https://doi.org/10.34024/prometeica.2021.22.11598


 

SOBRE PROMESAS Y CUMPLIMIENTOS

¿CUÁLES SON LAS PROMESAS QUE ANIDAN EN LAS FIGURACIONES MODERNISTAS?


ON PROMISES AND FULFILLMENTS

Which are the promises that dwell in the modernists figurations?


SOBRE PROMESSAS E CUMPRIMENTOS

Quais são as promessas que se abrigam nas figurações modernistas?


Omar Alejandro Murad

(Universidad Nacional de Mar del Plata)

muradoma@gmail.com


Recibido: 24/12/2020

Aprobado: 08/01/2021


RESUMEN

En este trabajo nos proponemos revisitar la ficción de la figuración a partir de la apropiación que hizo de ella Hayden White en sus trabajos sobre la escritura historia, la narrativa y la representación de pasado. En particular, analizaremos el símil de la promesa utilizado por White para caracterizar la figuración en general y el uso de la interpretación figural por parte de Erich Auerbach y del modernismo literario en particular. Sugeriremos que White lee que esta ficción es utilizada en la historia de la literatura occidental para representar la realidad según la lógica de la promesa hasta que en el denominado “estilo modernista” la figuración se presenta como la promesa de una promesa, como la posibilidad de una figura. Esta sugerencia se completa con la idea de que en el uso de la interpretación figural asistimos a un paulatino agenciamiento de la capacidad humana de figurar, que va desde el punto de vista del “ojo de Dios”, hasta la autoconciencia poética sobre las posibilidades figurativas que anidan en un momento cualquiera.


Palabras clave: promesa. figuración. modernismo. historia.


ABSTRACT

In this work, we propose to revisit the fiction of figuration based on Hayden White’s appropriation of it in his works on the writing of history, narrative, and the representation of the past. We will analyze the simile of White’s promise to characterize figuration in general and the use of figural interpretation by Erich Auerbach and literary modernism in particular. We will suggest that White reads that this type of fiction is used in Western literature to represent reality according to the logic of promise. When the so-called “modernist style” appears, figuration is presented as the promise of a promise, as the possibility of a figure. This suggestion is completed with the idea that we are witnessing a gradual agency of the human capacity to figure in figural interpretation. This agency goes from the point of view of the “eye of God” to poetic self-awareness about figurative possibilities that dwell at any time.

Keywords: promise. figuration. modernism. history.


RESUMO

Neste trabalho, propomos revisitar a ficção da figuração a partir da apropriação que Hayden White dela fez em suas obras sobre a escrita da história, narrativa e representação do passado. Analisaremos o símile da promessa usado por White para caracterizar a figuração em geral, e o uso da interpretação figural por Erich Auerbach e o modernismo literário em particular. Vamos sugerir que White entende que esta ficção é usada na história da literatura ocidental para representar a realidade de acordo com a lógica da promessa até que no chamado "estilo modernista" a figuração seja apresentada como a promessa de uma promessa, como a possibilidade de uma figura. Essa sugestão é acompanhada da ideia de que no uso da interpretação figural assistimos a um gradual agenciamento da capacidade humana de figura, que vai do ponto de vista do “olho de Deus” à autoconsciência poética sobre as possibilidades figurativas que se abrigam em um momento qualquer.


Palavras-chave: promessa. figuração. modernismo. história.


Introducción

La interpretación figural es uno de los elementos que necesariamente tiene que estar presente en toda aproximación histórica a la realidad, tal y como lo demostró Erich Auerbach en su ensayo Figura. Este tipo de interpretación se distingue de la alegoría tanto como se distingue de un ritual que actualiza un arquetipo o un símbolo; a diferencia de la alegoría la interpretación figural no reenvía a otro plano de lectura, moralizante, que corre en paralelo a lo interpretado. Tampoco inviste lo particular bajo un símbolo o arquetipo que borra las huellas de su singularidad y lo dota de propiedades ahistóricas, como es el caso de los símbolos jurídicos, las divisas heráldicas, los escudos de armas o las insignias. La interpretación figural es, más bien, una relación entre dos singularidades espacio-temporalmente situadas que se conectan a partir de la relación anuncio o prefiguración y cumplimiento o consumación. Cada una tomada por separado está incompleta y requiere de la otra para su realización plena, que se da, justamente, en el seno de la historia.


La matriz de la que emerge la interpretación figural es teológica y sirve para interpretar los signos de la palabra divina tanto en las Sagradas Escrituras como en el mundo. El modelo de la interpretación figural es, pues, la promesa que anida en la palabra de Dios. Como toda promesa, su esquema supone que ésta recién se consuma cuando se cumple, i.e., de manera diferida a su proferencia. Ahora bien, no es lo mismo figurar el fin de los tiempos, la presentación de la realidad, el progreso de la humanidad o la plenitud de un momento cualquiera. Lo que cambia en cada caso es el marco interpretativo que supone cada una de estas promesas. Y, por supuesto, también cambia la consumación que puede esperarse de cada una de ellas.


En este trabajo nos proponemos revisitar la ficción de la figuración a partir de la apropiación que hizo de ella Hayden White en sus trabajos sobre la escritura de la historia, la narrativa y la representación de pasado. En particular, analizaremos el símil de la promesa utilizado por White para caracterizar la figuración en general y el uso de la interpretación figural por parte de Erich Auerbach y del modernismo literario en particular. Sostendremos que White lee que esta ficción es utilizada en la historia de la literatura occidental para representar la realidad según la lógica de la promesa hasta que en el denominado “estilo modernista” la figuración se presenta como la promesa de una promesa, como la posibilidad de una figura. Nuestra sugerencia se completa con la idea de que en el uso de la interpretación figural asistimos a un paulatino agenciamiento de la capacidad humana de figurar, que va desde el punto de vista del “ojo de Dios”, hasta la autoconciencia poética sobre las posibilidades figurativas que anidan en un momento cualquiera. Este artículo se divide en tres partes. En la primera, elucidaremos la noción de ficción utilizada por Hayden White en sus trabajos y la relacionaremos con su uso de los conceptos

de “figuración” y “narración” estrechamente vinculados entre sí. En la segunda parte concentraremos nuestra atención en el concepto de figuración desde su procedencia teológica hasta su uso en la historiografía. Nuestro objetivo aquí será señalar que la figuración es constitutiva de la historiografía y de su particular uso de la causalidad en la explicación histórica, de modo que dicha procedencia teológica no representa una objeción en contra de su capacidad explicativa. Finalmente, en el tercer apartado nos ocuparemos de la figuración modernista y pondremos el foco en el paulatino agenciamiento en el uso de esta ficción por parte de los agentes históricos, tanto para relacionar eventos y acciones distantes en el tiempo, como para relacionar constelaciones culturales diversas, con el fin de establecer vínculos entre generaciones y definir identidades singulares y colectivas. Nuestro derrotero nos llevará de la promesa que anida en el “ojo de Dios” hasta la consideración de la figuración como la posibilidad de una promesa que anida en un momento cualquiera, pasando por su utilización en la filosofía especulativa de la historia de Kant. En este recorrido, las propiedades vinculantes de la promesa se desplazarán de la omnipotencia divina hasta la humana capacidad de imaginar.


La ficción de la figuración en Hayden White


La teoría de la ficción ha estado presente en la obra de Hayden White desde sus primeras reflexiones en torno a la escritura de la historia, hasta sus últimos trabajos sobre el uso práctico del pasado. En todos sus libros el término ocupa un lugar destacado y aparece ligado a sus conceptos más pregnantes: emplotment, tropes, narrativization, figural realism, practical past, por mencionar solo algunos. Si se lee con atención, es posible derivar todos estos conceptos de una concepción más o menos estable de la ficción que podríamos resumir parafraseando el título de uno de sus más famosos ensayos: el texto histórico es un artefacto literario. En esta breve pero concisa enunciación hallamos los elementos distintivos del uso del término “ficción” en el contexto de la escritura de la historia. El término clave aquí podría ser “artefacto”, que no debe ser confundido con “artificio” en el sentido de algo fingido, de una afectación que se riñe con lo real, sino en su sentido pleno de algo que es construido, elaborado según ciertas reglas o convenciones. Es cierto que todos estos términos están relacionados y es fácil deslizarse desde el espacio semántico de lo construido por medios artísticos, hacia aquello que se opone a la naturaleza o, más simplemente, a lo real. Después de todo, el término “ficción” proviene del latín fictum, participio perfecto del verbo fingo que significa tanto “formar” como “imaginar”. Pero es preciso abstenerse de las fáciles dicotomías si pretendemos capturar el sentido de la ficción en el pensamiento de White.


Una de las principales tesis de White consiste en señalar el hecho bastante obvio de que tanto la literatura como la historia comparten un mismo acervo de recursos imaginativos que son utilizados para componer sus respectivos relatos.1 Estos recursos imaginativos abrevan en última instancia en el mito y emparentan a la representación del pasado con aquello que el sentido común señala como lo más alejado de lo real. Hace ya al menos dos siglos y medio que el término griego mythos designa a un relato falso desde que fuera objeto de la crítica de los filósofos, es decir, se utiliza el término para designar lo que no refiere a “lo que es” o a “lo real”. Pero, como es bien sabido, entre sus varias acepciones también se encuentra la de “narrativa” o “relato”. Siguiendo a Northrop Frye y Erich Auerbach, desde muy temprano White señaló que la ficción de la que se nutre por igual la literatura y la historia, así como cualquier otra representación de las acciones humanas, puede ser analizada en sus elementos constitutivos considerando su poética. Aquí el término “poética” recupera el sentido que Aristóteles le dio al término en su conocida obra, algo así como el arte de construir narraciones.


La justificación del análisis poético de la escritura de la historia, y de la representación de las acciones humanas en general, viene dado porque la narrativa es productora de conocimiento sobre el mundo vivido, un tipo de conocimiento que no puede hallarse en los documentos y otros vestigios del pasado.



1 Un estudio detallado y actualizado de este punto puede hallarse en Doran (2011). Para una evaluación crítica de la teoría del discurso historiográfico de White ver Lavagnino (2014).

La narrativa a través de la trama (mythos)2 y de la argumentación (dianoia), dos de sus funciones inescindibles, introduce un orden convencional que organiza la experiencia (o en el caso de la historia el registro del pasado o archivo) que puede ser fácilmente identificado y comprendido por el público, sea este un historiador profesional o no.3 El hecho de que esta operación ficcional productora de significado y conocimiento sobre el mundo pueda versar sobre eventos y acciones completamente inventados, en el sentido de que nunca ocurrieron, no invalida de ninguna manera que también puedan versar sobre eventos y acciones que efectivamente ocurrieron. Lo que no puede suceder, sin embargo, es que una representación histórica esté exenta de la composición de un relato.4 Esta actividad compositiva, artística o creativa en sentido pleno, es constitutiva del conocimiento histórico y sitúa el papel de la ficción en un plano que no solo no la opone a lo real, sino que la convierte en la vía regía para dar cuenta del mundo vivido.


Ahora bien, para White la narrativa siempre estuvo ligada a la figuración y ésta, en última instancia, no es otra cosa que una ficción, como señala Robert Doran, “Fictionality”(…) is simply another name for figuration” (2013:21).5 La manera en que la figuración se relaciona con la narrativa y la historia ha sido tratada por White en muchos trabajos, aunque en general en ellos nos encontramos con ensayos que o bien enfatizan la figuración proyectada históricamente en el sentido que recuperaremos en los próximos apartados, o bien consideran a la figuración en su capacidad compositiva, tal y como aparece, por ejemplo, en Metahistoria.6 Una excepción la encontramos en uno de sus últimos trabajos publicados History as Fullfillment (2013) del que nos permitiremos transcribir un extenso fragmento:


Para la narración no hay reglas similares a las reglas para la evidencia (a menos que sea admitido, como yo creo, que las reglas para procesar materiales históricos con el fin de constituirlos como datos relevantes de una causa dada son tan convencionales, y por eso tan socialmente específicos, como las reglas de la narración). Y esto es porque la narración requiere que agentes históricos, eventos, instituciones y procesos sean, no tanto conceptualizados, como enfigurados (mise en figure) de una manera doble. Primero, estos deben ser imaginados como clases de personajes, eventos, escenas, reunidos en relatos -fabulas, mitos, rituales, épicas, romances, novelas y obras de teatro. Y segundo, ellos deben ser tropologizados como teniendo relaciones de uno a otro, de la clase reunida en estructuras de trama de relatos de tipo genérico, tales como épica, romance, tragedia, comedia y farsa. La descripción de entidades pasadas como figuras de relatos localizados en tiempos y lugares específicos produce el tipo de crónica de la representación histórica. La dotación de estas figuras con funciones de trama dota a la trayectoria de sus cursos de vida con significado de trama. El significado de trama es una manera de construir procesos históricos en el modo de un sino o destino considerado, no como una instancia de causalidad mecánica o teleológica, sino como dependiente de la interacción del libre albedrio (elecciones, motivos, intenciones), por un lado, y límites históricamente específicos impuestos sobre el ejercicio del libre albedrio, por el otro. El cumplimiento (Erfüllung) es comprendido como una exfoliación de todas las posibilidades de la acción contenidas en la “situación” (el contexto enfigurado como una escena de acción posible). La enfiguración de agentes, agencias, acciones, eventos, y escenas como elementos de un conflicto dramático y de sus resoluciones (como victorias o derrotas) es el medio por el cual son construidas las interpretaciones narrativas de los procesos históricos. Entramado (mise en intrigue) es el medio por el cual un conjunto de eventos específicos, inicialmente descripto como una secuencia, es des-secuencializado y es revelado como una secuencia de equivalencias – en la cuales los eventos anteriores en la cadena son mostrados como


2 Este es un segundo significado técnico del término mythos; de manera que mythos designa a la narrativa o relato en general y también a la trama de dicho relato. La referencia obligada para analizar las relaciones entre mythos y dianoia (a las que siguiendo a Aristóteles el autor le agrega el ethos) es la Anatomía de la crítica de Northrop Frye, especialmente el último ensayo (Frye: 1991).

3 En una vena similar, Nancy Partner sostiene que la ficción narrativa implica tanto una trama como una argumentación que funge como un proceso racional apto para la explicación histórica (2013: 495-507).

4 Un detallado análisis sobre esta cuestión puede hallarse en Kellner (1989). Y Kuukkanen (2019) recoge una argumentación actualizada contra las tesis narrativistas.

5 “Ficción” (…) “es simplemente otro nombre para figuración”.

6 En Metahistoria White la narrativa depende en última instancia de los tropos o giros del lenguaje cuya capacidad organizativa consiste en delimitar un campo de relaciones posibles a partir de diversos protocolos lingüísticos: la semejanza en el caso de la metáfora, la contigüidad y la reducción en la metonimia, la integración de la parte al todo en la sinécdoque y la negación en la ironía (White, 2010: 13- 50). En el caso de la historia, los tropos prefiguran el espacio dentro del cual se constituirán los objetos de conocimiento. Robert Doran distingue la figuración proyectiva de la figuración compositiva, pero creemos que, si bien la distinción sirve para organizar algunos de los textos de White, la misma no se sostiene en virtud de la función que nuestro autor ha revindicado siempre para la figuración producida por la escritura de la historia, i.e., la narrativa, que es siempre tanto compositiva como proyectiva (Doran, 2013: 22).

anticipaciones, precursores o prototipos de los últimos, instanciaciones más completamente realizadas de los mismos (White, 2013: 42-43. Traducción propia. Destacados del original).7


Los dos momentos principales de la actividad imaginativa orientada a la producción de ficciones históricas capaces de dotar de significado a la acción y de orientar la praxis son el enfigurado (mise en figure) y el entramado (mise en intrigue). Estos dos momentos de la ficción figurativa articulan las potencias de la imaginación con las convenciones heredadas, por un lado, y con la libertad históricamente condicionada, por el otro. Finalmente, es preciso notar dos cosas. La primera es que enfigurado y entramado son dos aspectos del mismo acto de narrar. La narración considerada como una actividad no solo poética, sino también práctica en el sentido de poseer consecuencias ético-políticas, consta de estas dos dimensiones. La segunda es que, en este mismo sentido, dicha actividad de narrar (enfigurado y entramado) retoma el dictum viqueano verum ipsum factum, que afirma como criterio de conocimiento “la capacidad del conocedor de producir aquello de que tiene conocimiento” (White: 2018: 288). En otros términos y para el caso que aquí nos ocupa, las ficciones construidas por el hombre son a la vez instrumentos y objetos de conocimiento, un principio básico de todas las ciencias sociales y, desde luego, también de la historia.


Interpretación figural y la promesa del pasado


En 1967 Hayden White llamaba la atención sobre un tipo de ficción específicamente histórica que hace posible que cada sociedad actúe “como si pudiera elegir a sus antepasados” (White, 2011: 260. Destacado en el original). Este procedimiento electivo de sustitución de antepasados genéticos por antepasados ideales, tomados del reservorio cultural tanto histórico como mítico, es, para White, el procedimiento ficcional por medio del cual una sociedad se da a sí misma un pasado y se ata a un futuro. En este apartado concentraremos nuestra atención en el modo de operar de la figuración, en particular de la causalidad retrospectiva que ésta instituye, y seguiremos el derrotero de la figuración desde su procedencia teológica hasta su uso en la historiografía. Sostendremos que dicha procedencia no es una objeción contra su uso en la elaboración del conocimiento histórico, sino que, al contrario, es el modo especifico de proceder de la historia profesional.


“La paternidad –escribe White– es conferida por los hijos” (2011: 261). Es decir, la ficción de la figuración invierte el sentido común sobre la dirección del flujo temporal en el que un pasado engendra un presente y un futuro, de la misma manera en que los padres engendran a los hijos, y sostiene, en cambio, que del presente surge retroactivamente el pasado. Una de sus consecuencias es que el sentido corriente de la causalidad temporal se invierte como resultado de la ficción de la figuración. En varios lugares White ha llamado la atención sobre este tipo de causalidad específicamente histórica a la que denomina causalidad figural y que consiste en una causalidad retrospectiva, cuya dirección es presente pasado y se remonta de los efectos a las causas.8

Este singular tipo de causalidad invierte la relación entre las causas y los efectos de una manera idéntica al modo en que en la narrativa los comienzos están contenidos en los finales. El símil de la promesa sirve como analogía para pensar ambos tipos de relaciones: una promesa solo puede ser inferida de su cumplimiento, que la consuma o realiza, y la mera proferencia de la promesa no asegura su realización, aunque no puede ser consumada si antes no fue proferida. Sobre este esquema es posible considerar que


7 Hemos traducido el término “enfigured” como “enfigurado” con el fin de conservar el paralelismo existente en el texto citado con el neologismo acuñado por White “emplotment” (entramado), que ha sido traducido en varias ocasiones como “entramado” (Cfr. White, 2018). Sin embargo, mientras en inglés el prefijo en- (o em-) tiene el mismo valor semántico, (to put or to go in, into), el sufijo -ment por lo general transforma verbos en sustantivos e indica el resultado o medio de una acción o proceso, mientras el sufijo -ed sirve para formar verbos en pasado o participios pasados o para indicar la posesión o caracterización de cierta cualidad al modo de un adjetivo. De modo que en inglés “emplotment” y “enfigured” no tendrían una equivalencia morfológica exacta y, por ende, tampoco semántica. Sin embargo, creemos que ambos términos subrayan la capacidad modelizadora del lenguaje en el contexto específico de una narrativa. Tanto en inglés como en castellano los términos “enfigured” y “enfigurado” (en nuestra traducción) son neologismos, acuñados originalmente por Hayden White, y no existen en ninguno de los dos idiomas. Además, hasta donde sabemos el término es utilizado por nuestro autor sólo en el ensayo citado.

8 Por ejemplo, en el texto seminal ¿Qué es un sistema histórico? (2011 [1972]) y en La historia literaria de Auerbach. Causalidad figural e historicismo modernista (2010 [1999]).

tanto los eventos históricos como las acciones y eventos dentro de una narrativa pueden relacionarse según la ficción figurativa de anuncio y consumación. De esta forma, un evento adquiere significado a partir de su relación con otro evento al cual prefigura o consuma; dicho de otra manera, en sí mismos los eventos singulares están incompletos y requieren de otro evento para cobrar significado. Pero, y aquí está la cuestión, para reconocer la consumación primero tenemos que conocer la promesa, es decir, es preciso conocer de antemano el contexto narrativo dentro del cual un evento o acción podría ser considerado como un anuncio o consumación de otro evento o acción. Parecería entonces que la figuración depende de la narrativa, o al menos que de alguna forma está supeditada a ella. Sin embargo, si así fuera, ni las sociedades ni los individuos podrían elegir sus antepasados del modo señalado por White; por el contrario, en lugar de elección lo que tendríamos sería un proceso más o menos mecánico en el que la única tarea que queda para los agentes históricos es la de reconocer adecuadamente los signos del cumplimiento de antiguas promesas. En lo que sigue voy a remitir esta idea a la interpretación figural que nace en la época de los Padres de la Iglesia, y luego voy a analizar algunas diferencias entre este tipo de interpretación y otro tipo de promesas que también anidan en la figuración, a saber, la promesa de una promesa.

La interpretación figural provee de un metalenguaje que hace posible analizar y describir el acontecer en términos históricos, es decir, permite interpretar el presente como historia. Este modelo interpretativo emerge entre los primeros cristianos como una estrategia para disputar la legitimidad del cristianismo tanto con los judíos como con los paganos. El modo de operar de la interpretación figural es más bien sencillo: se trata de considerar eventos singulares como la consumación o realización de otros eventos que los preceden y anuncian y, al mismo tiempo, de considerarlos como anuncio de otros eventos por venir. Así, por ejemplo, el Nuevo Testamento es la consumación de lo que se anuncia en el Antiguo. En su contexto de emergencia durante los primeros siglos de nuestra era, los cristianos disputaban con los judíos la consideración del Antiguo Testamento como Ley. La estrategia cristiana fue considerarlo como la promesa del Nuevo Testamento y de esa forma colocarlo como su antecedente necesario. Pero, además, en el Nuevo Testamento anida la promesa del reino de Dios que, aunque no es de este mundo, se anuncia en este mundo. En este ejemplo arquetípico vemos la dinámica de los dos polos de la figura: como consumación del pasado (veritas) y como sombra del futuro (umbra). Es importante señalar que la interpretación figural permite dotar de significado eventos singulares por referencia a un marco universal dador de sentido. Relaciona lo universal con lo particular. Todo esto es bien conocido a partir del ensayo de Auerbach Figura, y solo quisiera destacar dos cosas. La primera es que la interpretación figural o figuración es histórica porque, aunque proyecta sobre el mundo la promesa universal del reino de Dios, lo hace destacando la relevancia de eventos singulares, contingentes, a los cuales pone en la relación mentada. La segunda es que esta promesa forma parte de un metarrelato en el que, dadas las capacidades divinas, todas las promesas ya han sido cumplidas y sus signos, ocultos para los hombres, se revelan en la Providencia. Por supuesto, quien cumple todas las promesas eternamente es Dios, garante del significado del acontecer (Auerbach, 1998: 107).


Esto tiene a su vez algunas consecuencias: como mencionamos, cada evento considerado individuamente se halla incompleto y requiere de su conexión con otro para adquirir significado. Y este último, a su vez, se asegura y completa en función de un fin que siempre opera como una promesa, es decir, como algo a ser realizado. Lo importante aquí es que los eventos singulares e incompletos en cuanto a su significado requieren del contexto de un relato para el establecimiento de sus relaciones promesa-cumplimiento. Auerbach había señalado que esto diferencia a la figuración de la historia profesional, o al menos del tipo de historia que considera que cada evento es independiente y está completo en sí mismo y que forma líneas temporales según un orden causal en sentido ordinario. En estos casos, la interpretación de la historia profesional opera por contigüidad, relacionando mecánicamente eventos en virtud de aparecer unos juntos a los otros, horizontalmente, según relaciones “mutuas e ininterrumpidas”.9 La



9 Escribe Auerbach que “La provisionalidad del acontecer en la concepción figural es radicalmente distinta de las ideas modernas sobre el desarrollo de la historia, puesto que en estas la provisionalidad del acontecer es objeto de una interpretación progresiva y paulatina de la línea horizontal de ininterrumpida del acontecer posterior, mientras que en aquélla la interpretación se efectúa siempre verticalmente y debe comprobarse desde lo alto, siendo así que no se contemplan los hechos en su relación mutua e ininterrumpida, sino individualmente, desvinculados unos de otros y en relación con un tercer hecho prometido que aún está por venir” (Auerbach, 1997: 107).

interpretación figural, en cambio, es una modalidad vertical de interpretación en la que cada evento “se contempla desde lo alto”, en su incompleta singularidad, según su posición respecto de una totalidad que se conoce de antemano, desde el punto de vista del “ojo de Dios”.10

Al hacer esto, al contemplar el acontecer y dotarlo de significado desde el punto de vista del ojo de Dios, la interpretación figural se torna profecía figural. No sólo interpreta el presente como consumación del pasado, sino que también considera este mismo presente como promesa de un futuro cuya dirección se conoce de antemano y se confirma en esta misma interpretación. La interpretación figural pasa inadvertidamente de consumar el pasado, y así considerar al presente como historia, a problematizar el presente como un momento incompleto que requiere ser consumado y que por eso mismo ya no es historia.


Llegados a este punto deberíamos hacer algunas observaciones. En primer lugar, es preciso considerar con mayor detenimiento en qué sentido la figuración y la práctica histórica, la historia escrita por los historiadores profesionales, son dos empresas distintas. En segundo lugar, y en relación también con el conocimiento histórico, detenernos un poco en el pasaje de la promesa divina a la promesa humana, del punto de vista de Dios al de los agentes históricos.

Como hemos mencionado más arriba, la ficción de la figuración ocupa un lugar de máxima relevancia en el pensamiento de White sobre los modos de narrar el pasado. Una secuencia de eventos ordenados según su orden de ocurrencia no es en sentido estricto una explicación, a menos que se invoque del sentido común la falacia post hoc ergo propter hoc. En otras palabras, que un evento ocurra después de otro no implica ninguna relación causal entre ellos, es decir, no explica de ningún modo la manera en que ambos se relacionan. Este es un punto que ha sostenido Hayden White durante toda su obra.11 Y esta es la misma cuestión a la que se refería Auerbach con su observación sobre la diferencia entre la figuración y la historia profesional. El argumento se completa con el papel explicativo que White le asigna a la narrativa, informando a la representación histórica con elementos estéticos, cognitivos y ético-políticos que no se hallan en la mera concatenación de eventos y mucho menos en los eventos “en sí mismos”.


El punto de vista de Dios también resulta problemático para los historiadores profesionales. Gabrielle Spiegel, por ejemplo, señala que:


…cuando White adopta el razonamiento figural para explicar la fuerza prefigurativa de relaciones entre pasado y eras posteriores como “cumplimientos” (fulfillment) él está secularizando nociones tipológicas de relaciones entre figuras y eventos separadas por siglos en un modo que, sospecho, pocos historiadores contemporáneos podrían comprender o aceptar (Spiegel, 2013: 182. Traducción propia).


En efecto, lo que está en juego aquí es la procedencia teológica de la interpretación figural. Como la misma Gabrielle Spiegel también indica, según White Auerbach utiliza el modelo teológico de interpretación figural y lo convierte en un modelo estético de interpretación histórica (Spiegel, 2013: 182; Murad, 2014). Sin embargo, en principio dicha procedencia no debería constituir una objeción, porque esta consideración es más bien un prejuicio que un obstáculo epistemológico. Es un prejuicio porque como indica Paolo Valesio en sus Forewords a la colección de ensayos de Auerbach, Scenes of


10 Continúa Auerbach: “En la concepción moderna del desarrollo el hecho está en todo momento independientemente asegurado, pero la interpretación es, en lo esencial imperfecta, mientras que en la interpretación figural el hecho queda sometido a una interpretación asegurada ya en su conjunto: se orienta hacia un modelo original del acontecer que se cumple en el futuro y entretanto constituye solamente una promesa. Esta formulación, que evoca ideas platónicas, del modelo original situado en el futuro e imitado en las figuras -pensemos en la expresión imitatio veritatis anteriormente citada- conduce nuestro análisis más allá, puesto que dicho modelo futuro, aunque sea imperfecto como acontecimiento, se encuentra cumplido desde siempre en Dios y en su providencia” (Auerbach, 1997: 107). Esta última observación es importante para Auerbach, pues en contraste con la interpretación corriente de la teoría estética de Platón que reduce el arte a una copia de una copia, en el último lugar en el orden del conocimiento y del ser, nuestro autor indica que Platón también es el primero en conectar al arte con lo universal y en introducir a la filosofía en el arte, justamente por relacionarlo con la gnoseología y la ontología. Así, Aristóteles sigue sus huellas, aunque en franca oposición su maestro, cuando postula que la poesía es más filosófica que la historia por su conexión con lo universal (Auerbach, 2007: 5-8). Mientras la historia imita lo particular, la poesía imita lo universal. Varios siglos después, la interpretación figural cristiana conecta, además, al arte con lo universal y con la contingencia histórica.

11 Es la observación que anida en la distinción que establece entre crónica y narrativa. Cfr. Hayden White Metahistoria (2010 [1973]), El contenido de la forma (1987), History as Fullfillment (2013).

the Drama of European Literature, que incluye al mentado ensayo Figura, la apelación a la procedencia teológica de algunos conceptos y procedimientos críticos, en el caso que a él de interesa la hermenéutica de base figural utilizada por Auerbach y por extensión la racionalidad de sus análisis, no es más que una manera de desestimarlos como irracionales (Valesio, 1984: XIV). Pero el término “irracionalismo” para caracterizar una obra, tal y como es utilizado por lo que Valesio denomina la “crítica materialista”, es un mote “intolerante”, pues ocluye del análisis un modo distinto de comprender la racionalidad relegándola a su opuesto, la irracionalidad. En última instancia el presupuesto es que solo existe una racionalidad y la interpretación figural se halla fuera de ella.


En realidad, lo que está en juego son dos tipos de racionalidad, dos modos de comprensión. En la obra de Auerbach la crítica materialista y la hermenéutica de inspiración teológica se hallan en tensión de manera productiva, pues la interpretación de figuras no se halla fuera de la historia efectiva, sino que, al contrario, solo es posible en su seno (Valesio, 1984: XV). Algo similar ocurre con el uso que hace White de la ficción de la figuración y con el tipo de crítica elaborada por Spiegel. Así, poner el foco en la procedencia teológica de la interpretación figural es una forma velada de invalidar el análisis y su productividad heurística por considerarlo ajeno a la racionalidad del historiador. El punto que deseamos destacar es que White siguiendo a Auerbach señala que justamente la interpretación histórica siempre es interpretación figural. Al igual que lo que sucede en el caso de la crítica materialista contra el procedimiento interpretativo de Auerbach, lo que está en juego en la propuesta de White es una racionalidad alternativa a la de los historiadores contemporáneos mentados por Spiegel, una que apela a las potencias de la imaginación, la poética y la retórica y se hace cargo de ellas.12

Además, la interpretación figural utilizada por Auerbach en Mimesis, por ejemplo, da lugar a lo que White denominó “realismo figural”. Verónica Tozzi ha indicado la manera en que el realismo figural se articula con la práctica histórica, la reescritura del pasado y la promesa de una mejor representación de la realidad. Tozzi señala que, sin rechazar la evidencia, i.e., los documentos y otros vestigios del pasado, la historia profesional requiere además que en su escritura anide la promesa de una “mejor representación de la realidad”. Esta promesa siempre está incompleta en la medida que cada nueva representación historiográfica consuma las representaciones anteriores y simultáneamente prefigura la próxima escritura (Tozzi, 2006: 114). En este sentido, no se trata de alcanzar un mayor grado de acercamiento a la verdad o al pasado en sí, sino de renovar la promesa de una mejor representación de la realidad, en el sentido de que cada nueva representación se suma a las anteriores, pero también agrega un punto de vista contextualmente relevante que solo puede ser alcanzado en el marco de una posición histórica específica y asumida responsablemente por el historiador. A su vez, esta figuración histórica éticamente informada promueve la investigación en la medida que abre nuevas agendas de investigación, preguntas y desafíos. En sus propias palabras:


Cada historia es figurada siempre por agentes en un presente y el éxito de su figuración reside en ofrecer promesas que cumplirán o desafíos que asumirán otros desde sus propios contextos. En clave pragmatista, podemos evocar que la práctica científica se rige en numerosas ocasiones valorando propuestas teóricas alternativas, no tanto teniendo en cuenta la mayor conformidad con la evidencia (algo no decidible de modo definitivo), sino atendiendo a cuál de ellas ofrece más interrogantes y nuevas vías de investigación (Tozzi, 2006: 118).


En otros términos, para Verónica Tozzi la interpretación figural no solo no se divorcia de la investigación histórica, sino que la misma empresa de elaboración del conocimiento del pasado se sirve de ella para sus fines. Aun cuando la mayoría de los historiadores contemporáneos no acuerden con White ni en la proyección de relaciones figurativas en sus interpretaciones del pasado, ni en la procedencia teológica de dicha interpretación figural, lo cierto es que ninguno de estos dos argumentos invalida el señalamiento de que la historia es antes que nada una empresa que utiliza la ficción de la figuración. Ahora bien, en lo que sigue quisiéramos mirar un poco más de cerca el símil de la figuración con la promesa en la



12 Para un análisis de la racionalidad de base figurativa filiada a la tradición humanista ver Grassi (1999 y 2015). La tesis que sostiene la tradición humanista y retórica que pone en valor el poder cognitivo de la figuración, en especial del tropo de la metáfora, podría enunciarse como la preminencia de la racionalidad figurativa sobre la lógica, no en un sentido jerárquico, sino como base epistemológica.

historia de la literatura occidental, y en particular elucidar el tipo de promesa que anida en la figuración modernista.

Promesas, identidad y figuración modernista

Hemos mencionado brevemente algunas de las características del símil de la promesa para comprender la figuración. De la enunciación de una promesa no puede deducirse su realización, aunque su consumación suponga siempre una promesa. Es decir, reconocemos la promesa porque hemos conocido antes su consumación, pero no a la inversa. Además, en líneas generales este símil se utiliza para considerar un tipo de relación que no sólo es histórica, es decir, presente-pasado, sino profética, o sea, presente-futuro. Así, la ficción de la figuración considerada como una promesa se mueve simultáneamente en dos direcciones distintas, una específicamente histórica, presente-pasado, y una profética, presente-futuro. Ahora quisiéramos concentrar nuestra atención en el pasaje de la escala divina de la promesa que anida en la figuración a la escala humana, en un proceso de agenciamiento de la figuración que nos lleva del mito de la promesa divina al reconocimiento de la capacidad humana de figurar contenida en el modernismo mentado por Hayden White y Erich Auerbach, pasando por la filosofía de la historia especulativa.

Hannah Arendt y Friedrich Nietzsche también llamaron la atención sobre el modo peculiar en que funciona la promesa. Para ambos filósofos la promesa cumple una función eminentemente práctica: crea identidad, la de quien promete, en la medida que traza una conexión entre el yo que promete en un presente y el yo que cumple dicha promesa en un futuro, manteniendo la palabra empeñada frente a la dispersión del mundo y las vacilaciones de la voluntad. Y quienes convalidan o no el cumplimiento de la promesa son los otros. Son los otros –como señala Arendt– “quienes confirman la identidad entre el que promete y el que cumple” (Arendt, 2009: 257). O como patéticamente afirma Nietzsche:


…[C]uánto debe el hombre mismo, para lograr esto [i.e., hacerse predecible], haberse vuelto antes calculable, regular, necesario, poder responderse a sí mismo de su propia representación, ¡para finalmente poder responder de sí como futuro a la manera como lo hace quien promete! (Nietzsche, 1996: 67).


En ambos casos, la promesa tiene un poder vinculante, relaciona la acción individual con la evaluación de un otro que convalida o no la consumación de lo prometido. En ambos casos, también, el modelo que tienen presente para su análisis es el de la promesa divina.13 Pero desde este punto de vista humano, el cumplimiento de la promesa queda supeditado a la confirmación de los otros y a la capacidad del agente de mantener sus compromisos. En la escala humana, la consumación de la promesa nunca está asegurada y depende del individuo que promete; específicamente, depende de su voluntad y de su determinación. Con todo, al igual que la promesa divina, la promesa humana ilumina la incertidumbre del futuro dándole una dirección a la acción, aunque la escala de ambas sea muy distinta (Arendt, 2009: 263). A nivel individual, la promesa consumada en la mirada de los otros crea, finalmente, agentes responsables de sus acciones, capaces de responder en el futuro por las consecuencias de sus actos.


Un poco más de cien años antes, Immanuel Kant en un breve ensayo publicado en 1798, a propósito de la demostración de la efectuación histórica de la idea de progreso, propone identificar una señal histórica, un signum, del progreso moral (i.e., progreso de las costumbres, no biológico) de la humanidad, que sea demostrativum, rememorativum y prognosticum. Es decir, Kant se propone identificar un evento presente (demostrativum) cuyo significado pueda extenderse hacia el pasado (rememorativum) y proyectarse hacia el futuro (prognosticum). Llama a esta tarea “historia profética”, puesto que no solo se dirige al pasado, sino también al futuro. Pero a diferencia de los profetas, Kant no quiere ser al mismo tiempo quien “hace y dispone los hechos que anuncia con anticipación” (Kant, 2013: 96). Presupone que un ser dotado de libertad, como el hombre, debe también progresar moralmente; por


13 En La condición humana Arendt considera que prometer y perdonar son dos facultades políticas propias de la condición de la pluralidad,

experiencias que nadie pude tener consigo mismo, sino que se basan en la presencia de los demás (Arendt, 2009: 257). Específicamente dice de la promesa: “La no-predicción que, al menos parcialmente, disipa el acto de prometer es de doble naturaleza: surge simultáneamente de la “oscuridad del corazón humano”, o sea, de la básica desconfianza de los hombres que nunca pueden garantizar hoy quiénes serán mañana, y de la imposibilidad de pronosticar las consecuencias de un acto en una comunidad de iguales en la que todo el mundo tiene la misma capacidad para actuar” (Arendt, 2009: 263).

eso, el signo buscado no es causa sino efecto del progreso, y la posición que ocupa el filósofo es la de

espectador y no la del agente que produce el cambio.

El signo buscado no remite a grandes e intempestuosos cambios, a aquello de que todo lo grande se vuelve pequeño y viceversa, “de suerte que –escribe Kant– el espectáculo del afán sobre la tierra de la humanidad consigo misma, a lo que más se pareciera sería a una farsa de locos” (Kant, 2013:101). Sin embargo, es bien sabido que aquí Kant identifica a la revolución francesa como el signo que indica la causa del progreso moral. Pero, y esto es lo importante, Kant no considera al evento revolución francesa en virtud de sus hazañas y terrores, digamos, por su grandeza, sino que, como Foucault nos ha hecho notar


Lo que es significativo es la manera en que la revolución se hace espectáculo, es la manera en que es recibida en todos lados por espectadores que no participan de ella, pero que la miran, que asisten a ella, y que para mejor o para peor, se dejan arrastrar por ella (Foucault, 1996: 76).


La revolución genera un entusiasmo en el espectador, una participación de su deseo, frente al espectáculo de la “disposición moral del género humano” (Kant, 2013: 104). Es la manera en que la revolución afecta a sus contemporáneos y no la revolución en sí lo que Kant destaca del signo mentado. Lo que quisiéramos subrayar es que Kant utiliza la antigua interpretación figural para desarrollar su historia filosófica. Y al igual que la figuración cristiana, la figuración kantiana subtiende un contexto narrativo que hace posible interpretar la experiencia humana como espectadores, en este caso de la revolución francesa, como el signo que indica la disposición de progreso moral en la humanidad.14 Es el metarrelato del progreso moral, es decir, de la promesa de que la naturaleza del hombre considerado universalmente progresa hacia mejor, el que, justamente, hace posible reconocer los signos de dicho progreso como una disposición moral de la humanidad (Kant, 2013: 98). En el contexto de ese ensayo, el derecho considerado como una idea regulativa pone en evidencia la predisposición humana al perfeccionamiento moral, en la medida que los hombres buscan darse a sí mismos una constitución cuyo fin es acabar con todas las guerras (Kant, 2013: 106).


Foucault ha señalado también que la búsqueda de Kant consiste en interrogar al presente para hallar aquello que lo diferencia del pasado y lo singulariza (Foucault, 1996: 93). Kant quiere singularizar un “nosotros”, en su caso el de quienes pertenecen a la Aufklärung, que se distinga de cualquier otro colectivo de las épocas pasadas. El filósofo francés sostiene que la originalidad del planteo kantiano consiste en que los Ilustrados son los primeros que se dan a sí mismos una identidad histórica que los singulariza dentro del continuo temporal; en esto consiste la actitud moderna, el ethos de la modernidad. Esta actitud kantiana intenta recuperar algo que también es característico de la actitud moderna á la Boudelaire, a saber, recuperar lo que hay de eterno en el instante, lo que Foucault denomina la “heroificación irónica del instante” (Foucault, 1996: 96). En Baudelaire esta heroificación irónica no consiste en perpetuar el instante, en eternizarlo, sino en transfigurarlo a partir del juego entre lo efectivamente real y el ejercicio de la libertad. El objetivo último de la interacción entre lo efectivo que pone límites, condiciones, y la libertad de “imaginarlo distinto de lo que es y transformarlo”, no es otra cosa que transformarse a uno mismo – lo que antes llamamos ethos de la modernidad. Sin embargo, Kant todavía reenvía ese instante a un metarrelato sobre el progreso moral. En este punto, su interpretación del instante no está muy lejos de la interpretación figural cristiana, es decir, en Kant la interpretación del signo o figura “revolución francesa”, y de sus efectos sobre sus espectadores, aun cuando intenta evitar la historia profética, depende de la metanarrativa sobre el progreso moral de la humanidad. En el caso de Kant y su filosofía de la historia especulativa, que bien puede ser considerada


14 Para Kant el filósofo se sitúa en el punto de vista de “los otros”, de quienes juzgan las promesas realizadas por un tercero, pero al mismo tiempo forma parte del colectivo que promete a través de sus actos, la humanidad. Es a un tiempo, pues, sujeto y objeto de la proferencia y consumación de la promesa del progreso moral.

como modelo de este tipo de reflexiones filosóficas sobre la historia, pareciera que la figuración está supeditada a la consumación de una metanarrativa.15

En varios lugares Hayden White ha realizado observaciones y teorizaciones sobre el modernismo, el estilo modernista, e incluso ha afirmado la ocurrencia de un nuevo tipo de eventos que denominó “acontecimientos modernistas”.16 Es muy difícil calibrar la extensión que le adjudica al término, en ocasiones parece designar indistintamente lo que comúnmente denominados posmodernismo literario y/o cultural si juzgamos algunos de los ejemplos que presenta, y en otras se lo define a partir de una serie de rasgos generales.17 Lo cierto es que algunas de las características recurrentes que White le adjudica al modernismo son, en sus palabras


[E]l modernismo efectúa el cierre de la brecha entre la historia y la versión pre-modernista de la literatura denominada ficción. La rígida oposición entre historia y ficción que autoriza la idea decimonónica e historicista de la historia, en la cual el término historia designa tanto a la realidad como al criterio mismo de realismo en las prácticas representacionales, es cancelada en la crítica implícita del modernismo a las nociones de realidad propias del siglo XIX y en su repudio de la concepción que tenía el realismo decimonónico acerca de qué es lo que constituye a una representación realista como tal. En el modernismo la literatura toma la forma de un modo de escritura que efectivamente trasciende las antiguas oposiciones entre las dimensiones literal y figurativa del lenguaje, por un lado, y entre los modos factuales y ficcionales del discurso, por el otro. Consecuentemente el modernismo debe ser visto como haciendo a un lado la duradera distinción entre historia y ficción, no con vistas a colapsar a una dentro de la otra, sino con la intención de dar lugar a la imagen de una realidad histórica purgada de los mitos de “grandes narrativas” tales como el destino, la Providencia, el Espíritu o Geist, el progreso, la dialéctica, e incluso el mito de la realización final del realismo mismo. (White, 2010: 51).


En este pasaje regresamos a las relaciones entre narrativa, figuración y ficción que hemos mencionado en el primer apartado. White lee la historia del realismo desarrollada por Auerbach en Mimesis como la historia de cumplimiento (Erfüllung; fullfillment) de la “figura de la figuralidad” (White, 2010: 34). La figura de la figuralidad (figurality) no es otra cosa que la idea de que la historia del realismo literario tras atravesar en su recorrido diversas figuras de la realidad se hace consciente de la figuralidad misma; es decir, cobra consciencia de la posibilidad de presentar la realidad a través de la capacidad poética de figurar. De modo que el modernismo aludido en el pasaje antes citado no es otra cosa que está singular consciencia histórica de un realismo que se reconoce como capacidad, como posibilidad de figurar. Podemos denominar a este reconocimiento “autoconciencia figurativa”. Trascender las antiguas oposiciones ente historia y ficción o entre lenguaje literal y figurativo no es “colapsar una dentro de otra”, sino suspender las narrativas heredadas como marcos dadores de sentido, como promesas a ser cumplidas. El modernismo le otorga prioridad a la figuración sobre la narrativa, a la actividad inventiva de crear figuras y con ellas posibles relaciones entre eventos y acciones. No se trata de una prioridad temporal ni jerárquica, la capacidad de figurar se presenta como posibilidad, sin estar supeditada aún a prefiguraciones ni cumplimientos de ningún tipo. Antes de identificarlos como elementos de un relato y de tropologizarlos para establecer relaciones entre ellos (enfigurado) y de seleccionar un tipo de trama disponible en la dotación cultural de pertenencia para presentarlos como anticipaciones o consumaciones de otros eventos y acciones (entramado), la figuración se muestra como la posibilidad de intervenir en el mundo creando una ficción capaz de enfigurar y entramar eventos y acciones.


Un ejemplo de esto lo hallamos en Auerbach, quien construye en Mimesis la historia de la literatura occidental a partir de fragmentos. Allí, la historia no es un relato continuo y sin fisuras, sino el recorrido por una serie de estaciones que ejemplifican las diversas maneras en que la tradición occidental ha intentado presentar la realidad de modo realista. Cada uno de los fragmentos escogidos por Auerbach


15 La filosofía de la historia especulativa es aquella que sostiene al menos tres supuestos: 1) el sujeto de la historia es transhistórico, 2) considera la totalidad del tiempo: presente, pasado y futuro, y 3) la historia se desarrolla en función de un telos o finalidad. Karl Löwith en su conocido libro sobre el tema, Historia del mundo y salvación, elabora una crítica de la filosofía de la historia a partir de la tesis de que ésta se basa en la secularización de presupuestos teológicos (Löwith, 2007). Hans Blumenberg realiza una aguda crítica a la tesis de Löwith en su libro La legitimación de la edad moderna, especialmente en los capítulos 3 y 4 (Blumenberg, 2008).

16 Ver El acontecimiento modernista (White, 2003: 217-252).

17 Por ejemplo, Austerlitz de Sebald. En general, White no distingue entre estilo modernista y estilo posmoderno, desatendiendo, por ejemplo, sus diferencias en el uso de la temporalidad. En el modernismo literario la temporalidad es simultánea, mientras que en la posmodernidad tiende a estar fragmentada en múltiples planos, a veces mutuamente excluyentes (Cfr. Heise, 1997).

contiene en simiente el estilo realista de una época y la experiencia histórica de su autor. Como ha señalado White, son una sinécdoque de su contexto, de la experiencia del autor de su entorno (White, 2010: 40). El realismo que según Auerbach nace como una transgresión al canon occidental de los estilos, culmina con el famoso análisis de un pasaje de Virginia Woolf en un capítulo titulado “La media parda”.18 Allí toda la acción se detiene y eterniza en un evento tan intranscendente y banal como es la rica descripción del instante en que Mrs. Ramsay prueba el tamaño de una media recién tejida en uno de sus hijos. Auerbach señala un principio que anida en el modernismo y que aplica al mismo tiempo para su propio trabajo, escribe:


Se concede menos importancia a los grandes virajes externos, y a los golpes espectaculares del destino se les atribuye menor capacidad para proporcionar algo decisivo respecto al tema; en cambio se cree que, en lo seleccionado arbitrariamente del transcurso de la vida, en cualquier momento de ella, está contenida toda la sustancia del destino y éste, por lo mismo, puede representarla (Auerbach, 2014: 516).


Este mismo principio aplica a un tiempo al texto de Virginia Woolf y a Mimesis, cuya redacción lejos de las ricas bibliotecas europeas, hubo de conformarse con las mal provistas bibliotecas de Estambul. Pero no fue solo eso lo que motivó a Auerbach a escribir Mimesis con un material tan fragmentario, sino el convencimiento “de que los motivos de la historia de la representación de la realidad […] bien captados […] Habrán de hallarse en un texto realista cualquiera” (Auerbach, 2014: 517).

Detengámonos un segundo en las últimas líneas del texto antes citado: “en lo seleccionado arbitrariamente del transcurso de la vida, en cualquier momento de ella, está contenida toda la sustancia del destino y éste, por lo mismo, puede representarla”. Estas palabras de Auerbach tanto como la media parda de Woolf llaman la atención no tanto sobre un tema o un tipo de presentación de la realidad, como de la misma capacidad de presentar, de figurar la realidad y un posible destino dentro de ella, aquello que en la larga cita de White en el primer apartado señalamos como mise en figure y mise en intrigue. A diferencia de lo que ocurre con Kant y con los Padres de la Iglesia, los fragmentos vivos de la experiencia humana ya no son significados por referencia a un relato que los contiene y relaciona de antemano. Por el contrario, son los fragmentos considerados como posibles figuras los que albergan la promesa de, en este caso, “representar la realidad”.

Ahora consideremos de nuevo la frase de White que citamos al comienzo del segundo apartado: “La paternidad – escribe White- es conferida por los hijos” (White, 2011: 261). Si la figuración dependiera de una metanarrativa, la capacidad de elegir nuestros antepasados culturales quedaría obturada por la lógica interna de un relato que dicta tanto los anuncios, como los posibles cumplimientos. Es justamente porque esto no ocurre necesariamente que es posible figurar nuestros antepasados electivos. Cuando reparamos en esta capacidad, el punto de vista adoptado ya no es el de la interpretación figural cristiana, el punto de vista del ojo de Dios. Tampoco es el de la humanidad y sus ideales regulativos como sucede en las filosofías de la historia especulativas; es el punto de vista distanciado de la ironía, de la doble visión que ve en cada instante la promesa de una promesa, en cada acontecimiento y acción la posibilidad de elaborar una figura. La figuración modernista es, pues, la figura de una figura.19 En este sentido, la figuración modernista no es histórica, sino que es previa a cualquier historia. Encuentra su morada en un presente que siempre es fugaz y que todavía no es historia. Y por eso mismo, no tiene aún ningún significado. Al igual que la promesa, es vinculante; pero en sentido contrario, es retroactivamente vinculante. Yace latente en cada evento y acción del presente aguardando que algún otro, diferido o no en el tiempo, encuentre en ella anuncios y cumplimientos. Esta ficción es la vía regía a través de la cual


18 Un argumento muy importante en las tesis de Auerbach sobre las sucesivas presentaciones (Darstellung) de la realidad en la historia de la literatura occidental es el de la transgresión de las reglas de estilo de la retórica a partir del cristianismo, que se puede observar, por ejemplo, en el sermo humilis de los Padres de la Iglesia. En ellos temas sublimes como los relativos a la Dios son tratados en un estilo bajo, impropio o inadecuado para el tratamiento del tema según el canon retórico heredado de la antigüedad (Auerbach, 1998: 131-147). Lo mismo señala Auerbach en sus tesis sobre Dante, a propósito de la comparación entre la figura de Sócrates y la de Cristo (Auerbach, 2007: 12-13). Aun cuando el relato sobre las figuras de Sócrates y Jesús guardan muchos puntos en común, la dignidad con que es presentada la primera figura contrasta con las humillaciones que sufre el hijo de Dios, impensadas para retratar una figura divina antes del Nuevo Testamento.

19 Podríamos haber llamado a esta capacidad “metafiguración”, pero no es nuestro deseo abusar de los prefijos como es el uso en nuestra época. Confiamos que nuestra elección terminológica deje nuestro punto lo suficientemente claro.

los hijos son capaces de librarse del yugo de los padres y sus narrativas, y al hacerlo elaboran sus propios destinos e identidades (individuales y colectivas) en forma de figuras y relatos.


Consideraciones finales


En este trabajo hemos considerado el papel de la ficción en los trabajos de Hayden White, en especial de la ficción figurativa modernista y su relación con el símil de la promesa. Hemos señalado que la noción de “ficción” involucra la tesis de que el texto histórico, al igual que cualquier otra presentación escrita de la realidad, es antes que nada una construcción verbal. Como tal, puede ser analizada en sus elementos componentes. Esta construcción además cumple una importante función cultural que permite poner en relación eventos singulares y dotarlos con significados generales. Dicha función puede ser elucidada a partir de la interpretación figural. Hemos sostenido también que estos recursos ficcionales son utilizados indistintamente en los textos sagrados, la literatura o la historia. En todos los casos, la figuración hace posible establecer relaciones intergeneracionales y entre tradiciones heredadas y nuevas constelaciones culturales que las resignifican. Pero, tal vez lo más importante es que la promesa de la figuración constituye identidades que relacionan de modo indisociable al sujeto que promete (singular o colectivo, presente o heredado) y a un “otro” que consuma la promesa.

Finalmente, consideramos la figuración modernista como una forma particular de ficción que ya no considera un tipo específico de presentación de la realidad, sino que considera la misma capacidad de figurar: a esto lo denominamos “autoconciencia figurativa”. Por eso, hemos sostenido que en la figuración modernista anida la promesa de una promesa. Esta es la característica diferencial de la figuración modernista y es el resultado de un agenciamiento de las capacidades imaginativas presentes en la historia de la literatura que ofrece Auerbach en Mimesis y en la misma interpretación de White de este texto, que nos lleva de la interpretación figural guiada según presupuestos teológicos hacia la interpretación figural plenamente consciente de la humana capacidad de figurar. El símil de la promesa utilizado por White para elucidar el funcionamiento de la figuración en general nos ha permitido considerar también, además de sus consecuencias epistemológicas, en el caso de la figuración modernista, algunas de las implicaciones prácticas que ya hemos mencionado, de la cuales se destaca según nuestro punto de vista la capacidad de relacionar pasado y futuro a partir de ficciones figurativas latentes en cualquier momento, acción o evento. Esta capacidad latente alberga también la posibilidad de entablar diversas relaciones autoconscientes entre generaciones a partir del reconocimiento de las potencialidades de la ficción figurativa. Llama la atención, pues, tanto sobre el uso del lenguaje como sobre las capacidades imaginativas de los agentes que lo usan.


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