Reseñas


 

https://doi.org/10.34024/prometeica.2021.22.11430


 

HAYDEN WHITE. EL PASADO PRÁCTICO, PROMETEO LIBROS, 2018 136PP, ISBN-10: 9875748773


HAYDEN WHITE. THE PRACTICAL PAST, PROMETEO LIBROS, 2018 136PP, ISBN-10: 9875748773


HAYDEN WHITE. O PASSADO PRÁTICO, PROMETEO LIBROS, 2018 136PP, ISBN-10: 9875748773


 

 

El Pasado Practico - Hayden White | Mercado Libre

 

 

 

Yamila Puga

(Universidad Nacional de Mar del Plata)

yamilapuga@gmail.com


Recibido: 24/11/2020

Aprobado: 14/01/2021

El recorrido que propone El pasado práctico es por las fronteras de la historiografía. Así lo advierten en la introducción Verónica Tozzi, directora de la colección Historia y Teoría y Omar Murad, ambos traductores de gran parte de los cinco ensayos compilados originalmente presentados por su autor en distintos contextos. H. White se posa sobre la literatura y, desde allí, identifica en la autobiografía, las memorias o la novela ya no los recursos lingüísticos o tropos que, como ha sabido argumentar, intervienen también en la producción de todo discurso histórico esto es tema de Metahistoria (1992) y Trópicos del discurso (2019) sino un tipo de soporte que puede disputar y de hecho lo hace el prestigioso trono de la representación del pasado.

Con esto en mente, confiesa en el Prefacio lo que en sus palabras fue una “equivocación” (24) igualar la historia (narrativa) con la literatura y adelanta la reformulación de algunas conceptualizaciones que le permiten distinguir dentro de la práctica escrituraria, es decir, dentro del orden de los discursos, los que se pretenden históricos de los imaginativos; a su vez, estos últimos ficcionales o no, dependiendo de que den acceso a un referente real o sean puramente fantasiosos. Aunque con un planteo algo rebuscado que la crítica literaria disputaría argumentando que la ficción “no es la exposición novelada de tal o cual ideología, sino un tratamiento específico del mundo, inseparable de lo que trata” (Saer, 2014: 12), y que por ende todo aquello que tiene tratamiento formal es por decantación ficcional, White persigue, sin embargo, un claro y útil objetivo. Deshacerse del uso de la palabra “ficción” como equivalente a Literatura, porque eso exigiría una oposición excluyente con la Historia que no es justa, en tanto ambas comparten el hecho de ser construcciones, lo que equivale a decir interpretaciones o también selecciones pero nunca totalizaciones.


En efecto, del pasado como la globalidad de eventos y entidades que alguna vez existieron solo se obtiene una versión, que es el pasado histórico, y que los historiadores buscan comprender “en sus propios términos” (25), señala White no sin ironía. Pero el que a él le interesa rescatar, y a esto se dedica en el primer capítulo que lleva título homónimo al libro, es un tercer tipo de pasado: el práctico, introducido por el filósofo Michael Oaekshott, que se refiere “a aquellas nociones del pasado que todos llevamos

con nosotros en la vida diaria y a las que recurrimos […] para obtener información, ideas, modelos y estrategias que nos ayuden a resolver todos los problemas con los que nos encontramos en nuestra situación presente” (27-28). El término práctico está, así, vinculado a un espacio de la experiencia y por ello puede ser mejor entendido kantianamente (éticamente) asociado a la pregunta: ¿qué deberíamos hacer? El mejor intento por responder asuntos centrales de carácter moral y social se halla, sostiene White, en la narrativa, en los trabajos de novelistas posmodernos como W. G. Sebald o Philip Roth, entre otros que va a revisar, quienes a través de la lente literaria justifican una opinión ética o moral en un mundo real de hechos históricos.

Por esto último, estos textos pueden pensarse en la cadena históricos/literarios/no-ficcionales (así como también, para hacer una adaptación a la literatura argentina, podría hablarse de las novelas de Luis Gusmán, Héctor Tizón, Liliana Heker, Martín Kohan, etcétera). Su sustancia de expresión es imaginaria, y con esto quiere decir que todo el peso recae en los procedimientos, pero predominan los hechos empíricos y documentables cosa que no puede afirmarse para en los géneros science fiction o las telenovelas. Cuando antes White dijo “que la escritura de la historia era una mezcla de hechos y ficción”

(24) entendía por ficción, siguiendo al pensador Jeremy Benthan, una hipótesis o una conjetura, una posibilidad expresada figurativamente, cosa que es cierto tanto para la escritura literaria como para la histórica. Esa es la clave, en definitiva, desde la que hay que comprender su postura relativista, que se encauza en la corriente inaugurada por Foucault y seguida por Derridá y Roland Barthes. Todos organizan su pensamiento, en definitiva, sobre la base de que las relaciones entre cosas y no entre conceptos son meras idealizaciones y no pueden tener más coherencia que la que sus presentadores le dan, en la medida en que el mundo es lo que decimos de él.

Con este andamiaje teórico llega White a la pregunta que dispara el segundo capítulo, “Verdad y Circunstancia”, sobre lo relevante de “lo verdadero” en dirección a todos los discursos que hacen referencia a eventos históricos reales en el curso de su elaboración. Su pertinencia, como puede esperarse, es secundaria porque, en efecto, se trata de una cuestión de modo y no de mímesis subtítulo. No en vano su subtítulo: “¿qué si algo puede ser propiamente dicho sobre el Holocausto?”, pregunta también replicada por la crítica argentina Leonor Arfuch “¿cómo hablar de los crímenes de los otros?” (Arfuch, 2008:31). El ejemplo para ver esto es la memoria del tiempo en Auschwitz durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, Si esto es un hombre (2005), de Primo Levi. Efectivamente, su naturaleza es poética más que documental, aunque contiene preferencias declarativas que piden ser tomadas como verdaderas. Pero es claro que el uso de tropos y figuras responde a un intento de contar un mundo que, sin ser imaginario, se resiste a su representación; apenas puede ser descrito. El hecho es que hay más de un modo de decir la verdad sobre el pasado, y cada uno de esos modos hace algo distinto, tiene una particular función performativa, siguiendo la teoría de los actos de habla de Austin. De modo tal que una multiplicidad de discursos, incluida la historiografía sugiere pueden o podrían constituirse como praxis práctico-política y estético-expresiva, si entendemos por praxis una acción que intenta cambiar o tener un impacto sobre el mundo real por medio del modo en que se dice algo sobre él de aquí, la relevancia de la noción de pasado práctico.

En relación a esto, la historiografía ha enfrentado debates amplios sobre el estatuto de eventos históricos como el Holocausto o también el ataque a las Torres Gemelas. ¿Fue un tipo nuevo de evento incomparable con otros e inimaginable, fundador de una nueva categoría de eventos históricos?, se pregunta White en el tercer capítulo, “El evento histórico”. Otra vez, de lo que se trata no es de establecer que efectivamente haya ocurrido o no, sino de cuestionar la naturaleza del evento, el alcance y la intensidad del impacto. Y el hecho de que en la historia haya varios eventos que puedan ser identificados como tragedias, por ser impredecibles, y que no pueda pensarse lo mismo de los eventos naturales, cuya ocurrencia es probable e incluso posible, es un argumento en favor del fracaso de la historia en sus esfuerzos de volverse científica, cuando debería volverse mítica. Las técnicas y protocolos para establecer estas relaciones tendrán que ser más bien figurativas y tropológicas, en lugar de conceptuales y lógicas, dado que la descripción de un evento histórico será pertinente en relación con su contexto pero éste ya es pasado y es conocido solo por sus restos. La delimitación de las nociones de evento histórico y contexto histórico siguen profundizándose en el cuarto ensayo, en el que se White se esfuerza por

complejizarlas y convertirlas en herramientas que permitan responder preguntas como las que aparecen hacia el final: ¿puede narrarse el Holocausto?, ¿debería ser narrado?, y ¿de qué manera o modo o medio apropiados? ¿Cuál es el estatus evidencial del testimonio del sobreviviente? o ¿cuáles son las dificultades éticas involucradas en el uso de imágenes o de los hechos establecidos acerca del Holocausto como objeto de una narrativa?


Finalmente, En “Discurso histórico y teoría literaria”, otra vez, White vuelve sobre el problema de la historia para historiadores, como consecuencia del paso en falso que es identificar literatura o arte con ficción y subordinar la verdad de los hechos a merced de la exhibición egoísta de la técnica del artista. Encuentra, sin embargo, en el modernismo literario, que será abordado in extenso en este apartado, con representantes como Woolf, Proust, Kafka, H. James o Joyce, entre otros, el abandono de raíz del mimetismo o la lucha por intentar capturar la realidad en su esencia perdurable más que en su temporal historicidad. Se propone descubrir la multiplicidad de capas de experiencia del tiempo y presentarlas de tal modo que destrocen nuestra confianza en la temporalidad narrativa del cuento folclórico o de la historia misma. Estos son los procedimientos que exige la representación del Holocausto, mientras que los del arte pre modernista, insistentes en capturar la esencia o los atributos son de los que pretende deshacerse, en resumen, este libro.


Así, logra demostrar White desde la filosofía, la productividad de la relación entre historia y literatura. Con la triangulación de tres disciplinas en El pasado práctico, o de cuatro, si se incluye la teoría literaria, hacer historia, tropológicamente hablando, es hacer literatura (modernista) y viceversa. Y en el sentido en que se disputa con otras perspectivas qué es la realidad y cuál es la tarea que cabe ser realizada en ella, hacer historia es hacer filosofía. Y, aún más, con la luz que arroja esta propuesta sobre su función práctica una guía para la acción, hacer historia puede ser una forma de hacerse eco del reclamo utilitario y presentista de la memoria y establecer lazos significativos del pasado en relación con el presente y el futuro. Al revés de lo que podría asumirse, si se lee a White como quien ha ido en contra de la historia, se diría que nunca fue tan poderosa.


Referencias


Arfuch, L. (2008). Crítica cultural entre política y poética. Fondo de cultura económica. Buenos Aires. Saer, J. (2014). El concepto de ficción. Seix Barral. Buenos Aires.