resulta plausible en tres dimensiones fundamentales. En efecto, la hipótesis tiene “plausibilidad de desarrollo” porque es consistente con el modo en que un niño aprende a hablar; tiene “plausibilidad operativa” porque es consistente con el modo en que puede producirse o comprenderse un enunciado en tiempo real; y tiene “plausibilidad neurológica” porque es consistente con lo que se sabe del cerebro gracias a las neurociencias (Lamb, 1999: 293; 2005: 153).


    De manera general, las redes relacionales pueden servirnos para ilustrar el funcionamiento del adjetivo descolocado y, también, de la densidad conceptual. A continuación, la Figura 1 permite representar las

    relaciones de una pequeñísima parte del sistema lingüístico a partir del nodo para la palabra noche. Se pasan por alto las precisiones técnicas del sistema de notación de las redes relacionales con el objetivo de evitar que la figura obtenida sólo fuera de interés para los expertos en esta teoría lingüística particular.


    Así las cosas, la Figura 1 permite representar de modo general el proceso de reconocimiento lingüístico. En efecto, en la base de la Figura 1 están representados los nodos fonológicos para /n/, /o/, /ch/ y /e/, cuyo reconocimiento ordenado permite activar el nodo léxico correspondiente a noche.

    A su vez, la activación del nodo para noche manda activación al nodo conceptual de NOCHE, que está en relación con una variedad indefinida de significados, por ejemplo, OSCURO, SUEÑO, LUNA, DÍA, y muchísimos otros. Las flechas ascendentes intentan representar que el reconocimiento lingüístico va desde la fonología hacia el significado. (Una figura que represente la producción lingüística tendrá flechas descendentes, que van “en sentido inverso”, desde los significados hacia la fonología).


    Figura 1. Colocación y antonimia en torno a la palabra noche


    La Figura 1 también permite mostrar que el sistema lingüístico consta de tres niveles: (1) la fonología,

    (2) la léxico-gramática, (3) los significados. Para decirlo de un modo algo general, el nivel intermedio de la léxico-gramática conecta los medios de expresión con los significados que un hablante o un escritor quiere comunicar.

    Por añadidura, la Figura 1 también permite explicar que en el sistema lingüístico de un lector u oyente real hay una conexión previsible entre oscura y noche, porque son dos expresiones con tendencia a co- ocurrir. Esa conexión se representa por medio de una línea gris en la parte inferior izquierda de la figura, gracias a la cual puede advertirse que el vínculo de colocación es un vínculo en el nivel léxico, es decir, en el nivel de “las palabras”.


    En la parte superior izquierda de la Figura 1 hay otra línea gris, la cual conecta los nodos para los significados OSCURO y NOCHE. Esta línea representa una conexión conceptual fuertemente establecida en el sistema lingüístico de un oyente o lector que asocia de forma previsible ambos significados.

    Además, la Figura 1 muestra que la relación de antonimia también es una conexión en el nivel léxico, la cual se correlaciona de forma necesaria con una conexión a nivel semántico. En este caso, se ubican círculos pequeños en los extremos de la línea que conecta los nodos de NOCHE y de DÍA para indicar que hay una inhibición y que se tratan de significados contrarios.

    Es pertinente señalar que las redes relacionales permiten visualizar el conocido “valor lingüístico” en términos de Saussure. En efecto, en el sistema lingüístico no hay más que diferencias, cada uno de los

    constituyentes (cada uno de los nodos) se define en relación de oposición a los demás, por lo que los otros no son.

    Cabe aclarar también que en para el enfoque relacional el sistema consta sólo de diferencias saussurianas y que estas diferencias se representan por medio de nodos y conexiones (y que aquí se visualizan como círculos y líneas respectivamente). Los rótulos para los nodos y las conexiones no son parte del sistema lingüístico. Son simplemente anotaciones que permiten entender las conexiones, del mismo modo que los carteles no son parte de una ruta pero permiten entender por dónde se va


    De manera complementaria, la lingüística de corpus ofrece evidencia directa para explicar las relaciones de colocación (McEnery & Hardie, 2011; Granger & Paquot, 2012; Baker, 2016; Brezina, 2016). La lingüística de corpus ofrece en efecto recursos muy variados para justificar, por ejemplo, que el adjetivo oscura y el sustantivo noche están vinculados fuertemente por colocación, es decir, que tienen tendencia a co-aparecer en un mismo sintagma.


    Así, según el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) de la Real Academia Española (2022), la co-aparición de oscura y noche manifiesta una frecuencia conjunta relativamente alta de 322, mientras que la co-aparición de decisión y unánime tiene también una frecuencia conjunta relativamente alta de

    87. Sólo a modo de comparación puede observarse que aburrida y noche manifiestan una frecuencia conjunta de 10, el mismo valor que tiene la frecuencia conjunta de clamor y unánime (RAE, 2022).

    A continuación, la Figura 2 muestra cómo, en el sistema lingüístico de un oyente o de un lector real, la relación de colocación entre los nodos léxicos para decisión y unánime se conecta con una asociación establecida entre los nodos conceptuales para DECISIÓN y UNÁNIME.


    Figura 2. Colocación en torno a la palabra unánime


    Desde luego, estas conexiones también participan en la producción lingüística, pero la producción se representaría en una figura con sentido descendente. Por su parte, la secuencia decisión unánime se forma con la activación de los dos nodos léxicos aquí involucrados. Por último, cabe aclarar quizá que en la Figura 2 no se representan los nodos fonológicos porque en la Figura 1 se los había representado sólo para ilustrar la interconexión de los tres niveles del sistema lingüístico.


    Ahora bien, ¿de qué sirve todo esto para entender la escritura de Borges? Además de reunir las dos figuras anteriores en una sola, la Figura 3 ilustra el reconocimiento de la secuencia unánime noche y, con ello, el reconocimiento del adjetivo des-colocado.


    Figura 3. Descolocación y creación de una conexión conceptual a partir del sintagma unánime noche


    A diferencia de lo que ocurre con el par conformado por oscura y noche, las expresiones unánime y noche no parecen tener frecuencia conjunta. Por ello la co-aparición de unánime y noche se interpreta como un caso de des-colocación. Dicho de otro modo, el adjetivo está des-colocado. Esta relación se representa en la parte inferior de la Figura 3, por medio de una línea gris discontinua.

    Así las cosas, el adjetivo des-colocado promueve una conexión conceptual nueva, la que se origina a partir de la conexión entre los nodos conceptuales para UNÁNIME y NOCHE. En otras palabras, el reconocimiento de la des-colocación (que se da en el nivel léxico-gramatical) genera una conexión nueva en el nivel conceptual.


    Finalmente, la Figura 4 trata de representar algunas de las asociaciones conceptuales que se pueden generar a partir del adjetivo des-colocado en la secuencia unánime noche (y de la nueva conexión conceptual entre UNÁNIME y NOCHE). En efecto, los conceptos de NOCHE y CERRADA se pueden conectar con las sensaciones de ENCIERRO y el TEMOR que se evocan en el relato. Por su parte, los conceptos de UNA SOLA y ÁNIMA permiten establecer asociaciones con la sensación de SOLEDAD evocada fuertemente en el cuento, y aun con las inquietudes religiosas y espirituales, que también son un tema de relieve a lo largo de la historia.


    La Figura 4 acaso permite empezar a mostrar que la “densidad conceptual” puede interpretarse como un fenómeno comunicativo y cognitivo en virtud del cual un sintagma (en este caso, unánime noche) promueve el establecimiento de una conexión entre varios (al menos dos) conceptos de un modo que no estaban conectados antes en el sistema de conocimiento del lector.


    Figura 4. Densidad conceptual a partir de unánime en el sintagma unánime noche


    De algún modo, la comprensión de un texto literario también puede promover el debilitamiento circunstancial de las asociaciones que están fuertemente establecidas en el habla cotidiana. Este fenómeno se representa en la Figura 4 por medio de una línea gris, tenue y fina. Con este recurso gráfico simplemente se quiere mostrar que en el reconocimiento de unánime noche en “Las ruinas circulares”, la conexión del concepto NOCHE con el concepto DECISIÓN se hace débil a causa de su irrelevancia. Este ejemplo permite advertir también que el sistema lingüístico está en actividad y en cambio constante. En una cierta interpretación puede haber senderos y conexiones que se activan de forma muy fuerte mientras otros se mantienen tenues (aunque nunca apagados del todo y mucho menos perdidos).


    En conclusión, la densidad conceptual de los textos de Borges es un continuo desafío a los lectores. Los ejemplos analizados en este apartado se corresponden fundamentalmente con el nivel local, con sintagmas puntuales de un texto. Pero la densidad conceptual también se despliega en la comprensión del texto como un todo, a nivel global. De eso se trata la próxima sección.


    Complejidad narrativa y complejidad filosófica

    En la primera sección, con el análisis de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” (Borges, 1941a) se buscó explicar que ese relato puede interpretarse también como un ensayo filosófico. En realidad, es plausible la hipótesis de que todos los cuentos de Borges pueden leerse como una argumentación. Por ejemplo, en “El jardín de senderos que se bifurcan” (1941c), Yu Tsun, un espía chino al servicio de Alemania que se encuentra en Inglaterra, necesita que su jefe se entere de que el parque de artillería que deben bombardear se encuentra en la localidad francesa de Albert. Para ello asesina a una persona con ese apellido (Albert), porque sabe los diarios informarán ese episodio y que su jefe alemán interpretará la noticia en ese sentido cuando la lea.


    Pero junto a la trama policial aparece un ensayo sobre el orden general del universo y la naturaleza del tiempo “que anticipa a una teoría de la física de un modo pasmosamente literal” (Rojo, 2013: 186).

    A diferencia de Newton y de Schopenhauer, [Ts’ui Pên] no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. (…) Me pareció que el húmedo jardín que rodeaba la casa estaba saturado hasta lo infinito de invisibles personas” (Borges, 1941c: 479).


    Según la teoría de la mecánica cuántica, las partículas microscópicas pueden estar simultáneamente en varios lugares y sólo pasan a estar en un lugar definido cuando se las observa con algún detector. Para algunos es incorrecto decir que la partícula está simultáneamente en varios lugares a la vez antes de ser

    detectada. La idea de “estar en un determinado lugar” implica una realidad objetiva que no existe en la teoría cuántica. Se propone entonces que la ubicación de la partícula, antes de la medición, está objetivamente indeterminada.


    En cualquier caso, la teoría cuántica (ampliamente confirmada a nivel experimental) anticipa la probabilidad de encontrar la partícula en un lugar dado. Surge así la pregunta de cuál es el mecanismo que hace posible que la partícula ocupe el lugar en el que se la detecta. Esta pregunta expresa el llamado “problema de la medición”.


    Muchos creen que el problema de la medición no está resuelto. Para otros, la única salida coherente conocida hasta ahora es la llamada “interpretación de los muchos mundos” de Hugh Everett. Según la interpretación de los muchos mundos (que algunos no dejan de considerar escandalosa) en el momento mismo de cada medición el universo se divide y se multiplica tantas veces como resultados posibles (Everett, 1957: 454-462). Así las cosas, para Everett, la teoría de los muchos mundos es la única explicación del todo coherente con las hipótesis de la mecánica cuántica y con los fenómenos del mundo físico.


    Es sin dudas sorprendente que la literatura ofrezca explicaciones del mundo físico antes que la teoría física. Y es además apasionante la cuestión de si las hipótesis de esta teoría física son o no contrastables. Pero más allá de todo eso queda la disfrutable complejidad de “El jardín de senderos que se bifurcan”, relato policial, cuento de aventuras, ensayo exploratorio de nuestra capacidad para pensar e imaginar aquello de lo que en definitiva estamos hechos, tiempo.


    También es revelador que la teoría de los mundos resulte escandalosa para algunos físicos y filósofos, del mismo modo que la teoría del realismo resulta escandalosa para las gentes de Tlön. Esto sugiere, tal vez, que debemos desafiar los límites de nuestros sistemas de conocimiento para poder empezar a reconocer algunos de los aspectos del inconcebible universo.

    Para dar apenas otro ejemplo de la densidad conceptual del texto “como un todo” puede considerarse “La muerte y la brújula”, arquetipo de los laberintos de Borges. Allí, por descartar la hipótesis más simple sobre la causa de un primer asesinato (y que al final se revela verdadera) el detective Erik Lönnrot empieza a urdir una hipótesis más compleja. La urdimbre de esa hipótesis termina sirviéndole en bandeja a su enemigo mortal, Red Scharlach, los recursos que necesita para vengarse de él. En conclusión, Lönnrot acaba muerto por haber hecho un uso desmedido de la inteligencia. Dicho de otro modo, termina muerto por haber sido demasiado “vivo”.


    Entonces, “La muerte y la brújula” puede leerse no sólo como un cuento policial de trama perfecta, sino también como una teoría de la argentinidad en la que jamás se hace explícito nada acerca de Argentina. La figura de Lönnrot puede interpretarse como el arquetipo de una conciencia intelectual desaforada.

    En efecto, para Borges, los argentinos carecen de conciencia moral pero tienen exceso de conciencia intelectual.

    El argentino suele carecer de conciencia moral, pero no intelectual; pasar por un inmoral le importa menos que pasar por un zonzo. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama “viveza criolla” (Borges, 1971, citado por Peicovich, 2006: 116).


    En efecto, según Borges, a los argentinos no les preocupa quedar como tramposos o deshonestos. Más aún, les gusta pasar por “vivos”, les preocupa cuidar su imagen de personas inteligentes. Es revelador que la forma de tratamiento más común en ese país sea la palabra “boludo”, que en una de sus acepciones más comunes quiere decir “tonto” (Ramírez Gelbes y Estrada, 2003; Šmídová, 2017). Parece que la recurrencia de esa expresión fuera una estrategia para dominar el miedo existencial. Como si los argentinos se la pasaran diciéndose “boludo” los unos a los otros para apaciguar uno de los infiernos más temidos: quedar como tales...

    Es una revelación, entonces, volver a leer “La muerte y la brújula”. En la relectura se confirma que el cuento ofrece todas las señales para entender la trama y también se entiende que es casi imposible captar todas esas señales en una primera lectura. Quien relea este cuento también podrá confirmar que (en oposición al relato policial clásico) las hipótesis del policía convencional, el comisario Treviranus, eran verdaderas, mientras que las del investigador de inteligencia no convencional, Lönnrot, eran falsas.


    Para decirlo otra vez, Borges sugiere que el uso excesivo de la inteligencia es lo que condena a este detective no convencional. Con él, los argentinos creen que “la realidad puede prescindir de la obligación de ser interesante, pero no las hipótesis” (Borges, 1944a: 500).

    En efecto, Borges ha destacado que los argentinos difieren insalvablemente de los europeos y los norteamericanos en varias cuestiones. Una de esas diferencias radica en el uso exacerbado de la inteligencia crítica:

    El mundo, para el europeo, es un cosmos, en el que cada cual íntimamente corresponde a la función que ejerce; para el argentino, es un caos. El europeo y el americano del Norte juzgan que ha de ser bueno un libro que ha merecido un premio cualquiera, el argentino admite la posibilidad de que no sea malo, a pesar del premio. En general, el argentino descree de las circunstancias (Borges, 1952: 658).


    Por medio de la figura de Lönnrot, Borges muestra que el argentino descree de los datos más evidentes y quiere estar varios pasos adelante de lo que resulta obvio. Ese exceso de conciencia intelectual contribuye a la gestación de un “pobre individualismo”.


    Otra vez: “El jardín de senderos que se bifurcan” y “La muerte y la brújula” son cuentos policiales o cuentos de aventuras, pero resulta claro que no se reducen a ello. Podría decirse que “tienen muchas capas”, o que “funcionan en muchos niveles”.

    Y, en efecto, el cuento del espía chino al servicio de Alemania involucra un análisis filosófico sobre el orden general del mundo, sobre la naturaleza del tiempo. Acaso esta dimensión en la que nos toca vivir sea apenas una entre las infinitas dimensiones que podrían habernos tocado. Cada simple decisión que tomamos abre un sendero peculiar que nos aleja irreversiblemente de todos los demás, que acaso también hayan sido tomados, pero sin que en este sendero particular podamos advertirlo. Por eso el antepasado del espía chino deja “a los varios porvenires (no a todos)”, su jardín de senderos que se bifurcan, una “imagen de la bifurcación en el tiempo” (Borges, 1941c, 479).


    Por otro lado, el cuento del investigador no convencional que encuentra la muerte a causa de su propia inteligencia puede valer como un ensayo de filosofía política acerca de la condición de los argentinos, quienes, según Borges (1952: 658), son individuos, pero no ciudadanos. Borges acaso sugiere que el uso desaforado de la inteligencia, el exceso de conciencia intelectual, impide que los argentinos adviertan que la realidad es mucho más simple que las hipótesis que tejen para explicarla.


    Así las cosas, la coexistencia de la complejidad narrativa y de la complejidad filosófica parece consistente con la tesis de que Borges es un escritor (un literato) y un filósofo al mismo tiempo.

    O, para parafrasear uno de los relatos aquí analizados: En al menos uno de los infinitos tiempos (de las infinitas lecturas), Borges es escritor y filósofo a la vez.

    En síntesis, el análisis literario y el análisis filosófico permiten no sólo entender sino tal vez disfrutar el trato con temas fundamentales de la condición humana (el orden del mundo, el paso del tiempo) y el trato con urgentes cuestiones sociales y culturales (la idiosincrasia de los argentinos).


  4. Conclusiones


    El análisis aquí efectuado acaso permita ofrecer las siguientes conclusiones:

    1. Los textos de Borges exhiben una gran complejidad, y por ello pueden resultar difíciles de leer. La densidad conceptual y el adjetivo descolocado son procedimientos que permiten explicar, al menos en parte, esa complejidad y la posible dificultad que la complejidad conlleva. Ahora bien, que un tema pueda resultar difícil no implica que resulte inaccesible. En buena parte, este trabajo estuvo dedicado a mostrar que la complejidad y la dificultad no implican imposibilidad de comprensión. De hecho, un proceso fundamental en la interpretación de los textos de Borges consiste justamente en crear conceptos nuevos y establecer relaciones para representar lo que en principio aparece como complejo y “difícil”.

    2. El análisis de los textos de Borges promueve una filosofía de la literatura. En virtud de esta filosofía puede postularse que la literatura también contribuye a la comprensión del mundo real. Además, esa comprensión puede llegar a estar acompañada de un disfrute. Así, si la comprensión y el disfrute van juntos, los textos de Borges pueden motivarnos para interpretar qué pasa en el mundo, en el país, en la propia aldea y en cada uno nosotros. Y entender la propia realidad es un primer y fundamental paso para la toma de decisiones en todos los aspectos de nuestra vida.

    3. La literatura y la filosofía, en Borges, tienen límites elusivos. Por un lado, la densidad conceptual y el adjetivo descolocado pueden interpretarse como procedimientos orientados a promover la dificultad, el disfrute, el asombro. Por otro lado, la densidad conceptual y el adjetivo descolocado también desafían al lector para que elabore hipótesis acerca de los planteos que subyacen al texto. Por un lado, entonces, hay un minucioso y sorprendente trabajo con el lenguaje: Hay literatura. Por el otro, hay tesis sobre problemas fundamentales de la condición humana o del orden del mundo: Hay filosofía. De este modo, los límites de la literatura y la filosofía son elusivos precisamente porque los textos de Borges pueden leerse como literatura y como filosofía.

    4. Los límites de la literatura y la filosofía resultan elusivos en un sentido aún más provocador. La obra de Borges trata temas fundamentales de la condición humana, desde el orden general del universo hasta la naturaleza del tiempo, desde el funcionamiento de nuestros sistemas cognitivos hasta las conductas de las personas en un determinado contexto de la cultura. Así, la literatura y la filosofía hablan del mundo (que nos incluye a nosotros mismos), al igual que la física, las neurociencias o la sociología. Pero la literatura y la filosofía se refieren a los hechos con una libertad expresiva, con una amplitud temática y con una libertad metodológica que obviamente no puede ni debe haber en las disciplinas científicas. Los textos de Borges nos muestran que la literatura y la filosofía no son meros laberintos estéticos o intelectuales. A su modo, nos permiten entender el mundo y, quizá, interactuar mejor con él y en él.


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