https://doi.org/10.34024/prometeica.2021.23.11809


DE LA POSIBLE RENOVACIÓN DEL PENSAMIENTO CRÍTICO ANTE LA FILOSOFÍA EMANCIPADORA DE J. RANCIÈRE


ON THE POSSIBLE RENEWAL OF CRITICAL THINKING IN THE FACE OF THE EMANCIPATORY PHILOSOPHY OF J. RANCIÈRE


SOBRE A POSSÍVEL RENOVAÇÃO DO PENSAMENTO CRÍTICO FACE À FILOSOFIA EMANCIPATÓRIA DE J. RANCIÈRE



RESUMEN

Karla Castillo Villapudua

(Universidad Autónoma de Baja California)

castillo.karla@uabc.edu.mx

Recibido: 24/02/2021
Aprobado: 04/04/2021


El siguiente artículo pretende rastrear algunas de las principales objeciones en contra de aquello que Rancière llama teoría crítica tradicional. Esto con el objetivo de explorar la posibilidad de redefinir las coordenadas del pensamiento crítico. Pues, para Rancière, la forma de operar de aquel continúa realizándose a través de formas como la lógica de la denuncia, la concientización de clase y la insistencia en la oposición entre apariencia y realidad. Finalmente, reflexionamos sobre este otro pensamiento crítico enfocado en investigar las ideas que perfilarían y sostendrían un mundo igualitario más allá de la lógica de la denuncia.

Palabras clave: Rancière. crítica social. pensamiento crítico. emancipación. condiciones de posibilidad.


ABSTRACT

The following article aims to trace some of the main objections against what Rancière calls traditional critical theory. This approach is to explore the possibility of redefining the coordinates of critical thinking. Well, for Rancière, this way of operating continues to be carried out through ways such as the logic of the complaint, class awareness, and insistence on the opposition between appearance and reality. Finally, we reflect on this other critical thinking focused on investigating the ideas that would shape and sustain an egalitarian world beyond the logic of the complaint.

Keywords: Rancière. social critical. critical thinking. emancipation. possibility conditions.


RESUMO

O artigo a seguir tenta rastrear algumas das principais objeções contra o que Rancière chama de teoria crítica tradicional. Isso com o objetivo de explorar a possibilidade de redefinir as coordenadas do pensamento crítico. Pois bem, para Rancière, a forma como opera continua a ser realizada através de formas como a lógica da denúncia, a consciência de classe e a insistência na oposição entre aparência e realidade. Finalmente, refletimos sobre este outro pensamento crítico focado em investigar as ideias que irão moldar e apoiar um mundo igualitário, mas também a lógica da reclamação.

Palavras-chave: Rancière. crítica social. pensamento crítico. emancipação. condições de possibilidade.


Introducción

En años recientes, el pensamiento del filósofo Jacques Rancière ha ocupado un lugar importante en el panorama filosófico contemporáneo de habla francesa. Por poco más de tres décadas, sus ideas sobre estética y filosofía política han ejercido una notable influencia en el ámbito académico. Textos como El espectador emancipado, El desacuerdo, o El maestro ignorante, entre otros, han sido traducidos a numerosas lenguas, convirtiéndose así en referencia obligada a nivel internacional. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en otros países, incluyendo aquellos de habla hispana como España, Argentina y Chile, en México apenas y se le ha prestado atención a su obra. El proyecto filosófico de J. Rancière, es una de esas prácticas que se deslindan del lugar común de los regímenes epistémicos dominantes de una época, para aventurarse en una búsqueda intelectual genuina y propia. De ahí, su fascinación por los desacuerdos y su firmeza en mantener la mirada crítica, más allá de lo que pensaban sus maestros y colegas. Esto, quizá, porque dicha sospecha le permitió ampliar su pensamiento, no con el afán de ser diferente, sino con la ambición de lograr dar un paso más allá, y no conformarse con diagnósticos fatalistas. Por ello, podríamos pensar al joven Rancière como ese alumno incómodo que no se toma al pie de la letra las enseñanzas de su profesor- en este caso Louis Althusser- y se atreve a navegar por otros senderos. Y bien, ¿en qué consistió dicho desacuerdo? Pues bien, como se sabe durante la gran efervescencia política e intelectual del 68, las tesis de Althusser sobre el deber de los intelectuales orgánicos para concientizar a las masas embrutecidas de los mecanismos de poder gozaban de gran popularidad académica, por tal motivo, eran de las ideas más estudiadas y seguidas.

De manera mínima, podemos recordar que Althusser abogaba por la vía de la concientización para lograr la emancipación. Sin embargo, a raíz de los acontecimientos del mayo francés, el joven Rancière se decepciona y empieza a cuestionar duramente dichos planteamientos, pues detectaba ciertas jerarquías y distinciones entre aquellos que tienen el privilegio de la voz, la palabra y el conocimiento, y los que de manera definitiva no tienen acceso a ello por su condición de clase. Por ello, bajo esa sospecha el filósofo inicia su exploración con la revisión de los archivos obreros del siglo XIX, y descubre que en ocasiones los mismos trabajadores toman la voz sin la dependencia de una figura externa. A partir de esto, el autor no ha dejado de producir una gran cantidad de escritos para desarrollar sus ideas partiendo de la emancipación, razón por la cual, podemos asumirlo como un pensador que resiste ante los discursos desoladores que no presentan alternativa alguna.

Ahora bien, dentro del pensamiento político de Jacques Rancière, su conferencia Las Desventuras del pensamiento Crítico (2010) es una obra clave para acercarse a su objeción a la tradición crítica social1, ya que ahí, el filósofo francés rastrea una inversión de sus “verdaderos fines” y describe cómo fue territorializada por el capitalismo. De esta manera, el autor sugiere que es importante hacer una crítica de la crítica que implique otra forma de poner en práctica el pensamiento crítico.

Aunado a lo anterior, Rancière (2009) en su artículo Sobre la importancia de la Teoría Crítica para los Movimientos Sociales Actuales, plantea que lo que antes era considerado como un potente dispositivo para la transformación de la realidad social, ahora ha sufrido una inversión, que consiste entre otros


1 En este punto, resulta oportuno aclarar que en este texto entenderemos por “teoría crítica tradicional” a la crítica social que apunta los aspectos negativos de los órdenes sociales existentes. (Corcuff, 2018: 63). Señalando que Rancière utiliza el término como “tradición de la crítica social” o “paradigma crítico”, sin mencionar particularmente a qué variante se refiere. Sin embargo, a lo largo de su obra podemos observar que Rancière está en desacuerdo con el marxismo estructuralista de su profesor Althusser.

asuntos, en mercantilizar toda protesta convirtiéndola en espectáculo y, además, en propagar sólo diagnósticos decadentes sin solución alguna.

De ahí que para Rancière (2010) esta forma de hacer crítica radicaba básicamente en tres ideas claves: la denuncia de las mitologías de la mercancía, de las ilusiones de la sociedad de consumo y del imperio del espectáculo. No obstante, es evidente que desde la lectura de nuestro autor, esas premisas sufrieron una modificación radical y en la actualidad se han transformado en un saber desesperanzado, que ha dejado de lado formular proyectos de emancipación.

Pero algo, es verdad, ha cambiado. Todavía ayer esos procedimientos se proponían suscitar formas de conciencia y energías encaminadas hacia un proceso de emancipación. Ahora están, ya sea enteramente desconectadas de ese horizonte de emancipación, o bien claramente vueltas contra su sueño (p.36).

De lo anterior, Rancière (2009) parece dar indicios de la pertinencia de renovar el pensamiento crítico, pues en textos como los anteriores expresa la necesidad de apostar por un pensamiento que no se fundamente en la culpabilidad e ignorancia y recupere en cambio, la creación de un proyecto de emancipación a través de la igualdad de las inteligencias.

Sin embargo, la posibilidad de una renovación del pensamiento crítico no es un aspecto totalmente desarrollado en la obra de Rancière. Por lo que el objetivo principal de este trabajo consiste en reconocer algunos elementos conceptuales, para posteriormente proponer si es posible llevar a cabo una renovación del pensamiento crítico en el siglo XXI.

El presente trabajo, entonces, surge de las siguientes preguntas: ¿Cómo renovar el pensamiento crítico, dominado por la lógica de la denuncia y el presunto desenmascaramiento, a partir de la filosofía de Rancière? ¿Cuáles serían las condiciones de posibilidad de este pensamiento crítico?

Así pues, el objetivo de esta investigación es proponer una posible renovación del pensamiento crítico a través de la filosofía de Rancière. En un primer eje revisamos la crítica de la teoría crítica tradicional en la conferencia Las Desventuras del Pensamiento Crítico. En un segundo momento presentamos algunos de los indicios que señala Rancière para renovar el pensamiento crítico desde las condiciones de posibilidad a través del concepto de emancipación. Por último, reflexionamos sobre las posibles consecuencias de practicar la renovación del pensamiento crítico.


La crítica de la crítica: el cambio de trayectoria

En su conferencia titulada Las Desventuras del Pensamiento Crítico, publicada en el libro El Espectador Emancipado (2010) Rancière plantea que pese a la posición de algunos teóricos que celebran el supuesto agotamiento de la teoría crítica, los insumos conceptuales aún siguen vigentes, pero estos han sufrido una inversión:

Me gustaría mostrar, a la inversa, que los conceptos y procedimientos de la tradición crítica no están para nada en desuso. Todavía funcionan muy bien, incluso en el discurso de aquellos que declaran su caducidad. Pero su uso presente testimonia una total inversión de su orientación y sus supuestos fines (p.29).


Tomando en cuenta dicha reflexión podemos afirmar que el teórico francés no da por agotada la llamada crítica social, sino que, bajo una lúcida lectura acorde al tiempo actual, rastrea las modificaciones registradas en las últimas décadas del siglo XX. Pues definitivamente, la misma naturaleza dialéctica de la teoría enquistada en las diversas transformaciones históricas tiende a realizar mutaciones y no permanece inamovible.

Por tal motivo, Rancière (2010: 29) supone: “De modo que es necesario tomar en cuenta la persistencia de un modelo de interpretación y la inversión de su sentido si queremos emprender una verdadera crítica de la crítica”, A partir de esto, el filósofo francés emprende la tarea de elegir algunos ejemplos del campo

de las artes, la política y la teoría para mostrar este cambio de trayectoria. A continuación, abordaremos algunos ejemplos de manera breve, con la finalidad de desarrollar nuestra hipótesis principal de trabajo.

De inicio, Rancière (2010) nos presenta dos fotografías: “Sin título, 2005, de Josephine Meckseper” y “Bringing the War Home: Ballons, fotomontaje 1967-1972, de Martha Rosler”. Estas imágenes tienen como finalidad concientizar a los espectadores sobre la realidad oculta bajo la que funciona el sistema de dominación, que por un lado ofrece artículos y mercancías para el disfrute hedónico de algunos, a causa del terror y sufrimiento de otros. De este modo, Rancière (2010: 31) señala: “Se suponía que la conexión de las dos imágenes produjera un doble efecto. La conciencia del sistema de dominación que ligaba la felicidad doméstica norteamericana con la guerra imperialista, pero también un sistema de complicidad dentro de un sistema”. Frente a esto podemos observar cómo Rancière desmantela con minuciosa perspicacia el modus operandi de dichas fotografías, las cuales se encuentran influenciadas por la tradición crítica que busca tornar conscientes a los espectadores y a la vez producir un efecto de culpa.

Asimismo, Rancière (2010: 32) no duda en apuntar: “Por un lado, la imagen decía: ésta es la realidad oculta que ustedes no saben ver, deben tomar conciencia de ella y actuar de acuerdo con ese conocimiento”. De ahí que estas premisas sigan reproduciendo la existencia de un ocultamiento de la realidad, la cual está velada para el “ciudadano común” al no tener conocimiento de las estrategias operativas del sistema dominante.

Sin embargo, Rancière se deslinda tajantemente de aquella forma de ejercer la crítica, puesto que desde su particular enfoque, el querer educar a las “masas acríticas, a través de imágenes que representan atrocidades que ocurren en la esfera social, no es garantía de que vayan a propiciar una revolución de las formas de experimentar su horizonte existencial ni mucho menos transformarlo. De tal forma que Rancière (2010) afirma:

Pero no existe evidencia de que el conocimiento de una situación acarree el deseo de cambiarla…El dispositivo crítico apuntaba así a un efecto doble: una toma de conciencia de la realidad oculta y un sentimiento de culpabilidad en relación con la realidad negada (p.32).


De lo anterior, podemos argumentar que, para Rancière (2010), las premisas de la tradición crítica enfocadas en la concientización de los secretos del sistema dominante, y los afectos de culpa derivados de la ignorancia, carecen de validez, puesto que el conocimiento de un malestar no incide en la modificación o erradicación de tal evento. Así, en esta misma dirección, Rancière (2010: 47) agrega que el dispositivo de la crítica social repite la misma fórmula: “Pero se trata siempre de mostrar al espectador lo que no sabe ver y de avergonzarlo de lo que no quiere ver, a riesgo de que el dispositivo crítico se presente a su vez como una mercancía de lujo perteneciente a la lógica que él mismo denuncia”. Ante esta situación, no queda duda que en el mencionado mecanismo crítico subyacen ciertos afectos como la culpa y la vergüenza, los cuales bajo este modelo son producto de la ignorancia y la ceguera, y que, por tanto, han de erradicarse a través de la denuncia y concientización.

Llegado a este punto, hemos intentado mostrar algunos argumentos de los que se vale Rancière (2010) para señalar que la forma de operar de las artistas, anteriormente mencionadas, subyace bajo la influencia de la teoría crítica tradicional. Esto quiere decir que estas obras sólo reproducen el mecanismo de concientización a partir de las imágenes. Es decir, las fotografías tienen como objetivo hacer ver a los que no saben ver, y por ende, producir efectos de culpa ante su ignorancia. De igual forma, Rancière (2010) localiza este mismo modo de practicar la crítica en algunos pensadores contemporáneos, los cuales vamos a exponer de manera resumida a continuación.

De inicio, Rancière (2010) realiza una crítica al filósofo alemán Peter Sloterdijk, quien, a pesar de ser un personaje discreto dentro del mundo académico, su tesis sobre lo “antigravitorio” le ha dotado de cierta presencia en la reflexión teórica contemporánea. Ahora bien, una de las premisas centrales del pensador alemán radica en describir la época actual como una constante celebración ante los avances de la técnica y la conquista del espacio. Es decir, para el teórico, los viajes espaciales a través de aeronaves

sofisticadas, y el flujo mediático que anuncia incansablemente sus triunfos, sirven para maquillar la miseria de la realidad terrestre.

Por lo tanto, la popular frase de Marx “todo lo sólido se desvanece en el aire” ahora ha sido invertida bajo la supuesta conquista del espacio, que nos conduce a una pérdida de gravedad, razón por la cual enfocamos nuestra mirada hacia el cielo exterior. No obstante, como sugiere Rancière (2010: 36): “Por muy provocadoras que se pretendan, estas tesis no dejan de estar encerradas en la lógica de la tradición crítica… continúan denunciando una incapacidad de conocer y un deseo de ignorar”. Al respecto está claro que, desde la perspectiva de Rancière, estas formas de explicar cómo se ha transformado la realidad social siguen funcionando bajo el paradigma de la crítica social, puesto que se muestra una ausencia de conocimiento y también una espectacularización de la industria espacial.

Asimismo, Rancière (2010: 41) objeta que la crítica tradicional no se apoya en hechos verificables, dado que se limita a decir que las cosas no son lo que parecen ser, y que por tanto solo reproduce una mirada desencantada sobre un mundo en el que la interpretación crítica del sistema se ha convertido en un elemento más del sistema. Frente a esto, resulta claro que la concepción tradicional de crítica está gobernada por la intención de revelar cómo las cosas realmente son, más allá de los engaños del sistema dominante y, además, propagar cierto desencanto ante el panorama catastrófico de la realidad social.

Por la razón anterior, no es de extrañar que Rancière, con minuciosa atención, afirme que ese modo de hacer crítica y, por ende, de pensar críticamente, olvidó enfocar sus esfuerzos cognitivos para indagar cómo hacer posible la emancipación, pues sin lugar a dudas, observó un cambio producto de un desgaste sin esperanzas que lo volvió imposible. Al respecto, Rancière (2010: 36) sostiene: Todavía ayer esos procedimientos se proponían suscitar formas de conciencia y energías encaminadas hacia un proceso de emancipación. Ahora ya están enteramente desconectadas de ese horizonte de emancipación, o bien claramente vueltas contra su sueño.

A partir de lo anterior, es lógico pensar que desde la tesis de Rancière (2009), los quehaceres de la crítica tradicional se agotaron, y si antes se dedicaban a concientizar, ahora se han subsumido en un horizonte desencantado que supone que ha pasado el tiempo de la emancipación. De modo tal que no hay conexión alguna entre la crítica que opera bajo las ilusiones del mercado y el espectáculo, y la intención de crear una propuesta emancipadora. Sin embargo, Rancière no se detiene en esta sola observación de la inversión actual de la crítica, cuyo objetivo emancipador se habría convertido en una declaración de impotencia y una sumisión a lo existente, una inversión que también explica la transformación paradójica de la crítica en el discurso dominante.

Además, el pensador francés señala que esta característica estuvo desde el principio, es decir, desde las primeras formas de crítica social: "La desconexión actual entre la crítica del mercado y el espectáculo y cualquier objetivo emancipador es la forma última de una tensión que ha habitado el movimiento de la emancipación social desde su inicio" (Rancière, 2010: 33). Ante esto resulta prudente preguntarnos,

¿Qué significa esta tensión? Para tratar de responder rápidamente, la tensión es el conflicto desigual entre la posición ocupada por el crítico y la posición de aquellos a quienes se dirige y destina su discurso crítico. Esto quiere decir que, desde el principio, no solo habría una brecha entre estas dos posiciones, sino una verdadera jerarquía, y ahí radica el problema, puesto que el discurso de la crítica social es un discurso cuyo objetivo es la emancipación, pero cuyo dispositivo renueva el obstáculo para cualquier posible emancipación, es decir, la existencia de jerarquías (Rancière, 2010).

En este caso, la jerarquía entre el que sabe y el que no sabe, entre la crítica lúcida de los intelectuales y la falta de crítica de los embrutecidos que viven en la ilusión, pues están cegados y a pesar de ello se deleitan en su ceguera. Por esta razón, el filósofo presupone que en los cimientos de la crítica social existe una forma elitista de hacer crítica, por el hecho de excluir a los embrutecidos, es decir, a esos actores sociales que no tienen ninguna competencia crítica para embarcarse en la enorme tarea de desenmascarar las mentiras de la maquinaria opresora. A esto sigue la superioridad intelectual del crítico social, pues es el intelectual crítico quien mejor sabe qué hacer con los ignorantes, para liberarlos de las ilusiones y mistificaciones en las que están atrapados. Por ello, Rancière (2010) no dudará en relacionar

a esta figura de crítico social bajo los influjos de la herencia platónica, es decir, en aquellas premisas que nos condenan a ser prisioneros de una cueva tomando imágenes por realidades y potenciando nuestra ignorancia a partir de meras copias del conocimiento del mundo ideal.

Ahora bien, aunado a este engaño y pérdida de esperanza, Rancière (1996) también señala que esta forma de pensar la crítica también se fundamentaba en una desigualdad de principio. Donde a través de los postulados del marxismo cientificista, se afirmaba que sólo a partir de la concientización los individuos podrían liberarse de los dispositivos de dominación y mejorar sus condiciones de vida. Bajo esta idea, entonces, la emancipación aparecería cuando se tuviese el conocimiento de la ley de la dominación y, por tanto, sería necesario liberarse de las ilusiones y de la ignorancia de ese proceso:

A partir de allí, la emancipación ya no se concebía como la construcción de nuevas capacidades: era la promesa de la ciencia a aquellos cuyas capacidades ilusorias no podían sino ser la otra cara de su incapacidad real. Pero la lógica misma de la ciencia era la del aplazamiento indefinido de la promesa (p.47).


De lo anterior, podemos afirmar que dicha promesa no era otra cosa más que la responsabilidad otorgada a la ciencia para fungir como una estrategia transmisora de conocimiento y, por lo tanto, con el compromiso adquirido de sacar del letargo del espectáculo a los incapaces. No obstante, la forma de alfabetizar científicamente está mediada por una relación desigual que establece dos figuras: el que sabe y el que no sabe. De ahí que Rancière (2010) sostiene que esta estrategia de la ciencia crítica social reproduce las jerarquías entre el intelectualismo y el sentido común.

En consecuencia, esta crítica hace referencia a una ignorancia que despliega en la ceguera de la mirada, pero también hace alusión a una ausencia de reflexión sobre lo que se ve y, además, a una parálisis para transformar sus conocimientos en energía militante: “Los procedimientos de la crítica social, en efecto, tienen la finalidad de curar a los incapaces, a los que no saben ver, a los que no comprenden el sentido de lo que ven, a los que no saben transformar el saber adquirido en energía militante” (p.50). Visto de este modo, Rancière (2010) concibe la figura del intelectual como un médico que posee el deber moral de curar a esos ciegos incapaces de mirar correctamente el modus operandis del sistema dominante, y contradictoriamente, para que sigan curando la enfermedad, esta tiene que seguir existiendo.

En suma, la teoría crítica social desde el análisis de Rancière (2010) se concibe a sí misma como el aspecto intelectual de todo proceso histórico de emancipación y, por tanto, sus mecanismos de operación pierden todo propósito de eficacia puesto que desde sus fundamentos está diseñada desde la desigualdad que presupone ser o no ser crítico. Entonces, bajo esta lupa resulta necesario indagar en nuevas formas de emanciparse, sin las ataduras del capital intelectual y también, sin la figura clave del maestro explicador. Esto, a su vez, presupone una forma distinta de concebir el pensamiento crítico, es decir, un pensamiento que parte de la premisa de la capacidad de cualquiera y, que, además, no se estanque en el diagnóstico y la denuncia sino que, por el contrario, sea capaz de imaginar y encontrar nuevas alternativas de resistir y vivir en la sociedad.

Ahora bien, llegado a este punto hemos intentado exponer de manera mínima algunos argumentos de la lectura realizada por Rancière al paradigma de la crítica tradicional, bajo esta empresa, entonces, el autor se encamina a esbozar algunos indicios para formular otro pensamiento crítico lejos de la ignorancia y la denuncia. Esto supone que el pensamiento crítico no sería propiedad única y exclusiva de la clase inteligente y pensante, sino que considera que la inteligencia es colectiva y, por tanto, el pensamiento crítico puede ser puesto en acción por cualquiera, apelando, sobre todo, a sus condiciones de posibilidad.

En consecuencia, proponemos con Rancière retomar el concepto de crítica desde la perspectiva kantiana, esto es, la crítica como condiciones de posibilidad, donde sea posible reformular los mecanismos cognitivos y orientarlos hacia la investigación de otro horizonte existencial. A continuación, exponemos de qué manera el filósofo francés desarrolla estas ideas.


Las condiciones de posibilidad de otro pensamiento crítico

Es importante señalar que el análisis de los insumos teóricos desarrollados por Rancière (2009) le permite sostener que los mecanismos de la teoría crítica tradicional2 perdieron de vista proponer un proyecto de emancipación. En este sentido, el problema observado por Rancière (2003) consiste entre otros aspectos en afirmar que esta, en su afán por desenmascarar la realidad oculta y concientizar a los embrutecidos, olvidó o le prestó poca importancia a la creación de una política emancipadora. Por consiguiente, esta práctica fue incapaz de imaginar otro horizonte existencial, pues agotó toda su potencia en explicar y analizar las diversas formas operatorias de la maquinaria capitalista.

Una vez esbozado lo que se comprende por crítica y teoría crítica nos remitimos a las preguntas fundamentales de este artículo: ¿Cómo renovar el pensamiento crítico social3 de la denuncia desde la filosofía emancipadora de Rancière? ¿Cuáles serían las condiciones de posibilidad de este pensamiento crítico? Tomando en cuenta estas interrogantes, a continuación, trataremos de proponer algunas salidas a partir de ciertas reflexiones de J. Rancière.

De acuerdo con Rancière (2009) cuando pensamos en crítica solemos asociar dicha práctica a la actividad de juzgar bajo el binomio de lo bueno o lo malo, es decir, realizamos juicios para evaluar si las ideas de los intelectuales, las obras de los artistas, o los movimientos sociales, alcanzan cierto grado de realidad o no. No obstante, el concepto de crítica que Rancière (2009) pretende resignificar, y a su vez reactivar, recupera y replantea la noción de crítica como condiciones de posibilidad del filósofo alemán Immanuel Kant4:

La crítica en general no es la actividad que juzga si las ideas, obras de arte o movimientos sociales son buenos o no. Por contra, es la actividad la que perfila el tipo de mundo que esas ideas, obras o movimientos proponen, o el tipo de trabajo dentro del cual toman consistencia. Podemos pensar aquí en la idea Kantiana de la crítica (p.6).


Tomando en referencia lo anterior, resulta plausible entender que, para el filósofo francés, la tarea de la crítica no consiste en emitir juicios de naturaleza maniqueísta y que, por tanto, no le compete evaluar las diversas expresiones de la ciencia, el arte, o los movimientos sociales bajo el calificativo de lo bueno o lo malo. Cabe destacar también que el pensador realiza una apropiación del concepto de crítica al margen de su significado trascendental. Esto implica investigar cuáles son los elementos necesarios para que ocurra la emancipación, es decir, dar un paso más allá de la denuncia y aventurarse a enfocarse en la búsqueda de los factores que fracturan los regímenes de opresión.

En este caso, podemos entender que la crítica para Rancière (2009) funciona como una práctica que investiga cómo construir otros mundos de vida y, por tanto, su atención se centra en pensar bajo qué características, rasgos, o elementos, un acontecimiento político y emancipatorio se vuelve posible o se sostiene. De ahí que no se interese por diagnósticos y denuncias, dado que su esfuerzo cognitivo se dirige hacia las ideas que perfilarían y sostendrían un mundo igualitario.

En este mismo orden de ideas, Rancière (2009: 8) supone: “La crítica es una investigación de las condiciones de posibilidad. Es un discurso que se refiere a las formas de posible conocimiento o juicio de sus condiciones de posibilidad”. De ahí que, bajo este supuesto, según entendemos, hacer crítica requiera investigar cuáles serían las condiciones mínimas para que puedan emerger otras formas de vivir, pensar y sentir. Pues, no se trata de conformarse con el mero conocimiento de las características



2 Precisamente, como señala Rancière (2009): “Esa presunción de incapacidad está incrustada en el corazón de la tradición crítica, la idea de que la dominación se autoimpone ante la ignorancia e ilusiones de sus sujetos. En cierto momento la presunción iba acompañada de la promesa de que la ciencia los liberaría. Hoy en día la ciencia está satisfecha con explicar por qué tal liberación es imposible”.

3 El pensamiento crítico derivado de la teoría crítica tradicional, opera bajo la consigna de que sólo los inteligentes son capaces de ejercerlo.

Además, este pensamiento tiene como misión desenmascarar la realidad oculta de los regímenes de dominación. De esta forma, su práctica consiste en ver lo que los ignorantes no saben ver para después visibilizarlo, y hacer que los engañados se den cuenta. No obstante, de acuerdo con Rancière (2009) en el corazón mismo de esta crítica está la desigualdad.

4 En este punto resulta prudente observar que Rancière en su conferencia El Método de la Igualdad, expresa a modo de comentario que su crítica está inspirada en la reflexión kantiana. Sin embargo, es importante mencionar que, dado el carácter fragmentario de la escritura ranceriana, el filósofo hasta el momento no ha desarrollado un texto o argumento completo donde especifique con claridad en qué punto se deslinda con exactitud del filósofo alemán, pues sólo lo menciona ocasionalmente, para enfocarse en las condiciones de posibilidad de otra crítica, y a su vez, de otro pensamiento crítico.

operativas de la realidad social del presente sino, por el contrario, en correr el riesgo de potenciar ideas y proyectos que tornen posible dibujar otra cartografía existencial.

Una vez que hemos visto el significado de la crítica recuperada por nuestro autor, resulta igualmente oportuno revisar algunos de los pequeños indicios que muestra respecto al pensamiento crítico bajo este esquema interpretativo. Inicialmente, Rancière en su texto Sobre la importancia de la teoría crítica para los movimientos sociales actuales (2009: 8) enfatiza: “El pensamiento crítico debería de tener como punto de comienzo la investigación acerca del poder de configurar mundos alternativos inherentes a esas formas de dominación”. Esta aseveración nos permite observar que, el verbo debería indica su inconformidad con el estado actual del pensamiento crítico, pues de cierta manera como hemos marcado en párrafos anteriores, el filósofo señala el desgaste de la lógica de la denuncia, acción tan popular en la crítica tradicional y, por ende, del pensamiento crítico bajo estas características. Con base en ello, puntualizamos que este pensamiento crítico por venir supondría inicialmente una acción investigativa que no sólo señale y elabore diagnósticos del malestar de este mundo.

Pues, como señala Rancière (2011: 262): “…un pensamiento crítico en sentido kantiano, es decir, una forma de pensar que hace posible las diferencias que instituye tal o cual dominio sensible, o, también, tal o cual dominio de inteligibilidad”. De allí que este pensar se caracterizaría por la suspensión de los afectos y pensamientos del orden dominante, lo cual implica una transformación de lo sensorial e inteligible. De ahí que, para posibilitar estas transformaciones, sea preciso seguir lo que el autor francés conceptualiza bajo el nombre de disenso, concepto clave5 para tratar de comprender su proyecto filosófico.

En este orden de ideas, Rancière (2019: 14) señala: “Un pensamiento crítico es también una forma de pensar según la cual la institución de esos dominios se concibe como el producto de operaciones críticas o disensos”. Bajo este supuesto, entonces, se pone de manifiesto la radicalidad de un pensamiento crítico que no se conforma con la descripción de los órdenes existentes sino, por el contrario, tiene el potencial de propiciar otros modos existenciales desobedeciendo los mecanismos del orden policial.

Ahora bien, ¿qué significa que un pensamiento crítico pueda ser producto de operaciones críticas o disensuales? A primera vista, podemos argumentar que este pensar sería efecto del disenso y, por ende, es una de las consecuencias derivadas de asumir la interrupción de los regímenes dominantes. Básicamente se trata de apostar por experiencias disensuales como una de las condiciones que harán posible la ruptura de las jerarquías cognitivas. Esto quiere decir que este modo de pensar reestructura y suspende el orden instaurado abriendo paso a la construcción de nuevas capacidades.

Por lo tanto, argumentamos que las condiciones de posibilidad para este pensamiento crítico renovado es que al menos cuente con dos aspectos: igualdad de las inteligencias y disenso. Respecto al primer punto, resulta relevante recordar que para nuestro filósofo, la inteligencia es una y, por ende, no existen jerarquías cognitivas. En esa perspectiva, no existen seres embrutecidos esperando salir de la ignorancia e invocando la ayuda de la inteligencia erudita de un intelectual. Antes bien, esta estrategia conceptual le permite a Rancière (2007) sostener que la igualdad de las inteligencias es la capacidad que tiene cualquiera (no importe qui) de hablar y ocuparse de asuntos comunes.

En esta misma vía, Rancière (2010: 133) en su conferencia ¿Comunistas sin comunismo? plantea: “la igualdad no es una meta a alcanzar, es un punto de partida, una presuposición que abre el camino para una posible verificación. En segundo lugar, la inteligencia es una. No hay una inteligencia del maestro y una inteligencia del alumno, una inteligencia del legislador, y otra del artesano, etc.” De acuerdo con ello, podemos pensar que el pensamiento crítico no es una habilidad exclusiva de los intelectuales, por el contrario, bajo el supuesto de la igualdad, cualquiera desde una condición horizontal puede aprender por sí mismo, y también aventurarse en el encuentro de otras formas de pensar. Al respecto, es indispensable dejar de



5 “Es el trabajo que produce disenso, que cambia los modos de presentación sensible y las formas de enunciación al cambiar los marcos, las escalas o los ritmos, al construir relaciones nuevas entre la apariencia y la realidad, lo singular y lo común, lo visible y su significación” (Rancière, 2010: 67)

señalar a los “ignorantes” para comprender que no hay jerarquías y diferencias en torno a quienes poseen

el conocimiento y quienes no.

Esto supone que bajo dicha renovación: “El pensamiento crítico investiga bajo qué condiciones y posibilidades podemos construir otro mundo y, por ende, abandona la obsesión por el desenmascaramiento de la ilusión, la sombra y el engaño” (Castillo, 2018: 12). Así pues, resulta factible decir que esta forma de renovar el pensamiento crítico, evita caer en teorizaciones descreidas y poco esperanzadoras, que anulan toda posibilidad de ruptura con el orden social.

En suma, las condiciones de posibilidad para renovar el pensamiento crítico, implicaría inicialmente la igualdad de las inteligencias y el disenso. Por supuesto, no se trata de replicar la denuncia y la concientización sino, por el contrario, no perder de vista las posibilidades de emancipación. De allí que este pensamiento no sea un análisis conformista de la realidad oculta, por el hecho de que traza las coordenadas para investigar otro mapa existencial. En definitiva, esta singular contribución de Rancière nos invita a seguir interrogando sobre las posibles formas de ponerlo en práctica, tanto en las acciones educativas, como en los procesos de investigación.


Conclusiones

El objetivo de este artículo consistió en proponer una posible renovación del pensamiento crítico a través de la filosofía emancipatoria de J. Rancière. En razón de ello, revisamos algunas de las críticas que el autor realiza a la teoría crítica tradicional con el propósito de mostrar cómo desde su particular punto de vista, esta se queda arraigada en formas como las de la lógica de la denuncia, la concientización de clase, así como en la insistente oposición entre apariencia y realidad. Vimos cómo el filósofo subvierte estos supuestos a través de un cambio de trayectoria y señala cómo la crítica dejó de lado pensar en proyectos de emancipación, pues sólo se dedicó a realizar diagnósticos y radiografías de las diversas características adversas de la sociedad.

La tesis de Rancière (2010) sugiere que el pensamiento crítico tiene que ser replanteado, lo que implica entre otros asuntos rechazar la premisa que establece la dualidad entre apariencia-realidad. Con esto, el pensador supone que la acción de develar una realidad maquillada y oculta por los distintos dispositivos de poder perdió su eficacia, dado que en estos tiempos cínicos ya no hay ilusión cómplice, ni tampoco el deseo de ignorarla. De esto deriva, además, la objeción que realiza el filósofo a la vía de la concientización como el mecanismo que haría posible la liberación de los trabajadores, dado que en el corazón mismo de esta vía está infiltrada la desigualdad: unos saben y otros no saben.

Bajo estas premisas, observamos cómo Rancière declara tomar distancia de las formas operativas de la crítica tradicional, para reformular nuevos medios sin el afán de reproducir la ignorancia, la culpabilidad y la denuncia. Ello supone que una renovación del pensamiento crítico asume la igualdad de las inteligencias y, por lo tanto, no existen unos más inteligentes que otros. De ahí que los cualquiera –los ignorantes- también puedan ejercer la crítica como una potencia disensual, desmontando la hipótesis del marxismo cientificista que señalaba que solo algunos pueden pensar.

En contraste, este renovado pensamiento crítico ya no sería propiedad exclusiva de los intelectuales y científicos, por el hecho de que ya no se parte de la división de las inteligencias puesto que la inteligencia es una y, por tanto, se desvanece la idea de que solo una clase dentro de las jerarquías sociales puede hacer crítica. Por consiguiente, resulta factible la abolición del binomio entre los que saben y no saben, dejando de lado figuras como el intelectual orgánico y el maestro explicador.

Aunado a lo anterior, la renovación del pensamiento crítico recomendaría salir de la lógica de la denuncia, puesto que su propósito no coincide en señalar y reparar los desajustes de la sociedad para que funcione mejor, sino en apostar precisamente por otra esfera social al margen del orden dominante. Esto plantea, entre otras cosas, socializar este pensamiento crítico con el objetivo de ir aminorando la inercia de las denuncias amarillistas que sólo normalizan la desigualdad del mundo cotidiano, pues pocas veces

convocan a cambios radicales a través de la implementación transformadora de propuestas emancipadoras.

Hemos puntualizado que esta otra crítica deriva de recuperar la praxis del disenso. Ello con el objetivo de provocar desconexiones y nuevas formas de enfocar el pensamiento y los sentidos, pues como afirmó Febbro (2019) hay formas de pensar no diferentes sino en disidencia, de no repetir el agotador mensaje del diagnóstico del mal y, al mismo tiempo, de descubrir las posibilidades infinitas de la acción humana, lo que permitirá dislocarnos de nuestras distribuciones sensoriales y cognitivas habituales para crear e investigar otros horizontes vitales. A partir de ahí podemos imaginar que otro pensamiento crítico es posible, donde los dispositivos jerárquicos de alfabetización se desvanecen ante la evocación de una inteligencia horizontal al margen de la desigualdad.

Ciertamente, una renovada perspectiva del pensamiento crítico destacaría el poder de la política de la imaginación, cuyo más alto propósito no coincidiría en apuntar los desajustes de la sociedad, sino en apostar precisamente por imaginar otra esfera social.

Finalmente, la eficacia de este pensamiento crítico apostaría por desactivar los escenarios dominantes de la “realidad social” para transformar las dinámicas vitales, porque finalmente se caracterizaría por la igualdad de las inteligencias y el disenso. Al final podemos recordar la sentencia de Merlau-Ponty (1981) quien consideró que no se trata de reparar la naturaleza ni la cultura, sino más bien, en tener la fuerza imaginativa para pasar por encima de sus estructuras y crear otras.


Referencias

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